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Muchos pastores
evangélicos enseñan una doctrina, según la cual, los creyentes tenemos dos
naturalezas: una pecaminosa y una divina.
Que cuando la divina domina, somos amorosos, pacientes, bondadosos y dóciles, pero
cuando prevalece la naturaleza pecaminosa, somos celosos, malhumorados,
perversos y obstinados. Y, que a base de mucho esfuerzo y sacrificio, podemos lograr
que la naturaleza divina termine venciendo a la naturaleza pecaminosa.
Nada más falso que eso, “nadie tiene dos naturalezas ni nadie puede
vencer la naturaleza pecaminosa a través de su esfuerzo o sacrificio”, eso
es un engaño del diablo.
Existen las dos
naturalezas, pero no en la misma persona;
los hijos de Adán tienen una naturaleza y los hijos de Dios tienen otra naturaleza
divina. Dependiendo de quién eres
hijo, así es tu naturaleza.
Se nos ha hecho creer
que todos los seres humanos somos hijos de Dios, pero eso es otro engaño del
diablo, todos los seres humanos somos “criaturas
de Dios”, pero gracias a su gracia, todos tenemos la opción de convertirnos
en sus hijos:
Juan 1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 1:13 los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios.
Este versículo dice que
a todos los que recibieron a Cristo,
que a todos los que han creído en su
nombre, se les ha dado el derecho
de convertirse en hijos de Dios.
El versículo no dice que
los creyentes se convertirán automáticamente en hijos de Dios al recibir a
Cristo, o al creer en su nombre. Lo que dice es que al recibir a Cristo, que al
creer en su nombre adquieren la potestad
(el derecho) de convertirse en sus hijos.
Millones de creyentes se
quedan con el derecho de convertirse en hijos de Dios, pero no se convierten en
sus hijos, porque les han enseñado precisamente, que al recibir a Cristo, o al creer en su
nombre ya de hecho son hijos de Dios. Lógicamente,
“los que no han recibido a Cristo ni han
creído en su nombre ni siquiera adquieren el derecho de llegar a ser hijos de
Dios”.
Efesios 1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 1:5 en amor habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad
Dios nos escogió y nos
predestinó para que seamos sus hijos, para que
seamos adoptados como sus hijos por medio de Jesucristo. Ese es el
destino que Dios tiene para nosotros, pero no todos alcanzan ese destino,
porque no todos creen y muchos aunque creen, no llegan a convertirse en sus
hijos.
1 Corintios 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente. 2:15 En cambio el espiritual juzga todas las
cosas; pero él no es juzgado de nadie.
La Biblia dice
claramente que existen dos tipos de hombres: el hombre natural y el hombre espiritual.
El primer hombre natural fue Adán y todos los demás hombres descendemos de él,
por lo tanto, todos somos hombres naturales.
Romanos 5:12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre,
y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron.
Cuando Adán comió del fruto
prohibido, “un espíritu de pecado”
entró en él y su naturaleza se hizo
pecadora. Por culpa del pecado entró la muerte al mundo, porque todos los
hombres pecaron al tener esa naturaleza pecaminosa.
Romanos 7:19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no
quiero, eso hago. 7:20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el
pecado que mora en mí. 7:21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta
ley: que el mal está en mí.
El apóstol Pablo se pone
en el lugar del “hombre natural” y dice
que quiere hacer el bien, pero no puede, porque “el pecado que mora en él” lo hace cometer pecados. No debemos
confundir pecado con pecados, “el pecado”
es la fábrica y “los pecados” son el producto de esa fábrica.
Pablo va más allá y dice
que “el pecado es una ley”, lo que
significa que el hombre natural peca por ley, es decir, no tiene que hacer
ningún esfuerzo por pecar, siempre va a pecar porque hay una ley que lo hace
pecar, esa es su naturaleza.
Esto podemos entenderlo
al hablar de la ley de la gravedad.
