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2 Corintios 5:15 y por todos murió para que todos los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Las religiones nos han vendido la idea de que la
vida cristiana es una vida libre de pecado, libre de diversión y sin relación
alguna con los incrédulos. Por ello, cuando un cristiano se divierte o comete
algún pecadillo, se le vienen encima con todo y lo señalan como “falso” o “tibio”.
Gracias a esa idea equivocada acerca de lo que
es la vida cristiana, es que la iglesia está llena de santulones, de amargados
y de hipócritas con falsa apariencia.
Lo cierto es que no hay ni siquiera una persona
en el mundo que pueda decir que vive de acuerdo a ese concepto religioso, no
hay un cristiano que pueda decir que no peca, si lo dice, “se engaña a sí mismo y la verdad no está en él” (1 Juan 1:8), “como está escrito, no hay justo, ni aún uno” (Romanos 3:10).
Mateo
11:19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre
comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la
sabiduría es justificada por sus hijos.
Hay religiosos que se enclaustran en un convento
por años con el fin de vivir una vida cristiana, y es lo que menos hacen, porque la vida cristiana no consiste en
dejar de comer, en dejar de beber o en dejar de compartir con los semejantes.
Nuestro Señor Jesús no se encerró en un
convento, tampoco dejó de comer, ni de beber, ni se alejó de sus amigos
publicanos y pecadores, pero la
sabiduría de todo lo que hizo es justificada por sus hijos espirituales.
La sabiduría de un creyente no se justifica
porque deja de fumar, deja de beber o de compartir con los semejantes, su
sabiduría es justificada por “por los frutos” que produce:
Mateo 7:16
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de
los abrojos? 7:17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da
frutos malos. 7:18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo
dar frutos buenos. 7:19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en
el fuego.
Por sus frutos los conoceréis, cada árbol se
conoce por sus frutos, ya sean buenos o malos. El naranjo produce naranjas, la
vid produce uvas, las palmeras producen pipas, pero el árbol que no da frutos
es cortado y echado en el fuego.
Juan 15:5
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 15:6 El que en mí
no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los
echan en el fuego, y arden.
Jesús es la vid y nosotros somos los pámpanos
que llevamos fruto, es decir llevamos almas a Cristo. Separados de Cristo nada
podemos hacer, no podemos llevar fruto, lo que queda es que nos corten y nos
echen en el fuego.
La vida
cristiana verdadera
es la de aquella persona que lleva fruto,
y solamente estando en Cristo es
que esa persona lleva fruto.
Lo maravilloso de todo esto, es que “lo necio, lo débil y lo menospreciado del mundo escogió Dios para que lleven fruto, a fin de que nadie se jacte en su presencia”
(1 Corintios 1:25-29).
Dios no escogió a los santulones ni a los
sabiondos, ni a los más fuertes, porque los que se creen sabios, fuertes y
santos son un impedimento para la obra de Dios, ya que piensan que son autosuficientes, mientras que los necios, los débiles
y los menospreciados, al no creerse nada, dependen totalmente de Cristo.
Además, si tenemos “rabo
que nos majen” no podemos juzgar a nuestros semejantes ni verlos con
desprecio y de esa manera Dios puede usarnos para llevar fruto.
Una persona que ha sido drogadicta es de mayor
utilidad para Dios que la que no lo ha sido, porque “habla su mismo idioma”. Lo mismo sucede con alguien que ha sido
alcohólico o que haya sido arrastrado por cualquier otro vicio. Que sabiduría
la de Dios al escoger lo necio, lo vil y lo menospreciado del mundo.
1
Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido
hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 1:31 para
que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
La sabiduría divina, la justificación, la
santificación y la redención no es algo de nosotros, no son cosas que podemos
obtener, sino únicamente estando en Cristo Jesús. Y a Cristo no llegamos por
obras, sino por gracia, por medio de la fe, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
Esto nos lleva a entender, que la vida cristiana no es nuestra vida, sino
que es la vida de Cristo en nosotros;
al estar en Cristo somos todo lo que él es, pero fuera de él no somos nada.
