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Hubo heridas importantes que hicieron sangrar a nuestro Señor Jesús y
lo llevaron a la muerte. Pero, al tercer día, el Señor resucitó, salió de la
tumba lleno de poder y de gloria. En ese milagro de resurrección, sus heridas
sangrantes se convirtieron en poder de transformación para nuestras vidas. Es
de suma importancia conocer el poder de
la sangre de Jesús, para vivir una vida de abundancia y llena de gracia.
HERIDAS INTERNAS
Lucas 22:42 diciendo: Padre, si quieres,
pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 22:43 Y se le
apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 22:44 Y estando en agonía, oraba
más intensamente; y era su sudor como gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Antes de ser arrestado, el Señor Jesús estaba horrorizado, él sabía lo
que iba a padecer. Como ser humano tenía miedo y no era su voluntad padecer tanto sufrimiento, pero estaba dispuesto a hacer la voluntad de Dios.
Dice la escritura que Jesús sudaba
gotas de sangre y eso tiene una explicación científica. Según los médicos, cuando
una persona tiene demasiado estrés, se
le pueden romper los vasos capilares y tener una pequeña hemorragia interna que
aunque interna sale a través del sudor.
Esta no fue una herida física ocasionada por los romanos, era una herida del alma, era una angustia
mental y un dolor ocasionado por la soledad, por la impotencia, y por la
traición de uno de sus mejores amigos.
Tal vez usted esté pasando por alguna situación que te produce una
herida interna, que te llena de dolor, tal vez te traicionó tu esposo, o quizás
un socio te estafó, o puede ser que te quedaste sin empleo y no sabes cómo vas
a mantener a tu familia. Tal vez sus finanzas
han venido a menos y no tienes voluntad
para seguir adelante, entonces debes saber que la sangre de Jesús derramada
en el huerto del Edén te ha curado esas heridas. Solamente debes ceder tu voluntad al Señor para que el haga la suya y esas
circunstancias negativas la use para tu bien (Romanos 8:28). Esa sangre tiene poder para cambiar toda
circunstancia. Jesús sufrió todo estrés, toda angustia y temor, pero esas
heridas internas se transformaron en el poder que transforma tu vida, ¡reclama el
poder de la sangre de Jesús!
LAS MANOS
Génesis 1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos
al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los
peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y
en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
En este pasaje vemos que Dios le
dio “toda autoridad” al hombre
sobre la creación. No obstante, el
hombre le entregó esa autoridad al diablo:
Lucas 4:6 Y le dijo el diablo: A ti te
daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada,
y a quien quiero la doy.
Como vemos en este otro pasaje, el diablo le ofreció a Jesús todos los
reinos de este mundo y la gloria sobre ellos, porque el hombre le cedió esa
autoridad. Pero, con la sangre que brotó de sus manos, Jesús recobró esa
autoridad y nos la devolvió a nosotros. Las
manos son un símbolo de autoridad. Cuando un oficial de tránsito levanta las
manos, tienes que hacer un alto, porque ese oficial está revestido de
autoridad.
Marcos 16:18 tomarán en las manos
serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán.
Jesús dijo que pusiéramos las manos sobre los enfermos para que
sanaran,, porque la sangre derramada en la cruz se transformó en un símbolo de autoridad delegada en los creyentes.
Puedes poner las manos sobre los enfermos y ellos sanarán porque las
manos del creyente están cargadas de poder, el cual fluyó de la sangre
derramada por Jesús en la cruz. Esa autoridad te ha sido transferida, reclama
ese poder de autoridad que se encuentra en la sangre de Jesús.
LOS PIES
Efesios 1:22 y sometió todas las cosas
bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 1:23 la
cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
De igual manera, gracias a la sangre derramada de los pies de Jesús, todas las potestades, principados, poderes y
señoríos fueron sujetados a sus pies.
Siendo que esos pies son parte del cuerpo de Cristo que es la iglesia,
y siendo que la iglesia somos todos los creyentes, es claro que la sangre de Jesús nos dio poder sobre
todas esas criaturas espirituales.
Gracias a esa sangre fuimos sentados en lugares celestiales con Cristo
(Efesios 1:3), o sea en lugares con
autoridad por encima de todas esas criaturas.
