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Moisés golpeó la roca en lugar de
hablarle, tal y como Dios se lo había ordenado. Eso hizo que Dios lo castigara,
impidiéndole entrar a la tierra
prometida. Y a pesar de que Moisés imploró por su perdón, Dios no dio marcha
atrás ¿Por qué Dios no lo perdonó? ¿Qué tan grave fue su pecado?
Moisés le demostró a Dios que le
era obediente y fiel, lo hizo por muchos años, los hechos lo comprueban. Él renunció
a los deleites del pecado y a los tesoros de los egipcios para servirle. Él vivió
como nómada durante más de cuarenta años en el desierto, soportando las rebeldías
y murmuraciones de su pueblo, con tal de servirle. Y de pronto, en un solo arrebato
de cólera, el “amigo de Dios”, el que
hablaba “cara a cara con Dios”, quedó
fuera ¿Por qué? Vayamos a los hechos.
Los hijos de Israel vieron como
Dios los liberó de la esclavitud de Egipto a través de increíbles sucesos sobrenaturales.
Ellos vieron como Dios abrió el mar para que lo atravesaran y se enrumbaran por
el desierto hacia la tierra que les había prometido. Pero, de pronto hubo escases de agua y ellos se olvidaron de su Dios todopoderoso
estaba con ellos. Entonces se arrepintieron de haber dejado Egipto y murmuraron
contra Moisés y su hermano Aarón.
Ellos no tuvieron que mover ni un
dedo para ser liberados, no tuvieron que nadar para atravesar el mar, todo
les vino por gracia, pero cuando vino la primera prueba, se olvidaron que
Dios podía suplirles el agua, solamente se vieron ellos y las circunstancias y
se olvidaron del Dios de la gracia.
Éxodo 17:6 He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la
peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el
pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel.
Moisés y Aarón no se olvidaron de
Dios, ellos le clamaron y Dios pasó por alto aquella afrenta del pueblo, ordenando a Moisés que golpeara la roca (peña)
con la vara, para que de ella saliera agua y el pueblo y los animales pudieran
beber, y así sucedió.
Días después, llegaron a la frontera
con la tierra prometida. Entonces Dios le dijo a Moisés que enviara 12 espías
para que reconocieran la tierra y sus habitantes.
Después de 40 días de reconocerla
tierra, los espías brindaron un informe: “la
tierra fluía leche y miel, pero, estaba habitada por gigantes. Eso hizo que
los espías recomendaran no ir en su conquista porque “serían comidos como langostas”.
Entonces toda la congregación
gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra
Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o
en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra
para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No
nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un
capitán, y volvámonos a Egipto” (Números 14:1-4).
Solamente los espías Josué y Caleb
dijeron que si bien era cierto que había gigantes, ellos los comerían como pan
porque Jehová estaba con ellos (Números 14:9).
La multitud quiso apedrearlos y Jehová
dijo a Moisés: “¿Hasta cuándo me ha de
irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he
hecho en medio de ellos? Yo los heriré
de mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más grande y más
fuerte que ellos” (Números 14:11:12).
Ante los ruegos de Moisés, Dios no
acabó con aquel pueblo, pero dictó sentencia: “Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así
haré yo con vosotros. En este desierto
caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre
vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. Vosotros a
la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os
haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de
Nun” (Números 14:28-30).
Ellos dijeron: “ojalá muriéramos en este desierto” y
Dios les contestó: “lo que habéis
hablado, eso haré con vosotros, no entrarán en la tierra, en este desierto caerán vuestros cuerpos”.
“Y vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y
ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos
en el desierto. Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que
reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año
por cada día; y conoceréis mi castigo” (Números 14:33-34).
Dios no acabó con ellos en aquel
momento, pero los castigó a vivir en el desierto por cuarenta años, hasta que
sus hijos menores estuvieran aptos para entrar a esa tierra. En aquel momento,
eso sí, Dios les dio muerte a los diez espías que incitaron a la congregación, a
través de una plaga (Números 14:36-37).
Moisés no tuvo culpa en nada de lo
que sucedió, sin embargo tuvo que esperar cuarenta años para entrar a la tierra
prometida.
Y pasaron 40 años, nuevamente hubo
escasez de agua y una vez más la congregación murmuró contra
Moisés y Aarón (Números 20:1-5).
Y se fueron Moisés y Aarón de
delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se
postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos. Y habló
Jehová a Moisés, diciendo: “Toma la vara,
y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de
ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a
la congregación y a sus bestias” (Números
20:6-8).