Juan 14:10
¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os
hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él
hace las obras.
Jesús dijo: “No soy yo el que obra, no soy yo el que habla, es el Padre el que lo
hace por mí”. Jesús era un hombre natural pero a la vez era un hombre
espiritual porque en su espíritu moraba el Espíritu del Padre. Esto lo hacía
diferente, la vida espiritual que moraba
en Jesús era lo que hacía que Jesús pudiera vivir esa vida que cambió el mundo,
no eran sus logros naturales.
El Espíritu de Dios que moraba dentro de Jesús
tenía el control de su vida. Si Jesucristo no pudo vivir esa vida gloriosa por
sí mismo, ¿Qué le hace pensar que usted sí puede?
Gálatas 2:20
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual
me amó y se entregó a sí mismo por mí.
La a frase: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” resume la vida cristiana,
quiere decir “ahora es Cristo el que tiene el control de mi vida, ahora es
Cristo el que vive por mí”.
“Y lo
que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe de Cristo”, significa que
ya no vivo por vista, que ya las circunstancias no me asustan porque ahora vivo
por fe, confiando en que Cristo enfrentará por mí todo lo que venga.
El creyente no puede vivir una vida cristiana
por sí mismo, no puede ser más
bueno, no puede dejar de pecar, ni puede ganar almas para Cristo, para ello necesita estar en Cristo y que Cristo esté
en él.
Romanos
6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:6
sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para
que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Para poder vivir la vida cristiana verdadera
necesitamos “ser crucificados, sepultados
y resucitados con Cristo”. No debemos entenderlo, solamente debemos
creerlo. Eso sucede al bautizarnos; en
las aguas del bautismo Dios le da muerte a nuestro “viejo hombre” que insistía en hacer su voluntad y actuaba independiente
de Dios para darle vida a una “nueva criatura en Cristo Jesús”. Las
cosas viejas pasaron y he aquí son
hechas nuevas (2 Corintios 5:17).
Colosenses
2:8 Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según
las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según
Cristo.
Millones de creyentes creen que están en Cristo,
pero no lo están, han sido engañados por las filosofías y huecas sutilezas de
los religiosos, y por sus tradiciones y
no según el evangelio de Cristo. Los hombres dicen “si crees en Cristol”, pero esa es una media verdad que se convierte
en mentira, Dios dice, “debes creer y
bautizarte” (Marcos 16:16, Hechos
2:38) ¿A quién le crees? Yo le creo al Padre Celestial
Muchos creyentes son católicos, pentecostales,
bautistas, asambleístas de Dios o de otras denominaciones o religiones, pero no
necesariamente están en Cristo, porque le han creído al hombre y no a Dios, y no
se han bautizado.
Estar en Cristo no es formar parte de ninguna
religión o denominación religiosa, estar en Cristo es ser parte del cuerpo de Cristo, es ser “una rama de la vid divina”. Y únicamente cuando llegamos a formar
parte del cuerpo de Cristo es que podemos
vivir una vida cristiana y dar fruto.
Ezequiel
36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Cuando nos bautizamos, Dios perdona todos
nuestros pecados y deposita su espíritu dentro del Espíritu del hombre (Hechos 2:38). De allí en adelante
podremos vivir una vida cristiana verdadera, no porque lo logremos por nosotros
mismos, sino porque Cristo en la persona del Espíritu Santo llega a morar a
nuestro espíritu y él puede hacer que andemos en los estatutos de Dios,
guardemos sus preceptos y los pongamos por obra.
2 Corintios
4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del
poder sea de Dios, y no de nosotros
Las personas que están en Cristo son vasos de barro, pero dentro de esos vasos de
barro se encuentra un tesoro, ese tesoro es Cristo en la persona del Espíritu
Santa, el cual manifiesta la excelencia del poder de Dios en el hombre, venciendo el pecado y la tentación por él y
permitiéndole llevar fruto.
La tentación siempre va a venir, quizás con más
fuerza, porque Satanás quiere demostrar que no hemos sido santificados, que
seguimos igual de pecadores.
Muchos se lamentarán y dirán: “Miserable
de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24).
