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En la mayoría de las iglesias evangélicas no han
entendido lo que es el “nuevo nacimiento”,
tampoco lo que” es “la nueva vida en
Cristo”, confunden “la gracia con la
esclavitud, y el “andar en el
Espíritu” con ser “santulones”.
Los cultos no son de enseñanza sino de
motivación, en ellos, las “promesas de prosperidad” opacan el
verdadero sentido del evangelio que es la salvación de los hombres (1 Timoteo 2:3-4).
El apóstol Pablo dijo “llorando” que “hay enemigos de la cruz de Cristo, el
fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su
vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:18-19).
Esos enemigos de la cruz siguen ocupando los
púlpitos, en donde solamente hablan de
cosas terrenales, su verborrea es: “Si
quieres comprar casa, entonces pacta una suma mensual con Dios, si estás
enfermo pacta con Dios, si quieres que tu hijo salga de las drogas pacta con
Dios…”, como si la gracia se pudiera comprar o negociar.
Y mejor no hablaran de cosas espirituales,
porque cuando lo hacen muestran una total ignorancia de la palabra de Dios.
Ellos mandan a los fieles a “santificarse”, como si pudieran
hacerlo, ignorando que “somos santificados, justificados, redimidos
y hechos sabios en Cristo” (1 Corintios 1:30) y no en nosotros
mismos.
También enseñan que los creyentes no mienten, no
se enojan, no desean la mujer ajena, no dicen malas palabras ni participan de
fiestas ni celebraciones,
es decir, como si no fueran humanos.
“Extrañamente”, la Biblia no presenta
a los grandes hombres de Dios como
inmaculados sino tal y como son, con sus pecados y defectos.
Leemos de un Abraham mentiroso, de un Jacob
tramposo, de un Moisés de mal
carácter, de un Pablo que tenía “debilidades”
en su carne, de un David adúltero,
asesino y bailarín exhibicionista, de
un Pedro traidor, que negó a Jesús tres veces. Y con más detalles nos
habla de Elías, un gran hombre de
Dios sujeto a pasiones como las
nuestras (Santiago 5:17).
Y es que la palabra
de Dios dice que “El que diga que no peca es un mentiroso” (1 Juan 1:8), pero gracias
a Dios
“somos justificados por la fe de Cristo y no por nuestro comportamiento ni
por el cumplimiento de la ley” (Gálatas
2:16).
Es mi obligación defender el evangelio de Cristo, y para ello hago mías las palabras
del apóstol Pablo: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de
agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo
de Cristo” (Gálatas 1:10). “A mí no me es molesto escribirles las mismas
cosas, y para ustedes es seguro” (Filipenses
3:1).
Empecemos por el nuevo nacimiento. Jesús le dijo a Nicodemo que nadie vería el reino de Dios, al menos que tuviese un nuevo nacimiento (Juan 3:3).
Los enemigos de la cruz enseñan que tenemos un nuevo nacimiento “al creer y confesar a Cristo (Romanos 10:9)”. Y si bien es cierto que tenemos que creer y confesar a Cristo,
también es cierto que no tenemos ningún nuevo nacimiento al hacerlo
Jesús dejo claro que el nuevo nacimiento se da a
través
del agua y del Espíritu, él dijo
que
lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu,
espíritu es (Juan 3:5-6) ¿Qué
es lo que eso significa? Que todos los
seres humanos somos engendrados por una madre terrenal y emergemos de su vientre
carnal. Pero para poder ver el reino de Dios tenemos que ser engendrados por el Espíritu Santo y no
emerger de ningún vientre sino del agua.
Los enemigos de la cruz enseñan que el agua simboliza la palabra de Dios porque la palabra de Dios es como agua que nos santifica (Efesios 5:26, Juan 17:17). Pero Jesús
no estaba hablando de ninguna simbología, Jesús estaba hablando de agua real, estaba hablando del agua
del bautismo ¿Cómo lo sabemos? Porque el apóstol Pablo así lo aclara:
Romanos
6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Pablo dice que en el bautismo somos sepultados
con Cristo, para poder andar en vida
nueva y esa vida nueva es el nuevo nacimiento.
