viernes, 28 de abril de 2017

DEBEMOS GUARDAR EL SABADO?

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Me consultan: ¿Debemos los cristianos guardar el sábado? Interesante pregunta, porque existe una gran controversia dentro del cristianismo, unos dicen que sí y otros dicen que no, pero ¿Qué dice la Biblia?

Génesis 2:2 Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.  2:3 Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.

El día sétimo es el último día de la semana. Dice la palabra de Dios que durante seis días, nuestro Padre Celestial estuvo ocupado con la creación y el sétimo día descansó de toda la obra que hizo. Y santificó ese día, es decir lo escogió como un día especial y sagrado para descansar y recordar la obra de sus manos.

Éxodo 16:23 Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová.

El santo día de reposo es el sábado para los hijos de Israel era también el sábado.

Éxodo 20:8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 20:9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 20:10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna,  tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 20:11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.

Dios les dio un mandamiento: “Acuérdate del día sábado para santificarlo”, es decir para apartarlo como un día de descanso dedicado exclusivamente para recordar la obra de Dios.
Lo que Dios está diciendo es: “tienes seis días para  prestar servicio y hacer todo tu trabajo, pero el sétimo día es mi día, no trabajes, dedica ese día para acordarte de mí”.
¿GUARDABAN LOS JUDIOS EL SÁBADO
ANTES DE LA LEY?

Algunos estudiosos de la biblia afirman que Dios mandó que se observara el sábado desde el Génesis 2, cuando descansó al sétimo día y que los hijos de Israel ya lo guardaban antes que viniese la ley. Eso no es cierto,  Génesis 2 no contiene ninguna ordenanza que diga que hay que guardar el sábado, solamente narra lo que Dios hizo en el sétimo día.
No hay ningún texto bíblico que diga que los hombres observaban el sábado antes de Moisés. La observancia se hizo obligatoria con la ley que Dios le dio al pueblo judío a través de Moisés.

Moisés dijo a los israelitas: “Jehová nuestro Dios celebró un pacto con nosotros en Horeb”, la región montañosa donde se encuentra el monte Sinaí. Este pacto incluía guardar el sábado (Deuteronomio 5:2, 12).

Deuteronomio 5:13 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 5:14 mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. 5:15 Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.

En el verso 15 se de este pasaje de la ley se dice claramente que Dios ordenó al pueblo judío guardar la ley para que se acordaran que los sacó con mano fuerte y brazo extendido de Egipto.
Como vemos, la ordenanza de guardar el sábado era exclusivamente para los judíos porque solamente ellos fueron liberados de la esclavitud de Egipto. Nada tiene que ver esa ordenanza con los gentiles.
Si los judíos hubieran observado la ley del sábado antes de la ley, ¿Por qué les habría dicho Dios que guardar el sábado les serviría para recordar que fueron liberados de Egipto?

Éxodo 16:25 Y dijo Moisés: Comedlo hoy, porque hoy es día de reposo para Jehová; hoy no hallaréis en el campo. 16:26 Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es día de reposo; en él no se hallará.

¿Por qué Dios les tuvo que decir a los hijos de Israel que no podían recoger maná en el sétimo día, si ellos ya guardaban el sábado antes de la ley. La respuesta es una: porque no lo hacían, nunca lo habían hecho,  no tenían ninguna prohibición al respecto.

Números 15:32 Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. 15:33 Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; 15:34 y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. 15:35 Y Jehová dijo a Moisés: Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. 15:36 Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés.

Note usted que en el éxodo hacia la tierra prometida, un hombre recogía leña en el día de reposo, entonces lo pusieron en la cárcel pero no sabían que castiga darle ¿Por qué? Por qué nunca antes de la Ley de Moisés se había aplicado la observancia del sábado.
Dios le ordenó a Moisés que ese hombre debía morir a pedradas. El incumplimiento de este mandato no era un juego, era de vida y de muerte.
El día de reposo empezaba la noche del viernes y terminaba la noche del sábado. Ese día nadie podía salir de la ciudad, encender un fuego, recoger leña o llevar alguna carga (Éxodo 16:29; 35:3; Números 15:32-36; Jeremías 17:21). Si alguien no guardaba el sábado, se le castigaba con la muerte (Éxodo 31:15).
También se consideraban sábados otros días del calendario judío, el año sétimo y el año quincuagésimo, es decir, el año cincuenta. En estos años sabáticos, no se podía cultivar la tierra y los israelitas quedaban libres de deudas (Levítico 16:29-31; 23:6, 7, 32; 25:4, 11-14; Deuteronomio 15:1-3).
Algunos maestros de la Biblia dicen que los cristianos debemos guardar el día de reposo porque según lo explica Pablo en la carta a los romanos: “no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Romanos 9:8).
Con base en ese versículo afirman, que si somos hijos de Dios, somos parte del pueblo de Dios, somos israelitas espirituales, por lo tanto debemos guardar el sábado porque según la ley la observancia del sábado es un pacto perpetuo.

¿PACTO PERPETUO?

Éxodo 31:16 Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. 31:17 Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.

