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Hay un pasaje
bíblico que llama mucho la atención, se encuentra en Romanos
9:13 y dice literalmente: “Como está
escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” ¿Cómo es posible que un Dios de
amor aborrezca a alguien? ¿Es posible amar y aborrecer? La respuesta es sí, Dios
no solo ama, Dios es amor, su amor es tan grande que estuvo dispuesto a enviar
a su hijo a morir por nosotros: Sin embargo, hay algo que Dios no soporta, hay
algo que Dios no perdona, hay algo que es aborrecible
para él.
Dicen las Santas
escrituras que hubo dos hermanos gemelos, uno se llamaba Jacob y el otro se llamaba Esaú,
y está escrito que Dios amó a uno y
aborreció al otro aún antes de nacer, sin que hubieran hecho bien ni mal (Romanos 9:11). A nuestra manera de ver
las cosas, pareciera que tenemos un Dios injusto, pero no hay injusticia en
Dios. Está escrito en el libro de Malaquías que Dios nos aborrece porque nosotros lo aborrecemos primero.
De acuerdo con el
diccionario el verbo aborrecer significa
rechazo hacia algo o alguien, también es antipatía
o animosidad.
Si Dios nos
rechaza es porque nosotros lo rechazamos primero, porque en él no hay
injusticia. Esto lo podemos ver claramente en su ley:
Éxodo 20:3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 20:4 No te harás
imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la
tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 20:5 No te inclinarás a ellas, ni
las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la
maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de
los que me aborrecen, 20:6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y
guardan mis mandamientos.
Aquí vemos que
Dios visitará la maldad hasta cuatro
generaciones de aquellos que lo aborrecen ¿Cómo lo aborrecen? Cuando los
hombres se inclinan ante las imágenes y les dan honra, Dios se siente
despreciado, traicionado y aborrecido
y entonces reacciona con aborrecimiento, haciendo que haya maldad en las
familias.
Malaquías 1:2 Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos
amaste?
Ese es siempre el
mensaje que Dios envía a través de los profetas: "Yo os he amado” y lo asombroso es que los hijos de Israel
responden: "¿En qué nos has amado?”
Aquí tenemos, por
un lado, a Dios derramando su amor, y por otro lado, a un pueblo insensible,
que se han vuelto indiferente, y que no reacciona frente al amor de Dios, más
bien son capaces de preguntar “¿En qué
nos ha amado?”
Malaquías ¿No
era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, 1:3 y a Esaú aborrecí, y
convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del
desierto. 1:4 Cuando Edom dijere: Nos hemos empobrecido, pero volveremos a
edificar lo arruinado; así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ellos edificarán,
y yo destruiré; y les llamarán territorio de impiedad, y pueblo contra el cual
Jehová está indignado para siempre. 1:5 Y vuestros ojos lo verán, y diréis: Sea
Jehová engrandecido más allá de los límites de Israel.
Dios les recuerda a
los judíos que los ama desde los tiempos de su padre Jacob. Y aclara que
aborreció a Esaú, lo desoló y lo desheredó con justa causa. Lo que les está diciendo es: “Si quieren entender mi amor, tomen en cuenta la historia de Esaú y
compárenla con la de Jacob”.
El hecho de que
Dios aborreciera a Esaú desde que estaba en el vientre de su madre produce
inquietud a muchas personas, porque se olvidan que Dios puede ver el futuro. Él
sabía que Esaú despreciaría la
primogenitura, tal y como sucedió, tratando a Dios con absoluta
indiferencia e irrespeto (Hebreos 12:16).
Aquellas cosas que
Dios consideraba de gran valor, Esaú las consideraba triviales y las trataba de
ese modo, razón suficiente para que Dios lo aborreciera. Al igual que Esaú muchos
creyentes están siendo aborrecidos por el Dios de amor, debido a que tienen el espíritu de Esaú.
En cambio, Dios
amó a Jacob porque Jacob si le dio a Dios su lugar, siempre estuvo interesado
en sus cosas y hasta hizo uso de la
carne para conseguir su objetivo.
Es probable que si
hubiésemos conocido a Jacob y a Esaú, hubiésemos querido a Esaú y no a Jacob,
porque Jacob era un manipulador, un trinquetero, y no merecía ninguna
confianza. Mientras que Esaú era el hombre sincero, que se mostraba como era,
sin engaños ni manipulaciones.
