lunes, 1 de enero de 2018

A LOS FIELES CATÓLICOS parte 3

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¿Cuál es la diferencia entre “la Cena del Señor” de los evangélicos y “la comunión” de los católicos? Que la primera tiene como propósito anunciar la obra expiatoria de Cristo, mientras que la segunda tiene otro propósito.

1 Corintios 1:23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 11:24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 11:25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;  haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 11:26 Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.

La cena del Señor es un mandato de Jesús que tiene como propósito  hacer memoria de él”. Al comer el pan y tomar el vino “recordamos” que Jesús entregó su cuerpo y derramó su sangre por el perdón de nuestros pecados.

En la cena del Señor anunciamos el evangelio de la gracia de Dios. En otras palabras, anunciamos la obra expiatoria de Cristo realizada hace más de dos mil años, “por gracia”, es decir, “sin participación ni merecimiento” alguno por parte del hombre.

No sucede así en la “comunión” de la iglesia católica. Según el catecismo católico, “la comunión es "un sacrificio de expiación de los pecados por los pecados, no sólo por los que viven, sino también por las pobres almas que están en el Purgatorio”.

Lo que enseña la iglesia católica, es que durante la comunión de cada misa, se sacrifica a Cristo.  Y si usted participa en la “comunión” entonces usted es perdonado de sus pecados y acumula “puntos” o “méritos para su salvación”.
Pero, después de la comunión, los pecados que cometa le son tomados en cuenta, por eso tiene que comulgarse una y otra vez. Entre más veces comulgue más cerca está usted de la salvación.

Además, usted puede “pagarmisas por sus parientes muerto para hacer puntos para ellos, de tal manera que se “reduzca el tiempo” que esos muertos  deberán sufrir por sus pecados en el “supuesto purgatorio”. Esas son las llamadas indulgencias.

Como vemos, la iglesia católica enseña que debemos hacer méritos para nuestra salvación o la de los parientes muertos, participando de la comunión y pagando misas, negando con ello la gracia de Dios.

Podemos entender a través de la enseñanza de la iglesia católica, que Cristo no expió nuestros pecados totalmente, razón por la cual se necesita  sacrificarlo una y otra vez y  participar de ese sacrificio; y ojalá muriéramos recién comulgados para no tener que ir al purgatorio.

Como vemos, el propósito de Jesús de que anunciemos su obra expiatoria no se lleva cabo en la “comunión” de la iglesia católica, porque “la comunión” es una negación de la obra expiatoria de Cristo.

Esto es algo serio y muy trágico. Es muy serio porque si alguien participa de la comunión para ser perdonado de sus pecados y para obtener méritos para la salvación, lo hace porque considera que la  obra de Cristo en la cruz no fue suficiente para perdonarle todos sus pecados. Al participar de la comunión con ese propósito estaría  desechando la gracia de Dios, entonces por demás murió Cristo (Gálatas 2:21).
Y es muy trágico, porque al hacerlo, estaría cometiendo el único pecado imperdonable ¿Cuál es ese pecado? La ofensa contra el Espíritu Santo.

“De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno” (Marcos 3:28-29)

Jesús dijo esas palabras cuando por el Espíritu Santo expulsó un demonio. Los fariseos dijeron que eso era obra del príncipe de los demonios, negando con ello la obra del Espíritu Santo y blasfemando contra Él.
¿Cuándo blasfemamos contra el Espíritu Santo? Cada vez que lo señalamos de mentiroso al negar  su obra y su Palabra.

Hebreos 10:15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: 10:16 Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré, 10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.

Lea con mucho cuidado lo que atestigua el Espíritu Santo. Él atestigua entre otras cosas, que “Dios nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones” (verso 17). “Nunca” significa “por toda la eternidad

¿Por qué Dios prometió no acordarse nunca más de nuestros pecados? Muy sencillo, porque hubo remisión de los mismos (verso 18) ¿Qué significa qué hubo remisión? Significa que alguien pagó por “todos” esos pecados.

