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Si los creyentes
entendieran lo que significa “una sola
carne con Cristo”, sus vidas cambiarían para siempre. Lo que eso implica es
que aun estando nosotros muertos en
pecados, Dios nos dio vida juntamente con
Cristo y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús (Efesios 2:5-6). Lo que la escritura
quiere que nos quede claro es Dios no
hace nada en el creyente independiente de Cristo, todo lo hace juntamente con Cristo.
Efesios 5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su
madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 5:32 Grande es
este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.
La base sobre la
cual se fundamenta la vida cristiana y la fe es la tremenda afirmación bíblica de
que somos una sola carne con Cristo,
que él es la cabeza y que nosotros (la
iglesia) somos el cuerpo (Efesios 1:21-22).
Nuestra identidad
ya no se encuentra “en Adán” sino “en
Cristo”. Ya no somos hombres terrenales, ya no somos simples
seres humanos, ya no somos de la familia de Adán. A través del bautismo hemos sido sepultados y
resucitados con Cristo (Romanos 6:3-5).
Nos hemos convertido en hombres
celestiales (1 Corintios 15:57-58),
ahora somos de la familia de Dios, ahora somos nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17), y la frase en
Cristo, significa nada más y nada menos que hemos iniciado una
nueva vida unida a la vida de Cristo.
Jesús dijo: “Yo
soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Juan 15:5).
¿Sabe usted dónde
acaba la rama y comienza la vid? No hay forma de saberlo porque ambas son
partes de una sola planta y comparten la
misma vida.
¿Ha examinado
usted su cuerpo? Éste no es independiente de la cabeza, sino que está unido a
la cabeza. Sus brazos, sus piernas, su tórax, todo está unido como una sola
pieza con la cabeza, y todos comparten la misma vida.
Que seamos una sola carne con Cristo, es la manera
figurativa en que la palabra de Dios nos muestra la manera íntima en que
estamos unidos con Jesucristo, para que entendamos que Él es nuestra vida y fuera de él
no somos nada.
1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo
Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención; 1:31 para que, como está escrito: El que se gloría,
gloríese en el Señor.
Usted es sabio,
es justo, es santo, es redimido porque es una sola carne con Cristo, fuera de
Cristo no eres nadie, pero siendo una
sola carne con Cristo lo eres todo. Tal vez no veas nada de esas virtudes
en ti, pero esa es la manera como Dios te ve.
Esto no es algo
que consigan los grandes “santos” después
de años enteros de esfuerzos, de buenas obras, de sacrificios y de abstinencias,
es algo que se obtiene únicamente siendo una
sola carne con Cristo, y eso se obtiene por gracia.
Así que no piense
usted nunca acerca de sí mismo de manera independiente, siempre véase unido a
Cristo, porque toda la obra del enemigo
tiene como propósito hacer que usted se vea fuera de Cristo y no en Cristo.
Usted no tiene
que luchar para santificarse o justificarse, siempre que usted crea esto,
volverá a experimentar la culpa y la desdicha y caerá en las manos del enemigo.
Usted solo puede escapar a esto cuando regrese de nuevo a esta verdad: que eres una sola carne con Cristo.
Hay una cosa más
en la que debemos de fijarnos aquí. Estos verbos están todos ellos en tiempo pasado. Esto es algo que ha
sucedido, no algo que va a suceder, es algo que ya ha tenido lugar al creer y bautizarse (Marcos 16:16).
El diablo ha tomado
el control de la enseñanza bíblica y ha eliminado la enseñanza del bautismo,
porque el diablo no quiere que los creyentes sepan que necesitan bautizarse para ser sola carne con Cristo.
Nosotros, los que
nos hemos bautizado, estamos unidos a Cristo, de manera que no podemos continuar viéndonos como éramos
antes. Usted está sentado en un lugar celestial junto a Cristo y tiene al diablo y a sus ángeles a sus pies y
bajo su autoridad.
Cuando usted se olvida
de esta realidad y se ve separado de Cristo, se baja de los lugares celestiales
para enfrentar al diablo en su territorio y allí será derrotado, porque la
victoria está en Cristo, fuera de Cristo solo encontrarás derrota.
Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley
os justificáis; de la gracia habéis caído.
