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Muchas personas creen que el Viejo testamento
solo contiene la historia del pueblo judío, que eso es pasado y que no vale la
pena perder el tiempo leyéndolo. Sin embargo el Nuevo Testamento nos dice que
lo que está escrito allí es para amonestarnos a los de este siglo, para que no
cometamos los mismos errores que cometieron aquellos que cayeron postrados en
el desierto (1 Corintios 10:11-12).
En el libro de los Números se habla de dos generaciones, la primera generación
tenía cuatrocientos años de ser esclava en Egipto. Luego de ese lapso de tiempo
Dios escuchó sus oraciones y decidió liberarlos a través de Moisés.
Éxodo 3:7
Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto,
y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,
3:8 y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de
aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a
los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del
jebuseo. 3:9 El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y
también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. 3:10 Ven, por
tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los
hijos de Israel.
La primera
enseñanza
que nos deja este pasaje es que Dios no
hace las cosas si no se lo pedimos. Él estableció la oración como un
instrumento para que le pidamos que haga lo que él quiere hacer. Es decir, que
él sepa que nuestra voluntad es su voluntad y que confiamos en él.
1 Juan
5:14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye. 5:15 Y si sabemos que él nos oye en
cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos
hecho.
La oración es para satisfacer los deseos de
Dios, la oración lo que hace es activar la voluntad de Dios. Dios quería
liberar a los judíos de su esclavitud, esa es la razón por la cual había
librado a Moisés de la muerte siendo niño, pero ellos se olvidaron de Dios,
entonces Dios no podía liberarlos. Una vez que ellos se acordaron que tenían un
Dios todopoderoso, entonces activaron su fe y se unieron en oración para
pedirle a Dios que los liberara. De
inmediato Dios continuó el plan de liberación que había iniciado con Moisés.
Romanos
10:13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. 10:14
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en
aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
La segunda
enseñanza
que nos deja esta historia, es que Dios
siempre usa a los seres humanos en su propósito como si fueran sus socios. En aquel momento usó a
Moisés y hoy te usa a ti y a mí para que le ayudemos a liberar a aquellos que
son esclavos de la potestad de las tinieblas
(Colosenses 1:13).
Dios libertó a los judíos, y ellos
experimentaron en carne propia la gloria de Dios. Ellos vieron las plagas caer
sobre sus enemigos sin que a ellos los tocaran. Egipto, la nación más poderosa del mundo de aquel
entonces fue arrodillada ante sus ojos. El mar se abrió para que ellos pasaran
y luego se cerró para dejar sepultado al ejército enemigo. Fueron alimentados
diariamente por el maná que Dios enviaba del cielo, de las rocas Dios hizo
surgir el agua. Sus vestidos ni su calzado sufrieron daño con el paso del
tiempo. Una columna de fuego los guiaba de noche y una nube los guiaba de día.
Dios les había prometido una tierra, solamente tenían que ir a tomarla. Al
llegar a la frontera con la tierra prometida, Moisés envió diez espías para que
investigaran como estaba todo en esa
tierra que habrían de conquistar. Y esto
fue lo que sucedió:
Números
13:31 Mas los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra
aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. 13:32 Y hablaron mal entre los
hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por
donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el
pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. 13:33 También
vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a
nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.
Al ver que unos gigantes habitaban esa tierra,
ocho de los diez espías se opusieron a la conquista de la tierra. “Son más fuertes que nosotros, de gran
estatura, no podemos conquistarla”. Se olvidaron que ellos estaban
protegidos por un mata gigantes, por un Dios todopoderoso. Se les olvidó que no
fueron ellos los que lograron liberarse de la esclavitud de Egipto, se
olvidaron que fue Dios el que derrotó al ejército enemigo de manera
sobrenatural. La fe fue dejada de lado
nuevamente.
Hoy en día encontramos gigantes en nuestro
camino hacia la tierra prometida. Un gigante puede ser cualquier circunstancia
que se nos presente.
Números
14:2 Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y
les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este
desierto ojalá muriéramos!
Entonces se rebelaron y murmuraron contra Dios
¿Cuántas veces al día hacemos lo mismo?
Las circunstancias opacan nuestra visión y hace que guardemos la fe en
un cajón.
Números 14:6
Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían
reconocido la tierra, rompieron sus vestidos, 14:7 y hablaron a toda la
congregación de los hijos de Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para
reconocerla, es tierra en gran manera buena. 14:8 Si Jehová se agradare de
nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye
leche y miel. 14:9 Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al
pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha
apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis.
