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La palabra de Dios dice
que “Si alguno está en Cristo, es una
nueva criatura” (2 Corintios 5:17),
con experiencias fuera de lo común, en donde los milagros deben ser parte de esa
vida. Una criatura en Cristo es una criatura sobrenatural que puede derrotar
gigantes y conquistar la tierra prometida.
Estas no son simples
palabras motivadoras, son las promesas de Dios para el que está en Cristo
Jesús. Si estás en Cristo, es porque has
sido “sepultado con Él en el bautismo”,
entonces, así como Cristo resucitó de los muertos, tú “deberías andar en vida nueva” (Romanos
6:4), porque has sido capacitado para vivir una vida nueva, de victoria, de
abundancia, de justicia, de paz y de gozo.
Es importante hacer
notar, que la salvación contiene dos
elementos: 1) la
salvación de la condenación eterna y 2)
la nueva vida en Cristo.
Desdichadamente, la
mayoría de nuevas criaturas experimentan solamente el primer elemento, no
cumplen con el propósito de Dios para sus vidas o lo atrasan negligentemente.
Veamos el ejemplo de los
judíos, Dios los liberó de la
esclavitud de Egipto, ellos dejaron de ser esclavos para transformarse en criaturas libres de toda esclavitud, ese
fue el primer elemento de su salvación. Pero Dios no los hizo libres para que
murieran en el desierto, sino que les ofreció una nueva vida en una tierra que
fluía leche y miel; ese fue el segundo y más importante elemento de su
salvación.
En unos cuantos días,
los judíos debieron estar disfrutando de esa nueva vida en la tierra prometida,
sin embargo vagaron cuarenta años en el desierto y murieron sin experimentar el
propósito de Dios porque “temieron enfrentar “la
guerra” contra los gigantes que poseían esa tierra.
De seiscientas mil
familias que salieron de Egipto únicamente dos familias lograron entrar a la
tierra prometida y no lo hicieron a los pocos días sino hasta cuarenta años
después. ¡Que desperdicio de vida!
Cualquier parecido con la vida de los que están en Cristo es pura coincidencia.
De igual manera, Dios
nos saca a nosotros de la esclavitud del pecado, para llevarnos a la tierra
prometida. Sin embargo, millones mueren sin experimentar esa tierra prometida,
ya sea por temor, por falta de fe, o por negligencia a “enfrentar” al enemigo.
La nueva criatura no tiene una vida igual a la de los demás, su vida
es una vida de lucha contra “principados,
contra potestades, contra gobernadores, contra seres espirituales de maldad (Efesios 6:12).
La nueva criatura ha
sido nombrada embajadora de Cristo y tiene una misión que cumplir, que
consiste en hacer que los demás se
reconcilien con Dios (2 Corintios
5:20). Y no tiene nada de que temer, Dios le ha suplido una armadura espiritual (Efesios 6:10) para que pueda hacerle
frente al enemigo.
Además Dios nos ha dado
su Espíritu, el mismo que hacía milagros
por Jesús. Por eso Jesús dijo: “De
cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las
hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Jesús fue al Padre y nos
envió el Espíritu Santo para que haga esas obras.
Marcos 16:17 Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre
echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; 16:18 tomarán en las manos
serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán.
Jesús nos autorizó a
usar su nombre, nombre que es sobre todo
nombre, nombre que cuando es
mencionado, los demonios tiemblan y huyen despavoridos. Jesús dijo que “en su nombre”, las nuevas
criaturas pondrían las manos sobre los enfermos y éstos sanarían, porque en su
nombre no hay nada imposible.
Lucas 18:27 Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible
para Dios.
Lo que es imposible para
el hombre común y corriente, es posible para la nueva criatura, porque Cristo
en la persona del Espíritu de Dios mora en su espíritu. El punto es que Dios no
quiere que nos limitemos, él quiere que vivamos una vida sobrenatural.
Efesios 1:3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos y sin mancha delante de él.
Dios no nos va a
bendecir, ya nos bendijo y no se guardó nada, nos bendijo con “toda” bendición espiritual, es decir,
nos ha dado todo cuanto precisamos para vivir una vida sobrenatural.
No existe una “segunda bendición o una tercera o una cuarta”.
Todo está aquí ahora. Habrá bendición tras bendición al recibirla usted, una
por una y momento tras momento. Toda bendición espiritual nos habla del
poder ilimitado del Espíritu Santo que obra en la nueva criatura.
