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Como podemos ver, el corazón es la fuente de la maldad, por eso, de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34) ¿Quieres conocer el corazón de una persona? Déjala que hable.
Hebreos 10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
Lo que Dios hizo con nuestros pecados fue quitarlos de sobre nuestra persona y depositarlos en la persona de Cristo, donde fueron redimidos; el castigo y la justicia se cumplieron en la persona de Jesús y el pecador queda libre del pecado y de la culpa, por lo tanto, también del castigo.
El Señor Jesús dijo que “si perdonamos a los hombres sus ofensas, Dios también perdonará las
nuestras, pero si no perdonamos a los hombres sus ofensas, Dios tampoco nos
perdonará” (Mateo 6:14-15).
Esto implica ni más ni menos que la falta de
perdón ata a Dios y le impide derramar su gracia sobre nosotros; implica que la
falta de perdón le cierra la puerta a
Dios y se la abre al diablo.
El rencor
es la incapacidad de perdonar, es
un sentimiento de hostilidad o enemistad hacia una persona, motivado por una
ofensa, daño o perjuicio sufrido. Y esa incapacidad de perdonar es culpa de
un corazón que no conoce a Dios.
Mateo 15:19
Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias.
Como podemos ver, el corazón es la fuente de la maldad, por eso, de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34) ¿Quieres conocer el corazón de una persona? Déjala que hable.
Ezequiel 36:26
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 36:27 Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y
guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
El corazón está infectado de toda maldad, por
eso, cuando tenemos un nuevo nacimiento,
Dios cambia nuestro corazón y nuestro espíritu, nos da un corazón nuevo que no
alberga rencor alguno, y un espíritu nuevo en el cual pone su Espíritu para que
podamos andar en sus caminos. Además derrama
su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado (Romanos 5:5).
Por ello, es imposible que un hijo de Dios no
perdone los agravios, porque el amor de Dios que ha sido derramado en su
corazón todo lo perdona. Si una persona
no perdona y está llena de rencores, esa es una evidencia que no ha tenido un nuevo nacimiento.
Ahora, perdonar
no significa olvidar. En el nuevo nacimiento el Señor cambia nuestro
corazón y nuestro espíritu, pero no cambia nuestra mente que es parte del alma,
la mente permanece intacta y ella conserva muchos recuerdos que no se borran
con el tiempo.
El hecho de que recordemos cosas malas que nos
han hecho, no significa que tengamos rencores; pero una cosa es recordar el
pasado y otra es vivir del pasado.
Las circunstancias pueden hacer que recordemos el
pasado, eso es una cosa; pero hay personas que viven recordando el pasado,
éstas últimas no han tenido un nuevo nacimiento porque ese recordar insistente denota una falta de perdón.
Mateo
18:21 18:21 Entonces se le acercó Pedro
y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?
¿Hasta siete? 18:22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta
setenta veces siete.
Pedro le preguntó a Jesús si debería perdonar al
hermano que lo agraviaba por siete veces, y el Señor le dijo que no siete sino setenta
veces siete. No es que debemos perdonar
490 veces, lo que Jesús quiso decir es que debemos perdonar las veces que sean necesarias.
Inmediatamente Jesús le dijo que el reino de los
cielos es semejante a un rey que hizo cuentas con sus siervos; que el Rey le
perdonó una deuda de 10.000 talentos a uno de sus siervos, pero éste ,una vez
que fue perdonado, no perdonó a un consiervo que le debía cien denarios,
entonces el rey muy molesto lo entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo
que debía y agregó: “Así también mi Padre celestial hará con
vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”.
(Mateo 18:23-35)
La base fundamental del perdón se encuentra en el sacrificio de Cristo en la cruz, todo
el perdón, tanto divino como humano tiene como base este sacrificio.
