lunes, 7 de agosto de 2017

LA SEGURIDAD DE LA SALVACION parte 2

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¿Cómo estar seguros de nuestra salvación? Si tenemos al Hijo, el que tiene al Hijo tiene la vida eterna, el que no tiene al Hijo no tiene la vida eterna. ¿Cómo sabemos si tenemos al Hijo? Eso es lo que estudiaremos hoy.

1 Juan 2:1 Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 2:2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.

Muchos creen que la vida eterna se obtiene por no pecar, entonces tratan de no pecar y terminan frustrados porque nunca pueden dejar de pecar por sí mismos.
Lo correcto sería no pecar, pero si pecamos, debemos saber que tenemos un abogado que nos representa ante el Padre y ese abogado le enseña las heridas para recordarle que él pagó con su sangre por la culpa de todos nuestros pecados. Y el Padre no puede tomar en cuenta nuestros pecados porque la sangre de Jesús nos limpió de todos ellos y ante Dios estamos limpios.
Si usted confiesa su culpa ante cualquier juzgado penal del mundo, usted será condenado y tiene ir a la cárcel, pero, en la Corte Celestial, si usted acepta su culpa será absuelto porque al aceptar esa culpa la  sangre de Cristo te limpia, pero, si no aceptas la culpa, eres un mentiroso y la sangre de Cristo no puede limpiarte.

1 Juan 2:3 Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. 2:4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;

¿Cómo sabemos que  conocemos a Dios? Si guardamos sus mandamientos. Eso no significa que tenemos que cumplir con los mandamientos de la Ley. De acuerdo con el diccionario la palabra “guardar” significa “conservar una cosa o retenerla, evitando que desaparezca, se pierda o se altere”.
Guardar los mandamientos de Dios significa que tenemos que  mantenernos en la verdad absoluta de Dios”. Esa verdad dice  somos limpios al aceptar la culpa, lo que  nos da la seguridad de la salvación.
El que dice que conoce a Dios y cree que un pecado lo condena, es un mentiroso porque la verdad no está en él ya que la verdad dice que “Dios no se acordará nunca más de nuestros pecados”, porque Jesús pagó por todos ellos (Hebreos 10:17-18).

1 Juan 2:5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 2:6 El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.

El amor de Dios se perfecciona únicamente en los creyentes que guardan la verdad de Dios, los cuales pueden estar seguros de la salvación. El que dice que permanece en Cristo, debe “andar como Cristo anduvo” o sea que debe mantenerse “en la verdad”.

Juan 12:49 Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.

Jesús nunca habló por su cuenta, sino lo que el Padre le dijo que hablara, lo que implica que andar como Jesús anduvo, es hablar únicamente lo que está escrito en Palabra de Dios y no pensar más allá de lo que está escrito.
En 1 Corintios 4:6 el apóstol Pablo dice que “aprendamos a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros”.
Todos aquellos predicadores que piensan más allá de lo que está escrito, están envanecidos, y no aman a Dios porque si lo amaran respetarían su verdad.

1 Juan 2:7 Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. 2:8 Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.

Jesús nos dejó un mandamiento,  no es un mandamiento nuevo,  sino uno que ha existido desde el principio y que dice que debemos de “amar al prójimo como a nosotros mismos” (Levítico 19:18).

Juan 13:34 Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros.

Lo nuevo” no consiste en amar al prójimo, lo “nuevo” consiste en amar al prójimo “como lo hizo Jesús”. Él dio su vida por amor a nosotros; es un amor “sacrificial” que consiste en amar a una persona con todos sus defectos y aunque nos haya hecho mal.

1 Juan 2:9 El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.

La persona que guarda rencor o no ha perdonado al prójimo, es una persona que no ha pasado de la oscuridad a la luz, y no ha recibido la vida eterna.

Mateo 6:14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 6:15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.

Jesús lo dijo claro, la falta de perdón es un impedimento para ser perdonado por Dios y si Dios no nos perdona no podemos obtener la vida eterna. Puedo bautizarme para lavar mis pecados (Hechos 22:16) pero si guardo algún rencor a la hora del bautismo, mis pecados no serán lavados.

