lunes, 1 de mayo de 2017

EN CUAL PACTO TE MUEVES?

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Se supone que todos los creyentes nos movemos bajo el Nuevo Pacto, pero es solamente eso: una suposición ¿Por qué lo digo? Porque una gran mayoría de cristianos se siguen moviendo bajo el Viejo Pacto.
Eso se debe a que no han comprendido la diferencia entre uno y otro, consecuentemente no tienen paz, no tienen gozo, viven amargados, y acusados constantemente por su conciencia.  Entonces se esfuerzan por agradar a Dios a través de su comportamiento,  pero no pueden, entonces se lamentan y terminan diciendo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24)
Este pequeño estudio pretende ser una ayuda para todos aquellos que aún viven en tinieblas y que no pueden ver la diferencia entre un pacto y otro.
La mejor manera de empezar es conociendo los términos: “promesa, juramento, pacto, testamento”.

Una promesa es lo que Dios nos ofrece a través de su palabra.  Un juramento es la confirmación de una promesa:

Hebreos 6:17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento.

Dios hizo una promesa y luego interpuso juramento para que entendiéramos que esa promesa era firme. Cuando la promesa fue confirmada por el juramento, se convirtió en un pacto, ya no es promesa ni es juramento, ahora es un pacto ¿Cuál es la diferencia entre la promesa y el pacto? Que una promesa no da garantía de cumplimiento, mientras que el pacto garantiza su cumplimiento.

Hebreos 9:16 Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. 9:17 Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.

Un testamento es un pacto que se hereda a una o varias personas, pero el testamento debe confirmarse con la muerte. Mientras el testador viva, el testamento no tiene validez y los herederos no pueden reclamar la herencia.
Dios estableció dos pactos y ambos se convirtieron en testamentos porque fueron confirmados con sangre:

Hebreos 9:18 De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre. 9:19 Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, 9:20 diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado. 9:21 Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. 9:22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

El primer testamento fue instituido por Moisés con la sangre de los animales. Por eso el verso 20 dice: “esta es la sangre del pacto”.

Mateo 26:26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 26:27 Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 26:28 porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.

El segundo testamento fue establecido por Jesús e instituido con su propia sangre.
Dios estableció dos pactos, uno para las personas que vivieron hasta Cristo y otro para los que vivimos después de Cristo. Estos dos pactos testamentarios establecen las condiciones sobre las cuales el hombre puede recibir su herencia.

Génesis 22:16 y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; 22:17 de cierto te bendeciré, y multiplicaré  tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar;  y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. 22:18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra,  por cuanto obedeciste a mi voz.

Dios le  dio una promesa a Abraham y más tarde también le hizo un juramento, por tanto, la promesa vino a ser un pacto. Mediante ese pacto  Dios se comprometió a bendecir a la descendencia de Abraham:

Gálatas 3:15 Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. 3:16 Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. 3:17 Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa.

El viejo pacto hecho a Abraham se cumpliría en Cristo, es decir, Dios bendeciría a la descendencia de Abraham en la simiente que es Cristo.
Esa bendición es el testamento y esa bendición no era una bendición material sino una bendición espiritual que consistía en convertir a las personas en hijos de Dios, darles vida eterna y darles entrada al reino de los cielos. Lo sabemos porque a eso vino Cristo, él no vino a darnos riquezas materiales, él vino a salvarnos de la condenación eterna.
Lo que podemos entender es que ambos pactos contienen la misma herencia y que esa herencia solamente se podía cumplir bajo el segundo pacto, por eso dice que el primer pacto es ratificado en Cristo.

Romanos 9:6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 9:7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. 9:8 Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.

Vea usted que la descendencia de Abraham que recibiría la herencia a través de Cristo no son los descendientes según la carne. Los que se convertirían en hijos de Dios y por lo tanto son llamados descendientes de Abraham,  son los que se apropian de la promesa a través de la fe del nuevo pacto.
Jesús derramó Su sangre en la cruz y promulgó el nuevo pacto (Lucas 22:20). En ese momento, el nuevo pacto fue establecido y se convirtió en un testamento debido a la muerte del Señor.
Cuando una persona muere, sus herederos se presentan ante el Juez a reclamar la herencia que se encuentra en el testamento. Pues bien, Jesús nos dejó un testamento que contiene la bendición y tenemos que acudir al Padre para pedirle que haga efectiva esa herencia.
Dios estableció que la manera de apropiarnos de esa bendición es siendo sepultados y resucitadosen semejanza” con Cristo, a través del bautismo (Romanos 6:3-5, Marcos 16;16, Hechos 2:38, Hechos 22:16)).
El nuevo pacto es una confirmación del pacto que Dios hizo con Abraham pero no contiene la ley, porque ésta fue sustituida por la gracia.
La ley vino 430 años después del pacto de Dios con Abraham y la ley no invalidó ni el pacto ni la promesa porque la ley no era una exigencia del pacto original.