En este pasaje Dios da otra motivación por la cual los judíos debían guardar el sábado. Aquí no dice que debían guardarlo porque los sacó de Egipto, sino porque él descansó el sétimo día de toda su obra y eso hay que celebrarlo guardando el sábado. Aquí se dice que esa observancia es un pacto perpetuo, una señal para siempre entre Dios y los hijos de Israel.
La verdad es que la palabra hebrea que se traduce por perpetuo se puede entender “por tiempo indefinido” o “mientras esté vigente la ley” o pacto antiguo. Eso lo podemos ver en el siguiente pasaje:

Éxodo 40:15 y los ungirás, como ungiste a su padre, y serán mis sacerdotes, y su unción les servirá por sacerdocio perpetuo, por sus generaciones.

Este versículo dice que el sacerdocio es perpetuo, por sus generaciones. Sin embargo  el sacerdocio levítico fue abrogado  con el nuevo pacto (Hebreos 7:18) y se estableció un nuevo sacerdocio, el sacerdocio de la orden de Melquisedec y el único sacerdote es Cristo Jesús (Hebreos 7:21-22), lo que nos deja claro que “perpetuo” significa “mientras la ley estuviese vigente”.
Así como el sacerdocio levítico era únicamente mientras estuviera vigente el viejo pacto, de igual manera la observancia del sábado es “hasta la vigencia de la ley”. Lo mismo sucede con el pago de los diezmos y otras observancias de la ley.
Otros van más allá e insisten que debemos guardar el sábado porque Jesús lo guardó. Claro que Jesús lo guardó porque él era respetuoso de la ley y la cumplió en todas sus partes.
Jesús debió hacerlo porque él nació bajo la ley (Gálatas 4:4) y estaba obligado a obedecerla. De hecho, fue Jesús el que le dio fin a la ley:

Efesios 2:14 Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 2:15 aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, 2:16 y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

Jesús es nuestra paz, él de ambos pueblos: el judío y el gentil, hizo uno solo, derribando en su carne la pared intermedia que los separaba, esa pared era la ley.
Con los versículos estudiados, podemos concluir fácilmente que los creyentes del nuevo pacto no estamos obligados a guardar el sábado ni nada de la ley.
El apóstol Pablo dice claramente que los gentiles no tienen ley (Romanos 2:14), que la ley de nosotros está en nuestros corazones (verso 15).
Solamente los hijos de Israel tenían que guardar el sábado, ellos estaban obligados a cumplir con todo lo que señalaba la ley que Dios le dio a Moisés (Deuteronomio 5:2, 3; Ezequiel 20:10-12).
Dios nunca pidió a los demás que lo hicieran. Además, gracias al sacrificio de Jesús, ya nadie, ni siquiera el pueblo judío está obligado a cumplir la Ley de Moisés, que incluye los Diez Mandamientos.
Dice el apóstol Pablo que estamos libres de la ley por haber muerto para aquella (Romanos 7:6) ¿Cuándo morimos? Cuando nos bautizamos (Romanos 6:3-7).  
La palabra de Dios que  la ley es nuestro ayo (guía) para llevarnos a Cristo a fin de que fuésemos justificados por la fe, Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo, porque todos los que hemos sido bautizados en Cristo, de Cristo estamos revestidos” (Gálatas 3:24-27)
Nosotros, los del Nuevo pacto no estamos bajo la ley del viejo pacto, sino bajo la gracia (Romanos 6:14) del nuevo pacto, alabado sea el Señor.  
Hebreos 8:13 Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.

¿Qué más claro que esto?

OBLIGAR A GUARDARLO
ES PERTUBAR LAS ALMAS

Hechos 15:24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley,

Según los apóstoles de Cristo, el mandar a circuncidar a un creyente y obligarlo a guardar la ley, no es algo que ellos enseñaron, eso es perturbar las almas.

Gálatas 4:9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? 4:10 Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.

Ya no estamos obligados a guardar las fiestas ni el día de reposo, eso es volver a los débiles y pobres rudimentos, eso es querer volverse a esclavizar, dice el apóstol Pablo.

¿GUARDAR EL DOMINGO?

Una gran mayoría de creyentes afirma que los del nuevo pacto las cosas. La Biblia no dice en ninguna parte que los cristianos tienen que guardar el domingo para descansar y a adorar a Dios. No hay versículo mediante el cual se diga que el día de reposo fue cambiado para el domingo, lo que dice es que ya no hay que guardarlo.
La enciclopedia Encarta dice que  fue el emperador Constantino I el que lo instituyó como día de reposo. A partir del siglo IV la legislación civil y eclesiástica reguló el trabajo y prescribió el culto.
Durante cuatrocientos años, ningún creyente, ni siquiera los apóstoles guardaron el sábado ni tampoco el domingo. Fue el emperador Constantino el que ordenó guardar el domingo, fue un hombre, no fue Dios el que ordenó tal cosa.
Pero, ¿Qué ocurre con los relatos de la Biblia que parecen indicar que el domingo era un día especial? Las Escrituras dicen que el apóstol Pablo tomó una comida con un grupo de cristianos “el primer día de la semana”, es decir, el domingo. Pero lo hizo, no porque el domingo fuera un día especial, sino porque se iba de viaje al día siguiente (Hechos 20:7).
Asimismo, se les dijo a algunas congregaciones que apartaran cierta cantidad de dinero el “primer día de la semana” porque se estaban reuniendo ese día en aquel tiempo.
La iglesia primitiva se congregaba todos los días, no se congregaba únicamente el domingo, sin embargo el domingo era un día especial, claro que lo era porque ese día resucitó nuestro Señor Jesús.
¿Qué mejor día para congregarse  y recordar al salvador que el día que Sin embargo, eso no es un mandamiento divino. No hay ninguna obligatoriedad bíblica en ese sentido ¿Qué dijo Pablo?

Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios (Romanos 14:1-6).

Lo que Pablo dice es que cada creyente decida lo que va a hacer convencido en su propia mente. No debemos dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre (Hebreos 10:25), pero el día es lo de menos. Lógicamente que en nuestra sociedad el día más apropiado es el domingo, porque es el único día que la gran mayoría de personas no labora. Pero cada congregación tome su propia decisión.
Concluimos entonces que nadie está obligado a guardar el sábado ni el domingo, no existe ningún versículo bíblico que diga tal cosa. Pero, y ciertamente, todos los días son buenos para recordar al Dios todopoderoso y alabarlo, lo mismo que a su hijo Jesucristo, quien vino a dar su vida por nosotros.




ADONDE VAN LOS MUERTOS?

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Para morir, el único requisito es estar vivo, la muerte, puede visitarnos en cualquier momento. Un paro cardiaco, un accidente o una enfermedad, podrían acabar con nuestra vida. Esa es una realidad de la que no podemos escapar. Ahora, ¿Ha pensado usted, a dónde iría, si muriera en este momento? ¿Cómo saberlo? A través de la  Biblia que es la palabra de Dios. Ella es la única fuente cierta que tenemos acerca del origen del hombre y de su destino final.

Génesis 1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.

La Biblia revela que Dios creó al hombre conforme a su imagen y semejanza ¿Qué es lo que eso significa? La respuesta la encontramos en Juan 4:24. Allí se dice que Dios es espíritu, lo  que significa que si somos creados conforme a su semejanza es que somos espíritus como él. Y que seamos creados a su imagen, es que  reflejamos a Dios en nosotros.
Dice Génesis 2:7  que “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Ese soplo de vida es el espíritu porque es el espíritu el que da vida (Juan 6:63).
Entonces Dios formó el cuerpo del hombre del polvo de la tierra, posteriormente y mediante un soplo de vida le introdujo el espíritu, y así el hombre fue un ser viviente, con la naturaleza de Dios (espíritu)  pero  también   con  la naturaleza terrenal (cuerpo).
Por eso la palabra de Dios dice que el hombres es espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23), es decir, el hombre es un espíritu que posee un alma y que mora en un cuerpo. El alma la componen la mente, la voluntad, las emociones y los sentimientos. El cuerpo es el vestido del hombre, es lo que vemos y es temporal, pero el espíritu no lo vemos, es invisible y es eterno.
Cuando el vestido del hombre se deteriora y ya no sirve para nada, entonces se sucede la muerte del cuerpo, el cual vuelve a ser polvo. Entonces es hora que el espíritu vaya  al lugar que Dios le tiene preparado. Es aquí donde entra el evangelio y donde nos hacemos la pregunta ¿A dónde van los muertos?

La Biblia dice en Eclesiastés 12:7  que al morir, el cuerpo del hombre vuelve al polvo donde fue tomado y el espíritu al lugar que Dios le tiene preparado.
Luego de crear al hombre Dios puso dos árboles en el jardín del edén. Si el hombre comía del árbol de la vida, obtendría vida eterna, pero si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal, entonces moriría. El hombre fue advertido:

Génesis 2:16-17 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.

Desdichadamente apareció Satanás, disfrazado de serpiente y dijo: “No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-5).
Satanás sembró la duda, dijo que Dios estaba mintiendo, que no morirían sino que serían como Dios ¿A quién le creyó el hombre? Le creyó a al diablo y no a Dios y comió del fruto prohibido.
Entonces un espíritu con el sobrenombre de “pecado” se introdujo en el hombre (Romanos 7:17) y lo hizo cometer pecados y así “la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron” (Romanos 5:12).
No hay un solo hombre que no haya pecado, excepto Jesús. Todos pecamos y todos morimos por culpa del pecado. El cuerpo es enterrado y vuelve a ser polvo y el espíritu viaja al lugar que Dios le tiene preparado ¿Y cuál es ese lugar? Jesús nos da la respuesta:

Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed (Lucas 12:4-5).

Jesús dijo que no tuviéramos miedo de la muerte del cuerpo, sino que tuviéramos miedo, de que al morir nuestros espíritus fueran enviados al infierno.
Lucas 16:19 Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 16:20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 16:21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 16:22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 16:23 Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 16:24 Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

En esta historia que narró Jesús mueren dos personas. El espíritu del mendigo cuyo nombre era Lázaro fue llevado al paraíso. Por su parte, el espíritu del rico fue llevado al hades o infierno. El Paraíso es un lugar de paz, mientras que el hades es un lugar de tormento.
Una vez allí, en cualquiera de esos lugares, no se puede cambiar de destino (Lucas 16:26), no se puede pasar del infierno al paraíso ni del paraíso al infierno. Y no hay ningún lugar intermedio llamado purgatorio, eso es un invento del catolicismo romano  que no tiene ningún fundamento en la palabra de Dios.
Una vez que nos vamos de este mundo, ya no hay otra oportunidad, es mientras estamos en el cuerpo que podemos obtener la visa al cielo. Una vez que salimos del cuerpo, ya no existe otra oportunidad.

