jueves, 8 de diciembre de 2016

EL ALTAR Y LA TIENDA

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Los creyentes somos prontos a olvidar lo que Dios ha hecho por nosotros. Ese olvido hace que nuestra fe disminuya o se estanque. Somos muy buenos para recordar las cosas malas pero muy malos para recordar las cosas buenas.
En la Biblia vemos que los grandes hombres de Dios edificaban altares y esos altares quedaban allí como un recordatorio de la manifestación divina.

1 Samuel 17:54 7:54 Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda.

Cuando David mató a Goliat, llevó la cabeza de Goliat a Jerusalén para que todos la vieran y supieran que el peligro había pasado, pero se guardó las armas en su tienda. Es posible que las guardara para recordar ese momento tan importante en su vida, en que Dios le dio la victoria sobre el gigante.
Y es que la vida de todos los creyentes gira en torno a un altar y una tienda. El altar se refiere a la relación con Dios, y la tienda a la relación con las cosas de este mundo.
Hay personas que coleccionan tarjetas y fotos, y cada de esas tarjetas y fotos les recuerda un momento muy importante de su vidas. Yo colecciono canciones, porque muchas de ellas me recuerdan algún suceso importante en mi vida o hablan de algo que yo siento o he sentido en mi corazón.
La canción “To sir with love”, de Lulú, me recuerda el día de mi graduación como bachiller. Algunas canciones de los Beatles me recuerdan el último año del colegio. La canción “Venusde Shocking Blue me recuerda el día que conocí a mi primera esposa. “Bailando” de Jerry Rivera me recuerda el día que conocí a uno de mis grandes amores.  Esas canciones son como altares plantados en mi mente.
Mi padre tenía unas imágenes de Jesús y  me decía que eran como fotos, que las tenía colgando para recordar que había un Salvador y un Dios todopoderoso que nos observaba. Lo cierto es que  no tiene nada de malo en tener esas imágenes, pueden ser muy importantes en ese sentido, lo malo es inclinarse ante ellas y rendirles honra como si fueran dioses, porque son solo eso: imágenes.

Génesis 12:7 Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó un altar allí a Jehová, quien le había aparecido. 12:8 Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. 12:9 Y Abram partió de allí, caminando y yendo hacia el Neguev.

Aquí vemos como Dios se le apareció a  Abraham en Bet-el y éste edificó un altar allí a Dios. El altar es un símbolo de consagración a Dios y además un recordatorio de su presencia.

Génesis 13:3 Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, 13:4 al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová.

Cada vez que Abraham transitaba por ese lugar, veía el altar y se acordaba de las promesas que Dios le hizo en ese lugar. Deberíamos tener altares de todas las manifestaciones de Dios en nuestras vidas para su recordación.
Por ejemplo, el día más importante de nuestras vidas es el día de nuestro bautismo porque ese día nos convertimos en hijos de Dios y recibimos la promesa de la vida eterna. Sin embargo, muy pocas personas se acuerdan de esa fecha, no tienen un recuerdo de ese día, ni siquiera tienen un certificado de bautismo que les recuerde que ese día nacieron de nuevo.
Muchos cristianos cuelgan en sus oficinas los títulos académicos, pero no cuelgan su certificado de bautismo ¿Qué es más importante? Los títulos nos recuerda lo que somos en la carne, pero el certificado de bautismo nos recuerda lo que somos en Cristo Jesús.
Cuando nos bautizamos hay fiesta en el cielo, y nosotros los creyentes deberíamos hacer fiesta en la tierra, celebrar por todo lo alto,  que todos se enteren de lo que estamos celebrando, tal y como hacen los católicos. Pero no, por la hipocresía religiosa que hay dentro de la bancada evangélica y la debilidad en la fe de muchos de sus miembros, los cristianos mantienen ese suceso en silencio y en intimidad.
Cuando nos bautizamos deberíamos hacer una fiesta y cada año hacer fiesta por ese recordatorio. Recordamos con fiesta nuestro nacimiento en Adán pero no recordamos de ninguna manera nuestro nacimiento en Cristo.
Además, cuando nos bautizamos, todos los miembros de la congregación deberían estar presentes y tomarse selfies para memorial de algo tan importante. Sin embargo, la mayoría de los miembros de la congregación ignoran algo tan importante y son muy pocos los que acompañan al que se bautiza ¿No tienen conciencia de lo que está sucediendo?
Un cambio relativo en nuestras vidas no vendrá cuando obtengamos un título académico o cuando ganemos una competencia, pero un cambio verdadero e importante vendrá cuando tengamos un encuentro con El Señor. En ese momento se producirá un cambio radical en nuestras vidas. Ya no podremos hacer lo que antes hacíamos, porque el Espíritu Santo revertirá las cosas y hará que podamos negarnos a nosotros mismos. Él hará que andemos en los estatutos de Dios y guardemos sus preceptos y los pongamos por obra (Ezequiel 36:27).
La manifestación de Dios trae consigo un poder inagotable que afecta radicalmente el rumbo de nuestra vida.
Cuando Dios se apareció a Abraham, le dijo: “A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 15:18). Al igual que Abraham, la aparición de Dios nos introduce en una nueva heredad, la presencia del Espíritu Santo son las arras (2 Corintios 1:22) que nos garantizan la herencia que un día poseeremos en toda su plenitud.  Cuando el plan de Dios se haya cumplido, seremos introducidos plenamente en nuestra heredad.
Dios apareció a Abraham, y éste edificó un altar. Los altares son para sacrificios, lo que significa que Abraham le estaba  creyendo a Dios y estaba dispuesto a poner su vida en ese altar para él. Y ese altar era además un recordatorio de ese momento tan importante.