Romanos 6:5
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la de su resurrección; 6:6 sabiendo esto, que nuestro
viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado
sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Pablo dice que en el bautismo somos sepultados en la semejanza de la muerte de Cristo.
El bautismo significa “sepultura”. No puede
haber nuevo nacimiento sin ser sepultados primero. Al ingresar a las aguas
del bautismo el viejo hombre es
sepultado ¿Quién es el viejo hombre? El nacido de la madre terrenal. El viejo
hombre es sepultado y una nueva criatura
emerge en su lugar (2 Corintios 5:17), las cosas viejas pasaron y todas son
hechas nuevas. Esa nueva criatura no es hija de ningún hombre porque
ningún hombre la engendra, esa nueva criatura es hija de Dios porque es
engendrada por el Espíritu santo, ese es el nuevo nacimiento.
Sin
bautismo
no hay muerte para el viejo hombre ni vida para la nueva criatura, es decir, no hay nuevo nacimiento.
El apóstol Pedro predicó por primera vez, acusó
a los judíos de matar al Mesías, ellos creyeron en Jesús pero no tuvieron un
nuevo nacimiento, y compungidos preguntaron a Pedro lo que debían hacer. Pedro
les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de
Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”
(Hechos 2:38).
Si quieren ser salvos deben arrepentirse de
matar al Mesías y bautizarse para el perdón de sus pecados, les dijo Pedro. Sin
bautismo no hay perdón de pecados y sin perdón de pecados no hay nuevo
nacimiento.
Porque el
que ha muerto, ha sido justificado del pecado (Romanos 6:7), dijo Pablo ¿Cómo se
muere? En el bautismo; de tal manera
que el que no ha muerto en el bautismo, por más que crea y confiese a Cristo,
sigue sin ser perdonado y sin tener un nuevo nacimiento.
En el libro de los Hechos se mencionan 9
conversiones y en todas ella se ordena a los creyentes que se bauticen
inmediatamente. No se les dice que lleven un curso sobre el bautismo o que esperen unos meses sino que se
bauticen inmediatamente.
El caso más claro lo encontramos en Hechos 8:26 al 39. Allí se narra que un
etíope eunuco venía leyendo a Isaías 55,
pero no entendía de quien hablaba. Felipe le explica que está hablando de
Jesús, el cual fue crucificado por nuestros pecados y le predica el evangelio.
Al pasar cerca de un río el etíope le dijo a Felipe: “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo
sea bautizado?” (Hechos 8:36).
Felipe le contestó: “Si crees de todo corazón, bien puedes. Y
respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el
carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó (Hechos 8:37 y 38).
¿Por qué el eunuco preguntó si podía ser
bautizado? Porque Felipe le había explicado claramente que para nacer de nuevo
necesitaba ser bautizado. Pero antes de bautizarlo, Felipe le pregunto si creía
en el Señor de todo corazón. El eunuco creyó de todo corazón y confesó que
Jesús era el hijo de Dios, tal y como lo demanda Romanos 10:9, entonces Felipe lo bautizó. Como vemos, para tener un nuevo nacimiento, primero debemos creer
y confesar a Cristo, ese es un requisito previo, pero se necesita el bautismo
para completar la salvación. Sin bautismo no hay perdón de pecados, no hay
salvación ni nuevo nacimiento.
¿Pero,
acaso el ladrón que creyó en la cruz fue bautizado? No fue bautizado porque
no lo necesitaba. El bautismo es para los del Nuevo Pacto, el cual dio inicio con la resurrección de Jesús. Lo
que el ladrón necesitaba era estar circuncidado a los 8 días de nacido, esa era
la exigencia del Viejo Pacto (Génesis
17:12) y siendo judío, es un hecho que estaba circuncidado.
Colosenses
2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al
echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;
2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados
con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 2:13
Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra
carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados,
Los judíos del Viejo Pacto se circuncidaban,
nosotros, los del Nuevo Pacto nos bautizamos. El bautismo es una circuncisión espiritual, mediante la cual nos
deshacemos de la naturaleza pecaminosa, es decir, de la naturaleza del viejo
hombre.
Marcos
16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será
condenado.