¿CÓMO OBTENER LA VISA AL PARAISO?

Romanos 3:23 Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.

La Biblia dice, que todos, absolutamente todos pecamos y estamos destituidos de la gloria de Dios. Así, que en el pasaporte de todos los seres humanos la única visa que hay es la visa al infierno. Sin embargo, por el inmenso amor, que nos tiene, Dios nos quiso dar una oportunidad y para ello envió a su hijo.

Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 3:18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Dios no envió a su hijo a condenarnos, pues ya estamos condenados por culpa del pecado. Lo envió a morir por todos nuestros pecados y que pudiéramos obtener la visa al cielo.
El que crea que Jesús vino a eso, tiene la oportunidad de obtener la Visa al cielo y salvarse de la condenación en el infierno. Ahora, el que no crea, está condenado y se queda con su visa al infierno.

Efesios 2:8-9 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.

En esta escritura se mencionan cuatro requisitos necesarios para obtener la visa al reino de Dios, estos son: gracia, fe, obras gloria.

GRACIA: “Porque por gracia sois salvos”. El primer requisito para obtener la visa es la gracia. ¿Y qué es la gracia? La misma escritura nos dice que la gracia es un don de Dios, es lo que Dios nos da de manera gratuita. No es algo que nos hemos ganado sino que es el favor inmerecido de Dios. Gracia es lo que fluye del cielo a la tierra, no es lo que fluye de la tierra al cielo. Las religiones enseñan que debemos ganarnos la visa a través de nuestro comportamiento, pero  Dios dice que no es a través de nuestro comportamiento, que  él nos regala la visa.

FE: El segundo requisito para obtener la visa, es la fe. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe”. La manera de obtener la gracia de Dios, no es a través de nuestros méritos, sino a través de la fe. Esa fe consiste en creer y confesar que Jesús es el Señor y que Dios lo levanto de los muertos, pero no es creer con la mente, sino con el corazón (Romanos 10:9-10).

OBRAS: El tercer requisito para obtener la visa es que no haya obras. “No por obras” dice la palabra de Dios. Las obras se oponen a la gracia. ¿Qué son las obras? Son los méritos humanos. Hacer obras es buscar ser justificados por nuestro comportamiento. No hay un solo ser humano que haya hecho méritos suficientes para obtener la visa al cielo, así que debe creer en Jesús para obtenerla. Si hace obras, en la embajada del Reino de Dios te negarán la visa.

Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.

Ahora, si usted ha obtenido la visa al cielo, y aun así insiste en justificarse a través de su comportamiento o con el intento de cumplir la ley, caerá de la gracia y la visa le será anulada.
Todas las religiones enseñan, que para obtener esa preciosa visa, debemos cumplir la ley de Moisés o hacer méritos, pero eso es totalmente falso, eso es lo que quiere Satanás que creamos para que no obtengamos la visa, o para que la misma sea anulada.

Romanos 9:31- 32 Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo.

La Biblia nos pone el ejemplo de Israel, dice que no alcanzó la justicia de Dios, porque la quiso obtener por obras, no por fe. Las obras se oponen a la gracia, de tal manera que en lugar de ayudarnos a obtener la visa, nos lo impide, al igual que les pasó a los judíos.

Gálatas 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Si tuviésemos que cumplir la ley, para ser justificados, estaríamos desechando la gracia de Dios, entonces Cristo murió en vano. Ya Cristo cumplió la ley por nosotros. Dios no nos pide que hagamos nada, sino que creamos en lo que hizo Jesús,  porque por gracia sois salvos, por medio de la fe.

GLORIA: el cuarto requisito se concentra en la palabra gloria: “para que nadie se gloríe”. Las obras o méritos humanos dan gloria al hombre y como Dios quiere toda la gloria para Cristo, las obras son un impedimento para la salvación. Si el hombre se gloriara por haber hecho por lo menos un mérito de 1 % a través de las obras, le restaría ese porcentaje a la gloria de Jesús y Dios no lo va a permitir.
Como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor (1 Corintios 1:31). Jesús es el único que merece toda gloria, de allí que toda gloria humana nos impide obtener la visa o nos hace perderla.
Resumimos entonces que para obtener la visa al cielo, se necesita la gracia de Dios que obtenemos a través de la fe en Cristo, sin que haya obras de por medio, para que nadie se gloríe.

 CREER Y BAUTIZARNOS

Pero hay algo más, Jesús dijo que para ser salvos debíamos creer y bautizarnos (Marcos 16:16). Jesús dijo: “El que creyere”. ¿El que creyere qué? El que creyere que Jesús es el hijo de Dios que vino a morir por nosotros y que luego de morir fue resucitado por el Padre.

