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¿Cómo estar
seguros de nuestra salvación? Si tenemos al Hijo, el que tiene al Hijo tiene la
vida eterna, el que no tiene al Hijo no tiene la vida eterna. ¿Cómo sabemos si tenemos al Hijo? Eso es lo que
estudiaremos hoy.
1 Juan 2:1
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 2:2 Y él es
la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino
también por los de todo el mundo.
Muchos creen que la vida eterna se obtiene por no pecar,
entonces tratan de no pecar y terminan frustrados porque nunca pueden dejar de
pecar por sí mismos.
Lo correcto sería no pecar, pero si pecamos, debemos
saber que tenemos un abogado que nos representa ante el Padre y ese abogado le
enseña las heridas para recordarle que él pagó con su sangre por la culpa de
todos nuestros pecados. Y el Padre no
puede tomar en cuenta nuestros pecados porque la sangre de Jesús nos limpió
de todos ellos y ante Dios estamos limpios.
Si usted confiesa su culpa ante cualquier juzgado penal
del mundo, usted será condenado y tiene ir a la cárcel, pero, en la Corte
Celestial, si usted acepta su culpa será absuelto porque al aceptar esa culpa la
sangre de Cristo te limpia, pero, si no
aceptas la culpa, eres un mentiroso y la sangre de Cristo no puede limpiarte.
1 Juan 2:3 Y en
esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. 2:4 El
que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y
la verdad no está en él;
¿Cómo sabemos que conocemos
a Dios? Si guardamos sus mandamientos. Eso no significa que tenemos que cumplir
con los mandamientos de la Ley. De acuerdo con el diccionario la palabra “guardar”
significa “conservar una cosa o
retenerla, evitando que desaparezca, se pierda o se altere”.
Guardar los mandamientos de Dios significa que tenemos
que “mantenernos
en la verdad absoluta de Dios”. Esa verdad dice somos limpios al aceptar la culpa, lo que nos da la
seguridad de la salvación.
El que dice que conoce a Dios y cree que un pecado lo condena,
es un mentiroso porque la verdad no está en él ya que la verdad dice que “Dios no
se acordará nunca más de nuestros pecados”, porque Jesús pagó por todos
ellos (Hebreos 10:17-18).
1 Juan 2:5 pero
el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha
perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. 2:6 El que dice que
permanece en él, debe andar como él anduvo.
El amor de Dios se perfecciona únicamente en los
creyentes que guardan la verdad de Dios, los cuales pueden estar seguros de la salvación. El que dice que
permanece en Cristo, debe “andar como Cristo
anduvo” o sea que debe mantenerse “en
la verdad”.
Juan 12:49
Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio
mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.
Jesús nunca habló por su cuenta, sino lo que el Padre le
dijo que hablara, lo que implica que andar
como Jesús anduvo, es hablar únicamente lo que está escrito en Palabra de
Dios y no pensar más allá de lo que está escrito.
En 1 Corintios 4:6
el apóstol Pablo dice que “aprendamos a
no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os
envanezcáis unos contra otros”.
Todos aquellos predicadores que piensan más allá de lo
que está escrito, están envanecidos, y no aman a Dios porque si lo amaran
respetarían su verdad.
1 Juan 2:7
Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que
habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que
habéis oído desde el principio. 2:8 Sin embargo, os escribo un mandamiento
nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando,
y la luz verdadera ya alumbra.
Jesús nos dejó un mandamiento, no es un mandamiento nuevo, sino uno que ha existido desde el principio y
que dice que debemos de “amar al prójimo
como a nosotros mismos” (Levítico
19:18).
Juan 13:34 Este
mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he
amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros.
“Lo nuevo” no
consiste en amar al prójimo, lo “nuevo”
consiste en amar al prójimo “como lo hizo
Jesús”. Él dio su vida por amor a nosotros; es un amor “sacrificial” que consiste en amar a una
persona con todos sus defectos y aunque
nos haya hecho mal.
1 Juan 2:9 El
que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en
tinieblas.
La persona que guarda rencor o no ha perdonado al
prójimo, es una persona que no ha pasado de la oscuridad a la luz, y no ha recibido la vida eterna.
Mateo 6:14
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial; 6:15 mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Jesús lo dijo claro, la falta de perdón es un impedimento
para ser perdonado por Dios y si Dios no nos perdona no podemos obtener la vida
eterna. Puedo bautizarme para lavar mis pecados (Hechos 22:16) pero si guardo algún rencor a la hora del bautismo, mis
pecados no serán lavados.
