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Muchos predicadores enseñan que los
creyentes no pecan ni tienen deseos pecaminosos, y que cualquier pecado nos
condena. Hubo un tiempo, que por culpa de estos predicadores, yo sentía que no
era salvo porque a pesar de mis esfuerzos seguía pecando y teniendo deseos
pecaminosos. Pero el Señor me enseñó unas verdades que hoy quiero compartir con
todos aquellos que sienten lo mismo.
La primera verdad es que por más que
te esfuerces, nunca dejarás de pecar, no lo digo yo, lo dice la palabra de Dios
en 1 Juan 1:7: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la
verdad no está en nosotros” (1 Juan
1:7).
Nadie, absolutamente nadie puede vencer
el pecado ni dejar de tener malos deseos a “través
de su propio esfuerzo”; los que han dicho que se puede, son unos mentirosos.
Pecamos porque nacemos con una “naturaleza pecaminosa” que heredamos de
nuestros primeros padres Adán y Eva. Hay algo dentro de nosotros que nos incita
a pecar y ese algo es el “pecado”. No
debemos confundir “pecado” con “pecados”, el pecado es la fuente de los pecados, es la fábrica
de pecados.
Romanos 7:19 Porque no hago el bien que quiero,
sino el mal que no quiero, eso hago. 7:20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo
hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Aunque queremos hacer el bien, hacemos
el mal, porque el pecado mora en nosotros y nos hace pecar.
Romanos 7:21 Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo esta ley: que el mal está en mí. 7:22 Porque según el hombre interior, me
deleito en la ley de Dios; 7:23 pero veo otra ley en mis miembros, que se
rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros.
Dice el apóstol Pablo que “pecamos por ley”, ya que el pecado es
una ley ¿Qué es una ley? Algo que se repite constantemente aún en contra de
nuestra voluntad. Ejemplo de ello es la ley de la gravedad, la cual hace que
todo sea atraído hacia el suelo.
La única manera de vencer la ley de la
gravedad es con una ley que anule esa ley de la gravedad y haga que las cosas
sean atraídas hacia arriba.
Eso es lo mismo en cuanto a la ley del
pecado, tiene que haber una ley que anule la ley del pecado, y esa es la segunda
verdad que quiero compartir contigo.
Romanos 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Si bien es cierto que hay una ley del pecado que nos hace pecar aun
en contra de nuestra voluntad y no lleva a la muerte, también es cierto que
Dios nos dio una nueva ley que también
de manera involuntaria nos libra de la
ley del pecado y la vence por nosotros.
Esa ley es la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús ¿En qué consiste? En que Dios pone su Espíritu dentro de nuestro
espíritu para que pueda vencer el pecado y la tentación, y haga que andemos en sus estatutos, guardemos
sus preceptos y los pongamos por obra (Ezequiel
36:27).
Romanos 8:3 Porque lo que era imposible para la
ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza
de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
Dios le dio la ley a Moisés pero “nadie”
pudo cumplirla, era imposible por la “debilidad
de la carne”, entonces Dios envió a su hijo en “semejanza de carne de pecado”.
¿Qué significa en semejanza? Que Jesús
no tenía una naturaleza pecaminosa como la nuestra porque Jesús no fue
engendrado por ningún ser humano sino por el Espíritu Santo que no tiene pecado,
su carne era semejante a la de los hombres
pero no era igual, su naturaleza no era pecaminosa sino que era santa; Jesús no
tenía “el pecado” morando dentro de sí, lo que tenía dentro de sí era el Espíritu
Santo.
Lo cierto es que Jesús condenó al pecado en la cruz. Cuando
Jesús fue condenado, el pecado fue condenado con él y perdió todo efecto de
condenación sobre aquel que está en Cristo Jesús ¿Pero Jesús no tenía pecado?
Cierto, pero Dios lo hizo pecado por
nosotros:
2 Corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en
él.
¿Cuándo sucedió eso? Cuando Jesús se
bautizó:
Mateo 3:13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al
Jordán, para ser bautizado por él. 3:14 Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo
necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? 3:15 Pero Jesús le respondió:
Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó.
