LA LEY DE LA ALABANZA
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En el reino invisible
hay una ley que hace que los milagros fluyan. Esa ley es la ley de la alabanza.
Cuando alabas a Dios, conmueves su corazón porque al alabarlo le demuestras su
amor, entonces te llena de su gloria.
Dice la palabra de Dios
que el rey David era conforme al corazón de Dios porque “hacía lo que Dios quería” (Hechos
13:22) ¿Y qué era lo que David hacía que agradaba tanto a Dios?
El Rey David oraba tres
veces al día (Salmo 55:17), pero alababa
siete veces al día
(Salmo 119:164).
David sabía que tenía
que acudir al Padre para hacerle algunas peticiones, pero tenía que acudir
mayormente, para demostrarle su amor y agradecimiento a través de la alabanza.
Tal es así, que designó a algunos levitas para que tocaran salterios y arpas a
fin de exaltar, agradecer y alabar
a Jehová delante
del arca del pacto (1 Crónicas 16:4-6).
2 Crónicas 5:12 y los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán, y los de Jedutún, juntamente con sus
hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y
arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban
trompetas: 5:13 Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una,
para alabar y dar gracias a Jehová: y a medida que alzaban la voz con trompetas
y címbalos y otros instrumentos de
música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su
misericordia es para siempre: entonces la casa se llenó de una nube, la casa de
Jehová. 5:14 Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de
la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.
Cierre sus
ojos e imagine
la escena anterior.
Las personas estaban
cantando alabanzas a Jehová y tocando instrumentos. De pronto una nube
llenó el templo y esa nube era la gloria de Dios.
Si queremos que la
gloria de Dios se haga presente, entonces todos reunidos debemos alabar al
Señor, esa alabanza hará que la gloria de Dios nos cubra; y entonces se
sucederán los milagros.
Es importante notar que
los levitas y cantores decían en su alabanza: “porque Dios es bueno, porque su misericordia es para siempre”.
Este canto reconoce que Dios sigue siendo bueno y misericordioso, por lo tanto,
las circunstancias negativas de nuestras vidas no son su culpa.
Si algo malo sucede con
nuestras vidas, no es culpa de Dios. Lo malo puede ser ocasionado por
decisiones equivocadas que nosotros mismos tomamos. También puede ser la
consecuencia de nuestros pecados. Y lógicamente por el ataque del “enemigo”.
El diablo siempre va a atacar a los creyentes, máxime cuando
laboran para el reino de Dios. Pero Dios jamás provoca cosas negativas
en nuestras vidas, porque su bondad y misericordia es para siempre.
Así, que cuando las
circunstancias nos sean adversas, lo que tenemos que hacer es hacer uso de la ley de la alabanza, recordando que
Dios es bueno y misericordioso y él
vendrá en nuestro auxilio.
La mayoría de los
creyentes busca a Dios con una lista enorme de peticiones, pero casi no lo
alaban. Y nuestro Padre Celestial reacciona más rápida y efectivamente cuando
lo alaban, porque se conmueve ante el amor que le muestran a través de la
alabanza.
Si lo alabaran en lugar
de orar, verían mejores resultados. Recuerden que “Dios sabe de qué cosa tenemos necesidad antes que le pidamos” (Mateo 6:8).
David es el maestro de la
alabanza y la adoración. El alababa a Dios siete veces al día. Él, más que ningún
otro, nos enseña con su ejemplo la manera de expresar el amor a Dios que
palpita dentro de nosotros.
Los salmos no solamente
son palabras de consuelo o aliento para nosotros, sino que nos revelan el
corazón de David. Si queremos tener un corazón conforme al corazón de Dios,
deberíamos estudiar los salmos.
El libro de los Salmos
está compaginado como una sinfonía. Comienza con suavidad, luego comienza a
sonar dos o tres violines, luego sigue el piano, después viene el adagio, luego
el mezo forte, en seguida el forte, y cuando todos los instrumentos suenan
juntos, en ese momento se sube el tono y nuestras emociones experimentan una
sensación de sobrecogimiento difícil de explicar.
El salmo 150 es el último
de los salmos, y ese salmo es como cuando todos los instrumentos de la
Sinfónica están en el tono más alto.
. 150:3.
“Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. Alabadle con
pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. Alabadle con címbalos
resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo. Todo lo que respira alabe a JAH.
