martes, 10 de enero de 2017

RAHAB LA RAMERA

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La mayoría de santulones evangélicos viven señalando y juzgando a los que se caen, en lugar de ayudarlos a levantarse. Pero Dios no hace eso y el mejor ejemplo lo encontramos en la historia de Rahab. Ella era una ramera, a la cual  Dios envolvió con su gracia y la utilizó a su servicio. Dios no la juzgó, no la señaló,  sino que la levantó del polvo  y la convirtió en  una de las grandes mujeres de la Biblia, de la cual descendieron el rey  David  y el mismo Jesucristo. Así como lo lee, una ascendiente del Señor Jesús era prostituta.

Josué 6:12 Y Josué se levantó de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca de Jehová. 6:13 Y los siete sacerdotes, llevando las siete bocinas de cuerno de carnero, fueron delante del arca de Jehová, andando siempre y tocando las bocinas; y los hombres armados iban delante de ellos, y la retaguardia iba tras el arca de Jehová, mientras las bocinas tocaban continuamente. 6:14 Así dieron otra vuelta a la ciudad el segundo día, y volvieron al campamento; y de esta manera hicieron durante seis días. 6:15 Al séptimo día se levantaron al despuntar el alba, y dieron vuelta a la ciudad de la misma manera siete veces; solamente este día dieron vuelta alrededor de ella siete veces.

El sol amanece sobre Jericó y Rahab la ramera observa desde la ventana de su casa, que por sétimo día consecutivo las fuerzas invasoras de Israel marchan alrededor de la ciudad amurallada dejando una estela de polvo que produce terror.
Ella puede percibir en sus coterráneos cómo crece el temor conforme pasan los días y los israelitas continúan realizando ese extraño ritual alrededor de la ciudad.
Pero, el rugido de las bocinas de cuerno que tocan los sacerdotes  de Israel anunciando la victoria, no producen en Rahab el miedo y la angustia que generan en el resto de la población.
Ella alcanza a ver que los sacerdotes cargan el arca sagrada que representa la presencia de Jehová y sujeta con fuerza el  cordón rojo escarlata que simboliza la esperanza de sobrevivir a la gran tribulación que se avecina. Ese cordón rojo son sus arras, es decir, la promesa que ni ella ni su familia serán exterminados.

 2 Corintios 1.22 el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.

Hoy en día las personas perciben que la gran tribulación se acerca, muchos tiemblan de miedo, no así los que portan el cordón rojo en sus corazones, las arras del Espíritu, es decir, la promesa de Dios de que serán salvos de la ira.
Rahab era ramera, lo que escandaliza a algunos comentaristas bíblicos que prefieren pensar que se trata de una mala traducción, que quizás ella solamente era  una simple encargada de una posada. Pero la Biblia es clara y no disfraza la verdad y dice claramente que ella era una ramera (Josué 2:1; Hebreos 11:31).
Es probable que en la sociedad cananea la profesión de ramera fuera hasta cierto grado, respetable por la depravación en que vivían. Aun así, eso no siempre acalla la conciencia, ese sentido interno de lo bueno y lo malo que nos juzga en nuestros corazones (Romanos 2:14-15).
Es posible que  Rahab se sintiera acusada en su conciencia y que se sintiera atrapada como les sucede hoy a muchas mujeres que están en su misma situación, sin más opciones para mantener a su familia. De seguro anhelaba una vida mejor, pero no abundaba el trabajo, lo que abundaba era la violencia y la depravación.
Los excesos se debían en gran parte a la religión, pues es sabido que en los templos paganos fomentaban la prostitución ritual, y la adoración de dioses demoníacos como Baal y Mólek que exigía la quema de niños vivos.
Dios conocía muy bien lo que sucedía en Canaán, territorio del cual formaba parte Jericó, tanto  es así que dijo: “la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores” (Levítico 18:25), en otras palabras, que serían expulsados de sus tierras

Génesis 12:7 Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido.

Muchos años antes Dios le había prometido a Abraham que le daría la tierra de Canaán a su descendencia.  Luego se lo reafirmó a esa descendencia:

Deuteronomio 7:22 Y Jehová tu Dios echará a estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas en seguida, para que las fieras del campo no se aumenten contra ti. 7:23 Mas Jehová tu Dios las entregará delante de ti, y él las quebrantará con grande destrozo, hasta que sean destruidas. 7:24 El entregará sus reyes en tu mano, y tú destruirás el nombre de ellos de debajo del cielo; nadie te hará frente hasta que los destruyas. 7:25 Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego; no codiciarás plata ni oro de ellas para tomarlo para ti, para que no tropieces en ello, pues es abominación a Jehová tu Dios; 7:26 y no traerás cosa abominable a tu casa, para que no seas anatema; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es anatema.

