miércoles, 9 de agosto de 2017

LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN parte 3

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¿Cómo saber si somos salvos? Porque no practicamos el pecado y no practicamos el pecado porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones.
El que ama a Dios no tiene otros dioses, no se inclina ante las imágenes para darles honra ni no toma su nombre en vano. El que ama a sus semejantes, no mata, no roba, no comete adulterio, no da falso testimonio contra su prójimo, no  codicia la mujer ni los bienes ajenos y honra a sus padres. La clave para no practicar el pecado es el amor.

1 Juan 3:1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.

El amor de Dios es un amor extraordinario. No merecemos su amor; le hemos desobedecido, le hemos dado la espalda, lo hemos traicionado con dioses ajenos, sin embargo, por el amor que nos tiene, él envió a su hijo unigénito a morir por nuestro perdón.

Romanos 5::6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. 5:7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. 5:8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 5:9 Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. 5:10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Dios muestra su amor para con nosotros, en que aun siendo pecadores, su hijo murió por nosotros y nos justificó con su sangre.  Hizo eso cuando éramos sus enemigos, ahora ya reconciliados con él por la sangre de Cristo, nos va a salvar de la ira venidera.

Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Esto es lo extraordinario, el amor de Dios es tan grande que envió a su único Hijo, no ha condenarnos por nuestra maldad, sino a salvarnos; para que a través de Él llegáramos a ser también sus hijos.

1 Juan 3:2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3:3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.

¿Cuál es la esperanza? Que un día seremos como Él, con un cuerpo glorificado. Dice la escritura que todo aquel que tiene la esperanza de ser como Jesucristo se purifica a sí mismo, al igual que Cristo se purificó ¿Podemos purificarnos a nosotros mismos? No, no podemos purificarnos, es la sangre de Cristo la que nos purifica.
Dependemos de Jesús para ser puros. Dios estableció un método para purificarnos: la sangre de Jesús. Solo necesitamos aceptar que somos pecadores y él nos limpia de toda maldad (1 Juan 1:9) ¿Qué es pecado?

1 Juan 3:4  Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.

En primer lugar, el pecado es infracción de la ley de Dios.  Pecado es también toda injusticia (1 Juan 5:17).Todo lo que no hagamos con fe también es pecado (Romanos 14:23), lo que significa que somos pecadores asiduos.
Esos son pecados de comisión, pero el apóstol Santiago menciona que hay un pecado de omisión: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Unos pecados son por cometer injusticias y uno por no hacer justicia.

1 Juan 3:5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. 3:6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.

Dice la escritura que el que permanece en Jesús no peca. No es que no peca, porque hemos visto que el que dice que no peca es un mentiroso  que se engaña a sí mismo (1 Juan 1:8), lo que quiere decir es que no practica el pecado.

1 Juan 3:7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.

El que practica la justicia es justo ¿Qué tan justos somos? Tanto como Jesús.

1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

Dios nos ha hecho justos en Cristo, al estar en Cristo somos tan justos como él. Ahora, Juan dice que no nos engañemos, la prueba de que somos salvos y estamos en Cristo es que practicamos la justicia:

Santiago 2:14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 2:15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 2:16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 2:18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 2:19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 2:20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? 2:21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? 2:22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 2:23 Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.

Cuando no compartimos lo que tenemos, cuando no ayudamos a los más necesitados, demostramos que no tenemos fe porque una de las maneras que la fe se muestra es a través de las acciones de misericordia. Si nuestra fe es una fe muerta que no hace obras, es una fe mental, no es una fe del corazón; y ese tipo de fe muerta pone en duda nuestra salvación “¿Podrá esa fe salvarle?” Se cuestiona el apóstol.

Mateo 25:42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 25:43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 25:44 Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 25:45 Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 25:46 E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

Jesús fue claro: una persona  que no ayuda al que necesita, es una persona sin fe, no es salva y no entrará en el Reino de los Cielos, porque en el Reino de los cielo se entra por fe.

1 Juan 3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

La escritura no dice que el que peca es del diablo, lo que dice es que el que practica el pecado es del diablo. Para eso el Hijo de Dios fue enviado, para destruir las obras del diablo. ¿Cuáles son las obras del diablo? El pecado.

1 Juan 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

El que ha nacido de nuevo no practica el pecado; porque la semilla de Dios permanece en él y no puede practicar el pecado porque es nacido de Dios. ¿Cuál es la semilla? Cristo que vive en nuestro espíritu (Gálatas 2:20). Es imposible que practiquemos el pecado, por la semilla que tenemos dentro.
Aquel que ha nacido de Dios debe practicar la justicia, por lo tanto, si practica el pecado es porque no ha tenido un nuevo nacimiento y es del diablo.

1 Juan 3:10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

Esta es la manera mediante la cual podemos tener seguridad de nuestra salvación, practicando la justicia. Nadie se salva por obras de justicia (Efesios 2:8-9), pero las obras de amor y de misericordia, aquellas “que Dios preparó de antemano para que andemos en ellas” (Efesios 2:10) son una señal clara de nuestra salvación.

1 Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Cristo murió por todos nosotros para que nosotros ya no vivamos para nosotros mismos, sino para que vivamos para él, “llevando el conocimiento de la verdad a todos los hombres para que todos los hombres sean salvos; esa es la voluntad de  Dios” para con nosotros (1 Timoteo 2:3-4).
Eso es practicar la justicia de Dios en su nivel más alto y espiritual. Aquel que practica el pecado no es de Dios, y aquel que no practica la justicia tampoco es de Dios.

1 Juan3:11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. 3:12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.