Romanos 5:20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;

Que “La ley se introdujo”, significa que la ley no figuraba en la intención de Dios, no era lo que Dios había ordenado originalmente para el hombre.
Ley fue añadida para que el pecado abundase, no es que el pecado no existiera porque con Adán el pecado entró en el mundo y con el pecado la muerte (Romanos 5:12).
El pecado existía pero no estaba tipificado en ninguna ley. Que los pecados abundaran no quiere decir que no existían sino que no estaban tipificados.
Pongamos un ejemplo: hace algunos años el narcotráfico no estaba tipificado por la ley. No era que no existiera el delito de narcotráfico, el delito existía pero no estaba tipificado en la ley. Al tipificarse aumentaron los delitos que habrían de estar tipificados en la ley.
Así sucedió con la ley de Moisés, los pecados abundaron porque fueron tipificados en la ley. Dios añadió la ley para tipificar los pecados y 1) mostrarle al hombre lo pecador que es, y  2) darle así su gracia.
A través de la ley, el hombre pudo darse cuenta que sus actos eran pecaminosos e iban en contra de la voluntad de Dios, por lo tanto necesitaba un salvador; entonces la ley se convirtió en su ayo (guía)  para llevarlo a Cristo a fin de que fuera justificado por la fe (Gálatas 3:24).
Ahora, que la ley fuera  añadida nos revela que Dios nunca tuvo la intención  de una ley ni de un castigo para el hombre.

Romanos 4:14 Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. 4:15 Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión.

La ley jamás podría ser para los herederos de la promesa, porque entonces vana resultaría la fe y la promesa sería anulada. Pero la ley no anuló la promesa porque la promesa es para los de la fe, de allí que bajo el Nuevo Pacto Dios decretó: “nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:17) ¿Por qué no se acordaría? Porque Jesús pagó por todos ellos y porque no estamos bajo la ley de Moisés.
Los del Nuevo Pacto hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales con Cristo (Efesios 1:3) y por eso la ley no puede alcanzarnos porque la ley trae maldición.
La ley es para los que no han recibido la promesa, para los que no han sido bendecidos con toda bendición espiritual y para los que no han sido sentados en lugares celestiales con Cristo.

Hebreos 9:22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.

Como vimos, la ley exigía la purificación de los pecados por medio del derramamiento de Sangre. Dios estableció en la ley que los toros y machos cabríos murieran por el perdón temporal de los pecados del hombre (Hebreos 9:18-20; Éxodo 24:6-8), sin derramamiento de sangre no había perdón.

Hebreos 9:11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.

En el nuevo pacto no hace falta que se sacrifique ningún becerro ni ningún macho cabrío para el perdón de los pecados, porque Cristo tomó el lugar de ellos y entró una vez y para siempre al lugar santísimo a ofrecer su propia sangre, habiendo con ello obtenido eterna redención.
El perdón obtenido por Cristo no es temporal como el que se obtenía con el sacrificio de los animales, el perdón obtenido por Cristo es eterno, ya no hace falta ningún sacrificio más, ya no hay nada que ofrendar (Hebreos 10:18) porque Jesús fue la ofrenda perfecta.
Otro punto a destacar, es que bajo el viejo pacto, todo aquel que guardara la ley sería bendecido (Deuteronomio 28:1-14), y todo aquel que no permaneciera en todas las cosas escritas en el libro de la ley para hacerlas sería maldecido (Deuteronomio 28:15- 68).
La ley solamente podía exigir y condenar; no podía dar vida, el hombre no puede ser justificado por la ley, porque la ley sólo exige y condena; la ley no da al hombre el poder para que éste sea justificado por Dios



Gálatas 3:12 dice: la ley no es de fe, sino que dice: ‘El que hace estas cosas vivirá por ellas,

La ley no es de fe, sino que es de obras. La ley no se basa en el principio de la fe; se basa en el principio de las obras. El hombre tiene que cumplir la ley para vivir. Por tanto, Moisés habló muchas veces a todo Israel de esta manera: Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis” (Deuteronomio 4:1; 5:1; 6:1, 25).
Refiriéndose al antiguo pacto, Hebreos 8:13 dice: Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se envejece y decae, está próximo a desaparecer”.

Hebreos 8:6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto establecido sobre mejores promesas 8:7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. 8:8 Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;

El viejo pacto era defectuoso, de no ser así no se hubiera procurado un nuevo pacto ¿En que era defectuoso? En la ley, porque era imposible que el hombre cumpliera la ley, debido a la debilidad de su carne.

Romanos 8:3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
Dios debió enviar a su hijo en semejanza de carne y de pecado para que condenara al pecado en la carne. Jesús cumplió la ley  y condenó al pecado, lo que quiere decir que lo dejó sin efecto.

Romanos 7:8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.

Cuando no había ley no había codicia, porque sin ley el pecado está muerto o condenado. Con Jesús la ley del primer pacto fue abolida (Efesios 2:15) y el pecado condenado. 

Romanos 7:17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.

