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¿Cuál es la diferencia
entre “la Cena del Señor” de los
evangélicos y “la comunión” de los
católicos? Que la primera tiene como propósito anunciar la obra expiatoria de
Cristo, mientras que la segunda tiene otro propósito.
1 Corintios 1:23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he
enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 11:24 y
habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que
por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 11:25 Asimismo tomó
también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre; haced esto todas las veces
que la bebiereis, en memoria de mí. 11:26 Así, pues, todas las veces que
comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta
que él venga.
La cena del Señor es un
mandato de Jesús que tiene como propósito
“hacer memoria de él”. Al comer el pan y tomar el vino “recordamos”
que Jesús entregó su cuerpo y derramó su sangre por el perdón de nuestros
pecados.
En la cena del Señor anunciamos
el evangelio de la gracia de Dios. En
otras palabras, anunciamos la obra
expiatoria de Cristo realizada hace más de dos mil años, “por gracia”, es decir, “sin participación ni merecimiento”
alguno por parte del hombre.
No sucede así en la “comunión” de la iglesia católica. Según el
catecismo católico, “la comunión” es "un
sacrificio de expiación de los pecados por los pecados, no sólo por los que
viven, sino también por las pobres almas que están en el Purgatorio”.
Lo que enseña la iglesia
católica, es que durante la comunión
de cada misa, se sacrifica a Cristo. Y si
usted participa en la “comunión” entonces
usted es perdonado de sus pecados y acumula “puntos” o “méritos para su salvación”.
Pero, después de la
comunión, los pecados que cometa le son tomados en cuenta, por eso tiene que
comulgarse una y otra vez. Entre más veces comulgue más cerca está usted de la
salvación.
Además, usted puede “pagar” misas por sus parientes muerto para hacer puntos para ellos, de tal
manera que se “reduzca el tiempo”
que esos muertos deberán sufrir por sus
pecados en el “supuesto purgatorio”.
Esas son las llamadas indulgencias.
Como vemos, la iglesia
católica enseña que debemos hacer
méritos para nuestra salvación o la de los parientes muertos, participando
de la comunión y pagando misas, negando con ello la gracia de Dios.
Podemos entender a través
de la enseñanza de la iglesia católica, que Cristo no expió nuestros pecados
totalmente, razón por la cual se necesita sacrificarlo una y otra vez y participar de ese sacrificio; y ojalá muriéramos recién comulgados para no tener que ir al purgatorio.
Como vemos, el propósito
de Jesús de que anunciemos su obra expiatoria no se lleva cabo en la “comunión”
de la iglesia católica, porque “la comunión” es una negación de la obra expiatoria
de Cristo.
Esto es algo serio y muy
trágico. Es muy serio porque si alguien
participa de la comunión para ser perdonado de sus pecados y para obtener méritos para la salvación, lo
hace porque considera que la obra de
Cristo en la cruz no fue suficiente para perdonarle todos sus pecados. Al
participar de la comunión con ese propósito estaría desechando la gracia de Dios, entonces por
demás murió Cristo (Gálatas 2:21).
Y es muy trágico, porque al hacerlo, estaría
cometiendo el único pecado imperdonable
¿Cuál es ese pecado? La ofensa contra el Espíritu Santo.
“De cierto os digo que
todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias
cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo,
no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno”
(Marcos 3:28-29)
Jesús dijo esas palabras
cuando por el Espíritu Santo expulsó un demonio. Los fariseos dijeron que eso
era obra del príncipe de los demonios, negando con ello la obra del Espíritu
Santo y blasfemando contra Él.
¿Cuándo blasfemamos
contra el Espíritu Santo? Cada vez que lo señalamos de mentiroso al negar su obra y su Palabra.
Hebreos 10:15 Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después
de haber dicho: 10:16 Este es el pacto que haré con ellos Después de aquellos
días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus mentes las
escribiré, 10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y
transgresiones. 10:18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por
el pecado.