Suponga que usted le debe un dinero a Juan. Usted no puede pagarle, pero viene Marcos y le paga a Juan. Entonces Juan no puede cobrarle esa deuda a usted porque esa deuda está saldada. El que se la podría cobrar ahora es Marcos pero Marcos no se la va a cobrar, él quiso darle ese regalo.
Eso es exactamente lo que sucedió con Jesús. Dios no puede cobrarnos los pecados, ni siquiera puede acordarse de ellos, porque Jesús pagó por todos ellos. Y Jesús no te los cobra, él te regaló ese perdón, eso es gracia.  Ahora, vamos un poco adelante y leamos lo que dicen los versos 26 y 27:

Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.

Aquí dice que si pecamos voluntariamente después de conocer la verdad ya no hay perdón, sino juicio y castigo en el fuego. Note que dice que  si pecamos voluntariamente después de conocer la verdad estaríamos cometiendo el pecado imperdonable ¿A cuál verdad se refiere? A lo que viene hablando en el verso 17: “que Dios prometió no acordarse de nuestros pecados”.

Es decir, si yo creo que Dios se va a acordar de alguno de mis pecados, luego de saber que Dios no hará eso, entonces estoy haciendo mentiroso al Espíritu Santo y cometiendo el pecado imperdonable. Sigamos leyendo los versos 28 y 29:

El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”

Si de acuerdo con la ley de Moisés una persona debía morir por pecador, ¿Cuánto mayor castigo piensa usted que recibirá el que pisoteé al Hijo de Dios y tenga por inmunda su sangre que nos santifica? dice la escritura.

Al creer que algún pecado no fue limpiado por Jesús en la cruz, en ese momento estamos pisoteando a Cristo y teniendo por inmunda su sangre, en otras palabras estamos creyendo que su sangre no fue suficiente para cubrir todos nuestros pecados y que su obra fue incompleta. Al hacer eso, estamos ofendiendo al Espíritu Santo que ha atestiguado todo lo contrario.

La palabra de Dios nos enseña en Hechos 2:38 y 22:16, entre otros, que al bautizarnos somos lavados de todos los pecados, en ese momento se hace efectivo el perdón que Jesús nos dio en la cruz hace más de dos mil años, una vez y para siempre.

La iglesia católica enseña que ese perdón es hasta el día del bautismo, y que después hay que estarse confesando y comulgado para el perdón de los pecados que se cometan en adelante, pero esa es una mentira del diablo, el cual quiere que usted se pierda.

La iglesia católica insiste que el sacrificio de Cristo se repite en cada misa, y que el pan se transforma milagrosamente en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre. ¿Es esto cierto?

Claro que no ¿Alguien ha visto el pan transformarse en el cuerpo de Cristo o el vino en su sangre? Ese milagro que la iglesia católica llama transustanciación nunca ha sucedido.

Esas doctrinas no están en la Biblia, son tradiciones que se introdujeron en la iglesia católica.  Una vez que la iglesia aceptó esta tradición, intentó dar a la práctica la apariencia de base bíblica con una interpretación literal de las palabras de Jesucristo:

y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;  haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí

Pero, por favor, note que cuando Jesucristo dijo estas palabras, él estaba frente a sus discípulos, con sus manos, que son parte de su cuerpo sosteniendo el pan y el vino. Por tanto, está claro que las palabras esto es mi cuerpo debían entenderse simbólicamente.  

No puede haber duda al respecto, porque “después” de decir, esta es mi sangre él dijo: “Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre” (Mateo 26:29).

Vea usted que Jesús continúa hablando del vino como tal y no como su sangre ¿Por qué? Porque estaba hablando en sentido figurado. La única otra posibilidad es que el vino se haya transformado en sangre, y luego nuevamente en vino.

Juan 6:47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 6:48 Yo soy el pan de vida.

En otra ocasión, Jesús dijo que él era el pan de vida. Dijo que el que se alimenta de ese pan que es él, obtendría la vida eterna. Si la iglesia católica hubiese existido en aquel momento, posiblemente hubiese mandado a los fieles a comerse a Jesús, al interpretar literalmente sus palabras.  Pero, cuando Jesús hablaba de comerse el pan, se refería a creer en su palabra, no en comérselo a él.

