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Escrito está “sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16) y “seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”
(Hebreos 12:14).
Fundamentados en estos versículos se está vendiendo en
las tiendas cristianas “la doctrina de la santificación”, la cual exige a los
creyentes abstenerse de pecar para llegar a ser tan santos como Dios ¿Realmente
podemos ser santos? Veamos otro versículo:
1 Samuel
2:2 No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay
refugio como el Dios nuestro.
Pareciera que hay una contradicción. Unos
versículos dicen que tenemos que ser santos como Dios y otro señala que solamente Dios es santo, que no hay
santos aparte de Dios.
Lo que sucede es que la palabra “santo”, en el original
es “qadôsh” y tiene dos significados
1) puro y 2) consagrado. “Puro” significa sin mancha ni pecado y “consagrado” significa apartado o dedicado para Dios.
Esto lo podemos ver en el Viejo Testamento
donde algunos objetos, lugares y días
son declarados como santos. ¿Cómo pueden los objetos ser santos? Porque son dedicados o apartados para Dios.
Génesis
2:3 Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda
la obra que había hecho en la creación.
Aquí vemos que Dios “santificó” el sábado o sea
lo “escogió”
como un día que debía dedicarse para ministrarlo a él.
Deuteronomio
7:6 Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha
escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están
sobre la tierra.
Levítico
20:26 Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he
apartado de los pueblos para que seáis míos.
Aunque el pueblo de Israel era un pueblo pecador
e idólatra, podemos leer en los anteriores dos versículos que Dios lo llama pueblo santo porque Él lo escogió y lo
apartó de entre todos los pueblos de la tierra para que le sirviera.
Efesios
1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos y sin mancha delante de él.
Nadie puede ser santo como Dios, en el sentido
de que nadie puede dejar de pecar y ser puro como él. Pero todos podemos ser
santos porque hemos sido escogidos desde antes de la fundación del mundo para ser
apartados para él.
Si vamos al Génesis podemos tener una mejor
comprensión de lo que estamos hablando. Dios sembró dos árboles especiales y les advirtió a Adán y Eva que no comieran
del árbol de la ciencia o del conocimiento del bien y del mal para que no
murieran.
La serpiente le dijo a Eva “Dios no quiere que coman de ese árbol para que no sean como Él ¿Quieres
ser cómo Dios? Entonces come del árbol de la ciencia del bien y del mal”. Entonces
fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces
cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales (Génesis 3:1-7).
Adán y Eva comieron del fruto prohibido,
entonces vieron su desnudez y se dijeron: “Algo
está mal con nosotros". Satanás
tenía razón, antes de comer del fruto, para ellos nada era malo. Pero una vez
que comieron del fruto, vieron “como mala”
su desnudez, algo los acusaba en su interior, entonces cosieron unas hojas de
higuera para cubrirse. Esas hojas simbolizan el esfuerzo humano para esconder su pecado.
Romanos
3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.
Por culpa del pecado, Adán y Eva quedaron
destituidos de la gloria de Dios, y todos nosotros también, porque todos sin
excepción hemos pecado. Pero,
Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas
de pieles, y los vistió (Génesis 3:21).
Las túnicas de pieles fueron la provisión de
Dios para para que no murieran inmediatamente por culpa de su pecado. Esas
pieles sugieren el sacrificio de un
animal, porque sin sacrificio de sangre no hay perdón (Hebreos 9:7).
Dios sacrificó un animal para extraerle la piel
y cubrir así a Adán y Eva de su pecado. La
sangre del animal les alargó la vida, y ese animal sacrificado es un
símbolo de Cristo.
Lo que se nos revela desde el principio de la
creación es que la santidad no es algo que podemos obtener por nosotros mismos,
la santidad nos viene por medio de la
gracia de Dios.
Efesios
2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros,
pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Nunca podremos justificarnos ante Dios por
nuestro comportamiento, no habrá hojas
de higuera que nos cubran. Ante Dios
siempre estaremos desnudos, al menos que él nos cubra con su gracia.
