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Cuenta la Biblia que Lázaro, estaba
muy enfermo, y que María y Marta sus hermanas le avisaron a su amado amigo
Jesús para que viniera a sanarlo. Sin embargo, Jesús no acudió de inmediato
sino que se quedó dos días más al lado del río Jordán, mientras Lázaro era
consumido por la muerte (Juan 11:1-6).
Imaginen ustedes la decepción de Marta y
María ¿Por qué Jesús no vino? ¿Será que no nos ama? se habrán preguntado.
Es posible que todos hayamos
experimentado en alguna ocasión algo semejante, hemos acudido al Padre, en el
nombre de Jesús (Juan 14:13), en busca
de una respuesta urgente, pero pareciera que él Padre no nos escucha o no está
interesado en nuestros problemas. Entonces nos cuestionamos ¿Será que Dios no contesta las oraciones? o ¿Habrá algo
malo en nosotros que impide que Dios nos escuche? Surgen muchas preguntas sin
respuesta y muchos llegar a perder la fe.
No es que el Padre no nos escucha, ni
hay nada malo en nosotros que impida esa comunicación con el Padre. Él es
perdonador, él es misericordioso y está siempre atento a nuestras peticiones
para ayudarnos, pero en muchas ocasiones tiene que esperar que “algo muera” para poder ayudarnos y la
historia de la resurrección de Lázaro nos va a ayudar a entenderlo.
Jesús le respondió a quienes le
buscaron: “esta enfermedad no es para
muerte, sino para que el hijo de Dios sea glorificado por ella”, revelándonos
la clave de todo este asunto.
Jesús permitió “la muerte” de Lázaro con el propósito de que “creyeran” que él era el hijo de Dios y que “el Padre fuera” glorificado ¿Cómo entenderlo? Jesús había hecho
muchas sanidades y no existía duda de que sanaría a su amigo amado. Pero, de
igual manera, en esa época existían personas que a través de medicinas
naturales hacían sanidades. Si Jesús hubiera sanado a Lázaro, pudieron decir que
la enfermedad de Lázaro no era grave y que otros también lo habrían sanado,
pero ¿Quién podría resucitar a un muerto? Solamente Dios.
Al resucitar a Lázaro entonces los
presentes creerían en Jesús como el hijo de Dios y Dios sería glorificado. Esa es
la primera enseñanza que nos deja esta historia.
1
Corintios 10 10:31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo
para la gloria de Dios.
Dios espera que “todo” lo que hagamos sea para darle
la gloria a él. Y “todo” incluye
las peticiones que le hagamos.
El apóstol Santiago dice: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para
gastar en vuestros deleites” (Santiago
4:3). Lo que nos está diciendo Santiago es que si usted le pide algo al Padre y con esa
petición usted no va a darle la gloria a Dios, es posible que esa petición no
sea contestada. Dios quiere la gloria para él y para su hijo Jesucristo “en todo”
lo que hagamos, mete eso en tu mente.
Dios debe darle muerte a “esa codicia”, Dios debe darle muerte al “yo” para poder conceder tus peticiones. Y
esa es la segunda enseñanza que recibimos de la resurrección de Lázaro.
Usted puede asistir a un culto de
oración y escuchará: “Padre dame ese
trabajo, Padre ayúdame a ganar el examen, Padre cuida a mi perro, Padre esto y
aquello”, son las oraciones del “yo” que no le dan ninguna gloria a Dios.
Difícilmente usted escuchará: “Padre envíame a las naciones”, Padre “venga tu reino”, “Padre dale un nuevo nacimiento a mi vecino”.
Las oraciones son una lista de peticiones ególatras y eso es así porque no nos
han enseñado que las oraciones no son para nuestro beneficio sino para el
beneficio de Dios.
Además, si le pedimos a Dios un
milagro, en ese milagro no puede haber ninguna intervención “de la carne”. “La
carne” debe morir para que Dios pueda conceder el milagro, y esa es otra de
las enseñanzas que Jesús nos da, al esperar que Lázaro muriera.
Romanos
4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como
muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.
Dios tuvo que esperar a que Abraham
estuviera “como muerto”, es decir,
que ya no pudiera concebir para poder darle a Isaac, el hijo de la promesa. De
no ser así, Abraham hubiera creído que se lo habría procurado en la carne, tal
y como hizo con Ismael y no le hubiera dado la gloria a Dios.
