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¿Cómo saber si somos
salvos? Porque no practicamos el pecado y no practicamos el pecado porque el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones.
El que ama a Dios no
tiene otros dioses, no se inclina ante las imágenes para darles honra ni no
toma su nombre en vano. El que ama a sus semejantes, no mata, no roba, no
comete adulterio, no da falso testimonio contra su prójimo, no codicia la mujer ni los bienes ajenos y honra
a sus padres. La clave para no practicar
el pecado es el amor.
1
Juan 3:1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos
de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
El amor de Dios es un
amor extraordinario. No merecemos su amor; le hemos desobedecido, le hemos dado
la espalda, lo hemos traicionado con dioses ajenos, sin embargo, por el amor
que nos tiene, él envió a su hijo unigénito a morir por nuestro perdón.
Romanos
5::6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los
impíos. 5:7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera
ser que alguno osara morir por el bueno. 5:8 Mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 5:9 Pues
mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la
ira. 5:10 Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Dios muestra su amor
para con nosotros, en que aun siendo pecadores, su hijo murió por nosotros y
nos justificó con su sangre. Hizo eso
cuando éramos sus enemigos, ahora ya reconciliados con él por la sangre de Cristo,
nos va a salvar de la ira venidera.
Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna. 3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Esto es lo
extraordinario, el amor de Dios es tan grande que envió a su único Hijo, no ha
condenarnos por nuestra maldad, sino a salvarnos; para que a través de Él
llegáramos a ser también sus hijos.
1
Juan 3:2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a
él, porque le veremos tal como él es. 3:3 Y todo aquel que tiene esta esperanza
en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
¿Cuál es la esperanza?
Que un día seremos como Él, con un cuerpo glorificado. Dice la escritura que todo
aquel que tiene la esperanza de ser como Jesucristo se purifica a sí mismo, al
igual que Cristo se purificó ¿Podemos purificarnos a nosotros mismos? No, no podemos
purificarnos, es la sangre de Cristo la que nos purifica.
Dependemos de Jesús para
ser puros. Dios estableció un método para purificarnos: la sangre de Jesús. Solo necesitamos aceptar que somos pecadores y
él nos limpia de toda maldad (1 Juan 1:9)
¿Qué es pecado?
1
Juan 3:4 Todo aquel que comete pecado,
infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.
En primer lugar, el
pecado es infracción de la ley de
Dios. Pecado es también toda injusticia (1 Juan 5:17).Todo lo que no
hagamos con fe también es pecado (Romanos
14:23), lo que significa que somos pecadores asiduos.
Esos son pecados de
comisión, pero el apóstol Santiago menciona que hay un pecado de omisión: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace,
le es pecado” (Santiago 4:17). Unos
pecados son por cometer injusticias y uno por no hacer justicia.
1
Juan 3:5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado
en él. 3:6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le
ha visto, ni le ha conocido.
Dice la escritura que el
que permanece en Jesús no peca. No es que no peca, porque hemos visto que el
que dice que no peca es un mentiroso que
se engaña a sí mismo (1 Juan 1:8),
lo que quiere decir es que no practica el
pecado.
1
Juan 3:7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es
justo.
El que practica la
justicia es justo ¿Qué tan justos somos? Tanto como Jesús.
1
Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido
hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;
Dios nos ha hecho justos
en Cristo, al estar en Cristo somos tan justos como él. Ahora, Juan dice que no
nos engañemos, la prueba de que somos salvos y estamos en Cristo es que practicamos la justicia:
Santiago
2:14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene
obras? ¿Podrá la fe salvarle? 2:15 Y si un hermano o una hermana están
desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 2:16 y alguno de
vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas
que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 2:17 Así también la fe,
si no tiene obras, es muerta en sí misma. 2:18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe,
y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis
obras. 2:19 Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan. 2:20 ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
2:21 ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a
su hijo Isaac sobre el altar? 2:22 ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus
obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? 2:23 Y se cumplió la Escritura
que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado
amigo de Dios.
Cuando no compartimos lo
que tenemos, cuando no ayudamos a los más necesitados, demostramos que no
tenemos fe porque una de las maneras que la fe se muestra es a través de las
acciones de misericordia. Si nuestra fe es una fe muerta que no hace obras, es
una fe mental, no es una fe del corazón; y ese tipo de fe muerta pone en duda nuestra salvación “¿Podrá esa fe salvarle?” Se cuestiona
el apóstol.