1 Juan 2:10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.

Si amas a tu hermano con todos sus defectos es porque permaneces en la verdad que dice que debes amarlo y  no eres tropiezo para que otros obtengan esa verdad. La falta de amor si es un tropiezo en la obra de Dios.

1 Juan 2:11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

El que aborrece a su hermano está en tinieblas,  el  amor de Dios no ha sido derramado en su corazón  (Romanos 5:5), así que camina hacia el infierno sin saberlo.

1 Juan 2:12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. 2:13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. 2:14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.

Este mensaje es para los hijitos, para los jóvenes y para los padres. Los “hijos” son los “hijos espirituales”, aquellos que reciben el conocimiento de la verdad, creen y se bautizan (Marcos 16:16) como sucedió con el eunuco etíope (Capítulo 8 del libro de los Hechos).
Los “padres” son los que llevan el conocimiento de la verdad y dan a luz a esos hijos espirituales, tal y como sucedió con Esteban que dio a luz a su hijo espiritual el  eunuco etíope.
Los “jóvenes” son aquellos hijos espirituales que han vencido al maligno porque han crecido permaneciendo en la verdad, sin dejarse engañar por doctrinas que los desvíen de esa verdad.  Pero, no son padres todavía porque no han tenido hijos espirituales.

1 Juan 2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

No debemos amar al mundo ni las cosas que están en el mundo ¿Cuáles son esas cosas del mundo?  Las posesiones materiales, los honores mundanos y todo lo relacionado con las cosas seculares.
No améis al mundo” es un mandato que debemos obedecer, no es optativo. Si amamos al mundo, demostramos que el amor del Padre no está en nosotros, porque cuando el amor de Dios es derramado en nuestros corazones, las cosas del mundo pasan a ocupar un segundo lugar.  Una señal que asegura nuestra salvación  es que no amamos al mundo.
Todo lo que está en el mundo, es todo lo que el mundo te puede dar: Los deseos de la carne, la codicia de los ojos y la vanagloria de la vida.
Los deseos de la carne son los deseos de cosas materiales, todo lo que hay en este mundo, como un carro o una casa. De hecho, no hay nada malo en tener un carro o una casa, lo malo está en darle prioridad a esas cosas sobre las cosas espirituales.
Los deseos de los ojos están íntimamente ligados a los deseos de la carne porque los deseos de los ojos producen en nosotros los deseos de la carne, esto lo podemos entender claramente cuando deseamos una mujer, como dice el dicho, “todo entra por la vista”.

Mateo 4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 4:2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. 4:3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4:4 Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Jesús fue tentado con los deseos de la carne cuando tenía hambre, pero él dijo que el hambre podía esperar, que era más importante alimentarse de la palabra de Dios.
La vanagloria de la vida es el deseo de poder, el deseo de ser admirado y adorado, es la vanidad o exaltación del yo. Eso es lo que el diablo quiere para él:

Mateo 4:8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, 4:9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. 4:10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.

El diablo le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo y la gloria de ellos a cambio de que lo adorara. Jesús le dijo que él solamente adoraba y le servía al único Dios verdadero.
La vanagloria de la vida nos hace perder el norte y nos volvemos idólatras, amantes del dinero y del poder, y quitamos a Dios de su trono para ponernos en su lugar.