De acuerdo con esa ley todo es atraído hacia abajo. Nadie puede vencer la ley de la gravedad, tal
vez podemos sostener una piedra de diez kilos por un rato y creer que estamos
venciendo a la ley de la gravedad, pero al pasar los minutos ya no vamos a poder
resistir y tenemos que dejar caer la piedra, de tal manera que la ley de la gravedad siempre nos va a
vencer.
La única manera de que
podamos vencer la ley de la gravedad es con una nueva ley anti-gravedad que haga que las cosas suban. Exactamente eso fue lo que hizo Dios, él
estableció una nueva ley anti-pecado
que nos libra de la ley del pecado:
Romanos 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha
librado de la ley del pecado y de la muerte.
Esa nueva ley que nos
libra de la ley del pecado y de la muerte se llama “la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”, y tal y como su
nombre lo menciona, esa ley es únicamente
para los que están en Cristo Jesús.
No es a través de
nuestro esfuerzo, no es a través de nuestro sacrificio que podemos vencer la
ley del pecado y de la muerte, tal y como mal enseña “la falsa doctrina de la santificación”, eso sería como tratar de vencer la ley de la
gravedad y lo que es un imposible.
La nueva ley del Espíritu de Vida no es para los
que son engendrados de sangre ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de hombre, sino únicamente para los que han sido engendrados de Dios (Juan 1:13).
La naturaleza pecaminosa
y la ley del pecado se relacionan con los hijos de Adán, mientras que la
naturaleza divina y la ley de Vida están
relacionadas con los hijos de Dios.
Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura
es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Si relacionemos los dos
anteriores versículos nos daremos cuenta que
si estamos en Cristo, somos
criaturas nuevas, sin pasado y sin ninguna condenación. Pero, esto no es para
los que están en Adán, los cuales serán culpados de todos los pecados que hayan
cometido.
1 Corintios 15:45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre
Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 15:46 Mas lo
espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. 15:47 El primer
hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del
cielo. 15:48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial,
tales también los celestiales.
Para Dios únicamente
existen dos hombres: Adán y Cristo,
el primero es el terrenal o natural que representa a toda la raza humana caída. El segundo Adán es Cristo, es el hombre espiritual o
celestial que representa a todos los
creyentes salvos. Esto quiere decir que todos los hombres somos parte de
Adán o somos parte de Cristo.
Para poderlo entender,
suponga por un momento que usted entra a un supermercado, allí visualiza una
caja que dice contener confites y
otra que dice contener galletas, en
una están todos los confites y en otra están todas las galletas, el contenido
de una no se mezcla con la otra.
Así es con Dios, él ve hacia
la tierra y visualiza dos cajas, una
dice “Adán” y contiene todos
los que están en Adán y otra dice “Cristo”
y contiene a todos los que están en Cristo; es un asunto de posición.
Si estás en Cristo has
sido lavado por la sangre de Jesús y tienes una naturaleza celestial, pero si
estás en Adán, tienes una naturaleza pecaminosa y cargas con todos tus pecados.
Lo que necesitamos es cambiar de caja ¿Cómo lograrlo? Jesús dijo que a través de un nuevo
nacimiento:
Juan 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el
que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 3:4 Nicodemo le dijo:
¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez
en el vientre de su madre, y nacer? 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto
te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido
del Espíritu, espíritu es. 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario
nacer de nuevo.
Jesús dijo que lo que es
nacido de la carne, carne es y lo que es nacido del Espíritu Santo, espíritu
es. En otras palabras, que todos tenemos un padre terrenal, pero si queremos ver el Reino de
Dios, tenemos que cambiar de Padre y eso se logra únicamente a través de agua y del Espíritu. El apóstol Pablo
lo explica de la siguiente manera:
Romanos 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el
bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:5 Porque si fuimos
plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo
seremos en la de su resurrección; 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre
fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado.
Para los efectos del
Cielo, cuando nos bautizamos somos sepultados con Cristo y resucitados con él.