Aleluya (Salmo 15- 3-6)
Se va subiendo en tono
como en la sinfonía ¿Por qué todo ese estruendo? Hay un por qué:
“Alabad
a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle
por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza (salmo 150:1-2)
No se trata de pegar
gritos sin sentido, no se trata de alabarle por alabarle, sino de alabarle por
sus proezas, por su grandeza, por la obra de sus manos. porque la alabanza es
el reconocimiento de las virtudes de Dios.
“Te alabo, te alabo, te alabo” no es una verdadera alabanza, tenemos que alabarlo “por” algo. “Te alabo por la creación”, esa sí es una verdadera alabanza.
Generalmente, usamos la
palabra alabanza, pero no decimos ninguna alabanza. Nuestras palabras han
pasado a ser como cajas de regalos vacías. El rótulo dice "Regalo", pero al abrirlas no hay
nada. ¿Dónde está el regalo? O “Aleluya” ¿Aleluya por qué?
La gente concurre a la
iglesia con carretillas llenas de cajas envueltas en papeles de hermosos
colores, con cintas y moños, y grandes tarjetas que dicen: "Gloria al Señor, Aleluya, Gloria a Dios, Amén"
creyendo que esa es una alabanza, pero cuando Dios las abre no encuentra nada
adentro. Una caja vacía hace más ruido que una caja llena.
La inmensa mayoría de
creyentes han aprendido a gritar cuatro palabras: "Aleluya, Gloria a Dios, Alabanza y Amén". A veces le ponen
armonía y cantan esas mismas palabras y creen que en realidad están cantando
alabanzas.
David escribió: "Alábenlo por sus proezas, alábenlo por su
grandeza". Eso nos hace comprender que la alabanza consiste en
subrayar virtudes, en proclamar hechos, en admirar las proezas y la grandeza de
Dios, definiéndolas inteligentemente.
La palabra “alabanza” viene del vocablo hebreo “halal” que significa “alabar, celebrar,
glorificar, cantar, alardear”. La
alabanza es un acto de gratitud por
todo lo que Dios hace en nuestras vidas. Cuando alabamos a Dios le estamos
dando el lugar que le corresponde, le estamos honrando y le estamos
glorificando.
Mucho del griterío que
hacen en las iglesias son palabras sin entendimiento, son cajas vacías, son palabras
huecas.
Muchas personas no entienden
la diferencia entre la adoración y la alabanza. La adoración (proskuneo)
significa “postrarse delante” o “arrodillarse
delante”. Adorar significa postrarse ante Dios para reconocerlo como tal, y
solamente podemos adorar a Dios.
Cuando Dios dijo: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de
lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo
de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20:4), lo que estaba diciendo, es
que no deberíamos adorar ni honrar a nadie ni a nada que no fuera a él.
Cada vez que las
personas se inclinan ante alguna imagen, están violando este mandamiento.
En la mayoría de las
congregaciones hablan de cantos de alabanza y cantos de adoración, y yo, la verdad, demostrando que no saben la
diferencia entre alabar y adorar.
La adoración no es ninguna alabanza, más bien la alabanza es parte de la adoración. La adoración es un culto, una honra, un reconocimiento
de la deidad Divina, y en ese culto estudiamos su palabra, partimos el pan y
también le alabamos.
Jesús dijo que
adoráramos al Padre “en espíritu y en
verdad; porque el Padre tales
adoradores busca que le adoren” (Juan
4:23) ¿Qué es lo que eso significa?
Adorar en verdad,
significa que toda alabanza debe
fundamentarse en la verdad absoluta de la palabra de Dios. Hay muchas
alabanzas que no se fundamentan en la palabra de Dios. Son muchas, las que
contienen errores en cuanto a la doctrina de Cristo.
Cuando alabamos,
testimoniamos, si cantamos alabanzas que no se ajustan a la verdad, testimoniamos una mentira. Eso no
va a honrar ni agradar a Dios, lo que hará es ocasionar su ira.
Por ejemplo, hay
alabanzas que dicen que tenemos dos naturalezas, una pecaminosa y una divina y que ambas se pelean entre sí. Esa alabanza no
dice la verdad porque en Colosenses 2:11-12
se dice claramente que al bautizarnos somos despojados de la naturaleza pecaminosa.