Juan no quería bautizar a Jesús porque
sabía que Jesús no tenía “pecado ni
pecados”, pero Jesús le dijo a Juan que lo bautizara para que “se cumpliera toda justicia”, es decir,
para que “todos los pecadores pudiéramos
ser justificados”.
En ese momento Jesús tomó el lugar de
los pecadores, se hizo pasar por pecador, aunque no lo fuera y cargó con todos
los pecados de la humanidad.
Recordemos que Juan llamó a Jesús como
el “Cordero
de Dios” que quita el pecado del
mundo (Juan 1:29). Esto es así
porque los sacerdotes levíticos sacrificaban un cordero “inocente”, el cual “tomaba el
lugar de los pecadores” y era sacrificado por ellos.
El sacerdote ponía las manos sobre la
cabeza del animal, simbolizando con ello que le transfería todos los pecados del pueblo, y decía algo así: "Yo he pecado y merezco morir, pero Dios ha
permitido a este cordero que tome mi lugar." Luego el sacerdote
sacrificaba al cordero.
Eso fue exactamente lo que sucedió con
Jesús, cuando Juan el Bautista le puso las manos sobre la cabeza, en ese
momento le transfirió todos los pecados pasados, presentes y futuros de todos
los hombres, y Jesús cargó con ellos para llevarlos a la cruz ¿Por qué en el
agua? Porque el agua simboliza a la
humanidad (Apocalipsis 17:15).
Así como los corderos sacrificados
tomaban el lugar de los pecadores, Jesús vino a tomar el lugar de los corderos
de una vez y para siempre, obteniendo eterna redención (Hebreos
9;12), por eso Jesús es el Cordero de Dios.
Y en la cruz no solamente fueron
perdonados todos nuestros pecados, no solamente fuimos liberados de toda culpa,
sino que Jesús condenó con él al pecado,
lo que quiere decir que allí lo anuló, lo deshabilitó y lo dejó sin poder de condenación.
Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay
para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu.
¿Por qué no hay ninguna condenación
para los que están en Cristo? Porque Jesús pagó por todos “los pecados” en la cruz, y porque el “pecado fue condenado” ¿Y quiénes son los que están en Cristo? Los que
han creído en la obra de Jesús y se han bautizado (Marcos 16:16)
¿Por qué bautizarnos? Porque si bien es
cierto que Jesús recogió todos los pecados en el agua, nosotros tenemos que depositar los nuestros en ella para que
sean parte de ese paquete, de lo contrario, no seremos lavados de los mismos.
Mira lo que le dijo Ananías a Pablo: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate
y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16), lo mismo le dijo Pedro a los judíos (Hechos 2:38).
Además, es en el agua que nos deshacemos
de la naturaleza pecaminosa que contiene el pecado y que nos hace pecar.
Romanos 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre
fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado. 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido
justificado del pecado.
En el bautismo, no solo somos lavados
de todos nuestros pecados sino que le damos muerte “a semejanza” (v5) al “viejo hombre”, lo crucificamos con
Cristo, para que sea destruido y no sirvamos más al pecado.
¿Quién es el viejo hombre? El hombre pecador
que contiene el pecado, del cual nos deshacemos en el bautismo. En Colosenses 2:11-12, Pablo lo llama el
cuerpo pecaminoso carnal (naturaleza pecaminosa), el cual echamos fuera al
bautizarnos.
De allí en adelante somos “nuevas criaturas” en Cristo Jesús (2 Corintios 2:17), participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4), es decir, con el Espíritu Santo en nuestro espíritu.
Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente
crucificado y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí.
¿Qué significa que Cristo vive en
nosotros? Antes de bautizarnos, estábamos gobernados por “el pecado”, pero una vez
bautizados, el pecado ya no está en nosotros.
Aunque todavía tenemos el mismo cuerpo,
y las malas costumbres, Jesús vive en
nosotros por medio del Espíritu Santo, él “ha tomado el lugar del pecado” para hacer todo lo contrario que
hacía el pecado y cambiar poco a poco nuestras vidas.