Al bautizarnos, le damos sepultura “al
viejo hombre”, es decir al nacido en Adán, y a la vez le damos vida a la “nueva criatura” en Cristo Jesús”.
Lo que nos está diciendo
Pablo, es que cuando Cristo fue crucificado, todos fuimos crucificados con él y
cuando Cristo resucitó, todos fuimos resucitados con él. Pero, esa muerte y resurrección que Cristo efectuó
en la cruz se hace realidad hasta en el momento en que nos bautizamos.
En el bautismo aceptamos ser sepultados con Cristo y
resucitados con él. Al ingresar a las aguas del bautismo le damos sepultura al
nacido en Adán y vida al nacido del Espíritu Santo ¿Por qué nacidos del
Espíritu Santo? Porque el Espíritu Santo nos engendra (Juan
1:13) depositando su Espíritu en nuestro espíritu:
Hechos 13:32 Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella
promesa hecha a nuestros padres, 13:33 la cual Dios ha cumplido a los hijos de
ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo
segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.
Cuando Jesús resucitó,
en ese momento fue engendrado por el Espíritu de Dios y se convirtió en su
hijo. Jesús era el hijo de Dios en espíritu, pero no lo era en la carne, Jesús
fue el primer hombre en convertirse en hijo de Dios.
Cuando emergemos de las
aguas del bautismo, para Dios estamos
resucitando como lo hizo Cristo, y al igual que a Cristo, también nos convierte en sus hijos.
Romanos 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
¿Cómo se muere estando
vivo? En el Bautismo, y al morir en el bautismo, somos justificados de todos nuestros pecados.
Marcos 16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no
creyere, será condenado.
Jesús dijo, el que creyere y fuere bautizado será salvo.
El que no creyere será condenado. Por su parte, el que creyere adquiere el
derecho de convertirse en hijo de Dios, pero debe bautizarse para que eso se
haga realidad.
Hechos 2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el
don del Espíritu Santo.
El apóstol Pedro lo
confirmó, él dijo que nos bautizáramos para ser perdonados de todos nuestros
pecados y para que recibiéramos el Espíritu Santo.
Yo escucho a los
pastores decir a sus fieles que al creer en Cristo ya son hijos de Dios y que ya recibieron el Espíritu Santo. Pero
esa es una media verdad que se convierte en mentira, y es lo que el diablo
quiere.
Colosenses 2:10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de
todo principado y potestad. 2:11 En él también fuisteis circuncidados con
circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal,
en la circuncisión de Cristo; 2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual
fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le
levantó de los muertos. 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la
incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos
todos los pecados, 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra
nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la
cruz,
En el bautismo somos
circuncidados “espiritualmente” y despojados del cuerpo pecaminoso carnal. La
traducción correcta es que somos despojados de la naturaleza pecaminosa porque el cuerpo sigue con nosotros. La circuncisión simboliza el despojo de la
carne o de la naturaleza pecaminosa.
Los creyentes del
Antiguo Testamento debían circuncidarse en la carne para ser parte del pueblo
de Dios y de su pacto. Los creyentes del nuevo testamento nos circuncidamos a
través del bautismo, de esa manera somos parte del pueblo de Dios y de su nuevo
Pacto.
Nadie puede ver el reino ni participar de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4)
sino ha sido despojado primero de su naturaleza pecaminosa, y para ello se necesita
del bautismo. En el bautismo
nuestra naturaleza es cambiada.
Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón
de carne. 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en
mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Esta promesa de Dios se
cumple el día de nuestro bautismo. Ese día Dios nos cambia el corazón de piedra por uno de carne, también nos cambia
el espíritu y pone su Espíritu dentro de nuestro espíritu para que podamos
andar en sus estatutos, guardar sus preceptos y ponerlos por obra. Dios no nos
mejora, sino que hace una transformación total en nosotros.
Antes de bautizarnos hay
dentro de nosotros una ley del pecado
que nos hace pecar. Pero en el bautismo esa ley es sustituida por la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús, que
hace que pequemos menos y que andemos en
los estatutos de Dios.
