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Dios le ordenó a
Moisés que dejara Egipto y llevara el pueblo judío a la tierra prometida (Éxodo 33:1). Sin embargo, de más de
600.000 judíos que dejaron Egipto, solamente dos de ellos (Josué y Caleb)
lograron conquistar la tierra prometida, el resto quedaron postrados en el
desierto, el cual se convirtió en un verdadero cementerio. “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Corintios 10:11). Esa historia es un ejemplo para nosotros, Dios
quiere mostrarnos a través de ella que el desierto no es nuestra tierra.
A través de muchos
milagros Dios liberó al pueblo judío de la esclavitud de Egipto para llevarlos
a la tierra prometida. Tome en cuenta que los judíos no hicieron nada, no
tuvieron que pelear para obtener su libertad, solamente tuvieron que “poner las manos” para que los egipcios
depositaran en ellas el oro y sus joyas más preciadas.
La gracia de Dios se manifestó sobre aquel
pueblo, pero ellos no hicieron uso de esa gracia ¿Qué provecho tenía ser libre
en un desierto? ¿De qué les servirían aquellas riquezas si con ellas no podían
ni comprar agua?
Los cuerpos de estas
personas habían sido liberadas pero sus mentes no, ellos tenían mente de esclavos, mentes conformistas, mentes naturales que opacaban su fe y
que les impidió avanzar a la tierra prometida. En cuanto apareció el primer obstáculo se
rindieron y ese obstáculo fueron los gigantes
que habitaban aquella preciada tierra.
Números 4:1 Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el
pueblo lloró aquella noche. 14:2 Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón
todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la
tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! 14:3 ¿Y por qué nos trae
Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños
sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?
Ellos “razonaron” y vieron que era “ilógico” enfrentar a los gigantes. Sus mentes naturales opacaron su fe.
Hebreos 11:1 La fe es la certeza
de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
La fe es algo sobrenatural, la fe no tiene lógica ni razón. Si nuestra
mente no ha sido renovada para lo sobrenatural, no podemos tener fe. Note
usted que entre aquella multitud hubo dos hombres de fe, Josué y Caleb, que habían
dicho:
“Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta
tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de
ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (Números 14:9).
Estos dos guerreros
de Dios sí habían renovado sus mentes,
ellos no aplicaban la lógica ni la razón, ellos simplemente tenían fe.
Que dejemos Egipto y
nos dirijamos a la tierra prometida sigue
siendo el mandato de Dios para su iglesia. Desdichadamente, la historia se
repite y la gran mayoría de creyentes se quedan postrados en el desierto sin
recibir la herencia prometida.
Esto sucede por dos razones, la primera
de ellas es que la inmensa mayoría de cristianos creen que la salvación se limita
al acto de salvación.
Para ellos la
salvación es la meta; no han entendido
que la salvación no es la meta, la salvación es la línea de salida
hacia la meta, por eso el apóstol Pablo dice: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús” (Filipenses 3:14).
La segunda razón que impide a los
creyentes llegar a la tierra prometida es que no renuevan sus mentes, siguen confiando en sus recursos naturales y
al primer problema se rinden tal y como sucedió con los judíos en aquel
desierto.
Entonces, todo
creyente debe tener muy en claro que la salvación
está compuesta de dos elementos, el
primero es un acto y el segundo es una experiencia.
El acto de salvación para los judíos se dio
el día que Dios los liberó de la esclavitud sin que ellos tuvieran
participación alguna. Para nosotros los cristianos, el acto es la prerrogativa divina de salvación, es la liberación del
pecado, la liberación de la ley y la
liberación de la condenación.
La experiencia para ellos consistía en que tendrían que ir a
conquistar la tierra. Con excepción de
Josué y Caleb, ninguno de ellos tuvo la
experiencia y su salvación se limitó a ser liberados de la esclavitud de
Egipto.
Ellos no estaban
dispuestos a “perder sus vidas” y no lograron la meta para la cual estaban
predestinados. Se quedaron con el acto de
salvación porque “no renovaron sus
mentes”, ambas razones están relacionadas.
Ese sigue siendo el
impedimento para millones de creyentes, sus mentes naturales les impiden correr
riesgos. Todo es calculado, y ese
cálculo es un impedimento para la fe.
