jueves, 3 de mayo de 2018

LA LEY DE LA RECIPROCIDAD



LA LEY DE LA RECIPROCIDAD
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La segunda ley en importancia en el reino invisible, es la ley de la reciprocidad. Jesús reveló esta ley con una frase que transformaría el mundo entero: “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Lucas 6:30-31)

Esto es lo que se conoce como “la regla de oro”. Nosotros decimos que “no hagamos a otro lo que no queremos que nos hagan”, pero la regla de oro de Jesús dice que “hagamos a otro lo que queremos que nos hagan a nosotros”.

Jesús le agregó a esto un marco: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:37-38).

La regla de oro es la Ley de la reciprocidad que regula nuestra conducta para nuestro propio beneficio.

Si no juzgas no serás juzgado, si no condenas no serás condenado, si perdonas entonces serás perdonado.

Esta regla está regida por el amor, ella dice: “ama a tu enemigo y tu enemigo te devolverá el bien”, porque el que da amor, recibirá amor.

Esta Ley es un bumerang que funciona al contrario de como normalmente pensamos, y viene a dejar sin efecto “el ojo por ojo y el diente por diente”.

Está establecido por Dios que todo el bien que hagamos tendrá su recompensa, pero igual, todo el mal que hagamos traerá una recompensa negativa.

Esta Ley es un principio universal, fácil de identificar, porque abunda en el mundo físico que conocemos.  Es aquella Ley que dice que para toda acción hay una reacción, es decir, si usted sonríe posiblemente le sonreirán, si usted le pega a alguien, posiblemente le devuelvan el golpe.  Si somos amables, entonces encontraremos gente amable donde quiera que estemos.

Romanos 12:19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 12:20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 12:21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

Nunca te “saques el clavo”, la venganza es del Señor, deja que Él cobre tus deudas. Mejor dale de beber y de comer a tu enemigo, que haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.

En tiempos antiguos, a las personas que hacían el mal, les ponían un artefacto sobre la cabeza similar a una corona. Sobre la corona había una bandeja de poco fondo, en la cual se colocaban carbones encendidos que hacían que la temperatura de la cabeza aumentara causando gran dolor. Eso era amontonar ascuas de fuego, y el objetivo era hacer que la persona “recapacitara” y lo “pensara bien”, la próxima vez, que quisiera hacer el mal.
Amontonar ascuas de fuego significa entonces poner fuego sobre fuego en la cabeza de tu enemigo. Tu enemigo tiene la cabeza caliente y más caliente  se pondrá cuando le pagues bien por mal, porque se sentirá avergonzado, y eso “lo hará recapacitar” la siguiente ocasión que quiera hacerte mal.
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La ley de la reciprocidad debería ser aplicada por todos aquellos que tienen problemas económicos. Hay gente que gana mucho dinero y nunca le alcanza, es como si el diablo les robara y eso es exactamente lo sucede.

Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:11).

El devorador está aquí para robar, matar y destruir (Juan 10:10) y tú le abres la puerta con tu avaricia. Pero si das,  el Señor reprenderá al devorador  para que ya no destruya tu economía y evitar que tu trabajo sea estéril.

Si nunca ayudas a nadie, menos das ofrendas en su congregación, lo lógico es que tus ganancias se hagan agua. Por el contrario, la persona que da, siempre tiene.

El dicho: “manos que dan nunca estará vacías” es totalmente cierto, porque Dios prometió bendecir al dador alegre haciendo que siempre le abunde para toda buena obra (2 Corintios 9:7-8), es decir, Dios te sigue dando porque quiere que sigas dando; es la ley de la reciprocidad.

Recuerda que las promesas de Dios son en él sí y en Él amén, para su gloria (2 Corintios 1:20), de tal manera que si Dios prometió hacer que le abunde al que da, entonces él lo hará.  Él no es hijo de hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta (Números 23:19).

