LA LEY DE LA FE
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Hay una ley que
predomina en el reino invisible de Dios, esa ley es la Ley de la fe. Nada se
mueve dentro del reino invisible sino es a través de la ley de la fe.
En el mundo
visible se nos ha enseñado a través de las religiones, que tenemos que ganarnos
la salvación y conseguir cosas de Dios a través de “nuestro comportamiento”. Eso
hace que unas personas “se jacten” de
ser mejores que otras.
Según el
diccionario, “la jactancia” es
presumir, es alardear de sí mismo y de sus logros. La jactancia es sinónimo de orgullo y de vanidad, y Dios
no quiere que nadie se jacte porque él quiere toda la gloria para Cristo.
El apóstol
Pablo escribió: “Tú, pues, que enseñas a
otro, ¿No te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿Hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿Adulteras?
Tú que abominas de los ídolos, ¿Cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley,
¿Con infracción de la ley deshonras a Dios?” (Romanos
2:21-24)
Aunque Pablo le
escribió eso a los romanos, también se aplica a ti y a mí. La verdad es que no
hay quien pueda jactarse, lo que hay son “muchos
hipócritas” que aparentan lo que no son, pero, a Dios nadie lo engaña:
“Él miró desde los cielos sobre los hijos de
los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios, más todos
se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno” (Salmo 14:2-3).
“¿Dónde, pues, está la jactancia?”, se pregunta Pablo Queda
excluida ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por “la ley de la fe” (Romanos 3:27).
En el reino invisible de Dios, la jactancia queda
excluida. Nadie puede jactarse por su comportamiento, lo único que nos queda es
ser justificados por la ley de la fe.
En el reino
invisible nadie es mejor que nadie, Dios nos ve a todos igual de pecadores y de
injustos, es la fe o no hay nada. La ley
de la fe predomina por encima del comportamiento y por encima de todo, es “fe más nada”. Esta “ley” se aplica no sólo a la justificación sino a cada aspecto de la
vida de los miembros del reino de Dios.
¿Qué es
entonces la ley de la fe? ¿Qué es esa ley que excluye la jactancia? Es el
principio que establece que no debemos
intentar merecer, porque no merecemos nada, entonces lo que vamos a hacer es
creerle a Dios con el corazón.
Nuestras obras no valen, me
refiero a las obras que hacemos para ser justificados ante Dios, debemos entender
que nuestra propia bondad es como maldad
a los ojos de Dios y él nunca nos justificará.
La justicia de
Dios es por medio de la fe en Jesucristo,
porque no hay diferencia, por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de
la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente
por su gracia, mediante la Fe en la
sangre de Jesús (Romanos 3:22-25).
Es no significa
que no debemos hacer buenas obras, todo lo contrario, las buenas obras hablan
de nuestra fe. Como dice Santiago: “Así
también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú
tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi
fe por mis obras”. (Santiago 2:17)
Hacemos buenas
obras, no para ser justificados, sino porque tenemos un corazón agradecido.
Entonces, las buenas obras vienen después de ser justificados, no como una
manera de conseguir esa justicia de
Dios. Más bien, el hecho de que Jesús muriera por nosotros, eso nos mueve y nos
motiva a hacer esas buenas obras.
Los miembros
del reino invisible de Dios debemos
cumplir con esa ley, no es opcional, es
obligatoria. Pablo escribió en Romanos
1:5: “y por quien recibimos la gracia
y el apostolado para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su
nombre”.
Si no obedeces
a la ley de la fe, tu vida va a ser una vida de insatisfacciones, de quejas, de
lamentos y sin esperanza.
¿Qué significa obedecer a la fe? Significa
dejar de vivir por vista, significa
creer en las promesas de Dios, independientemente de las circunstancias
negativas que pudieran rodearnos.
Veamos el
asunto del “pecado”. Hay creyentes que
no tienen paz por culpa de sus pecados, ellos ven sus pecados y se acusan, se
sienten mal y el mundo se les viene encima ¿Por qué? Porque no obedecen la ley
de la fe.
Si obedecieran
la ley de la fe, no se verían a ellos mismos, sino que se despojarían de todo peso del pecado y pondrían los ojos en el
consumador de la fe, el cual sufrió la cruz, y se sentó a la diestra del trono
de Dios, luego de perdonar sus pecados (Hebreos 12:1-2)
Veamos el
asunto de “las enfermedades”. Apenas
tenemos una molestia en nuestro cuerpo, lo primero que hacemos es acudir al
médico, en lugar de poner los ojos en aquel que
nos sanó por su llaga (1 Pedro 2:24)
y reclamar esa sanidad.
