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Una nueva doctrina está tomando auge, es la “doctrina del divorcio Divino”, según la cual, una persona que se ha
divorciado y vuelto a casar, tiene que
volver a divorciarse si es que quiere salvar su alma. Ese segundo divorcio
es “Divino” porque la voluntad de Dios es que ese divorcio se lleve a cabo ¿Qué
les parece?
Esta doctrina es promocionada por la Comunidad de Permanencia Matrimonial, la cual afirma que "miles de parejas van a estar muy sorprendidas
cuando Dios los arroje al infierno por mantener sus votos matrimoniales en segundas o siguientes
nupcias”. Los puntos principales de esta doctrina son los
siguientes:
1) Dios odia el primer divorcio pero ama
el segundo porque ese segundo es un
arrepentimiento de adulterio.
2) Si una persona se divorcia y se vuelve a casar,
entonces vive en adulterio y esa
persona es enemiga de la cruz y tiene
un boleto ganado al infierno.
3) Su destino solo cambiará si se divorcia nuevamente,
entonces obtendrá el boleto al cielo porque cesa
el adulterio.
4) Si esa persona muere casada en segundas nupcias mientras su primer cónyuge esté vivo,
será arrojada al infierno; pero, si su
primer cónyuge muere antes de que ella muera, aunque sea un segundo antes, entonces irá al cielo, ya que la muerte de su primer
cónyuge la liberará de su "matrimonio
adúltero".
5) Dios ama a los que se divorcian de su segundo matrimonio y dividen sus familias;
6) Un gran avivamiento vendría si todos los
divorciados y casados en segundas nupcias, se divorciaran nuevamente.
Naturalmente, las
iglesias y las denominaciones que adoptan la Doctrina Divina del divorcio no admiten en su membresía a nadie que se
haya divorciado y vuelto a casar. La opción para estas personas es a) que se divorcien, o b) que se separen de sus cónyuges en
nuevas nupcias hasta que su primer cónyuge fallezca.
Como vemos, esta doctrina incita al divorcio de las segundas y
subsiguientes nupcias, y para aquellos creyentes que
quieren terminar con esas nupcias, por la razón que sea, la Doctrina del Divorcio
Divino les ofrece la justificación bíblica que estaban buscando.
Pero no solo incita al
divorcio, también incita al homicidio,
o por lo menos al deseo de muerte de
anteriores cónyuges, porque de acuerdo con esa doctrina, una persona divorciada
y vuelta a casar, no solo necesita la
muerte de Jesús para ser perdonado de sus pecados, sino que también
necesita la muerte de su cónyuge en primeras nupcias.
Por ejemplo,
un creyente divorciado y casado en segundas nupcias,
con siete hijos de un muy hermoso segundo matrimonio, que pertenece a una
denominación cristiana que apoya esta doctrina, escribió en Facebook: “Como no quiero perder a mi familia ni tampoco mi salvación, la única
opción que me queda es mandar a envenenar a mi primera esposa, sabiendo que
Dios no se acordará de ese pecado de asesinato, pero sí ella permanece viva y
yo muero, Dios sí se acordaría de mi pecado de adulterio y me enviaría al
infierno”.
El fundamento de la
Doctrina Divina del Divorcio descansa en las siguientes declaraciones de Jesús:
Mateo 19:3 Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole:
¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? 19:4 El,
respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio,
varón y hembra los hizo, 19:5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre,
y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 19:6 Así que no son ya
más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el
hombre. 19:7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y
repudiarla? 19:8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os
permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. 19:9 Y yo os
digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y
se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.
En sus
declaraciones, el Señor Jesús afirma
dos cosas: 1) el divorcio solamente
puede darse por “causa de fornicación” y 2)
el que se divorcia por otra causa, no puede volverse a casar porque si
se vuelve a casar, viviría en adulterio.
Al leer el pasaje no
nos queda más que darles la razón a los que promueven la doctrina del divorcio
Divino. Sin embargo, si leemos el pasaje
detenidamente y entendemos el contexto,
podríamos ver que las cosas no son exactamente como parecen.
Es de suma
importancia que nos preguntemos ¿A quién
están dirigidas esas palabras de Jesús?