1 Juan 2:22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 2:23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre..

El que no cree que Jesús es el Cristo, tiene el espíritu del anticristo y no obtendrá la visa al cielo.
Jesús agregó: “y fuere bautizado”. Jesús dijo que además de creer, debemos ser bautizados. En la mayoría de las congregaciones evangélicas enseñan que con tal solo creer en Cristo ya obtenemos la visa al cielo y se fundamentan en el siguiente versículo:

Juan 1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.

Los hijos de Dios son todos aquellos que obtienen la visa al cielo. Pero lea con atención,  el versículo no dice que los que creen se convierten en hijos de Dios y obtienen la visa al cielo, lo que dice es que los que creen adquieren la potestad o el derecho de convertirse en sus hijos. No se convierten inmediatamente en hijos de Dios porque falta un requisito: bautizarse.
La palabra bautismo viene del griego original baptismun, que significa sepultura. Jesús exige que al igual que él fue sepultado, nosotros también lo seamos a través del bautismo. El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:

Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?
6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

Pablo dice, que en el bautismo, somos sepultados y resucitados con Cristo. Es lo que Jesús llamó un nuevo nacimiento, él dijo a Nicodemo que para obtener la visa al reino de Dios había que nacer de nuevo:

Juan 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

Entienda que todos los seres humanos somos hijos de Adán. Para convertirnos en hijos de Dios, tenemos que darle muerte al nacido en Adán y nacer de nuevo como hijos de Dios. No significa que tenemos que suicidarnos, Dios lo resolvió todo a través del simbolismo del bautismo.
Jesús dijo que hay que nacer del agua, en clara referencia a las aguas del bautismo y que también había que nacer del Espíritu. Eso es, que al bautizarnos Dios pone al Espíritu Santo dentro de nuestro espíritu (Ezequiel 36:27), es decir, somos engendrados con el ADN divino.
El apóstol Pedro lo confirmó el día de Pentecostés, él lleno del Espíritu Santo predicó por primera vez el evangelio y acusó a los judíos de matar al Mesías. Estos creyeron y se compungieron de corazón. Entonces preguntaron qué hacer. Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo (Hechos 2:38).
Pedro les dijo, arrepiéntanse de haber matado al Mesías y bautícense para el perdón de sus pecados. Pedro dejó claro que el bautismo es “para perdón de pecados”.
El señor Jesús perdonó todos nuestros pecados en la cruz y derramó su sangre para ese perdón, pero para que ese perdón se haga efectivo, debemos bautizarnos.

Y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. (Hechos 2:39). 
Pedro agregó que el bautismo es también para recibir el Espíritu Santo, confirmando lo que ya dijimos. En numerosas iglesias, se enseña que al creer en Cristo se recibe el Espíritu Santo, pero eso es totalmente falso, el Espíritu Santo se recibe en el bautismo. Pedro dijo: “y recibiréis el don del Espíritu Santo al bautizarte
Para los que tienen dudas, veamos el caso de la conversión de Pablo. Ananías vino a Pablo y le dijo: “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre” (Hechos 22:16).
Pablo ya había creído, pero al creer no le fueron lavados los pecados. Tuvo que vivir la experiencia del bautismo. Ananías le dijo: “levántate bautízate y lava tus pecados”.
Ananías confirma las palabras de Pedro y ordena a Pablo que se bautice para sea limpio de todo pecado. Como puedes ver, la Escritura es consistente en cuanto a sus principios.

Romanos 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Si una persona no tiene el Espíritu Santo, no es hijo de Dios y para tener el Espíritu necesita bautizarse. Al diablo le interesa que usted no se bautice, para que no obtenga la visa al Paraíso de Dios.  ¿A quién le cree usted? Yo le creo a Cristo.

Gálatas 3:26-27 Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

Todos los que han creído y se han bautizado se han quitado la vestidura de Adán y se han revestido de Cristo Jesús.

Romanos 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

Esta escritura dice que el que ha muerto ha sido justificado del pecado. ¿Cuándo morimos? En el bautismo. El que no ha muerto en el bautismo, no ha sido justificado de sus pecados y al morir, irá al infierno, porque la visa al Paraíso le será denegada.

1 Pedro 3:20-21 Los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo.

El apóstol Pedro compara las aguas del diluvio con las aguas del bautismo. Y dice que el bautismo que corresponde a esto, ahora nos salva. Aquellos que no pasan la prueba del agua no son salvos.
En los días de Noé, todos fueron sumergidos en el agua, pero solamente ocho almas emergieron de ella, el resto perecieron. Solamente los que entran a las aguas y salen de ella se salvan de la ira de Dios.
Ser bautizado significa pasar por el juicio de la ira de Dios. El que se bautiza no sólo ha venido a pasar por el juicio de la ira de Dios, sino que ha salido exento de toda culpa de ese juicio.
Al emerger, se muestra que la persona ha salido absuelta de toda condenación. El bautismo significa pasar mediante agua y salir de ella. Usted debe hacer énfasis en el aspecto de “salir”, porque en los tiempos de Noé, todos entraron en el agua, pero solamente ocho almas salieron de ella.
Lo que esto significa es que muchas personas de bautizan para pertenecer a cierta congregación, otras porque es una ordenanza que cumplir, e ingresan a las aguas sin ser conscientes de que el bautismo es muerte y vida,  entonces salen de las aguas, tal y como entraron, sin que sus pecados sean lavados. Tenemos que creer en el evangelio pero también tenemos que creer en el bautismo y saber lo que éste significa.
Muchos lectores, que son católicos, dirán que fueron bautizados de niños. Debo decirles que ese bautizo no tiene validez porque para que una persona sea salva, lo primero que debe hacer es creer y luego bautizarse. Un niño no cree en nada, de tal manera que el bautismo es inefectivo. Primero debes creer, luego te bautizas, no es al revés.