Gracias a la sangre de Jesús, no solamente tenemos autoridad sobre el mundo natural sino
también sobre el mundo espiritual
comandado por el maligno.
No te dejes amedrentar por el diablo ni por sus ángeles, recuérdale
que estás cubierto por la sangre de Jesús y que Jesús te dio toda autoridad,
entonces el diablo saldrá huyendo de tu presencia. Tú no puedes vencer al
diablo por ti mismo, pero si puedes hacerlo por
el poder de la sangre de Jesús (Apocalipsis
12:11).
LAS LLAGAS
Juan 9:1 Así que, entonces tomó Pilato a
Jesús, y le azotó.
En la época de Jesús, aunque la Ley autorizaba azotar a los presos con
40 latigazos, solamente los azotaban 39 veces porque se sabía que nadie
soportaba los 40. Ahora, según los médicos todos los virus o enfermedades
provienen de 39 enfermedades básicas.
Cada uno de los 39 latigazos que Jesús recibió y lo hizo sangrar, nos libró de una enfermedad, cada latigazo simboliza una enfermedad
vencida por la sangre de Jesús. Por eso el apóstol Pedro dice:
1 Pedro 2:24 quien llevó él mismo
nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando
muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados (vea
también Isaías 53:5)
La sangre derramada por las heridas de Jesús mediante los latigazos,
se transformaron en el poder de sanación para todos los creyentes. Por esas heridas
fuimos sanados, dice el apóstol Pablo, solamente reclama esa sanidad que se
encuentra en la sangre preciosa de Jesús.
LAS HERIDAS EN LA FRENTE
Jesús fue humillado, se burlaron de él porque sostuvo que era el Rey
de los judíos (Juan 18:33), “entonces
los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su
cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; y le decían: ¡Salve, Rey de los
judíos! y le daban de bofetadas” (Juan
19:2-3).
Las coronas son símbolo de autoridad sobre las naciones. Esa sangre
que brotó de la cabeza de Jesús, por la corona de espinos que le pusieron, hizo
que Dios lo declarara “Hijo
de Dios con poder” (Romanos 1:4),
Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16), cambiando esa
corona de espinos por una corona de oro puro que simboliza la pureza de Cristo.
1 Pedro 5:4 Y cuando aparezca el
Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de
gloria.
Apocalipsis 2:10 … Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la
corona de la vida.
Como puedes ver, esa sangre nos alcanza, esa sangre preciosa nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, (Apocalipsis 1:6) y vendremos a gobernar
con él al final de los tiempos (Apocalipsis
20:4). En aquel entonces recibiremos
la corona incorruptible de gloria y
la corona de la vida.
Pero no todo termina allí. Esa sangre que salió de la frente de Jesús nos liberó
de toda maldición. Recordemos que cuando Adán pecó, Dios pronunció una
maldición:
Génesis 3:17 Y al hombre dijo: Por
cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé
diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor
comerás de ella todos los días de tu vida. 3:18 Espinos y cardos te producirá,
y comerás plantas del campo. 3:19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan
hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y
al polvo volverás.
Desde entonces “maldita es la
tierra por causa de Adán”. El hombre todo lo tenía, pero a partir de ese
momento tuvo que trabajar para conseguir su sustento. Y la tierra le produjo
espinos y abrojos” haciéndole las cosas más difíciles. El llanto, el
sufrimiento y el dolor acabaron con la paz y la felicidad que el hombre tenía
en el jardín del Edén, del cual fue expulsado. El sudor en la frente de Adán vino a ser símbolo de maldición; y cuando vino la ley, esa maldición se hizo
más grande:
Deuteronomio 28:15 Pero acontecerá, si
no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus
mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas
estas maldiciones, y te alcanzarán. 28:16 Maldito serás tú en la ciudad, y
maldito en el campo. 28:17 Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. 28:18 Maldito
el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los
rebaños de tus ovejas. 28:19 Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir.
28:20 Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo
cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a
causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. 28:21 Jehová
traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras
para tomar posesión de ella. 28:22 Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de
inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te
perseguirán hasta que perezcas. 28:23 Y los cielos que están sobre tu cabeza
serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. 28:24 Dará
Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre
ti hasta que perezcas…
Todo estaba muy mal para el hombre, pero la sangre preciosa en la frente
de Jesús vino a cambiar las cosas.
