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Dios le dio la ley a
Moisés, pero sabedor que los hombres morirían
porque no podrían cumplir la ley
sino que pecarían al infringirla, y siendo
que “la paga del pecado es la muerte” (Romanos 3:23), entonces le dijo a
Moisés que construyera un “tabernáculo” (Éxodo
Capítulo 26).
El tabernáculo era una
especie de templo móvil, y sería el lugar en donde Dios descendería para
otorgar el perdón de los pecados. Dios estableció que un “cordero sin mancha” fuera sacrificado en lugar del hombre pecador. Él
“descendería” al lugar santísimo del
Tabernáculo y al “ver la sangre del
sacrificio” extendería su perdón.
Esto nos enseña que
nadie podría “subir” a la presencia
de Dios, no había ni un solo justo, por ello, Dios debió “descender” y otorgar su perdón por medio del sacrificio de sangre y
a través de un mediador: “el sumo sacerdote”.
Hebreos
5:1 Pues todo sumo sacerdote que es tomado de entre los hombres es constituido
para servicio a favor de los hombres delante de Dios, para que ofrezca ofrendas
y sacrificios por los pecados.
Al lugar santo, entraban
los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto, pero al lugar
santísimo entraba únicamente el sumo
sacerdote y lo hacía una vez al año con la sangre del sacrificio (Hebreos 9:6-7) que ofrecía para el perdón
de los pecados.
Podemos ver que los
sacerdotes tenían dos funciones: 1) ofrecer culto y 2) ofrecer sacrificios a
Dios para el perdón de los pecados. En esta segunda función eran una especie de
“intermediarios” entre Dios y los hombres.
Lo cierto del caso es
que Dios estableció que para ser sacerdotes había que pertenecer a la tribu de Leví, por ello a este sacerdocio se le llama “sacerdocio levítico”.
Los levitas serían consagrados al sacerdocio y solamente
ellos podrían ser sacerdotes. Ningún miembro de otra tribu podría intentar ser
sacerdote porque “moriría”. Nada se dejó al azar en ocasión de algo tan
serio como fue la santa y justa reunión de “Dios
con el mediador” en el tabernáculo terrenal.
El Tabernáculo estaba
compuesto de dos aposentos
separados por un velo o cortina
tejida. Al primer aposento se entraba desde el exterior y se llamaba el “lugar santo”. Al segundo cuarto se
entraba a través del lugar santo y se llamaba el “lugar santísimo”. Había
solamente un mueble en el lugar santísimo
y era “el Arca del Pacto” con
el “propiciatorio” encima de él.
El Arca del pacto era
una urna hecha de madera y cubierta
por todos lados de oro. Dentro del Arca estaba otra
urna de oro que contenía el maná, también estaban las tablas de la ley y la
rama florecida de Aarón.
El propiciatorio o tapa del arca era donde se rociaba la sangre inocente, que Dios demandada para derramar su
gracia y establecer su perdón.
El Tabernáculo nos
revela que el hombre “no podía acercarse
a Dios por sus méritos”, necesitaba de la “sangre inocente” y de un “mediador”.
Solamente en el día de la expiación, una
vez al año, el sumo sacerdote traspasaba
el velo del lugar santo y rociaba la sangre del sacrificio en el propiciatorio
(Levítico 16:13-16) para que Dios
perdonara sus pecados y los de todo el pueblo.
Hebreos
9:7 pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin
sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo;
9:8 dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado
el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo
estuviese en pie.
Ningún otro hombre podía
entrar al lugar Santísimo y vivir mientras el velo estuviese de pie porque el
velo indicaba que el camino al lugar santísimo para el hombre no se había
abierto. Por eso solamente el sumo sacerdote, autorizado por Dios, podía
ingresar una vez al año.
Hebreos
9:9 Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas
y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que
practica ese culto, 9:10 ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas
abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de
reformar las cosas.
En la primera parte, o
sea en el Lugar Santo era que se
hacían los sacrificios, este lugar permaneció intacto hasta que el velo se rompió
y se abrió el camino al Lugar Santísimo.
El Lugar Santo simboliza
a las personas que hacen sacrificios y ofrendas para limpiar su conciencia,
pero eso no es suficiente para poder ingresar al lugar santísimo a obtener el
perdón porque si lo hacían morirían, el
velo se los impedía o más bien se los advertía.