Lea con mucho cuidado lo
que atestigua el Espíritu Santo. Él atestigua entre otras cosas, que “Dios nunca más se acordará de nuestros
pecados y transgresiones” (verso 17).
“Nunca” significa “por toda la eternidad”
¿Por qué Dios prometió
no acordarse nunca más de nuestros pecados? Muy sencillo, porque hubo remisión
de los mismos (verso 18) ¿Qué significa
qué hubo remisión? Significa que alguien pagó por “todos” esos pecados.
Suponga que usted le
debe un dinero a Juan. Usted no
puede pagarle, pero viene Marcos y
le paga a Juan. Entonces Juan no puede
cobrarle esa deuda a usted porque esa deuda está saldada. El que se la podría
cobrar ahora es Marcos pero Marcos no se la va a cobrar, él quiso darle ese
regalo.
Eso es exactamente lo
que sucedió con Jesús. Dios no puede
cobrarnos los pecados, ni siquiera puede acordarse de ellos, porque Jesús pagó
por todos ellos. Y Jesús no te los cobra, él te regaló ese perdón, eso es gracia. Ahora, vamos un poco adelante y leamos lo que
dicen los versos 26 y 27:
“Porque si pecáremos
voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no
queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio,
y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.
Aquí dice que si pecamos
voluntariamente después de conocer la
verdad ya no hay perdón, sino
juicio y castigo en el fuego. Note que dice que si pecamos voluntariamente después de conocer
la verdad estaríamos cometiendo el pecado imperdonable ¿A cuál verdad se
refiere? A lo que viene hablando en el verso
17: “que Dios prometió no acordarse
de nuestros pecados”.
Es decir, si yo creo que
Dios se va a acordar de alguno de mis pecados, luego de saber que Dios no hará
eso, entonces estoy haciendo mentiroso al Espíritu Santo y cometiendo el pecado
imperdonable. Sigamos leyendo los versos
28 y 29:
“El que viola la ley de Moisés,
por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto
mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere
por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta
al Espíritu de gracia?”
Si de acuerdo con la ley
de Moisés una persona debía morir por pecador, ¿Cuánto mayor castigo piensa
usted que recibirá el que pisoteé al Hijo de Dios y tenga por inmunda su sangre
que nos santifica? dice la escritura.
Al creer que algún
pecado no fue limpiado por Jesús en la cruz, en ese momento estamos pisoteando
a Cristo y teniendo por inmunda su sangre, en otras palabras estamos creyendo
que su sangre no fue suficiente para cubrir todos nuestros pecados y que su
obra fue incompleta. Al hacer eso, estamos ofendiendo al Espíritu Santo que ha
atestiguado todo lo contrario.
La palabra de Dios nos
enseña en Hechos 2:38 y 22:16, entre otros, que al bautizarnos somos lavados de todos los pecados, en ese momento se hace efectivo el
perdón que Jesús nos dio en la cruz hace más de dos mil años, una vez y para
siempre.
La iglesia católica enseña
que ese perdón es hasta el día del bautismo, y que después hay que estarse
confesando y comulgado para el perdón de los pecados que se cometan en adelante,
pero esa es una mentira del diablo, el cual quiere que usted se pierda.
La iglesia católica
insiste que el sacrificio de Cristo se
repite en cada misa, y que el pan se transforma milagrosamente en el cuerpo
de Cristo y el vino en su sangre. ¿Es esto cierto?
Claro que no ¿Alguien ha
visto el pan transformarse en el cuerpo de Cristo o el vino en su sangre? Ese
milagro que la iglesia católica llama transustanciación
nunca ha sucedido.