De los diez espías, solamente dos, Josué y
Caleb, mantenían su confianza en Dios y estuvieron de acuerdo en conquistar la
tierra prometida. “Esos gigantes son pan
comido, Dios nos entregará la tierra, no
sean rebeldes contra Jehová”, dijeron ellos. Estos dos hombres caminaban
por fe y no por vista como todos los demás.
Y esa es la tercera
enseñanza que nos deja esta historia, si queremos la victoria, si queremos
que las promesas de Dios se cumplan en nosotros, tenemos que creerle a Dios y caminar
por fe.
Cuando tenemos un nuevo nacimiento y nos
convertimos en hijos de Dios, vamos a tener que caminar por el desierto para ir
tras la conquista del Reino de Dios. Dios nos ha nombrado sus embajadores (2 Corintios 5:20) y tenemos que pasar
por el desierto para ir a tomar posesión de la tierra que Jesús ha conquistado
para nosotros.
Desdichadamente, la gran mayoría de creyentes no
están dispuestos a la confrontación, cualquier crítica, cualquier señalamiento
los echará para atrás, no soportaran que los llamen panderetas, su cristianismo
nominal con mente de esclavos no los dejará avanzar.
La mayoría no quiere el pan con sacrificio,
prefieren el pan en esclavitud. Los judíos prefirieron volver a ser esclavos,
en lugar que tener que enfrentar a los gigantes.
Millones de creyentes no le creen a Dios y
vuelven a la esclavitud, siempre serán esclavos. Dios les dijo a los judíos: “sean valientes, vayan adelante que los espera
la tierra que fluye leche y miel”, pero ellos incrédulos y cobardes no
dieron un solo paso adelante.
Apocalipsis
21:8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los
fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte
en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Y esta es la siguiente enseñanza, ningún
cobarde ni ningún incrédulo entrará en el Reino de Dios, sino que su
destino es el lago que arde con fuego y azufre. No se trata de creer únicamente
lo que nos conviene, se trata de creerle
todo, absolutamente todo a Dios, y de obedecer
al pie de la letra. Las excusas no valen para Dios, lo único que a él le agrada es la fe (Hebreos 11:6).
Así como se lo dijo a aquella generación, hoy
Dios te lo dice a ti: “ya te liberé de la
esclavitud, hay una tierra prometida para ti en donde se encuentra todo lo que necesitas
para vivir; esa tierra es el Reino de Dios.
Solo busca el reino (Mateo 6:33), cree sus verdades,
aplíquelas a su vida y obtendrás
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos
14:16).
Ahora te pregunto ¿Buscas el reino y trabajas
para el diariamente? ¿Cumples con tu papel de embajador dignamente? Es posible
que tu respuesta sea: “bueno, cuando no
tengo otra cosa que hacer voy al culto o al estudio bíblico. Y a veces doy
limosna”. De ser así no esperes nada de Dios. Si te preguntaran ¿Qué
viniste a hacer a este planeta? ¿Qué contestarías? Solamente hay una respuesta,
estamos aquí para conquistar el planeta para el Reino de Dios.
Génesis
1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la
tierra, y sojuzgadla, G y señoread en los peces del mar, en las aves de los
cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Dios nos trajo a la tierra con la
responsabilidad de que señoreemos en
ella. Sin embargo Satanás está señoreando en una gran mayoría del planeta,
por culpa de nuestra falta de fe o por nuestra inoperancia. Debemos dar fruto,
multiplicarnos como hijos de Dios, llenar
la tierra de creyentes y desalojar de ella al enemigo. Eso es lo que
simboliza la tierra prometida de los judíos. Ellos tenían esa responsabilidad y
nosotros la tenemos hoy en día, de igual manera, esa es la siguiente enseñanza que nos deja esta historia. No estamos aquí para otra cosa que no sea la
conquista del reino de Dios en la tierra, y tendremos que darle cuenta a
Dios de todo el tiempo perdido o desaprovechado:
Mateo
25:30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro
y el crujir de dientes.
Esa es la sentencia contra los que no le crean
ni obedezcan al Señor. Morirán en el
desierto, quedarán llorando y crujiendo sus dientes en las tinieblas de
afuera, pasarán sin pena ni gloria y recibirán el pago correspondiente.
Millones de creyentes viven en la calle de la amargura
y de la queja, en la calle de las imposibilidades, porque se ven ellos, en
lugar de poner sus ojos en Jesús el
autor y consumador de la fe (Hebreos
12:2). Les cuesta entender que un
Dios todopoderoso tiene todo resuelto, si tan solo le creyéramos y le
obedeciéramos. Una tierra que fluye leche y miel está esperándonos, pero la falta de fe nos impide ver que ya
Dios conquistó esa tierra para nosotros, y esa es la siguiente enseñanza.