ARGUMENTOS EN CONTRA DEL BAUTISMO

El diablo ha levantado muchos argumentos en contra del bautismo, porque no quiere que nadie obtenga la visa al Paraíso. Uno de ellos, es que el ladrón que Jesús perdonó en la cruz no se bautizó. Permítame decirle que existen dos pactos, uno antes y otro después de Cristo. Nosotros estamos bajo el nuevo pacto y debemos bautizarnos. El ladrón estaba bajo el viejo pacto y no necesitaba estar bautizado sino circuncidado. Era judío y estaba circuncidado porque de acuerdo con la Ley de Moisés, todos los judíos eran circuncidados a los 8 días de nacidos (Génesis 17:12).

Colosenses 2:11-12 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.

La circuncisión es un despojo de la carne; los judíos se circuncidaban como señal, de que ya no obedecerían la carne pues se despojaban de ella para obedecer a Dios; eso era bajo el Viejo Pacto.
Nosotros que estamos bajo el nuevo Pacto, no nos circuncidamos, sino que nos bautizarnos. El bautismo, es una circuncisión espiritual dice Colosenses. Sin bautismo, no hay circuncisión espiritual, no hay despojo de la carne y no hay visa al reino de Dios.
Otros argumentan que el bautismo es una obra porque no entienden la palabra obra. Obrar es hacer méritos para salvarnos. ¿Qué méritos humanos hay en el bautismo? Ninguno. El bautismo no es una obra, es un requisito para obtener la visa que Dios exige, sin que haya en ella mérito humano alguno.
El bautismo es el reconocimiento de la muerte de Cristo y la autorización para que se nos sepulte con él. Todo el mérito en el bautismo es de Cristo y nada más.
Hay muchos argumentos en contra del bautismo, ese es el trabajo del diablo. Yo me podría referir a cada uno de esos argumentos y demostrar que carecen de fundamento, pero mejor les menciono lo que dijo el apóstol Pablo:

1 Timoteo 6:3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 6:4 está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 6:5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.

Jesús enseñó que debemos creer y bautizarnos para ser salvos. Y Pablo  dice que si alguno enseña otra cosa y no se conforma las palabras de Jesús, nada sabe, no es que sabe un poquito, no sabe nada, está envanecido y tiene corrupto el entendimiento, el evangelio es para él tan solo una fuente de ganancia. 
Pablo nos ordena apartarnos de todo pastor, evangelista, apóstol o como se haga llamar, que enseñe que el bautismo no es necesario para la salvación, porque no se está conformando a las palabras de Jesús y sus malas enseñanzas están impidiendo que las personas obtengan la visa al Paraíso.  Si ya tienes la visa al Paraíso, cuídala, no permitas que te la anulen. Si no la  tienes, entonces “¿Qué esperas? levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” para que puedas obtenerla. Amén





jueves, 27 de abril de 2017

SED SANTOS PORQUE YO SOY SANTO

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Escrito está “sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16) y “seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
Fundamentados en estos versículos se está vendiendo en las tiendas cristianas “la doctrina de la santificación”, la cual exige a los creyentes abstenerse de pecar para llegar a ser tan santos como Dios ¿Realmente podemos ser santos? Veamos otro versículo:

1 Samuel 2:2 No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro.

Pareciera que hay una contradicción. Unos versículos dicen que tenemos que ser santos como Dios y otro señala que solamente Dios es santo, que no hay santos aparte de Dios.  
Lo que sucede es que la palabra “santo”, en el original es “qadôsh” y tiene dos significados 1) puro y 2) consagrado. “Puro” significa sin mancha ni pecado y “consagrado significa apartado o dedicado para Dios.
Esto lo podemos ver en el Viejo Testamento donde  algunos objetos, lugares y días son declarados como santos. ¿Cómo pueden los objetos ser santos? Porque son dedicados o apartados para Dios.

Génesis 2:3 Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.

Aquí vemos que Dios “santificó” el sábado o sea lo “escogió” como un día que debía dedicarse para ministrarlo a él. 

Deuteronomio 7:6 Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra.

Levítico 20:26 Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.

Aunque el pueblo de Israel era un pueblo pecador e idólatra, podemos leer en los anteriores dos versículos que Dios lo llama pueblo santo porque Él lo escogió y lo apartó de entre todos los pueblos de la tierra para que le sirviera.

Efesios 1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.