La gracia es un regalo inmerecido de Dios, que
recibimos a través de la fe. No por obras o méritos para que nadie se gloríe, nadie
puede santificarse por su comportamiento, las hojas de higuera son
insuficientes.
De acuerdo con el pensamiento de Dios, la doctrina de la santificación a través de
nuestro comportamiento no tiene ningún fundamento y es inaceptable para él,
porque él no quiere que nadie se gloríe.
1
Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido
hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para
que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
Al unirnos a Cristo somos santificados,
redimidos y justificados, es decir, la
santidad es Cristo y en Cristo, no es aparte de él. Dios no nos exige
imitar a Cristo, lo que nos pide es que nos unamos a Cristo para que él viva por
nosotros, por eso el apóstol Pablo dice: “ya
no vivo yo, sino que vive Cristo en mí, y lo que vivo en la carne lo vivo en la
fe del hijo de Dios” (Gálatas 2:20).
Todos o casi todos los creyentes entienden lo que es la gracia, pero no entienden
lo que es vivir en gracia. Entienden
que fueron salvos por gracia, entienden que fueron santificados el día que
nacieron de nuevo, sin embargo, se
esfuerzan por mantenerse santificados a través de su comportamiento. Al hacer
tal cosa, están negando la obra de Cristo, entonces por demás murió Cristo (Gálatas
2:21).
Hebreos
9:12
dice que Jesús obtuvo eterna redención,
no dice que obtuvo una redención temporal. Estos creyentes han visto con sus ojos naturales pero no han
visto con sus ojos espirituales ¿Cómo entender eso? Que existen dos maneras en
que podemos ver y aprender: 1) por conocimiento y/o 2) por revelación.
El
conocimiento es cuando logramos comprender mentalmente una verdad que se
encuentra en la palabra de Dios. La revelación es cuando el Espíritu Santo
toma esa verdad y hace que la creamos en el corazón, porque con el corazón se
cree para justicia (Romanos 10:10).
Juan 7:38
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva. 7:39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él;
pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún
glorificado.
Cuando la verdad de Dios llega a nuestro
corazón, de nuestro interior corren ríos de agua viva. No es agua estancada, no
solo conocimiento, es agua viva, es una experiencia de vida. Pongamos un
ejemplo:
Hebreos
10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18
Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
En este pasaje podemos ver que Dios prometió no
acordarse nunca más de nuestros pecados. Sin embargo, una gran mayoría de
creyentes viven acusados constantemente
por causa de sus pecados ¿Por qué? Porque la verdad de que Dios no se acordará
de sus pecados es en ellos solamente un conocimiento intelectual, no es una revelación.
Si esa verdad fuera una revelación, vivirían
libres de toda acusación sabiendo que ya no
hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Es triste, Dios los
santificó pero viven buscando la santificación.
Toma en cuenta que el conocimiento te informa, pero la revelación te transforma, y te capacita para ver la realidad
espiritual.
La gran mayoría de creyentes quieren ser santos
y se esfuerzan para lograrlo, pero fracasan día a día. Viven una vida de
constante derrota, entonces claman “Miserable
de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? No han sido revelados que la vida cristiana
es “Cristo en nosotros y nosotros en
Cristo”.
Nosotros no podemos justificarnos por nuestras
obras, ni podemos alcanzar el mínimo grado de santificación. Somos justos y
santos porque estamos en Cristo.
Hemos sido limpiados
de todos nuestros pecados, eso nos hace santos. Y hemos sido apartados para Dios, esto también nos
hace santos en el otro significado de esa palabra.
La santificación no es algo que tenemos que
alcanzar porque Cristo ya la alcanzó
por nosotros. Lo que tenemos que hacer es glorificar al Señor por su victoria
para con nosotros. Pídele al Espíritu Santo que te revela esa verdad.
“No trates de ser mejor”. A primera
vista, esta declaración puede verse mal para el que ha escuchado la frase “sed santos como yo soy santo”. Pero, es
que ser
santo no es tratar de ser mejor, ser santo es estar en Cristo Jesús.