Estas fueron las últimas palabras de Jesús antes
de ascender a los cielos. Él dijo que el que no creyere está condenado, pero el
que creyere debe ser bautizado para ser salvo.
“Entonces
soy salvo porque fui bautizado de niño”, dirá un católico. Siento decirle
que no, porque primero debió creer y cuando lo bautizaron no creía en nada.
Al nacer de nuevo, entonces iniciamos una nueva
vida en Cristo, lea bien, es una nueva vida “en Cristo”. La palabra de Dios habla de dos hombres, el primero de
ellos es Adán y el segundo es Cristo (1
Corintios 15:45-47).
Todos los seres humanos estamos en Adán, es
decir, somos una carne con él. Aunque no peques, eres pecador porque estás en
Adán y eres todo lo que es Adán. Debes sepultar al nacido en Adán y tener un
nuevo nacimiento en Cristo para que seas de su linaje. Cuando eso sucede,
entonces eres una sola carne con Cristo
(Efesios 5:32) y aunque peques no
eres pecador porque eres todo lo que es Cristo. O eres una sola carne con Adán, o eres una
sola carne con Cristo. No hay término medio.
1
Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho
por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
En Cristo eres sabio, justo, santo y redimido,
no es algo que te ganaste, es algo que obtienes por gracia, a través de la fe,
en el nuevo nacimiento, no por obras o merecimientos para que no te gloríes (Efesios 2:8-9)
Gálatas 2:20
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en
mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual
me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Este pasaje describe lo que es andar en nueva vida. Esa nueva vida no la vives tú, porque tú fuiste sepultado en
el bautismo, es Cristo el que la vive por ti. Es Cristo el que vence el pecado y la tentación por ti. Lo que tú necesitas
es vivir por fe, confiando que Cristo lo
hará por ti, eso es lo que se llama andar
conforme al Espíritu..
Romanos 8:1
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
O estamos en Cristo o estamos en Adán, si
estamos en Cristo, andamos conforme al Espíritu, libres de toda condenación
(Romanos 8:1). Pero, si estamos
en Adán, andamos conforme a la carne y cargando con todo el peso de nuestros
pecados. Es un asunto de posición,
no es un asunto de comportamiento. Yo diría que andar conforme al Espíritu es andar en gracia y andar conforme a la
carne es andar en desgracia (sin
gracia).
Los enemigos
de la cruz enseñan que debemos intentar vencer el pecado y la tentación por
nuestras fuerzas, que debemos abstenernos de esto y aquello para cumplirla ley
de Dios y ser justificados ¿Pero que
dice la palabra de Dios?
Gálatas 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la
justicia, entonces por demás murió Cristo.
La palabra de Dios dice que si tratamos de ser
justificados a través de nuestro comportamiento o el cumplimiento de la ley, es
porque creemos que el sacrificio de Cristo no fue suficiente. Con ello estaríamos
desechando la gracia de Dios (el
regalo de la salvación), y al hacer eso, en lugar se ser salvos, caemos de la
gracia (Gálatas 5:4), que es lo que
quiere Satanás.
Por culpa
de las enseñanzas de los enemigos de la cruz es que los creyentes, como una
estrategia de defensa, proyectan una falsa imagen de su realidad
con la esperanza de ser aceptados dentro de la comunidad religiosa.
Pero, en su interior se sienten indignos porque
no alcanzan el status de “santos” que
se les exige para servirle a Dios. Muchos se alejan de las iglesias y
otros que observan a la distancia, ni
siquiera intentan acercarse. No han entendido que no hay ninguna condenación
para los que están en Cristo y que aunque estemos en Cristo, seguimos siendo
seres humanos que pecamos y cometemos errores.
Santiago 5:17 Elías era hombre sujeto a
pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese,
y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 5:18 Y otra vez oró, y
el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
La escritura nos dice que Elías era un hombre
sujeto a pasiones semejantes a las nuestras. Podríamos decir en términos latinos,
que “un hombre sujeto a pasiones” es un ser humano que se ríe,
que se divierte, que se enoja, que se alegra, que se
deprime, que es vulnerable y pecador.
Si la Biblia hablase de nosotros, nos mostraría tal
cual somos. Esto es así porque Dios quiere usar personas reales, no versiones
editadas y él ama a las personas tales y como son.