De mil estudiantes
que se gradúan, quizás uno inicia su propia empresa, el resto deciden ser
empleados porque prefieren la comodidad
que el riesgo, aunque esa comodidad sea limitante. Otros intentan su
negocio personal y al encontrar el primer gigante se rinden. Ese gigante puede
ser un problema económico, un poco de clientela inicial, la desmotivación o
algo semejante.
La escritura dice que
Abraham salió sin saber adónde iba,
Abraham no hizo cálculos, simplemente estuvo
dispuesto a perder su vida obedeciendo a Dios.
Jesús dijo que “el
que no estaba dispuesto a tomar la cruz y seguirlo no era digno de él”
(Mateo 10:38). Tomar la cruz
consiste en renunciar a nuestras vidas, consiste en dejar nuestra comodidad
para obedecer al Señor y dirigirnos a la tierra prometida.
El Señor Jesús
también dijo: “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de
mí, la hallará” (Mateo 10:39),
es decir, si no arriesgas no recibes tu
herencia.
Génesis 12:1 Pero Jehová había
dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a
la tierra que te mostraré.
Por medio de Abraham,
Dios quería tomar posesión de la tierra, ejercer su autoridad y expresar su
gloria en la tierra, esa era la razón primordial por la cual llamó a Abraham.
Ese fue el mismo propósito de la creación, Dios creó al hombre para
que fructificara, se multiplicara,
llenara la tierra y la sojuzgara (Génesis
1:28).
Dios sembró dos
árboles muy significativos en el jardín del edén, uno era el árbol de la vida, el cual simboliza la vida eterna que se adquiere a través
de la fe sobrenatural y la obediencia al
Altísimo. El otro árbol, el de la ciencia
del bien y del mal simboliza la razón, la lógica y la obediencia a nosotros
mismos, haciendo las cosas independientes de Dios. Este segundo árbol solo trae
muerte y maldición.
Tome en cuenta que Dios
llamó a Abraham no sólo para darle una tierra,
sino también para hacer de él una
gran nación. Dios llamó a Abraham con el propósito de hacer
de él y sus descendientes un pueblo, deseaba obtener un pueblo en la tierra, un grupo de personas que estuvieran
apartadas para Él, para su gloria, y que le pertenecieran a él. Eso es lo mismo que Dios quería con Adán.
Ante el fracaso
de Adán, Dios llamó a Abraham, luego a
Isaac y por último a Jacob en el cual estableció una nación: Israel. El propósito de Dios al escoger
un pueblo es que éste llegue a ser su testimonio en la tierra. ¿Qué es lo que
deben testificar? Ellos deben dar testimonio de Dios.
Hechos 15:14 Simón ha contado
cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo
para su nombre.
Dios visitó a los
gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre, este es el cuadro descrito
en el Nuevo Testamento, donde la iglesia
constituye el pueblo de Dios que
da testimonio.
Dios actúa en un solo
hombre primero, y por medio de él bendice a otros. Dios deposita toda su
gracia, poder y autoridad en un hombre, y luego por medio
de él imparte
todo ello a muchos
otros hombres.
Este es
el principio aplicado en la
elección de Abraham, y sigue en vigencia hoy en día, el propósito eterno de Dios y su plan están
ligados a los hombres que él escoge. La firmeza o el fracaso de los escogidos
de Dios determinan la sobre edificación
o no de la iglesia.
Gálatas 3:7 Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de
Abraham.
Los hijos de Abraham
son los que viven por fe, no son los que
se dejan llevar por la lógica y la razón. Somos engendrados, no solamente como
hijos de Abraham, sino como hijos de
Dios por medio de la fe (1 Juan 5:1, Juan 1:13)).
Por eso la Biblia declara:
“en el evangelio la justicia de Dios se
revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”
(Romanos 1:17). El justo vive por la
fe, no vive por la lógica ni por la razón.
Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
La mayoría de
creyentes leen solamente la primera parte de este versículo, ellos leen “ya no hay condenación para los que están en
Cristo Jesús” y aplauden victoriosos, pero no leen la segunda parte, la
cual condiciona la primera parte y esa segunda parte dice “los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu”.
Lo que nos dice este
versículo es que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús y los
que están en Cristo Jesús son aquellos que no
andan conforme a la carne, es decir no
viven conforme a la lógica o la razón, no viven por vista, sino que viven una vida sobrenatural conforme a la fe. No podemos vivir en
la carne y en el Espíritu a la vez, eso es acomodar el evangelio.
