jueves, 10 de mayo de 2018

LA LEY DE LA FE



LA LEY DE LA FE
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Hay una ley que predomina en el reino invisible de Dios, esa ley es la Ley de la fe. Nada se mueve dentro del reino invisible sino es a través de la ley de la fe.

En el mundo visible se nos ha enseñado a través de las religiones, que tenemos que ganarnos la salvación y conseguir cosas de Dios a través de “nuestro comportamiento”.  Eso hace que unas personas “se jacten” de ser mejores que otras.

Según el diccionario, “la jactancia” es presumir, es alardear de sí mismo y de sus logros. La jactancia es sinónimo de orgullo y de vanidad, y Dios no quiere que nadie se jacte porque él quiere toda la gloria para Cristo.

El apóstol Pablo escribió: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿No te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿Hurtas?  Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿Adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿Cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿Con infracción de la ley deshonras a Dios?  (Romanos 2:21-24)

Aunque Pablo le escribió eso a los romanos, también se aplica a ti y a mí. La verdad es que no hay quien pueda jactarse, lo que hay son “muchos hipócritas” que aparentan lo que no son, pero, a Dios nadie lo engaña:

Él miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios, más todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Salmo 14:2-3).

“¿Dónde, pues, está la jactancia?”, se pregunta Pablo  Queda excluida ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por “la ley de la fe” (Romanos 3:27).

En el reino  invisible de Dios, la jactancia queda excluida. Nadie puede jactarse por su comportamiento, lo único que nos queda es ser justificados por la ley de la fe.

En el reino invisible nadie es mejor que nadie, Dios nos ve a todos igual de pecadores y de injustos, es la fe o no hay nada. La ley de la fe predomina por encima del comportamiento y por encima de todo, es “fe más nada”. Esta “ley” se aplica no sólo a la justificación sino a cada aspecto de la vida de los miembros del reino de Dios.

¿Qué es entonces la ley de la fe? ¿Qué es esa ley que excluye la jactancia? Es el principio que establece que no debemos intentar merecer, porque no merecemos nada, entonces lo que vamos a hacer es creerle a Dios con el corazón.

Nuestras obras no valen, me refiero a las obras que hacemos para ser justificados ante Dios, debemos entender que nuestra propia bondad es como maldad a los ojos de Dios y él nunca nos justificará.
                                                   
La justicia de Dios es por medio de la fe en Jesucristo, porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la Fe en la sangre de Jesús (Romanos 3:22-25).

Es no significa que no debemos hacer buenas obras, todo lo contrario, las buenas obras hablan de nuestra fe. Como dice Santiago: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. (Santiago 2:17)

Hacemos buenas obras, no para ser justificados, sino porque tenemos  un corazón agradecido. Entonces, las buenas obras vienen después de ser justificados, no como una manera de conseguir esa justicia  de Dios. Más bien, el hecho de que Jesús muriera por nosotros, eso nos mueve y nos motiva a hacer esas buenas obras.

Los miembros del reino invisible de Dios  debemos cumplir con esa ley, no es opcional, es obligatoria. Pablo escribió en Romanos 1:5: “y por quien recibimos la gracia y el apostolado para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre”.

Si no obedeces a la ley de la fe, tu vida va a ser una vida de insatisfacciones, de quejas, de lamentos y sin esperanza.

¿Qué significa obedecer a la fe? Significa dejar de vivir por vista, significa creer en las promesas de Dios, independientemente de las circunstancias negativas que pudieran rodearnos.

Veamos el asunto del “pecado”. Hay creyentes que no tienen paz por culpa de sus pecados, ellos ven sus pecados y se acusan, se sienten mal y el mundo se les viene encima ¿Por qué? Porque no obedecen la ley de la fe.
Si obedecieran la ley de la fe, no se verían a ellos mismos, sino que se despojarían de todo peso del pecado y pondrían los ojos en el consumador de la fe, el cual sufrió la cruz, y se sentó a la diestra del trono de Dios, luego de perdonar sus pecados (Hebreos 12:1-2)

Veamos el asunto de “las enfermedades”. Apenas tenemos una molestia en nuestro cuerpo, lo primero que hacemos es acudir al médico, en lugar de poner los ojos en aquel que nos sanó por su llaga (1 Pedro 2:24) y reclamar esa sanidad.