Hebreos 10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
Lo que Dios hizo con nuestros pecados fue quitarlos de sobre nuestra persona y depositarlos en la persona de Cristo, donde fueron redimidos; el castigo y la justicia se cumplieron en la persona de Jesús y el pecador queda libre del pecado y de la culpa, por lo tanto, también del castigo.
Es de suma importancia el notar que Dios cumple su justicia una sola vez,
por eso es que él perdona los pecados y
no se acuerda nunca más de ellos.
Ahora, no es que Dios no se acuerda de ellos,
claro que se acuerda, lo que pasa es que no nos los recuerda, no nos los toma
en cuenta, como si nunca hubiésemos pecado.
Romanos 5:20
Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado
abundó, sobreabundó la gracia;
No hay un pecado tan grande que la gracia de
Dios no pueda cubrir, cuando sobreabunda
el pecado, sobreabunda la gracia y esto es algo que nos cuesta entender.
Dios no comete un acto de injusticia al
perdonarnos, ya que Jesús pagó por todos los pecados. Lo entendemos cuando nos
damos cuenta que el perdón es parte de
la gracia de Dios, no es algo que podemos comprar o conseguir de manera
alguna, la única manera de obtenerlo es a través de Cristo Jesús.
Una persona que no ha nacido de nuevo, tiene
problemas para perdonar, pero si una persona ha nacido de nuevo no tiene
problemas para perdonar porque la gracia
de Dios está sobre ella, ella simplemente recibe gracia y da de esa gracia.
El pecado
es un espíritu
que mora en el viejo hombre (Romanos
7:17), el pecado es una fábrica de pecados. Cuando Adán pecó, ese espíritu
se introdujo en él y esa mezcla produjo la carne (Génesis 6:3) pecaminosa. Todos somos hijos de Adán y por lo tanto
todos tenemos una naturaleza pecaminosa.
Dios no ganaría nada con perdonarnos los pecados
si no elimina esa naturaleza pecaminosa. Esa es la razón por la cual debemos
bautizarnos, porque el bautismo es
un acto simbólico mediante el cual le damos
sepultura al viejo hombre (Romanos 6:3-5)
que tiene esa naturaleza pecaminosa:
Colosenses
2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al
echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 2:12
sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con
él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
Al bautizarnos, echamos de nosotros esa
naturaleza pecaminosa que contiene el pecado. Y Dios nos da un espíritu nuevo y
pone su Espíritu en nuestro espíritu para que cada vez pequemos menos.
Antes de bautizarnos, hay un espíritu de pecado dentro de nosotros que nos hace pecar, pero
luego del bautismo hay un Espíritu Santo
dentro de nosotros que hace que dejemos de pecar.
Dios no
puede perdonarnos
si no nos separamos de esa naturaleza pecaminosa, de nada le valdría. De allí
la importancia del bautismo. Si Dios tratase el pecado sin esa separación él
tendría que tratar con el viejo hombre y tendría que enviarlo al infierno.
Para que ocurra el perdón se necesitan tres
partes: El ofendido, el ofensor y el depositario del pecado. Muchas veces pensamos que solo dos son
necesarios. Esto es lo que hace la diferencia entre el perdón humano y el
perdón divino. El hombre pasa por alto el pecado mientras que Dios lo quitó y
lo envió en su depositario Cristo Jesús. Jesús es la propiciación por el pecado
porque él es el depositario de la culpa y esto nos libra de la misma.
Al principio dijimos que la falta de perdón le cierra la puerta a Dios y se la abre al diablo. Usted puede tener una casa con puertas de
doble cerradura. Afuera, hay un acosador peligroso, invisible, que está
esperando que dejes una puerta abierta para escurrirse adentro y sorprenderte.
Él desea saquear sus posesiones y mutilar a los que usted ama. Quizás hasta
asesine a alguien. Sabiendo esto, ¿Olvidaría usted pasarle los seguros al
cerrojo de tu puerta? Por supuesto que no.