Nunca nadie ha visto el milagro de la transustanciación ¿Acaso el vino sabe a sangre? ¿O el pan a carne? En las bodas de Caná Cristo transformó  el agua en vino y el vino sabía a vino no a agua. El mayordomo probó el vino y llamó al esposo y le dijo: "Todo el mundo pone al principio el vino mejor, y cuando todos han bebido bastante, se sirve un vino inferior; pero tú has dejado el mejor vino para el final" (Juan 2:9-10).  
Los milagros tienen que ser probados, sino, no son milagros. Y nadie ha probado que sucede el milagro de la transustanciación.

No perdamos de vista el verdadero propósito de la Cena del Señor: “hacer memoria de  Cristo”. Jesús no dijo ni una sola vez dijo a sus discípulos que cada vez que participarían de la Cena, “lo sacrificarían nuevamente”, NO hay registro de eso ¿Qué dicen las escrituras?

Hebreos 10:10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Hebreos 10:11 Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 10:12 pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,

Dice la escritura que somos santificados una vez y para siempre por el sacrificio que Jesús hizo en la cruz. Queda claro que no hay necesidad ni posibilidad de otro sacrificio, porque el  cuerpo de Cristo fue sacrificado una vez y para siempre y que ese sacrificio nos santificó una vez y para siempre, valga la redundancia.

La palabra de Dios declara con detalle y claridad que los sacerdotes levitas ministraban cada día ofreciendo muchos sacrificios que no quitaban los pecados, pero Cristo se ofreció una vez para siempre por el perdón de los pecados y luego se ha sentado a la diestra de Dios.

Aquí se presenta a Jesús en contraste con los sacerdotes levitas que ofrecían sacrificios  repetidos. ¿Cuál es la diferencia entre ellos y Jesús? Jesús no está ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, sino que ofreció un solo sacrificio que fue suficiente. Al morir en la cruz, El dijo: "Todo está cumplido". Según estos versículos, ¿qué lugar tiene la diaria renovación del sacrificio de Jesús en la misa? Ninguno, los contradice, es exactamente lo opuesto.

La doctrina católica de la repetida renovación del sacrificio de Cristo impide que muchos vayan al cielo, porque infiere que el sacrificio de Cristo en la cruz por nuestros pecados fue insuficiente. De lo contrario, ¿por qué necesitaría repetirse muchas veces?

La idea de que el sacrificio de Cristo no fue suficiente se usa entonces para llevarnos a creer que la persona que muere debe sufrir en el purgatorio. Allí deberá pagar por sus pecados hasta que Cristo haya sido ofrecido las veces suficientes para alcanzar los méritos necesarios para pagar por completo.  Como vemos, la tradición de la doctrina de la transustanciación invalida  la palabra de Dios y niega el sacrificio único de Cristo.

Hebreos 10:18 dice: “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”.

Ya no hay nada que ofrendar, ya no hay que hacer ningún sacrificio porque los pecados ya fueron remitidos. Eso es como ir a pagar una deuda que ya está cancelada.

Entonces, ¿Dónde está el purgatorio? En ningún lado, no existe. Jesús dijo el que creyere y se bautizaré será salvo, el que no creyere será condenado (Marcos 16:16).

Solamente hay dos opciones: salvación o condenación. Si creíste y te bautizaste serás salvo e irás al cielo al morir;  si no creíste serás condenado e irás al infierno al morir: No hay una tercera opción, la salvación se adquiere en vida. Puedes hacer mil misas que si tu pariente está en el infierno, de allí nunca lo sacarás.

Ahora, hablemos por un momento de los sacerdotes que llevan a cabo el “supuesto” sacrificio de Cristo en la misa.
Si nos vamos al viejo Testamento, nos enteramos que los sacerdotes Levitas tenían dos funciones: 1) ofrecer culto y 2) ofrecer sacrificios a Dios para el perdón de los pecados. En esta segunda función eran una especie de intermediarios  entre Dios y los hombres.

Dios estableció que para ser sacerdotes había que pertenecer a la tribu de Leví, por ello  a este sacerdocio se le llama SACERDOCIO LEVÍTICO. Los levitas  serían consagrados al sacerdocio y solamente ellos podrían ser sacerdotes. Ningún miembro de otra tribu podría intentar ser sacerdote porque moriría.

