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La "oración
del pecador" es parte de la cultura del cristianismo moderno y se ha
convertido en la meta de los predicadores cristianos, para que según ellos, las
personas alcancen la salvación. No tiene nada de malo hacer la oración del
pecador, eso está muy bien, pero ¿Podrá esa oración salvarle?
La inmensa mayoría de cristianos no se toman la
molestia de investigar si es cierto que al hacer la oración del pecador son
salvos, es lo que les dijeron y es lo que creyeron. Lo peor de todo, es que esa
enseñanza se ha convertido en una “fortaleza
que se levanta contra el conocimiento de
Dios” (2 Corintios 10:4-5) y “debe ser derribada” porque impide la
salvación de muchos”.
Igual que la gran mayoría de creyentes, yo fui
enseñado que “la oración del pecador"
era lo que me haría salvo. Pero al estudiar las escrituras y ver la “metodología” de la iglesia primitiva en
cuanto a la salvación, tuve la duda de si la oración del pecador era suficiente
para salvación.
Entonces decidí investigar de donde venía esa doctrina.
Me enteré que fue a finales del siglo 19 que un predicador llamado Charles
Finney comenzó a enseñar que la salvación se obtenía con tan solo hacer “la oración del pecador”, desafiando
totalmente la sana doctrina de los apóstoles de Jesús.
En el siglo 20 fue el evangelista Billy Graham el que se encargó de darle
seguimiento a esta doctrina y hacerla popular hasta la fecha. Luego aparecieron
los “nuevos apóstoles y profetas” liderados
por Peter Wagner, que también proclamaron esa doctrina como cierta.
Durante 19 siglos no hubo "oración del pecador" para salvación
¿Por qué? Porque "la oración del
pecador" es una “media verdad”
y ninguna media verdad es la verdad ¿Cuál
es la oración del pecador?
Su fundamento está en Romanos 10:9 que dice literalmente: “que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo”.
Nadie puede negar que para ser salvos debemos “confesar” con la boca que Jesús es el
Señor y “creer” con el corazón que
Dios lo levantó de los muertos El que niegue esta verdad es un anticristo nos dice el apóstol Juan (2 Juan 7). Pero esa es solo una media verdad.
Salmo
119:160 La suma de tu palabra es la verdad
El salmo 119 nos revela que “la
suma de la palabra de Dios” es la verdad. La palabra de Dios es como un
rompecabezas, debemos unir todas las piezas para llegar a la verdad. Una pieza
no es la verdad, es tan solo parte de esa verdad. Pongamos un ejemplo para
entender bien las cosas.
En Mateo
4:6-7 se narra que Jesús fue tentado
por Satanás. Satanás le dijo: “Si eres
Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca
de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para
que no tropieces con tu pie en piedra” ¿Dónde está escrito eso? En el Salmo 91:11-12. Inmediatamente,
Jesús le contestó: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” ¿Dónde está
escrito lo que Jesús le respondió? En Deuteronomio
6:16.
Jesús no negó que lo que Satanás le dijo estaba
escrito en la palabra de Dios pero le hizo ver que estaba usando un versículo
aislado para distorsionar la verdad. El salmo 91 era tan solo una pieza del
rompecabezas bíblico, había que sumarle Deuteronomio 6 para que el rompecabezas
se fuera completando.
Si bien es cierto que el Salmo 91 dice que Dios
mandará a los ángeles para que nos sostengan y nos salven de caer en un
precipicio por accidente, también es cierto que el que se lance al precipicio
voluntariamente no será sostenido por los ángeles, porque eso es tentar a Dios.
Sume mi querido hermano, sume para que llegue a la verdad.
El apóstol Pablo lo dijo claramente: “Estoy maravillado de que tan pronto os
hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un
evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y
quieren pervertir el evangelio de Cristo”. (Gálatas 1:7)
Satanás no usa otro evangelio, él usa el mismo
evangelio de Cristo, pero le quita o le agrega para adulterar el contenido
original con el propósito de desviarnos de la verdad. Satanás usa los púlpitos
cristianos para enseñar medias verdades que se convierten en mentiras.
Solamente hay una verdad y esa verdad está en
Jesús porque Jesús es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6), Jesús es el verbo de Dios (Juan 1:1) o sea la palabra de Dios para el hombre. Y Jesús dijo:
“De cierto, de cierto
te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo
le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar
en el reino de Dios. Lo que es nacido de
la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:3-5).
Jesús le dijo a Nicodemo que si alguien quiere
ver el ver el reino de Dios necesita nacer
de nuevo, esa es la verdadera palabra de
salvación, ese es el evangelio de Dios.