En cuanto a los
“otros asuntos”, económicos o de
cualquier otro tipo, la ley de la fe funciona de igual manera. No significa que
no tenemos que hacer nada, lo que significa es que lo primero que tenemos que
hacer es poner los ojos en aquel que todo
lo puede y para el que no hay imposibles.
La ley de la fe
es una nueva forma de vivir, tienes que ver las cosas de diferente manera a
como las ve el resto de la gente. Tienes que pensar de la misma manera que
piensa Dios, para eso tienes la palabra de Dios escrita, para saber cómo piensa Dios.
Tienes que “formatear” tu mente, quitar el viejo y
obsoleto sistema operativo e instalar en su lugar el sistema operativo divino.
Ya “no puedes conformarte a este mundo,
sino que tienes que renovar tu entendimiento para que compruebes cuál es la
voluntad de Dios agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
El pensamiento
“No puedo hacerlo” debe ser cambiado
por “todo lo puedo en Cristo que me
fortalece” (Filipenses 4:13) por
medio de la fe. ¿Y qué es la fe?
Hebreos 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve.
Podríamos
traducir ese versículo de la siguiente manera: “es pues la fe, la seguridad de que sucederá aquello que esperamos que
suceda, aunque no tengamos ninguna prueba visible de que así sea”.
El médico nos
dice que tenemos una enfermedad incurable, pero nosotros no vemos nuestro cuerpo,
vemos a Jesús en su trono, y entonces vemos la sanidad, eso es fe.
La cuenta se ha
hecho grande, estamos sin trabajo y el embargo es inminente, pero nosotros no
vemos el embargo, vemos a Jesús en su trono, entonces vemos el milagro
económico, eso es fe.
La ley de la fe
siempre hace que apartemos los ojos de la
realidad para ponerlos en Jesús, autor y consumador de la fe.
Ahora, debemos
tener muy en claro que hay una diferencia
entre creer solamente y en tener fe. Creer en lo que vemos, eso es una
creencia, eso no es fe. Creer en lo que no vemos, eso sí es fe.
Es muy fácil
creer en Dios, “porque las cosas
invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo
que no hay excusa para no creer en Dios” (Romanos 1:20)
Solo un
insensato pensaría que tanta maravilla, que tanta perfección, se formó así, de
la nada. Entonces es fácil creer en
Dios, pero no es fácil creerle a Dios, creerle
a Dios es fe.
Por ejemplo, la
palabra de Dios dice que Él hará que al dador alegre le abunde
para toda buena obra. Un dador alegre es aquel que ofrenda, no con tristeza ni por necesidad, sino
porque su corazón agradecido se lo pide (2 Corintios 9:7-8).
Lo que nos dice
la palabra de Dios, es que el dador alegre nunca
tendrá necesidades porque la necesidad es lo contrario de la abundancia. Sin
embargo, vemos mucha necesidad en el cuerpo de Cristo ¿Por qué? Porque los
creyentes no son dadores alegres ¿Y por qué no son dadores alegres? Porque no tienen fe, ellos creen en Dios pero no creen en su palabra, si la creyeren,
entonces serían dadores alegres y la ley de la fe cumpliría su propósito de
darles en abundancia.
Jesús dijo que
pusiéramos las manos sobre los enfermos y estos sanarían (Marcos 16:18) ¿Por qué no ponemos las manos sobre los enfermos, en
lugar de llevarlos al médico? Porque no tenemos fe, creemos en Dios, creemos en
Cristo, pero no creemos en la palabra de Dios. Solamente creemos, pero no tenemos fe.
La escritura dice que Abraham estaba plenamente convencido de Dios era poderoso para hacer todo lo que había prometido (Romanos 4:21). Esto nos enseña que la ley de la fe
se cumple cuando estamos plenamente
convencidos de que Dios cumple su palabra. No es estar medianamente
convencidos, sino totalmente convencidos, como tan convencido está un juez
cuando dicta una sentencia.
No es que hoy sí y mañana tal vez, es siempre
sí. A los 100 años, Abraham llegó a estar plenamente convencido de que Dios le
daría un hijo. La palabra "estar"
significa tener conocimiento y
convencimiento interior de que lo que Dios dice en Su Palabra es verdad. La
fe es la seguridad interna de que
sucederá lo imposible.