La religión, que es el arma
que el diablo usa para desviarte de la verdad, enseña que debemos de tratar de
agradar a Dios a través de nuestro comportamiento, que debemos esforzarnos para
santificarnos, pero al hacer eso, lo que logra es que nos desliguemos de Cristo y caigamos de la gracia, porque estaríamos
tratando de conseguir algo que ya Cristo consiguió para nosotros.
Al esforzarnos negamos
nuestra realidad en Cristo, entonces por
demás murió Cristo (Gálatas 2:21).
Consecuentemente somos desligados de Cristo.
Efesios 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que
nadie se gloríe. 2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas.
Somos salvos por
la fe, es un regalo de Dios, no por obras para que nadie se gloríe. El verso 9 está hablando de obras de justicia, está hablando de
comportamiento. Usted no puede obtener la gracia de Dios esforzándose por
lograrlo a través del comportamiento. Usted no merece jamás otra cosa que no sea el ser
juzgado por la mano de Dios. Si Él nos diese lo que nos merecemos por nuestro
comportamiento, acabaríamos todos en el infierno.
Nosotros
recibimos Su gracia, Su misericordia y el derramamiento de su amor (Romanos 5:5) por fe, no por obras de justicia.
Pero, éstos dan
como resultado las buenas obras a que
se refiere el verso 10 y que son
diferentes de las obras de justicia del verso 9.
Estas buenas
obras son las obras de amor y de misericordia, que nos hacen llevar el
evangelio a toda criatura y ayudar al necesitado, es decir, llevar ayuda espiritual y material a todo aquel que la necesita.
Las nuevas criaturas hemos sido diseñadas para llevar a cabo las buenas obras
que Dios preparó de antemano. Así como
hemos traído la imagen del terrenal mientras estábamos en Adán, ahora que
estamos en Cristo traemos la imagen del celestial (1 Corintios 15:49) a través de las buenas obras.
La palabra hechura suya, o hechura de Dios,
significa que somos Su obra maestra.
Dios está preparando y obrando en nosotros para que seamos una manifestación de
su imagen, de Su sabiduría, de Su poder y de Su amor.
Él nos está
enseñando, nos está capacitando, nos está alentando, aplicando la pintura en
los lugares apropiados, produciendo una maravillosa obra de arte para poder
exhibirla.
Esto debe dar
como resultado las buenas obras.
Cada vez que
vayamos a algún lugar, antes de ir deberíamos hacer una oración como esta: “Padre, te doy gracias por las buenas obras
que me tienes preparadas en ese lugar, para que podamos experimentar tu gracia”.
En todo lugar
Dios tiene preparadas buenas obras para nosotros, lo que tenemos que hacer es
aprovecharlas.
Dios está
esperando que usted participe en ellas al caminar en fe, dependiendo de Cristo.
Las situaciones están ahí, listas y esperando que usted se meta en ellas. Es
para ello que Dios le ha llamado y al hacerlo se convierte usted en una
manifestación viva de la grandeza y gloria de Dios.
Efesios 2:11 Por tanto, acordaos de que en otro tiempo
vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por
la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.
Los gentiles nos
diferenciamos del pueblo judío, en que ellos son circuncidados en la carne. La circuncisión es un despojo de la carne,
en términos espirituales es una renuncia a hacer las cosas por nosotros mismos
y dejar que Cristo las haga por nosotros, es dejar que sea Dios el que en nosotros produzca
el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:13).
Si usted está en
Cristo, ya usted no es un incircunciso, usted es parte del pueblo de Dios, porque
en Cristo usted fue circuncidado con
circuncisión no hecha a mano, usted fue circuncidado en el bautismo (Colosenses 2:11-12).
Efesios 2:12 En aquel tiempo estabais sin Cristo,
alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin
esperanza y sin Dios en el mundo. 2:13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que
en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de
Cristo.
Al leer este versículo
recuerdo que el otro día leí que un indígena de América del Sur le dijo al misionero
que le había guiado a Cristo: “Cuando yo
vivía en la selva, no hubo un solo día que no viviese con temor. Cuando nos
despertábamos por la mañana, lo hacíamos sintiéndonos asustados. Cuando nos
marchábamos de nuestras casas, lo hacíamos atemorizados. Cuando caminábamos
junto al río, lo hacíamos atemorizados. Veíamos un espíritu maligno en cada
roca, en cada árbol y en cada cascada. Y cuando caía la noche, el miedo entraba
en nuestras cabañas y dormía con nosotros durante toda la noche”.