Hablemos por un momento de la sanidad
divina. Suponga que usted está enfermo, entonces le pide sanidad a Dios, pero
también va al médico o se toma unas pastillas. Dios no va a actuar mientras eso
suceda porque él no va a compartir su
gloria ni con el médico ni con los medicamentos. O lo sana el médico y los
medicamentos, o lo sana Dios, y Dios solamente lo va a sanar cuando usted se deshaga de los medicamentos. De lo
contrario podrías dudar de si te sanó Dios o te sanaron las medicinas.
Algunos argumentan que Dios les da la
sabiduría a los médicos y a los científicos que elaboran las medicinas y que
por eso podemos confiar en los médicos y
en las medicina y combinar esa
confianza con la fe en Dios, pero eso es un argumento humano que no tiene
asidero bíblico.
El argumento bíblico dice que: “La fe es la certeza de lo que se espera, es
la convicción de lo que no se ve” (Hebreos
11:1). En otras palabras, la fe es la
seguridad de que algo sucede aunque no tengamos ninguna posibilidad natural de
que eso suceda.
En la fe no hay cabida para lo
natural, la fe es algo sobrenatural,
por ello no debe intervenir la carne.
Dice Hebreos 1:3 que “por la fe
entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo
que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”-, o sea que la creación
fue algo sobrenatural, en donde todo
fue creado de la nada y sin intervención
humana.
Hebreos
11:7 Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se
veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe
condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.
Noé no tenía ninguna prueba de que
habría un diluvio, lo único que tenía era la palabra de Dios, y sin embargo
por la fe construyó el arca. Tuvo que darle muerte a su vida en sentido
figurado, al enfrentarse al escarnio y a
la burla de la gente durante cien años, eso es fe.
Hebreos
11:8 Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había
de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.
Abraham dejó la comodidad de su hogar
y salió sin saber adónde iba, no tenía ninguna prueba de que había una tierra
esperándolo, solamente le creyó a Dios y
lo obedeció. Cuando le dio muerte a su
vida, renunciado a todo lo que tenía, fue entonces que Dios pudo darle la
tierra prometida.
En el caso de la sanidad, cuando los
médicos “desahucian” a una persona y
le dicen que la medicina ya nada puede hacer, es entonces cuando Dios puede
obrar, no antes.
1
Pedro 2:24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero,
para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por
cuya herida fuisteis sanados
“No necesitamos creer que Dios nos va
a sanar”, lo que “necesitamos es “creer que ya nos sanó” porque así está
escrito. El versículo no dice que Dios nos va a sanar, dice que “por su herida fuimos sanados”. Debemos
creer que estamos sanos aunque el cuerpo diga otra cosa, eso es fe. Si esperamos
ser sanados no vamos a ser sanados porque eso no es fe, eso es esperanza.
Nosotros creemos que Jesús llevó
nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, damos por un hecho que eso es
una realidad, pero nos cuesta creer que ya fuimos sanados.
La sanidad se recibe del Padre de la misma manera que se recibe el nuevo nacimiento. Cuando nacemos de
nuevo no obtenemos un nuevo cuerpo, tenemos el mismo cuerpo, el cambio es espiritual, Dios nos cambia el espíritu
y el corazón (Ezequiel 36:26), no
nos cambia el cuerpo, nosotros no vemos ningún cambio en el cuerpo, pero creemos en el nuevo nacimiento. Lo mismo
es con la sanidad, debemos creer en nuestra mente, en nuestro espíritu y en
nuestro corazón para que la sanidad se de en el cuerpo. Mientras el cambio no
se de en nuestro interior no habrá ninguna sanidad exterior.
Yo no soy radical, pero la palabra de
Dios sí lo es. Si acudimos a la medicina y la medicina es suficiente, Dios no
va a actuar. Él va a actuar cuando la
medicina no sea suficiente.
Igual sucede con otro tipo de
problemas, si los tratamos de resolver en la carne, Dios no meterá las manos.
Él esperará nuestro fracaso para
poder intervenir para que de esa manera estemos seguros que es él quien nos
está resolviendo el problema.
Dios actúa como un salvavidas, mientras estemos aleteando,
él no va a meterse al agua con nosotros, como tampoco lo hace un salvavidas, él
meterá las manos al agua cuando dejemos de aletear y estemos como muertos.
Cuando nos rendimos, cuando damos por muerto el asunto, es
cuando Jesús viene a darle vida, es cuando él viene a hacer una resurrección
para que le demos la gloria y
creamos que él es el hijo unigénito de Dios.
Romanos
6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios
en Cristo Jesús, Señor nuestro.
De esa misma manera es que Dios trata
con el pecado y las tentaciones. Luchamos una y otra vez por vencer el pecado y
las tentaciones, pero vamos de fracaso en fracaso.