El tema del evangelio es acerca del hijo de
Dios, que se hizo hombre a través de tres procesos: 1) el proceso de encarnación,
2) el proceso de muerte y 3) el proceso de resurrección.
En este último proceso fue declarado Hijo de Dios con poder (Romanos 1:3-4).
La
encarnación, hizo que Dios se
convirtiera en hombre; Jesús
siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:6-8).
Por su parte, la resurrección hizo que el
hombre se convirtiera en Dios.
Jesús fue sentado a la diestra del Padre, en lugares celestiales sobre todo
principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no
solo en este siglo, sino también en el venidero y todas las cosas fueron
sometidas bajo sus pies (Efesios 1:21-22).
Dicen las escrituras que Dios nos escogió desde antes
de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
en amor habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su
voluntad” (Efesios 1:4-5).
De acuerdo al diccionario, la palabra «predestinar» significa a) «destinar
anticipadamente algo para un fin”. b) Dicho de Dios: Destinar y elegir por medio de su gracia.
Que estemos predestinados, significa que Dios
tiene un propósito para nosotros, el cual consiste en convertirnos en sus hijos, darnos vida eterna y que disfrutemos de
su gloria.
Pero, el
primer hombre rechazó la oferta divina y cayó en la trampa del diablo. Su ambición
lo hizo caer y quedó destituido de la gloria de Dios. De momento el propósito
de Dios se vio truncado. El hombre perdió toda oportunidad de convertirse en
hijo de Dios, al menos de que fuese redimido.
Romanos
3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 3:24 siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús.
De acuerdo con el diccionario, la palabra redimir significa: 1) “Rescatar o sacar
de esclavitud al cautivo mediante precio”. 2) “Comprar de nuevo algo que se
había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título.”
La
palabra redimir implica
volver a comprar algo que era
suyo, pero que se había perdido; significa volver a tomar posesión de algo al
pagar un precio por ello.
Nosotros originalmente pertenecíamos a Dios.
Éramos posesión Suya, pero nos vendimos al pecado y pasamos a ser posesión del
enemigo de Dios. Entonces el Hijo unigénito de Dios se hizo hombre, para
redimirnos.
La redención exigía el derramamiento de sangre,
porque sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados (Hebreos 9:22), razón por la cual, Jesús
tuvo que ofrendar su sangre en la cruz.
Nuestro Señor pasó por un proceso de muerte y resurrección, para rescatar
al hombre y hacer posible que el
propósito de Dios se pudiese cumplir. De ahí en adelante, depende de cada
hombre, aceptar o rechazar ese rescate y que el propósito de Dios se cumpla en
su vida.
Juan 1:12
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; 1:13 los cuales no son engendrados de
sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Todos los que hacen la oración del pecador
confesando que Jesús es el Señor y creyendo con el corazón que fue levantado de
los muertos, adquieren el derecho de ser hechos hijos de Dios, pero no se
convierten automáticamente en hijos de Dios.
Para entenderlo, pongamos un ejemplo, supongamos,
que una persona está muy enferma y necesita una transfusión de sangre para
sobrevivir. Sin la transfusión está condenada a la muerte. Usted le dona su sangre y esa persona tiene
la potestad de aceptar que se le haga la transfusión, incluso puede aceptarla,
pero mientras no se haga la transfusión, seguirá condenada a muerte.
Es lo mismo con toda la humanidad. Por culpa de
Adán, todos los hombres estamos condenados a muerte y necesitamos una
transfusión de sangre. Jesús donó su
sangre y todos tenemos la potestad de aceptar o rechazar esa sangre. Pero el
hecho de aceptar la sangre no nos salva, debemos
recibir la transfusión, debemos ser inyectados con la sangre de Jesús.
Esa transfusión es un proceso de muerte y
resurrección. Cuando a una persona le quitan su sangre es como si
muriera y cuando le ponen la sangre de otro es como si resucitara. Aunque esa
persona sigue siendo ella, ya no es ella porque tiene la sangre de otro.
Eso es lo que sucede con los creyentes en su
relación con Dios. Jesús dio su sangre, pero los creyentes, debemos pasar por
un proceso “de muerte y resurrección”.
En ese proceso, dejamos de ser nosotros y pasamos a ser nuevas criaturas. A
este proceso, nuestro Señor Jesús le llamó nuevo
nacimiento.