El principio de la
obra de Dios es engendrar a una
persona primero y luego engendrar a otros por medio de ella. Pablo les dijo a
los corintios: “No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos
míos amados, pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”
(1 Corintios 4:14-15).
A fin de tener un
grupo de creyentes, Dios primero obtuvo uno: Abraham, el primero que creyó. Luego muchos creyentes
fueron engendrados por medio de él.
Dios obró primero en
Abraham, y luego por medio de él extendió su obra a mucha gente. La obra de
redención comenzó en los días de Abraham, Dios hizo una obra en él a fin de hacerlo
un vaso, pero el fin de dicha obra no era Abraham, el fin era eran conseguir
muchos vasos a través de Abraham.
Génesis
12:1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de
la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Que Dios “hubiera dicho a Abraham”, significa que Dios le hizo dos llamados y no solamente uno.
Génesis 11:31 Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo
de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur
de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se
quedaron allí.
Dios llamó a Abraham
por segunda vez; la primera vez lo llamó estando en Ur, mientras que la segunda
fue en Harán. Y no dice que Abraham tomo la iniciativa, sino que la iniciativa
la tomó su padre. Fue taré el que tomó a su hijo Abraham, a su sobrino Lot y a
la esposa de éste y los condujo a la mitad del camino, los llevó hasta Harán y se quedaron allí.
Taré fue un estorbo
en la vida de Abraham porque no lo llevó a su destino. La palabra Taré significa
“estación”.
Abraham siguió a su padre y se estacionó en Harán; sólo avanzó hasta la mitad
del camino. Esa es la historia de la gran mayoría de creyentes.
De tal manera que
Dios tuvo que esperar que Taré muriera para volver a llamar a Abraham y hará
que muchas cosas mueran en nosotros si nos estamos quedando a mitad del camino.
Es muy difícil
olvidar el acto de salvación, pero es fácil olvidar la visión de nuestro
llamado. Abraham olvidó que Dios lo había llamado, así que necesitaba que Dios
lo llamara por segunda vez, y le dijera lo mismo que le había dicho en Harán.
Abraham oyó el segundo llamamiento, la fe que había sido depositada en él
revivió y pudo continuar su camino.
Génesis 2:7 Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré
esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. 12:8
Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda,
teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová,
e invocó el nombre de Jehová.
Abraham plantó la
tienda teniendo en Bet-el al
occidente y a Hai al oriente, lo que
es muy significativo. Mientras que Bet-el significa “la casa de Dios”, Hai significa “un montón desolado”.
El montón desolado
representa al viejo hombre, simboliza la vieja vida antes de ser engendrados
como hijos de Dios. Si hemos de tener nuestro rostro hacia la casa de Dios,
tenemos que darle la espalda al montón desolado. Es decir, a menos que un cristiano renuncie a su pasado no tiene posibilidad de
conquistar la tierra prometida.
Si queremos la casa
de Dios, tenemos que rechazar el montón desolado. Una vez que renunciemos a
nuestra vieja vida, espontáneamente expresaremos la vida de Cristo en nuestra
vida.
Por consiguiente, la
vida de la vieja creación tiene que ser quebrantada y rechazada por completo.
No importa lo que haya en el montón, de todos modos es un montón desolado y no
la casa de Dios.
Génesis 13:18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar
de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.
Abraham removió su
tienda y vino a Morar en Hebrón en donde edificó un altar a Jehová y eso es
también muy significativo para nosotros. En el idioma original, Hebrón significa “comunión”. En este punto volvemos a donde empezamos.
Tener comunión con Dios es pensar como Dios. Para ello debemos renovar
nuestro entendimiento. Si nuestro entendimiento no es renovado no
podremos nunca tener comunión con Dios y nunca podremos conquistar la tierra
prometida.
Una vez que estamos
dispuestos a darle la espalda al montón de escombros para dirigirnos a la tierra prometida,
entonces debemos depositar la ofrenda en el altar.
Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional. 12:2 No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Esa ofrenda que
debemos depositar es nuestra propia vida,
debemos poner nuestras vidas en el altar, renunciando a ellas, no de palabra,
sino de hecho, renovando nuestro
entendimiento para conocer la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.