Cuando
nos consideramos muertos y no hacemos nada al respecto, en entonces cuando
Jesús en la persona del Espíritu Santo nos da la victoria. De pronto y sin
hacer ningún esfuerzo nos damos cuenta que ya no decimos malas palabras, que ya
no nos emborrachamos, que ya no vemos pornografía, entonces entendemos que fue por
obra de Dios, que fue por
gracia y le damos toda la gloria al Padre y al Hijo.
Lucas
11:7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.
11:8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte,
¿y otra vez vas allá? 11:9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que
anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 11:10 pero el que
anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11:11 Dicho esto, les dijo
después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
Jesús espero que Lázaro falleciera y
una vez que esto ocurrió, entonces acudió a la cita. Como ya lo dijimos, Jesús
permitió la muerte de Lázaro con el propósito que creyeran en él como el hijo
de Dios y le dieran la gloria al Padre.
De igual manera, Jesús permitirá que la muerte se refleje en nosotros en
todos los aspectos de nuestra vida, con el propósito de darnos vida y que de
esa manera reafirmemos nuestra fe. Nada fue casual en la muerte de Lázaro, todo
estaba debidamente planificado en el Cielo y nada es casual en nosotros.
Juan
11:17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en
el sepulcro. 11:18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios;
11:19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas
por su hermano. 11:20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a
encontrarle; pero María se quedó en casa. 11:21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si
hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. 11:22 Mas también sé ahora
que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús acudió al llamado cuatro días
después de que Lázaro había fallecido. Jesús quería que el cuerpo de Lázaro
estuviera putrefacto para que todos estuvieran
seguros de que estaba bien muerto.
Dice la escritura que “Marta salió a recibirlo, pero María se quedó
en casa” y esto no está escrito por casualidad, sino para darnos otra
enseñanza. Para María, Lázaro estaba
muerto y no había nada que hacer, perdió a su hermano y eso era “punto y aparte”, no había una coma, no
existía un más allá, era el final de la historia y resentida no salió a recibir
a Jesús.
Muchos de nosotros actuamos igual que
María, si no recibimos la respuesta de manera inmediata y esa tardanza ocasiona que perdamos
algo, entonces nos resentimos y hasta dejamos de creer.
Pensamos que es es el final de la
historia y ponemos un punto y aparte. Nos cuesta entender que las cosas son a
la manera y en el momento de Dios, no a nuestra manera ni en nuestro momento y
que muchas veces es necesario que haya pérdida,
que haya muerte, para que Dios se manifieste.
Para Marta en cambio, sí “había
una coma”, la historia no había llegado a su fin, aunque ella le reprochó a
Jesús que no hubiese venido a sanarlo, ella pensaba que Jesús podría
resucitarlo.
“Mas
también sé”, dijo Marta, “que todo lo
que pidas a Dios, Dios te lo dará”. “También
sé” no es un punto y aparte sino una coma
en la gramática de Dios. Ese “también
sé” era la esperanza de “una
resurrección”.
2
Corintios 1:20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén,
por medio de nosotros, para la gloria de Dios.
Las promesas de Dios no son “un tal vez” o “si es su voluntad”, las promesas de Dios son “en él sí y en él amén”. Si Dios lo prometió, esas promesas dentro
de la gramática de Dios son en este caso “un
punto y aparte”, “no son comas”
para que agreguemos: “si él quiere” o “si
es su voluntad”.
Desdichadamente hemos sido mal
enseñados a cambiar la gramática de Dios, quitando puntos y poniendo comas o
quitando comas y poniendo puntos.
Apocalipsis
22:18 Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este
libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que
están escritas en este libro. 22:19 Y si alguno quitare de las palabras del
libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la
santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.
El apóstol Juan nos enseña que no
podemos cambiar la gramática de Dios, ni siquiera podemos cambiar un punto por
una coma. Donde Dios dice aquí es una coma, es una coma y no un punto. Y donde
Dios dice esto es un punto y aparte es un punto y aparte y no una coma.
Nadie puede añadir ni nadie puede
quitar ni siquiera una coma a la palabra de Dios. Si lo hace, se las verá con
Dios porque estaría cambiando totalmente el sentido de su Palabra.
1
Corintios 4:6 Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en
Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de
lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra
otros.
El apóstol Pablo nos dice que ni
siquiera “debemos pensar más allá de lo
que está escrito”, porque eso es vanidad y esa vanidad atenta contra la
gramática de Dios.