El nuevo nacimiento implica que debemos morir y volver a nacer ¿Cómo
entenderlo? Todos tenemos un primer nacimiento a través de nuestros padres
terrenales. Si queremos ser adoptados como hijos de Dios, debemos morir y
resucitar, que es lo mismo que tener un nuevo nacimiento. Pero, no debemos
morir y resucitar de “manera real”
como lo hizo Jesús, sino mediante un proceso “a semejanza de muerte y resurrección”. Esa “semejanza” es a través “del agua y del Espíritu”. ¿Qué significa
eso?
NACER DEL
AGUA
Marcos
16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será
condenado.
Jesús enseñó que para ser salvos, debemos “creer y bautizarnos”, el que no cree
está condenado, pero el que cree debe bautizarse para ser salvo. Note que Jesús
dijo en Juan 3:5 que para ver el
reino de Dios, debíamos “nacer del agua”,
y en Marcos 16:16 dice que para ser
salvos debemos “bautizarnos”. Lo que
Jesús nos está diciendo que “nacemos del
agua” al “bautizarnos”. El apóstol
Pablo lo confirma y lo explica de la siguiente manera:
Romanos 6:3
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:5 Porque
si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también
lo seremos en la de su resurrección;
La palabra bautismo viene de “baptism”, palabra griega que significa sepultura. El apóstol Pablo nos enseña claramente que mediante el
bautismo somos sepultados y resucitados en semejanza juntamente
con Cristo.
El bautismo no es una simple ordenanza como
enseñan algunos, es algo mucho más profundo, tan profundo que sin bautismo no hay salvación. A
sumergirnos en las aguas del bautismo nos unimos a Cristo en su muerte. Es como
si entrásemos a un túnel del tiempo y fuésemos traslados al pasado para ser
sepultados con Cristo. Somos puestos en Cristo y somos sepultados a semejanza
con él. Cuando Cristo resucita, resucitamos a semejanza con él.
Cuando entramos a las aguas del bautismo, le damos muerte al hijo del hombre y nacimiento al hijo de Dios ¿De dónde se nace? Del agua, es del agua
que emerge la nueva criatura en Cristo
Jesús.
2
Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.
Si alguno está en Cristo es nueva criatura, las cosas
viejas pasaron y todas son hechas nuevas. ¿Qué es estar en Cristo?
1
Corintios 15:45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma
viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 15:46 Mas lo espiritual no es
primero, sino lo animal; luego lo espiritual. 15:47 El primer hombre es de la
tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 15:48 Cual
el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también
los celestiales.
El evangelio nos habla de dos hombres “corporativos”, es decir, todos somos
parte de uno de esos dos hombres. El primer
hombre es Adán y representa a toda la raza humana caída y terrenal. El segundo
es Cristo y representa a toda la raza celestial, la cual está compuesta por
todos los hombres que han tenido un nuevo nacimiento.
A través del nuevo nacimiento dejamos de ser parte
de Adán para llegar a ser parte de Cristo.
El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor,
es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el
celestial, tales también los celestiales.
La nueva criatura aunque viva en la tierra, dejó
de ser terrenal y ahora es celestial porque pertenece a la familia de Dios. Ha
sido totalmente justificada y sin relación alguna con el pecado.
NACER DEL
ESPIRITU
Ya sabemos lo que es nacer del agua ¿Y qué es nacer
del Espíritu? Nacer del
Espíritu (con mayúscula), es nacer del Espíritu
Santo.
Juan 1:12
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
El anterior versículo dice que tenemos la
potestad de ser hechos hijos de Dios, de ser engendrados de Dios. De acuerdo
con el diccionario, la palabra “engendrar”
significa “dar existencia a un nuevo ser por medio de la fecundación”.
Esto significa que cuando nos bautizamos El Espíritu
Santo hace de nosotros una nueva criatura. Eso es lo que significa nacer del
Espíritu Santo. No solamente nacemos del agua sino que también nacemos del
Espíritu Santo. En ese proceso se nos inyecta la sangre de Jesús y nos
convertimos en sus hermanos y en hijos de Dios.
En el evangelio de Lucas, se nos cuenta que la
virgen María fue engendrada por el Espíritu Santo y como resultado nació Jesús.
La experiencia de María, es la misma experiencia de todos los creyentes nacidos
de nuevo. La única diferencia es que María fue engendrada en su vientre,
pero los creyentes son engendrados en el
espíritu. El Espíritu Santo fecunda al creyente, depositando su ADN dentro de
él y como resultado nace una nueva criatura en su espíritu. Ese ADN es Cristo
Jesús.
Gálatas
2:20: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí.