En cuanto a los “otros asuntos”, económicos o de cualquier otro tipo, la ley de la fe funciona de igual manera. No significa que no tenemos que hacer nada, lo que significa es que lo primero que tenemos que hacer es poner los ojos en aquel que todo lo puede y para el que no hay imposibles.

La ley de la fe es una nueva forma de vivir, tienes que ver las cosas de diferente manera a como las ve el resto de la gente. Tienes que pensar de la misma manera que piensa Dios, para eso tienes la palabra de Dios escrita,  para saber cómo piensa Dios.

Tienes que “formatear” tu mente, quitar el viejo y obsoleto sistema operativo e instalar en su lugar el sistema operativo divino. Ya “no puedes conformarte a este mundo, sino que tienes que renovar tu entendimiento para que compruebes cuál es la voluntad de Dios agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

El pensamiento “No puedo hacerlo” debe ser cambiado por “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13) por medio de la fe.  ¿Y qué es la fe?  

Hebreos 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Podríamos traducir ese versículo de la siguiente manera: “es pues la fe, la seguridad de que sucederá aquello que esperamos que suceda, aunque no tengamos ninguna prueba visible de que así sea”.

El médico nos dice que tenemos una enfermedad incurable, pero nosotros no vemos nuestro cuerpo, vemos a Jesús en su trono, y entonces vemos la sanidad,  eso es fe.

La cuenta se ha hecho grande, estamos sin trabajo y el embargo es inminente, pero nosotros no vemos el embargo, vemos a Jesús en su trono, entonces vemos el milagro económico, eso es fe.

La ley de la fe siempre hace que apartemos los ojos de la realidad para ponerlos en Jesús, autor y consumador de la fe.

Ahora, debemos tener muy en claro que hay una diferencia entre creer solamente y en tener fe. Creer en lo que vemos, eso es una creencia, eso no es fe. Creer en lo que no vemos, eso sí es fe.

Es muy fácil creer en Dios, “porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no hay excusa para no creer en Dios” (Romanos 1:20)

Solo un insensato pensaría que tanta maravilla, que tanta perfección, se formó así, de la nada.  Entonces es fácil creer en Dios, pero no es fácil creerle a Dios, creerle a Dios es fe.

Por ejemplo, la palabra de Dios dice  que Él hará que al dador alegre le abunde para toda buena obra. Un dador alegre es aquel que ofrenda, no con tristeza ni por necesidad, sino porque su corazón agradecido se lo pide (2 Corintios 9:7-8).

Lo que nos dice la palabra de Dios, es que el dador alegre nunca tendrá necesidades porque la necesidad es lo contrario de la abundancia. Sin embargo, vemos mucha necesidad en el cuerpo de Cristo ¿Por qué? Porque los creyentes no son dadores alegres ¿Y por qué no son dadores alegres? Porque no tienen fe, ellos creen en Dios pero no creen en su palabra, si la creyeren, entonces serían dadores alegres y la ley de la fe cumpliría su propósito de darles en abundancia.

Jesús dijo que pusiéramos las manos sobre los enfermos y estos sanarían (Marcos 16:18) ¿Por qué no ponemos las manos sobre los enfermos, en lugar de llevarlos al médico? Porque no tenemos fe, creemos en Dios, creemos en Cristo, pero no creemos en la palabra de Dios. Solamente creemos, pero no tenemos fe.

La escritura dice que Abraham estaba plenamente convencido de Dios era poderoso para hacer todo lo que había prometido (Romanos 4:21). Esto nos enseña que la ley de la fe se cumple cuando estamos plenamente convencidos de que Dios cumple su palabra. No es estar medianamente convencidos, sino totalmente convencidos, como tan convencido está un juez cuando dicta una sentencia.

No es que hoy sí y mañana tal vez, es siempre sí. A los 100 años, Abraham llegó a estar plenamente convencido de que Dios le daría un hijo. La palabra "estar" significa tener conocimiento y convencimiento interior de que lo que Dios dice en Su Palabra es verdad. La fe es la seguridad interna de que sucederá lo imposible.

Volvamos al ejemplo de la enfermedad: supongamos que una persona tiene un tumor, entonces le pide sanidad a Dios, pero continúa con un tratamiento mientras llega el milagro. Eso es lo que haría un hombre sensato que se rige por las leyes de la lógica y la razón.

