lunes, 18 de septiembre de 2017

UNA VERDADERA HISTORIA DE AMOR

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El evangelio es una verdadera historia de amor. El varón de esta historia  es “Cristo” y la mujer es la “iglesia”, Desde el principio de la creación se nos habla de esta pareja (Génesis 2:21-25), allí Adán simboliza a Cristo y Eva simboliza  a la iglesia. Cuando hablamos de iglesia no nos referimos a ningún templo ni tampoco a ninguna religión; la iglesia no es nada de eso, la iglesia es la unión de todos los  hombres que a través de un nuevo nacimiento (Juan 3:3) se convierten en hijos de Dios.

Efesios 5:31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 5:32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.

A través de un nuevo nacimiento, el hombre se unirá a la iglesia y será una sola carne con Cristo, ese es el mensaje del evangelio.

Efesios 5:25-27 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,  para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,  a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

La esposa de Cristo debe ser santa y sin mancha, así que Cristo vino a santificarla y a purificarla. Cuando el hombre comió del árbol prohibido, se contaminó y el pecado se introdujo en su carne. Pero Cristo vino a dar su vida por todos los hombres para que sean su iglesia, eso es amor verdadero.


Romanos 7:19-20 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

El pecado indujo al hombre a pecar y así el hombre cometió pecados.
Por lo tanto Cristo vino a resolver el problema del “pecado” y de “los pecados” y de esa manera santificar a su novia la iglesia.
No debemos confundir “pecado” con “pecados”, el pecado es la fábrica de pecados, Jesús no solamente vino a perdonarnos los pecados sino a acabar con la fábrica de pecados que es el pecado.

Romanos 8:3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;

Con su sangre Jesús perdonó nuestros pecados y en la cruz condenó al “pecado” en la carne ¿Qué es lo que significa que haya condenado al pecado en la carne? Que  en la cruz lo inhabilitó y le quitó el poder de condenar.
En Hebreos 9:12 dice que Cristo obtuvo eterna redención, lo que significa que él nos perdonó los pecados pasados, los pecados presentes y los pecados futuros, ya no hay ningún pecado que nos pueda condenar  porque en su carne Cristo condenó al pecado le quitó el poder de condenarnos. Esa es la razón por la cual el Espíritu Santo proclama: “Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” (Hebreos 10:17).
Ahora, es importante tomar en cuenta que Eva no fue hecha del barro sino que fue formada de una costilla de Adán. Para que fuera ayuda idónea de Adán, Eva tenía que tener el mismo ADN de Adán, así que Dios formó a Eva de una costilla de Adán.
De la misma manera, la iglesia debe tener el ADN de Cristo para que sea su esposa. En la novia deben suceder dos cosas: que sea santificada y que reciba el ADN de Cristo.
Al igual que Eva procede de Adán, la iglesia procede de Cristo, la iglesia vio la luz mientras Cristo dormía en el sepulcro. La iglesia es parte de Cristo y todo lo que es no parte de Cristo no es la iglesia.
Existen muchas denominaciones cristianas que se hacen llamar “iglesias”, pero en realidad son “religiones”, porque todas ellas han introducido la palabra del hombre y la han sustituido por la palabra de Dios, y todo lo que no venga de Dios ni de Cristo no es iglesia.
¿Qué es una religión? La palabra “religión” viene del latín “religare” que significa “ligarse nuevamente”. La religión es el instrumento “humano” (no divino) para que supuestamente el hombre se vuelva a Dios. Como es un instrumento humano, la religión enseña filosofías humanas o tradiciones de hombres que “supuestamente” llevan al hombre a Dios, pero lo que hacen es “desviarlo.”
Así como debemos saber diferenciar el “pecado” de “los pecados”, también debemos saber diferenciar “la iglesia” de la “religión”. La iglesia es la novia de Cristo, mientras que la religión es la adúltera que se hace pasar por la novia de Cristo.
En el libro del Apocalipsis se mencionan dos mujeres, una de ellas  es la “gran ramera” (17:5).  La otra mujer es la “desposada” (21:9) o novia de Cristo. La primera es una impostora que se hace pasar por la iglesia mientras que la segunda es la verdadera iglesia de Cristo.
Al final de los tiempos la primera será quemada con fuego (Apocalipsis 18:16-18), mientras que la segunda será cubierta de la gloria de Dios (Apocalipsis 21:10-11).  Dos mujeres,  dos finales totalmente distintos.

