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Cuando alguien nos hace un agravio,
inmediatamente tratamos de responder en la carne. Al reaccionar de esa manera nos
salimos de nuestra burbuja de protección para enfrentar al diablo en su patio.
Debemos de comprender que detrás de cada ofensor hay una hueste espiritual de
maldad que lo manipula.
“No
tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
Note usted que hay principados y gobernadores que tienen a millones de demonios
bajo su mando. Unos están preparados para provocar abortos, otros para provocar
suicidios, otros para provocar divorcios, otros para provocar accidentes, su
propósito siempre será el de “robar,
matar y destruir” (Juan 10:10). Ellos
no te atacan directamente sino que utilizan a nuestros prójimos,
influenciándolos en su mente, para que lleven a cabo su obra de maldad.
“Nuestras
armas no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”
(2 Corintios 10:4), nuestras armas
son la verdad, la coraza de justicia, el evangelio,
el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, la espada del Espíritu que es la palabra
de Dios, y la oración perseverante (Efesios 6:14-18), todas armas
espirituales.
No debemos caer en la trampa del enemigo y
responder las ofensas en la carne, porque esa lucha es una lucha espiritual que Dios la gana por nosotros.
No debemos olvidar que “Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual” y nos ha sentado en lugares celestiales con
Cristo (Efesios1:3). Esos
lugares celestiales son “lugares de alto rango” por encima de
las huestes espirituales de maldad. Nunca
debemos abandonar esos lugares celestiales, nunca debemos descender a al patio del enemigo y enfrentarlo en la
carne.
Antes de estar en Cristo estábamos sometidos
ante Satanás, éramos sus esclavos y estábamos a su servicio, pero en el momento
que pasamos a estar en Cristo, fuimos
ascendidos con un rango mayor que el de Satanás y todas sus legiones de
demonios.
Recuerda que Cristo está por encima de todos ellos, y si tú estás
en Cristo, entonces también estás por encima de todas esas legiones de maldad.
Es un asunto de posición, antes
estabas sentado en lugares terrenales, pero ahora estás sentado en los lugares
celestiales más altos.
Efesios
1:22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas
las cosas a la iglesia, 1:23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que
todo lo llena en todo.
Nuestro Padre celestial sometió todas las cosas
bajo los pies de Cristo y esos pies son parte de su cuerpo que es la iglesia, y
de la cual, él es la cabeza. Todas las huestes espirituales de maldad están sometidos bajo los pies de la
iglesia, de la cual todos los que estamos en Cristo somos parte.
La estrategia del enemigo no es hacer que peques
porque tú estás muerto para el pecado (Romanos
6:7, 6:11) y eso no afecta tu vida espiritual, su estrategia es hacer que bajes de los lugares
celestiales. Su plan consiste en llevarte a su patio para que te pongas a su
nivel y pelees en la carne.
Mateo 5:38
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. 5:39 Pero yo os digo:
No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra; 5:40 y al que quiera ponerte a pleito y
quitarte la túnica, déjale también la capa; 5:41 y a cualquiera que te obligue
a llevar carga por una milla, ve con él dos. 5:42 Al que te pida, dale; y al
que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. 5:43 Oísteis que fue dicho:
Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 5:44 Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 5:45 para que seáis
hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre
malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 5:46 Porque si amáis
a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los
publicanos? 5:47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de
más? ¿No hacen también así los gentiles? 5:48 Sed, pues, vosotros perfectos,
como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Jesús lo dijo claro, nunca debemos responder en
la carne, nunca debemos ponernos a pleito y nunca debemos aborrecer a nuestros
enemigos. Por el contrario debemos hacerles el bien. Dios hace salir el sol sobre
buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos porque Dios ama a todos
por igual y sabe que el diablo es el culpable de tanta maldad.
Proverbios
16:7 Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, Aun a sus enemigos
hace estar en paz con él.
Note usted que cuando obedecemos a Dios y no
contestamos las ofensas de nuestros enemigos, Dios hace que ellos estén en paz con nosotros.
Recordemos el caso de Jacob y Esaú. Jacob le había robado la bendición a su hermano Esaú
y tuvo que huir de su casa para que su hermano no lo matara. Dios le dijo a
Jacob que regresara a su casa y que él lo protegería. Jacob no tenía mucha
confianza en la palabra de Dios y se
preparó en la carne para enfrentarlo, enviándole presentes a su hermano para
comprarlo y ablandarlo.
Génesis 33:8
Y Esaú dijo: ¿Qué te propones con todos estos grupos que he encontrado? Y Jacob
respondió: El hallar gracia en los ojos de mi señor. 33:9 Y dijo Esaú:
Suficiente tengo yo, hermano mío; sea para ti lo que es tuyo.
La sorpresa de Jacob al encontrarse con su
hermano, fue que éste rechazó los
presentes, le dijo que tenía suficientes bienes y lo recibió con los brazos
abiertos.