En muchas congregaciones he visto como los fieles le piden al pastor que ore por sus malas situaciones económicas, pero es triste decirlo, sus situaciones económicas irán de mal en peor.

Su  problema se va a resolver cuando ofrenden, no cuando oren, por más que oren, si no ofrendan, su problema no se resolverá, es la ley de la reciprocidad.

El problema está en su avaricia, tal vez digan: “es que no tengo nada que dar”. Claro que tienen, no se trata de la cantidad sino de la voluntad de dar que tengan.  

En una ocasión me sucedió que en uno de los estudios bíblicos había una persona con una gran necesidad. Yo no tenía un cinco en el banco y solamente me quedaban  20.000 colones que andaba en mi bolsillo.

Yo pensé: “Tengo que rendir lo poco que tengo hasta que me ingrese más dinero, así que no tengo nada que dar”.  

Inmediatamente el Señor me habló a mi mente y a mi corazón diciéndome: “claro que tienes, allí tienes 20.000 colones, anda coopera, o es que no confías en mí”.

Así que tuve que dar, y en menos de lo que esperaba, una persona me dijo que tenía una ofrenda para mí; es la ley de la reciprocidad.

De algo estoy seguro, si tienes problemas económicos, comience a dar. Dele a Dios ofrendas, dele de su tiempo, dele de su trabajo, dele de su amor. Como resultado  será arrojado en el regazo de Dios, que es bueno, apretado, remecido y rebosante.

Dios siempre cumple sus promesas, y él no desamparará jamás al dador alegre. Así que no te engañes, Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará (Gálatas 6:7), porque esa es la ley de reciprocidad del reino invisible.

No está malo que usted invierta en sus negocios, pero invertir en el reino de Dios es la mejor inversión.

No hacer el bien es pecado, dice Santiago (Santiago 4:17). “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10), y “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gálatas 6:6).

Dios nos ordena participar de toda cosa buena a quien nos instruye en el evangelio. ¿Cumples con esa orden? 

Todo empieza por casa, no es posible que tú tengas que dar y que tu maestro o algunos miembros de tu congregación estén pasándola mal. Muchas veces Dios permite que eso suceda para probarte.

Suponga por un momento,  que te estás cayendo en el cráter de un volcán bien candente y que una persona te rescata. Pues bien, eso es lo que hace el que guía a la salvación. Te rescató de ir a un lago de fuego por toda la eternidad. Piensa en eso y haz lo correcto, la salvación no tiene precio.


La palabra de Dios dice: “Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado” (Deuteronomio 16:16–17). Ya lo sabes!

La ley de la reciprocidad funciona en todos los aspectos de la vida. Entre más esfuerzo da usted en su trabajo, más rápido ascenderá. Quien no trabaja con ganas posiblemente nunca lo asciendan.

Hay personas que dan el mínimo de su esfuerzo en su trabajo, solo están pendientes del pago, son recibidores más que dadores y por eso siempre están mal. Hay empleados con iniciativa que levantan empresas pero hay otros que si no los despiden, la empresa quebraría.

Quienes aportan nuevas ideas, tiempo adicional e interés, son los que prosperan. Los demás pueden tener fe, creer y confesar pero nada recibirán ya que Dios no premia al negligente. Ya vimos en la Ley del uso que al negligente se le quitará lo poco que tiene.  

La persona que siempre pasa criticando, hiriendo y echando la culpa siempre a sus compañeros no ascenderá, recibirá lo que dio. Por el contrario quien se aplica y en lugar de criticar ayuda a su jefe para que la empresa crezca, recibirá posiblemente un aumento de sueldo.

El rey Salomón, el más sabio de los sabios, dijo: “Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿Quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:12-14)

No dejes de dar, da de tu tiempo y tu vida se alargará, da de tus bienes y tus bienes se incrementarán, da de tu amor y tu vida estará siempre llena de amor; es la ley de la reciprocidad…  


  

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