1 Juan 2:10 El
que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.
Si amas a tu hermano con todos sus defectos es porque permaneces
en la verdad que dice que debes amarlo y no eres tropiezo para que otros obtengan esa
verdad. La falta de amor si es un tropiezo en la obra de Dios.
1 Juan 2:11 Pero
el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe
a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
El que aborrece a su hermano está en tinieblas, el amor de Dios no ha sido derramado en su
corazón (Romanos 5:5), así que camina hacia el infierno sin saberlo.
1 Juan 2:12 Os
escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por
su nombre. 2:13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde
el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno.
Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. 2:14 Os he
escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el
principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra
de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.
Este mensaje es para los hijitos, para los jóvenes y para
los padres. Los “hijos” son los “hijos espirituales”, aquellos que
reciben el conocimiento de la verdad, creen y se bautizan (Marcos 16:16) como sucedió con el eunuco etíope (Capítulo 8 del libro de los Hechos).
Los “padres” son
los que llevan el conocimiento de la verdad y dan a luz a esos hijos
espirituales, tal y como sucedió con Esteban que dio a luz a su hijo espiritual
el eunuco etíope.
Los “jóvenes” son
aquellos hijos espirituales que han vencido al maligno porque han crecido
permaneciendo en la verdad, sin dejarse engañar por doctrinas que los desvíen
de esa verdad. Pero, no son padres
todavía porque no han tenido hijos espirituales.
1 Juan 2:15 No
améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el
amor del Padre no está en él. 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los
deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el
que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
No debemos amar al mundo ni las cosas que están en el
mundo ¿Cuáles son esas cosas del mundo? Las
posesiones materiales, los honores mundanos y todo lo relacionado con las cosas
seculares.
“No améis al mundo”
es un mandato que debemos obedecer,
no es optativo. Si amamos al mundo, demostramos que el amor del Padre no está
en nosotros, porque cuando el amor de Dios es derramado en nuestros corazones,
las cosas del mundo pasan a ocupar un segundo lugar. Una
señal que asegura nuestra salvación es
que no amamos al mundo.
Todo lo que está en el mundo, es todo lo que el mundo te
puede dar: Los deseos de la carne, la
codicia de los ojos y la vanagloria de la vida.
Los deseos de la carne son los deseos de cosas materiales, todo lo que hay en
este mundo, como un carro o una casa. De hecho, no hay nada malo en tener un
carro o una casa, lo malo está en darle prioridad a esas cosas sobre las cosas
espirituales.
Los deseos de los ojos están íntimamente ligados a los deseos de la carne porque los deseos de
los ojos producen en nosotros los deseos de la carne, esto lo podemos entender
claramente cuando deseamos una mujer, como dice el dicho, “todo entra por la vista”.
Mateo 4:1
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el
diablo. 4:2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo
hambre. 4:3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se conviertan en pan. 4:4 Él respondió y dijo: Escrito está: No
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Jesús fue tentado con los deseos de la carne cuando tenía
hambre, pero él dijo que el hambre podía esperar, que era más importante alimentarse
de la palabra de Dios.
La vanagloria
de la vida es el deseo de poder, el deseo de ser
admirado y adorado, es la vanidad o
exaltación del yo. Eso es lo que el diablo quiere para él:
Mateo 4:8 Otra
vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del
mundo y la gloria de ellos, 4:9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me
adorares. 4:10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al
Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.
El diablo le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo y
la gloria de ellos a cambio de que lo adorara. Jesús le dijo que él solamente
adoraba y le servía al único Dios verdadero.
La vanagloria de la vida nos hace perder el norte y nos
volvemos idólatras, amantes del
dinero y del poder, y quitamos a Dios de su trono para ponernos en su lugar.
Génesis 3:6 Y
vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos,
y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y
dio también a su marido, el cual comió así como ella.
El diablo tentó a Eva tal y como tentó a Jesús, con los
deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Lo hizo
con Eva, lo hizo con Jesús y lo hará contigo.
Note usted que Eva vio que el árbol era bueno para comer,
que era agradable a los ojos y que además era codiciable para alcanzar la
sabiduría. Ella tuvo deseos de comer (deseos de la carne) cuando vio que el
árbol era agradable a los ojos (deseos de
los ojos) y que además, al comerlo podría alcanzar sabiduría (la vanagloria de la vida) y ser igual
que Dios.
El amor por las cosas de este mundo hizo que Eva comiera
del fruto prohibido y diera a su marido, que también comió, al igual que ella.