El mismo pasaje nos
da la respuesta, allí leemos Jesús se estaba dirigiendo a los escribas y fariseos, maestros de la ley
de Moisés, que vinieron a él, tentándole y diciéndole: “¿Es
lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”
Ellos “estaban bajo
la ley”, conocían perfectamente la Ley y sabían que la ley autorizaba el
divorcio “por cualquier causa”, pero
querían oírlo de la boca de Jesús, querían que Jesús les dijera que sí, que de
acuerdo con la Ley, se pueden divorciar por cualquier causa.
Deuteronomio
24:1 Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por
haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y
se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. 24:2 Y salida de su
casa, podrá ir y casarse con otro hombre.
Lo que dice la ley
es que los varones se podían divorciar cuando
hallaren en su esposa “alguna cosa
indecente”. La frase “alguna cosa indecente” es ambigua y podía
interpretarse de muchas formas. Los escribas y fariseos interpretaban esa frase
como “cualquier causa”, y cualquier
causa era exactamente cualquier cosa, como por ejemplo, “que la mujer no
cocinara bien” o que “roncara”, eso era “suficiente causa” para divorciarse.
Es notable, que la
ley favorecía únicamente a los varones. La
mujer no tenía derecho a solicitar el divorcio aunque encontrara en su
marido muchas cosas indecentes. Tampoco tenía derecho a ejercer su defensa ante
la carta de divorcio de su marido, la cual era suficiente para decretar el mismo.
Jesús, respondiendo a los fariseos, les dijo: “¿No
habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y
madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya
más dos, sino una sola carne”
Aunque la ley de
Moisés autorizaba el divorcio por “alguna cosa indecente”, que podía ser “cualquier
causa”, Jesús hace una defensa del matrimonio respaldándose en el libro del Génesis que también es parte de la Ley
Mosaica, para decirles que al principio
no fue así, que el matrimonio es una unión
indisoluble donde el hombre y la mujer dejan de ser dos para ser una sola
carne.
Y Jesús sentencia:
“por tanto, lo que Dios juntó, que no lo
separe el hombre”. En otras palabras, el hombre no está autorizado a
separar esa unión por “cualquier causa”. Entonces surge la re-pregunta:
“¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?”
Si el matrimonio es
indisoluble, entonces “¿Por qué Moisés mandó a dar carta de divorcio por
cualquier causa?”, preguntan los escribas y fariseos.
La respuesta de
Jesús es: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os
permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así”.
Los fariseos dicen
que Moisés mandó dar carta de divorcio, pero Moisés nunca los mandó a dar
carta de divorcio, por eso Jesús les dice que Moisés “les permitió” el
divorcio, que es algo muy diferente. Lo que les está diciendo es que Moisés
nunca promovió el divorcio, solamente lo permitió por la dureza de sus
corazones.
Esto es importante,
pues universalmente las leyes puede hacer tres cosas: 1) Mandar, 2) Prohibir y/o 3)
permitir.
Los creyentes
actuales decimos que la biblia “prohíbe”
el divorcio y los fariseos de la época de Jesús decían que Moisés “mandó” a divorciarse. Pero ninguna de
las dos afirmaciones son correctas, la Biblia no prohíbe el divorcio y Moisés
no mandó a nadie a divorciarse.
Y Jesús les aclara
que Moisés permitió el divorcio por la
dureza de los corazones de los hombres, pero el divorcio no es parte del
plan original de Dios.
Los hombres tenían
tan endurecidos sus corazones, que si Moisés no hubiese permitido el divorcio,
es posible que las mujeres hubiesen recibido más maltrato del que ya recibían,
incluso podían hasta terminar muertas, de tal manera que el divorcio vino a ser
una manera de evitarles mucho
sufrimiento a las mujeres. Para muchas de ellas el divorcio pudo ser un
gran alivio.
Pero ¿Cuál es la respuesta de Jesús a la pregunta
de los fariseos? De si es lícito a los hombres repudiar a las mujeres por
cualquier causa. Después de todo, ellos estaban preguntando por una razón
válida para dar carta de divorcio. Y Jesús se las da: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de
fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada,
adultera”
Jesús no les dice
que no se pueden divorciar, pero les aclara que solamente se pueden divorciar
por causa de fornicación, lo que entendemos como la relación sexual entre personas casadas con otras que no son sus cónyuges.