Esas doctrinas no están
en la Biblia, son tradiciones que se
introdujeron en la iglesia católica. Una
vez que la iglesia aceptó esta tradición, intentó dar a la práctica la
apariencia de base bíblica con una interpretación literal de las palabras de
Jesucristo:
“y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi
cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó
también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre; haced esto todas las veces
que la bebiereis, en memoria de mí”
Pero, por favor, note
que cuando Jesucristo dijo estas palabras, él estaba frente a sus discípulos, con sus manos, que son parte de su cuerpo
sosteniendo el pan y el vino. Por tanto, está claro que las palabras esto es mi cuerpo debían entenderse simbólicamente.
No puede haber duda al
respecto, porque “después” de decir, esta es mi sangre él dijo: “Y os digo que desde ahora no beberé más de
este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el
reino de mi Padre” (Mateo 26:29).
Vea usted que Jesús continúa
hablando del vino como tal y no como su sangre ¿Por qué? Porque estaba hablando
en sentido figurado. La única otra posibilidad es que el vino se haya
transformado en sangre, y luego nuevamente en vino.
Juan 6:47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida
eterna. 6:48 Yo soy el pan de vida.
En otra ocasión, Jesús
dijo que él era el pan de vida. Dijo que el que se alimenta de ese pan que es él,
obtendría la vida eterna. Si la iglesia católica hubiese existido en aquel
momento, posiblemente hubiese mandado a los fieles a comerse a Jesús, al
interpretar literalmente sus palabras. Pero,
cuando Jesús hablaba de comerse el pan,
se refería a creer en su palabra, no
en comérselo a él.
Nunca nadie ha visto el
milagro de la transustanciación ¿Acaso el vino sabe a sangre? ¿O el pan a
carne? En las bodas de Caná Cristo transformó el agua en vino y el vino sabía a vino no a
agua. El mayordomo probó el vino y llamó
al esposo y le dijo: "Todo el mundo
pone al principio el vino mejor, y cuando todos han bebido bastante, se sirve
un vino inferior; pero tú has dejado el mejor vino para el final" (Juan 2:9-10).
Los milagros tienen que
ser probados, sino, no son milagros. Y nadie ha probado que sucede el milagro
de la transustanciación.
No perdamos de vista el
verdadero propósito de la Cena del Señor: “hacer
memoria de Cristo”. Jesús no dijo ni
una sola vez dijo a sus discípulos que cada vez que participarían de la Cena, “lo sacrificarían nuevamente”, NO hay
registro de eso ¿Qué dicen las escrituras?
Hebreos 10:10 En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del
cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Hebreos 10:11 Y ciertamente
todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los
mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 10:12 pero Cristo,
habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se
ha sentado a la diestra de Dios,
Dice la escritura que
somos santificados una vez y para siempre por el sacrificio que Jesús hizo en la
cruz. Queda claro que no hay necesidad ni posibilidad de otro sacrificio,
porque el cuerpo de Cristo fue sacrificado
una vez y para siempre y que ese sacrificio nos santificó una vez y para
siempre, valga la redundancia.
La palabra de Dios
declara con detalle y claridad que los sacerdotes levitas ministraban cada día
ofreciendo muchos sacrificios que no quitaban los pecados, pero Cristo se
ofreció una vez para siempre por el perdón de los pecados y luego se ha
sentado a la diestra de Dios.
Aquí se presenta a Jesús
en contraste con los sacerdotes levitas que ofrecían sacrificios repetidos. ¿Cuál es la diferencia entre ellos
y Jesús? Jesús no está ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, sino
que ofreció un solo sacrificio que fue
suficiente. Al morir en la cruz, El dijo: "Todo está cumplido".
Según estos versículos, ¿qué lugar tiene la diaria renovación del sacrificio de
Jesús en la misa? Ninguno, los contradice, es exactamente lo opuesto.
La doctrina católica de
la repetida renovación del sacrificio de Cristo
impide que muchos vayan al cielo, porque infiere que el sacrificio de Cristo en la
cruz por nuestros pecados fue insuficiente. De lo contrario, ¿por qué
necesitaría repetirse muchas veces?