Génesis 3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

El diablo tentó a Eva tal y como tentó a Jesús, con los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Lo hizo con Eva, lo hizo con Jesús y lo hará contigo.
Note usted que Eva vio que el árbol era bueno para comer, que era agradable a los ojos y que además era codiciable para alcanzar la sabiduría. Ella tuvo deseos de comer  (deseos de la carne) cuando vio que el árbol era agradable a los ojos (deseos de los ojos) y que además, al comerlo podría alcanzar sabiduría (la vanagloria de la vida) y ser igual que Dios.
El amor por las cosas de este mundo hizo que Eva comiera del fruto prohibido y diera a su marido, que también comió, al igual que ella.
Eva hizo su voluntad y rechazó el amor de Dios.  Eso hacemos muchos creyentes que decimos amar a Dios, estamos en busca de la vanagloria de la vida y no en busca del reino de Dios, quitamos a Dios del trono para ponernos en su lugar. 
Queremos ser adorados y admirados, pero no sucedió así con Jesús, él dijo que estaba para servir y adorar únicamente a Dios. Nunca debemos sacrificar lo espiritual por las cosas de este mundo. ¿Por qué entregar algo eterno como lo es el alma por algo temporal, como las cosas de este mundo? 
El punto está entre lo temporal y lo eterno, debemos recordar nuestra naturaleza transitoria sobre este planeta, comprender que este mundo material no nos pertenece, que nuestra residencia verdadera está en los cielos junto a Jesús. Estas son razones adecuadas y suficientes para no amar al mundo.
Desdichadamente, con las nuevas doctrinas humanas como la falsa doctrina de la prosperidad, en las iglesias les están dando más importancia a las cosas del mundo, provocando en los fieles una desviación de la verdad.
La palabra de Dios dice en 1 Timoteo 6:5-10 que nada nos llevaremos al morir, que estemos contentos con sustento y abrigo, porque los que quieren enriquecerse, terminan amando el dinero y el amor al dinero termina  extraviándonos de la fe.
Dios tiene mejores planes para nosotros que lo que el mundo puede dar. Este mundo no es digno de nuestra devoción, amor, ni de nuestros apetitos, ni de nuestro servicio. ¿Qué es más importante que este mundo? El Reino de Dios.
Romanos 14:17 dice que el reino de Dios no es comida ni bebida, es decir, no son cosas materiales; el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.
Debo decir que la persona que pelea cosas materiales y se desvive por ellas, anteponiendo las cosas de este mundo a las cosas del reino de Dios, es porque el amor de Dios no ha sido derramado en su corazón, y si el amor de Dios no ha sido derramado en su corazón es porque no ha recibido la vida eterna, y anda en la oscuridad.

1 Juan  2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre

La predicación que incita a los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre. Los millonarios predicadores del evangelio no son de Dios, lo parece pero no lo son, en realidad son anticristos.

1 Juan 2:18 Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.

Los anticristos son los que predican una palabra diferente a la palabra que Jesús enseñó. Estamos rodeados de anticristos, están por todo lado, negando la verdad absoluta de Dios e imponiendo su propia verdad.  
Cuando Juan escribió la epístola había ya muchos anticristos, muchos maestros religiosos que mezclaban el cristianismo con el paganismo. Juan dice que muchos anticristos ya estaban allí, es decir, diferentes grupos de anticristos con diferentes enseñanzas sobre el Evangelio. 

1 Juan 2:19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.

Juan dice que salieron de entre nosotros, refiriéndose a la iglesia cristiana verdadera. Estos falsos maestros se han introducido en la iglesia, se autodenominan pastores, pero Juan dice que ellos no son de nosotros, no es nuestra gente, si hubieran sido de nosotros se hubieran quedado con nosotros; pero salieron de nosotros, esto manifiesta que no son de Dios. Juan habla del nacimiento de las  denominaciones cristianas.  
Las denominaciones nacieron porque aparecieron falsos profetas enseñando otras enseñanzas que contradicen las verdaderas enseñanzas que dio Jesús.

1 Juan 2:20 Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. 2:21 No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

En este pasaje, se dice que  tenemos la unción y conocemos todas las cosas ¿Qué es la unción? La unción es la verdad de la palabra de Dios escrita, que “se aclara” ante nosotros cuando recibimos el Espíritu Santo.
Conocemos la verdad porque está escrita en nuestras biblias y ninguna mentira hay en ella. Lo que hace el Espíritu Santo es quitarnos la venda para que entendamos lo que allí está escrito.
Muchos falsos maestros afirman que la unción es un don especial para unos cuantos iluminados que reciben revelación. Nada más falso que eso, cuando Juan dice “vosotros”, se refiere a todos los creyentes que han recibido el “Espíritu Santo” y pueden entender la verdad.

1 Juan 2:22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 2:23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.