Apocalipsis 17:5 y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.

La ramera tiene escrito un nombre en la frente que dice: “Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”. 
Tanto en Isaías 1:21, como en Ezequiel 23:37, o en todo el capítulo 16 de Ezequiel, además de otros pasajes de la Biblia, se usan las palabras fornicación y adulterio, para referirse a la idolatría y a la traición al único Dios verdadero.
Esto quiere decir que la mujer dice amar al único Dios verdadero, se etiqueta con el título de “cristiana”,  pero tiene otros dioses. Si la mujer no proclamase que ama al único Dios verdadero no  sería “traidora” sino “opositora” a Dios y a Cristo. El hecho de que Dios la llame ramera es porque la mujer dice amarlo y dice amar a su hijo pero lo traiciona.
La mujer tiene varios amores espirituales y no solamente uno. Dios le ha dicho “no tendrás otros dioses delante de mí, ni te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, no te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20:3-4); pero esa mujer pasa por alto ese mandamiento y tiene otros dioses a los cuales les hace imágenes, se inclina ante ellas y les da honra.
Es una gran ramera porque son muchos los dioses con los cuales traiciona al único Dios verdadero. No cabe la menor duda de que estos pasajes están hablando del catolicismo romano que se hace llamar “iglesia católica romana.
Pero no solamente esa religión es una gran ramera, sino que además es la madre de las rameras, porque de ella han surgido otras denominaciones cristianas que también adulteran el evangelio de Cristo (Gálatas 1:7) introduciendo en su enseñanza la palabra del hombre.
Se dice que el nombre de la ramera es un misterio y el misterio es que tiene el nombre de “Babilonia” en la frente, no porque sea la ciudad de Babilonia cuyas ruinas se encuentran en Irak,  sino porque es una religión que simboliza lo que la Babilonia o Babel antigua fue, en sentido espiritual:

Génesis 11:3 Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. 11:4 Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. 11:5 Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres.

Note usted que los habitantes de Babel construyeron la torre para llegar al cielo, usando los ladrillos que ellos mismos hicieron. Mientras que la piedra es obra de Dios el ladrillo es obra de los hombres.
La intención de los que idearon la construcción de la torre de Babel, era llegar al cielo y “hacerse un nombre” por esa hazaña. Eso es lo que enseñan las religiones, que debes dar testimonio de tu comportamiento, que debes obtener el cielo por tus méritos. Mientras que la palabra de Dios enseña que nadie puede alcanzar el cielo por sus méritos, sino todo lo contrario.

Romanos 9:31 mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. 9:32 ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo.

La escritura nos revela que Israel no alcanzó la justicia, porque iban tras esa justicia por sus obras o méritos y tropezaron con la piedra de tropiezo que es Cristo. ¿Por qué una piedra de tropiezo? Porque solamente a través de la fe en él es que podemos ser justificados, no por otra cosa.