La idea de que el
sacrificio de Cristo no fue suficiente se usa entonces para llevarnos a creer
que la persona que muere debe sufrir en el purgatorio. Allí deberá pagar por
sus pecados hasta que Cristo haya sido ofrecido las veces suficientes para
alcanzar los méritos necesarios para pagar por completo. Como vemos, la tradición de la doctrina de la transustanciación invalida la palabra de Dios y niega
el sacrificio único de Cristo.
Hebreos 10:18 dice: “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más
ofrenda por el pecado”.
Ya no hay nada que
ofrendar, ya no hay que hacer ningún sacrificio porque los pecados ya fueron
remitidos. Eso es como ir a pagar una deuda que ya está cancelada.
Entonces, ¿Dónde está el purgatorio? En ningún
lado, no existe. Jesús dijo el que creyere y se bautizaré será salvo, el
que no creyere será condenado (Marcos
16:16).
Solamente hay dos opciones: salvación o condenación. Si creíste y te bautizaste serás salvo e irás
al cielo al morir; si no creíste serás
condenado e irás al infierno al morir: No hay una tercera opción, la salvación
se adquiere en vida. Puedes hacer mil misas que si tu pariente está en el
infierno, de allí nunca lo sacarás.
Ahora, hablemos por un
momento de los sacerdotes que llevan
a cabo el “supuesto” sacrificio de
Cristo en la misa.
Si nos vamos al viejo
Testamento, nos enteramos que los sacerdotes Levitas tenían dos funciones: 1) ofrecer
culto y 2) ofrecer sacrificios a Dios para el perdón de los pecados. En esta
segunda función eran una especie de intermediarios entre Dios y los hombres.
Dios estableció que para
ser sacerdotes había que pertenecer a la
tribu de Leví, por ello a este
sacerdocio se le llama SACERDOCIO LEVÍTICO. Los levitas serían consagrados al sacerdocio y solamente ellos podrían ser sacerdotes.
Ningún miembro de otra tribu podría intentar ser sacerdote porque moriría.
Hebreos 5:1 Pues todo sumo sacerdote que es tomado de entre los hombres
es constituido para servicio a favor de los hombres delante de Dios, para que
ofrezca ofrendas y sacrificios por los pecados.
Los sumos sacerdotes debían
sacrificar un animal y ofrecer su sangre para el perdón de los pecados. El sumo sacerdote entraba una vez al año al
lugar santísimo para encontrarse con Dios
y le presentaba la sangre del animal
sacrificado para que Dios otorgara el
perdón.
Hebreos 9:11 Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los
bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de
manos, es decir, no de esta creación, 9:12 y no por sangre de machos cabríos ni
de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
El perdón que los sumos
sacerdotes conseguían era momentáneo,
por eso tenían que estar haciendo sacrificios todos los años. Pero nuestro Señor Jesús entró al lugar
santísimo del tabernáculo celestial y ofreció su propia sangre por el perdón de
los pecados y obtuvo eterna redención.
De allí en adelante ya no se necesitan sacrificios ni sacerdotes porque el
perdón otorgado por Jesús fue eterno.
Hebreos 7:11 Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico
(porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se
levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado
según el orden de Aarón? 7:12 Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que
haya también cambio de ley;
El sacerdocio levítico no conseguía la justificación eterna.
Por tal motivo Dios debió levantar un nuevo
sacerdocio, ese nuevo sacerdocio es de la orden de Melquisedec, no es no de la orden de Leví. El sacerdocio
levítico fue cambiado por el sacerdocio de Melquisedec ¿Y quiénes pueden ser
sacerdotes en esta nueva orden sacerdotal? Únicamente
Jesús:
Hebreos 7:13 y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual
nadie sirvió al altar. 7:14 Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la
tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. 7:15 Y esto
es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote
distinto, 7:16 no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la
descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. 7:17 Pues se da
testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de
Melquisedec. 7:18 Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su
debilidad e ineficacia.