Romanos 12:1 Os exhorto por las compasiones de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio racional.

La palabra de Dios nos exhorta a ir al altar a presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, lo que significa que al igual que  Abraham le entregamos el control de nuestra vida al Señor. Es lo que se conoce como consagración. Le damos a  Dios nuestra vida y Dios nos introducirá en su gloria.
Dios quiere que le ofrezcamos todo, él no quiere nada a  medias. El quiere nuestra consagración total. ¿Con qué propósito se ponía el sacrificio sobre el altar? Para que fuese completamente consumido.
Muchos piensan que nos ofrecemos a Dios con miras a hacer algo para él, pero lo que él requiere de nosotros es que seamos consumidos.
Dios no desea nuestro trabajo, sino a nosotros. El desea que nos ofrezcamos a él y seamos consumidos en sacrificio vivo. El altar no representa actividades humanas para Dios, sino una vida de entrega a Dios. El altar hace alusión a una vida totalmente entregada a Dios. A diferencia de los sacrificios del Antiguo Testamento, que eran consumidos por completo en una sola ocasión, el sacrificio del Nuevo Testamento, según se describe en Romanos 12, consiste en presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo día a día.
Diariamente somos consumidos en el altar; aún así, diariamente vivimos; y aunque siempre vivimos, somos constantemente consumidos. Este es el sacrificio del Nuevo Testamento.
Dios apareció a Abraham, y éste se ofreció a Dios. Una vez que el hombre ve a Dios, se ofrece incondicionalmente a él. Es imposible que un hombre vea a Dios y permanezca pasivo.
Las personas que no se consagran en el altar es porque no han experimentado la presencia de Dios, porque en cuanto probamos de Su gracia, como resultado edificamos un altar. Cuando el hombre ve la misericordia de Dios, llega a ser un sacrificio vivo.
Aquellos a quienes Dios se manifiesta no pueden hacer otra cosa que vivir para él y consagrarse espontáneamente.
Cuando Dios se revela  a una persona, ésta empieza a vivir para El. Esto le sucedió a Abraham, y también a todos los que han tenido un encuentro con Dios en los más de dos mil años de historia de la iglesia.

Génesis 12:8 Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda.

Desde el momento en que Dios se reveló a Abraham, éste edificó un altar e inició una vida en Bet-el, nombre que significa la casa de Dios. Y a partir de ese momento vivió en una tienda.
¿Qué es una tienda? Es una vivienda portátil que no necesita cimientos. El altar denota nuestra entrega a Dios y la tienda hace alusión a las cosas materiales.
En el altar Abraham lo ofreció todo a Dios, todo lo que tenemos debe ser puesto sobre el altar.  ¿Fue acaso despojado en ese momento de todo lo que tenía? ¡No! Abraham seguía poseyendo bienes, pero moraba en una tienda, lo que significa que lo que Dios le dejó no le pertenecía a él sino a Dios, y esas cosas no tenían arraigo.
Lo que no fue consumido en el altar podía ser guardado en la tienda. Dios nos deja algunas de las cosas que ofrecemos en el altar, para nuestro propio uso. Estas sólo pueden ser guardadas en la tienda.

Efesios 5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 5:32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.