1 Corintios 15:47-49 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el
segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también
los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como
hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
Así como hemos traído la
imagen del hombre terrenal, traigamos ahora la imagen del celestial. Por muchos
años fuimos criaturas terrenales que actuábamos de conformidad con el espíritu
del mundo, haciendo la voluntad del enemigo de Dios. Pero, ahora somos criaturas
celestiales y debemos actuar como tales, haciendo la voluntad de Dios.
Jesús vino a deshacer las obras
del diablo (Juan 3:8),
pero tuvo que irse de regreso al cielo, y la
iglesia, compuesta por todas las nuevas criaturas en Cristo Jesús, es la
encargada ahora de hacer ese trabajo. Tú, como nueva criatura eres parte de la
iglesia y es tu obligación enfrentar al diablo y deshacer sus obras, no seas
negligente.
Efesios 2:6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar
en los lugares celestiales con Cristo Jesús
Comprende de una vez por
todas, que Dios nos sentó en lugares celestiales junto a Cristo, lo que implica
un status superior, una posición por encima de las personas naturales y por
encima del diablo y sus ángeles.
Efesios 1:19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con
nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 1:20 la
cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en
los lugares celestiales, 1:21 sobre todo principado y autoridad y poder y
señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también
en el venidero; 1:22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por
cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 1:23 la cual es su cuerpo, la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
Ya no somos hombres
caídos en posición de desventaja ante
Satanás, las cosas han cambiado, ahora estamos por encima de todo principado,
autoridad, poder y señorío espiritual.
El diablo dejó de tener sobre nosotros, ahora somos nosotros los que tenemos
autoridad sobre él y sobre todos sus secuaces.
El poder que levantó a Cristo de los muertos reposa sobre la nueva
criatura, la cual ha sido sentada junto a Jesús en los
lugares celestiales. No necesitas sentirlo, no necesitas verlo, solamente debes
creerlo, “Cristo está a tu lado”.
Alabado sea el Señor¡
Antes, nuestra atmósfera
era terrenal, era una atmósfera de imposibilidades, de condenación, de
señalamiento y de frustración. Pero ahora nos desenvolvemos en una atmósfera celestial, donde todo es
posible y donde no hay ninguna
condenación (Romanos 8:1) sino
que todo es paz, justicia y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17).
Marcos 11:23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este
monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que
será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho
La nueva criatura se
encontrará gigantes y montes que le quieran impedir el paso a la tierra
prometida. Pero les dirá: “quítense”
y desaparecerán inmediatamente, es una promesa de Dios. No solamente hemos
recibido toda autoridad, sino que hemos recibido el poder sobrenatural de Dios para acabar con todo lo negativo que
se oponga a nuestro paso.
Juan 14:20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y
vosotros en mí, y yo en vosotros.
Jesús está en nosotros
en la persona del Espíritu Santo, por eso podemos hacer las obras que él hizo,
porque él está en nosotros.
2 Pedro 1:3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad
nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que
nos llamó por su gloria y excelencia,
Todo lo que pertenece a
la vida y la misericordia nos han sido dadas. El depósito ya fue hecho, lo que
resta es utilizarlo. Lo que tenemos que hacer
es conocer nuestra nueva
identidad, nuestro nuevo
potencial y nuestros
nuevos beneficios, como resultado de nuestra nueva naturaleza. El
cristiano está lleno de poder, es el recipiente de un tesoro que contiene todo
el poder divino (2 Corintios 4:7).
2 Pedro 1:4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas
promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza
divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia;
Dios ha cumplido su
promesa de hacernos participantes de su naturaleza divina. No sé si usted puede
comprender las dimensiones de esta promesa, pero es algo fabuloso e
indescriptible. Dentro del cristiano hay una naturaleza que lo identifica con
el Padre. Él nos ha dado su ADN y
nos ha engendrado como hijos. Si el Padre es del cielo, nosotros somos del
Cielo, si el Padre vive en las alturas, nosotros vivimos en las alturas. Dios
nos dio todo lo que tenía que darnos, si somos diligentes, llegaremos a lo más
alto y podremos experimentar lo que es realmente estar en Cristo.
Romanos 8:31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién
contra nosotros?
¿Podrá el diablo contra
nosotros? Claro que no, porque Dios está con nosotros. Estamos sentados en lugares
celestiales junto a Cristo y el diablo no puede acercarse.
Efesios 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad,
el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados
con el Espíritu Santo de la promesa, 1:14 que es las arras de nuestra herencia
hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Hemos sido sellados con
el Espíritu Santo, nuestra envoltura es la sangre de Cristo y esa envoltura
tiene un sello de propiedad que
dice; “esta es una criatura celestial que
me pertenece, no tocar. Firma: Dios”
Pero, el Espíritu Santo,
no solamente es el sello sino también las
arras. De acuerdo con el diccionario, el significado de arras es: “Cosa que se da como prenda o señal en algún
contrato”. Dios nos da el Espíritu Santo, como garantía de que cumplirá su pacto y que nuestra salvación es
segura y eterna.