Mientras usted no
renuncie a su vida de corazón, mientras usted no le dé la espalda a Hai, no
podrá llevar la ofrenda al altar
2 Pedro
1:3 Como todas las cosas que pertenecen
a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el
conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 1:4 por medio
de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la
corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.
Dios hizo el
depósito, él puso al Espíritu Santo en nuestro espíritu y con ello el poder, la gloria y la excelencia
para hacerle frente a los gigantes que nos vamos a encontrar en el camino.
También para ser participantes de la naturaleza divina. Pero, para participar
de la naturaleza divina debemos despojarnos de nuestra vida pasada y eso
conlleva necesariamente que renovemos
nuestra mente.
Al bautizarnos, Dios
nos cambia el corazón y el espíritu y nos da un corazón y un espíritu nuevos y
deposita su Santo Espíritu en nuestro espíritu para que podamos hacer su
voluntad (Ezequiel 36:26-27). Sin
embargo, muchos bautizados siguen haciendo su propia voluntad y viviendo su
propia vida ¿Por qué? Porque no han
renovado su mente.
Recordemos que el
hombre está compuesto de cuerpo alma y espíritu (1 Tesalonicenses 5:23) y aunque Dios nos cambia el espíritu y el corazón el día de nuestra salvación para
capacitarnos a vivir una vida nueva, no nos
cambia el alma.
Tomemos en cuenta que
la voluntad es parte del alma, Dios
podría cambiarnos el alma y la voluntad para que hagamos lo que él quiere, pero
él no va a hacer eso porque quiere que lo obedezcamos voluntariamente, esa es
la razón por la cual no nos cambia el alma.
El hombre tiene tres diferentes órganos para adquirir el
conocimiento que viene de Dios: el cerebro
que forma parte del cuerpo, el corazón
que es parte del espíritu y la mente que es parte del alma.
El corazón es la conciencia y ésta es renovada en el
momento de la salvación, por eso a partir de ese momento, somos conscientes cuando
pecamos, porque el corazón nos reprende.
La comunión con Dios se da a través del corazón que es parte
del espíritu. La mente, interpreta lo que hay en el corazón y lo envía al cerebro y lo expresa a través de
la boca, por eso Jesús dijo que de la
abundancia del corazón habla la boca (Mateo
12:34).
Teníamos un corazón
de piedra, un corazón insensible Dios
nos cambia ese corazón en el acto de
salvación por un corazón de carne, o sea por un corazón espiritualmente sensible (Ezequiel
36:26).
Ahora, podemos
escuchar el corazón, pero si la mente no
ha sido renovada, seremos personas necias con un pensamiento natural y
limitado.
Efesios 4:17 Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como
los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 4:18 teniendo el
entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en
ellos hay, por la dureza de su corazón; por la dureza de su corazón;
En el caso de los
incrédulos, el corazón no ha sido cambiado, está endurecido y eso impide que
reciban la luz que viene de Dios, entonces sus mentes permanecen entenebrecidas
porque son ajenos a la vida Divina.
Ellos andan en la vanidad de su mente, es decir andan
de acuerdo a su mente natural, andan de acuerdo a la sabiduría de este mundo,
se creen sabios pero son necios.
2 Corintios 10:4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales,
sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 10:5 derribando
argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
En el camino debemos
enfrentar gigantes, éstos pueden ser
problemas económicos, enfermedades, ansiedades, miedos, depresiones o cosas semejantes.
Esos gigantes no
pueden ser derrotados a través de la lógica y la razón, necesitamos armas
poderosas en Dios que derriben todo argumento natural que se levanta contra el
conocimiento de Dios y nos impide avanzar.
Si no renovamos
nuestra mente, cambiando los pensamientos del hombre por los pensamientos de
Dios que se encuentran en su Santa Palabra, andaremos siempre en derrota y al
igual que los judíos nos quedaremos en el desierto sin lograr llegar a la
tierra prometida.
Por ejemplo, tu mente
dice “no lo puedo lograr”. Debes
cambiar ese pensamiento por “todo lo
puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses
4:13). Tu mente dice “estoy enfermo y
sin cura”, cambia “por su herida
fuimos sanados” (2 Pedro 2:24),
así que no puedes estar enfermo. Tu mente dice “ese pecado me condena”, cambia por “no hay ninguna condenación para los que están en Cristo” (Romanos 8:1).