Josué 2:8
Antes que ellos se durmiesen, ella subió al terrado, y les dijo: 2:9 Sé que
Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre
nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de
vosotros. 2:10 Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo
delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos
reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a
los cuales habéis destruido. 2:11 Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni
ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová
vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. 2:12 Os ruego
pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con
vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis
una señal segura; 2:13 y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis
hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de
la muerte.
Note usted que mientras los judíos desconfiaban
de Dios, él tenía todo resuelto. Lo único que les pedía era que creyeran en él
y obedecieran sus instrucciones.
Los habitantes de Canaán estaban derrotados,
ellos eran conscientes del poder de Dios, ellos no temían a los judíos temían
al Dios de ellos que había derrotado a los Egipcios y los había dejado en la
ruina.
El enemigo no te tiene miedo a ti ni a mí, pero
le tiene miedo a nuestro Dios, el tiembla cuando escucha el nombre de Jesús, es
un enemigo derrotado, pero tú debes de ir a enfrentarlo.
Los judíos de esa generación, con excepción de Josué y Caleb no creyeron en Dios. Más
de un millón de personas fueron liberadas de la esclavitud pero únicamente dos
lograron llegar a la tierra prometida, los demás murieron en el desierto.
Hoy sucede lo mismo, de cada millón de creyentes,
quizás dos tienen la fe y la osadía de enfrentar al enemigo y de ir tras los
propósitos de Dios, los demás están siendo consumidos por el mundo y sus
deseos, anhelan su pasado en Egipto.
No todo el
que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos, sino únicamente
aquellos que hagan su voluntad (Mateo 7;21), la cual consiste en llevar el conocimiento dela verdad a todos
los hombres para que sean salvos (1 Timoteo 2:3-4).
La voluntad de Dios es que todos lleguen a la
tierra prometida. Dios depende de nuestro trabajo, depende de que su voluntad
sea también la nuestra.
Éxodo 3:14
Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY.
Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
Cuando Moisés le pregunto el nombre, Dios no le
dijo que se llamaba Rodolfo o que se llamaba Carlos, lo que le dijo fue “yo soy el que soy, entiende lo que te digo,
yo soy el todo poderoso, yo soy el que salva, yo soy el que provee, yo soy el
que redime, yo soy el que gana las batallas, yo soy el que santifica. Tú eres
la línea férrea, pero yo soy el tren, yo soy todo. Solamente obedéceme y
agárrate de mí”. Esa es la otra
enseñanza.
Filipenses
3:11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. 3:12
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver
si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 3:13
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, 3:14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús.
El apóstol Pablo dijo que no tenía asegurada su
salvación, sino que trataba de asirse del Cristo que lo asió. Cristo nos ha
asido, nos ha dado su mano para llevarnos con él, pero debemos confiar. Eso es
como un niño que camina de la mano de su padre, debe tomarla con fuerza y
asegurarse de no soltarse.
Si no tenemos la fe suficiente, somos como niños
que nos soltamos de la mano del Padre y nos extraviamos. Si no nos asimos
podemos quedar en el desierto.
Hebreos
12:16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola
comida vendió su primogenitura.
Esaú le dio prioridad a los deseos de la carne,
antepuso sus propósitos ante los propósitos de Dios. Por una comida despreció
la voluntad de Dios y fue desechado.
Piensa que muchas veces desechas las cosas de
Dios por cosas que no valen la pena, desechamos las cosas eternas por las
temporales. Muchos no se congregan ni van a los estudios bíblicos porque es más
importante el trabajo, ir al cine, ver el partido de Futbol o cualquier otra cosa
pasajera.
Muchos no ofrendan porque para ellos es más importante usar ese
dinero para comprar una pantalla o un carro nuevo. No les duele gastar un
dineral en esas cosas, pero les duele dar para el ministerio de Cristo.
Gálatas
6:7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará.
Dios no puede ser burlando, lo que sembraremos,
eso segaremos, no creas que tú eres la excepción. Dice Hebreos 12: 17 que Esaú deseó heredar la bendición y aunque se
arrepintió y la procuró con lágrimas, fue desechado. Esa es la siguiente enseñanza, que podemos ser
desechados.
Hebreos
12:25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que
desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si
desecháremos al que amonesta desde los cielos.
No desechemos al que habla, porque si aquellos
no escaparon, tampoco lo haremos nosotros.
