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Recién estuve viendo la entrega de los Oscar,
donde se premia a los actores y a las actrices por su trabajo. Ellos tienen que
esforzarse, hacer un gran trabajo para recibir la gloria de los hombres, pero
hay algo más maravilloso que recibir la gloria de los hombres y es recibir la
gloria de Dios manifestada en su gracia
Cuando amamos
a Dios de verdad, el manifiesta su gracia en nosotros de manera sobrenatural.
Es decir Dios nos levanta como en alas de águila sobre los demás de una manera
inexplicable.
He tomado de ejemplo tres relatos bíblicos para
que comprendamos esa verdad. Los actores principales son un faraón, el rey de Persia y un padre acaudalado. También hay tres actores de reparto: José, el hijo de Jacob, un judío
llamado Mardoqueo y el hijo pródigo.
LA
HISTORIA DE JOSÉ
José, el hijo de Jacob fue vendido por sus
hermanos a unos mercaderes ismaelitas, y éstos lo llevaron a Egipto y lo vendieron a un varón
egipcio llamado Potifar oficial de
Faraón y capitán de la guardia (Génesis
39:1).
Dice la escritura que Jehová estaba con
José, y prosperó a la casa de su amo el
egipcio. Y vio Potifar que Jehová estaba con José, y que todo lo que él hacía,
Jehová lo hacía prosperar en su mano. Así halló José gracia en sus ojos, y le
servía; y él le hizo mayordomo de su casa y entregó en su poder todo lo que
tenía (Génesis 39:2-4).
Que Potifar hallará gracia en José, es que vio
en José manifestada la gracia de Dios.
Los hermanos de José le quisieron hacer un mal,
pero por su amor, aún en las circunstancias negativas, el Señor estuvo con él y le dio su gracia, la cual se manifestaba
en todo lo que hacía.
Fue así como Potifar le hizo mayordomo y le
entregó en su poder todos sus bienes.
Pero aconteció después de esto, que la mujer de Potifar
quería acostarse con José y como éste se negó, entonces lo acusó de intentar
violarla. Y Potifar metió a José en la
cárcel (Génesis 39:7-20).
Parecía que todo se acababa para José, pero
debido a amor fiel, Dios estuvo con él, le extendió su misericordia y le dio
gracia en los ojos del jefe de la cárcel.
Nuevamente el jefe de la cárcel vio la gracia de Dios manifestada en José y
entregó en sus manos el cuidado de todos
los presos que había en aquella prisión y todo lo que se hacía allí.
El jefe no necesitaba atender cosa alguna de las
que estaban al cuidado de José, porque Jehová estaba con José, y lo que él
hacía, Jehová lo prosperaba (Génesis
39:21-23).
Aún en la cárcel la gracia de Dios se manifestaba en José y el Jefe de la cárcel
entregó todo en su mano, incluido el cuidado de todos los presos de aquella
prisión.
No importa el lugar en donde te encuentres, si amas
al Señor, el Señor manifestará tu gracia en ti, te hará sobresalir y ser mejor
que todos los demás.
Luego cayeron a la cárcel el panadero y el
copero del rey por supuestos delitos contra su mandatario. Ambos tuvieron sueños una misma noche y Dios
manifestó nuevamente su gracia en José para que interpretara sus sueños. José
le dijo al copero que lo que su sueño significa era que a los tres días sería
restituido a su puesto y al panadero que sería ahorcado. Las cosas sucedieron
tal y como José les dijo (Génesis
4o:1-23) porque Dios así se lo había revelado.
Dos años después el faraón tuvo un sueño, el de
las siete vacas gordas y las siete vacas flacas y no hubo en el palacio quien
le interpretara su sueño. Fue así como el copero se acordó de José y le contó
al Faraón que José le había interpretado su sueño.
El faraón hizo traer a José, el cual interpretó también el sueño del faraón. Nuevamente
la gracia de Dios se vio manifestada
en José, quien le dijo al faraón que lo que el sueño significaba era que vendrían
siete años de abundancia y siete años de hambre. Así que le recomendó al Faraón escoger un
varón prudente y que supiese administrar la buena provisión de los años de
abundancia para cuando viniesen los años malos (Génesis 41:1-36).