1 Corintios 1:25 Porque lo insensato de
Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los
hombres. 1:26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios
según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 1:27 sino que lo necio
del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo
escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 1:28 y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 1:29 a fin
de que nadie se jacte en su presencia.
Dios no escoge personas perfectas, Dios no
escoge personas que no pecan. Dios no escoge personas que viven en grandes
mansiones y usan vestidos tejidos en oro. Dios no escoge sabios según la carne. Ninguno
de los apóstoles reunían esos requisitos Esto es así, porque Dios no
quiere que nadie se jacte en su presencia.
Dios quiere personas que reconozcan su
debilidad humana y que anden
conforme al Espíritu, es decir, que dependan de él en su lucha
contra la tentación, el pecado y la subsistencia.
Dios tampoco quiere personas que aparenten lo
que no son, Él no quiere sepulcros blanqueados, no está interesado en gigantes espirituales que se gloríen sino en pobres espirituales que le
den la gloria a Dios, por eso es que la salvación es por gracia, para
que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
Mateo 5:3 Bienaventurados los pobres en
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
El reino de Dios y la verdadera iglesia de
Cristo, no la componen hombres inmaculados sino pobres en espíritu que reconocen su debilidad humana. Pero,
son hombres que tienen un corazón
dispuesto para Dios y eso es lo único
que Dios ve.
Hechos
13:22 Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también
testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi
corazón, quien hará todo lo que yo quiero.
David era un pecador, una persona llena de
pasiones, y con todo ello Dios lo amaba, porque tenía un corazón dispuesto para
él. Dios no busca personas inmaculadas, él busca personas con un corazón
dispuesto para servirle.
El profeta Elías enfrentó a los 400
profetas de Acab, confiado que Dios le daba la victoria, pero luego vino la
reina Jezabel y lo amenazó de muerte, y Elías se olvidó que tenía un Dios
todopoderoso y huyó a esconderse. Pasó de
la victoria a la derrota, de la euforia a la depresión (1 de Reyes capítulos 18 y 19).
Elías huyó
sin dar espacio a la fe, era un ser humano como
usted y yo, se dejó llevar por el temor y le pidió a Dios que le
quitase la vida antes de caer en manos de Jezabel.
Todos somos como Elías. En la primera carta a Timoteo 1:15, el apóstol Pablo confiesa
ser “el
primero de los pecadores”. En Romanos 7, versos 15 en adelante dice
que no hace el bien que quiere hacer sino el mal y se siente un
miserable que le falla a Dios. No hay
creyentes inmaculados ¿Y que tiene Dios que decir?
La respuesta de Dios es que no hay ninguna condenación para los
que están en Cristo, porque Jesús anuló en la cruz las acusaciones que había en
nuestra contra (Colosenses 2:14). Deja ya
de acusarte que Dios no te acusa, sino
que te justifica (Romanos 8:33)
en Cristo.
Anda conforme
al Espíritu, en otras palabras vive
por gracia, vive de regalado, no
trates de obtener lo que Dios ya te dio en Cristo Jesús.
Cuando Satanás te agobie con sus acusaciones, no
debes contestarle con tu comportamiento, sino con la sangre de Jesús, porque
la sangre de Jesús te limpia de todo pecado (1 Juan 1:7) pasado,
presente y futuro.
Cuando los enemigos de la cruz te señalen, no
contestes con tu comportamiento, hazlo con la sangre de Jesús. Y diles: “el que está libre de pecado que lance la
primera piedra”.
Gálatas 3:27 porque todos los que habéis
sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
Dios no ve nuestra vestimenta pecaminosa, porque
esa vestimenta fue sustituida en el bautismo por la vestimenta de Cristo, Dios nos
ve cubiertos con la santidad de Cristo.
El pecado es un asunto del viejo hombre, no es un asunto de la
nueva criatura; entiende de una vez por todas que la nueva criatura no
tiene pecado.
1 Reyes 19:3 Viendo, pues,
el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que
está en Judá, y dejó allí a su criado. 19:4 Y él se fue por el desierto un día
de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo:
Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.
Elías se llenó de temor, no dijo. “así como
me sacaste en otra ocasión confío en que me saques ahora”. Olvidó lo que
Dios había hecho, el temor le causó amnesia espiritual.