Nadie puede ser santo como Dios, en el sentido de que nadie puede dejar de pecar y ser puro como él. Pero todos podemos ser santos porque hemos sido escogidos  desde antes de la fundación del mundo para ser apartados para él.
Si vamos al Génesis podemos tener una mejor comprensión de lo que estamos hablando. Dios sembró dos árboles especiales y les advirtió a Adán y Eva que no comieran del árbol de la ciencia o del conocimiento del bien y del mal para que no murieran.
La serpiente le dijo a Eva “Dios no quiere que coman de ese árbol para que no sean como Él ¿Quieres ser cómo Dios? Entonces come del árbol de la ciencia del bien y del mal”. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales (Génesis 3:1-7).
Adán y Eva comieron del fruto prohibido, entonces vieron su desnudez y se dijeron: “Algo está mal con nosotros".  Satanás tenía razón, antes de comer del fruto, para ellos nada era malo. Pero una vez que comieron del fruto, vieron “como mala” su desnudez, algo los acusaba en su interior, entonces cosieron unas hojas de higuera para cubrirse. Esas hojas simbolizan el esfuerzo humano para esconder su pecado.

Romanos 3:23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.

Por culpa del pecado, Adán y Eva quedaron destituidos de la gloria de Dios, y todos nosotros también, porque todos sin excepción hemos pecado. Pero,
Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió (Génesis 3:21).
Las túnicas de pieles fueron la provisión de Dios para para que no murieran inmediatamente por culpa de su pecado. Esas pieles sugieren el sacrificio de un animal, porque sin sacrificio de sangre no hay perdón (Hebreos 9:7).
Dios sacrificó un animal para extraerle la piel y cubrir así a Adán y Eva de su pecado. La sangre del animal les alargó la vida, y ese animal sacrificado es un símbolo de Cristo.
Lo que se nos revela desde el principio de la creación es que la santidad no es algo que podemos obtener por nosotros mismos, la santidad nos viene por medio de la gracia de Dios.

Efesios 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.

Nunca podremos justificarnos ante Dios por nuestro comportamiento,  no habrá hojas de higuera que nos cubran.  Ante Dios siempre estaremos desnudos, al menos que él nos cubra con su gracia. 
La gracia es un regalo inmerecido de Dios, que recibimos a través de la fe. No por obras o méritos para que nadie se gloríe, nadie puede santificarse por su comportamiento, las hojas de higuera son insuficientes.  
De acuerdo con el pensamiento de Dios, la doctrina de la santificación a través de nuestro comportamiento no tiene ningún fundamento y es inaceptable para él, porque él no quiere que nadie se gloríe.

1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;  para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

Al unirnos a Cristo somos santificados, redimidos y justificados, es decir, la santidad es Cristo y en Cristo, no es aparte de él. Dios no nos exige imitar a Cristo, lo que nos pide es que nos unamos a Cristo para que él viva por nosotros, por eso el apóstol Pablo dice: “ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí, y lo que vivo en la carne lo vivo en la fe del hijo de Dios” (Gálatas 2:20).
Todos o casi todos los creyentes entienden lo que es la gracia, pero no entienden lo que es vivir en gracia. Entienden que fueron salvos por gracia, entienden que fueron santificados el día que nacieron de nuevo, sin embargo,  se esfuerzan por mantenerse santificados a través de su comportamiento. Al hacer tal cosa, están negando la obra de Cristo, entonces por demás murió Cristo (Gálatas 2:21).
Hebreos 9:12 dice que Jesús obtuvo eterna redención, no dice que obtuvo una redención temporal. Estos creyentes  han visto con sus ojos naturales pero no han visto con sus ojos espirituales ¿Cómo entender eso? Que existen dos maneras en que podemos  ver y aprender: 1) por conocimiento y/o 2) por revelación.
El conocimiento es cuando logramos comprender mentalmente una verdad que se encuentra en la palabra de Dios.  La revelación es cuando el Espíritu Santo toma esa verdad y hace que la creamos en el corazón, porque con el corazón se cree para justicia (Romanos 10:10).

Juan 7:38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 7:39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.

Cuando la verdad de Dios llega a nuestro corazón, de nuestro interior corren ríos de agua viva. No es agua estancada, no solo conocimiento, es agua viva, es una experiencia de vida. Pongamos un ejemplo:

Hebreos 10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.

En este pasaje podemos ver que Dios prometió no acordarse nunca más de nuestros pecados. Sin embargo, una gran mayoría de creyentes viven acusados constantemente por causa de sus pecados ¿Por qué? Porque la verdad de que Dios no se acordará de sus pecados es en ellos solamente un conocimiento intelectual, no es una revelación.
Si esa verdad fuera una revelación, vivirían libres de toda acusación sabiendo que ya no hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Es triste, Dios los santificó pero viven buscando la santificación. 
Toma en cuenta que el conocimiento te informa, pero la revelación te transforma, y te capacita para ver la realidad espiritual.
La gran mayoría de creyentes quieren ser santos y se esfuerzan para lograrlo, pero fracasan día a día. Viven una vida de constante derrota, entonces claman “Miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?  No han sido revelados que la vida cristiana es “Cristo en nosotros y nosotros en Cristo”.
Nosotros no podemos justificarnos por nuestras obras, ni podemos alcanzar el mínimo grado de santificación. Somos justos y santos porque estamos en Cristo.
Hemos sido limpiados de todos nuestros pecados, eso nos hace santos. Y hemos sido apartados para Dios, esto también nos hace santos en el otro significado de esa palabra.
La santificación no es algo que tenemos que alcanzar porque Cristo ya la alcanzó por nosotros. Lo que tenemos que hacer es glorificar al Señor por su victoria para con nosotros. Pídele al Espíritu Santo que te revela esa verdad.
No trates de ser mejor”. A primera vista, esta declaración puede verse mal para el que ha escuchado la frase “sed santos como yo soy santo”. Pero, es que ser santo no es tratar de ser mejor, ser santo es estar en Cristo Jesús.

