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La falta de perdón es una atadura que nos impide
recibir las bendiciones del Cielo, es una atadura que nos roba la felicidad, la
salud y la vida eterna. Sabedor
de ello, Satanás usa la ofensa como una
estrategia para crear falta de perdón en
las personas y mantenerlas encadenadas.
Si no perdonamos, le impedimos al Señor que nos
perdone y que nos bendiga, es como si lo atáramos a Él. Por otro lado, le damos
autorización al diablo para que efectúe en nosotros su obra de destrucción.
HASTA 70
VECES 7
“¿Cuántas veces tendré que perdonar a mi
hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta
siete veces?”, pregunto el apóstol Pedro. “No te
digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”, respondió Jesús (Mateo 18:21-22).
Pedro creía que había que perdonar a un ofensor hasta un límite de siete veces, pero Jesús le
dijo: “no siete veces sino hasta setenta
veces siete”. Luego agregó:
Mateo
18:23 Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer
cuentas con sus siervos. 18:24 Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado
uno que le debía diez mil talentos. 18:25 A éste, como no pudo pagar, ordenó su
señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase
la deuda. 18:26 Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor,
ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 18:27 El señor de aquel siervo,
movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
Lo que Jesús revela con esta historia es que el
reino de los cielos es un reino de
perdón, en donde el Señor perdona a sus siervos cada una de sus ofensas,
¿Pero qué sucede cuando un siervo no perdona a
otro siervo?
Mateo
18:28 Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía
cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
18:29 Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten
paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 18:30 Mas él no quiso, sino fue y le
echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 18:31 Viendo sus consiervos lo
que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo
que había pasado. 18:32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado,
toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 18:33 ¿No debías tú también
tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 18:34
Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo
que le debía. 18:35 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no
perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.
Como el reino de Dios es un reino de perdón, a ese reino no pueden entrar los que no
están dispuestos a perdonar a sus prójimos.
Los que no perdonan no pueden esperar el perdón de Dios y tendrán que dar
cuenta de cada uno de sus pecados cuando estén ante el Gran Trono blanco (Apocalipsis 20:11-15). Allí serán
juzgados y lanzados al lago de fuego que arde con azufre.
La falta de perdón es un auto castigo, porque no es Dios quien envía al lago de fuego a los
rencorosos, son ellos mismos quienes se envían
por no perdonar.
La respuesta de Jesús a Pedro, indica que no se trata de un perdón ocasional, sino
permanente. Perdonar siete veces
es una suma limitada, mientras que
perdonar setenta veces siete significa que el perdón debe ser ilimitado, significa que debemos
perdonar siempre, en todas las ocasiones
y todas las veces que sea necesario, porque Dios no nos perdona unos cuantos
pecados sino que nos perdona absolutamente todos, por más graves que sean.
Mateo 6:14
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; 6:15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
El decreto divino es muy claro: “Si no perdonamos a los que nos ofenden, Dios
no nos perdonará nuestras ofensas”, y nunca podremos ingresar al reino de
Dios.
Además, mientras permanezcamos en este mundo,
estaremos en manos del diablo, el cual entrará a nuestra casa, invitará a sus
demonios y nos robará la salud, los bienes y hasta la vida.
Recordemos la historia de Job, el diablo le quitó sus bienes, luego mató a sus hijos (Job capítulo 1) y por último lo cubrió
con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
El diablo puede causarnos mucho daño y Dios lo
va a permitir, ya sea por nuestra falta
de perdón o por temor como sucedió
con Job.
Mateo 12:34
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de
la abundancia del corazón habla la boca
Jesús dijo que de la abundancia del corazón
habla la boca, de tal manera que podemos conocer el corazón de las personas por
su boca. Cuando una persona dice “me hizo
daño, no puedo perdonarlo” está mostrando su corazón, está diciéndonos que
tiene un corazón de piedra que no ha
sido cambiado por un corazón de carne (Ezequiel
36:26).
Cuando una persona habla de esa manera, está diciéndonos que no ha tenido un nuevo nacimiento y que sigue habitando en el reino de las tinieblas.