Cuántas veces, al igual que Elías nos
acobardamos ante ciertas circunstancias y olvidamos que tenemos un Dios que
todo lo puede. Nos metemos en la cueva y buscamos la soledad como compañía. No
te avergüences, si le pasó a Elías, te puede pasar a ti.
Elías no tuvo el valor de quedarse a enfrentar a
la reina, se encerró en una cueva y se comparó con sus padres. El creyó que los
había superado, pero en la cueva se dio cuenta que era igual a los demás, que
era humano. Esa era una razón para estar deprimido, era una razón para
que su fe decayera.
1 Reyes 19:5 Y echándose debajo del
enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo:
Levántate, come. 19:6 Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta
cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a
dormirse. 19:7 Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó,
diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 19:8 Se levantó,
pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y
cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.
Pero si tú te olvidas de tu Dios, Dios no se
olvida de ti. A Dios no le importa la humanidad que envolvía a Elías ni la que
te envuelve a ti ni a mí. Dios le envió un ángel para que lo alimentara y lo
animara. Lo hizo con Elías y lo hará contigo. Para Dios no hay
acepción de personas (Efesios 6:9).
1 Reyes 19:11 El le dijo: Sal fuera, y
ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y
poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová;
pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová
no estaba en el terremoto. 19:12 Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no
estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Dios le dijo que saliera y se pusiera en
su presencia. No era para castigarlo, no era para regañarlo, era para fortalecerlo.
Cuando le fallamos a Dios, solemos escondernos
de su presencia, solemos buscar una cueva, pero eso no es lo que Dios espera de
nosotros. Lo que él espera es vayamos a su presencia para fortalecernos y
darnos auxilio.
Dice la escritura que sopló un fuerte viento,
seguidamente vino un terremoto y luego cayó fuego, pero el Señor le dijo a
Elías que él no estaba ni en viento, ni en el fuego ni en el terremoto, y
esto es muy importante. Elías identificaba a Dios con el fuego consumidor, tal y como lo
hacen los enemigos de la cruz, pero ahora Dios le dice que no lo
identifique siempre con el fuego o con lo que produce destrucción, porque eso
es solamente para los que lo rechazan.
De pronto se oye un silbido apacible y
delicado y entonces Elías identifica
a Dios en ese sonido y sale afuera. Ese susurro no es un fuego consumidor,
es un llamado a la redención, al perdón y al amor. Es como el
silbido que usamos para llamar a nuestra mascota para darle amor.
Cuando Elías salió de la cueva, salió con una
nueva percepción de Dios. Ya no veía a Dios como el Dios terrible sino como el Dios
apacible y amoroso que estaba allí para levantarlo, para
decirle: estoy contigo no ha pasado nada.
Dios le dijo a Elías que volviera por su
camino, que su trabajo no había terminado (1 Reyes 19:15-18). A pesar de su depresión, a pesar de su miedo, a
pesar de su humanidad, Dios sigue contando con Elías y esto es lo
que hace con nosotros. A pesar de nuestro pecado, a pesar de
nuestros temores, Dios siempre contará con nosotros.
Hebreos 10:22 acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala
conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Dios quiere que te acerques a él con corazón
sincero, lleno de fe, y purificado de mala
conciencia, es decir, libre de toda culpa.
Las iglesias evangélicas deberían ser lugares donde
las personas puedan compartir defectos, fracasos y adicciones sin caretas y sin
fingimiento, y sin temor a ser señalados por sus debilidades, pero los enemigos
de la cruz son un impedimento para ello.
Si Dios no te señala, si Dios no te acusa ¿Por qué lo va a hacer el
pastor o un miembro de la congregación?
En las iglesias, la mayoría de los asistentes se
llenan de posturas para parecer perfectos, pero eso lo será únicamente ante la
congregación, porque a Dios nadie lo engaña ya que él conoce los corazones.
Despójate de toda aquella religiosidad que han
impreso en tí los enemigos de la cruz, ya no los escuches, libérate de sus
señalamientos, recuerda que estás en Cristo y en Cristo eres libre de toda
condenación y señalamiento.
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