En esta ocasión, Dios no le dijo a
Moisés que golpeara la roca, sino que le “hablara”:
Pero, Moisés tomó la vara de delante
de Jehová, como él le mandó. Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación
delante de la peña, y les dijo: “Oíd
ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?” Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña
con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus
bestias. (Números 20:9-11)
Note usted que Moisés no le habló a la peña sino que la golpeó dos
veces, desobedeciendo a Dios y haciendo
las cosas a su manera. Pero peor aún fue que antes de golpearla dijo “hemos de hacer salir aguas de esta peña”,
acreditando el milagro a su nombre y
quitándole toda la gloria a nuestro Dios.
Entonces Jehová dijo a Moisés y a
Aarón: “Por cuanto no creísteis en mí,
para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta
congregación en la tierra que les he dado. Estas son las aguas de la rencilla, por las
cuales contendieron los hijos de Israel con Jehová, y él se santificó en ellos por
tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”. (Número 20:12-13).
Note usted que Dios acusa a Moisés y
a Aarón de tres cosas: 1) no habían creído en él; 2) no lo habían
santificado y 3) Moisés se había santificado en ellos.
Por lo tanto, ninguno de los dos
metería a la congregación en la tierra prometida, es decir ninguno de los dos
entraría a la tierra que fluye leche y miel.
1. NO CREYERON EN DIOS
“Por cuanto no creísteis en mí”.
El gran pecado que Moisés y Aarón cometieron fue el pecado de incredulidad. Por la fe recibimos gracia, pero la
incredulidad nos hace perder la gracia y eso fue lo que le sucedió a Moisés.
De hecho, cuando creemos en Dios, lo
obedecemos, pero cuando no creemos en él, lo desobedecemos. El mejor ejemplo lo podemos ver en Adán y Eva, Dios les dijo que si comían
de la fruta prohibida morirían. Luego vino Satanás disfrazado de serpiente y
les dijo que no morirían sino que serían como Dios ¿A quién le creyeron ellos?
Le creyeron al diablo y por eso desobedecieron. La desobediencia vino como consecuencia de la incredulidad.
Podemos suponer que Dios le dijo a
Moisés que no había creído en él, porque Moisés no creyó que hablándole a la
roca, ésta daría el agua. Él había
golpeado en una ocasión a la roca y está dio agua, estaba convencido que
la manera de que diera agua era golpeándola y no hablándole y cegado por la ira
se le olvidó que Dios puede conseguir un objetivo de diferentes maneras.
Pero, lo cierto es que palabra de
Dios dice que la desobediencia es como
pecado de adivinación e idolatría (1
Samuel 15:23) ¿Cómo entender eso? El que desobedece es como el adivinador, el
cual piensa; “haré esto o aquello”,
como si conociera el futuro.
Un ejemplo palpable es en el asunto de
las ofrendas. Dice la escritura que Dios hará que abunde
toda gracia en el que ofrenda, a fin de que, tenga siempre en todas las cosas
todo lo suficiente, para que abunde para toda buena obra (2 Corintios 9:8).
Lo que dice el texto es que al que ofrenda nunca le faltará nada,
que siempre tendrá lo suficiente para que pueda andar en buenas obras. Eso
significa que el que ofrenda debidamente tiene el futuro asegurado, no tiene
que preocuparse por lo que comerá mañana, ni por lo que vestirá, ni por los pagos que deba hacer, porque Dios
le proveerá.
Pero, no ofrendamos, porque no le
creemos a Dios. Si le creyéramos, entonces ofrendaríamos. Creemos más en lo
que nosotros mismos podremos hacer con ese dinero, quizás invertirlo para
labrarnos un futuro, comportándonos como adivinos. Por eso es que la desobediencia es como la
adivinación.
Además la desobediencia es como la idolatría ¿Por qué? Porque dejamos de
confiar en Dios para confiar en nosotros mismos, convirtiéndonos en nuestros
propios dioses, le damos el lugar de Dios al yo y pensamos: “nadie tiene que decirme lo que debo hacer,
yo hago lo que quiero”.
Y eso fue lo que sucedió con Moisés
y Aarón, no creyeron que hablándole a la roca, ésta daría agua, no le creyeron
a Dios. Ellos creyeron en ellos mismos,
que si la golpeaban, entonces sí daría agua, cometiendo el pecado de idolatría.
2. NO SANTIFICARON A DIOS
“Por cuanto no creísteis en mí,
para santificarme delante de los hijos de Israel”. El segundo pecado de Moisés y Aarón fue que no santificaron
a Dios ¿Qué significa santificar a Dios?
La palabra santificar tiene varios significados, algunos de ellos son dar honra
y gloria.