La respuesta de Dios a esa situación es: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para
los que están en Cristo Jesús (Romanos
8:1)
Lo que sucede es que el concepto humano o religioso de la santidad es que los que los
creyentes deberíamos vivir libres de todo pecado, entonces Satanás toma ese
concepto como caballo de batalla.
Pero el concepto de santidad de Dios no es ese, para Dios la santidad
es Cristo en nosotros y nosotros en
Cristo; estamos cubiertos por la
sangre de Cristo, eso habla de nuestra santidad.
No debemos dejarnos amedrentar por el diablo. Cuando
Pablo le rogó al Señor que lo librara del aguijón en la carne, lo que se
refería posiblemente a una tentación, el Señor le contestó: “Bástate
a mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” ( 2 Corintios 12:8-9).
Cuando somos fuertes en la carne, creemos que
todo lo podemos lograr por nosotros mismos, hasta creemos que podemos vencer el
pecado y la tentación por nuestras fuerzas, entonces Dios nos debilita para podernos usar, recuerda que Dios usa a los
débiles y a los viles.
Veamos el ejemplo de Jacob:
Génesis
32:24 Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el
alba. 32:25 Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del
encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.
32:26 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré,
si no me bendices. 32:27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él
respondió: Jacob. 32:28 Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob,
sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Jacob no era ninguna santa paloma, era tramposo,
manipulador y confiado en sí mismo. Tal era su fuerza en la carne que el ángel
de Dios se enfrentó con él y no lo pudo vencer. Entonces el ángel tocó el encaje
de su muslo para debilitarlo ya que la mayor fuerza del hombre está allí, es lo
que sostiene todo el cuerpo.
Jacob quedó renco para siempre y de ese momento
en adelante ya no podría librarse por sí mismo, iba a tener que empezar a
confiar en Dios. Por eso el ángel le dijo: “ya
no te llamarás Jacob” (que significa “suplantador y engañador”), “sino que ahora te llamarás Israel” (que significa “el que
reina con Dios”).
No es alejándonos del mundo, no es dejando de
beber o de comer, o de bailar o de fumar, que empezamos a reinar con Dios, es
cuando dejamos de luchar y nos rendimos a Cristo. Como lo dije antes, la vida
cristiana no es nuestra vida, la vida cristiana es la vida de Cristo en nosotros.
Por ejemplo, cuando somos conscientes de que
somos orgullosos, tratamos de ser humildes, pero fracasamos porque la
contestación al orgullo no es la humildad
que procuremos por nosotros mismos, la
contestación al orgullo es Cristo, él es la contestación para cada necesidad.
Dios nos ha dado su Hijo para ser nuestra vida,
y sólo necesitamos estar “en Cristo”
para que todo lo que es de Cristo venga a ser nuestro. Hay una sola 'vida
cristiana' y ésa es la vida de Cristo.
La frase “imitadores
de Cristo” no significa que Dios nos exige
imitar la vida de Cristo en la carne, eso nadie puede lograrlo, lo que eso significa es que permitamos que Cristo viva en nosotros,
así como Cristo permitió que Dios viviera en él.
2
Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Hay iglesias en las que enseñan que debes morir
diariamente: “Debes darle muerte a esto o
aquello”. Yo pregunto: ¿Cómo darle muerte a un muerto? Si estoy en Cristo,
soy nueva criatura, no tengo pasado, todo ha sido hecho nuevo en mí ¿A qué le
voy a dar muerte?
Romanos
6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesús, Señor nuestro.
La palabra de Dios dice que debemos
considerarnos muertos. ¿Qué hace un muerto? Nada, no se mueve. Yo no tengo que
hacer nada contra el pecado o la tentación, o contra las debilidades, no debo y no puedo porque estoy muerto.
Pongamos de ejemplo una persona que se está
ahogando. Eso somos nosotros, nos estamos ahogando en nuestros problemas y
pecados. Pues bien, mientras una persona esté aleteando porque se ahoga, el
salvavidas no se mete a salvarla pues podría terminar ahogándose con esa
persona. Entonces espera que la persona ya no tenga fuerzas y deje de aletear
para poder rescatarla.