Dios prometió que echaría a todas las naciones de la tierra prometida por su idolatría. Los israelitas debían habitar esas tierras y quemar en el fuego todas las imágenes de los falsos dioses y no podían quedarse con la plata y el oro de esas imágenes  porque para Dios eran abominables.
Imagina por un momento lo que debió sentir Rahab al saber que el pueblo de esclavos que rodeaba su ciudad venía de una aplastante victoria sobre Egipto, que la potencia militar número uno del planeta había sucumbido ante el Dios de ellos, el cual había abierto las aguas del mar Rojo para que pasaran y luego ahogó en ellas al ejército enemigo.
Y se sentía muy mal porque coterráneos insistían en adorar dioses ajenos y obrar desobedientemente” (Hebreos 11:31).
Pero Dios había tocado el corazón de Rahab, ella había escuchado del Dios de Israel, el cual era diferente era de los dioses cananeos, había escuchado que era un dios poderoso, un dios ante el cual los dioses egipcios no pudieron hacer nada. Además, era un Dios que luchaba por sus adoradores, no los oprimía; elevaba sus normas morales, no las rebajaba. Este Dios valoraba a las mujeres, no las veía como objetos sexuales que se podían utilizar en ritos religiosos pervertidos.
En cuanto Rahab escuchó que Israel había llegado al Jordán y que estaba preparando un ataque, debió de sentirse aterrada por lo que le esperaba a su pueblo. ¿Se salvaría ella?
Hoy día, muchas personas se sienten como Rahab: atrapadas en el pecado,  el cual les roba la dignidad y la paz, sienten que no valen nada y que para ellas no hay esperanza.
La historia de esta mujer es un consuelo para todas ellas, pues nos deja ver que nadie que disponga su corazón pasa desapercibido para Dios. No importa lo bajo que hayamos caído, él “no está muy lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27), él está cerca, listo para dar esperanza a quienes confían en él. ¿Fue ese el caso de Rahab?

Josué 2:1 Josué hijo de Nun envió desde Sitim dos espías secretamente, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra, y a Jericó. Y ellos fueron, y entraron en casa de una ramera que se llamaba Rahab, y posaron allí. 2:2 Y fue dado aviso al rey de Jericó, diciendo: He aquí que hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta noche para espiar la tierra. 2:3 Entonces el rey de Jericó envió a decir a Rahab: Saca a los hombres que han venido a ti, y han entrado a tu casa; porque han venido para espiar toda la tierra. 2:4 Pero la mujer había tomado a los dos hombres y los había escondido; y dijo: Es verdad que unos hombres vinieron a mí, pero no supe de dónde eran. 2:5 Y cuando se iba a cerrar la puerta, siendo ya oscuro, esos hombres se salieron, y no sé a dónde han ido; seguidlos aprisa, y los alcanzaréis. 2:6 Mas ella los había hecho subir al terrado, y los había escondido entre los manojos de lino que tenía puestos en el terrado.

Unos días antes de que los israelitas marcharan alrededor de Jericó, dos forasteros le piden posada a Rahab. Para ella no es raro recibir extraños en su casa, pero éstos no quieren sexo, solamente quieren alojamiento, eran dos espías de Israel.
Josué, su comandante, los ha enviado a descubrir los puntos fuertes y débiles de Jericó. Esta es la primera ciudad de Canaán que Israel va a  invadir, y quizás la más poderosa de todas. Josué quiere saber a qué se van a enfrentar él y sus hombres. Los espías no llegan a la casa de Rahab por casualidad, para Dios no hay casualidades y él conoce el corazón de  Rahab, la cual los recibe hospitalariamente y luego los esconde para que los soldados del su rey no los atrape.
De pronto llegan unos mensajeros del rey, corre el rumor de que hay unos espías israelitas en casa de Rahab.  Ella sabe que el Dios de Israel es verdadero y todopoderoso ¿No será esta una buena oportunidad de ponerse de parte de él?
Aunque no hay mucho tiempo para pensar, Rahab actúa enseguida y esconde a los espías entre los manojos de lino que tiene en el terrado. Y  les dice a los mensajeros del rey: “Sí, es cierto que los hombres vinieron a mí, y yo no sabía de dónde eran. Y aconteció que, al tiempo de cerrar la puerta, al oscurecer, los hombres salieron. Simplemente no sé adónde se habrán ido los hombres. Corran tras ellos rápidamente, porque los alcanzarán