Efesios 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

La justicia la alcanzamos por gracia y la gracia es un regalo de Dios. No es algo que podemos lograr ni comprar. No es  por obras  para que nadie se gloríe.  Dios no quiere que nadie se haga un nombre, y acabará con todo aquel que quiera hacerse  un nombre, porque ese es el principio babilónico.
Las religiones como los Testigos de Jehová, el Budaísmo o el Islamismo, como muchas otras, se especializan en glorificar a las personas, se especializan en hacer nombres, por eso es que existe la adoración para Buda, para Mahoma y para tantos otros.
El catolicismo romano va más allá, esa religión le da gloria al hombre por sus obras y una vez muertos los convierte en santos a los que hay que venerar; ese es el principio babilónico.
Además, el catolicismo presenta a su “papa” como el vicario de Cristo y las personas se mueren por tocarlo, como si en realidad fuera un dios.
Otras denominaciones evangélicas no se quedan atrás. Ellas presentan en sus púlpitos a personas inmaculadas, con los títulos de “apóstoles”, títulos que según ellos, “se los ganaron por sus obras”. Todos ellos libres de pecado, a los que hay que sujetarse e imitar.
La desposada no es ninguna religión, la desposada es la iglesia de Cristo, es la esposa del Cordero.
Jesús no edificó ninguna religión, Jesús edificó su iglesia (Mateo 16:18). Desdichadamente, millones de creyentes en el mundo, confunden la religión con la iglesia de Cristo e incluso confunden la iglesia con un templo o edificio religioso. Creen que la religión y la iglesia son lo mismo, pero la religión nunca será iglesia ni la iglesia será nunca religión.
Mientras que la religión es adúltera, abominable  y pecadora, la iglesia es santa, gloriosa, no tiene mancha ni arruga ni cosa semejante (Efesios 5:27).
Yo en lo personal, he sido criticado fuertemente porque he manifestado públicamente, que no soy de ninguna religión o denominación religiosa, y se supone según los malentendidos, que debo pertenecer a alguna denominación.
Yo pertenezco a la iglesia de Cristo, no tengo ni debo pertenecer a ninguna denominación o religión. Usted tampoco debe hacerlo, porque toda religión o denominación religiosa tiene una mezcla de la palabra de Dios con la palabra del hombre. En muchas de ellas inclusive, prevalece la palabra del hombre sobre la palabra de Dios.
Lo que divide a una denominación de otra, es el pensamiento humano que hay en ellas. Si todas las denominaciones eliminaran lo que viene del hombre y se apegaran a la palabra de Dios, entonces no habría ninguna diferencia entre ellas.
Mis críticos no entienden que las religiones y las denominaciones religiosas son paralelas a la iglesia y nunca se juntan, son dos mujeres diferentes. Yo pertenezco a la iglesia y por lo tanto no puedo pertenecer a la religión, porque en la iglesia no hay lugar para la religión.
Apocalipsis 21 dice que la desposada desciende del cielo porque la iglesia tiene su origen en el cielo, la iglesia tiene su origen en Cristo y es celestial.
La religión, sea la que sea, tiene su origen en el hombre. Apocalipsis 17 nos deja claro que el origen de la ramera no es el cielo sino la tierra. Juan fue llevado al desierto para ver a la ramera porque ella vive sobre una tierra infértil, que  no produce vida.
La desposada es espiritual, es celestial, mientras que la ramera es terrenal y completamente humana. La ramera está construida sobre ladrillos, mientras que la desposada está construida sobre piedra y esa piedra es Cristo mismo (Efesios 2:20).
La religión católica sigue las enseñanzas de los papas y fue fundada por Constantino. La religión musulmana las enseñanzas de Mahoma. Los mormones siguen las enseñanzas de Joseph Smith. La religión budista sigue las enseñanzas de Buda. Las denominaciones evangélicas siguen las enseñanzas de  cada uno de sus  fundadores, todos ellos hombres, todos ellos ladrillos.
En cambio, la iglesia de Cristo sigue las enseñanzas del Señor Jesús, la piedra viva. Buda no resucitó, Joseph Smith tampoco, Mahoma tampoco, ningún papa ni ningún evangelista que haya fundado una denominación ha resucitado. El único que ha resucitado de entre los muertos es nuestro Señor Jesús, ÉL es la principal piedra del ángulo, sobre la cual no se puede poner otro fundamento (Efesios 2:20).
Para ser de parte de cualquier religión no necesitas ningún requisito especial. Solamente creer en las enseñanzas de sus fundadores. Cualquiera puede ser católico, evangélico, budista o mormón.
Pero, para poder ser parte de la iglesia de Cristo, debes tener un nuevo nacimiento.
Cuanto perteneces a una religión, ya seas católico, evangélico o musulmán, nada cambia en ti, no hay milagro alguno, tus pecados no son perdonados y sigues siendo la misma criatura terrenal.
Pero cuando eres parte de la iglesia de Cristo, eres parte del cuerpo de Cristo (Efesios 4:12), eres una sola carne con Cristo, te conviertes en una nueva criatura en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17) y empiezas a experimentar un cambio en tu vida, cada vez pecas menos y sin esfuerzo alguno comienzas a alejarte de algunas cosas, “un milagro sucede en tu vida”, no hay otra explicación.
¿Cómo tener un nuevo nacimiento y ser parte de la iglesia? Muy sencillo, ya Cristo murió y resucitó por ella, ya Cristo perdonó sus pecados, pero tú debes morir  y resucitar como lo hizo Cristo. No necesitas suicidarte, Dios estableció un proceso de muerte y resurrección a semejanza, ese proceso es el bautismo. El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:

Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Para poder ser parte de la iglesia de Cristo, debemos creer en aquel que murió por nosotros y morir con él a través del bautismo en agua (Marcos 16:16). En el agua nos deshacemos de la naturaleza pecaminosa que contiene el pecado (Colosenses 2:11).

Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Al bautizarnos, el Espíritu Santo nos cambia el corazón y el espíritu por un corazón y un espíritu nuevo y deposita su Espíritu en nuestro Espíritu para que podamos andar en los estatutos de Dios, guardar sus preceptos y ponerlos por obra.
Antes de bautizarnos, moraba en nosotros un espíritu de pecado que nos hacía pecar. Luego de bautizarnos, lo que mora en nosotros es el Espíritu Santo que nos constriñe para que hagamos la voluntad de Dios.
Una vez que has sido perdonado y ha recibido el ADN de Cristo, entonces eres parte de la iglesia, eres parte del cuerpo de Cristo y estás preparado para ser  arrebatado y ser parte de la esposa de Cristo.

1 Tesalonicenses 4:16-17 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Cristo vendrá por su novia la iglesia, para hacerla su esposa y luego, traerla a vivir a la tierra eternamente. En el libro de Apocalipsis Cristo es revelado celebrando Sus bodas (Apocalipsis 19:7) y la iglesia, que es llamada la Nueva Jerusalén, es presentada como su esposa (21:2, 9).
Los últimos dos capítulos de la Biblia, Apocalipsis 21 y 22, nos muestran que el propósito de Dios consiste en que esta pareja llegue ser una sola carne.
Nosotros, quienes éramos considerados pecadores y enemigos de Dios, llegamos a ser parte del cuerpo de Cristo que es la iglesia (Colosenses 1:18).

Romanos 1:1 Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, 1:2 que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, 1:3 acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, 1:4 que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

El tema del evangelio es Jesucristo y el amor de Dios y de Jesucristo por la iglesia (Juan 3:16). El nombre denota que Jesús es también el Cristo, o sea que tiene dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. El problema de muchas religiones es que creen en la naturaleza humana de Jesús pero no creen en su naturaleza divina y eso los convierte en anticristos que niegan que Jesús es el Cristo (1 Juan 2:22).
Jesús provino del linaje de David según la carne, esto alude a su naturaleza humana. Después “fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”, y esto es una clara referencia a su naturaleza Divina.
¿Por qué su humanidad se menciona antes de su divinidad? Porque Cristo pasó primero, por el proceso de la encarnación.  Luego, pasó por el proceso de la muerte y resurrección.  No es sino a través de la resurrección, que Cristo es declarado hijo de Dios con poder.
La encarnación, introdujo a Dios en la humanidad, y la resurrección, introdujo al hombre en la divinidad.  Cristo como Persona divina, antes de su encarnación, ya era el Hijo de Dios (Juan. 1:18); incluso Romanos 8:3 dice: “Dios, enviando a Su Hijo.”
Pero, Cristo renunció a su divinidad,  se puso la carne, la cual no tenía nada que ver con la divinidad y a través de su resurrección, santificó y elevó su humanidad, y fue designado el Hijo de Dios en su naturaleza carnal por su resurrección.
Así que en este sentido, la Biblia dice que Él fue engendrado Hijo de Dios en su resurrección (Hechos 13:33; Hebreos 1:5).
Él no se quitó la humanidad cuando ascendió a los cielos, sino que la santificó, la elevó y la transformó, siendo designado, junto con su humanidad transformada como el Hijo de Dios con el poder divino.
Antes de su encarnación como Hijo de Dios, no poseía la naturaleza humana, pero después de su resurrección llegó a ser el Hijo de Dios con su humanidad elevada, santificada y transformada.
La redención exige el derramamiento de sangre, porque sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados (Hebreos 9:22). Así que, Cristo por su gran amor con la humanidad, se hizo carne para poder efectuar la obra de redención en beneficio nuestro, y fue designado el Hijo de Dios por la resurrección, con el fin de impartirse a sí mismo en nosotros como vida.
El primer paso de este proceso se dio para efectuar la redención, y el segundo, para impartir la vida. Ahora el Cristo resucitado está en nosotros como nuestra vida: Todo aquel que tiene al Hijo de Dios, tiene la vida (1 Juan. 5:12).