Ese velo sigue allí para
todos aquellos que insisten en ser justificados por sus obras o por su comportamiento.
Hebreos
9:11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros,
por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no
de esta creación, 9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo,
habiendo obtenido eterna redención.
El Señor Jesús entró una
vez para siempre en el lugar Santísimo, no en el tabernáculo terrenal sino en
el tabernáculo celestial y ofreció su
preciosa sangre y obtuvo eterna redención
para todos los pecadores.
Mateo
15:37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. 15:38 Entonces el velo del templo
se rasgó en dos, de arriba abajo.
Cuando Jesús murió el
velo del templo se rasgó en dos porque con su sangre Jesús nos abrió el camino al lugar
Santísimo a la presencia del Padre.
Juan
19:30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo
inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
Note que la gran voz que
Jesús dio antes de expirar y entregar su espíritu fue: “consumado es”. El Señor Jesús sacó fuerzas de la nada para decirle
al Padre que todo “estaba cumplido” y
que no había razón alguna para que el velo permaneciese en pie, porque su sangre preciosa era suficiente para
cubrir los pecados de todos los hombres.
Hebreos
10:19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo
por la sangre de Jesucristo…
El camino al lugar Santísimo,
el camino a la presencia del Padre, el camino al Trono de la gracia quedó libre
porque “fuimos justificados gratuitamente
por la gracia de Dios, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien
Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su
justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados” (Romanos 3:24-25).
Jesús es la propiciación
por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo" (1 Juan 2:2) y
ya no hacen falta sacrificios ni
sacerdotes humanos que sirvan de intermediarios, el velo que eso
significaba fue derribado.
El perdón que los sumos
sacerdotes conseguían era “momentáneo”,
por eso tenían que estar haciendo sacrificios todos los años. Pero nuestro Señor Jesús entró al lugar
santísimo del tabernáculo celestial y ofreció su propia sangre por el perdón de
los pecados y obtuvo “eterna redención”.
De allí en adelante ya no se necesitan sacrificios ni sacerdotes porque el
perdón otorgado por Jesús fue eterno.
Hebreos
10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18
Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
La sangre de Jesús
perdonó todos los pecados de la humanidad y “ya no hay sacrificios que ofrecer”. Las personas que insisten en
hacer sacrificios es porque “no les ha resplandecido la luz del evangelio
de la gloria de Cristo” (2 Corintios
4:4).
1
Timoteo 2:5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre, 2:6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos,
de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.
Y como ya no hay
sacrificios que ofrecer, no se necesitan sacerdotes o “intermediarios terrenales”.
Hebreos
7:11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él
recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro
sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden
de Aarón? 7:12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también
cambio de ley;
El sacerdocio levítico
no conseguía la justificación eterna, por tal motivo Dios debió levantar un “nuevo sacerdocio”, ese nuevo sacerdocio
es de la “orden de Melquisedec”, no
es no de la orden de Leví. El sacerdocio levítico fue cambiado por el
sacerdocio de Melquisedec ¿Y quiénes pueden ser sacerdotes en esta nueva orden
sacerdotal? Únicamente Cristo:
Hebreos
7:13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió
al altar. 7:14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá,
de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. 7:15 Y esto es aun más
manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto,
7:16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la
descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. 7:17 Pues se da
testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de
Melquisedec. 7:18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su
debilidad e ineficacia.
El “sacerdocio levítico quedó abrogado” por causa de su debilidad e
ineficacia. Ya no hay sacerdotes de la tribu de Leví. Jesús que no procede de la tribu de Leví es el único sacerdote
según la nueva orden de Melquisedec. Su sacerdocio no es terrenal, “es un sacerdocio celestial, divino y eterno”.
¿Quién es Melquisedec?
Hebreos
7:1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que
salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,
7:2 a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa
primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; 7:3
sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de
vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
La Biblia no nos dice
quién es Melquisedec. Lo que nos dice es que se le apareció a Abraham, que es
Rey de Justicia, Rey de Paz, no tiene
principio ni fin, lo que nos sugiere que Melquisedec es el mismo Jesús.