Pero si nos ponemos
en el lugar de un Padre en relación con el hijo, como es el caso de Dios con
Esaú, amaríamos a Jacob y no a Esaú, porque Esaú despreciaba, ignoraba y no le daba su lugar al Padre celestial,
mientras que en Jacob había un gran anhelo
y ansia por honrarlo.
El mensaje de Dios
a los hijos de Israel a través de Malaquías, es un mensaje que como un eco
resuena hoy en día, para un pueblo cristiano que no responde al amor de Dios,
que no lo honra debidamente y que lo ve con indiferencia al punto de retarlo
a que lo aborrezca, es un pueblo con el espíritu
de Esaú.
Dios ha puesto al
frente de nosotros dos caminos: el camino
del amor y el camino del aborrecimiento y nosotros escogemos
voluntariamente el camino que queremos seguir.
En Malaquías vemos
como Dios acusa a los hijos de Israel de tener el espíritu de Esaú: “El
hijo honra al padre, y el siervo a su señor”, dice Jehová. “Si,
pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor?
Ustedes menosprecian mi nombre”. Y ellos le responden descaradamente: “¿En
qué hemos menospreciado tu nombre?” El Señor se los dice claramente:
"En que ofrecéis sobre mi altar pan indigno. Y menosprecias mi mesa
ofreciendo los animales cojos o enfermos. Honren a un príncipe de esa manera a
ver si se agrada de ustedes” (Malaquías
1:6-7)
Le ofrecían a Dios
la basura, lo contaminado, los desperdicios y preguntaban ¿En qué te hemos
menospreciado?
Ese espíritu de
Esaú lo vemos constantemente en los creyentes actuales. La mayoría menosprecian
a Dios y le ofrecen de lo que les sobra, en tiempo, en ofrendas, en honra, en
todo. Y a pesar de todo, se jactan
diciendo que aman al Señor cuando lo están aborreciendo.
Malaquías 1:9 Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga
piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice
Jehová de los ejércitos. 1:10 ¿Quién también hay de vosotros que cierre las
puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo complacencia en vosotros, dice
Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda. 1:11 Porque desde
donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones;
y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande
es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos. 1:12 Y vosotros
lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando decís
que su alimento es despreciable. 1:13 Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es
esto! y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado,
o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano?
dice Jehová.
“Oren, dice Jehová, para que tenga piedad de
ustedes. Yo soy el rey de Reyes y Señor de señores y no voy a aceptar sus
despreciables ofrendas”. Dios espera
que le demos la gloria a él y su Hijo a través de nuestro servicio, a través de
la adoración y a través del partimiento del pan, en el cual recordamos la
muerte y la segunda venida de nuestro Señor Jesús.
Sin embargo, en
las congregaciones casi no comparten el partimiento del pan. En algunas lo
comparten pero cambian el vino por jugo de uva o por lo que se les ocurre. Y en
lugar de pan sin levadura comparten cualquier otro pan.
En nuestras
congregaciones el espíritu de Esaú es notable en ese desprecio por las cosas
de Dios, tal y como lo hacían los hijos de Israel de la época de Malaquías. La
adoración y la alabanza han sido
cambiadas por la música motivacional, como si nos reuniéramos para dar la
honra a los hombres. Ya no se enseña la
palabra de Dios, ésta ha sido cambiada por las doctrinas, han cambiado el
cielo por la tierra. Y la mayoría de los
creyentes no viven para Cristo ni le sirven en lo más mínimo. Creen que con
asistir al culto una vez a la semana ganan almas para Cristo.
Estos son siempre los síntomas del espíritu de Esaú en un pueblo que cree que Dios tiene que aceptar “esos cambios” porque según ellos “los tiempos han cambiado”.
El primero y
grande mandamiento de Dios es: Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente
(Mateo 22:37) y ese amor se
demuestra en la manera en que lo honramos y le servimos.
En Malaquías vemos
a un pueblo que se ha visto rodeado por el amor de Dios y que han recibido su
gracia durante siglos, a pesar de lo cual sus ojos se han vuelto tan ciegos que
ni siquiera pueden darse cuenta de que le están ofendiendo e insultando con lo
que están haciendo. El motivo por qué
les sucede esto es que el amor que
sentían hacia Dios ha desaparecido.
Malaquías 1:14 Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su
rebaño, promete, y sacrifica a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice
Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones.