Efesios 1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 1:5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,

Dios tenía un solo Hijo, su Hijo unigénito. Sin embargo, no estaba satisfecho con un solo Hijo; Él deseaba engendrar muchos hijos e introducirlos en la gloria.  Por esta razón, usó a su Hijo unigénito con el propósito de producir muchos hijos en él. Eso es la iglesia. Jesús pasó por un proceso para convertirse en Cristo y ser designado el Hijo de Dios, y nosotros también debemos pasar por ese mismo proceso, en semejanza, con el fin de ser designados hijos de Dios.
Cristo era hijo de Dios sin humanidad y renació como hijo de Dios con humanidad. Nosotros nacimos como hijos de hombre, pero renacemos como hijos de Dios, mediante el bautismo.
Tal como el Hijo de Dios entró en la carne mediante la encarnación, así también el Espíritu de Cristo, entra en nosotros, que somos carne.  
Para ser hijos de Dios, debemos ser santificados a través del perdón de pecados, darle muerte a la carne pecaminosa, como Cristo lo hizo y luego resucitar y recibir la vida de Cristo. ¿Cómo sucede esto? Todo sucede a través del bautismo, tal y como lo comentamos.
Los que enseñan que nos convertimos en hijos de Dios al creer, sin necesidad del bautismo, tienen una ceguera espiritual, que no les permite ver la anchura, la altura y la profundidad del bautismo.
No les permite ver que el bautismo viene de la palabra griega baptism que significa sepultura. Sin sepultura nunca seremos hijos de Dios.
Por lo tanto, los creyentes bautizados, en cierto sentido, somos iguales a Jesús, él  era un hombre de carne y hueso en el cual moraba el Hijo de Dios, y nosotros somos exactamente lo mismo.
Nosotros fuimos llamados a salir del linaje humano para ser del linaje celestial. Todos somos llamados, sin embargo, muchos son los llamados y poco los escogidos,  (Mateo 20:16), porque no todos obedecen el llamado.

Todo aquel que en Él cree, será salvo, pero el que no cree, ya ha sido condenado debido a su incredulidad (Juan. 3:18).

La prioridad número uno es creer. El que no cree será condenado. Pero una vez que creamos, debemos darle muerte al viejo hombre mediante el bautismo, porque Cristo no puede morar en el hombre carnal, sino únicamente en el celestial.
El Señor Jesús dijo en Juan 16:8-9 que el Espíritu Santo convencería al mundo de pecado, no dijo que convencería al mundo de pecados, porque hay un solo pecado condenatorio: no creer en él.

Romanos 1:17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

Lo que dice esta escritura  es lo que no han entendido los legalistas.  No han entendido la manera en que Dios nos justifica o nos perdona.
Esta escritura nos revela que Dios nos justifica a través de la fe.
Dios no nos justifica porque pecamos menos que otros, o porque damos más ofrendas, o por qué no fallamos al culto, o porque somos buenos padres o buenos hijos o buenas personas, no, Él nos justifica de una única manera: por la fe.
No existe ninguna relación entre la justificación y la ley de Moisés o las obras humanas.  Dios nos justifica, porque Cristo cumplió todos los requisitos de la ley de Moisés.
Dios no nos justifica, porque le caemos bien, porque somos buenas personas, porque oramos o damos más ofrendas que otros. No, el nos justifica por su amor tan grande.
Jesús ha amado a la iglesia desde la fundación del mundo, se hizo hombre y dio su vida por ella, para luego resucitar y darnos la oportunidad de convertirnos en parte de la iglesia, en parte de su cuerpo y en un futuro en parte de su esposa. Eso es amor verdadero.

Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). Por favor, no rechaces ese amor!





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