El apóstol Juan nos habla primero acerca de practicar la justicia, pero ahora nos habla de practicar el amor. La prueba de nuestra salvación se fundamenta en estos dos supuestos: la justicia y el amor.

Juan 13:34 Un nuevo mandamiento les doy, que se amen los unos a los otros, así como yo los he amado.

Amar al prójimo no es lo nuevo, ya la ley de Moisés lo ordenaba, lo nuevo de este mandamiento es amar como Cristo nos amó, esto es amor ágape. Es dar la vida por los demás, negándonos a nosotros mismos.

1 Juan 3:13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.

No debemos sorprendernos si el mundo nos aborrece; pues somos hijos de Dios, y esta es la razón por la que el mundo nos aborrece, porque el mundo no reconoce a Jesucristo como  el Hijo de Dios.

Juan 15:18 Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí.

Si el mundo te odia es porque tú no eres del mundo, porque si fueras  del mundo, el mundo te amaría. La gente del mundo ama a los del mundo.

1 Juan 3:14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.

La otra evidencia de que somos salvos es que practicamos el amor. La persona que no se ha bautizado, lógicamente no puede reflejar ese amor porque no ha nacido de nuevo y el amor de Dios no ha sido derramado en su corazón por el Espíritu santo que no le ha sido dado (Romanos 5:5). Muchos creen que son salvos, pero no lo son y eso se refleja en la falta de amor a sus hermanos.

1 Juan 3:15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.

El que aborrece al hermano es un homicida, eso fue Caín, él es un ejemplo que no debemos seguir.

1 Juan 3:16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

El nuevo mandamiento demanda un sacrificio, el sacrificio de dar la vida por nuestros hermanos. Jesús no nos está pidiendo que muramos por ellos, lo que nos está diciendo es que renunciemos a nuestra vida para que vivamos para Cristo, dedicando tiempo para la salvación de aquellos que aún no la han obtenido. Y que compartamos  nuestros recursos materiales con los hermanos más necesitados.

1 Juan 3:17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?

Difícilmente alguien muera por un hermano. Ahora,  cualquiera que tiene en este mundo recursos para ayudar y no lo hace, está demostrando que  no es salvo.

1 Juan 3:18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.

Tenemos que amar en acción y con sinceridad Juan dice que no amemos de los dientes para fuera ni de palabra, amar sin obras no es amor

1 Pedro 1:22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; 1:23 siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.

Purificamos nuestras almas, obedeciendo la verdad, ¿Cuál verdad? La verdad absoluta de Dios que ordena amar al prójimo como a nosotros mismos.

1 Juan 3:19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; 3:20 pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.

Uno de los problemas que tenemos como creyentes salvos, que es que cuando cometemos pecados ocasionalmente, nuestro corazón se convierte en nuestra conciencia.
El corazón es ese elemento de nuestra vida que condena algunas de nuestras acciones, y nos previene para que no las cometamos,  diciéndonos si son buenas o malas, El corazón es un pequeño juez que se sienta en un pequeño trono y juzga nuestras acciones, para aprobar o reprender.
¿Te sientes justo así como Dios es justo? Generalmente no podemos sentirnos justos a ese nivel por nuestro corazón, que actúa como un juez que nos juzga, pero Dios es el Presidente de la Suprema Corte.
Juan dice que nosotros tratamos de practicar el amor; pero nuestra práctica no es perfecta. Aun así, podemos sentir esa confianza delante de Dios, ¿Por qué tenemos confianza delante de Dios? Porque Dios es más grande que nuestro corazón y Él lo sabe todo.
Algunos dirían si tu corazón te condena, entonces imagínate que tan grande condenación sería la que Dios podría darte. Pero no es así, aunque el corazón nos reprende, el Presidente de la Suprema Corte nos declara justos. Él sabe que tú quieres amar, así como Cristo nos amó, él conoce nuestras intenciones y nuestras limitaciones humanas. Él conoce que queremos ser mejores, que cuando pecamos, habríamos deseado no haberlo hecho, conoce nuestro arrepentimiento y por eso nos absuelve.
Se dice que la ruta al infierno está llena de buenas intenciones, pero el camino al cielo también porque no en ese camino estamos llenos de buenas intenciones y Dios lo sabe.
Si nuestro corazón no nos reprende cuando damos la espalda a un hermano necesitado o cuando hemos pecado, significa que estamos cerca del infierno.
Los cristianos nos sentimos culpables, pero no nos sentimos perdidos. Dios quiere que el corazón nos moleste cuando hacemos algo malo. Por ello, nuestra confianza está delante de Dios, porque la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.  

1 Juan 3:22 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.

Cuando nuestro corazón no nos reprende, es porque estamos guardando los mandamientos de Dios y haciendo su voluntad, y eso nos da confianza para pedir al Padre cualquier cosa, sabiendo que la recibiremos de Él.

1 Juan 3:23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.

Cuál es el mandamiento. Que creamos en su hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como él nos ha mandado. Amar es un verbo y los verbos definen una acción, entonces Dios nos ordena que pongamos en acción ese verbo.

1 Juan 3:24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

Dios y el hombre que obedece sus mandamientos viven en la misma casa, es decir que Dios vive en él y él vive en Dios. ¿Cómo sabemos que Dios habita en nosotros y nosotros en Él? Por el Espíritu Santo que Dios nos ha dado el cual usa nuestro corazón como conciencia.
Si el corazón no nos reprende es porque no tenemos el Espíritu Santo, pero si nos reprende es porque lo tenemos. Ser salvos no nos garantiza que no vamos a pecar, lo que nos garantiza es que cuando pecamos el corazón nos reprende y Dios nos absuelve. Amén, alabado sea el Señor.










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