Una vez que el sello se
imprime en nosotros, no importa lo que hagamos (excepto que dejemos de creer),
el sello permanece en nosotros. No fuimos sellados por un tiempo, sino hasta la redención de la posesión adquirida,
y nosotros somos la posesión
adquirida por Dios.
1 Corintios 15:51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos;
pero todos seremos transformados, 15:52 en un momento, en un abrir y cerrar de
ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán
resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 15:53 Porque es
necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista
de inmortalidad. 15:54 Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.
Este pasaje habla del
día de la redención de la posesión adquirida. Dios nos puso su sello, como una
garantía de que seremos redimidos ese día en nuestro cuerpo.
Efesios 1:16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de
vosotros en mis oraciones, 1:17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo,
el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el
conocimiento de él, 1:18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que
sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la
gloria de su herencia en los santos.
Debemos pedirle a
Dios sabiduría y revelación,
para poder comprender: 1) la esperanza a que hemos sido llamados
y 2) cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia.
La palabra griega
traducida “revelación” significa “correr el velo” para mostrarnos la
visión. El Espíritu Santo nos da primero sabiduría, o sea la capacidad de
entender. Una vez que estamos capacitados para entender, nos da la revelación.
Y nos revela, en primer lugar, la esperanza a que hemos sido llamados. Antes de
ser salvos, no teníamos esperanza. Pero, después de ser salvos, nuestra
situación cambió y somos llenos de esperanza.
Sin Cristo no hay
esperanza de gloria alguna, pero en Cristo tenemos
la esperanza de la gloria de Dios (Colosenses
1:27). Y hemos recibido una herencia,
esa herencia son las riquezas de la
gloria de Dios.
La gloria de Dios es
todo lo que Satanás nos arrebató y que Cristo recuperó para nosotros. Adán
disfrutaba de la gloria de Dios, pero por el pecado, él y todos sus
descendientes fuimos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23) que Cristo ha recuperado.
La gloria de Dios es luz, es vida, es poder, es sanidad, es amor, es justicia, es
santidad, es majestad, es esplendor, es magnificencia y además es la suplencia
de nuestras necesidades materiales.
Dios debe alumbrar
nuestros ojos espirituales, para que entendamos que nuestra gloria y nuestra
herencia, se inician aquí ahora y
continúan después de la muerte.
2 Corintios 8:9 Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que
vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.
Cristo se hizo pobre
(espiritualmente), renunció a su gloria, para que nosotros fuésemos bendecidos
con toda bendición espiritual, eso es ser rico. Usted puede tener todo el
dinero que quiera, pero no puede comprar la vida eterna ni la gloria de Dios.
S no estás en Cristo,
aunque tengas muchos bienes materiales, eres un desventurado, pobre, miserable, ciego y desnudo (Apocalipsis 3:17).
Mientras estemos en la
tierra, no todos seremos ricos materialmente, pero ninguno de nosotros tendrá carencia
alguna, pues Dios ha prometido encargarse de nuestras necesidades (Mateo 6:33).
1 Pedro 2:24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la
justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
Dios no prometió que no
nos enfermaríamos, pero sí prometió que seríamos sanados por la herida de
Cristo. Nos podemos enfermar, porque nuestros cuerpos todavía no han sido
redimidos, pero podemos reclamar la sanidad como un derecho adquirido por la
herida que sufrió Cristo. Además el Espíritu de Dios está en nosotros para que
pongamos las manos sobre otros enfermos y éstos sanen (Marcos 16:17)
1 Pedro 2:9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios,
Ponga atención a lo que eres,
alaba y grita a los cuatro vientos que usted es del linaje real, que usted es
un príncipe o una princesa de Dios.
Colosenses 1:13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas,
y trasladado al reino de su amado Hijo, 1:14en quien tenemos redención por su
sangre, el perdón de pecados.
El creyente no es de
este mundo, ha sido trasladado al reino de Dios. Dejó el barrio de las
limitaciones, de las enfermedades y de las imposibilidades para ir a vivir al
barrio de la sanidad, de lo ilimitado y de lo sobrenatural.
Éxodo 19:14 dice que Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto, como
en alas de águila. El pueblo de
Israel voló por encima de todos los que se oponían y por encima de todas las
circunstancias. Y así sigue siendo, las nuevas criaturas somos como las
águilas, que nos elevamos por encima de la tormenta para verla pasar.