“Maldito es todo aquel que teniendo para
darme lo mejor, me da lo peor”, ha dicho Jehová. Los creyentes creen que
pueden engañar a un Dios que todo lo ve, dándole miserias y luego se preguntan
¿Por qué me pasa esto? Lo que pasa es
que un Padre despreciado les ha quitado
la protección.
Dios los amenaza
con maldecirlos si no lo honran debidamente. “Maldeciré vuestras bendiciones y aún las he maldecido, porque no se han
decidido de corazón, ha dicho el Señor” (Malaquías 2:1-2).
El Señor no va a
maldecir al que le entregó su vida para servirle, a éste lo bendice con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (Efesios
1:3), pero el que no le entrega su vida para servirle de corazón, no puede esperar bendiciones, sino todo lo
contrario.
Si te bautizaste
para no ir al infierno al morir, pero en tu corazón no decidiste vivir para
Cristo y amar a Dios con toda tu alma, con todo tu corazón y con toda tu mente,
tu bautizo pudo ser en vano, recuerda
que Dios ve tu corazón.
Malaquías 2:11 Prevaricó Judá, y en Israel y en Jerusalén se ha
cometido abominación; porque Judá ha profanado el santuario de Jehová que él
amó, y se casó con hija de dios extraño.
Luego viene el
reclamo de Dios para aquellos que se han unido en yugo desigual con los incrédulos o idólatras (2 Corintios 6:14), profanando el
santuario. Dios no es elitista ni nacionalista, él ordenó a los hijos de Israel
que no tuvieran mujeres que no fueran de su pueblo para evita que fueran
contaminados con las religiones de
esas mujeres, tal y como sucedió con el Rey Salomón.
Hoy, Dios no
quiere que te contamines con mujeres que veneran santos y vírgenes, él quiere toda la adoración para sí y para
su hijo Jesucristo. Las religiones usan excusas y razonamientos para hacer
que los fieles se aparten del camino y caigan en la idolatría, tal y como estaba sucediendo en la época del profeta (Malaquías 2:8) pero Dios no acepta
ninguna excusa, él ha dicho claramente que no pasará por alto que nos
inclinemos ante las imágenes y les demos honra (Éxodo 20:4-5).
Dios quiere una descendencia para él (Malaquías 2:15) y eso no se da cuando
nos casamos con creyentes que veneran otros dioses. Además, eso trae conflictos
y divorcios y Dios aborrece el divorcio (Malaquías
2:16).
Suena como algo
que sucede actualmente ¿no es cierto? Malaquías tuvo que realizar su ministerio
en una nación en la que el divorcio estaba muy extendido y más que eso, entre
una sociedad en la que la confusión moral y el cinismo imperaban.
El profeta dice: “Habéis agotado al Señor con vuestras
palabras”. Ellos se sienten asombrados ante esta acusación y dicen "¿En qué le cansamos?" La
respuesta es bastante contundente: "En
que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace;
o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?" (Malaquías 2:17).
Cualquier
comparación con nuestra época es coincidencia. Vivimos en una época en que no
se critica la inmoralidad sexual ni los malos hábitos, por el contrario se
complacen en ellos y se tilda de
inadaptado o de homofóbico al que no acepta esas desviaciones. Se habla del
amor de Dios para justificar todas esas cosas, pero eso no es así, si bien
Dios es amor, también es fuego consumidor, Dios ama al que lo ama, pero aborrece al que teniendo el espíritu de
Esaú, lo desprecia.
Hace un tiempo leí
en una revista un artículo que sugería que la obscenidad, la pornografía, y el
lenguaje vulgar debían expresarse libremente. Que no era correcto suprimir esa
clase de lenguaje o censurarlo en nuestra literatura.
Otro artículo
decía que la disciplina de los padres era algo malo, que perjudica a los hijos
y acaba con su incentivo, eliminando su habilidad para desarrollarse
debidamente. Cosas así reflejan
claramente la confusión moral de nuestros días y esto es siempre el resultado
de una nación que tiene el espíritu de Esaú.
Los hijos de
Israel preguntaban (Malaquías 2:17):
"¿Dónde está el Dios de la justicia?"
dando por un hecho que Dios es justo y debía aceptar todas sus ofensas y
barbaridades. Ese es el Dios de amor que se está predicando en las iglesias. Y
¿Dónde está el Dios del juicio?