Eva hizo su voluntad y rechazó el amor de Dios. Eso hacemos muchos creyentes que decimos amar
a Dios, estamos en busca de la vanagloria de la vida y no en busca del reino de
Dios, quitamos a Dios del trono para ponernos en su lugar.
Queremos ser adorados y admirados, pero no sucedió así
con Jesús, él dijo que estaba para servir y adorar únicamente a Dios. Nunca debemos sacrificar lo espiritual por
las cosas de este mundo. ¿Por qué entregar algo eterno como lo es el alma
por algo temporal, como las cosas de este mundo?
El punto está entre lo temporal y lo eterno, debemos
recordar nuestra naturaleza transitoria sobre este planeta, comprender que este
mundo material no nos pertenece, que nuestra residencia verdadera está en los
cielos junto a Jesús. Estas son razones
adecuadas y suficientes para no amar al mundo.
Desdichadamente, con las nuevas doctrinas humanas como la
falsa doctrina de la prosperidad, en las iglesias les están dando más
importancia a las cosas del mundo, provocando en los fieles una desviación de
la verdad.
La palabra de Dios dice en 1 Timoteo 6:5-10 que nada nos llevaremos al morir, que estemos contentos con sustento y abrigo, porque
los que quieren enriquecerse, terminan amando el dinero y el amor al dinero termina extraviándonos de la fe.
Dios tiene mejores planes para nosotros que lo que el
mundo puede dar. Este mundo no es digno de nuestra devoción, amor, ni de
nuestros apetitos, ni de nuestro servicio. ¿Qué es más importante que este
mundo? El Reino de Dios.
Romanos 14:17 dice que el reino de Dios no es comida ni bebida, es decir, no son cosas materiales; el reino
de Dios es justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo.
Debo decir que la persona que pelea cosas materiales y se
desvive por ellas, anteponiendo las cosas de este mundo a las cosas del reino
de Dios, es porque el amor de Dios no ha sido derramado en su corazón, y si el
amor de Dios no ha sido derramado en su corazón es porque no ha recibido la
vida eterna, y anda en la oscuridad.
1 Juan 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los
deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
proviene del Padre, sino del mundo. 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el
que hace la voluntad de Dios permanece para siempre
La predicación que incita a los deseos de la carne, los
deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre. Los
millonarios predicadores del evangelio no son de Dios, lo parece pero no lo
son, en realidad son anticristos.
1 Juan 2:18 Hijitos,
ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así
ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último
tiempo.
Los anticristos son los que predican una palabra
diferente a la palabra que Jesús enseñó. Estamos rodeados de anticristos, están
por todo lado, negando la verdad absoluta de Dios e imponiendo su propia
verdad.
Cuando Juan escribió la epístola había ya muchos
anticristos, muchos maestros religiosos que mezclaban el cristianismo con el
paganismo. Juan dice que muchos anticristos ya estaban allí, es decir, diferentes
grupos de anticristos con diferentes enseñanzas sobre el Evangelio.
1 Juan 2:19
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de
nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros.
Juan dice que salieron de entre nosotros, refiriéndose a la iglesia cristiana verdadera. Estos
falsos maestros se han introducido en la iglesia, se autodenominan pastores,
pero Juan dice que ellos no son de nosotros, no es nuestra gente, si hubieran
sido de nosotros se hubieran quedado con nosotros; pero salieron de nosotros,
esto manifiesta que no son de Dios. Juan habla del nacimiento de las denominaciones
cristianas.
Las denominaciones nacieron porque aparecieron falsos profetas enseñando otras
enseñanzas que contradicen las verdaderas enseñanzas que dio Jesús.
1 Juan 2:20
Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. 2:21 No
os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque
ninguna mentira procede de la verdad.
En este pasaje, se dice que tenemos
la unción y conocemos todas las cosas
¿Qué es la unción? La unción es la verdad
de la palabra de Dios escrita, que “se aclara” ante nosotros cuando
recibimos el Espíritu Santo.
Conocemos la verdad porque está escrita en nuestras
biblias y ninguna mentira hay en ella. Lo que hace el Espíritu Santo es
quitarnos la venda para que entendamos lo que allí está escrito.
Muchos falsos maestros afirman que la unción es un don especial para unos cuantos iluminados
que reciben revelación. Nada más falso que eso, cuando Juan dice “vosotros”, se refiere a todos los
creyentes que han recibido el “Espíritu
Santo” y pueden entender la verdad.