1 Corintios 3:18 Nadie se engañe a sí mismo; si alguno entre vosotros se
cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio. 3:19
Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito
está: El prende a los sabios en la astucia de ellos. 3:20 Y otra vez: El Señor
conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos.
Nadie se engañe, la
sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios, los pensamientos del
hombre son vanos porque los pensamientos del hombre no son los pensamientos de
Dios ni sus caminos los caminos de Dios (Isaías
55:8).
Hay una canción de
Luis Aguilé que se llama el “reino del revés”,
esa canción es muy significativa para mí, porque me recuerda que así es el Reino de Dios, es el reino del revés a como nosotros
pensamos.
2 Corintios 4:3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los
que se pierden está encubierto; 4:4 en los cuales el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.
La verdadera
sabiduría viene de Dios, por eso Satanás endurece el corazón de los incrédulos
impidiéndoles recibir la luz del evangelio, cegando de esa manera su
entendimiento.
Loa incrédulos no son solamente los que no
creen en Dios, también son incrédulos los que no le creen a Dios porque su mente no ha sido renovada. Los
judíos creían en Dios pero no creyeron que
Dios los llevaría a la tierra prometida.
Las congregaciones
están llenas de creyentes incrédulos
que se dejan dominar por su vanidad, la cual les impedirá ser arrebatados, les
impedirá gobernar con Cristo y a muchos les robará la salvación.
Un recién convertido,
es incapaz de explicar inteligentemente su experiencia, sin embargo tiene el
conocimiento de que ha sido iluminado y de que ahora es salvo. Lo que Dios le
dio a su corazón, fue comunicado a su cerebro a través de la mente, esa luz es
registrada en la mente y procesada en el cerebro. El corazón, la mente y el
cerebro operan simultáneamente.
Y aunque la
mente es iluminada al momento de la
salvación, necesita ser renovada
diariamente.
El problema de la
inmensa comunidad de creyentes es que reciben una luz inicial y allí se quedan.
Se quedan en el acto de salvación, no
entienden, que necesitar avanzar a la tierra prometida. ¿Cómo saber si nuestra
mente ha sido renovada? ¿Cómo saber si estamos en camino a la tierra prometida?
Mateo 6:25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis
de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 6:26 Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
6:27 ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura
un codo? 6:28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del
campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 6:29 pero os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 6:30 Y si la hierba del
campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará
mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 6:31 No os afanéis, pues, diciendo:
¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 6:32 Porque los gentiles
buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas. 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y
su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. 6:34 Así que, no os afanéis
por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día
su propio mal.
Una mente no
renovada, no pone su confianza en Dios, está llena de dudas, vive con miedo y preocupada
por su vida, pensará si tendrá o no tendrá para sobrevivir al día siguiente. Una
mente renovada tiene absoluta confianza en Dios, vive al día, y a pesar de la
adversidad no se afana por nada.
2 Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan
para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos
Una persona con una
mente renovada vive para Cristo, no vive para sí mismo. No planifica su vida,
sino que planifica como hacer la voluntad de Dios (1 Timoteo 2:3-4). Una persona con una mente renovada busca el reino
de Dios y deja que Dios se encargue de sus necesidades.
Solo una persona con una mente renovada puede controlar sus pensamientos y los lleva
cautivos a la obediencia de Cristo,
pero para ello, debe tener el conocimiento, debe haber recibido la luz
suficiente.
Una persona ajena al
estudio bíblico y la oración, no es iluminada, no es renovada en su mente y los
pensamientos naturales lo dominarán.
Además es incapaz de
comunicar la palabra de Dios, no puede
impartir a otros, porque su mente no se encuentra en condición de ser usada
por Dios.
Pregúntate cuántas
personas has llevado a los pies de Cristo y entonces sabrás que vas camino a la
tierra prometida. No se trata de asistir una vez a la semana al culto, se trata
de sobreedificar, recuerda que la obra de cada uno se hará manifiesta; porque
el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno
cuál sea, el fuego la probará (1
Corintios 3:13)
Cuando llegue el día
del arrebato, muchos creyentes que se quedarán en la tierra y se preguntarán
¿Por qué? La respuesta es muy sencilla: no cumplieron con el propósito de Dios
para sus vidas y se quedaron viviendo en el desierto. Solo entonces recordarán que ¡El desierto no es su tierra!
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