Hebreos 5:1 Pues todo sumo sacerdote que es tomado de entre los hombres es constituido para servicio a favor de los hombres delante de Dios, para que ofrezca ofrendas y sacrificios por los pecados.

Los sumos sacerdotes debían sacrificar un animal y ofrecer su sangre para el perdón de los pecados.  El sumo sacerdote entraba una vez al año al lugar santísimo para encontrarse con Dios y le presentaba la sangre del animal sacrificado para que Dios otorgara el perdón.

Hebreos 9:11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.

El perdón que los sumos sacerdotes conseguían era momentáneo, por eso tenían que estar haciendo sacrificios todos los años.  Pero nuestro Señor Jesús entró al lugar santísimo del tabernáculo celestial y ofreció su propia sangre por el perdón de los pecados y obtuvo eterna redención. De allí en adelante ya no se necesitan sacrificios ni sacerdotes porque el perdón otorgado por Jesús fue eterno.

Hebreos 7:11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? 7:12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley;

El sacerdocio levítico no conseguía la justificación eterna. Por tal motivo Dios debió levantar un nuevo sacerdocio, ese nuevo sacerdocio es de la orden de Melquisedec, no es no de la orden de Leví. El sacerdocio levítico fue cambiado por el sacerdocio de Melquisedec ¿Y quiénes pueden ser sacerdotes en esta nueva orden sacerdotal? Únicamente Jesús:

Hebreos 7:13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. 7:14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. 7:15 Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, 7:16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. 7:17 Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. 7:18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia.

El sacerdocio levítico quedó abrogado por causa de su debilidad e ineficacia. Ya no hay sacerdotes de la tribu de Leví. Jesús, que no procede  de la tribu de Leví es el único sacerdote según la nueva orden de Melquisedec. Su sacerdocio no es terrenal, es un sacerdocio celestial, divino y eterno. ¿Quién es Melquisedec?  La Biblia no nos dice quién es Melquisedec. Lo que nos dice es que se le apareció a Abraham, que  es Rey de Justicia, Rey de Paz, no tiene  principio ni fin (Hebreos 7:1-3), lo que nos sugiere que Melquisedec es el mismo Jesús o el mismo Dios.

Hebreos 7:23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 7:24 mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 7:25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. 7:26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 7:27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

Los sacerdotes terrenales fueron muchos porque morían y otros debían tomar su lugar. Pero el sacerdocio de Jesús es perpetuo porque Jesús es eterno. Y nos conviene porque Jesús es santo, sin mancha, inocente, sin pecado y no tiene necesidad de seguir ofreciendo sacrificios de animales, porque Jesús ofreció su sangre preciosa y ese sacrificio fue suficiente y para siempre.  

De acuerdo con este nuevo sacerdocio, tampoco necesitamos estar siendo perdonados constantemente por nuestros pecados, porque nuestro Señor Jesús nos perdonó todos los pecados para siempre.

Tendríamos que preguntarnos ¿Ese sacerdocio católico es de la orden de Leví o de la orden de Melquisedec?  La respuesta es que no es de la orden de Levi porque ese sacerdocio fue abrogado. Y si no hubiese sido abrogado, los sacerdotes tendrían que ser judíos de la tribu de Leví. Tampoco es de la orden de Melquisedec porque ese sacerdocio puede ser ejercido únicamente por nuestro Señor Jesús.

1 Timoteo 2:5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 2:6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.

Bajo el Nuevo Pacto solamente hay un sacerdote mediador entre Dios y los hombres y ese mediador es nuestro Señor Jesucristo. La doctrina del catolicismo romano está de acuerdo que el Sacerdocio Levítico llegó a su final y que el de Melquisedec es exclusivo de Cristo – vea el catecismo católico, numeral 1540 a 1546. Sin embargo luego se contradicen increíblemente:

El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo. ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden. Catecismo católico numeral 1547.

En este punto la iglesia católica dice que todos los fieles tienen un sacerdocio en común, que  se realiza en la gracia bautismal, algo que no me queda claro.  Pero que hay otro sacerdocio al que le llaman sacerdocio ministerial que es el que ejercen los obispos y presbíteros. Este nuevo que es para edificar a la iglesia, es lo que llaman el sacramento del Orden. Entonces el sacerdocio católico no es de Leví ni de Melquisedec, es un sacerdocio del Orden inventado por la iglesia católica.