Moisés y Aarón no le dieron el lugar
a Dios, no hicieron el milagro en nombre de Dios, sino que se lo atribuyeron a
sí mismos, negándole toda gloria y toda honra a Dios.
3. MOISES SE SANTIFICÓ
“y
él se santificó en ellos”. Ese fue el tercer pecado, Moisés se santificó a
sí mismo, se echó toda la gloria y la honra de aquel milagro, convirtiéndose en
su propio dios.
EL
CASTIGO
“No
meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”. Dios no iba
a permitir esa gran afrenta de que fue objeto. En primer lugar, las cosas se
hacen como él dice y punto. Eso lo podemos ver en la historia de Saúl, el primer rey de Israel que fue
desechado por hacer las cosas a su manera y no como Dios se lo ordenó.
Fue en ese momento que Dios dijo a
través del profeta: “Porque como pecado
de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por
cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que
no seas rey” (1 Samuel 15:23).
Desobedecer lo que Dios ha ordenado
específicamente es desechar a Dios y su palabra, eso no solamente es
desobediencia, es rebeldía, es obstinación, es adivinación e idolatría.
Moisés desecho la palabra de Dios y
su sueño de entrar a la tierra prometida también se desechó en un instante. No
es que Dios no perdonara a Moisés, claro que lo perdonó, pero Moisés debía de pagar las consecuencias de
su pecado.
Recordemos lo que le sucedió al rey David. Este rey mandó a matar a un soldado para quedarse con su mujer.
Cuando se arrepintió de su pecado, Dios lo perdonó, pero le dijo que la sangre no se apartaría de su casa (2 Samuel 12:10). Debemos tener eso muy
en cuenta.
Dios prometió no acordarse de nuestros
pecados (Hebreos 10:17),
Dios no te va enviar al infierno al morir, pero tendrás que afrontar las
consecuencias de tus pecados aquí en esta vida, tal como le sucedió a Saúl, a
David y a Moisés.
Moisés y Aarón esperaron cuarenta
años y en un momento de ira lo dejaron ir todo. No meterían a la congregación a
la tierra prometida, Dios le daría esa responsabilidad a Josué.
Números
20:25 Toma a Aarón y a Eleazar su hijo, y hazlos subir al monte de Hor, 20:26 y
desnuda a Aarón de sus vestiduras, y viste con ellas a Eleazar su hijo; porque
Aarón será reunido a su pueblo, y allí morirá. 20:27 Y Moisés hizo como Jehová
le mandó; y subieron al monte de Hor a la vista de toda la congregación. 20:28
Y Moisés desnudó a Aarón de sus vestiduras, y se las vistió a Eleazar su hijo;
y Aarón murió allí en la cumbre del monte, y Moisés y Eleazar descendieron del
monte. 20:29 Y viendo toda la congregación que Aarón había muerto, le hicieron
duelo por treinta días todas la familias de Israel.
Dios ordenó llevar a Aarón al monte
Hor para que le quitaran las vestiduras sacerdotales y se las pusieran a
Eleazar y a su hijo y allí murió Aarón.
Deuteronomio
34:1 Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga,
que está enfrente de Jericó; y le mostró Jehová toda la tierra de Galaad hasta
Dan, 34:2 todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de
Judá hasta el mar occidental; 34:3 el Neguev, y la llanura, la vega de Jericó,
ciudad de las palmeras, hasta Zoar. 34:4 Y le dijo Jehová: Esta es la tierra de
que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te
he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá. 34:5 Y murió allí Moisés
siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. 34:6 Y lo
enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno
conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. 34:7 Era Moisés de edad de ciento
veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor.
Aunque Moisés le rogó a Dios que lo
dejara entrar a la tierra prometida, Dios no se lo permitió, únicamente permitió que viera la tierra desde el monte
Pisga. Y luego de ver la tierra, Dios le quitó la vida y lo enterró en la
tierra de Moab pero nunca nadie supo dónde.
Moisés y Aarón debieron abandonar
esta vida para que Josué llevara al pueblo a la conquista de la tierra
prometida, ellos pagaron un precio muy alto por su pecado.
LA
AUTORIDAD DE DIOS
Jesús dijo: “porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará;
y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá” (Lucas 14:28).
Ese fue el caso de Saúl, de David,
de Moisés, de Aarón. Ellos tenían una investidura especial, ellos eran
autoridades delegadas de Dios y Dios espera más de los líderes que los
liderados.
Los fieles escuchan a su líder y le
creen lo que dice, de tal manera que el líder no puede jamás enseñar lo que
piensa o lo que cree, ni debe hacer lo que piensa, sino lo que dice la palabra
de Dios que debe hacer.