Hebreos
7:23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte
no podían continuar; 7:24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un
sacerdocio inmutable; 7:25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los
que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. 7:26
Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado
de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 7:27 que no tiene necesidad
cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por
sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez
para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Los sacerdotes
terrenales fueron muchos porque morían y otros debían tomar su lugar. Pero el sacerdocio de Jesús es perpetuo porque Jesús es eterno. Y nos conviene porque
Jesús es santo, sin mancha, inocente, sin pecado y no tiene necesidad de seguir
ofreciendo sacrificios de animales, porque Jesús ofreció su sangre preciosa y ese sacrificio fue suficiente y para
siempre.
De acuerdo con este
nuevo sacerdocio, tampoco necesitamos estar siendo perdonados constantemente
por nuestros pecados, porque nuestro Señor Jesús nos perdonó todos los pecados para siempre. Nos perdonó los que
cometimos y los que vamos a cometer. Eso
sí, para que ese perdón se efectúe en nosotros, debemos bautizarnos:
Hechos
2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre
de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo.
Cuando nos bautizamos,
el perdón que Jesús efectuó en la cruz hace más de dos mil años se hace
efectivo en nosotros una vez y para
siempre. También recibimos el Espíritu Santo.
Jesucristo es nuestro
sacrificio propiciatorio. El es el único medio de suprimir la ira de Dios hacia
el pecador que le ofende. La idea de la
propiciación por medio de obras no tiene fundamento.
El hombre pecador trajo
sobre si la ira de Dios. Jesús anuló el poder del pecado que separaba a Dios y
al hombre; él es nuestra cubierta para el pecado. Su único sacrificio incorpora
todos los sacrificios simbólicos en las enseñanzas del Tabernáculo.
1
Juan 4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados.
Jesús Cristo es el sumo sacerdote y al mismo tiempo
el sacrificio para nuestros pecados. Dios tomó la iniciativa en su
grandioso amor y le dio vuelta a su propia ira haciéndola ausente por la sangre
de Jesús.
La justicia perfecta de
Dios ahora estado satisfecha. Nuestra deuda del pecado ha sido pagada completamente.
El santo Dios ahora está
satisfecho, por lo tanto la ira de Dios ahora esta ausente. Si elegimos ir al
infierno será debido a nuestra propia opción. Dios ha hecho la cubierta
perfecta de nuestros pecados en su propiciatorio
El Apóstol Pablo explica
bellamente lo que Dios hizo: "que
Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a
los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la
reconciliación. Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. (2
Corintios 5:19-21).
El hombre no podía subir
al cielo por cuanto fue destituido de la gloria de Dios. En el Viejo Testamento
vemos como Dios vino del cielo a la tierra año con año, al Tabernáculo terrenal,
para otorgar el perdón temporal. En el Nuevo Testamento vemos como Dios envió a
su hijo para que él mismo fuera el sacrificio perfecto. Y Jesús subió al Tabernáculo
celestial a mostrar su sangre al Padre.
1
Pedro 3:18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne,
pero vivificado en espíritu.
De esa manera, ya Dios no necesitó descender más a la tierra
porque la sangre de Jesús fue suficiente
para cubrir los pecados de toda la humanidad pasada, presente y futura. Los sacrificios de los animales, el tabernáculo
terrenal y el sacerdocio terrenal llegaron a su fin.
El camino al Padre quedó
libre de obstáculos, por eso el apóstol Pablo dice: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". (Hebreos 4:16).
Teniendo claro que el
sacerdocio levítico fue abrogado, que el único sacerdocio vigente es el de
Melquisedec y que el único sacerdote de esa orden es Cristo, entonces ¿Cuál
es el fundamento del sacerdocio Católico?
La doctrina del
catolicismo romano está de acuerdo que el Sacerdocio Levítico llegó a su final
y que el de Melquisedec es exclusivo de Cristo, así lo apunta el catecismo
católico en los numerales del 1540 al 1546. Sin embargo luego afirman:
El
sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el
sacerdocio común de todos los fieles, aunque su diferencia es esencial y no
sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único
sacerdocio de Cristo. ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los
fieles se realiza en el desarrollo de la gracia
bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu),
el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al
desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios
por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto
es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden. (Catecismo católico numeral 1547).
El catolicismo romano dice
que todos los fieles tienen un sacerdocio
en común, que se realiza en la gracia
bautismal, algo que no me queda claro, es como si quisieran decir que el
sacerdocio de los fieles consiste en bautizarse, es lo que interpreto.