Sin embargo, la
palabra que usó Jesús fue porneia
que se traduce como inmoralidad sexual, ya
sea lujuria, prostitución, inmundicia, vida disoluta, adulterio o cosas
semejantes.
Pareciera que Jesús
lo dejó claro: el divorcio solamente es por “inmoralidad sexual”, pero no
por cualquier otra causa. Jesús defiende el matrimonio, está diciendo que
el matrimonio no fue hecho para disolverse, sino para perdurar. Pero nunca dijo que
el matrimonio es indisoluble, lo
es cuando hay porneia.
La Biblia nos
relata que muchos hombres tenían más de una esposa, por lo cual si un hombre casado tenía
relaciones sexuales con una mujer soltera, se consideraba únicamente como una inmoralidad sexual y no adulterio,
de tal manera que podía hacer restitución
de su pecado si tomaba a dicha mujer como esposa.
Es por eso que se
consideraba adulterio únicamente cuando una mujer casada se involucraba con un hombre que no era su esposo.
Pero, Jesús hizo ver que el adulterio
también era para el varón:
“Y yo os
digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y
se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera”
Jesús había apelado
al principio de que Dios creó al hombre y luego le dio una sola mujer, es decir, que la voluntad de Dios es que esa mujer
sea para toda la vida.
Por lo tanto, si el
hombre le daba carta de divorcio a su mujer a no ser por “porneia” y se casaba con
otra, éste también adulteraba. Y el hombre que se casaba con la mujer a la que
le daban carta de divorcio también adulteraba.
Al tomar de manera
literal las declaraciones de Jesús, los defensores del Divino Divorcio
concluyen que cualquiera que se divorcie y se vuelva a casar está viviendo en
una relación adúltera, y el único remedio es otro divorcio, para que no vaya al infierno al morir.
Jesús dijo en una
ocasión que “cualquiera que mira a una
mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28), lo que Jesús estaba
tratando de explicar es que el pecado se origina en el corazón de los hombres:
“Porque
del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19)
Si pudiéramos ver
el corazón de los hombres, no habría un matrimonio que no estuviera disuelto,
porque todos pecan en su corazón. El gran problema es que muchos no solo pecan
en su corazón, sino que llevan a la práctica sus malos pensamientos, los cuales
terminan en homicidios, adulterios, falsos testimonios, blasfemias, y los más probable
es que eso fue lo que quiso evitar
Moisés al permitir el divorcio.
Si Moisés no
hubiese permitido el divorcio, es posible que los adulterios hubieran aumentado
en gran cantidad. Y es posible también que muchas mujeres hubiesen sido
maltratadas y hasta asesinadas por sus maridos.
Ahora, si nos
apegamos totalmente a la Ley de Moisés,
tenemos que aceptar que la única manera mediante la cual se permite el
divorcio, es por causa de adulterio o por cualquier otra corrupción sexual que
encaje en la traducción de porneia.
También es cierto,
que el que provoque ese divorcio por su porneia, no puede volverse a casar,
porque cometería adulterio. De eso no hay la menor duda, y esa es la razón por
la cual no solamente la Comunidad de Permanencia Matrimonial, sino también el
catolicismo romano y algunas otras denominaciones cristianas no permiten que las
personas se divorcien, a no ser por causa de adulterio. Y al que adultera provocando
el divorcio no se le permite que se vuelva a casar.
Sin embargo hay
algo que tanto el catolicismo romano, así como la comunidad de permanencia
matrimonial y algunas denominaciones olvidan, pasan por alto o ignoran, y ese algo es la
gracia de Dios.
Juan 1:17 Pues la ley por medio de
Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
El viejo pacto contenía la ley de Moisés, la cual
nos acusaba y nos condenaba. El Nuevo Pacto que nos dio Jesús contiene la gracia que nos perdona y libera de toda condenación.
Romanos
7:1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley
se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 7:2 Porque la mujer casada
está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere,
ella queda libre de la ley del marido. 7:3 Así que, si en vida del marido se
uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre
de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.