Romanos
7:22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 7:23 pero
veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me
lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
Hay una ley que te hace pecar, es la ley del
pecado y de la muerte. Y nadie puede vencer esa ley. Es como si tratáramos de
vencer la ley de la gravedad. La ley de la gravedad hace que las cosas siempre
caigan.
Podemos sostener una piedra de 10 kilos por un
rato y vencer la ley de la gravedad. Pero al rato ya no podremos sostener la
piedra y debemos dejarla caer. Al final la ley de la gravedad nos vencerá.
Se necesitaría una ley que haga que las cosas
suban para poder vencer definitivamente a la ley de la gravedad.
Igual sucede con la ley del pecado y de la
muerte. Nos podemos resistir por un rato, pero esa ley siempre terminará
venciéndonos. Por eso Dios nos dio una nueva ley: la ley del Espíritu de Vida
en Cristo Jesús.
Romanos 8:2
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte.
Había una ley dentro de nosotros que nos hacía
pecar y nos condenaba. Pero cuando llegamos a Cristo, Dios quitó esa ley en
nosotros y en su lugar puso la ley de vida en Cristo Jesús.
Si la ley del pecado y de la muerte nos
condenaba a morir, la ley del Espíritu de vida nos da vida en Cristo Jesús. Esa
ley es el Espíritu Santo dentro de nosotros (Ezequiel 36:27). He
escuchado decir miles de veces que hay una lucha entre el espíritu y la carne y
que tenemos dos naturalezas, pero eso es totalmente falso.
Gálatas
5:17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que
quisiereis.
La lucha no es entre nuestra carne y nuestro
espíritu, la lucha es entre el Espíritu Santo y la carne, por eso Espíritu está
escrito con mayúscula.
Tienes que olvidarte de tratar de dominar la
carne, lo que tienes que hacer es consagrarte.
La consagración es un sacrificio vivo y
agradable a Dios (Romanos 12:1) ¿Qué
significa? renunciar a tu voluntad, poner
tu vida en el altar para que Dios tome el control y haga su voluntad en ti.
El plan de Dios
no es que tratemos de esforzarnos para obtener la victoria, sino que confiemos
en Él porque él es la victoria.
En Romanos
8:1 se dice que hay dos maneras de
que una persona pueda andar: conforme a
la carne o conforme al Espíritu.
Andar es caminar de un lado para llegar a otro,
se camina para llegar a un destino. Dependiendo de la manera en que caminemos,
que lograremos llegar a nuestro destino.
Que caminemos conforme a la carne no tiene que verse necesariamente como algo pecaminoso,
podemos esforzarnos para tratar de vivir para Cristo, eso no tiene nada de
pecaminoso, pero eso es andar conforme a la carne y esa manera de caminar no
nos lleva a la victoria, porque ese esfuerzo no es gracia, la gracia es confiar, no es tratar.
Andar conforme
al Espíritu es dejar que el Espíritu guíe nuestros pasos, es andar
confiando en el Espíritu Santo, eso es vivir
por gracia.
Ahora, no puedes andar conforme a la carne y conforme
al Espíritu al mismo tiempo, porque la ley y la gracia son dos sistemas
paralelos que no se unen nunca. O estamos viviendo en la gracia de Dios o estamos
viviendo en el legalismo, no pueden ser ambos al mismo tiempo.
Gálatas
4:22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro
de la libre. 4:23 Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la
libre, por la promesa. 4:24 Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los
dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud;
éste es Agar. 4:25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la
Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 4:26 Mas
la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.
El apóstol Pablo compara a los dos hijos de
Abraham con las dos maneras de caminar. Dice que el hijo de Agar la esclava
nació según la carne, fue un esfuerzo en la carne de Abraham, mientras que el Hijo de la libre
Sara nació según la promesa porque Sara era estéril y Abraham estaba en una
edad en la que ya no podía procrear . Agrega que las dos mujeres son los dos
pactos, la esclava agar simboliza Jerusalén que todavía vive en esclavitud bajo
la ley. Mientras que Sara simboliza a la Jerusalén del cielo, o sea a la
gracia.