No es algo de nosotros,
no es a través de nuestro esfuerzo o sacrificio que podemos dejar de pecar y
andar en la voluntad de Dios, es por
gracia, es un don de Dios, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos
ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
1:31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
Al estar en Cristo,
pasamos a ser todo lo que es nuestro Señor Jesús. Si él es sabio, nosotros
somos sabios, si él es justo, nosotros somos justos, si él es santo, nosotros
somos santos. Tal vez no lo sientas, tal vez no lo entiendas. Pero es la
realidad del creyente.
Pero no te jactes, no te
has ganado nada, todo es por gracia, es un regalo de Dios. Así que nadie se
gloríe ni se crea más que nadie. El que quiera gloriarse que lo haga en el
Señor.
Queda claro entonces,
que nadie tiene dos naturalezas, o
tenemos la naturaleza pecaminosa de Adán o tenemos la naturaleza santa y divina
de Jesús. O somos el hombre viejo que está en Adán o somos la nueva criatura
que está en Cristo Jesús, no hay término medio ni dos naturalezas.
Así como nadie puede estar en Cristo y en Adán a la vez, tampoco nadie
puede tener las dos naturalezas.
Romanos 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, no es de él.
El último punto y que
genera mucha confusión entre los creyentes es lo de andar en la carne o en el
Espíritu. Para la gran mayoría de creyentes, el andar en carne es andar pecando
y el andar en el Espíritu es andar sin pecado. Pero eso no es así, el que está
en Cristo también peca (1 Juan 1:8) pero no es esclavo del
pecado porque la ley de Vida en Cristo lo libera, y para el no hay condenación
(Romanos 8:1).
Lo que sucede, es que el
que está en Cristo se mueve en dos
dimensiones: 1) la dimensión natural
y 2) la dimensión espiritual. El que
está en Cristo ve que las circunstancias que lo rodean en la dimensión natural
y que le son adversas, pero también ve una dimensión espiritual en la cual el
Hijo de Dios lo levanta por encima de las circunstancias naturales.
Por su parte, el hombre
natural se mueve únicamente en una dimensión: la dimensión natural. No puede moverse en la dimensión espiritual
porque no tiene el Espíritu Santo dentro de su espíritu, y no puede liberarse
del pecado que lo asedia, porque está bajo la ley del pecado que lo lleva a la
muerte.
Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Andar conforme al Espíritu es no tener que
preocuparnos por vencer el pecado o la tentación porque Cristo, quien mora en nosotros, en la persona
del Espíritu Santo, es el que se encarga
de eso.
Andar conforme al
Espíritu es el no tener que preocuparnos por las cargas porque Jesús ha tomado
nuestras cargas.
Andar conforme al
Espíritu es un vivir en la fe del Hijo
de Dios, confiados en que él se encarga de todas nuestras necesidades y de
todos nuestros problemas. Es andar por fe
y no por vista.
Andar conforme al
Espíritu es vivir para Cristo (2
Corintios 5:15) y no para nosotros mismos, es renunciar a nuestra vida para
vivirla para Cristo, es decir, todo lo que hacemos tiene como propósito final llevar almas a Cristo. Y hacemos eso porque el amor de Cristo nos constriñe (2 Corintios 5:14), no es algo de
nosotros.
Andar conforme a la carne, significa que nosotros
mismos tomamos las decisiones. Andar en
la carne es creer que podemos vencer el pecado por nosotros mismos. Andar en la carne es creer que podemos llevar
las cargas y resolver todos los problemas sin la ayuda de Dios. Es andar por vista y no por fe.
Romanos 8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la
carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 8:6 Porque el
ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
Los que son de la carne,
piensan en las cosas de la carne, pero lo que son del Espíritu, piensas en las
cosas del Espíritu. ¿Quieres saber cuál
es tu posición? Si el amor de Cristo no te constriñe para vivir para él y
sigues pensando en las cosas de la carne y viviendo para ti mismo, revísate,
tal vez continúas en Adán.
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