En el Nuevo
Testamento se confirma y no se niega, que de acuerdo con la ley de Moisés, la
mujer casada está sujeta al marido mientras este vive. Si se casa con otro,
cometería adulterio, igual sería con el hombre. De acuerdo con la ley de Moisés,
es necesario que uno de los cónyuges
muera, para que el otro pueda volver a casarse. Pero dichosamente, allí no
terminan las cosas:
Romanos
7: 6 Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que
estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no
bajo el régimen viejo de la letra.
El pasaje reconoce
la ley de Moisés pero da una salida, y esa salida es que quedamos libres de la
ley por haber muerto para aquella ¿Cómo
entenderlo? El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:
Romanos
6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:5 Porque si fuimos plantados juntamente
con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su
resurrección;
El apóstol enseña
que se muere en el bautismo, es decir, si una persona se bautiza, luego de creer, por supuesto (Marcos 16:16, Hechos 2:38), para los efectos del Cielo, esa
persona muere para la ley y esa muerte es “en semejanza” o simbólica.
La persona es sepultada al ingresar a las aguas del bautismo; las cuales se convierten en su
sepultura. Cuando esa persona emerge
de las aguas, ya no es ella misma, ahora es una
nueva criatura en Cristo Jesús (2
Corintios 5:17), es una hija de Dios sin pasado y sin pecado. Esa persona ha muerto para la ley y la ley no tiene
ningún alcance sobre ella.
Romanos
6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.
Si has muerto para
la ley mediante el bautismo, has sido justificado de todo adulterio y de
cualquier otro pecado, eres libre del adulterio que podrías vivir en tu segundo
matrimonio. Y si aún eres divorciado, estás en todo tu derecho de volverte a casar ¿Por qué? Porque has muerto para la
ley y ya no estás sujeto a ella.
Para entender esto,
supongamos que usted comete un delito. La policía vendrá para llevárselo, aplicarle
todo el peso de la ley y condenarlo. ¿Pero qué sucede si usted se suicida?
Estaría muerto para la ley y ningún juez ha condenado jamás a un muerto; lo que
hace es dar por el caso por cerrado y archivar el expediente.
Así sucede con
todas las personas que se han bautizado; están muertas para la ley de Moisés y
el Padre Celestial ha dicho: “caso
cerrado”. Esa es la gracia y esa
es la verdad del evangelio.
Colosenses
2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra
carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 2:14
anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era
contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, quitándola de en
medio y clavándola en la cruz.
Todos los expedientes
que habían en tu contra, fueron clavados en la cruz de Cristo el día de tu
bautismo. No existe ninguna acusación,
has sido absuelto de todos sus
pecados.
Si estás
divorciado, tienes toda la libertad de volverte a casar; si estás casado pues
sigue casado, es lo mejor para ti; pero si tu matrimonio es un infierno, puedes
divorciarte, Dios no va a condenarte.
Romanos
8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 8:2 Porque la ley
del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte.
Ya no hay ninguna
condenación para el que está en Cristo Jesús, ya seas casado, divorciado o
vuelto a casar, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo lo ha liberado de
la ley del pecado y de la muerte ¿Y quiénes son los que están en Cristo Jesús? Todos
los que han muerto en el bautismo. Esa ley del Espíritu de Vida en Cristo es la gracia.
Dios ha establecido
su perdón sobre el creyente y nunca más
se acordará de sus pecados (Hebreos
10:17). Nunca es por toda la eternidad.
Hay la tendencia a
confundir los principios de la ley de Moisés con los de la gracia, pero no se
deben confundir ya que son como dos líneas paralelas.
La ley es castigo, es
maldición, es condena, es muerte (Deuteronomio
27:26, Hebreos 10:28). La gracia es bendición (Efesios 1:3), es sabiduría, es
justificación, es santificación y es redención (1 Corintios 1:30). Por eso, ambas, ley y gracia, no pueden estar unidas en un mismo sistema: o estás
bajo la ley o estás bajo la gracia.
Mediante la Ley el
hombre está obligado a cumplir cosas para Dios. En la ley, Dios declara lo que
el hombre debe hacer, y lo maldice si no lo hace. Nadie pudo ni podrá cumplirla.
En la ley no hay gracia ni misericordia.
La ley es como un
acreedor que nos asfixia, exigiéndonos que le paguemos hasta el último centavo
de la deuda, aunque estemos en las
peores condiciones económicas. La ley no tiene contemplaciones, ni rebaja la
deuda, ni perdona nada al deudor.