Romanos nos revela que el pecado mora en el hombre, es una especie de espíritu que nos hace pecar. No debemos confundir los pecados con el pecado, es decir el pecado es la fábrica de pecados y los pecados son el producto de esa fábrica. Jesús no acabó con el producto, Jesús cerró la fábrica, el condenó al pecado.

Gálatas 3:27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

Cuando nos bautizamos, Dios nos quita la ropa inmunda para revestirnos de la santidad de Cristo. El espíritu de pecado es eliminado de nosotros y Dios deposita en su lugar su Espíritu para que nos ayude a andar en sus caminos (Ezequiel 36:27).  Y aunque pequemos, Dios no ve nuestros pecados, él solamente ve las ropas teñidas con la sangre de Cristo que nos cubren.
Por eso Romanos 8:1 dice que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús ¿Quiénes son estos? Son los creyentes bautizados en Cristo, los cuales no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu ¿Qué quiere decir eso? Que no hacen ningún esfuerzo en  la carne para cumplir la ley ni para vencer el pecado ni la tentación, sino que viven por fe, confiando en que Cristo cumplió la ley por ellos y que el  mismo Cristo en la persona del Espíritu Santo es ahora el que vence el pecado y la tentación en su lugar. Por eso Pablo dice:
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Y enseguida dice: “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (verso 21).
Lo que nos está diciendo es que si tenemos que cumplir la ley para ser justificados, estaríamos desechando la gracia y entonces por demás murió Cristo.
El Nuevo pacto es un mejor pacto ¿Cómo no va a serlo? Si   está establecido sobre estas mejores promesas.
Además, el viejo pacto establecía perdón temporal, el nuevo pacto establece perdón eterno, el viejo pacto contenía maldiciones, el nuevo pacto solamente contiene bendiciones.

Romanos 6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

El pecado no se enseñorea de nosotros, es decir no tiene poder sobre nosotros, los creyentes del nuevo pacto, porque no estamos bajo la ley y sin ley no hay pecado.
Nosotros estamos bajo la gracia de Dios que nos vino a través de Jesús,  Él es nuestra sabiduría, justificación, santificación y redención (1 Corintios 1:30).
El nuevo pacto está basado en la gracia, la cual da vida, como su condición. El nuevo pacto no requiere que el hombre guarde la ley; lo que requiera es que crea.

Romanos 11:6 Mas si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia.

Mientras que la ley opera totalmente por obras, la gracia opera absolutamente sin obras. Todo lo que es por obras, no es gracia sino ley.

Juan 3:15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

El Nuevo Testamento muestra claramente que Dios no requiere que el hombre haga obras; Dios únicamente requiere que el hombre crea.
En el principio no había ley, lo que había era gracia ¿Cómo se perdió la gracia? Por la incredulidad de Adán y Eva.
Dios plantó dos árboles en el jardín del edén y le dijo al hombre que sí comía del árbol de la ciencia del bien y del mal moriría. Pero el diablo, encarnado en una serpiente le dijo que no moriría, sino que  sería igual a Dios ¿A quién le creyó el hombre? Le creyó al diablo, no le creyó a Dios y por eso le desobedeció. Por culpa de esa incredulidad vino la maldición sobre la tierra.

Efesios 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Lo que nos devuelve la gracia es la fe en Jesús establecida en el nuevo pacto. Por la incredulidad y la desobediencia del primer Adán, la ley sustituyó la gracia y el pecado se enseñoreó del hombre. Por la fe y la obediencia de Cristo  (el postrer Adán) (1 Corintios 15:45), la gracia sustituyó a la ley y el pecado perdió su señorío.
En el nuevo pacto, el hombre solamente necesita tener fe; no necesita esforzarse por guardar la ley. Por el contrario, si lo hace cae de la gracia (Gálatas 5:4) y vuelve a la ley y al volver a la ley, todo el peso de ella le cae encima.
Resumimos entonces que el viejo y el nuevo pacto están dirigidos a dos generaciones distintas, el primer pacto está dirigido a la primera generación que va de Abraham a Cristo y  el segundo pacto está dirigido a la segunda generación después de Cristo y ambos pactos establecen condiciones diferentes.
El viejo Pacto ordena el cumplimiento de la ley, ese pacto era de la tierra al cielo, era lo que el hombre debía hacer para ser justificado,  mientras que el Nuevo pacto es del cielo a la tierra, en este pacto somos justificados por gracia, no es lo que el hombre hace sino lo que Dios hace por el hombre.
La ley no figuraba en la intención original de Dios, no era parte del viejo pacto, sino que fue añadida después, y finalmente fue abolida; por tanto, sólo se aplica a la era del Antiguo Testamento.
El nuevo pacto, el pacto mejor y eterno, fue efectuado por Jesucristo, fue establecido con la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, está basado en la gracia —la cual da vida— como su condición, y requiere únicamente que el hombre crea, y no que haga obras.
El nuevo pacto sí figuraba en la intención original de Dios y, por tanto se aplica a la era del Nuevo Testamento y a la eternidad. Para terminar quiero preguntarte ¿En cuál pacto te mueves?






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