1 Juan 2:22
¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es
anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 2:23 Todo aquel que niega al Hijo,
tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
Muchas religiones creen en Dios pero niegan que Jesús es
el Cristo, niegan que Jesús es el hijo de Dios que vino a morir por el pecado
de la humanidad. Y el que niega que Jesús es el Cristo también niega al Padre y
no podrá alcanzar la vida eterna. También es anticristo todo aquel que niegue
las verdades que Jesús enseñó.
1 Juan 2:24 Lo
que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis
oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis
en el Hijo y en el Padre. 2:25 Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida
eterna.
Juan dice que permanezca en nosotros aquello que hemos
escuchado desde el principio, ¿Y qué es lo que hemos escuchado desde el
principio? “Éste es el mensaje que hemos
oído de él (de Jesús) y que les
anunciamos” (1 Juan 1:5) ¿Cuál mensaje? “Que
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria
como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
Lo que hemos escuchado desde el principio tocante al
Verbo de vida, dice Juan, es el mensaje
de la vida eterna que trajo consigo
el Señor Jesús. Es todo lo que Jesucristo enseñó a través de los apóstoles. Juan
dice que permanezcamos en lo que los apóstoles oyeron desde el principio y así
permaneceremos tanto en el Hijo como en el Padre.
1 Juan 5:10 El
que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a
Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha
dado acerca de su Hijo. 5:11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida
eterna; y esta vida está en su Hijo.
El que cree en Cristo tiene el testimonio de Dios, y ese
testimonio consiste en que Dios nos da la vida eterna a través de su hijo.
1 Juan 5:12 El
que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la
vida.
El que tiene al Hijo tiene la vida eterna, el que no
tiene al Hijo no tiene la vida eterna. Tener al Hijo es tener al Espíritu Santo morando en nuestro
espíritu.
Jesús dijo: “En
aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo
en vosotros” (Juan 14:20) Jesús
estaba diciendo que él vendría a morar en nosotros en la persona del Espíritu
Santo, por eso Pablo dice: “ya no vivo yo
más vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20)
¿Y cómo hacemos
para recibir al Hijo? Al creer el
evangelio y bautizarnos (Marcos
16:16). En ese instante sucede el
milagro más grandioso, en ese momento Dios nos perdona todos nuestros
pecados pasados, presentes y futuros y y el Espíritu
Santo viene a morar a nuestro espíritu (Hechos 2:38).
Al tener el Espíritu Santo en nuestro espíritu, entonces
podemos entender claramente la palabra
escrita, andar en los estatutos de Dios, guardar sus preceptos y
ponerlos por obra (Ezequiel
36:27).
Recibir al Hijo es lo que nos da la seguridad de la salvación: el
que tiene el hijo tiene la vida.
Usted puede saber muchas doctrinas, puede saber muchos
versículos bíblicos, pero si no tiene el Hijo morando en su espíritu no tiene
la vida eterna.
Juan 2:26 Os he
escrito esto sobre los que os engañan. 2:27 Pero la unción que vosotros
recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os
enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y
no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.
No tenemos necesidad de que nadie nos enseñe nada porque
la palabra de Dios (la unción) nos enseña todo, el Espíritu Santo nos ayuda a
entenderla y ella es verdadera, no hay mentira en ella, así que permanezcamos
en esa verdad. Si nos aferramos a la verdad, nadie podrá engañarnos.
1 Juan 4:5
Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. 4:6 Nosotros
somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye.
En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.
Los anticristos están tratando de convertir cristianos
bajo su doctrina, están tratando de llevarnos fuera de la verdad. Ellos son del
mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Pero aquel que tiene la
unción no los escucha. ¿Qué es lo que la unción hace por nosotros? Nos dice
todo lo que nosotros debemos saber en cuanto a la verdad absoluta de Dios.
Recibimos la verdad absoluta de Dios y ella permanece en
nosotros, el Espíritu Santo nos ayuda a entender y recordar esa verdad y esa
permanencia nos da la seguridad de
nuestra salvación.
No podemos creerle a los falsos ungidos sino a la única unción
verdadera, la que se encuentra en la Biblia, todo lo demás es una mentira.
Esto nos lleva a concluir que la persona que no ha
escudriñado las escrituras, sino que ha recibido enseñanza sin estudiarla y
corroborarla con la Palabra de Dios, podría no tener la verdad absoluta de Dios.
Solo el que tiene la verdad absoluta de Dios, tiene la
vida eterna, de tal manera que quien no ha recibido la verdad, no tiene la vida
eterna, porque solo teniendo la verdad puede tener al Hijo y con ello la vida
eterna.
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