Eso es lo que
sucede cuando no somos una sola carne con Cristo. Estamos llenos de temor, sin
esperanza, llenos de temor y alejados de las promesas de Dios. Pero, ahora, hemos sido acercados a Dios por
la sangre de Cristo.
No es sencillamente
la muerte de Cristo, es la sangre de
Cristo. Resulta significativo este término. Las Escrituras hablan acerca de
la muerte de Cristo pero hablan con más frecuencia acerca de la sangre de
Cristo. Son muchas las personas a las que actualmente no les gusta esto. No les
gusta pensar en la muerte de Jesús en la cruz como algo sangriento. Pero Dios
lo enfatiza porque la sangre es siempre una señal de violencia. Como ve usted,
la muerte de Cristo no fue algo sencillo y natural, no fue una muerte por vejez
en una cama cómoda.
La muerte de
Cristo fue una muerte violenta, sangrienta, una escena despreciable de un
hombre colgado, malherido y destrozado sobre una cruz con la sangre que le caía
por los costados.
Dios quiere que
recordemos esta muerte violenta, porque la
violencia es el resultado de una vida sin Cristo. La crueldad se manifiesta de inmediato cuando no
está presente el amor y la verdad de Cristo. Por ello, Dios nos recuerda que
cuando la humanidad actuó de la peor manera posible, cuando se hundió hasta
tocar fondo, cuando dio rienda suelta a su ira en una manifestación de
perversidad y violencia absolutas mediante la sangre derramada en la cruz, Dios
manifestó Su amor en ese mismo lugar y, valiéndose
de ese acto de violencia, comenzó a redimir, a hacer volver a aquellos que
se encontraban lejos para traerlos cerca mediante la sangre de Cristo.
Y mediante la sangre de Jesús todas las
ventajas que tenían los judíos alcanzaron también a los gentiles. Ignorantes,
paganos, viviendo en tinieblas, llevando una vida insensata, luchando, sin
esperanza, a pesar de ello tuvimos el mismo acceso a Dios por la sangre de
Cristo que cualquier judío tenía por medio de su templo, de su ley, de su
sacerdocio y de su sacrificio.
De este modo la
escritura está intentando enfatizar para nosotros la maravillosa e inmensa gracia de Dios, que dejó a un lado
todos estos impedimentos y nos tendió la mano a nosotros, haciendo que
pudiéramos ser considerados justos, acercándonos
por medio de la sangre de Jesucristo, nuestro Señor. ¡Qué don tan
extraordinario por el que dar gracias!
Efesios 2:14 Porque él es nuestra paz, que de ambos
pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,
Ahora, si está
usted teniendo un conflicto con alguna persona, esta es la manera de conseguir
tener paz: “Él es nuestra paz, que de
ambos pueblos hizo uno”. La escritura empieza con una definición de lo que
es exactamente la paz, la verdadera paz
es la unidad.
No es
sencillamente el hecho de que cese la hostilidad, la ausencia de conflictos; más
bien significa ser uno. Todo lo
demás es superficial, temporal y totalmente insatisfactorio.
Usted sabe que
esto es cierto, tal vez ha hecho las paces por medio de términos humanos y ha
descubierto que es solo algo externo. Si usted se limita a estar de acuerdo en
no luchar, eso no es paz e invariablemente da como resultado un nuevo
enfrentamiento, poniéndose de nuevo de manifiesto la anterior animosidad.
Este es el motivo
por el cual lo que llamamos paz entre las naciones nunca dura, porque no es
realmente paz. No representa de ninguna
manera la unidad. Es tan solo una manifestación del agotamiento que es el
resultado de esa lucha o guerra, es el acuerdo para ponerle fin durante un
tiempo hasta que todos podamos recuperarnos y volver a armarnos, y entonces
empieza otra vez la guerra, porque nunca ha quedado nada acordado.
Pero la palabra
de Dios nos habla acerca del secreto de la paz, es la unidad en una persona, “Cristo es nuestra paz”, la cual la
encontramos únicamente cuando somos una
sola carne con él.