El creyente bautizado es despojado de la naturaleza pecaminosa y pasa a ser participante de la naturaleza divina
(2 Pedro 1:4)
Nadie tiene dos
naturalezas; los del reino de las tinieblas tienen una naturaleza pecaminosa y los
del reino de Dios tienen una naturaleza divina. Cualquier alabanza que diga que
tenemos dos naturalezas, está diciendo una mentira y no debemos utilizarla.
Hay muchas alabanzas que
afirman cosas que no están en la palabra de Dios. Otras dicen medias verdades,
pero no verdades absolutas.
Debemos recordar que al
alabar testimoniamos y no podemos testimoniar una mentira. Siempre que
alabemos, debemos hacerlo, basados en la
verdad bíblica; y eso es adorar en
verdad.
Ahora, cuando alabamos a
Dios, nuestro espíritu se debe remontar
por encima de las circunstancias; eso es lo significa adorar en espíritu.
Lo que eso quiere decir
es que no alabamos por lo que ven
nuestros ojos, sino por lo que ve nuestro espíritu. En otras palabras, la
alabanza tiene que hacernos percibir alguna realidad espiritual.
Si la alabanza es de
agradecimiento, es porque podemos ver la realidad espiritual de nuestra
salvación y podemos percibir que toda bendición que hemos recibido, vino de
Dios.
Si estamos en medio de
la tormenta y alabamos, es porque podemos ver a Jesús en su trono, y por ello
proclamamos nuestra victoria, a través de la alabanza.
Al ver esas realidades
espirituales, es posible que lo más profundo de nuestro ser se vea afectado. Nuestra alma es tocada y
es posible que lloremos o que gritemos de júbilo. Cuando eso sucede, nos damos
cuenta de que estamos adorando en espíritu
y en verdad.
Debemos ser más observadores,
meditar en nuestras vidas y experiencias, y reconocer cuántas maravillas Dios
ha hecho y hace en nosotros, en nuestra familia y en nuestra congregación, para
alabarlo.
¿Se imagina el milagro
de la vida? Una microscópica célula que comienza a multiplicarse y a formar el
cuerpo de una persona? ¿Se imagina el milagro de la digestión? Un plato de
arroz que se transforma en piel, hueso, cabellos y más. El milagro de la vista,
del oído, del cerebro, un universo de milagros, maravillas y proezas.
Dice Romanos 1:20 “que las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen
claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de
las cosas hechas”. La creación habla
de Dios y nos da motivos para alabarlo.
¿Y qué de Cristo?
Alabemos al Señor porque nos sacó de un vicio, porque nos sanó, porque vive dentro de nosotros, porque
nos rescató del infierno, porque nos dio vida eterna.
La alabanza es más que
una explosión de palabras en el culto, si
tenemos los ojos abiertos y miramos alrededor, tendremos tema de alabanza
continua.
Alabar es expresar lo
positivo, y nunca hablar o comentar lo negativo. Usted identifica a los
habitantes del reino de Dios por las alabanzas que fluyen de sus corazones y de
sus bocas.
Así lo dijo David:
"Bendeciré al Señor en todo tiempo;
mis labios siempre lo alabarán"
(Salmo 34:1).
Al leer los salmos,
aprendemos que David alababa al Señor no solamente en los cultos, sino en
su trabajo, y en su descanso. En sus salmos, él habla de los cielos, la luna y
las estrellas, las ovejas y los pastores. "Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos.." (Salmo 8:3).
La alabanza es una ley en el reino de Dios. La queja es una ley en el
reino de las tinieblas.
La alabanza es subrayar
todo lo positivo que hizo y hace Dios. La
queja es subrayar todo lo negativo que hizo y hace Satanás. La alabanza es
reconocer virtudes, mientras que la queja es acentuar lo negativo.
La alabanza agradece por
la lluvia, la queja se queja por la lluvia. La alabanza agradece el calor, la
queja se queja, la alabanza agradece el frío, la queja se queja: Y todos los
seres humanos se rigen por una de estas dos leyes.
Qué maravilla es estar
con una persona que habla positivamente de todo. Qué mal efecto causa el que
habla negativamente de todo. Hasta las
caras son diferentes cuando
hablan. La cara del que alaba es dulce, la cara del quejoso es amarga.
Jesús dijo que de la abundancia del corazón habla la boca
(Mateo 12:34); es decir, por lo que
sale de la boca de la persona con la que estamos hablando, conocemos su
corazón.