Gálatas Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero), 3:14 para que en Cristo Jesús la
bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe
recibiésemos la promesa del Espíritu.
La sangre derramada en la cruz por Jesús, transformó toda maldición en bendición. De acuerdo con la ley, era
una maldición morir colgado en una cruz, entonces Jesús se hizo maldición para que
la bendición de Abraham se hiciese efectiva en los creyentes.
Ya no hay maldición alguna que alcance al que está en Cristo, porque hemos sido bendecidos con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 1:3).
No puede haber maldición y bendición a la vez, o estamos bendecidos o
estamos maldecidos. Los que no han sido lavados con la sangre de Jesús
continúan bajo maldición, pero los que hemos sido lavados con su sangre estamos
bendecidos y no tenemos nada de qué preocuparnos.
La sangre de Jesús nos autoriza para reclamar que seamos productivos,
que nuestro trabajo y esfuerzos no sean en vano, que generen abundancia y
veamos frutos que aseguren el futuro de nuestras generaciones. Se traduce a una bendición generacional en toda
la familia. Pero más allá de las cosas materiales, la sangre de Jesús nos
asegura la promesa de salvación
hecha a Abraham.
EL COSTADO HERIDO
Hace algunos años, un Juez chileno estableció que algunos delitos no
serían castigados con cárcel o con multa, sino que los que los cometieran obtendrían
el perdón al pagar con su sangre, la cual donarían al hospital local.
“Si la letra con sangre entra, la culpa con sangre sale” había dicho el
juez. Con ese sistema se podría solucionar el eterno déficit de sangre en los
hospitales del mundo y se podrían salvar
muchas vidas.
Lo establecido por ese Juez, aunque parece pintoresco, nos lleva a
hacer una última reflexión acerca del poder
de la sangre de Jesús establecido en la palabra de Dios;
Juan 19:31 Entonces los judíos, por
cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en
la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad),
rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. 19:32
Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al
otro que había sido crucificado con él. 19:33 Mas cuando llegaron a Jesús, como
le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. 19:34 Pero uno de los soldados
le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
Hebreos 9:22 Y casi todo es purificado,
según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
La sangre emanada del costado de Jesús es un símbolo de salvación, gracias a esa sangre obtenemos el perdón de
pecados. Esa ofrenda de sangre
hizo perfectos para siempre a los santificados (Hebreos 10:14).
Es curioso pero no casual, que la sangre no saliese sola, sino que
saliese acompañada de agua. Lo que
eso significa es que Jesús dio su sangre y
fue sepultado por nuestros pecados, pero para que ese perdón se haga efectivo
en nosotros, tenemos que ser sepultados
con Cristo en el Bautismo en agua (Romanos
6:3-5, Hechos 22:16).
Esa sangre nos perdonó los pecados para
siempre, o sea por toda la eternidad y sin esa sangre no hay perdón. Por
eso el Espíritu Santo nos advierte: “ay
del que tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado”
(Hebreos 10:29).
Lo que eso significa es que cuando una persona cree que algún pecado
no le fue perdonado, está teniendo por inefectiva e inmunda la sangre de Cristo
y eso le roba la salvación.
Concluimos, que la sangre derramada por Jesús en la cruz tiene el
poder de salvarnos de la condenación, tiene el poder de librarnos de la
maldición, nos da autoridad sobre el diablo, nos sana de toda enfermedad y nos
convierte en reyes y sacerdotes para Dios.
Además nos da la gracia necesaria para vivir una vida llena de paz y gozo en el Espíritu Santo.
No puede haber circunstancia alguna que te derrote, porque cada gota
derramada por Jesús en la cruz cumplió
con un propósito divino. Satanás te va a acusar, Satanás va a señalarte,
Satanás va a hacer que creas que has sido maldecido, y va a tratar de bajarte del lugar celestial
en que has sido puesto. No le contestes con tu comportamiento, no te defiendas
en tus fuerzas, solamente recuérdale que la sangre de Jesús te ha limpiado de
todo pecado, recuérdale al diablo que él está bajo tus pies y en el nombre de
Jesús y por el poder de su sangre
repréndelo para que se aleje de tu vida ¡Aleluya!
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