Y cuando el Señor
Jesucristo hace la paz, la paz es satisfactoria, permanente y verdadera. Para
vivir en paz es preciso que tenga usted la paz que únicamente se obtiene en
Cristo.
El problema es
que por nosotros mismos queremos acabar con los resultados del conflicto. Pero nunca podremos conseguir la paz por
nosotros mismos porque la paz está en
Cristo.
Cuando no somos
una sola carne con Cristo, guardamos rencores, nos cuesta perdonar y vamos de
conflicto en conflicto, pero cuando somos una sola carne con Cristo le dejamos
los conflictos a él que es la cabeza y podemos
reposar en paz.
Si las personas
acuden a ti con diferentes problemas que tienen que ver con conflictos, que
están molestas, turbadas, desanimadas o enojadas por las cosas tan terribles
que les ha hecho otras personas, debes hacerles ver que tiene un conflicto,
pero además tiene otro problema mayor, y ese problema mayor es que no tienen paz.
La persona se
siente molesta, furiosa y emocionalmente afligida, de modo que todo lo que hace
se ve influido por su estado emocional, y le resulta imposible resolver el conflicto
hasta que ella misma tenga paz.
Debes hacerle ver
que la paz está en Cristo, que le
deje a él ese conflicto. A partir de ese momento estará en paz. Esa es la
promesa que Dios nos ha hecho: Él es nuestra paz, y una vez que hemos dejado el
asunto en manos del Señor y nos damos cuenta de que Él está actuando al
respecto, que Él tiene la solución, nuestro corazón podrá estar en paz.
Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados
y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas” (Mateo 11:28-29).
No sé si alguna
vez has tenido un problema legal. Lo cierto es que las personas que tienen
problemas legales, llevan esos problemas al abogado y una vez que el abogado se
hace cargo, descansan y tienen paz. Esto
nos recuerda que Jesús es nuestro
abogado (1 Juan 2:1), déjale los
problemas a él y vive en paz. Cristo es nuestra paz y solo Él y en él podemos
encontrarla.
Efesios 2:15 aboliendo en su carne las enemistades, la
ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los
dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 2:16 y mediante la cruz
reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las
enemistades. 2:17 Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que
estabais lejos, y a los que estaban cerca; 2:18 porque por medio de él los unos
y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
En Cristo no
solamente encontramos paz para con nuestros semejantes, con los judíos, sino
también para con nuestro Padre Celestial. Jesús
abolió en su carne lo que nos enemistaba. Eso que nos enemistaba eran las ordenanzas de la ley, la cual nos acusaba
y exigía un cumplimiento para no condenarnos a la muerte.
Jesús abolió las
ordenanzas de la ley e hizo de los gentiles y de los judíos un solo pueblo,
para crear en sí mismo un nuevo hombre
en Cristo y consiguiendo la paz.
En Cristo no hay ley
alguna que nos condene, no hay ninguna
condenación para el que es una sola carne con Cristo Jesús, aquel que no anda conforme a la carne,
sino conforme al Espíritu (Romanos 8:1) porque Jesús es su paz.
Andar conforme al Espíritu es vivir unidos a
Cristo, protegidos y en paz en Cristo, es permanecer siendo una sola carne
con Cristo y no abandonar los lugares celestiales.
Cuando luchamos
por nosotros mismos, nos salimos de la burbuja de protección y somos presa del
diablo, el cual como león rugiente anda
viendo a quien devorar (1 Pedro 5:8).
Recuerda que las armas de nuestra milicia no son
carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas (2 Corintios 10:4). Solamente en Cristo
es que podrán destruirse las fortalezas, no es algo que nosotros podemos hacer
fuera de Cristo.
Recuerda también,
que solamente a través de Cristo es que
tenemos entrada al Padre (Efesios
2:18), no es algo que puedes lograr por ti mismo.
Efesios 2:19 dice que aquellos
de nosotros que hemos venido a Cristo ya no somos extranjeros ni
forasteros, sino ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.
Estas no son
simples palabras, son palabras maravillosas, son el cumplimiento de grandes
promesas de Dios. Para empezar, somos “conciudadanos de los santos”, hemos
entrado a un nuevo reino donde solo habitan santos, hemos cambiado de
ciudadanía y esa ciudadanía está en los cielos.