Cuando ingresamos a las aguas del bautismo, “en semejanza”, somos crucificados y
sepultados. Entonces el Cristo que ha sido concebido toma nuestro lugar. Este
es el nacimiento en el Espíritu y este es el evangelio de Dios.
Hechos
2:36 Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a
quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. 2:37 Al oír
esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? 2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y
bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo. 2:39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos,
y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Los que siguen las enseñanzas de Finney y de
Graham insisten en que “al creer” en
Cristo se nos perdonan todos nuestros pecados y recibimos el Espíritu Santo,
pero esa enseñanza es totalmente equivocada. Además de creer, se necesita morir
y resucitar con Cristo en el bautismo.
Cuando e apóstol Pedro predicó por primera vez, ratificó
las palabras de Jesús en el sentido que debíamos bautizarnos para ser salvos. Y
además dejó claro que el bautismo era para
recibir el perdón de pecados otorgado por Cristo en la cruz y para recibir al Espíritu Santo.
Hechos
2:41 Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron
aquel día como tres mil personas.
Como consecuencia de la enseñanza completa, en
aquella ocasión, como tres mil personas se bautizaron y se “añadieron” al reino
de Dios y obtuvieron la vida eterna. Si
no se hubieran bautizado no hubieran sido añadidos, así de fácil.
Juan 14:20
En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y
yo en vosotros.
Cuando nos bautizamos recibimos el don del
Espíritu Santo, lo que significa que recibimos al Espíritu, recibimos al Hijo y
recibimos al Padre. Jesús dijo que él
estaba en el Padre y estaría en nosotros, de tal manera que el Padre y Jesús
están en nosotros.
LA MUERTE
DEL VIEJO HOMBRE
El apóstol Pablo nos enseña, que en el bautismo,
nuestro “viejo hombre” es crucificado
y sepultado juntamente con Cristo:
Romanos
6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él,
para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al
pecado
¿Qué es el viejo hombre? Existen dos personas,
una antes y otra después del bautismo. La primera es el viejo hombre que está
en Adán y la segunda es la nueva criatura que está en Cristo Jesús. Ahora veamos lo que sucedió en la conversión
de Saulo de Tarso:
Hechos
22:14 Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su
voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. 22:15 Porque serás
testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. 22:16 Ahora,
pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados,
invocando su nombre.
Pablo había creído en Cristo, entonces Ananías le dijo que debía bautizarse para lavar sus pecados. El asunto del
bautismo es redundante una y otra vez en la palabra de Dios. En todas las
conversiones que se mencionan en el libro de los Hechos, se habla claramente
que el que creía se bautizaba inmediatamente, porque esa era la verdad absoluta
de Dios que enseñó Jesús.
En Hechos
8:26-40 se cuenta la historia de un
etíope eunuco que venía leyendo el libro de Isaías en el capítulo 53 pero
no entendía de quién hablaba. Entonces el Espíritu Santo envío a Felipe para
que le predicara. Felipe le dijo que se trataba de Jesús, entonces le enseñó el
evangelio y le agregó que debía bautizarse para poder ser salvo. El resultado
de la enseñanza fue el siguiente:
Hechos
8:36 Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay
agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 8:37 Felipe dijo: Si crees de todo
corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de
Dios. 8:38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el
eunuco, y le bautizó.
Cuando pasaron por un lugar donde había agua,
posiblemente un río, el eunuco le pregunto a Felipe: “¿Qué impide que yo sea
bautizado?” Felipe dijo: “Si crees de todo corazón, bien puedes”. El eunuco
dijo: “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. En ese momento confesó a
Cristo, entonces Felipe lo bautizó para que se completara su salvación.
El eunuco debió
creer con el corazón y confesar que Jesús fue levantado de los muertos,
como un requisito previo para ser bautizado y obtener su salvación.
Felipe no le enseñó una media verdad al eunuco,
no le dijo que sería salvo al creer, sino que sería salvo al creer y bautizarse, de allí la premura
del eunuco en ser bautizado.
El creer y confesar a Cristo es un requisito
previo para ser salvo, pero al creer y confesar no viene Cristo a nosotros ni
obtenemos la vida eterna. Si el eunuco no se hubiera bautizado, entonces no
hubiera sido perdonado de sus pecados ni hubiera recibido la vida divina.
¿Ha creído en Cristo y ha confesado públicamente
que Él es el Señor y te has bautizado? De ser así, usted es realmente salvo; Si
Dios lo dice es un hecho establecido. Pero si solo tienes una media verdad que
te enseñó tu pastor, esa media verdad es una mentira en cuando a tu salvación
¿A quién le crees, a tu pastor o a Cristo? Yo le creo a Cristo.
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