Hechos
2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre
de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo.
La palabra de Dios nos enseña que todos nuestros
pecados son perdonados en el momento en que creemos
y nos bautizamos (vea también Marcos
16:16). Sin embargo, si una persona se
bautiza sin perdonar las ofensas de que ha sido objeto, su bautismo será en vano, no será perdonada
porque no ha perdonado.
La ciencia ha encontrado pruebas concluyentes de
que muchas enfermedades son un asunto del
corazón. Si en el corazón hay
rencor, ese rencor ocasiona estrés y el estrés hace que las defensas del cuerpo
disminuyan, permitiendo que muchas enfermedades se aniden en nuestros cuerpos.
Si en el corazón hay falta de perdón, las
posibilidades de padecer de artritis, de cáncer, de trastornos autoinmunes, y
muchas otras patologías, son mucho más grandes que las personas que tienen un
corazón perdonador. Existe un efecto profundo en el cuerpo cuando hay amargura en
el corazón.
DOLOR O
RENCOR
Independientemente de si hemos o no nacido nuevo,
todos los seres humanos guardamos “dolor”.
Esto es así porque en el nuevo nacimiento Dios no nos cambia la mente. Dios nos
cambia el corazón y el espíritu pero no toca nuestra alma, la cual contiene la
mente y en ella se almacenan todos los recuerdos.
Hay personas que nos han causado daño, las hemos
perdonado de corazón, sin embargo esas malas experiencias dejan recuerdos en nuestra mente que nunca se borran, al menos que nos de alzheimer.
No podemos borrar el pasado de nuestra memoria, pero eso no significa que no hemos perdonado.
Una cosa es la memoria del dolor y otra
la memoria del rencor.
La memoria
del rencor se atrinchera, no perdona y espera una venganza. La memoria del dolor perdona pero ese
perdón no es amnesia ni es superficial, es un
perdón real con un duelo como valor agregado.
La memoria
del dolor
admite al pasado como experiencia y no como lastre; opera como una señal
de alarma que te protege y te previene de aquel que te causó daño y da
paso a una reconciliación. En cambio, la
memoria del rencor no da paso a ninguna reconciliación, sino que está en
espera de vengarse y hacer pagar al que le hizo daño.
No podemos esperar que el tiempo nos haga
olvidar los malos recuerdos, eso no sucederá. Tampoco podemos darle la espalda a la persona que nos ha hecho
daño, eso no es perdonar sino enterrar, y sería tener dentro de nosotros una
especie de cadáver que ocupa espacio y nos perturba.
El verdadero perdón recuerda a esa persona que nos hizo daño con
compasión, sin odio ni deseos de venganza.
1
Corintios 6:5 Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros
sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, 6:6 sino que el hermano
con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos? 6:7 Así que, por
cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos.
¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser
defraudados?
Entre los creyentes nacidos de nuevo no debería
haber litigios, eso es una vergüenza dice el apóstol Pablo y es un mal ejemplo
para con los incrédulos. Más bien, deberían sufrir el agravio como una muestra
clara de perdón.
Mateo 5:40
y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 5:41
y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 5:42
Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. 5:43
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 5:44
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os
persiguen; 5:45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos,
que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos. 5:46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No
hacen también lo mismo los publicanos? 5:47 Y si saludáis a vuestros hermanos
solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 5:48 Sed,
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
El nacido de nuevo jamás debería tener un pleito
por cosas materiales. Debe entender que nada se lleva de este mundo y que el Señor le proveerá más de lo que le
quiten.
Proverbios
19:17 dice:
“A Jehová presta el que da al pobre, Y el
bien que ha hecho, se lo volverá a pagar”. Así que si te piden prestado y
puedes prestar, entonces hazlo, sin preocuparte si te van a pagar o no, porque
s el Señor el que te pagará.
Nuestro Padre hace salir el sol sobre juntos e
injustos. Si somos sus hijos, entonces debemos seguir el ejemplo y amar a
nuestros enemigos y perdonarlos, porque ¿Qué recompensa tiene el amar solamente
a quienes nos aman?