Esa es la tercera verdad que quiero compartir contigo y es que lo que no
podemos hacer con nuestras propias fuerzas, lo que es imposible para nosotros, Cristo lo hace por nosotros y la
victoria sobre el pecado y las tentaciones comienzan a manifestarse en nuestras
vidas.
Eso es lo que se conoce como la gracia de Dios, que es lo que Dios hace
por nosotros, de manera gratuita e inmerecida. La gracia de Dios es la
respuesta a cada lucha que enfrentemos.
Pero eso sí, Cristo no te va a obligar
a nada, tú debes de entregarle el
control de tu vida de manera voluntaria para que él pueda manifestarse en ti,
y esa es la cuarta verdad:
Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Tenemos que presentar nuestros cuerpos
en sacrificio vivo ante el altar de Dios. Recordemos que el altar significa sacrificio, era en el altar que se
ofrecían los corderos para ser sacrificados por el perdón de los pecados.
Nosotros no vamos a ser sacrificados,
no vamos a morir en la realidad, es “en
semejanza”, debemos considerarnos como muertos (Romanos 6:11), es decir, no debemos
intentar vencer el pecado ni las tentaciones por nuestras fuerzas, ni tratar de
imponer nuestra voluntad, sino dejar que Cristo actúe por nosotros; esa es la clave de la vida cristiana
verdadera.
Mientras intentemos hacer las cosas por
nuestras propias fuerzas, Cristo no puede ayudarnos. O nuestra vida está
descansando en las manos todopoderosas del Señor, o está descansando en las
nuestras, no hay un término medio ni tampoco una mezcla.
Gálatas 5:17 Porque el deseo de la carne es contra
el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisiereis.
Lea el anterior versículo con mucho
cuidado. Allí se dice que “el deseo de la carne es contra el Espíritu”. Tome en
cuenta que Espíritu está con mayúscula porque se refiere al “Espíritu Santo”. O
sea que lo que el versículo dice es que “el
deseo de la carne es contra el Espíritu Santo y los deseos del Espíritu Santo
son contra la carne, y éstos se oponen entre sí para que no hagamos lo que
queremos”.
En otras palabras, lo que dice el
versículo, es que el Espíritu Santo nos ha sido dado para que venza los deseos
de la carne, porque no es algo que nosotros podemos hacer.
Entonces, la primera verdad es que nadie
puede dejar de pecar por más que tenga dispuesta su voluntad, la segunda verdad es que ya no hay ninguna condenación porque el
pecado fue condenado; la tercera verdad
es que el trabajo de vencer las tentaciones y el pecado no es tu trabajo, es el trabajo del Espíritu Santo. Y la cuarta verdad, es que te tienes que apartar para que el
Espíritu Santo pueda hacer su trabajo, él no
comparte su gloria con nadie. Él quiere que el día de mañana puedas decir: “ya no peco como antes, ya no hago lo que
quiero, sino lo que Dios quiere, bendito sea el Señor, toda la gloria sea para
Él”.
Esto nos lleva a una quinta verdad, que la vida cristiana es una vida de gracia, o sea que
dependemos totalmente del Espíritu Santo para poder hacer la voluntad de Dios
porque aunque nuestra voluntad esté dispuesta, la carne es débil y siempre cede.
2 Corintios 2:9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me
gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de
Cristo. 12:10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en
afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy
débil, entonces soy fuerte.
El apóstol Pablo tenía una debilidad
que no podía manejar, eso lo hacía sentirse muy mal y le rogó a Dios que se la
quitara, pero Dios le respondió que se bastara
a su gracia, en otras palabras que dejara que él manejara esa situación
como él quería y que no hiciera nada al respecto.
Además Dios agregó que su poder se perfecciona en la debilidad.
Dios se perfecciona en los débiles, no se perfecciona en los fuertes, él se
perfecciona en aquellos que aceptan ser débiles, que aceptan ser pecadores,
Dios se manifiesta en aquellos que son pobres
en espíritu, porque de ellos es el
reino de los Cielos (Mateo 5:3).
Sí no aceptas tus debilidades, el poder
de Dios no Dios no puede reposar en ti, porque estarías rechazando la gracia de
Dios.