El sacerdocio levítico quedó abrogado por causa de su debilidad e
ineficacia. Ya no hay sacerdotes de la tribu de Leví. Jesús, que no
procede de la tribu de Leví es el único
sacerdote según la nueva orden de Melquisedec. Su sacerdocio no es terrenal, es
un sacerdocio celestial, divino y
eterno. ¿Quién es Melquisedec? La Biblia
no nos dice quién es Melquisedec. Lo que nos dice es que se le apareció a
Abraham, que es Rey de Justicia, Rey de
Paz, no tiene principio ni fin (Hebreos 7:1-3), lo que nos sugiere que
Melquisedec es el mismo Jesús o el mismo Dios.
Hebreos 7:23 Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que
por la muerte no podían continuar; 7:24 mas éste, por cuanto permanece para
siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 7:25 por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos. 7:26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo,
inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los
cielos; 7:27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes,
de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del
pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Los sacerdotes
terrenales fueron muchos porque morían y otros debían tomar su lugar. Pero el
sacerdocio de Jesús es perpetuo porque Jesús es eterno. Y nos conviene porque
Jesús es santo, sin mancha, inocente, sin pecado y no tiene necesidad de seguir ofreciendo sacrificios de animales,
porque Jesús ofreció su sangre preciosa y ese sacrificio fue suficiente y para siempre.
De acuerdo con este
nuevo sacerdocio, tampoco necesitamos estar siendo perdonados constantemente
por nuestros pecados, porque nuestro Señor Jesús
nos perdonó todos los pecados para siempre.
Tendríamos que
preguntarnos ¿Ese sacerdocio católico es de la orden de Leví o de la orden de
Melquisedec? La respuesta es que no es
de la orden de Levi porque ese sacerdocio fue abrogado. Y si no hubiese sido
abrogado, los sacerdotes tendrían que ser judíos de la tribu de Leví. Tampoco
es de la orden de Melquisedec porque ese sacerdocio puede ser ejercido
únicamente por nuestro Señor Jesús.
1 Timoteo 2:5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y
los hombres, Jesucristo hombre, 2:6 el cual se dio a sí mismo en rescate por
todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.
Bajo el Nuevo Pacto
solamente hay un sacerdote mediador entre Dios y los hombres y ese mediador es
nuestro Señor Jesucristo. La doctrina del catolicismo romano está de acuerdo
que el Sacerdocio Levítico llegó a su final y que el de Melquisedec es
exclusivo de Cristo – vea el catecismo
católico, numeral 1540 a 1546.
Sin embargo luego se contradicen increíblemente:
El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los
presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, aunque su diferencia es
esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto,
participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo. ¿En qué
sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo
de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el
Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en
orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de
los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su
Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento
del Orden. Catecismo católico numeral 1547.
En este punto la iglesia
católica dice que todos los fieles tienen un sacerdocio en común, que se realiza en la gracia bautismal, algo que
no me queda claro. Pero que hay otro
sacerdocio al que le llaman sacerdocio
ministerial que es el que ejercen los obispos y presbíteros. Este nuevo que
es para edificar a la iglesia, es lo
que llaman el sacramento del Orden. Entonces el sacerdocio católico no es de
Leví ni de Melquisedec, es un sacerdocio
del Orden inventado por la iglesia católica.