Pero para con Dios no hay sensatez (1 Corintios 3:19) porque la ley de la fe va en contra de la lógica y de la razón, haciendo las cosas de manera diferente e inimaginable.

Tal vez usted me diga que Dios puede utilizar el tratamiento médico para la sanidad; de ser así, entonces no le pida un milagro de sanidad a Dios, pídale que le de sabiduría a los médicos.

Si pedimos el milagro y hacemos el tratamiento, estamos tratando de ayudar a Dios, y si  le ayudamos a Dios, entonces no hay milagro.

El hombre natural, no percibe las cosas de Dios y no las puede entender porque para él son locura (1 Corintios 2:14). El   natural te dice: “está bien que confíes en Dios, pero tómate las pastillas, no hay nada que perder”.

El hombre natural es en realidad el hombre “carnal”, que no está plenamente convencido y trata de ayudarle a Dios. Sabemos que Dios puede y sabemos que Dios lo hará, pero tenemos que deshacernos de la carne y estar dispuestos a confiar en él para que suceda el milagro.

Cuando la Palabra haya comenzado a hacer su obra dentro de nosotros producirá convencimiento. Si usted no tiene el convencimiento, entonces métase en  la Palabra un poco más.

Lo que nos santifica y nos cambia el entendimiento para aumentar nuestra fe, es la lectura de la palabra de Dios (Juan 17:17). Ella es el alimento espiritual que necesitamos. Ser santificados no significa que ya no pecamos, significa hemos sido apartados para el Reino de Dios y que les leyes de ese Reino son las que ahora nos rigen.

Dios dice que el que siembra generosamente, generosamente segará. Pero no sembramos generosamente porque hay alguna medida de  incredulidad  en nosotros y lo que sembramos no produce fruto.
Si no podemos conseguir las cosas pequeñas por medio de la fe, nunca podremos conseguir las grandes. Dios empieza por probarnos con cosas pequeñas como el ofrendar.

Jesús dijo que no nos afanáramos por nuestra vida,  por lo que habríamos de comer, beber o vestir, dijo que no fuéramos hombres de poca fe, que más  bien buscáramos el reino de Dios y su justicia y todo lo que necesitamos sería añadido (Mateo 6:25-34).

Lo que Jesus nos estaba diciendo es que vivamos de acuerdo con la ley de la fe y él se encargará de proveernos. Mientras existan los afanes, la ley de la fe no puede surtir el efecto deseado.

Si no creemos que Dios nos puede proveer la comida diaria, ¿Cómo podemos recibir los diez millones de colones que necesitamos para iniciar nuestro negocio? Si  no creemos  que  Dios  nos  puede  quitar un dolor  en la  pierna  o en la espalda ¿Cómo podremos creer que nos va a sanar de un cáncer?
Tenemos que empezar a aprender con cosas pequeñas. Empiece confiando para que sean sanados tus dolores de piernas. Entonces podrás creer en Dios  para recibir cosas más grandes.

Dice Romanos 4:18 que Abraham creyó en esperanza contra esperanza, para legar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.

La expresión “esperanza contra esperanza” significa que Abraham no tenía ninguna esperanza, pero creyó contra toda esperanza. Eso es lo que exige la ley de la FE, creer contra toda esperanza.

Romanos 4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de  la matriz de Sara. 4:20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios.

Abraham se fijó en su cuerpo y posiblemente pensó: “Mi cuerpo no puede procrear, pero para Dios nada es imposible, prefiero dudar de la realidad de mi cuerpo que dudarle a Dios”.

Si queremos milagros, al igual que Abraham, tenemos que desechar la duda. Debemos ignorar las   circunstancias y simplemente creer en la palabra de Dios. La duda es como el hambre. Cuando tenga dudas, vaya y se alimenta de la palabra de Dios, que el hambre se quita comiendo.

Santiago 1:6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 1:7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

Pidan sin dudar dice Santiago, la duda puede venir, pero tenemos que rechazarla. No podemos evitar que las aves vuelen sobre nosotros, pero podemos evitar que hagan  un nido en nuestras cabezas.