Gálatas
4:30 Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no
heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.
Si queremos heredar el reino de Dios, si
queremos llegar a nuestro destino, tenemos que deshacernos del tratar y caminar
únicamente con el confiar, porque no heredará el uno con el otro.
Volvamos ahora a los dos árboles del Edén; cada uno de ellos representa una de las dos
formas de caminar hacia la meta. El árbol
de la vida simboliza a Cristo:
Juan 15:5
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 15:6 El que en mí
no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden.
Jesús dijo que él era la vida y nosotros las
ramas. Jesús es el árbol de la vida, es lo que nos da vida, si estamos en él, llevamos fruto.
El otro árbol, el del conocimiento del bien y del mal simboliza la separación de
Cristo. Simboliza al hombre viviendo independiente de Jesús, siendo su propio
dios. Eso fue lo que le dijo la serpiente a Eva: seréis como Dios (Génesis 3:5).
Jesús dijo: “separados
de mí, nada podéis hacer”. El árbol de la ciencia del bien y del mal es el
árbol de la moralidad. Es lo que el hombre piensa que es bueno o es malo. Pero
Dios dijo: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos (Isaías
55:8).
El árbol de la moralidad te dice “Haz esto; haz aquello”, “no hagas esto, no hagas aquello”. Es el árbol del tratar, mientras que el
árbol de la vida es el árbol del confiar.
¿Puedes ver la diferencia?
El árbol del tratar está ahí; pero Dios no desea que comamos de ese árbol
porque nos va a llevar a la muerte:
Gálatas
5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia
habéis caído.
El que come del árbol de la moralidad, se
desliga de Cristo, se separa de Cristo, porque trata de trata de santificarse y
en lugar de ser aprobado, cae de la gracia y
es reprobado por Cristo, porque está negando la eficacia de la sangre de
Cristo.
Gálatas
2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia,
entonces por demás murió Cristo.
Si buscamos ser santificados a través de nuestro
comportamiento, estamos desechando la gracia de Dios y por demás murió Cristo.
No me malentiendas, no te estoy diciendo que
peques o que andes en malos caminos, lo que te estoy diciendo es que no
necesitas santificarte porque ya Cristo lo hizo.
La intención de Dios es que experimentemos victoria en nuestro diario caminar
cristiano por confiar, y no por tratar.
Quizás has tratado de mejorarte para llegar a ser victorioso, pero Dios jamás
te ha pedido eso. Lo único que te pide, es que confíes en Él, y le permitas que
sea él quien te transforme en una mejor persona.
Si no entendemos la identidad que tenemos en
Cristo, lucharemos bajo el poder de la carne tratando de hacer cosas que nos
traigan la victoria, en lugar de confiar simplemente en Dios. En el reino de Dios tu valor no se encuentra
en lo que haces sino en tu permanencia en Cristo.
2
Corintios 1:1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el
hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos
que están en toda Acaya:
Efesios
1:1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles
en Cristo Jesús que están en Efeso:
Colosenses
1:2 a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas:
Podemos ver que Pablo se dirigía a los fieles de
Corintio, a los fieles de Efeso, a los fieles de Colosas y de muchos otros
lugares como santos. ¿Será que allí no habían pecadores? Claro que eran pecadores, pero vea que Pablo
les llama “santos en Cristo”. Eran
Santos porque estaban en Cristo, no porque no pecaran o porque fueran mejores
que otras personas.
Gálatas
5:22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Si en algún momento llegas a ser amoroso, llegas
a tener gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza,
cosas contras las cuales no hay ley, date cuenta que eso no lo lograste tú, ese
es el fruto del Espíritu Santo,
porque separado de Cristo, el cual mora en tu espíritu, jamás darías fruto.
“Lígate a mí para que seas santo como yo”,
eso es el verdadero significado de “sed
santos porque yo soy santo”. Espero
que comprendas esta gran verdad.
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