Uno se quejará porque
tiene que ir a trabajar y el otro dará gracias a Dios porque tiene trabajo. Uno
se quejará porque el café está muy caliente y el otro dará gracias por el café.
Lo triste es ver a “creyentes” rigiéndose por la ley de la queja. Van a la iglesia, cantan "Aleluya, aleluya", pero al salir de
la reunión se quejan porque llueve o porque hace calor.
¿Sabes quién hizo que
lloviera o que hiciera calor? Aquel a quien alababas. En el culto, cantamos: "Este es el día que hizo el Señor.
Alegrémonos y gocémonos en él". Sin embargo, al salir
criticamos el día,
el tiempo y
hasta al predicador.
¿Quién hizo ese día? Lo
hizo el Señor. ¿Cómo es posible que cantemos "Alabado sea el Señor" y unos minutos después lo critiquemos.
Nada de lo que Dios hizo
es horrible, ni espantoso ni feo. La lluvia es una manifestación de sus
proezas. Lo mismo lo es el calor y frío.
Aprendamos a decir: "Qué precioso
día de sol, qué lindo día de lluvia, qué hermosa tarde fría, qué espléndido día
caluroso”.
Todos los días son
hermosos, porque Dios los hizo y Él merece
ser alabado por haberlos hecho. Pablo le dijo a Timoteo: "Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada
es despreciable si se recibe con acción de gracias" (1 Timoteo 4:4).
Nunca usemos la palabra “problema”, en su lugar usemos la palabra
“desafío u oportunidad”. Las
dificultades de la vida, según las Escrituras, “nos ayudan para bien” (Romanos
8:28), “sabiendo que la prueba de
nuestra fe produce paciencia, mas tenga la paciencia su obra completa, para que
seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4).
Cada paso difícil es un
desafío a crecer, a confiar en el Señor, y a ser creativo. Siempre, después de
la prueba, entendemos que esa dificultad
fue una gran bendición.
La mayoría de las bendiciones
vienen disfrazadas de dificultad. Cuando enfrente una, no diga que tiene un
gran problema, sino tiene una gran oportunidad de crecer, de mejorar, de
adelantar, de experimentar algo nuevo, tiene un desafío que lo obligará a crecer
y a navegar aguas desconocidas hasta
ahora.
La palabra de Dios dice que ofrezcamos siempre a Dios, por medio de
él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre
(Hebreos 13:15) ¿Por qué la alabanza
es un sacrificio. Para entenderlo,
devolvámonos cinco versículos:
Hebreos 13:10 Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los
que sirven al tabernáculo. 13:11 Porque los cuerpos de aquellos animales cuya
sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote,
son quemados fuera del campamento. 13:12 Por lo cual también Jesús, para
santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta.
En el viejo Testamento,
los sacerdotes hacían los sacrificios
para el perdón de los pecados, y siempre hacían esos sacrificios “dentro del tabernáculo”.
Solamente ellos estaban
autorizados para hacer los sacrificios. El pueblo aguardaba afuera y no tenía ninguna intervención. Pero
Jesús, fue sacrificado “afuera”, para
santificar a todo el pueblo mediante
su propia sangre.
Y, Jesús fue sacrificado
una sola vez para llevar la culpa del pecado de todos nosotros (Hebreos 9:28). Con ello, nos dijo que ya no eran necesarios los sacrificios ni los
sacerdotes (Hebreos 10:9) porque
su sangre los cubrió todos y para siempre.
Con ellos nos dijo que
teníamos libertad para entrar al lugar santísimo (Hebreos 10:19) en la presencia del Padre, al igual que lo hacían
los sacerdotes, sin necesidad de ellos como intermediarios.
Hebreos 13:13 Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su
vituperio; 13:14 porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la
por venir. 13:15 Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él,
sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.
En el nuevo Testamento,
la orden divina no es hacer sacrificios de animales para Dios y para su hijo
Jesucristo, “dentro del tabernáculo”,
sino salir afuera, a hacer “sacrificios de alabanza”
Un sacrificio implica la
muerte de algo. ¿Qué sacrificamos cuando alabamos? Le damos muerte a nuestro yo. En la alabanza, nuestros labios
confiesan el nombre de Jehová y el nombre de Jesús, no nuestro nombre, la
gloria no es para nosotros sino para
ellos.