Juan
11:39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le
dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 11:40 Jesús le dijo: ¿No te he
dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
Hay una ley que se llama la ley de entropía, la cual enseña que
con el tiempo todo se deteriora o putrefacta. Lo cierto es que esta ley se
había cumplido en Lázaro, de tal manera que hedía, pero eso era necesario para
que los presentes creyeran. Dios
necesitaba que la ley de entropía hiciera su función para de esa manera
manifestar su gloria a través de la ley
de la resurrección.
Juan
11:23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. 11:24 Marta le dijo: Yo sé que
resucitará en la resurrección, en el día postrero. 11:25 Le dijo Jesús: Yo soy
la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 11:26
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? 11:27
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que
has venido al mundo.
Cuando Jesús le dijo a Marta que
Lázaro resucitaría, ella le respondió que eso sucedería en el día postrero, pero Jesús no se refería a
aquel día postrero.
Si bien es cierto que todos
resucitarán en el día postrero, unos para vida eterna y otros para condenación,
también es cierto que para poder tener una resurrección en el día postrero,
primero debemos tener una muerte y una resurrección aquí y ahora.
Con la resurrección de Lázaro Jesús
quería enseñarnos que debemos tener una
resurrección aquí y ahora para que la del día postrero sea para vida
eterna. Por eso le dijo a Nicodemo que si quería entrar al Reino de Dios debía nacer de nuevo (Juan 3:3).
Romanos
6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte?
6:4
Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de
que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva.
6:5
Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así
también lo seremos en la de su resurrección; 6:6 sabiendo esto, que nuestro
viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado
sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.
Si queremos ser resucitados en el día
postrero para vida eterna, primero debemos ser sepultados y resucitados “a semejanza” en el bautismo aquí y
ahora. Es la única manera de que nuestros pecados sean perdonados, que Dios deposite su Espíritu en nuestro espíritu
(Hechos 2:38, 22:16), y es la garantía de que viviremos con Cristo.
En el
bautismo somos revestidos de Cristo (Gálatas
3:27), lo que quiere decir que Dios nos quita todo lo que es de Adán y nos
da todo lo que es de Cristo.
Solamente al morir en el bautismo es
que podemos obtener el perdón de pecados y la sanidad que Jesús efectuó en la
cruz. Sin muerte no hay milagro.
Colosenses
2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al
echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo;
2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados
con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
“Nacer
de nuevo es una resurrección” después de “una muerte”. Sin esa muerte no hay resurrección aquí y ahora y si no hay resurrección aquí y ahora, la
resurrección en el día postrero será para condenación.
Es necesario que muchas cosas mueran en
nuestra vida para que la resurrección de Cristo se manifieste en nosotros y
debemos empezar por darle muerte a nuestra
naturaleza pecaminosa para que el Espíritu Santo pueda obrar en nuestras
vidas.
2
Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Si alguno está en Cristo es una nueva
criatura, todo el pasado se quedó en las aguas del bautismo y todas las cosas
son hechas nuevas. No puedes estar en
Cristo sin darle muerte al viejo hombre ¿Cuál es el viejo hombre? La nueva
criatura es la que está en Cristo, mientras que el viejo hombre es el que aún
no está en Cristo porque no ha muerto en el bautismo. En el bautismo Dios le da
muerte al viejo hombre pecador y le vida a la nueva criatura en Cristo Jesús.
Quizás tenemos un problema, entonces
oramos por el problema, pero el mismo persiste. Y no es que Dios no escucha
nuestras oraciones, claro que las escucha, pero está esperando, en primer
lugar, que le demos muerte al viejo hombre, y en segundo lugar, que le demos muerte
a todo lo que nos quede del viejo hombre (Colosenses 3:5).
Los pensamientos de Dios no son nuestros
pensamientos, él piensa muy diferente a nosotros (Isaías 55:8), de tal manera que tenemos que renovar nuestro entendimiento, tenemos que comenzar a pensar como
Dios para llegar a conocer cuál es su voluntad agradable y perfecta (Romanos 12:2) dándole muerte a nuestros
pensamientos. Cuando le damos muerte
a todo lo que sea del viejo hombre, entonces, él vendrá a decir: “sal de esa tumba y camina”.
Romanos
8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley
del pecado y de la muerte.
Hay una ley de entropía espiritual llamada la Ley del pecado y de la muerte que nos acusa y nos condena, pero
también existe la Ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús. Ésta segunda ley es la ley de la resurrección que nos libra de la ley del pecado y de
la muerte.
2
Corintios 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la
excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, 4:8 que estamos atribulados
en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; 4:9 perseguidos,
mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; 4:10 llevando en el cuerpo
siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús
se manifieste en nuestros cuerpos.