El líder debe sujetarse a la palabra
de Dios para no ser desechado y pagar las consecuencias de su pecado, tal y
como le sucedió a esos grandes hombres de Dios.
Romanos
13:1 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay
autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
13:2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios
resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
Dios ha establecido las autoridades
para que haya orden y no caos. Las autoridades deben respetarse porque oponerse
a ellas es oponerse a lo establecido por Dios y a Dios resiste.
El pueblo judío se opuso a la
autoridad de Moisés y con ello se opuso a Dios y recibió su castigo, el
desierto se convirtió en su casa y en su cementerio. Y Moisés se opuso a la
autoridad superior que es Dios, al desobedecerlo, Moisés pasó por alto la
autoridad de Dios y lo hizo quedar mal ante el pueblo de Israel.
El que más había recibido, fue el
que más pagó por su desobediencia porque los otros se habían rebelado muchas
veces contra la autoridad Dios, pero Moisés lo hizo solamente una vez. Que
grandes enseñanzas nos deja la palabra de Dios.
LA
ROCA ERA CRISTO
1
Corintios 10:4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la
roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. 10:5 Pero de los más de
ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. 10:6
Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos
cosas.
Para terminar, es importante hacer
notar que Pablo dice que la roca de la cual salió el agua era Cristo y que esa
roca seguía a los israelitas por el desierto.
Eso parece simbólico, sin embargo los rabinos judíos tienen una leyenda, la cual
dice que un fragmento de roca de quince pies de alto siguió a los israelitas
por cuarenta años en el desierto, para que nos les faltara el agua."
Lo cierto es que Pablo está hablando
del significado espiritual de la roca, y los rabinos dan por un hecho que la
roca material sí los seguía, es decir, siempre había una roca que daba agua. Cuando
la roca no dio agua, vinieron los problemas, lo que nos hace entender el significado
espiritual de la roca.
Cuando Pablo dice que los hijos de
Israel tomaron una "bebida
espiritual” y esa bebida era Cristo,
está declarando la preexistencia de Cristo con los israelitas en aquel desierto, e
indicando que esa agua sobrenatural que
salvo a los Israelitas de perecer en Refidim era proveída por Cristo.
Podemos notar que la provisión del
agua de la roca se da dese el principio del viaje por el desierto (Éxodo 17:1-7) y se da al fin de esa peregrinación,
que es cuando Moisés en un ataque de cólera la golpeó dos veces.
Pablo extrajo la conclusión que Cristo los "había seguido" alrededor en el desierto proporcionándoles el
agua.
Jesús dijo a la mujer Samaritana en
el pozo de Jacob: "Cualquiera que
beba de esta agua volverá a tener sed;
pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que
el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna."
(Juan 4:10, 14).
Jesús es la fuente constante de
bebida espiritual y de alimento espiritual para los creyentes. Sin embargo, el
agua fue proporcionada primeramente hasta después
que la roca fue golpeada, lo que simboliza que hasta que Cristo fue
golpeado en la cruz, tuvimos acceso a esa fuente de vida espiritual.
En el último y gran día de la pascua,
Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: "Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior brotarán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de
recibir los que creyeran en él, pues aún no había venido el Espíritu Santo,
porque Jesús no había sido aún glorificado" (Juan 7:37-39).
Dice Hebreos que Jesús entró una
vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención
(Hebreos 9:12); y no para ofrecerse muchas veces, como entra
el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena (Hebreos 9:25).
Lo que nos está diciendo Pablo es
que Jesús no necesita ir a la cruz cada año, lo hizo una vez para siempre, él
fue golpeado una sola vez y su sangre preciosa nos santificó para siempre, de
manera eterna y perfecta.
Moisés, haciendo las cosas en la
carne, golpeó nuevamente la roca que simbolizaba a Cristo, como si Cristo
necesitara ser golpeado nuevamente para dar vida.
Él debía hablarle a la roca para que
le suministrara el agua, pero Moisés hizo las cosas en la carne, y golpeó la
roca. Craso error que le costó muy caro.
Que esta historia nos sirva de
ejemplo para no incurrir en los mismos errores, para que dependamos siempre
de Dios y no de nosotros mismos y lo
obedezcamos y lo creamos en todo, no solo en lo que nos conviene.
es una enseñanza que me dejo hoy una leccion muy profunda yo he estado cuestionando a DIOS como que no me escuchara. pero veo en este tema que Dios me lo puso en mi camino debo de ser obediente y paciente.
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