El águila vive en las alturas y solamente come comida viva. El buitre come lo que
desechan los demás, come lo podrido, por eso se enferma y es fácil presa de
otros animales, porque no puede volar cuando está lleno.
1 Pedro 5:8-9 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo,
como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid
firmes en la fe.
Si nos encontramos en
lugares altos, el enemigo no podrá tocarnos. A este adversario, lo resistimos
en la fe, pues es la fe, la que nos mantiene en los lugares celestiales. Y la fe viene por el oír la palabra de Dios (Romanos 10:17); el creyente
no se alimenta por la boca, sino por el oído.
Mateo 4:4 Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el
hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
La nueva criatura es un
águila y el águila no come lo que dejan los demás. El águila se alimenta
únicamente de comida viva y la palabra de
Dios es esa comida viva y eficaz (Hebreos
4:12).
El buitre por su parte
se alimenta de los sobros de otros, de comida descompuesta. Por eso su vida
espiritual es un fracaso y vive enfermo y a punto de morir. La debilidad espiritual es el resultado de
una dieta pobre. Un cristiano débil no se reproduce porque no tiene
fuerzas. Tampoco puede discernir la verdad y mucho menos combatir al enemigo y
se transforma en un blanco fácil.
Mateo 6:19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 6:20 sino haceos tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan. 6:21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón.
El buitre hace su nido
en los árboles caídos o en la tierra. Pero Dios dice que no hagamos tesoros en
la tierra, sino en los lugares celestiales, como las águilas, donde el diablo
no nos pueda robar.
La cabeza del buitre no
tiene plumas, porque esto le permite meterla dentro de cuerpos mutilados y
sacar su alimento. Comen esa comida descompuesta y se intoxican, de tal manera
que cuando llega el enemigo no pueden volar.
Cuando el buitre está en
la iglesia, se siente espiritual y junto con los demás ora, canta, se goza, se
alimenta de la palabra de Dios y siente la presencia del Espíritu. Pero cuando está solo, lo que siente es la
enfermedad espiritual y ni siquiera puede orar.
Pero el águila se
alimenta en su intimidad (Mateo 6:6).
Hay cristianos que vienen a pedir que oremos por ellos para poder levantar
vuelo. Y se ora por ellos, pero salen y sacuden sus alas pero no se desprenden
del suelo porque están enfermos.
Lucas 6:45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno;
y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la
abundancia del corazón habla la boca.
Las personas confiesan
lo que tienen en su corazón, confiesan lo que han digerido por el oído. Los
buitres confiesan negatividad, fracaso, enfermedad, imposibilidades, desamor,
porque eso es lo que tienen en su corazón, porque ese ha sido su alimento. El
águila confiesa positividad, victoria, salud, posibilidades y amor.
Génesis 17:4-5 He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre
de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre
Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.
Dios hizo un pacto con
Abraham y lo primero que hizo fue cambiarle el nombre. “Abram” significa “padre de
una gran multitud”. Dios le cambió el nombre para que Abraham ya no
escuchara su nombre como una persona sin hijos, sino que en adelante se
llamaría “padre de multitudes”. A partir de ese momento Abraham confesaría lo que él sería cuando alguien le
preguntara su nombre. El diría “me llamo
padre de multitudes”, es lo que Dios
quería que confesara.
Génesis 32:27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió:
Jacob. 32:28 Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel;
porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Jacob significa “suplantador” y Jacob era un
suplantador. Pero Dios le cambió el nombre y ya no sería nunca más un
suplantador sino que sería “Israel”
que significa “el que reina con Dios”.
Una vez que Dios cambió el nombre a Jacob, éste confesaría que reinaba con
Dios, cuando alguien le preguntara su nombre. ¿Y qué somos nosotros?
Romanos 9:6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los
que descienden de Israel son israelitas, 9:7 ni por ser descendientes de
Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. 9:8 Esto
es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que
son hijos según la promesa son contados como descendientes.
Nosotros somos
israelitas, según la promesa y como tales debemos confesar que “reinamos con Dios”. Ya no somos
pecadores sino santos en Cristo Jesús. Ya no somos esclavos sino libres, ya no
somos pobres sino ricos, ya no somos personas comunes sino hijos del Rey de
Reyes y Señor de Señores y eso es lo que debemos confesar.
Apocalipsis 2:17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una
piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno
conoce sino aquel que lo recibe.
Desde el momento mismo
en que somos nuevas criaturas, Dios nos ha dado un nombre nuevo, como lo hizo con Abraham y con Jacob. No sabemos cuál
es ese nombre, lo sabremos cuando estemos en su presencia, lo que sabemos es
que el nuevo nombre nos identifica con la
naturaleza de la nueva criatura, nos identifica con la familia de Dios.