Volvamos al ejemplo de la enfermedad: supongamos que una persona tiene un tumor, entonces le
pide sanidad a Dios, pero continúa con un tratamiento mientras llega el
milagro. Eso es lo que haría un hombre sensato que se rige por las leyes de la lógica y la razón.
Pero para con Dios no hay sensatez (1 Corintios 3:19) porque la ley de la fe va en contra de la lógica y de la razón,
haciendo las cosas de manera diferente e inimaginable.
Tal vez usted me diga que Dios puede utilizar el
tratamiento médico para la sanidad; de ser así, entonces no le pida un milagro
de sanidad a Dios, pídale que le de sabiduría a los médicos.
Si pedimos el milagro y hacemos el tratamiento,
estamos tratando de ayudar a Dios, y si le ayudamos a Dios, entonces no hay milagro.
El hombre
natural, no percibe las cosas de Dios y no las puede entender porque para él
son locura (1 Corintios 2:14).
El natural te dice: “está bien que confíes en Dios, pero tómate
las pastillas, no hay nada que perder”.
El hombre natural es en realidad el hombre “carnal”, que no está plenamente
convencido y trata de ayudarle a Dios. Sabemos que Dios puede y sabemos que
Dios lo hará, pero tenemos que deshacernos
de la carne y estar dispuestos a confiar en él para que suceda el milagro.
Cuando la Palabra haya comenzado a hacer su obra
dentro de nosotros producirá convencimiento. Si usted no tiene el
convencimiento, entonces métase en la
Palabra un poco más.
Lo que nos santifica y nos cambia el
entendimiento para aumentar nuestra fe, es la lectura de la palabra de Dios (Juan 17:17). Ella es el alimento
espiritual que necesitamos. Ser santificados
no significa que ya no pecamos, significa hemos sido apartados para el Reino de Dios y que les leyes de ese Reino son
las que ahora nos rigen.
Dios dice que el que siembra generosamente,
generosamente segará. Pero no sembramos generosamente porque hay alguna medida
de incredulidad en nosotros y lo que sembramos no produce fruto.
Si no podemos conseguir las cosas pequeñas por
medio de la fe, nunca podremos conseguir las grandes. Dios empieza por
probarnos con cosas pequeñas como el ofrendar.
Jesús dijo que no nos afanáramos por nuestra
vida, por lo que habríamos de comer,
beber o vestir, dijo que no fuéramos
hombres de poca fe, que más bien buscáramos el reino de Dios y su justicia
y todo lo que necesitamos sería añadido (Mateo
6:25-34).
Lo que Jesus nos estaba diciendo es que vivamos
de acuerdo con la ley de la fe y él se encargará de proveernos. Mientras
existan los afanes, la ley de la fe no puede surtir el efecto deseado.
Si no creemos que Dios nos puede proveer la
comida diaria, ¿Cómo podemos recibir los diez millones de colones que
necesitamos para iniciar nuestro negocio? Si
no creemos que Dios
nos puede quitar un dolor en la
pierna o en la espalda ¿Cómo
podremos creer que nos va a sanar de un cáncer?
Tenemos que empezar a aprender con cosas
pequeñas. Empiece confiando para que sean sanados tus dolores de piernas.
Entonces podrás creer en Dios para
recibir cosas más grandes.
Dice Romanos
4:18 que Abraham creyó en esperanza
contra esperanza, para legar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se
le había dicho: Así será tu descendencia.
La expresión “esperanza contra esperanza” significa que Abraham no tenía ninguna esperanza, pero creyó contra toda esperanza. Eso es lo
que exige la ley de la FE, creer contra toda esperanza.
Romanos
4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como
muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. 4:20 Tampoco dudó, por
incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria
a Dios.
Abraham se fijó en su cuerpo y posiblemente
pensó: “Mi cuerpo no puede procrear, pero
para Dios nada es imposible, prefiero dudar de la realidad de mi cuerpo que
dudarle a Dios”.
Si queremos milagros, al igual que Abraham,
tenemos que desechar la duda. Debemos
ignorar las circunstancias y
simplemente creer en la palabra de Dios. La
duda es como el hambre. Cuando
tenga dudas, vaya y se alimenta de la palabra de Dios, que el hambre se quita
comiendo.
Santiago 1:6
Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda
del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 1:7 No
piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
Pidan sin dudar dice Santiago, la duda puede
venir, pero tenemos que rechazarla. No podemos evitar que las aves vuelen sobre
nosotros, pero podemos evitar que hagan
un nido en nuestras cabezas.
Si las personas no se sanan cuando ponemos las
manos sobre ellas, entonces Dios es un mentiroso. Y si Dios ha mentido acerca de eso, puede que haya mentido acerca de nuestra salvación.