En Derecho una de
las formas de extinguir una obligación es mediante la subrogación (artículo 786 del Código Civil), que se
da cuando un tercero paga la deuda por el deudor. Cristo, como autor de la gracia, actúa como un subrogador, que dándose perfecta
cuenta de lo implacable del acreedor y de la insolvencia del deudor, se
presenta a pagar toda la deuda. ¿Por qué lo hace? Porque es misericordioso.
Romanos
3:24 Siendo justificados gratuitamente
por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús.
Gálatas
3:13 Cristo nos redimió de la Maldición
de la Ley
Jesús nos redimió
de la maldición de la ley y nos justificó gratuitamente por su gracia, él pagó
por todos los pecados que pudimos cometer.
Jesús perdonó a la
adultera que los fariseos querían apedrear, y nos perdonó a todos nosotros, eso
es gracia y la Ley de Moisés, no tiene ninguna implicación sobre nuestras
vidas.
La explicación que
Jesús dio sobre la única causal de divorcio, fue dirigida los fariseos de su época, que estaban bajo la Ley. Si hubieran
estado bajo la gracia, como usted y yo, Jesús les hubiera dado otra
explicación.
Así que si eres
casado, trata de mantener esa relación. Para ello necesitas permanecer en
Cristo y tu esposa también. Si eres divorciado y quieres casarte, cásate y
trata de ser una sola carne con tu nueva esposa. Sea fiel, respétela, ámela y
Dios bendecirá esa nueva relación.
Ya que al casarse
el hombre y la mujer se vuelven una sola
carne, el divorcio es equivalente a amputarse una parte de uno mismo y
puede ser permitido por varias causas para evitar males mayores.
Por ejemplo, un
médico nos puede quitar algún miembro de nuestro cuerpo para evitar que un
cáncer dañe todo el cuerpo y nos lleve a la muerte.
De igual manera, el divorcio debe darse cuando la vida de
uno de los esposos está en peligro y el daño en la familia puede ser
irreversible. La violencia doméstica, los
abusos deshonestos, las violaciones, la drogadicción y muchas otras cosas que son
porneia o que no son porneia pero que podrían poner en riesgo la vida de
alguien, deben ser causa de divorcio.
Yo no creo que Dios
se oponga a un divorcio en un matrimonio en que los hijos son abusados, o ellos
y su madre están siendo maltratados y amenazados constantemente o en peligro. También
creo que Dios no ve a aquellos que están divorciados y vueltos a casar como
"viviendo en adulterio".
Lo creo, porque de
no ser así, nunca nos hubiera dado su
gracia, es decir, nunca nos hubiera liberado de la ley y tampoco nos hubiera librado de toda
condenación.
Es trágico que los
defensores del Divorcio Divino estén pidiendo a las personas que alcancen el
ideal original de Dios con un nuevo divorcio. Ellos intentan arreglar con otro pecado lo que solo
puede ser reparado por la gracia, e involuntariamente se suman a la carnicería
de matrimonios destruidos y familias arruinadas.
Es una paradoja que
un grupo que dice defender la "permanencia del matrimonio" llame
a millones de personas a divorciarse para
que según ellos no vayan al infierno.
Ellos
afirman que si todos los que están casados en segundas o siguientes nupcias,
luego de divorciarse de su primer cónyuge, se divorciaran nuevamente, entonces
vendría un gran avivamiento.
Eso sucedería
si ellos enseñaran la gracia y la verdad
que nos vino de Jesucristo y no permanecieran en la ley.
No te estoy
animando para que peques ni para que te divorcies y te vuelvas a casar. Ojalá y
tu matrimonio sea para toda la vida, esa es la voluntad de Dios.
Pero, si las
circunstancias “obligan” a un divorcio y quizás a un nuevo matrimonio futuro, independientemente
de quién es el culpable, recuerda que Dios ya te perdonó y te ofreció su gracia.
En cierto sentido, el ideal
original de Dios del matrimonio para toda la vida, puede ser alcanzable
a través de un nuevo matrimonio para aquellos que han experimentado su gracia transformadora.
No hay un pecado
que la gracia de Dios no cubra, “porque cuando
el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para
muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante
Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos
5:20-21).
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