La razón es la causa de que fracasemos
y es lo que ocasiona que los planes de Dios se atrasen y pasemos por
situaciones que no debimos de pasar. La razón es esclava de los sentidos y la
persona que se deja dominar por ellos será víctima de las limitaciones. Además
se caracteriza por lograr algo a través del esfuerzo humano.
La fe se caracteriza por nuestra confianza en Dios, así que
el éxito no depende de nuestros logros personales sino de los logros de Dios en
nosotros.
Para que se produzca un milagro se necesitan dos elementos: 1) el
poder de Dios y 2) la fe de nosotros.
Cuando la fe de nosotros se combina con el poder de Dios, entonces suceden los
milagros.
Romanos 4:17-21 (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas
gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama
las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza,
para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu
descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya
como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.
Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció
en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso
para hacer todo lo que había prometido.
En este versículo se nos
dice, que Abraham creyó a Dios, quien da vida a los muertos y llama las cosas
que no son como si fuesen. Abraham no se debilito en la fe al ver la realidad.
Él no tomó en cuenta que su cuerpo estaba como muerto y que Sara era estéril, simplemente
le creyó a Dios, porque sabía que las
promesas de Dios son sí en él y en él amén (2 Corintios 1:20). Al igual que Abraham, lo que tenemos que hacer
es creer, haciendo la razón a un lado.
La Biblia no es un libro cualquiera, es un libro sobrenatural,
tiene un efecto transformador. Si lo lees, lo estudias y lo asimilas, tu fe se
verá acrecentada y se sucederán los milagros. Dios no sólo es capaz de obrar
milagros, sino que son necesarios para
que se haga realidad todo lo que tiene previsto para nosotros.
Los cristianos somos los
depositarios del poder divino y los receptores de toda bendición espiritual.
Ese poder divino con el que los primeros seguidores de Jesús «trastornaron el mundo entero» (Hechos 17:6). Aquellos humildes hombres
y mujeres, tenían tal confianza en que el poder sobrenatural de Dios estaba a
su disposición que se atrevieron a enfrentarse
al imperio Romano y lo sacudieron hasta sus mismos cimientos.
Si los milagros son
menos comunes hoy en día no es porque el poder o las promesas de Dios se hayan
desvirtuado, sino porque hay menos personas que creen en ellos.
2 Crónicas 16:9 Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra,
para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él.
Un corazón perfecto para
Dios es un corazón que confía en Dios y lo obedece (Hechos 13:22). Dios quiere que se hagan milagros, pero no depende
de él, sino de nuestra fe y de nuestra disposición a hacer lo que Dios quiere.
Gálatas 5:6 porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.
Si no tienes amor en tu
corazón, no habrá ningún milagro en tu vida. La fe obra por el amor, necesitas
el amor para activar el milagro. Todos tenemos el poder y todos tenemos el
amor, porque la palabra de Dios dice que el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones (Romanos 5:5). Lo
que sucede, es que no todos hemos desarrollado la fe que se necesita y no todos
hemos desarrollado ese
amor que ha
sido
puesto en nuestros
corazones. Debe ser un amor que sufra,
que soporte, que perdone, que todo lo crea, que no busque lo suyo (1 Corintios 13: 4-8), en otras
palabras, un amor incondicional, que
no se limite a nuestros parientes y personas queridas, sino que llegue incluso
a nuestros enemigos. Para que se hagan los milagros, debemos pagar un precio: el precio del amor. La falta de amor,
es un impedimento para los milagros.
Si tienes amor y tienes
fe, entonces debes activar tu milagro, creyendo que Dios cumple sus promesas,
ignorando las circunstancias y dejando que la fe esté por encima de la razón.
¿Quieres un milagro? Entonces cierra tus ojos y visualiza el milagro.
Si lo puedes visualizar, es porque Dios te lo está concediendo, entonces actúa y confiésalo.
Recuerda siempre, que el amor, el poder y las promesas del Señor permanecen
inalterables y que Jesucristo es el mismo
ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos
13:8) y él está en ti. Amén.
Ya los sabes, estás
destinado para las alturas y tienes una obligación que cumplir: deshacer las obras del diablo. No seas
negligente, esfuérzate y se valiente,
que Dios está contigo, tal y como lo estuvo con Josué.
Camina hacia la tierra
prometida, recuerda que el poder que levanto a Cristo de los muertos está en ti,
tú eres una criatura sobrenatural. Que no se te olvide que tu vida ya no es tu
vida, que fuiste comprado por precio, para que vivas para Cristo. Si eres diligente, Dios te estará esperando
para darte tu corona.
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