Y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste,
en quien esté el espíritu de Dios? Y
dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido
ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa,
y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré
yo mayor que tú. Dijo además Faraón a
José: He aquí yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto. Entonces
Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo
vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello; y lo hizo subir en su segundo carro, y
pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!; y lo puso sobre toda la tierra
de Egipto (Génesis 41:37-43)
Nuevamente la
gracia de Dios fue manifestada en José. Dios hizo que a sus tan solo 30
años José fuese nombrado gobernador de Egipto, por debajo únicamente del Faraón.
A José no
le dieron un Oscar, sino que el Faraón puso su anillo en la mano de José, para el mundo, ese anillo es un
símbolo de poder; para nosotros los creyentes, ese anillo es un símbolo de la gracia de Dios.
Dios permitió que algunas cosas que parecían
malas sucedieran en la vida de José, pero si no hubieran sucedido, es posible
que José no hubiera llegado a tan alto puesto.
LA
HISTORIA DE MARDOQUEO
El segundo
relato lo
encontramos en el libro de Ester. Durante
los tiempos de la cautividad Babilónica, surgió un hombre que como primer
ministro del Imperio, lanzó un ataque contra los judíos e intentó borrar a este
pueblo de la faz de la tierra.
Todo empezó cuando el Rey de Persia, al cumplir
sus primeros tres años de mandato, decidió hacer un banquete para todo el
pueblo. Pero, la reina se negó a participar. Entonces el rey aconsejado por sus
asesores, emitió un decreto mediante el cual ordenó que trajeran a todas las mujeres
vírgenes y de buen aspecto del reino para escoger una reina de entre todas
ellas.
Las jóvenes fueron apareciendo, una tras otra, y
entre ellas estaba una joven muy hermosa de origen judío llamada Ester, que era
una de las cautivas que habían sido llevadas de Jerusalén a Babilonia.
Ella había quedado huérfana y su primo Mardoqueo la había adoptado como
hija suya. Y la doncella Ester agradó a los ojos del Rey, y halló gracia
delante de él, por lo el Rey terminó haciéndola reina seis meses después. Eso sí,
Ester no declaró cuál era su pueblo ni su parentela, porque Mardoqueo le había
mandado que no lo declarase (Ester 2:1-18).
Resulta que dos eunucos estaban conspirando para
matar al Rey, pero Mardoqueo que estaba sentado a la puerta de la casa del Rey
los escuchó y se lo hizo saber a Ester; ésta se lo hizo saber también al Rey
quien investigó el asunto y viendo que era cierto mando matar a los
conspiradores (Ester 2:19-23).
Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció
a Amán hijo de Hamedata agagueo, y
lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos
los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se
inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba
porque amaba al único Dios verdadero, ante el único que él podía
arrodillarse y humillarse.
Sin embargo, vemos hoy en día, como personas que
dicen ser cristianas se arrodillan ante las imágenes y les rinden honra como si
fueran dioses. Otros no se inclinan ante las imágenes, pero se avergüenzan de
compartir la palabra de Dios, pensando en el que dirán sus amigos, negando con ello su amor a Dios.
Y los siervos del rey que estaban a la puerta
preguntaron a Mardoqueo ¿Por qué
traspasas el mandamiento del rey? Aconteció que hablándole cada día de esta
manera, y no escuchándolos él, lo denunciaron a Amán, para ver si Mardoqueo se
mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado que era judío (Ester 3:1-4).
Entonces Amán se llenó de ira, pero no decidió
acabar solamente con Mardoqueo sino con todos los judíos que había en el Reino.
Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo
esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino,
y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el
dejarlos vivir.
Entonces el rey lo autorizó para que hiciere lo
que le pareciere, y fueron llamados los escribanos del rey y fue escrito
conforme a todo lo que mandó Amán, a cada provincia según su escritura, y a
cada pueblo según su lengua; en nombre del rey Asuero. Y salieron los correos prontamente por mandato
del rey, y el edicto fue dado en Susa capital del reino.
Y el rey y Amán se sentaron a beber; pero la
ciudad de Susa estaba conmovida. (Ester
3:5-15).
La reina Ester les pidió a Mardoqueo y al resto
de los judíos que ayunaren por tres días, que se humillaren ante Dios para que
Dios actuara.
Al tercer día Ester se atavió con sus
vestimentas reales y se fue al atrio interior del palacio del rey, sin saber lo
que sucedería, únicamente confiando en Dios, porque la reina no podía
presentarse ante el rey sin que éste la llamase. Hacerlo podría hasta costarle
la muerte.