Como vemos, creemos
que todo esto es nuevo, pero incluso cuatrocientos años antes de Cristo, ya sucedían
estas cosas.
A continuación,
Malaquías eleva sus ojos y ve que el corazón de este pueblo está tan endurecido
que ni siquiera reacciona frente a las acusaciones que le hace Dios.
No eran
conscientes de que estaban sucediendo estas cosas porque no tenían punto de comparación. Así que el profeta, mirando el
futuro dice: "He aquí, yo envío mi
mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su
templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis
vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:1).
El profeta está
hablando de la primera venida de Jesús, que se cumple de manera
maravillosa en el Nuevo Testamento. Jesús vino a hablar del amor del Señor,
vino a ofrecernos el reino de Dios y su perdón.
Luego agrega: “¿Y quién podrá soportar el tiempo de su
venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como
fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y se sentará para afinar y
limpiar la plata; porque limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y
como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia”. (Malaquías 3:2-3).
Ahora el profeta
habla de la segunda venida de Jesús.
Ya Jesús no vendrá como el Dios de Amor, ya no vendrá como el Dios perdonador,
sino como fuego purificador, Jesús
vendrá a traer juicio sobre la tierra:
Malaquías 3:5 Y vendré a vosotros para juicio; y seré pronto testigo
contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran mentira, y los que defraudan
en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen
injusticia al extranjero, no teniendo temor de mí, dice Jehová de los
ejércitos.
Luego dice “Porque yo no cambio, no han sido consumidos”,
es decir, porque soy un Dios de amor y de misericordia, no los he destruido. "¡Volveos a mí, y yo me volveré a
vosotros! ha dicho JEHOVA de los Ejércitos." Y el pueblo dice: "¿En qué hemos de volver?” Mediante esta
respuesta dejan muy claro la ceguera
de sus corazones.
Entonces Dios les
dice: "Me estáis robando”, a lo
que ellos contestaron: "¿De qué modo
te estamos robando?” La respuesta de Dios es: "¡En los diezmos y en las ofrendas! Toda la nación me está
robando”, es decir, se están dejando el dinero del diezmo y de las ofrendas que
me pertenece, “malditos sois con maldición” (Malaquías 3:6-9).
Cuando los hijos
de Israel conquistaron la tierra prometida, Dios le dijo a Josué que no le
diera tierras a la tribu de Leví, porque esta tribu estaría dedicada al
sacerdocio y no podría labrar la tierra. Le dijo que repartiera esa tierra
entre las demás tribus con la condición de que cada tribu debía dar el diezmo
de lo que esas tierras produjeran para la manutención de los sacerdotes
levitas.
Eso es como si yo
le dono a usted un edificio con la condición de que usted me devuelva el diez
por ciento de los alquileres. Si usted no me da ese diez por ciento me estaría
robando y eso era lo que estaba pasando con los hijos de Israel.
Dios dice: "Cuando hacéis eso, me estáis robando”,
se refiere al derecho de usar ese diezmo en su causa y para sus propósitos. Ahora bien, en muchas congregaciones actuales
usan este versículo para obligar a los fieles a diezmar, pero eso es
distorsionar el sentido. Esa obligación era exclusiva para Israel, el sacerdocio fue abolido y con la abolición
del sacerdocio fue abolido el pago del diezmo (Hebreos 7:18).
Hoy en día no
tenemos que diezmar, pero sí tenemos que
ofrendar para el mantenimiento de
las personas que enseñan la palabra de Dios y que de esa manera los propósitos
de Dios de expandir el evangelio se sigan cumpliendo.
Es muy posible que
todos nosotros como cristianos seamos muy superficiales en cumplir con nuestras
obligaciones, y le estemos robando a Dios en las ofrendas.
2 Corintios 9:7 Cada uno dé como propuso en su corazón: no con
tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 9:8 Y poderoso es
Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo
siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra;
En el Viejo
Testamento, los hijos de Israel debían dar el diezmo de lo que producían. En el
Nuevo Testamento, Dios no establece un monto concreto, sino que él prueba nuestros corazones. El ama al
dador alegre, aquel que se desprende de una suma justa para la causa de Dios, y
lo hace con alegría.
Además, prueba
nuestra fe cuando dice que él es poderoso para hacer que abunde toda gracia en
los dadores alegres, haciendo que tengan siempre lo suficiente y les abunde
para toda buena obra. Aquel que tiene el espíritu de Esaú no da con alegría.