Mateo
25:42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis
de beber; 25:43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me
cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 25:44 Entonces
también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 25:45
Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo
hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 25:46 E irán
éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
Jesús fue claro: una
persona que no ayuda al que necesita, es una persona sin fe, no es salva
y no entrará en el Reino de los Cielos, porque en el Reino de los cielo se
entra por fe.
1 Juan 3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el
diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para
deshacer las obras del diablo.
La escritura
no dice que el que peca es del diablo, lo que dice es que el que practica el pecado
es del diablo. Para eso el Hijo de Dios fue enviado, para destruir las
obras del diablo. ¿Cuáles son las obras del diablo? El pecado.
1
Juan 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la
simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
El que ha nacido de
nuevo no practica el pecado; porque la semilla de Dios permanece en él y no
puede practicar el pecado porque es nacido de Dios. ¿Cuál
es la semilla? Cristo que vive en
nuestro espíritu (Gálatas 2:20). Es
imposible que practiquemos
el pecado, por la semilla que tenemos dentro.
Aquel que ha nacido de
Dios debe practicar la justicia, por lo tanto, si practica el pecado es porque
no ha tenido un nuevo nacimiento y es del diablo.
1
Juan 3:10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo:
todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.
Esta es la manera mediante
la cual podemos tener seguridad de nuestra salvación, practicando la justicia.
Nadie se salva por obras de justicia (Efesios
2:8-9), pero las obras de amor y de misericordia, aquellas “que Dios preparó de antemano para que
andemos en ellas” (Efesios 2:10)
son una señal clara de nuestra salvación.
1
Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si
uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para que los
que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Cristo murió por todos
nosotros para que nosotros ya no vivamos para nosotros mismos, sino para que
vivamos para él, “llevando el
conocimiento de la verdad a todos los hombres para que todos los hombres sean
salvos; esa es la voluntad de Dios”
para con nosotros (1 Timoteo 2:3-4).
Eso es practicar la
justicia de Dios en su nivel más alto y espiritual. Aquel que practica el
pecado no es de Dios, y aquel que no practica la justicia tampoco es de Dios.
1
Juan3:11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos
amemos unos a otros. 3:12 No como Caín, que era del maligno y mató a su
hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su
hermano justas.
El apóstol Juan nos
habla primero acerca de practicar la justicia, pero
ahora nos habla de practicar el amor. La prueba de nuestra salvación se
fundamenta en estos dos supuestos: la
justicia y el amor.
Juan
13:34 Un nuevo mandamiento les doy, que se amen los
unos a los otros, así como yo los he amado.
Amar al prójimo no es lo
nuevo, ya la ley de Moisés lo ordenaba, lo nuevo de este mandamiento es amar
como Cristo nos amó, esto es amor ágape. Es dar la vida por los demás,
negándonos a nosotros mismos.
1
Juan 3:13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
No debemos sorprendernos
si el mundo nos aborrece; pues somos hijos de Dios, y esta es la razón por la
que el mundo nos aborrece, porque el mundo no reconoce a Jesucristo como el Hijo de Dios.
Juan
15:18
Si el mundo los aborrece, tengan
presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí.
Si el mundo te odia es
porque tú no eres del mundo, porque si fueras
del mundo, el mundo te amaría. La gente del mundo ama a los del mundo.
1
Juan 3:14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a
los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
La otra evidencia de que
somos salvos es que practicamos el amor. La persona que no se ha bautizado,
lógicamente no puede reflejar ese amor porque no ha nacido de nuevo y el amor de Dios no ha sido derramado en su
corazón por el Espíritu santo que no le ha sido dado (Romanos 5:5). Muchos creen que son salvos, pero no lo son y eso se
refleja en la falta de amor a sus hermanos.
1
Juan 3:15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún
homicida tiene vida eterna permanente en él.
El que aborrece al
hermano es un homicida, eso fue Caín, él es un ejemplo que no debemos seguir.
1
Juan 3:16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros;
también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
El nuevo mandamiento
demanda un sacrificio, el sacrificio de dar la vida por nuestros hermanos.
