EL REINO INVISIBLE
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Por todas partes existe el temor de que nuestra
sociedad y el mundo ya no tienen remedio, existe una gran confusión. ni
los comunistas ni los capitalistas han podido resolver los problemas del mundo.
Todos los días mueren miles de personas con ataques al corazón por no soportar
la presión que da el diario vivir. Sin embargo, hay una esperanza:
Mateo 6:25
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué
habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida
más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 6:26 Mirad las aves del
cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre
celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 6:27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que
se afane, añadir a su estatura un codo? 6:28 Y por el vestido, ¿por qué os
afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 6:29
pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de
ellos. 6:30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno,
Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 6:31 No
os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 6:32
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe
que tenéis necesidad de todas estas cosas. 6:33 Mas buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 6:34 Así
que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su
afán. Basta a cada día su propio mal.
Jesús se refiere aquí a cosas materiales, habla
sobre las necesidades de alimentos, vestido y todas las cosas materiales que
necesitamos y nos dice que todas estas
necesidades serán suplicas si vamos “al Reino de Dios”.
Jesús nos dice algo que el mundo no ha querido
reconocer, que un mundo invisible
sostiene, circunda y controla este mundo visible que conocemos. Jesús dijo
que buscáramos ese Reino y su justicia
y todo nos sería añadido.
Mateo 4:17
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el
reino de los cielos se ha acercado.
Esas fueron las primeras palabras de Jesús al
iniciar su ministerio. Jesús dijo algo así: “el Reino de los cielos está aquí y yo he venido a enseñarles cómo
funciona, si ponen atención a mis palabras no tendrán necesidades”.
2 de
Reyes 6:15 Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he
aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros.
Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? 6:16 El le dijo: No tengas miedo, porque más
son los que están con nosotros que los que están con ellos. 6:17 Y oró Eliseo,
y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová
abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente
de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
Aquí se ve que hay un mundo invisible que rodea al mundo visible. Siempre ha estado allí,
pero no se podía ser parte de él hasta que Jesús vino.
Jesús dijo que todas las cosas son posibles para
Dios (Marcos 10:27), solo extiendan la mano hacia lo invisible y
hagan que se haga visible. Jesús hizo que las cosas del mundo
invisible se hicieran visibles, ejemplo de ello fueron las multiplicaciones del
pan y de los peces:
Mateo
14:16 Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. 14:17
Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. 14:18 El les
dijo: Traédmelos acá. 14:19 Entonces mandó a la gente recostarse sobre la
hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al
cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a
la multitud. 14:20 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró
de los pedazos, doce cestas llenas. 14:21 Y los que comieron fueron como cinco
mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Cuando Jesús hizo el milagro de los peces y de los panes, Jesús no hizo magia, lo que
consiguió fue que lo invisible del reino
se hiciera visible. Él espera que nosotros
hagamos cosas mayores (Juan 14:12)
que las que él hizo, y nos mostró la manera de lograrlo.
Marcos
11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino
creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Quitar montes era un dicho de la época de Jesús
en la que un monte podía ser cualquier problema, enfermedad, lo que fuera.
Jesús dice si tenemos fe en Dios y creemos de corazón en su palabra, lo
que digamos será hecho.
Este Reino invisible o Reino de Dios está regido
por dos principios fundamentales: 1)
hay abundancia en el Reino de
Dios. Quede claro, eso sí, que abundancia no son riquezas, abundancia es lo
contrario a la escasez. Y 2) es posible obtener
el favor del dueño de esa abundancia
¿Cómo ser parte del Reino de Dios y participar
de esa abundancia?
El Reino de Dios en realidad no es un lugar, por
al menos todavía, sino “un estado” en
que el poder y bendición ilimitados del Señor han llegado a hacerse accesibles
(Efesios 1:3, 1:19-20).
El ojo natural no puede ver el Reino, solo
pueden verlo los que han podido ser parte del mismo. Jesús dijo que el que no naciera de nuevo no puede ver el
Reino de Dios. De tal forma que para poder ver ese Reino y gozar de sus
bondades debemos nacer de nuevo.