Así es como actúa Cristo con nosotros; mientras
nos esforcemos para no ahogarnos en nuestros pecados, él no actúa. Cuando
quedemos como muertos y no hacemos nada, es entonces cuando él puede
rescatarnos y cambiar nuestra vida de pecado en una vida sin pecado. Si
tratamos de vencer el pecado y la tentación por nosotros mismos, Cristo dejará
que nos ahoguemos.
Gálatas
5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia
habéis caído.
Este versículo es clarísimo, si tratamos de justificarnos
por nosotros mismos, a través de nuestro comportamiento, por demás murió Cristo (Gálatas
2:21) y las consecuencias son funestas, porque ese comportamiento nos desliga de Cristo y nos hace caer
de la gracia.
Ese es el engaño
de Satanás, él usa las religiones
para que enseñen que debemos justificarnos a través de nuestro comportamiento y
lograr de esa manera que caigamos de la gracia,
Hebreos
10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18
Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. 10:19 Así
que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, 10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a
través del velo, esto es, de su carne, 10:21 y teniendo un gran sacerdote sobre
la casa de Dios, 10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre
de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura.
Dios prometió que nunca se acordaría de los
pecados de aquellos que están en Cristo Jesús. “Nunca” significa “por toda
la eternidad”.
Dios no se puede acordar de nuestros pecados
porque Cristo pagó por todos ellos. Ya no
hay nada que ofrendar, ya no hay nada que sacrificar, ya no hay nada que
intentar en ese sentido. El problema del pecado está resuelto y podemos
acercarnos confiadamente a Dios por el camino que Jesús nos abrió hacia el
Lugar Santísimo a través de su carne.
Juan 14:13
Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo.
No podemos acercarnos al Padre en nuestro
nombre, sino en el nombre de Jesús,
porque es gracias a su sangre y no a nuestros méritos, que podemos ir
directamente al Padre.
Una conciencia limpia nunca se basa sobre
nuestro alcance espiritual; sólo puede basarse en la obra del Señor Jesús, solo
puede basarse en el derramamiento de su Sangre.
Muchas personas dicen: “Hoy he estado leyendo la Palabra de Dios con más fervor, así que hoy
puedo orarle a Dios”. O bien, “Hoy estoy poco triste y malhumorado, por
tanto no me puedo acercar a Dios”. Estas personas creen que la base de su
acercamiento a Dios tiene que ver con sus emociones o con sus logros.
Satanás es
el acusador (Apocalipsis 12:10), él nos dirá: “Eres
una basura, eres
un pecador, eres un cristiano de paquete”, te acusará poniendo ese
pensamiento en tu mente o usará a otras personas para que te señalen.
Nunca le respondas a través de tu
comportamiento, nunca trates de mejorar para demostrarle que está equivocado.
Si haces eso, ya Satanás tomó la ventaja. La Sangre del Cordero ha afrontado
toda la situación creada por nuestros pecados y la ha contestado:
Apocalipsis
12:11 Y ellos le han vencido por medio
de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y
menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
A Satanás no le vencemos a través un cambio de conducta,
sino con la Sangre de Jesús. Es cierto que somos pecadores, pero alabado sea
Dios, la Sangre de Jesús nos limpia de
todo pecado (1 Juan 1:9).
Cuando el diablo te acuse, respóndele “es cierto, soy pecador, soy una basura, soy
un cristiano de paquete, soy lo más vil de la tierra, y no hay nada que yo
pueda hacer, Pero Jesús me limpió con su sangre para siempre de todo pecado”,
me río de tus acusaciones”.
Ese es el primer
paso para derrotarlo; el segundo
paso es dando testimonio de Cristo.
A Satanás lo vencemos llevando el evangelio de Cristo a toda
criatura para que muchas personas sean salvas, lo vencemos llevando fruto. Cada persona que llega a “estar en Cristo”, es un alma
que le arrebatamos al diablo. No podemos
conformarnos con nuestra salvación, debemos hacer algo para que otras personas
también sean salvas.
