LA LEY DE LA RECIPROCIDAD
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La segunda ley en importancia en el reino
invisible, es la ley de la reciprocidad. Jesús reveló esta ley con una
frase que transformaría el mundo entero: “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas
que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también
haced vosotros con ellos” (Lucas
6:30-31)
Esto es lo que se conoce como “la regla de oro”. Nosotros decimos que “no hagamos a otro lo que no queremos que nos
hagan”, pero la regla de oro de Jesús dice que “hagamos a otro lo que queremos que nos hagan a nosotros”.
Jesús le agregó a esto un marco: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no
condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y se os
dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo;
porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:37-38).
La regla de oro es la Ley de la reciprocidad que regula nuestra conducta para nuestro
propio beneficio.
Si no juzgas no serás juzgado, si no condenas no
serás condenado, si perdonas entonces serás perdonado.
Esta regla está regida por el amor, ella dice: “ama a tu enemigo y tu enemigo te devolverá
el bien”, porque el que da amor, recibirá amor.
Esta Ley es un bumerang que funciona al
contrario de como normalmente pensamos, y viene a dejar sin efecto “el ojo por ojo y el diente por diente”.
Está establecido por Dios que todo el bien que
hagamos tendrá su recompensa, pero igual, todo el mal que hagamos traerá una
recompensa negativa.
Esta Ley es un principio universal, fácil de
identificar, porque abunda en el mundo físico que conocemos. Es aquella
Ley que dice que para toda acción hay una
reacción, es decir, si usted sonríe posiblemente le sonreirán, si usted le
pega a alguien, posiblemente le devuelvan el golpe. Si somos amables,
entonces encontraremos gente amable donde quiera que estemos.
Romanos 12:19
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios;
porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 12:20 Así
que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de
beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 12:21
No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Nunca te “saques
el clavo”, la venganza es del Señor, deja que Él cobre tus deudas. Mejor dale
de beber y de comer a tu enemigo, que haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.
En tiempos antiguos, a las personas que hacían el
mal, les ponían un artefacto sobre la cabeza similar a una corona. Sobre la
corona había una bandeja de poco fondo, en la cual se colocaban carbones
encendidos que hacían que la temperatura de la cabeza aumentara causando gran
dolor. Eso era amontonar ascuas de fuego, y el objetivo era hacer que la
persona “recapacitara” y lo “pensara bien”, la próxima vez, que quisiera
hacer el mal.
Amontonar ascuas de fuego significa entonces poner fuego sobre fuego en la cabeza de tu
enemigo. Tu enemigo tiene la cabeza caliente y más caliente se pondrá cuando
le pagues bien por mal, porque se sentirá avergonzado, y eso “lo hará recapacitar” la siguiente ocasión
que quiera hacerte mal.
dvertisements
La ley de la reciprocidad debería ser aplicada
por todos aquellos que tienen problemas económicos. Hay gente que gana mucho
dinero y nunca le alcanza, es como si el diablo les robara y eso es exactamente
lo sucede.
“Reprenderé
también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni
vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:11).
El devorador está aquí para robar, matar y destruir (Juan
10:10) y tú le abres la puerta con tu avaricia. Pero si das, el Señor reprenderá al devorador para que ya no destruya tu economía y evitar que
tu trabajo sea estéril.
Si nunca ayudas a nadie, menos das ofrendas en
su congregación, lo lógico es que tus ganancias se hagan agua. Por el
contrario, la persona que da, siempre tiene.
El dicho: “manos
que dan nunca estará vacías” es totalmente cierto, porque Dios prometió bendecir al dador alegre
haciendo que siempre le abunde para
toda buena obra (2 Corintios 9:7-8),
es decir, Dios te sigue dando porque quiere que sigas dando; es la ley de la
reciprocidad.
Recuerda que las
promesas de Dios son en él sí y en Él amén, para su gloria (2 Corintios
1:20), de tal manera que si Dios prometió hacer que le abunde al que da,
entonces él lo hará. Él no es hijo de hombre para que mienta ni hijo
de hombre para que se arrepienta (Números
23:19).
En muchas congregaciones he visto como los
fieles le piden al pastor que ore por sus malas situaciones económicas, pero es
triste decirlo, sus situaciones económicas irán de mal en peor.