Tenemos un tesoro en un vaso de
barro, ese tesoro es el Espíritu Santo, de tal manera que la excelencia del
poder es de Dios y no de nosotros. Quizás estamos atribulados pero no
angustiados, en apuros pero no desesperados, perseguidos pero no desamparados,
derribados pero no destruidos. Dios va a permitir que llevemos la muerte en
nuestro cuerpo para que la vida de Jesús
se manifieste en nosotros.
Si
no hay muerte no hay vida, si no sufrimos humillación no podemos darle
muerte al orgullo. Si no le damos muerte al odio que hay en nosotros, no
podemos darle vida al amor que Dios nos da.
Si no sufrimos penalidades, nuestra fe no pasará de un nivel mental y no
podremos hablarle de fe a nadie. El creyente verdadero siempre vivirá entregado
a muerte por causa de Jesús, para de esa manera llevar vida a otros:
Juan
12:24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la
tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 12:25 El que ama
su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna
la guardará.
Si el grano de trigo no es sembrado en
la tierra no producirá fruto. Debe ser sepultado para que renazca y de fruto.
Jesús fue crucificado y sepultado, entonces resucitó y con ello obtuvo su
fruto: el “nacimiento de la iglesia”
y “la salvación de todos los creyentes”.
Si Jesús no hubiese muerto, nosotros
no seríamos salvos, y al igual que Jesús nosotros debemos ser sepultados para
poder dar fruto. El orgullo, la vanidad,
los deseos de los ojos cesarán en nosotros cuando tengamos una pérdida. Las
personas que continúan con su vida, no producen otras vidas.
El
que ama su vida en este mundo terminará
perdiéndola. Hay personas apegadas a todo lo que este mundo le ofrece, no
quieren perder nada. Si una olla se quema sufren como si fuera su vida. Por esa
razón dedican todo el tiempo para obtener las cosas materiales.
Lucas
9:24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí, éste la salvará. 9:25 Pues ¿qué aprovecha al hombre,
si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? 9:26 Porque el que
se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del
Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
9:27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no
gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.
El Señor dictó sentencia: el que quiera salvar su vida la perderá y
todo el que pierda su vida por causa de mi la salvará. En esa frase no hay una coma sino un punto. El
que quiera salvar su vida la perderá pues que aprovecha el hombre si llega a
tener todo en este mundo pero no obtiene la vida eterna.
Si el reino de este mundo domina tu
vida, la perderás. Si es el reino de Dios el que la domina, entonces la salvarás.
Se necesita la muerte en tu vida para
que también haya resurrección.
Juan
11:25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque esté muerto, vivirá. 11:26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente. ¿Crees esto? 11:27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Jesús le dijo a Marta que él era la
resurrección y la vida. Jesús dijo que había que creer en él para poder vivir y
no morir eternamente. ¿Lo crees le dijo
Jesús? Sí creo, dijo Marta, eres el Cristo, el hijo de Dios que has
venido al mundo.
Juan
11:28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en
secreto: El Maestro está aquí y te llama. 11:29 Ella, cuando lo oyó, se levantó
de prisa y vino a él.
Entonces Jesús mandó a llamar a María
para que ella también creyera, entonces
ella se levantó y salió de prisa.
Juan
11:41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y
Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme
oído. 11:42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud
que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Aquí vemos la manera en que actúa la
fe. Jesús había orado para que el
Padre le concediera el resucitar a Lázaro y aunque Lázaro no había resucitado,
Jesús ya había creído en esa
resurrección antes de que está se diera.
Entonces Jesús levanta la voz para
darle las gracias a Dios por esa resurrección y que de esa manera todos tengan
claro que el milagro viene de lo alto
y le den la gloria al Padre.
A veces oramos por una persona
enferma que no está presente y en ocasiones Dios no concede el milagro ¿Por qué?
Porque quizás el enfermo le va a dar la gloria a las medicinas, entonces Dios requiere
que vayamos a esa persona y pongamos nuestras manos en ella (Marcos 16:18) y al igual que Jesús
digamos “Padre gracias, yo se que siempre me oyes” para que el
Padre haga el milagro que de esa manera sea
glorificado.
Juan
11:43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 11:44 Y el
que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
Entonces Jesús le ordenó a Lázaro que
se levantara de su tumba y saliera. El propósito de la muerte de Lázaro se
había cumplido con la resurrección.
Si queremos que Dios actúe y se
manifieste en nosotros, si queremos que se sucedan milagros y que las oraciones
sean contestadas, si queremos resurrecciones, entonces primero debemos darle muerte a todo aquello del viejo
hombre que pueda ser un tropiezo para la fe.
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