Pero la
gracia de Dios se manifestó en ella, y el rey extendió a Ester el cetro de oro que
tenía en la mano. Entonces dijo el rey: ¿Qué
tienes, reina Ester, y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará.
Y Ester dijo: Si place al rey, vengan hoy
el rey y Amán al banquete que he preparado para el rey (Ester 5:1-4).
Ester no le pide nada al rey, sencillamente le
invita a comer al día siguiente y le pide que traiga consigo a Amán. El Rey
mandó a llamar a Amán para el banquete y mientras bebían vino volvió a
preguntar: ¿Cuál es tu petición, y te
será otorgada? Aunque sea la mitad del reino, te será concedida. Nuevamente
la reina insistió en otro banquete
para esperar a que Dios actuara.
Aquel día Amán salió alegre y contento de
corazón. Pero cuando vio a Mardoqueo en la puerta y qe no se levantaba ni temblaba delante de
él, se llenó de ira, sin embargo se refrenó y fue a presumir con su mujer y sus
hijos que no solamente era el favorito del rey sino también de la reina.
“Pero todo
esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado a la puerta
del rey”, dijo Amán.
Y le dijo Zeres su mujer y todos sus amigos: “Hagan una horca de cincuenta codos de altura, y mañana di al rey que cuelguen a
Mardoqueo en ella; y entra alegre con el rey al banquete”. Y agradó esto a
los ojos de Amán, e hizo preparar la horca (Ester 5:12-14).
Pero Dios
actúo de inmediato e hizo que se le fuera el sueño al Rey aquella noche.
Éste pidió que trajesen el libro de las memorias, las cuales fueron leídas
delante del rey. Entonces el rey se enteró que fue Mardoqueo el que lo salvó de la muerte cuando avisó a la reina del
complot de los eunucos para matarlo. Entonces preguntó que quién estaba en el
patio, le dijeron que Amán, el cual estaba allí preparándola horca para
Mardoqueo.
El rey hizo traer a Amán y le preguntó ¿De qué manera se podría honrar a alguien?
Pensando Amán que el Rey hablaba de él, le dijo: “traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el
rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza; y den el vestido y el caballo en mano de
alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra
desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen
delante de él”.
Así se hará, dijo el Rey, “trae a Mardoqueo y has con él
como has dicho”. Amán cumplió las órdenes del Rey y luego se fue a
contarlo a su familia (Ester 6:1-13).
Fue, pues, el rey con Amán al segundo banquete
de la reina Ester. Y mientras bebían vino volvió a preguntar a la reina: ¿Cuál es tu petición, reina Ester, y te será
concedida? Aunque sea la mitad del
reino, te será otorgada. Entonces la reina respondió: si he hallado gracia en tus ojos, te pido perdones mi vida y la de mi
pueblo porque quieren exterminarnos.
El rey preguntó: ¿Quién es, y dónde está, el que quiere
hacer esto? Ester dijo: Es este
malvado Amán. Entonces el rey se levantó encendido en ira, y se fue al
huerto del palacio; y se quedó Amán para suplicarle a la reina. Después el rey
volvió al aposento del banquete, y al ver a Amán caído sobre el lecho en que
estaba Ester, dijo: ¿Querrás también
violar a la reina en mi propia casa? Entonces ordenó colgar a Amán en la
misma horca que éste había preparado para Mardoqueo y se apaciguó la ira del
rey (Ester 7:1-10).
Mardoqueo amó a Dios y le fue fiel a pesar de
poner su vida en peligro y Dios lo libró de la muerte. La reina le declaró al
rey que Mardoqueo era su tío. Entonces el rey lo hizo llamar, se quitó el rey el anillo que recogió
de Amán, y se lo dio a Mardoqueo.
Y Ester puso a Mardoqueo sobre la casa de Amán.
Como el rey no podía anular el decreto, entonces emitió un nuevo decreto, el
cual daba facultad a los judíos para que defendieran su vida y acabaran con
toda fuerza armada que viniese contra ellos.