Al alabar, nos despojamos de toda gloria. Obtuvimos
un título, obtuvimos un trabajo, hicimos un gran partido de fútbol; entonces,
alabamos al Señor. Nuestros labios confiesan su nombre.
Alabar es un testimonio público de fe, No nos importa
quién nos vea o quién nos escuche. Lo que nos importa es aquel a quien
dirigimos nuestra alabanza.
En los salmos podemos
detectar alabanzas de agradecimiento, pero también podemos encontrar
sentimientos de dolor y de arrepentimiento. Este segundo tipo de alabanza es
sumamente agradable al Señor y recibe su bendición porque va impregnado de fe, ya que no es lo mismo
alabar a Dios por lo que hizo, sino por lo que va a hacer. Recordemos, que es de la fe, de lo que Dios se agrada (Hebreos
11:6)
Salmos 106:12 Entonces creyeron a Sus palabras Y cantaron Su alabanza.
Los judíos alabaron a
Dios después de que Dios los liberó de los egipcios. Ellos creyeron en lo que
vieron, entonces cantaron su alabanza. Cuando
estuvieron a salvo, al otro lado del mar, alabaron al Señor. Eso está muy bien.
Esa era una alabanza por favores
concedidos.
Pero, una cosa es creer y otra es tener fe.
Los judíos creyeron porque vieron los milagros que Dios efectuó. Ellos
vieron las plagas sobre Egipto, ellos
fueron liberados de la esclavitud y sus amos tuvieron que darles sus joyas. No
solamente fueron liberados sino que salieron enriquecidos. Ellos vieron abrirse
el mar para que pasaran, y luego lo vieron cerrarse cuando los egipcios
intentaron pasar. ¿Cómo no iban a creer?
Sin embargo, cuando las circunstancias fueron adversas no
alabaron, sino que se lamentaron y se quejaron
de su Dios. Se quejaron cuando les faltó agua, se quejaron cuando les faltó
comida, se quejaron cuando supieron que en la tierra prometida vivían gigantes.
Ellos creyeron en lo que vieron, pero no tenían fe. Entonces se quejaron y acabaron
sepultados en el desierto.
Hebreos 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve.
La definición de fe, en
nuestras propias palabras sería: creer en
algo que va a suceder aunque no tengamos ninguna prueba visible de que eso
sucederá.
Los judíos no tuvieron
fe de que Dios vencería los gigantes que habitaban la tierra prometida. Los
judíos decían, ellos
son gigantes y
nosotros enanos, no podemos vencerlos.
Solamente se veían ellos, no veían a su Dios allá en el trono.
Debemos alabar a Dios
por los favores concedidos. Pero ante todo, de vemos debemos alabarlo cuando
las circunstancias nos son negativas. Dios se agrada de estas
alabanzas, porque alabamos con fe, creyendo que las cosas van a
cambiar aunque no tengamos ninguna prueba visible de ello.
En esos momentos no
vemos hacia nosotros mismos, sino que ponemos
los ojos en Jesús (Hebreos 12:2),
lo vemos sentado en su trono, esperando la alabanza para cambiar las circunstancias negativas en positivas (Romanos 8:28). Solamente los que tienen
fe, alaban en esas circunstancias.
La verdadera alabanza,
es aquella en que renunciamos a nuestra realidad, y alabamos al Señor, como si
la realidad fuera otra. Es en ese
momento, que la alabanza se convierte en un sacrificio.
Hay personas que se
levantan y lo primero que hacen es hacerle peticiones a Dios. Pero Dios
sabe de qué
cosas tienen necesidad.
Lo que él
espera, es que renuncien al yo y que en lugar de hacerle
peticiones, le alaben; entonces verán los milagros.
No me malinterpreten, no
he dicho que no debemos orar, claro que debemos orar. Lo que he dicho, es que
la alabanza produce más resultados que la oración, porque en la alabanza
renunciamos al yo, mientras que nuestras oraciones tienden a ser muy
egocéntricas.
Usted no tiene que
hacerle peticiones a Dios, lo que tiene que hacer es alabarlo, entonces él mandará sus ángeles y tapará las bocas de los
que los calumnian. Mandará sus ángeles para que hablen con su jefe y éste
mejore su salario. Mandará sus ángeles
para que provean lo que usted necesita para pagar su deuda. Está en problemas,
alabe y verá llover las bendiciones.