En una ocasión, un pastor que fue
invitado a nuestra pequeña congregación. Él dijo que hacía 15 años que había
tomado la decisión de no pecar y que no había pecado en 15 años.
Este pastor es un mentiroso porque ya
vimos que la palabra de Dios dice que el que niega que es pecador es un
mentiroso y la verdad no está en él.
Además, Dios no puede manifestar su gracia en este pastor porque él no acepta su pobreza espiritual, él parece
no necesitar de la gracia de Dios, más bien parece no conocerla o no
entenderla, al creer que puede vencer el pecado y la tentación por sí mismo,
algo que nos pedía que hiciéramos.
Cuando escuches a un pastor enseñar que
debes buscar la santificación a través de tu propio esfuerzo, entiende que ese
pastor no ha entendido la gracia y mejor huye de él, porque puede hacer que
caigas de ella.
Pero, cuando permitimos que Cristo gobierne en nosotros, nuestra manera de
manejar las presiones de cada día cambiará. Aunque es posible que Dios permita
que sigan las dificultades, Él nunca quiere que seamos aplastados por ellas.
Tal vez una buena manera para
determinar si está dejando que Cristo viva a través de usted, es que examine su
forma de manejar las cargas. ¿No cree que Jesús ya sabe todo lo que se necesita
para vivir en este mundo, con todas sus responsabilidades y tensiones. Es por
eso que nos invita a venir a Él y tomar
su yugo, para hallar descanso para nuestras almas (Mateo 11.29).
Recuerde que la paz que usted necesita
no depende de las circunstancias. Puesto que el Espíritu Santo vive dentro en
cada creyente, la paz se tiene fácilmente si decidimos apropiarnos de ella por
fe.
Cuando le rindes tu vida al Señor, el
poder sin límites de Cristo fluye a través de ti, para que puedas lograr todo
lo que Él te ha llamado a hacer. Ya sean humildes o importantes nuestras
tareas, Él nos fortalecerá para llevarlas a cabo.
Desdichadamente, en vez de depender de
Él, millones de creyentes viven confiados en sus capacidades y conocimientos.
Pero todo lo que logran viene a ser nada
en la eternidad y al final será un fracazo.
Cada vez que usted piense que es capaz
de hacer algo, sea humilde y confíe en el Señor. Y si una tarea le parece
demasiado grande, láncese con fe a realizarla: pídale a Dios que Él actúe por
medio de usted, y tenga fe en que lo hará.
Cada vez que Satanás te acusa, no le
respondas esforzándote por no pecar, respóndele con la sangre de Jesús, dile : “Satanás, es cierto que soy un pecador, es
cierto que todos los días me resbalo, pero es más cierto que Jesús pagó por
todos mis pecados y ahora yo vivo por gracia”.
No hay nada que Satanás pueda lanzarle,
que Jesús no pueda vencer. Al decidir usted dejar que Jesús maneje la
tentación, experimentará la victoria del Señor.
El tratar de luchar en tus propias
fuerzas terminará en derrota, pero si usted confía en Cristo, Él te dará la
victoria sobre cualquier tentación que estés enfrentando.
Reconozca su insuficiencia; los
creyentes que se han rendido al Señor Jesús, se dan cuenta de que no pueden
experimentar la vida cristiana sin su ayuda.
Todos nuestros nuevos esfuerzos para
cambiar y mejorar, resultarán en vano, la solución
está dejar que Cristo viva en nosotros. Él es nuestra única esperanza para
tener una vida fructífera y victoriosa.
Entréguele a Dios que las áreas de
derrota continua. ¿Qué hábitos o prácticas controlan su vida? Dios quiere que
usted tenga la victoria, y Él le ha dado todo lo que necesita para ser libre en
Cristo. Si está luchando en un área particular hoy, deje de luchar y deje que
Cristo luche por usted, y muy pronto verá
la victoria.
Recuerda que no estás solo, que Dios ha puesto su Espíritu Santo dentro de ti, y
Él tiene un propósito, una función, un trabajo que consiste en santificarte y
cambiar tu vida. Y no se te olvide, el pecado fue condenado en la cruz.
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