Santiago 2:25 2:25 Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? 2:26 Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Ella había oído del Dios de Israel y la fe viene por el oír (Romanos 10:17), y la fe verdadera es aquella que actúa. Ella,  sin importar las consecuencias, decide ayudar al pueblo del único Dios verdadero, el cual ha tocado su corazón.  Muchos cristianos se jactan de tener fe, pero su fe es muerta porque no actúa para  Dios.
La palabra de Dios dice que el Señor Jesús murió por todos nosotros para que nosotros vivamos para él (2 Corintios 5:15), es decir, que pongamos la fe en acción para atraer personas para Cristo. Eso fue lo que hizo Rabah, activó su fe.

Josué 2:7 Y los hombres fueron tras ellos por el camino del Jordán, hasta los vados; y la puerta fue cerrada después que salieron los perseguidores.

El engaño funciona, los hombres del rey salen corriendo hacia los vados del Jordán (Josué 2:7). Rahab debe de dar un tenue suspiro de alivio. Con esa sencilla estrategia ha logrado despistar a aquellos asesinos que no tienen derecho a conocer la verdad. Y así ha salvado la vida de dos siervos del Dios verdadero.

Josué 2:8 Antes que ellos se durmiesen, ella subió al terrado, y les dijo: 2:9 Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. 2:10 Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido. 2:11 Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. 2:12 Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová, que como he hecho misericordia con vosotros, así la haréis vosotros con la casa de mi padre, de lo cual me daréis una señal segura; 2:13 y que salvaréis la vida a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es suyo; y que libraréis nuestras vidas de la muerte. 2:14 Ellos le respondieron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no denunciareis este asunto nuestro; y cuando Jehová nos haya dado la tierra, nosotros haremos contigo misericordia y verdad. 2:15 Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana; porque su casa estaba en el muro de la ciudad, y ella vivía en el muro. 2:16 Y les dijo: Marchaos al monte, para que los que fueron tras vosotros no os encuentren; y estad escondidos allí tres días, hasta que los que os siguen hayan vuelto; y después os iréis por vuestro camino. 2:17 Y ellos le dijeron: Nosotros quedaremos libres de este juramento con que nos has juramentado. 2:18 He aquí, cuando nosotros entremos en la tierra, tú atarás este cordón de grana a la ventana por la cual nos descolgaste; y reunirás en tu casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre. 2:19 Cualquiera que saliere fuera de las puertas de tu casa, su sangre será sobre su cabeza, y nosotros sin culpa. Mas cualquiera que se estuviere en casa contigo, su sangre será sobre nuestra cabeza, si mano le tocare.

Rahab sube corriendo a la azotea y les cuenta a los espías lo que ha hecho. Pero además les revela un dato crucial: Jericó está desmoralizada y tiembla de miedo a causa de los invasores. ¡Qué buenas noticias para estos dos israelitas! ¡Los malvados cananeos están aterrados ante el poder de Jehová, el Dios de Israel!
Luego, la mujer dice algo que se ha convertido en una fortaleza en su corazón: “Jehová su Dios es Dios en los cielos arriba y en la tierra abajo” (2:11). Ella confiesa que Dios es el único Dios verdadero, su corazón se ha llenado de fe.
No hay dudas, Rahab sabe que Jehová le dará la victoria a Israel, que nadie puede vencerlo, que no son los israelitas los vencedores sino que es su Dios el que vence por ellos. Convencida de ello, los ayuda a escapar, pero antes pide misericordia para ella y  su familia.
Los espías aceptan su petición y le dicen que cuelgue un cordón rojo escarlata de su ventana, sobre la muralla de la ciudad y que no salgan de la casa, de ese modo, podrán protegerla.
El caso de Rahab nos enseña una verdad fundamental sobre la fe y la misericordia de Dios. Él no se fija en lo que somos, cuando ponemos su fe en él, cuando eso hacemos, entonces pasa por alto todos nuestros pecados y extiende sus brazos llenos de gracia hacia nosotros, olvidándose de nuestro pasado.

Hebreos 11:31 Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.