En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión limitada y restringida, "sino para una misión amplísima y universal de salvación `hasta los extremos del mundo, dispuestos a predicar el evangelio por todas partes. Catecismo católico numeral 1565

El catecismo continúa diciendo que los sacerdotes ejercen una función como la de los apóstoles, en el sentido de que están para predicar el evangelio  e cualquier lugar del mundo. Algo así como un ministerio de enseñanza, lo que parece bien. Lo único que no parece correcto es que sus pastores se hagan llamar sacerdotes. Pero eso tiene una explicación:

Cristo, nuestro Dios y Señor, se ofreció a Dios Padre una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos, los hombres,  una redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hebreos 7,24.27), en la última Cena, la noche en que fue entregado (1 Corintios 11,23), quiso dejar a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible, como lo reclama la naturaleza humana, donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la cruz cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados que cometemos cada día. Catecismo numeral 1366

El catecismo católico llama sacerdotes a sus pastores, porque según el Catecismo,  el sacerdocio no llegaría al final con la muerte de Cristo, sino que Cristo lo perpetúo en la última cena. Para ello se fundamentan en Hebreos 7:24-27.

Esta es una perversión del evangelio. Ya vimos que el sacerdocio levítico llegó a su final. Cristo no le dio seguimiento al sacerdocio terrenal, sino que estableció un nuevo sacerdocio según la orden de Melquisedec, del cual Jesús es el único sacerdote. Esa no es una continuación del sacerdote terrenal, es un nuevo sacerdocio que ningún ser humano puede ejercer.

El catecismo católico sigue diciendo que Cristo quiso dejar un sacrificio visible como lo reclama la humanidad y para ello estableció la Santa Cena, para que en ella se sacrifique a Cristo y se perdonen los pecados que cometemos diariamente.

Esa es la razón del sacerdocio católico: que hay que continuar ofreciendo sacrificios para el perdón de los pecados, en este caso el sacrificio de Cristo mediante la comunión.

Voy a repetirlo, esta es una perversión del evangelio. Hebreos 9:12 dice que Jesús obtuvo eterna redención. Si Jesús obtuvo eterna redención, ya no hace falta ningún otro perdón. Ya no hay nada que ofrendar (Hebreos 10:18), no hay ningún sacrificio que llevar a cabo. Jesús se ofreció una vez y para siempre (Hebreos 9:12).

El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, que se ofreció a si misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere la manera de ofrecer. Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la Misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz "se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento; este sacrificio es verdaderamente propiciatorio. Catecismo católico numeral 1367.

El catecismo católico enseña que los sacerdotes ofrecen al mismo Cristo, que solo difieren en la manera de ofrecerlo, y que es propiciatorio. Que engaño más grande, Jesús no nos dejó la santa cena para que lo estemos sacrificando constantemente como enseña el Catolicismo romano.

Entonces, la verdadera función de esta nueva orden de sacerdotes, no está en predicar el evangelio, sino que se enfatiza hacia dos propósitos: 1) en celebrar la comunión, según la cual los sacerdotes sacrifican a Cristo mediante el pan y el vino Y 2) perdonar o retener los pecados de los fieles.
De acuerdo al Catecismo, los fieles deben confesarse ante los sacerdotes para que les perdonen los pecados antes de participar de la comunión. Con ello están dando a entender que la sangre de Cristo no fue suficiente para perdonarlos y deben acudir ante un sacerdote para que los perdone constantemente.
Al hacer esto, los fieles están negando el sacrificio de Cristo,  y cometiendo el pecado imperdonable como ya lo señalamos unas líneas atrás. Eso es lo que quiere el diablo y para eso usa a los sacerdotes católicos.

Queda claro entonces que la Cena del Señor no tiene nada que ver con “la comunión sacrificadora” de la iglesia católica, la cual es una perversión de la Cena del Señor, con propósitos oscuros y totalmente diferentes a los establecidos por Cristo.






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