Pablo compara el matrimonio con la unión nuestra con Cristo. Cuando nos convertimos en hijos de Dios, somos una sola carne con Cristo, él es la cabeza y nosotros somos el cuerpo. Cuando una persona se casa, lo suyo dejó de ser suyo y pasar a ser compartido con su pareja, lo mismo hace la esposa.
Cuando nos unimos a  Cristo, estamos renunciando a nuestra vida y a nuestros bienes materiales,  eso es lo que simboliza el altar. En ese momento, todo lo que poseemos deja de ser nuestro y pasa a ser de Cristo, pero él nos deja esas posesiones en administración para que las usemos para la obra de Dios, eso es lo que simboliza la tienda, un desapego de lo que Dios no da.
La vida de Abraham se basaba en el altar y la tienda. Llegó el día cuando Dios le pidió a su hijo y  Abraham obedeció y llevó a su hijo al altar, pero Dios no lo consumió.
Muchas cosas que son puestas en el altar, como Isaac, sin embargo  Dios las devuelve al oferente, y aunque son confiadas en sus manos, no se pueden considerar posesión personal; sólo pueden ser guardadas en administración, eso es la tienda.
Recordemos que tenemos dos vidas, vivimos delante del Señor y vivimos en el mundo. En nuestra vida delante de Dios todo debe ser puesto sobre el altar, pero para nuestra vida en el mundo, necesitamos algunas cosas materiales, pues mientras vivamos en el mundo, necesitamos ropa, comida y albergue, esa es la tienda.
Tenemos que consagrar todo lo nuestro a Dios y vivir exclusivamente para él; pero si él dice que podemos conservar cierto artículo, entonces podemos hacerlo.
De todos modos debemos aplicar el principio de la tienda a todas las cosas físicas que Dios nos permita conservar, porque nos han sido devueltas para ser usadas sabiamente, podemos usarlas, pero no debemos dejar que ellas nos afecten. Debemos entender que pueden ser dadas y pueden ser quitadas. En esto consiste la vida de la tienda.
Las personas que no ofrendan, por ejemplo, se están quedando con objetos de la tienda que le pertenecen al Señor, deben poner esas ofrendas en el altar.
No nos debe importar lo que haga el pastor con ese dinero, él también tiene que dar cuenta a Dios, nuestra obligación es poner la ofrenda sobre el altar y punto.
No debemos atrevernos a dejarnos nada porque nada nos pertenece, todo ha sido puesto sobre el altar, lo que implica una renuncia y entrega de  todo al Señor.

Génesis 12:8: Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová.

Abraham edificó un segundo altar. El altar condujo a la tienda, y después la tienda condujo de nuevo al altar.
Nada material puede afectar nuestro corazón ni nuestra conciencia,  debemos poder decirle confiadamente: “No he conservado nada para mí, pues todo te lo he dado a Ti”. De esta forma, la tienda nos lleva de regreso al altar.
Si nuestras posesiones han echado raíces, si no podemos soltarlas, quedamos atados por estas cosas y nunca podremos erigir un segundo altar.
Cuando nos ofrecemos en el altar y consagramos nuestro todo a Dios, él deja ciertas cosas en nuestras manos; pero no son nuestras, solamente somos administradores de la tienda.  
Solamente podemos conservar los que Dios nos permita, no podemos reservar nada para nosotros, todo debe ser ofrecido diariamente en el altar y Dios nos dirá que conservamos en la tienda.
Si Dios dice: “Tú no necesitas esto”, debemos abandonar aquel objeto inmediatamente. Si nos aferramos a él y decimos: “Esto es mío”, entonces en nuestro corazón habremos abandonado el altar y la consagración y no podremos regresar al altar para decirle a Dios que vivimos para él.
Dios exige que todo lo que tenemos sea puesto sobre el altar y que guardemos en la tienda solamente lo que él nos haya dejado conservar para nuestro uso.
Lo más hermoso que podemos experimentar es morar siempre en la tienda y construir un segundo altar. Es fácil emocionarnos, tener celo y consagrarnos, pero es posible que en tres o cinco años hayamos acumulado muchas cosas del mundo y no podamos volver al altar.
El problema no son las posesiones sino nuestra consagración. Abraham tuvo sus fracasos y en su historia hubo momentos en los que abandonó el altar y la tienda, como cuando descendió a Egipto. Pero hubo una restauración. ¿Cómo sucedió esta restauración?

Génesis 13:3-4 Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abraham el nombre de Jehová.

La restauración consiste en regresar al altar y a la tienda. ¿Ha fracasado usted? ¿Ha tropezado o traicionado la causa? ¿Ha descendido a Egipto y ahora tiene sus propias exigencias, intereses y aspiraciones? Si usted anhela ser restaurado, debe regresar al altar y la tienda.
La Palabra de Dios nos muestra que Abraham fue restaurado cuando regresó: “Hasta el lugar donde había estado antes su tienda,  al lugar del altar que había hecho allí antes”.
Ser restaurado implica regresar a la tienda y al altar. ¿Qué le sucedió a Abraham después de ser restaurado?

Génesis 13:18 Abraham, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.

Luego de ser restaurado, Abraham habitó en Hebrón, palabra que significa comunión con Dios.  Abraham habitó en Hebrón y edificó otro altar a Dios.
Si queremos mantenernos en comunión con Dios, jamás podemos abandonar el altar ni podemos dejarnos nada de la tienda. Que Dios nos conceda Su gracia y nos haga ver la importancia de la consagración para que podamos vivir una vida que gire en torno al altar y a la tienda.

Y no nos olvidemos de tener un altar, un recordatorio de todos esos momentos importantes de nuestra vida cristiana, enmarca tu certificado de bautismo y cuélgalo con fotos que te recuerden que vives una vida entre el altar y la tienda. Nunca pierdas la perspectiva!

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