Dios había hecho que Esaú dejara de ser enemigo
de Jacob y estuviera en paz con él. Entonces
Jacob dijo: “he visto tu rostro, como si
hubiera visto el rostro de Dios, pues que con tanto favor me has recibido”
(Génesis 33:10). Lo que Jacob quiso
decir, es que había visto la obra de Dios
en su hermano.
Cuando David se enfrentó al gigante Goliat,
éste le dijo: “Ven a mí, y daré tu carne
a las aves del cielo y a las bestias del campo”, entonces David le respondió:
“tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre
de Jehová de los ejércitos, a quien tú has provocado” (1 Samuel 17:44-45), es decir, mis
armas no son carnales sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.
Josué 5:13
Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante
de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia
él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? 5:14 El respondió:
No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora.
El pueblo escogido de Dios se alistaba para ir a
conquistar Jericó, algo que parecía imposible porque era una ciudad rodeada de
grandes murallas y en la cual habitaban gigantes. Entonces se le apareció un
varón a Josué y se identificó como un “príncipe
del ejército de Jehová”. En realidad era un arcángel que venía a ponerse al
frente del pueblo de Dios y a dirigirlo en su batalla.
Josué 6:1
Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los hijos de Israel;
nadie entraba ni salía. 6:2 Mas Jehová dijo a Josué: Mira, yo he entregado en
tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra. 6:3 Rodearéis, pues, la
ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y
esto haréis durante seis días. 6:4 Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de
cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la
ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas. 6:5 Y cuando toquen
prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina,
todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces
subirá el pueblo, cada uno derecho hacia adelante.
El ángel de Jehová le dijo a Josué que rodeara
la ciudad, que siete sacerdotes tocaran
siete bocinas durante siete días y los
muros caerían. La lucha no era carnal, la
lucha era espiritual y Dios la ganaría por Israel. El
toque de las bocinas lo que hacía era anunciar la victoria de Jehová.
Con Gedeón
sucedió lo mismo, Dios envió un ángel y luego le dijo que con 300 hombres enfrentará
al ejército enemigo compuesto por más de 135.000 soldados. Sus armas eran
trompetas y cántaros que quebraron con sus manos (1 Samuel 7:19). Al oír las trompetas, los hombres del ejército
enemigo se llenaron de temor y Dios hizo que se mataran entre ellos.
Gedeón y sus hombres no tuvieron que pelear,
solamente tuvieron que tocar trompetas y romper cántaros y eso es lo mismo que
Dios espera de nosotros: que toquemos
trompetas y rompamos cántaros.
No es en la carne que podemos vencer al diablo y a sus huestes de maldad, no es respondiendo
las ofensas o yendo a los tribunales de justicia como ganamos las batallas, sino
reposando en Cristo y anunciando su
victoria.
Dios le dijo a Gedeón que usaran trompetas y teas ardiendo dentro de
cántaros, lo que es muy significativo porque son símbolos de su poder.
1
Corintios 14:8 Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para
la batalla? 14:9 Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien
comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire.
La
trompeta simboliza la Palabra de Dios que anuncia la victoria sobre la batalla que
se avecina. Esa trompeta es en realidad una alabanza que dice “Gracias Señor por tu victoria, gracias Señor
por tu gracia”, es una palabra de fe que cree en una victoria segura,
aunque las circunstancias digan otra cosa.
Salmo 22:3
Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
Siempre
será más efectivo alabar que orar, porque Dios habita entre las alabanzas de su
pueblo y hace que los ángeles de Dios
acudan en tu auxilio. Esto es así porque en
la alabanza a diferencia de la oración hay un desprendimiento del yo.
La oración tiende a ser muy egoísta y carnal, mientras que la alabanza es una renuncia de ese
egoísmo de la carne.
Cuando anunciamos la palabra de Dios, estamos mostrando nuestra fe, y a la vez estamos anunciando la victoria de Cristo
sobre el enemigo, el cual está derrotado de antemano.
Cada
trompeta proclama una victoria. En el libro del Apocalipsis se habla de siete trompetas que son tocadas por 7
ángeles, cada trompeta simboliza un
castigo de Dios y a la vez una
victoria sobre sus enemigos.
1
Corintios 15:51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos
transformados, 15:52 en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final
trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados
incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 15:53 Porque es necesario que
esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de
inmortalidad. 15:54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción,
y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra
que está escrita: Sorbida es la muerte
en victoria. 15:55
¿Dónde está, oh
muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
La sétima trompeta del Apocalipsis anuncia la
resurrección de los creyentes y el arrebato de la iglesia, la sétima trompeta anuncia la victoria de Jesús sobre la muerte.
Cada toque de trompeta es el cumplimiento de una
promesa de Dios que asegura nuestra victoria sobre el enemigo, sobre el pecado
y sobre la muerte. Entonces,
considerando que la batalla ya estaba ganada, las trompetas del ejército de Josué
y de Gedeón simplemente anunciaron la victoria.
2
Corintios 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la
excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros
Las teas hablan del Espíritu
Santo y los cántaros simbolizan al
hombre. El hombre es un simple cántaro o vaso de barro que contiene un tesoro,
ese tesoro es el Espíritu Santo, es el
poder de Dios dentro del creyente para que pueda combatir al enemigo.