Los correos fueron enviados a toda prisa por la
orden del rey; y el edicto fue dado en Susa capital del reino. Y en cada
provincia y en cada ciudad donde llegó el mandamiento del rey, los judíos
tuvieron alegría y gozo, banquete y día de placer. Y muchos de entre los
pueblos de la tierra se hacían judíos, porque el temor de los judíos había
caído sobre ellos. (Ester 8:1-17). El
día que debía ejecutarse el decreto de matar a los judíos, sucedió lo
contrario; porque los judíos se enseñorearon de los que los aborrecían y los
mataron a todos.
La gracia
de Dios se había manifestado en Mardoqueo, que pasó de no ser nadie, a
convertirse en el segundo hombre más poderoso del imperio, poder que usó para
procurar el bienestar de su pueblo y la paz para todo su linaje (Ester 10:1-3).
De igual modo, los judíos empezaron con “lloro y lamentación” (Ester 4:3) y terminaron festejando (Ester 8:17) y con sus enemigos
destruidos (Ester 9:1). Por otro
lado, Amán, terminó en la horca y toda su familia también fue condenada a
muerte.
Estos relatos bíblicos nos dan una lección,
aquellos que como Mardoqueo, aman a Dios y confían en él “no serán avergonzados” (Isaías
49:23)
EL HIJO
PRÓDIGO
Esta es una parábola contada por el Señor Jesús.
Una parábola es una historia que revela el corazón de Dios. Dijo Jesús que un
hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: dame la parte de la herencia que me
corresponde y así fue. No muchos días después, juntándolo todo el hijo
menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes
viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre
en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de
aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y
deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie
le daba.
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo
aquí perezco de hambre! Me levantaré e
iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme
como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre.
Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y
fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el
mejor vestido, y vestidle; y poned un
anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado. (Lucas
15:11:24)
En este último relato, el Padre es Dios y el
hijo pródigo es cualquier creyente que vuelve arrepentido y humillado pidiendo
el perdón de su padre. Por esa humillación la gracia de Dios se manifestó en el
hijo prodigo.
¿Cuál es el común denominador de los tres
relatos. Que el actor de reparto recibe
un anillo del actor principal. Es el anillo que simboliza la gracia de Dios.
El último caso era el de un pecador
irresponsable, pero la palabra de Dios dice que cuando el pecado sobreabunda, entonces sobreabunda la gracia de Dios
(Romanos 5:20), no hay pecado que no
sea cubierto por la gracia de Dios.
A José, a Mardoqueo y al hijo pródigo les iba a ir mal, pero Dios cambió su
historia contra todos los pronósticos. Es el favor de Dios por encima de los
demás, es su gracia manifestada en
aquellos que lo aman.
Al que tiene el favor de Dios se le aceleran los
tiempos, es lo que los lleva siempre un paso adelante. Entonces pensamos si
será que Dios escoge a algunas personas de manera imparcial, pero no es
así, Dios corresponde al amor y
fidelidad de aquellos que no claudican aún en las circunstancias negativas.
¿De dónde viene el favor? No viene de los
hombres, viene de Dios. Cuando la gracia de Dios se manifiesta, aún el enemigo
de Dios debe agachar la cabeza y obedecer las órdenes de Dios.
Dios puede ordenar a tu jefe incrédulo que te
ascienda. Aunque no tengas más capacitad intelectual que otros, Dios puede
hacer que obtengas el mejor promedio.
¿Qué es
en esencia la gracia de Dios? Gracia viene de gratis, consiste en que Dios
no da algo a cambio de nada, o mejor
dicho a cambio de la fe que obra por el
amor (Gálatas 5:6).
Para poder alcanzar
la gracia de Dios, la persona debe ser convencida de que nada puede hacer por sí misma.
No debemos confundir los logros personales con
la gracia de Dios. Esta última se destaca por logros sobrenaturales, por cosas
imposibles de lograr por méritos propios.
La única forma que podamos encontrar la gracia
de Dios es por medio de la fe que obra por el amor ¿Qué es lo que eso
significa? Que por amor a Dios, dejamos
de hacer nuestra voluntad para hacer la suya. Por ejemplo, si alguien nos roba
no respondemos, dejamos que Dios se encargue.
Muchos personajes nombrados en la Biblia
buscaron y hallaron la gracia de Dios. Uno de ellos fue Rut, la moabita, quien dijo a Noemí: “Te ruego que me dejes ir al campo, y recogeré espigas en pos de aquel a
cuyos ojos hallare gracia. Y ella le respondió: Vé, hija mía” (Rut 2: 2).