Su problema se va a resolver cuando ofrenden, no cuando oren, por más que oren, si no ofrendan,
su problema no se resolverá, es la ley de
la reciprocidad.
El problema está en su avaricia, tal vez digan: “es que no tengo nada que dar”. Claro que
tienen, no se trata de la cantidad sino de
la voluntad de dar que tengan.
En una ocasión me sucedió que en uno de los
estudios bíblicos había una persona con una gran necesidad. Yo no tenía un
cinco en el banco y solamente me quedaban 20.000 colones que andaba en mi bolsillo.
Yo pensé: “Tengo
que rendir lo poco que tengo hasta que me ingrese más dinero, así que no tengo
nada que dar”.
Inmediatamente el Señor me habló a mi mente y a
mi corazón diciéndome: “claro que tienes,
allí tienes 20.000 colones, anda coopera, o es que no confías en mí”.
Así que tuve que dar, y en menos de lo que
esperaba, una persona me dijo que tenía una ofrenda para mí; es la ley de la
reciprocidad.
De algo estoy seguro, si tienes problemas
económicos, comience a dar. Dele a Dios ofrendas, dele de su tiempo, dele de su
trabajo, dele de su amor. Como resultado será arrojado en el regazo de
Dios, que es bueno, apretado, remecido y rebosante.
Dios siempre cumple sus promesas, y él no
desamparará jamás al dador alegre. Así que no te engañes, Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará (Gálatas 6:7),
porque esa es la ley de reciprocidad
del reino invisible.
No está malo que usted invierta en sus negocios,
pero invertir en el reino de Dios es la mejor inversión.
No hacer
el bien es pecado,
dice Santiago (Santiago 4:17). “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos
bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10), y “El que es enseñado
en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye” (Gálatas
6:6).
Dios nos
ordena participar de toda cosa buena a quien nos instruye en el evangelio.
¿Cumples con esa orden?
Todo empieza por casa, no es posible que tú
tengas que dar y que tu maestro o algunos miembros de tu congregación estén
pasándola mal. Muchas veces Dios permite que eso suceda para probarte.
Suponga por
un momento, que te estás cayendo en el
cráter de un volcán bien candente y que una persona te rescata. Pues bien, eso
es lo que hace el que guía a la salvación. Te rescató de ir a un lago de fuego
por toda la eternidad. Piensa en eso y haz lo correcto, la salvación no tiene precio.
La palabra de Dios dice: “Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada
uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te
hubiere dado” (Deuteronomio 16:16–17).
Ya lo sabes!
La ley de la reciprocidad funciona en todos los
aspectos de la vida. Entre más esfuerzo da usted en su trabajo, más rápido
ascenderá. Quien no trabaja con ganas posiblemente nunca lo asciendan.
Hay personas que dan el mínimo de su esfuerzo en
su trabajo, solo están pendientes del pago, son
recibidores más que dadores y por eso siempre están mal. Hay empleados con
iniciativa que levantan empresas pero hay otros que si no los despiden, la
empresa quebraría.
Quienes aportan nuevas ideas, tiempo adicional e
interés, son los que prosperan. Los demás pueden tener fe, creer y confesar
pero nada recibirán ya que Dios no premia
al negligente. Ya vimos en la Ley del
uso que al negligente se le quitará lo poco que tiene.
La persona que siempre pasa criticando, hiriendo
y echando la culpa siempre a sus compañeros no ascenderá, recibirá lo que
dio. Por el contrario quien se aplica y en lugar de criticar ayuda a su
jefe para que la empresa crezca, recibirá posiblemente un aumento de sueldo.
El rey Salomón, el más sabio de los sabios,
dijo: “Las riquezas y la gloria proceden
de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu
mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros
alabamos y loamos tu glorioso nombre. Porque ¿Quién soy yo, y quién es mi
pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo
es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crónicas 29:12-14)
No dejes de dar, da de tu tiempo y tu vida se
alargará, da de tus bienes y tus bienes se incrementarán, da de tu amor y tu
vida estará siempre llena de amor; es la ley de la reciprocidad…
gracias muy bonito
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