Lo absurdo de esto, que cuando no perdonas a tu ofensor, le abres la puerta al diablo.
Aunque no hayas hecho nada para
merecer una ofensa, tampoco has hecho
nada para merecer el perdón de Dios.
Dios te perdona y te cierra la puerta con cuatro
cerraduras, pero si tú no perdonas a tu ofensor, te sucederá lo del siervo que
no perdonó al consiervo y Dios te dejará
en manos del verdugo.
No perdonar es dejar la puerta entreabierta al
diablo, o es dejarle las llaves en la alfombra, para que ingrese fácilmente a
hacerte daño:
Efesios
4:26 Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, 4:27 ni
deis lugar al diablo.
Si no perdonamos, le damos lugar al diablo, para
que ingrese a efectuar su obra de destrucción. La falta de perdón es la llave
que usará, para ingresar tranquilamente.
Mateo 6:14
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; 6:15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensa
Si no perdonas, Dios no te perdona. Si Dios no
te perdona, estás en manos del diablo. El diablo entrará a la casa, invitará a
sus amigos los demonios e iniciara su fiesta.
Se robará tu salud, tus bienes y hasta tu vida.
Mateo 5:23
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano
tiene algo contra ti, 5:24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda,
reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Si traes tu ofrenda, pero no te has reconciliado
con aquel que tiene algo contra ti, tu ofrenda será rechazada y tu oración no
será escuchada. Si no nos reconciliamos con nuestros ofensores, estamos dejando
la puerta entreabierta para que Satanás penetre fácilmente.
Colosenses
3:13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere
queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo
vosotros. 3:14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo
perfecto.
En la Biblia, el pecado se asemeja a una deuda
y el perdón a la cancelación de esa deuda. El verbo
griego que se traduce “perdonar” significa
“pasar por alto una deuda, renunciar a
ella al no exigir su pago”. Por eso, cuando decidimos perdonar a alguien
que nos ha herido, ya no consideramos que nos deba nada.
Perdonar no significa que pensemos que esté bien
lo que hizo o que no nos duela. Más bien, hemos decidido no guardar
resentimiento, aunque tengamos razones para estar molestos.
Si estamos enojados y resentidos, y no
perdonamos, nos perjudicamos. Esos sentimientos negativos impiden que seamos
felices, condicionan nuestra vida y nos hacen desdichados. Y eso puede incluso
el ocasionar serios problemas de salud. Un informe del doctor Yoichi Chida y
del profesor de Psicología Andrew Steptoe publicado en la revista médica
Journal of the American College of Cardiology dice: “Estudios recientes apuntan a una peligrosa relación entre la ira y la
hostilidad, y la cardiopatía coronaria”.
Pero lo que nos suceda aquí no es tan importante
como lo que nos suceda después de la muerte. Ha quedado claro que si no
perdonamos, Dios no nos perdona y si Dios no nos perdona por un rencor guardado
en nuestro corazón, lo que nos espera después de la muerte es un viaje al infierno.
Pero, “yo me bauticé y Dios me perdonó”,
dirá alguien por allí. Bueno, cualquier rencor que exista en una persona,
impedirá que el perdón que Jesús otorgó en la cruz hace más de dos mil años, se
haga efectivo en esa persona al momento del bautismo, ese perdón quedará en
suspenso.
Ahora piense en el lado positivo, es decir, los beneficios de perdonar. Cuando
perdonamos a los demás mantenemos la paz y la unidad, y nos llevamos bien con
otros. Pero lo más importante es que garantizamos que el perdón de Dios se haga
efectivo en nosotros y mantengamos la esperanza de la vida eterna.
No debemos perdonar al ofensor una vez, ni
siquiera siete veces, lo debemos perdonar hasta setenta veces siete, lo debemos
perdonar las veces que sean necesarias, siempre porque Dios no te perdona parte
de tus pecados, sino que te los perdona todos, no lo olvides.
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