Como ciudadanos
de Costa Rica nos encontramos bajo la autoridad
y la protección de un gobierno humano. Pero lo que hace que nos regocijemos en
nuestra ciudadanía es que disfrutamos de ciertos
privilegios.
Igualmente, en el
reino de Dios usted está bajo la autoridad y protección del Rey de reyes y Señor de señores. NO hay
quien puede oponerse a su persona ¿Si
Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31)
Pero, además el
Rey de reyes ha puesto a su disposición una serie de privilegios.
Él nos ha bendecido con toda bendición
espiritual (Efesios 1:3), y ha
puesto en nosotros el poder que levanto a
Cristo de entre los muertos, la clase de poder que obra mucho más allá de
la manera de pensar y de los planes humanos.
Además, nos ha dado autoridad sobre todo principado,
autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en
este siglo, sino también en el venidero (Efesios
1:19-22.
Y lea con atención,
somos “miembros de la familia de Dios”,
no somos miembros de cualquier familia. Ni la familia más poderosa del planeta
se compara con la familia de Dios.
Somos hijos de
Dios, y un hijo siempre es de categoría superior a cualquier embajador,
gobernador o secretario.
Una biografía de Abraham Lincoln contaba un incidente
cuando el presidente estaba con su gabinete en una reunión de importancia
crucial. De pronto, alguien llamó a la puerta. Allí estaba Willy, el hijo de
diez años del presidente, que quería ver a su padre. Lincoln dejó a todos los
miembros del gabinete para ver qué era lo que quería Willy, porque su hijo era
superior a todos los allí reunidos.
Esta es la gran
verdad que nos dicen las escrituras, somos hijos de Dios y él nos da prioridad
sobre cualquier cosa y está atento a nuestras necesidades para suplirlas.
La escritura
agrega que hemos sido edificados “sobre el fundamento de los apóstoles y los
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:20).
Lo que nos está
diciendo es que tu fe no está fundamentada en ninguna religión, está fundada en
la enseñanza de los apóstoles, enseñanza que ellos adquirieron del mismo
Cristo. Cristo es la base de nuestra fe, él es la piedra angular del edificio
llamado iglesia.
Estamos unidos a
Cristo y no hay forma que nada nos derrumbe, porque no hay nadie que pueda
derrumbar a Cristo y nosotros somos uno con él.
Todos tenemos una
relación íntima con Cristo que el diablo no puede romper a menos que tú así lo
quieras.
Es posible para
los miembros de una familia terrenal encontrarse dispersos en diferentes
lugares, pero en la familia de Dios todos estamos unidos, ninguna separación de
los ladrillos que forman los muros es posible. Todos somos parte del edificio, somos
una sola carne con Cristo, somos
todo lo que Cristo es y gozamos de todos los beneficios de Cristo.
Espero que este
pequeño estudio te haga recapacitar para que no vuelvas nunca más a verte separado de Cristo. Toma en cuenta que
eres ciudadano de los cielos, toma en cuenta que eres de la familia de Dios, toma
en cuenta que eres uno solo con Cristo.
Cuando estés
consciente de ello, irás de victoria en victoria, vivirás en paz, a pesar de
las circunstancias que se te presenten, porque todo lo podrás en Cristo Jesús
que te fortalece (Filipenses
4:13).
Deja de poner los
ojos en ti, pon los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por
el gozo puesto delante de Dios sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se
sentó a la diestra del trono de Dios (Hebreos
12:2).
Tú estás donde está Cristo y eres todo lo que Cristo es,
porque eres parte de él. Cuando tus ojos espirituales puedan ver esta verdad,
tu vida dará un giro de 160 grados y cambiará totalmente.
Desde el día de
tu bautismo, cambiaste de familia, cambiaste de ciudadanía, te uniste a Cristo,
y eres una sola carne con él. Al igual que un matrimonio, todo lo de Cristo es
tuyo, además él es tu protector y tu proveedor. Ya tu vida no es tu vida, como
tampoco lo es la vida del soltero, ahora iniciaste
una nueva vida con Cristo ¿Qué mejor vida que esa?
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