Ahora, los cántaros deben romperse para que El
Espíritu Santo fluya y gane las batallas por nosotros, es decir, el yo
debe morir. Mientras el yo esté
vivo, el vaso no se ha quebrado, pero cuando el yo muere, el vaso se quiebra y el Espíritu Santo se manifiesta en
nosotros; en ese momento estamos listos para la batalla.
El problema
de la oración
en muchos casos, es que el yo nunca se
quiebra.
Cada combatiente de los hombres de Gedeón debía
quebrar su propio cántaro porque lo del
yo es un asunto personal.
Hay tres aspectos que nos dan la victoria sobre
el enemigo: 1) La Palabra de Dios, de la cual nos sostenemos y confesamos nuestra
victoria; 2) la obra del Espíritu Santo que gana las batallas por nosotros; y 3) el yo quebrantado para que eso
suceda.
Esa debe ser necesariamente nuestra experiencia
espiritual y esta es la enseñanza que nos da la palabra de Dios. No importa el
tamaño del enemigo, con estas armas, el poder y el tamaño del enemigo será
insignificante.
Nunca enfrentes al enemigo en la carne, nunca
vayas a su patio, despréndete de tu yo y proclama la victoria en Cristo, el Espíritu Santo hará el resto.
Éxodo 4:13
Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová
hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para
siempre los veréis. 14:14 Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis
tranquilos.
Veamos el caso de Moisés, no tenía una sola arma
carnal para enfrentar a Ramsés y su ejército, la única arma era su vara pero ésta simbolizaba la gloria de Dios.
Ni Moisés ni ninguno de los esclavos en Egipto
necesitaron empuñar un arma ni ir contra ninguno de los egipcios. Su única arma
fue la fe y la confianza en Dios, ellos solamente proclamaron la victoria y Dios se encargó de todo.
Éxodo 17:8
Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim. 17:9 Y dijo Moisés a
Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre
la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano. 17:10 E hizo Josué como le
dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la
cumbre del collado. 17:11 Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel
prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. 17:12 Y las manos
de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de
él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado
y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. 17:13
Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada. 17:14 Y Jehová dijo a
Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo
la memoria de Amalec de debajo del cielo. 17:15 Y Moisés edificó un altar, y llamó su
nombre Jehová- nisi; 17:16 y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó
contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en
generación.
En este pasaje vemos como la vara Israel ganaba
la batalla, pero cuando la bajaba, Israel perdía la cual simbolizaba la gloria
de Dios, quedando claro que fue Dios
quien ganó la batalla por ellos.
Es importante destacar que Amalec es un símbolo de la carne. Por eso Dios le dijo a Moisés que
escribiera que “tendría guerra con Amalec
de generación en generación”.
Salmo 91:9
Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,
91:10 No te sobrevendrá mal, Ni plaga tocará tu morada. 91:11 Pues a sus
ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. 91:12 En las
manos te llevarán, Para que tu pie no tropiece en piedra.
Cuando ponemos a Dios por esperanza, no habrá
nada que nos pueda hacer daño. Dios mandará sus ángeles para que nos guarden en
todos los caminos. Olvídate de tus enemigos, olvídate de quien quiera hacerte
daño porque nadie podrá dañarte mientras confíes en el Señor.
Salmo 34:7
El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende.
No tenemos por qué tener miedo a nadie ni a
nada. Los ángeles de Dios acampan alrededor de los que le temen a Dios. Lógicamente
que si no le temes a Dios, alejas a los ángeles.
El temor
de Dios es el principio de la sabiduría (Proverbios
1:17) y la sabiduría verdadera consiste en
conocer la voluntad de Dios y esa voluntad consiste prioritariamente en vivir para Cristo (2 Corintios 5:15) llevando el conocimiento del evangelio a todas las personas (1 Timoteo 2:3-4).
Hay todo un ejército celestial que ha sido puesto
para el servicio de los herederos de la salvación (Hebreos 1:14), de tal manera que no hay nada que temer.
2 Reyes
6:15 Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí
el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros.
Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos?
La casa de Eliseo fue rodeada por el ejército
Sirio que pretendía prenderlo. Su criado
se asustó al ver aquello y le dijo a Eliseo ¿qué haremos? “El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros
que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que
abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró;
y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego
alrededor de Eliseo” (2 Reyes
6:16-17).
Al igual que el criado de Eliseo, la mayoría de
nosotros no vemos el ejército de Dios, pero el hecho de que no lo veamos no
significa que no esté allí para protegernos.
Lucas
10:19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda
fuerza del enemigo, y nada os dañará.
Hay un ejército espiritual divino cuyo
comandante en Jefe es Jehová de los ejércitos, pero además en la tierra hay
otro ejército y ese ejército es la
iglesia, ese ejército somos nosotros.
Jesús nos dio potestad sobre toda fuerza del
enemigo y nada nos dañara, no existe un motivo para temer. Pero recuerda, nunca
lo enfrentes en la carne, reposa en Cristo y deja que el Espíritu Santo se
encargue de él.