En 2 Crónicas 20:20-24 se relata la descripción de una batalla. Los
judíos estaban en
desventaja, su derrota era
inminente. Pero, Josafat designó cantores para que entonaran alabanzas a
Jehová. Les pidió que alabasen diciendo: “Dad gracias a Jehová,
porque su misericordia es para siempre”.
Y cuando comenzaron a
entonar las alabanzas, en ese preciso momento, Jehová puso emboscadas contra
los hijos de Amón, de Moab y de los
del monte de Seir, Él respondió
derribándolos a todos.
Si usted se enfrenta a
situaciones y problemas que lo desmoronan, entonces recuerde una cosa: ¿Por qué
no alabar? Invoque a Jehová a través de la alabanza y será salvo de sus
enemigos.
Aprenda esto: cuando te
quejas, la batalla es tuya y Dios te dejará en manos del enemigo. Pero si
alabas, la batalla es de Jehová y la victoria es inminente.
Se enseña que debemos
orar y orar hasta que Dios nos quite la carga. Y que una vez quitada la carga,
entonces alabemos. Esta es una enseñanza equivocada. Si uno ora y ora por lo mismo, es porque reconoce que el problema no ha desaparecido. El que esto hace sigue
atado al problema.
Pero si oramos una sola
vez y después de orar solamente alabamos,
las circunstancias cambiaran, porque ya no pregonamos el problema sino que anunciamos la victoria de Dios sobre ese
problema.
En Hechos 16:23-26 se narra que Pablo le ordenó a un espíritu de
adivinación que saliera de una mujer; eso molestó a los que la explotaban,
quienes prendieron a Pablo y a Silas y los entregaron a las autoridades. Éstas
los encarcelaron, los enviaron al calabozo de más adentro y les pusieron
grilletes en los pies. Pablo y Silas no
se quejaron, sino que a medianoche comenzaron a alabar a Dios desde su
celda. Aunque las circunstancias les eran adversas, aunque sus cuerpos sentían
dolor, ellos veían a Dios en su trono; eso aseguraba su victoria, por eso
alababan. Eso hizo, que Dios produjera un terremoto y envió a sus ángeles a que
les quitaran los grilletes y abrieran
todas las puertas de la cárcel, para que ellos salieran (Hechos 16:16-26).
Entienda que a través de la ley de la Alabanza Dios abre
puertas y rompe cualquier cadena. Tome en cuenta que Dios no provocó nada en el
caso de Pedro y Siles, pero, Dios aprovechó esas circunstancias negativas para
obtener tremenda victoria sobre Satanás. Dios se gloria en derrotar a Satanás
cada vez que lo alabamos.
Satanás no quería que
ellos predicaran y por eso usó a los amos de la adivina para encarcelarlos. Dios
no solamente los liberó, sino que por ese suceso, el carcelero y toda su casa
creyeron, se bautizaron y fueron salvos en medio de gran júbilo (Hechos 16:32-34). Ese día la alabanza produjo una
gran victoria sobre el infierno.
Siempre recuerde, que el
Señor ha puesto en nuestras manos la ley
de la alabanza para darnos la victoria.
Si usted ha visto las
películas de superman, recordará que su amigo Jimmy, usaba un aparato para que
él viniera en su ayuda. Nosotros tenemos a un Dios todopoderoso, muy superior a
superman. No hay criptonita que acabe con él. Y tenemos el aparato para
llamarlo y que él se haga presente de manera inmediata; ese aparato es la alabanza.
Salmos 50:23 El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su
camino, Le mostraré la salvación de Dios
El Señor está esperando
que le honremos a través de la alabanza, para venir en nuestro auxilio. Ninguna
otra acción glorifica tanto a nuestro Dios como la alabanza. La profecía
pasará, la oración pasará, pero la alabanza perdurará por la eternidad. La
Biblia nos muestra algunos pasajes celestiales y en ellos, siempre encontramos
adoradores alrededor del trono.
Cuando lleguemos a los
cielos, no vamos a orar, no vamos a profetizar, no vamos a echar demonios, al
cielo vamos a ir a alabar a nuestro Dios y a nuestro Señor Jesucristo. Nunca olvides
la ley de la alabanza, recuerda que a través de esa ley, Dios te dará la
victoria.
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