1
Corintios 10:1 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres
todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; 10:2 y todos en Moisés
fueron bautizados en la nube y en el mar, 10:3 y todos comieron el mismo
alimento espiritual, 10:4 y todos
bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que
los seguía, y la roca era Cristo. 10:5 Pero de los más de ellos no se agradó
Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.
Pablo dice que no ignoremos lo que sucedió con
ellos. Todos pasaron por el mar, lo que simboliza el bautismo, se alimentaron
de la palabra de Dios y de la bebida espiritual que es Cristo. Eran salvos pero Dios no se agradó de ellos por la falta de fe, razón por la
cual quedaron postrados en el desierto. Nunca dejes de confiar, sí lo haces
estás siendo incrédulo y eso hará que caigas de la gracia. Esa es otra enseñanza.
Números
14:32 En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. 14:33 Y
vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y ellos
llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el
desierto. 14:34 Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que
reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año
por cada día; y conoceréis mi castigo. 14:35 Yo Jehová he hablado; así haré a
toda esta multitud perversa que se ha juntado contra mí; en este desierto serán
consumidos, y ahí morirán.
Dios dictó la sentencia, caerán en el desierto.
Se dice que hubo cientos de entierros diarios durante esos cuarenta años que
vagaron en el desierto. Y sus hijos
cargaron con su rebeldía y tuvieron que vagar cuarenta años con ellos por el
desierto hasta que no quedara ninguno. El desierto se convirtió en un
cementerio.
La historia se sigue repitiendo, cientos de
entierros diarios ocurren en ese caminar del creyente por el desierto ¿Cuantos
de nuestros hijos tendrán que esperar que muramos para poder entrar a la tierra
prometida? Solo entonces verán la luz, porque muchos de nosotros en lugar de
luz somos tropiezo para ellos.
Josué 3:15
cuando los que llevaban el arca entraron en el Jordán, y los pies de los
sacerdotes que llevaban el arca fueron mojados a la orilla del agua (porque el
Jordán suele desbordarse por todas sus orillas todo el tiempo de la siega),
3:16 las aguas que venían de arriba se detuvieron como en un montón bien lejos
de la ciudad de Adam, que está al lado de Saretán, y las que descendían al mar
del Arabá, al Mar Salado, se acabaron, y fueron divididas; y el pueblo pasó en
dirección de Jericó. 3:17 Mas los sacerdotes que llevaban el arca del pacto de
Jehová, estuvieron en seco, firmes en medio del Jordán, hasta que todo el
pueblo hubo acabado de pasar el Jordán; y todo Israel pasó en seco.
Una vez muertos los que no confiaron en Dios,
incluido Moisés, Josué tomó el mando. La
segunda generación avanzó con él. Dios abrió las aguas de Jordán para
enseñarles que estaría con ellos, que las cosas sobrenaturales seguirían pasando,
tan solo si confiaban.
La segunda generación conquistó la tierra
prometida a base de fe. Sus padres murieron y dejaron de ser un
tropezadero para ellos. El libro de Josué nos habla de como llevaron a cabo esa
conquista. Confiando en Dios, vieron caer los muros de Jericó, milagro tras
milagro, obedeciendo las instrucciones de Dios conquistaron la tierra
prometida.
En la actualidad, muchos dirán que creyeron y se
bautizaron, y que salvo siempre salvo.
Es correcto, el punto es que muchos creyentes creen ser salvos sin serlo, si no fuera así, no se hubieran escrito
estas cosas y esa es la última enseñanza
de este mensaje.
Muchos creyentes se bautizan para cumplir con
una ordenanza, no se bautizan conscientes de lo que el bautismo significa: vida o muerte.
Y otros no
piensan renunciar a sus vidas, se bautizan para no ir al infierno al morir,
no para vivir para aquel que dio su vida por ellos. Es decir, quieren ser
librados de la condenación pero no están
dispuestos a ir por la conquista de la tierra prometida y morirán en el
desierto.
Piensa muy bien en cuál es tu situación. Si tú corazón no te constriñe pensando en
que Cristo murió por todos para que todos vivan para él (2
Corintios 5:15) si no sientes el deseo de ir tras la conquista de la tierra
prometida, es porque quizás no eres
salvo. Nadie se salva por obras,
nadie vive para Cristo para ser salvo, pero si no vive para Cristo su salvación
es duda.
Como dice Santiago:
“Tú
tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi
fe por mis obras” (Santiago 2:18).
Siguen existiendo las dos generaciones, la
generación que muere en el desierto y la generación que cumple con los
propósitos de Dios ¿A cuál generación perteneces tú?
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