Luego añaden que hay
otro sacerdocio al que le llaman sacerdocio
ministerial que es el que ejercen los obispos y presbíteros. Este nuevo sacerdocio
que es simplemente para edificar a la
iglesia, es lo que llaman el
sacramento del Orden.
En
virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad
de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que
recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión limitada y
restringida, "sino para una misión amplísima y universal de salvación
`hasta los extremos del mundo, dispuestos a predicar el evangelio por todas
partes (Catecismo católico numeral 1565)
Entonces el sacerdocio
católico no es de Leví ni de Melquisedec, es un sacerdocio del Orden inventado
por la religión católica con el único propósito de edificar la iglesia. Ahora, veamos lo que dice el apóstol Pablo:
1
Corintios 3:9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois
labranza de Dios, edificio de Dios. 3:10 Conforme a la gracia de Dios que me ha
sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima;
pero cada uno mire cómo sobreedifica. 3:11 Porque nadie puede poner otro
fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 3:12 Y si sobre este
fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca, 3:13 la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la
declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el
fuego la probará. 3:14 Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó,
recibirá recompensa. 3:15 Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida,
si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
Pablo dice que el
ministerio de edificar a la iglesia no es exclusivo de unos pocos, es para toda la iglesia, entendiendo por
iglesia no una religión, sino toda la comunidad
de creyentes que están en Cristo.
Entonces el “ministerio del orden” del catolicismo
romano parece ser el ministerio que Dios nos dio a todos los creyentes para
llevar el evangelio a quien lo necesite. Lo que no parece correcto es que sus
pastores se hagan llamar “sacerdotes”.
Pero, a eso el catolicismo romano le da una explicación:
Cristo,
nuestro Dios y Señor, se ofreció a Dios Padre una vez por todas, muriendo como
intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos, los
hombres, una redención eterna. Sin
embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hebreos 7,24.27),
en la última Cena, la noche en que fue entregado (1 Corintios 11,23), quiso
dejar a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible, como lo reclama la
naturaleza humana, donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a
realizarse una única vez en la cruz cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de
los siglos y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados
que cometemos cada día (Catecismo católico numeral 1366)
El catolicismo romano
llama “sacerdotes” a sus pastores,
porque según esa religión, el sacerdocio
terrenal no llegaría al final con la muerte de Cristo, sino que Cristo lo perpetúo en la última cena.
Para ello se fundamentan en Hebreos que dice literalmente:
Hebreos
7:24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio
inmutable; 7:25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él
se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
Aquí lo que dice es que
el sacerdocio celestial de Cristo permanece para siempre, es inmutable y salva
perpetuamente a los que se acercan a Cristo. No habla nada de sacerdocios
terrenales.
La interpretación católica
romana es una perversión del evangelio
de Cristo. Cristo no le dio seguimiento al sacerdocio terrenal, sino que lo sustituyó por un sacerdocio celestial, según
la orden de Melquisedec, del cual él es el único
sacerdote.
Ese sacerdocio no es una
continuación del sacerdote terrenal, es un nuevo sacerdocio que ningún ser
humano puede ejercer.
El catecismo católico dice
que Cristo quiso dejar “un sacrificio visible” como lo reclama
la humanidad y para ello estableció la “Santa
Cena”, para que en ella se sacrifique
a Cristo y se perdonen los pecados que cometemos diariamente. Por eso
inventaron la “doctrina de la
transustanciación” según la cual Cristo está presente en la hostia y lo
sacrifican cada domingo.
Y esa es la razón de la
existencia del sacerdocio católico: “hay
que continuar ofreciendo sacrificios para el perdón de los pecados, en este
caso el sacrificio de Cristo”.
Hebreos
9:12
dice que Jesús obtuvo eterna redención; si Jesús obtuvo eterna redención, ya no
hace falta ningún otro sacrificio, ya no hay nada que ofrendar (Hebreos 10:18); Jesús se ofreció una vez y para siempre (Hebreos 9:12) ¿Será que no saben leer? Una vez y para siempre
significa exactamente eso: “una vez y
para siempre”.
El
sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único
sacrificio: Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de
los sacerdotes, que se ofreció a si misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere
la manera de ofrecer. Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en
la Misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de
la cruz "se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento; este sacrificio es
verdaderamente propiciatorio. Catecismo católico numeral 1367.