Jesús no nos está pidiendo que muramos por ellos, lo que nos está diciendo es
que renunciemos a nuestra vida para que vivamos para Cristo, dedicando tiempo
para la salvación de aquellos que aún no la han obtenido. Y que compartamos nuestros recursos materiales con los hermanos
más necesitados.
1
Juan 3:17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener
necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?
Difícilmente alguien
muera por un hermano. Ahora, cualquiera
que tiene en este mundo recursos para ayudar y no lo hace, está demostrando que
no es salvo.
1
Juan 3:18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en
verdad.
Tenemos que amar en
acción y con sinceridad Juan dice que no amemos de los dientes para fuera ni de
palabra, amar sin obras no es amor
1
Pedro 1:22 Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro; 1:23 siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre.
Purificamos nuestras
almas, obedeciendo la verdad, ¿Cuál verdad? La verdad absoluta de Dios que ordena
amar al prójimo como a nosotros mismos.
1
Juan 3:19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros
corazones delante de él; 3:20 pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que
nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas.
Uno de los problemas que
tenemos como creyentes salvos, que es que cuando cometemos pecados
ocasionalmente, nuestro corazón se convierte en nuestra conciencia.
El corazón es ese elemento de nuestra vida que condena algunas de
nuestras acciones, y nos previene para que no las cometamos, diciéndonos si son buenas o malas, El corazón
es un pequeño juez que se sienta en un pequeño trono y juzga nuestras acciones,
para aprobar o reprender.
¿Te sientes justo así
como Dios es justo? Generalmente no podemos sentirnos justos a ese nivel por nuestro
corazón, que actúa como un juez que nos juzga, pero Dios es el Presidente de la Suprema Corte.
Juan dice que nosotros
tratamos de practicar el amor; pero nuestra práctica no es perfecta. Aun así,
podemos sentir esa confianza delante de Dios, ¿Por qué tenemos confianza
delante de Dios? Porque Dios es más grande que nuestro corazón y Él lo sabe
todo.
Algunos dirían si tu corazón
te condena, entonces imagínate que tan grande condenación sería la que Dios
podría darte. Pero no es así, aunque el corazón nos reprende, el Presidente de
la Suprema Corte nos declara justos. Él sabe que tú quieres amar, así como
Cristo nos amó, él conoce nuestras intenciones y nuestras limitaciones humanas.
Él conoce que queremos ser mejores, que cuando pecamos, habríamos deseado no
haberlo hecho, conoce nuestro arrepentimiento y por eso nos absuelve.
Se dice que la ruta al
infierno está llena de buenas intenciones, pero el camino al cielo también
porque no en ese camino estamos llenos de buenas intenciones y Dios lo sabe.
Si nuestro corazón no nos reprende cuando damos la espalda a un hermano
necesitado o cuando hemos pecado, significa que estamos cerca del infierno.
Los cristianos nos
sentimos culpables, pero no nos sentimos perdidos. Dios quiere que el corazón
nos moleste cuando hacemos algo malo. Por ello, nuestra confianza está delante
de Dios, porque la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
1
Juan 3:22 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en
Dios; y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos
sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
Cuando nuestro corazón
no nos reprende, es porque estamos guardando los mandamientos de Dios y
haciendo su voluntad, y eso nos da confianza para pedir al Padre cualquier
cosa, sabiendo que la recibiremos de Él.
1
Juan 3:23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
Cuál es el mandamiento.
Que creamos en su hijo Jesucristo y nos amemos unos a otros como él nos ha mandado.
Amar es un verbo y los verbos
definen una acción, entonces Dios nos ordena que pongamos en acción ese verbo.
1
Juan 3:24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y
en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
Dios y el hombre que
obedece sus mandamientos viven en la misma casa, es decir que Dios vive en él y
él vive en Dios. ¿Cómo sabemos que Dios habita en nosotros y nosotros en Él? Por
el Espíritu Santo que Dios nos ha dado el cual usa nuestro corazón como
conciencia.
Si
el corazón no nos reprende es porque no tenemos el Espíritu Santo, pero si nos
reprende es porque lo tenemos. Ser salvos no nos garantiza que no vamos a
pecar, lo que nos garantiza es que cuando pecamos el corazón nos reprende y
Dios nos absuelve. Amén, alabado sea el Señor.
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