Romanos 12:19
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 12:20 Así
que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de
beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 12:21
No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
La venganza es del Señor, dejemos que él se
encargue. Tú haz el bien a quien te ha hecho daño, haciendo eso amontonarás
ascuas de fuego sobre la cabeza de tu ofensor. Con el bien que hagas pondrás un
trozo de madera ardiendo sobre su cabeza, si te vuelve a hacer mal, le vuelves
a pagar con bien, o sea que pondrás otro trozo de madera y así iras amontonando
uno tras otro sobre su cabeza hasta que la agache avergonzado y se reconcilie
contigo.
Mateo 5:23
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano
tiene algo contra ti, 5:24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Si traes tu ofrenda al altar, pero no te has
reconciliado con aquel que tiene algo contra ti, tu ofrenda será rechazada y tu oración no será escuchada, la falta
de perdón creará una barrera entre ti y nuestro Señor. No se trata de si tú
tienes algo contra alguien, es si alguien tiene algo contra ti. Sí lo sabes,
entonces busca esa persona e invítalo a una reconciliación.
Si no obedecemos a Dios e intentamos esa
reconciliación, no solamente le estamos
dejando la puerta abierta a Satanás para
que penetre fácilmente, sino que se la estamos
cerrando al Señor y deteniendo sus bendiciones.
Efesios
4:26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 4:27 ni
deis lugar al diablo.
Enojarse no es pecado, el pecado consiste en
dejar el enojo para otro día, ya que ese
enojo se convierte en rencor. Por ejemplo, te enojas con tu pareja por
alguna ofensa, si no la perdonas el mismo día, ese dolor echará raíces y con el paso del tiempo se convertirá en una
amargura.
Desde el mismo día que decidimos aplazar el
perdón (porque es nuestra decisión aplazar ese rencor) le abrimos la puerta al
diablo, le damos lugar para que empiece su obra destructora dentro del
matrimonio.
Pero esa falta de perdón no solo afectará
nuestras relaciones matrimoniales, sino que también puede afectar nuestras finanzas,
nuestra salud y la de los nuestros porque el rencor le da lugar al diablo para que se convierta en un invitado especial
en nuestra casa.
Hebreos
12:15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que
brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean
contaminados;
Las raíces de amargura son un estorbo que nos
impiden alcanzar la gracia de Dios ¿Qué es una raíz de amargura? Es una
amargura surgida por falta de perdón que ha echado raíces, que se ha asentado
firmemente en nuestro corazón y no
quiere ser desarraigada. Una raíz de
amargura es como un cáncer que echa raíces contaminando todo nuestro ser.
La falta de perdón no perjudica a los ofensores,
perjudica al que no perdona, porque le roba la paz, le roba la felicidad, le
roba la salud, lo mantiene encarcelado en su amargura y como si fuera poco
autoriza al diablo para que actúe libremente en su vida.
Colosenses 1:13 el cual nos ha librado de la potestad de
las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 1:14 en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecados
El Señor Jesús
dio su vida, derramó su sangre para perdonar nuestros pecados y librarnos de la potestad de las tinieblas. Pero
si tú no perdonas a tus semejantes las ofensas, esa falta de perdón impedirá que seas librado de la potestad de las
tinieblas y te mantendrás encadenado.
Como ya lo
mencionamos, si no perdonas el bautismo
no obrará en ti ningún perdón, más bien el diablo seguirá enseñoreado de ti
y te contaminará con toda su maldad para arrastrarte a sus profundidades.
El perdón es la clave de toda liberación espiritual, el perdón rompe las cadenas que te mantienen atado. Mientras no perdones, arrastrarás contigo las maldiciones
y las heredarás a tus hijos. Pero si perdonas cortarás con toda maldición y
serás bendecido con toda bendición espiritual y eso es lo que le darás a tu
familia.
Mientras no
perdones vivirás en temor, en angustia y sin
esperanza. Si perdonas, el amor de Dios se derramará en tu corazón (Romanos 5:5), el temor será echado fuera y te llenarás de toda
esperanza. Tómalo muy en cuenta.
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