A los hijos de
Israel, Dios les dijo: “pruébenme.
Traigan sus diezmos y verán que abriré las ventanas de los cielos y serán
bendecidos hasta que sobreabunde. Reprenderé al devorador y su tierra dejará de
ser estéril y todas las naciones dirán que son bienaventurados” (Malaquías 3:10-11)
De igual manera, hoy
Dios abre las puertas de los cielos para aquel que ofrenda con alegría, pero
permite que el devorador haga su parte en aquellos que lo desprecian y aborrecen.
1 Timoteo 5:17 Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por
dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. 5:18
Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el
obrero de su salario.
La palabra de Dios
ordena que los que trabajan en predicar y enseñar el evangelio, sean tenidos
por dignos de doble honor, pues el obrero es digno de un salario y ellos son
obreros de Dios.
“No pondrás bozal al buey que trabaja”,
dice Dios, y eso es lo que hacemos cuando no ofrendamos debidamente, le
impedimos al que predica o enseña que se dedique totalmente a ello,
favoreciendo de esa manera al reino de las tinieblas.
Los que tienen el
espíritu de Esaú piensan en sus vidas, en sus propósitos y desprecian los
propósitos de Dios, esa es la razón por la cual no ofrendan.
Malaquías 3:13 Vuestras palabras contra mí han sido violentas, dice
Jehová. Y dijisteis: ¿Qué hemos hablado contra ti? 3:14 Habéis dicho: Por demás
es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos
en presencia de Jehová de los ejércitos? 3:15 Decimos, pues, ahora:
Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son
prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon.
Dios acusa a los
hijos de Israel, de que hablan contra él, considerando que no reciben ningún
beneficio en servirle, que el beneficio lo reciben los impíos, que éstos no
solo son prosperados, sino que tientan a Dios y escapan.
Suena como una
frase conocida ¿No es cierto? “Bueno,
hace años que sirvo al Señor y aún no le he sacado ningún provecho. Es más
bendecido el narcotraficante del frente que yo”.
Estos pensamientos
definen al creyente que cree que Dios
existe para el hombre y no el hombre para Dios, lo cual es una verdadera
blasfemia. A los creyentes se les olvida
que es su obligación vivir para Cristo porque Cristo murió por ellos (2 Corintios 5:15).
Se les olvida que
Jesús sufrió la humillación y el dolor del calvario para el perdón de todos
nuestros pecados. Se les olvida que el
único tesoro que vale es que hacemos en el cielo y no en la tierra, y de
esa manera le mostramos a Dios dónde está nuestro corazón (Mateo 6:19-21)
Malaquías 3:16 Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su
compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él
para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. 3:17 Y serán
para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo
actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. 3:18
Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo,
entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.
Pero gracias a
Dios que hay un pequeño remanente que teme a Dios y llevan el evangelio a sus
compañeros. Sus memorias están escritas
en un libro y son para Jehová un
especial tesoro, son los que disciernen entre lo justo y lo malo, entre el
que sirve a Dios y el que no le sirve ¿No quieres ser un especial tesoro para
Dios?
Por último, el
profeta eleva sus ojos nuevamente hacia el futuro para ver la segunda venida de
Cristo, cuando se cumplirá todo el programa de Dios:
“Porque
he aquí viene el día ardiente como un horno, y todos los arrogantes y todos los
que hacen maldad serán como paja. Aquel día que vendrá los quemará y no les
dejará ni raíz ni rama, ha dicho JEHOVA de los Ejércitos. Pero para vosotros,
los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá
salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada" (Malaquías 4:1-2).
Cuando Cristo
venga, todos aquellos que tienen el espíritu de Esaú, aquellos arrogantes que
lo despreciaron serán quemados: Pero para aquellos que le entregaron su vida,
habrá sanidad.
El espíritu de
Dios que derrama su amor en nuestros corazones (Romanos 5:5) para que le sirvamos con alma, vida y corazón tiene
que venir sobre aquellos que tienen el espíritu de Esaú para que puedan ser amados
y no aborrecidos.
Excelente estudio waoooo me
ResponderBorrarMe edificò mucho , me enseñó mucho gracias k sea el Señor dándoles más sabiduría de lo alto .. Dios les continué bendiciendo sus vidas espiritual y física en el nombre de Jesús 🙏🙏