Entonces toda la biblia sería una farsa. Pero como Dios no miente, tenemos que
creerle que al poner las manos sobre los enfermos éstos sanarán, pero tenemos
que creer sin dudar. La duda es un impedimento para recibir cosas de Dios.
Recuerda que la palabra de Dios dice que los incrédulos tendrán su parte en el lago
de fuego (Apocalipsis 21:8). Un
incrédulo no es solamente aquel que no cree en Dios o en Cristo, un incrédulo es
aquel que no cree en la palabra de Dios. Desdichadamente la mayoría de los
creyentes son creyentes incrédulos que no obedecen la ley de la fe.
Si yo creo que Jesús me salvó, también debo
creer que todo lo que pida de acuerdo a su voluntad, él me lo concederá. Ese es
el fundamento de estar plenamente
convencido, creer que Dios hará de lo que ha prometido. Si esto no
funciona, tenga por seguro que no es Dios quien está equivocado, sino que la
duda ha hecho su nido en nosotros.
Mateo
17:20 Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si
tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí
allá, y se pasará; y nada os será imposible.
Note usted que no se necesita tener mucha fe
para mover montes, se necesita tan solo la fe del tamaño de un grano de
mostaza.
Romanos
8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los
que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Los que piensan en las cosas de la carne, son
los que viven por vista, y de acuerdo a la lógica y la razón. Debemos pensar en
las cosas del Espíritu, pensar que hay un mundo invisible que gobierna sobre el
mundo invisible. Y que ese mundo invisible se hace visible a través de la ley
de la fe, no a través de la lógica y la razón.
Es una realidad que pecamos por ley. Es una realidad
que moriremos por ley. Es una realidad que nuestros cuerpos se volverán carroña.
Pero también es una realidad que hay una ley que está por encima de la ley del
pecado, por encima de la ley de la muerte, por encima de la ley que cambiará
este cuerpo viejo y moral y lo transformará en un cuerpo nuevo e inmortal. Esa
es la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús, que nos libra de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2), esa es la ley de la fe.
Romanos
4:19 Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como
muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara.
La palabra "considerar" significa "razonar". Abraham razonó, él tomó en cuenta la realidad, pero la
realidad no lo iba a limitar. Él sabía que Dios tiene leyes que están por
encima de las leyes naturales.
Y Abraham no
se debilitó en la fe. Eso quiere
decir que algunos se debilitan. No quiere decir que no tienen fe; lo que quiere
decir es que la realidad y no la ley de la fe dominan su vida.
Cada creyente tiene una medida de fe (Romanos 12:3). La única diferencia
entre unos y otros es que algunos ven las circunstancias y se debilitan. Otros
ignoran las circunstancias y le dan prioridad a la ley de la fe.
Hebreos
11:6 dice
que sin fe es imposible agradar a Dios;
y si no agradamos a Dios, no habrá milagros. Su billetera indica que no tiene
dinero, pero la ley de la fe dice que no te faltará nada. Usted tiene que decidir a quién le va a creer:
a la billetera o a Dios.
Abraham llegó creerle más a Dios que a su
cuerpo. Supongamos que él no le hubiera creído más a Dios que a su cuerpo. No hubiera recibido nada, pero por el hecho
de que estuvo dispuesto a creer la Palabra de Dios por encima de la realidad, Dios
le dio concedió el milagro.
Estoy seguro que si Abraham viviera en estos
días, le diríamos: " Abraham, lo que
Dios quiso decirle es que adopte un niño". Pero Abraham nos diría:
"No, Dios me va a dar un hijo a través de mi esposa y yo le creo a Dios."
Pueda que usted esté enfermo ahora mismo. Puede
escoger. Fijarse en su cuerpo y los dolores que siente y quedarse enfermo o poner
los ojos en Cristo y ser sanado.
Hebreos
12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…
La Biblia nos dice que pongamos los ojos en
Jesús, no en las circunstancias ni en lo que nos rodea, es decir, que vivamos
de acuerdo a la ley de la fe.
En aquellos días la gente pensaba que Abraham
era tonto o loco. Igual creyeron de Noé. Hoy en día, muchos dirán que tú estás
loco por vivir de acuerdo a la ley de la fe.
1
Corintios 1:18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se
pierden; pero a
los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de
Dios.
Y está bien que te traten de loco, porque la
palabra de Dios es locura para los que se pierden, pero para el creyente es
poder de Dios, entonces que viva la loca
ley de la fe.
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