La generosidad de Dios se expresó en aquellos
que dejaban caer sus espigas, en especial Booz, el patrón y futuro esposo, para
que ella y su suegra pudieran alimentarse.
Noé también, dice la Biblia
“halló gracia ante los ojos de Jehová”
(Génesis 6:8).
El patriarca Abraham, padre de la fe, dijo: “Señor, si ahora he hallado gracia en tus
ojos, te ruego que no pases de tu siervo” (Génesis 18:3).
“Y ella
dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su
camino, y comió, y no estuvo más triste” (1 Samuel 1:18).
Otro fue el caudillo Gedeón que halló gracia y se encontró con la victoria sobre sus
enemigos: “Y él respondió: Yo te ruego
que si he hallado gracia delante de ti, me
des señal de que tú has hablado conmigo” (Jueces 6: 17).
Finalmente María,
la madre terrenal de Jesús, fue avisada por el ángel: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.” María
no tenía que temer de Herodes ni tampoco de las habladurías del pueblo acerca
de su maternidad. Había encontrado Su gracia y Él le honraba con el regalo
mayor a una mujer: dar a luz al Hijo de Dios.
¿Ha encontrado usted también la gracia de Dios?
No es necesario que haga algo especial para encontrarla. No es preciso que haga
grandes sacrificios para experimentar la gratuidad del Señor.
Solamente necesitas amar a Dios. La escritura dice a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien. Lo que quiere decir, es que Dios puede
usar las circunstancias negativas, como
en el caso de José para cosas positivas.
Esto es así, porque hay un propósito por el cual Dios nos llama (Romanos 8:29) y él siempre cumple sus propósitos, si nosotros le
abrimos el corazón. Él hará que lo
negativo se convierta en positivo tal y como hizo con José, con Mardoqueo y con
el hijo pródigo. Para eso hemos sido predestinados.
Y a los que predestinó,
los llamó; y los llamó para justificarlos y los justificó para glorificarlos
manifestando su gracia en ellos (Romanos
8:30) y levantándolos por encima de todos.
¿Qué,
pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que
no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos
8:30-32). Dios
no nos ha llamado para hacernos mal, sino para manifestar su gracia en
nosotros.
Lo único que nos pide es que lo amemos y sabemos que la fe obra por el amor. Jesús dijo: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y
con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y
el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que éstos (Marcos
12:30-31).
Lo único que Dios nos pide es amor para el Padre celestial y para nuestros semejantes. Pero no digas que amas a Dios, si aborreces
a tus semejantes. Pues el que no ama a su semejante a quien ha visto, ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de
él: El que ama a Dios, ame también a su hermano (Juan 4:20-21).
Jesús dijo tuve
hambre y no me diste te comer y le preguntaron ¿Cuando fue eso? Él contestó,
cuando no lo hiciste con uno de tus semejantes, no lo hiciste conmigo (Mateo
25:42-45).
La historia de José, de Mardoqueo, del hijo
pródigo y de muchos otros héroes de la Biblia nos enseñan que Dios quiere
manifestar su gracia en todos sus hijos. Muchos se lo impiden porque su fe no está obrando y eso es una señal que falta amor.
Pero
alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y
yo te mostraré mi fe por mis obras (Santiago
2:18)
escribió el apóstol Santiago.
El resumen de todo esto, es que Dios está
deseando manifestar su gracia en ti, tal y como lo hizo con José y con
Mardoqueo. Lo único que necesitas es abrir tu corazón hacia él, hacer que sus
propósitos sean tus propósitos y que los tuyos pasen a un segundo plano. Es lo
que conocemos como vivir para Cristo
(2 Corintios 5:15) dejando de vivir
para ti.
Ya vimos que la fe obra por el amor, si no hay amor no haces nada para Cristo, sigues
en lo tuyo y niegas tu fe, dice Santiago.
Pero si hay amor, activas tu fe, aprovechas para
llevar el evangelio cada vez que se presente la oportunidad, visualizas a
Cristo muriendo por ti y entonces, sin ningún egoísmo vives para él. Ya verás como
Dios hará que todos tus sueños se cumplan, manifestando
su gracia en ti, de la manera que menos imaginas y pondrá en tu mano un precioso
anillo de oro. ¡No lo olvides!
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