Rahab confió en el Señor y el Señor la protegió, la lavó de todos sus pecados y la convirtió en una mujer de la cual hablarán todas las generaciones.
Los espías llevaron la notificia a Josué y poco después, Jehová detiene el curso del río Jordán e Israel cruza sobre suelo seco (Josué 3:14-17). De seguro, Jericó se sacude de terror al enterarse de lo ocurrido. En cambio, a Rahab esta noticia le confirma que ha hecho bien en poner su fe en Jehová.
Llegan entonces los largos días de las marchas de Israel alrededor de Jericó: seis días, seis marchas. Pero el sétimo día es diferente. Tal como mencionamos al principio, la marcha ha comenzado y tras rodear la ciudad una vez más, el ejército continúa caminando. ¿Qué está pasando? Los soldados rodean la ciudad siete veces y se detienen en seco. Los cuernos dejan de sonar. Se hace un silencio sepulcral. Dentro de las murallas, la tensión es casi insoportable. De pronto, a la señal de Josué, el ejército alza sus voces por primera vez. ¡Qué grito tan poderoso! Pero solo están gritando. “¿Qué clase de ataque es ese?”, quizás se pregunten los guardias apostados sobre la muralla.

Josué 6:20 Entonces el pueblo gritó, y los sacerdotes tocaron las bocinas; y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron. 6:21 Y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos. 6:22 Mas Josué dijo a los dos hombres que habían reconocido la tierra: Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allí a la mujer y a todo lo que fuere suyo, como lo jurasteis.

La respuesta no tarda en llegar. La gran estructura de piedra comienza a temblar bajo sus pies. Se sacude, se resquebraja y se derrumba por completo. Los israelitas entran y toman la ciudad a filo de espada, acaban con hombres, mujeres, jóvenes, niños, viejos, hasta los bueyes, las ovejas y las sanas.  
Pero ocurre algo increíble: al asentarse la nube de humo, se observa una sección de la muralla que ha quedado en pie. Es la casa de Rahab, un monumento solitario a la fe de una mujer sobresaliente.
Imagine cómo debe sentirse ella al ver que Jehová la ha protegido. Su familia está sana y salva. Entonces Josué ordena que vayan por ella y su familia.

Josué 6:23 Y los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo; y también sacaron a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento de Israel. 6:24 Y consumieron con fuego la ciudad, y todo lo que en ella había; solamente pusieron en el tesoro de la casa de Jehová la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro. 6:25 Mas Josué salvó la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó.

Rahab y su familia sobrevivieron a la ejecución de aquella impía ciudad que fue quemada. Tras la batalla, se le permitió a Rahab vivir entre los israelitas por siempre. Por la fe,  Dios había salvado a Rahab y a su familia de la muerte y la había hecho parte del pueblo de Dios. Fue la única familia sobreviviente, no en vano la palabra de Dios, dice “cree en el Señor y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:31).

Mateo 1:5 Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isa. 1:6 Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. 1:7 Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. 1:8 Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. 1:9 Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. 1:10 Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías. 1:11 Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia. 1:12 Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. 1:13 Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. 1:14 Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud. 1:15 Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; 1:16 y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.

Rahab se casó con un hombre llamado Salmón, y su hijo Boaz, fue un hombre de gran fe que se casó con Rut, la moabita (Rut 4:13, 22), de la cual descendieron  el rey David y nuestro Señor Jesucristo ¿Quién Podría decir que David y Jesús descendieron de una ramera?
Esto demuestra  que nadie es insignificante a la vista de Jehová y que él no ve lo que somos, lo que él ve son nuestros corazones.
Y cuando descubre una fe como de un grano de mostaza, como la que había en el corazón de Rahab, se llena de alegría, porque si esa fe se activa, los montes son echados en el mar (Marcos 11:23). La fe de esta mujer la movió a actuar y ella es sin duda, un ejemplo de fe digno de imitar. Puede venir un terremoto de gran magnitud, pero si tienes fe, al igual que  Rahab tu casa no le pasará nada.   
Si has caído nuevamente en el vicio o en el pecado y te sientes miserable, recuerda que hay un Dios misericordioso dispuesto a cubrirte con su gracia. A Dios no le importó que Rahab fuera una ramera, tampoco te importa que estés tocando fondo, lo único que le importa es que tengas fe y levantes sus manos hacia él. De seguro él te tomará y te sentará en lugares celestiales junto a Cristo Jesús y te bendecirá con toda bendición espiritual (Efesios 1:3).

No es casual que Jesucristo descendiera de una ramera, Dios quiso que así fuera para enseñarnos que él no quiere gente inmaculada, que  el Reino de los cielos es de los pobres en espíritu (Mateo 5:3), aquellos que aceptan su humana condición y claman por la ayuda de nuestro Señor Jesucristo.


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