Muchas religiones creen en Dios pero niegan que Jesús es el Cristo, niegan que Jesús es el hijo de Dios que vino a morir por el pecado de la humanidad. Y el que niega que Jesús es el Cristo también niega al Padre y no podrá alcanzar la vida eterna. También es anticristo todo aquel que niegue las verdades que Jesús enseñó.

1 Juan 2:24 Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. 2:25 Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.

Juan dice que permanezca en nosotros aquello que hemos escuchado desde el principio, ¿Y qué es lo que hemos escuchado desde el principio? “Éste es el mensaje que hemos oído de él (de Jesús) y que les anunciamos  (1 Juan 1:5) ¿Cuál mensaje? “Que aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
Lo que hemos escuchado desde el principio tocante al Verbo de vida, dice Juan, es el mensaje de la vida eterna que trajo  consigo el Señor Jesús. Es todo lo que Jesucristo enseñó a través de los apóstoles. Juan dice que permanezcamos en lo que los apóstoles oyeron desde el principio y así permaneceremos tanto en el Hijo como en el Padre.

1 Juan 5:10 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. 5:11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.

El que cree en Cristo tiene el testimonio de Dios, y ese testimonio consiste en que Dios nos da la vida eterna a través de su hijo.

1 Juan 5:12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

El que tiene al Hijo tiene la vida eterna, el que no tiene al Hijo no tiene la vida eterna. Tener al Hijo es tener al Espíritu Santo morando en nuestro espíritu.
Jesús dijo: “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros” (Juan 14:20) Jesús estaba diciendo que él vendría a morar en nosotros en la persona del Espíritu Santo, por eso Pablo dice: “ya no vivo yo más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20)
¿Y  cómo hacemos para recibir al Hijo? Al creer el evangelio y bautizarnos (Marcos 16:16). En ese instante sucede el milagro más grandioso, en ese momento Dios nos perdona todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros y y el Espíritu Santo viene a morar a nuestro espíritu (Hechos 2:38).
Al tener el Espíritu Santo en nuestro espíritu, entonces podemos entender claramente la palabra escrita, andar en los estatutos de Dios, guardar sus preceptos  y  ponerlos por obra (Ezequiel 36:27).
Recibir al Hijo es lo que nos da la seguridad de la salvación: el que tiene el hijo tiene la vida.
Usted puede saber muchas doctrinas, puede saber muchos versículos bíblicos, pero si no tiene el Hijo morando en su espíritu no tiene la vida eterna.

Juan 2:26 Os he escrito esto sobre los que os engañan. 2:27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.

No tenemos necesidad de que nadie nos enseñe nada porque la palabra de Dios (la unción) nos enseña todo, el Espíritu Santo nos ayuda a entenderla y ella es verdadera, no hay mentira en ella, así que permanezcamos en esa verdad. Si nos aferramos a la verdad, nadie podrá engañarnos.

1 Juan 4:5 Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. 4:6 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.

Los anticristos están tratando de convertir cristianos bajo su doctrina, están tratando de llevarnos fuera de la verdad. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Pero aquel que tiene la unción no los escucha. ¿Qué es lo que la unción hace por nosotros? Nos dice todo lo que nosotros debemos saber en cuanto a la verdad absoluta de Dios.
Recibimos la verdad absoluta de Dios y ella permanece en nosotros, el Espíritu Santo nos ayuda a entender y recordar esa verdad y esa permanencia nos da la seguridad de nuestra salvación.
No podemos creerle a los falsos ungidos sino a la única unción verdadera, la que se encuentra en la Biblia, todo lo demás es una mentira.
Esto nos lleva a concluir que la persona que no ha escudriñado las escrituras, sino que ha recibido enseñanza sin estudiarla y corroborarla con la Palabra de Dios, podría no tener la verdad absoluta de Dios.

Solo el que tiene la verdad absoluta de Dios, tiene la vida eterna, de tal manera que quien no ha recibido la verdad, no tiene la vida eterna, porque solo teniendo la verdad puede tener al Hijo y con ello la vida eterna.



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