Juan 3:1
Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los
judíos. 3:2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido
de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si
no está Dios con él. 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 3:4
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 3:5 Respondió Jesús: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y
lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Nicodemo conocía la Ley, era un maestro de la
misma pero eso no le era suficiente para ver el Reino. Para nacer de nuevo se requiere morir y esa muerte es en
semejanza:
Romanos 6:3
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:5 Porque
si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también
lo seremos en la de su resurrección;
El apóstol Pablo nos dice que la manera de morir
para tener un nuevo nacimiento es a través de las aguas del bautismo. Por si
tiene alguna duda de que el nuevo nacimiento es a través del bautismo, recuerde
que Jesús le dio las llaves del reino al apóstol Pedro (Mateo 16:19).
Y Pedro usó esas llaves el día de Pentecostés. Ese
día, lleno del Espíritu Santo predicó por primera vez y en esa prédica acusó a
los judíos de crucificar al hijo de Dios. Ellos, creyeron lo que Pedro decía y
compungidos de corazón, preguntaron ¿Qué hacer para enmendarse?
La respuesta de Pedro fue clara y concisa: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos
2:38).
“Así que,
los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como
tres mil personas” (Hechos 2:41)
Ahora voy a preguntar ¿Adónde se agregaron esas
tres mil personas? Respuesta: Al reino de Dios. Esas fueron las primeras 3.000
personas que fueron liberadas de la
potestad de las tinieblas, y trasladadas al reino del amado hijo de Dios (Colosenses 1:13).
La siguiente pregunta es ¿Cuál fue la llave que abrió
las puertas del Reino de Dios? Respuesta:
ellos creyeron y se bautizaron. Las llaves
que Pedro tenía y que servían para abrir el reino de Dios, eran la verdad acerca de la salvación que consiste
en “creer y bautizarse”.
Por eso el Señor Jesús dijo que “el que creyere y se bautizare sería salvo, más
el que no creyere sería condenado” (Marcos
16:16) dejando claro que el nuevo nacimiento se lleva a cabo en las aguas
del bautismo.
Muchas personas reciben la salvación y allí se
quedan. Pero el nuevo nacimiento es solo el principio, no el fin. El nuevo
nacimiento da acceso al Reino invisible para que aprendamos de él y lo
compartamos con otros.
¿Cómo hacer que las cosas invisibles se hagan
visibles?
Una vez dentro del Reino, para que las cosas
invisibles se hagan visibles, se necesita primero conocer las realidades de
Dios y la voluntad de Dios ¿Cómo conocemos eso? A Través del estudio de la
palabra de Dios escrita.
Pongamos un ejemplo: 1 de Pedro 2 24 dice que “Jesús
llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que
nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuimos sanados”.
En este pasaje se muestran dos de las muchas realidades
que se encuentran en la palabra de Dios. Una de ellas es que Jesús justificó
nuestros pecados en la cruz. La otra realidad es que con su llaga nos sanó en
esa misma cruz.
¿Qué tenemos que hacer para que esas realidades
se hagan visibles en nosotros? Creerlas
y confesarlas:
Marcos
11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate
y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo
que dice, lo que diga le será hecho
Se debe creer y luego confesar las realidades de
Dios y lo invisible se hará visible. Muchas personas creen que Jesús justificó
sus pecados en el madero y lo confiesan, pero no creen que fueron sanadas y por
lo tanto no lo confiesan, y lógicamente que continúan enfermas.
Romanos
10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10:10 Porque con el
corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Así sucede con la salvación. En el momento del
bautismo creemos con el corazón que Dios levantó a Jesús de los muertos y
confesamos con la boca que Jesús es el Señor, entonces somos salvos.
“Y yendo
por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué
impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien
puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó
parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó”
(Hechos 8:36-38).