Si las personas no se sanan cuando ponemos las manos sobre ellas, entonces Dios es un mentiroso.  Y si Dios ha mentido acerca de eso, puede que  haya mentido acerca de nuestra salvación. Entonces toda la biblia sería una farsa. Pero como Dios no miente, tenemos que creerle que al poner las manos sobre los enfermos éstos sanarán, pero tenemos que creer sin dudar. La duda es un impedimento para recibir cosas de Dios.

Recuerda que la palabra de Dios dice que los incrédulos tendrán su parte en el lago de fuego (Apocalipsis 21:8). Un incrédulo no es solamente aquel que no cree en Dios o en Cristo, un incrédulo es aquel que no cree en la palabra de Dios. Desdichadamente la mayoría de los creyentes son creyentes incrédulos que no obedecen la ley de la fe.

Si yo creo que Jesús me salvó, también debo creer que todo lo que pida de acuerdo a su voluntad, él me lo concederá. Ese es el fundamento de estar plenamente convencido, creer que Dios hará de lo que ha prometido. Si esto no funciona, tenga por seguro que no es Dios quien está equivocado, sino que la duda ha hecho su nido en nosotros.

Mateo 17:20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.

Note usted que no se necesita tener mucha fe para mover montes, se necesita tan solo la fe del tamaño de un grano de mostaza.

Romanos 8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.

Los que piensan en las cosas de la carne, son los que viven por vista, y de acuerdo a la lógica y la razón. Debemos pensar en las cosas del Espíritu, pensar que hay un mundo invisible que gobierna sobre el mundo invisible. Y que ese mundo invisible se hace visible a través de la ley de la fe, no a través de la lógica y la razón.

Es una realidad que pecamos por ley. Es una realidad que moriremos por ley. Es una realidad que nuestros cuerpos se volverán carroña. Pero también es una realidad que hay una ley que está por encima de la ley del pecado, por encima de la ley de la muerte, por encima de la ley que cambiará este cuerpo viejo y moral y lo transformará en un cuerpo nuevo e inmortal. Esa es la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús, que nos libra de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2), esa es la ley de la fe.

Romanos 4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.

La palabra "considerar" significa "razonar". Abraham razonó, él tomó en cuenta la realidad, pero la realidad no lo iba a limitar. Él sabía que Dios tiene leyes que están por encima de las leyes naturales.

Y Abraham no se debilitó en la fe. Eso quiere decir que algunos se debilitan. No quiere decir que no tienen fe; lo que quiere decir es que la realidad y no la ley de la fe dominan su vida.

Cada creyente tiene una medida de fe (Romanos 12:3). La única diferencia entre unos y otros es que algunos ven las circunstancias y se debilitan. Otros ignoran las circunstancias y le dan prioridad a la ley de la fe.

Hebreos 11:6 dice que sin fe es imposible agradar a Dios; y si no agradamos a Dios, no habrá milagros. Su billetera indica que no tiene dinero, pero la ley de la fe dice que no te faltará nada.  Usted tiene que decidir a quién le va a creer: a la billetera o a Dios.

Abraham llegó creerle más a Dios que a su cuerpo. Supongamos que él no le hubiera creído más a Dios que a su cuerpo.  No hubiera recibido nada, pero por el hecho de que estuvo dispuesto a creer la Palabra de Dios por encima de la realidad, Dios le dio concedió el milagro.

Estoy seguro que si Abraham viviera en estos días, le diríamos: " Abraham, lo que Dios quiso decirle es que adopte un niño". Pero Abraham nos diría: "No, Dios me va a dar un hijo a través de mi esposa y yo le creo a Dios."

Pueda que usted esté enfermo ahora mismo. Puede escoger. Fijarse en su cuerpo y los dolores que siente y quedarse enfermo o poner los ojos en Cristo y ser sanado.

Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…

La Biblia nos dice que pongamos los ojos en Jesús, no en las circunstancias ni en lo que nos rodea, es decir, que vivamos de acuerdo a la ley de la fe.

En aquellos días la gente pensaba que Abraham era tonto o loco. Igual creyeron de Noé. Hoy en día, muchos dirán que tú estás loco por vivir de acuerdo a la ley de la fe.

1 Corintios 1:18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden;  pero  a  los  que  se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

Y está bien que te traten de loco, porque la palabra de Dios es locura para los que se pierden, pero para el creyente es poder de Dios, entonces que viva la loca ley de la fe.

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