La verdadera
vida cristiana no consiste en esforzarnos por dejar de pecar, porque de eso
se encarga Cristo. Tampoco consiste en dejar de divertirnos, o en dejar de
hacer esto o aquello, la verdadera vida
cristiana consiste en hacer algo para Cristo y ese algo se
resume en ganar almas para él.
Juan 10:10
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que
tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Satanás vino a hurtarnos, a matarnos a
destruirnos, a amargarnos y a robarnos la vida, pero, Jesús vino para que
tengamos vida y vida en abundancia, lo que significa una vida larga, plena, bendita y
feliz.
Dios no quiere amargados en su patio, él quiere
personas felices, personas que disfrutan la vida, pero personas que no se
olvidan del propósito de Dios, que consiste en que “todos los hombres sean salvos llegando al conocimiento de la verdad
(1 Timoteo 2:4).
2 Corintios 5:15 y por todos murió para que todos los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Cristo murió para que vivamos para él, es decir,
que nuestros propósitos ocupen un
segundo plano para que los propósitos de Dios ocupen el primero.
Eso no significa que no podemos divertirnos, no
significa que no podemos alegrarnos, lo que significa es que debemos aprovechar
cada momento para llevar el evangelio a las demás personas, esa es la verdadera vida cristiana, la cual no
tiene nada que ver con nuestro comportamiento.
Este segundo paso nos lleva al tercer paso: debemos menospreciar nuestras vidas hasta la muerte.
Eso no significa que nos vamos a
morir por causa del evangelio, lo
que significa es debemos anteponer la voluntad de Dios por encima de la nuestra.
Tal vez, te regalaron una entrada para ver un partido de la selección de futbol, pero
a la hora del partido es el estudio
bíblico. Tal vez digas, no siempre juega la sele, mientras que los
estudios son todas las semanas, no pasa nada si falto un día al estudio, pero ¿Qué
haría Cristo en tu lugar? Si siempre
te haces esa pregunta, siempre obtendrás la respuesta correcta.
Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame” (Mateo 16:24).
Debemos
seguir los pasos de Cristo para poder tener una
verdadera vida cristiana y llevar fruto. Eso implica que tenemos que cargar la
cruz, lo que significa negarnos a nosotros mismos, o sea hacer la voluntad de
Cristo en lugar de la nuestra. Allí es donde surge la pregunta ¿Qué haría
Cristo en mi lugar?
Tal vez te ofrecieron que trabajaras hasta la
noche, eso podría darte unos centavos de más, pero esa noche tu congregación llevará comida a
los que viven en las calles, pregúntate ¿Qué haría Cristo en tu lugar?
Los médicos
se divierten, se alegran, van al estadio a ver los partidos de la sele, hacen
todo lo que los demás hacen. Sin embargo ellos tienen una prioridad, esa
prioridad son los enfermos y deben dejar de hacer lo que están haciendo cuando
hay una emergencia, deben acudir a donde más los necesitan.
Así somos los cristianos verdaderos, nos
divertimos, nos alegramos, hacemos todo lo que los demás hacen, pero debemos
dejar de hacer lo que estamos haciendo para acudir a donde Dios nos indique que
hay emergencias espirituales, y esas abundan y están por todo lado. La
propagación del evangelio es la prioridad del cristiano y nunca puede decir que
no, cuando eso haga, entonces puede decir que vive una vida cristiana verdadera.
Romanos
8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los
que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 8:6 Porque el ocuparse de la
carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
El cristiano carnal no es el que peca, es que
vive ocupado en las cosas de la carne, o sea en las cosas de este mundo, y el
ocuparse en las cosas de la carne nos estresa y nos preocupa de tal manera, que
puede terminar quitándonos la vida natural y hasta la vida eterna, porque las
cosas del mundo atentan contra la fe.
Pero el
ocuparse del
Espíritu, eso es vida y paz, porque el vivir para Cristo te da tranquilidad, te
hace sentirte útil, te enseña a conformarse y a ser feliz con poco, y te da la
esperanza de la vida eterna, esa es la
vida cristiana verdadera,
Hermoso estudio muchas gracias
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