Sin embargo, muchas personas se bautizan y no se
salvan porque no creen de corazón. Así es todo en el reino de Dios, si no
creemos de corazón, aunque confesemos las realidades de Dios de nada sirve.
Así hizo Dios al mundo: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3) Desde el Génesis se nos revela la manera en que
funciona el reino de Dios.
“Porque lo que de Dios se conoce nos es
manifiesto, pues Dios nos lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo”
(Romanos 1:19-20).
Dios dijo “hágase”
y todo fe hecho, su palabra tiene
poder y esa palabra nos ha sido dada.
Proverbios
18:21 la vida y la muerte están en poder de la lengua.
Lo que creas y confieses marcará tu destino.
Debemos tener mucho cuidado con lo que hablamos. Pero no te dejes engañar, muchos
falsos maestros han enseñado que podemos
creer y confesar cualquier cosa, pero eso no es así; debemos tener muy en
claro que lo que podemos creer y confesar son
las realidades de Dios
En este Reino invisible, la fe gobierna todo. Jesús dijo que tuviéramos fe en Dios. Sin fe
no logramos nada. La verdadera fe no consiste en creer con la mente sino con el
corazón. Es cuando creemos en nuestro
corazón que la fe es verdadera ¿Qué es la fe?
Hebreos
11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve.
Fe quiere decir que creemos que algo va a
suceder aunque no tengamos una sola prueba de ello. Es apoderarse de las
ilusiones para traerlas a la realidad. Esa fe nace de la palabra de Dios, “porque la fe viene por el oír la palabra de
Dios” (Romanos 10:17)
Ahora, es claro que todo Reino tiene un Rey, y
el rey del reino invisible es por supuesto nuestro Señor Jesús, él es el Rey de
Reyes a quien el Padre lo resucitó de
los muertos y lo sentó a su diestra en
los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y
sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el
venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo (Efesios 1:20-23).
Entonces el reino de Dios existe ahora y aquí, aunque es espiritual
e invisible, gobierna lo material y lo visible.
El reino tiene una constitución y un sistema de
principios fundamentales y virtudes que
determinan la calidad y la conducta de vida. Usted puede entrar en el Reino de
Dios pero si no cumple con estas leyes no
conseguirá nada.
Estos principios requieren a) un sacrificio vivo, es
decir una entrega de nuestras vidas
a Cristo (Romanos 12:1), en otras palabras,
una negación de nuestra voluntad para hacer la voluntad de Dios b) y una renovación de nuestro entendimiento para comprobar cuál es la voluntad de Dios agradable y perfecta (Romanos 12:2).
Esto es así porque en el Reino se toman al revés
las ideas comunes y corrientes que tenemos, ya que los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos ni sus caminos son
nuestros caminos (Isaías 55:8).
Lo que esto quiere decir es que debemos cambiar
nuestra manera de pensar y aprender a
pensar como Dios, si es que queremos que las cosas invisibles se hagan
visibles.
“La constitución” del Reino invisible
está compuesta de ocho puntos conocidos como las bienaventuranzas.
La palabra griega traducida como “bienaventuranza” significa “bienestar espiritual y prosperidad”. Es
una palabra que se refiere al profundo gozo del alma.
Aquellos que experimentan: 1) “la pobreza espiritual, 2)
el llanto, 3) la mansedumbre, 4) el hambre y sed de
justicia, 5) la misericordia, 6) la limpieza de corazón, 7)
la pacificación y 8) la persecución por causa del Reino de Dios”;
también experimentarán: “1) el reino de los cielos, 2)
el consuelo, 3) recibirán la tierra por heredad, 4)
la saciedad, 5) la misericordia, 6) verán a Dios, 7)
serán llamados hijos de Dios, y 8) serán herederos del reino de los cielos”
(Mateo 5:3-12).
Bienaventurados son los que viven de acuerdo a
esa constitución del Reino, porque ellas proveen el fundamento y el marco para
que la gracia de Dios se manifieste en sus vidas y lo invisible se haga visible. En nuestra próxima entrega hablaremos de las
leyes del reino.
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