En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la
universalidad de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. El don
espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión
limitada y restringida, "sino para una misión amplísima y universal de
salvación `hasta los extremos del mundo, dispuestos a predicar el evangelio por
todas partes. Catecismo católico numeral 1565
El catecismo continúa
diciendo que los sacerdotes ejercen una función como la de los apóstoles, en el
sentido de que están para predicar el evangelio
e cualquier lugar del mundo. Algo así como un ministerio de enseñanza,
lo que parece bien. Lo único que no parece correcto es que sus pastores se hagan llamar
sacerdotes. Pero eso tiene una explicación:
Cristo, nuestro Dios y Señor, se ofreció a Dios Padre una vez por todas,
muriendo como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para
ellos, los hombres, una redención
eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hebreos
7,24.27), en la última Cena, la noche en que fue entregado (1 Corintios 11,23),
quiso dejar a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible, como lo
reclama la naturaleza humana, donde sería representado el sacrificio sangriento
que iba a realizarse una única vez en la cruz cuya memoria se perpetuaría hasta
el fin de los siglos y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los
pecados que cometemos cada día. Catecismo numeral 1366
El catecismo católico
llama sacerdotes a sus pastores, porque según el Catecismo, el
sacerdocio no llegaría al final con la muerte de Cristo, sino que Cristo lo perpetúo en la última cena.
Para ello se fundamentan en Hebreos
7:24-27.
Esta es una perversión
del evangelio. Ya vimos que el sacerdocio levítico llegó a su final. Cristo no le dio seguimiento al sacerdocio
terrenal, sino que estableció un nuevo sacerdocio según la orden de
Melquisedec, del cual Jesús es el único sacerdote. Esa no es una continuación
del sacerdote terrenal, es un nuevo sacerdocio que ningún ser humano puede
ejercer.
El catecismo católico
sigue diciendo que Cristo quiso dejar un
sacrificio visible como lo reclama la humanidad y para ello estableció la
Santa Cena, para que en ella se sacrifique a Cristo y se perdonen los pecados
que cometemos diariamente.
Esa es la razón del sacerdocio católico:
que hay que continuar ofreciendo sacrificios para el perdón de los pecados, en
este caso el sacrificio de Cristo mediante la comunión.
Voy a repetirlo, esta es
una perversión del evangelio. Hebreos 9:12
dice que Jesús obtuvo eterna redención. Si Jesús obtuvo eterna redención, ya no
hace falta ningún otro perdón. Ya no hay nada que ofrendar (Hebreos 10:18), no hay ningún
sacrificio que llevar a cabo. Jesús se ofreció una vez y para siempre (Hebreos 9:12).
El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un
único sacrificio: Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el
ministerio de los sacerdotes, que se ofreció a si misma entonces sobre la cruz.
Sólo difiere la manera de ofrecer. Y puesto que en este divino sacrificio que
se realiza en la Misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que
en el altar de la cruz "se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento;
este sacrificio es verdaderamente propiciatorio. Catecismo católico numeral
1367.
El catecismo católico
enseña que los sacerdotes ofrecen al
mismo Cristo, que solo difieren en la manera de ofrecerlo, y que es propiciatorio. Que engaño más grande, Jesús
no nos dejó la santa cena para que lo estemos sacrificando constantemente como
enseña el Catolicismo romano.
Entonces, la verdadera función de esta nueva orden
de sacerdotes, no está en predicar el
evangelio, sino que se enfatiza hacia dos propósitos: 1) en celebrar la comunión,
según la cual los sacerdotes sacrifican a Cristo mediante el pan y el vino Y 2) perdonar
o retener los pecados de los fieles.
De acuerdo al Catecismo,
los fieles deben confesarse ante los sacerdotes para que les perdonen los
pecados antes de participar de la comunión. Con ello están dando a entender que
la sangre de Cristo no fue suficiente
para perdonarlos y deben acudir ante un sacerdote para que los perdone
constantemente.
Al hacer esto, los fieles están negando el sacrificio de
Cristo, y cometiendo el pecado imperdonable como ya lo
señalamos unas líneas atrás. Eso es lo que quiere el diablo y para eso usa a
los sacerdotes católicos.
Queda claro entonces que
la Cena del Señor no tiene nada que ver con “la comunión sacrificadora” de la iglesia católica, la cual es una
perversión de la Cena del Señor, con propósitos oscuros y totalmente diferentes
a los establecidos por Cristo.
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