El catecismo católico
enseña que los sacerdotes ofrecen al mismo Cristo, que solo difieren en la
manera de ofrecerlo, y que es propiciatorio.
Que engaño más grande, eso es doctrina
de demonios. Jesús no nos dejó la Santa Cena para que lo estemos
sacrificando constantemente como enseña el Catolicismo romano:
1
Corintios 11:24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto
es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 11:25
Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es
el nuevo pacto en mi sangre; haced esto
todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 11:26 Así, pues, todas las
veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga.
Jesús nos dejó la santa
cena con el único propósito de que anunciáramos
su muerte y su segunda venida. La santa cena es para que tomemos vino y
partamos el pan como un recordatorio de su muerte, hasta que Jesús venga. Jesús
no dijo que lo sacrificáramos a él. El vino no se convierte en la sangre de
Cristo ni el pan en su cuerpo, eso es un
simbolismo. Jesús no necesita ser
sacrificado, ya fue sacrificado una sola vez para siempre.
Juan
6:47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 6:48
Yo soy el pan de vida.
Jesús dijo que él era el
pan de vida. No lo dijo en la Santa Cena, lo dijo antes, y agrego que el que se
alimenta de ese pan obtendría la vida eterna. Cuando Jesús hablaba de comerse el pan, se refería a creer en su
palabra, por eso Juan le llama el Verbo de Dios (Juan 1:14) o sea la palabra de Dios de la cual debemos
alimentarnos.
Juan
3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
El que cree en Jesús, se
alimenta del pan que da vida eterna. El que no cree está condenado. Lo de comerse el pan simbolizaba creer en
las palabras de Jesús, de no ser así, los apóstoles debieron comerse a
Jesús para obtener la vida eterna. No hay que ser muy inteligente para
entenderlo.
Sin embargo, esta
aberración es lo que enseña el Vaticano y para ello crearon su propio sacerdocio. Entonces, la verdadera función de esta nueva
orden de sacerdotes, no está en predicar el evangelio, sino que se enfatiza
hacia dos propósitos: 1) en celebrar
la comunión, según la cual los
sacerdotes sacrifican a Cristo
mediante el pan y el vino Y 2) perdonar o retener los pecados de los
fieles.
De acuerdo al Catecismo,
los fieles deben confesarse ante los sacerdotes para que les perdonen los
pecados antes de participar de la comunión. Con ello están dando a entender que
la sangre de Cristo no fue suficiente
para perdonarlos y deben acudir ante un sacerdote para que los perdone
constantemente. Al hacer esto, los fieles están negando el sacrificio de
Cristo, y cometiendo el único pecado imperdonable.
Hebreos
10:26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el
conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados. 10:27
sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar
a los adversarios. 10:28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de
dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 10:29 ¿Cuánto mayor castigo
pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la
sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de
gracia? 10:30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago,
dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 10:31 ¡Horrenda cosa
es caer en manos del Dios vivo!
Dice la escritura que si
pecamos después de conocer la verdad ya no hay perdón ¿A qué pecado se refiere?
No a cualquier pecado porque Jesús dijo que todos los pecados nos serian
perdonados menos uno: “la blasfemia
contra el Espíritu Santo” (Marcos 3:28-29),
de tal manera que este pecados tiene que ser ese.
Si nos devolvemos al verso 17 y 18 de Hebreos 10, vemos que el Espíritu Santo dice que Dios no se acordará nunca más de nuestros
pecados porque Cristo pagó por todos ellos. Esa es la verdad. Si negamos
esa verdad cometemos el pecado imperdonable porque hacemos mentiroso al Espíritu
Santo. Estaríamos pisoteando y teniendo por inmunda la sangre de Cristo (verso
29) negando que esa sangre nos limpió y afirmando que no fue suficiente. Por
eso el mismo verso dice que afrentamos al Espíritu Santo.
Cada vez que una persona
acude ante un sacerdote católico para que le perdone los pecados, está teniendo
por inmunda la sangre de Cristo, está negando su eficacia, está blasfemando
contra el Espíritu Santo y cometiendo el pecado imperdonable.
Ese es el propósito oscuro del sacerdocio católico y del
supuesto sacrificio de Cristo que hacen domingo a domingo y que se opone y
niega totalmente el evangelio de Cristo. Ya lo sabes, horrenda cosa es caer en
manos del Dios vivo.
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