Romanos 7:22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 7:23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.

Hay una ley que te hace pecar, es la ley del pecado y de la muerte. Y nadie puede vencer esa ley. Es como si tratáramos de vencer la ley de la gravedad. La ley de la gravedad hace que las cosas siempre caigan.
Podemos sostener una piedra de 10 kilos por un rato y vencer la ley de la gravedad. Pero al rato ya no podremos sostener la piedra y debemos dejarla caer. Al final la ley de la gravedad nos vencerá.
Se necesitaría una ley que haga que las cosas suban para poder vencer definitivamente a la ley de la gravedad.
Igual sucede con la ley del pecado y de la muerte. Nos podemos resistir por un rato, pero esa ley siempre terminará venciéndonos. Por eso Dios nos dio una nueva ley: la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.

Romanos 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Había una ley dentro de nosotros que nos hacía pecar y nos condenaba. Pero cuando llegamos a Cristo, Dios quitó esa ley en nosotros y en su lugar puso la ley de vida en Cristo Jesús.
Si la ley del pecado y de la muerte nos condenaba a morir, la ley del Espíritu de vida nos da vida en Cristo Jesús. Esa ley es el Espíritu Santo dentro de nosotros (Ezequiel 36:27).  He escuchado decir miles de veces que hay una lucha entre el espíritu y la carne y que tenemos dos naturalezas, pero eso es totalmente falso.

Gálatas 5:17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

La lucha no es entre nuestra carne y nuestro espíritu, la lucha es entre el Espíritu Santo y la carne, por eso Espíritu está escrito con mayúscula.
Tienes que olvidarte de tratar de dominar la carne, lo que tienes que hacer es consagrarte.
La consagración es un sacrificio vivo y agradable a Dios (Romanos 12:1) ¿Qué significa? renunciar a tu voluntad, poner tu vida en el altar para que Dios tome el control y haga su voluntad en ti.
El plan de Dios  no es que tratemos de esforzarnos para obtener la victoria, sino que confiemos en Él porque él es la victoria.
En Romanos 8:1 se dice que hay  dos maneras de que una persona pueda andar: conforme a la carne o conforme al Espíritu.
Andar es caminar de un lado para llegar a otro, se camina para llegar a un destino. Dependiendo de la manera en que caminemos, que lograremos llegar a nuestro destino.
Que caminemos conforme a la carne no tiene que verse necesariamente como algo pecaminoso, podemos esforzarnos para tratar de vivir para Cristo, eso no tiene nada de pecaminoso, pero eso es andar conforme a la carne y esa manera de caminar no nos lleva a la victoria, porque ese esfuerzo no es gracia, la gracia es confiar, no es tratar.
Andar conforme al Espíritu es dejar que el Espíritu guíe nuestros pasos, es andar confiando en el Espíritu Santo, eso es vivir por gracia.
Ahora, no puedes andar conforme a la carne y conforme al Espíritu al mismo tiempo, porque la ley y la gracia son dos sistemas paralelos que no se unen nunca. O estamos viviendo en la gracia de Dios o estamos viviendo en el legalismo, no pueden ser ambos al mismo tiempo.

Gálatas 4:22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 4:23 Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. 4:24 Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. 4:25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 4:26 Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.

El apóstol Pablo compara a los dos hijos de Abraham con las dos maneras de caminar. Dice que el hijo de Agar la esclava nació según la carne, fue un esfuerzo en la carne de  Abraham, mientras que el Hijo de la libre Sara nació según la promesa porque Sara era estéril y Abraham estaba en una edad en la que ya no podía procrear . Agrega que las dos mujeres son los dos pactos, la esclava agar simboliza Jerusalén que todavía vive en esclavitud bajo la ley. Mientras que Sara simboliza a la Jerusalén del cielo, o sea a la gracia.

Gálatas 4:30 Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.

Si queremos heredar el reino de Dios, si queremos llegar a nuestro destino, tenemos que deshacernos del tratar y caminar únicamente con el confiar, porque no heredará el uno con el otro.
Volvamos ahora a los dos árboles del Edén; cada uno de ellos representa una de las dos formas de caminar hacia la meta. El árbol de la vida simboliza a Cristo:

Juan 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 15:6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

Jesús dijo que él era la vida y nosotros las ramas. Jesús es el árbol de la vida, es lo que nos da vida,  si estamos en él, llevamos fruto.
El otro árbol, el del conocimiento del bien y del mal simboliza la separación de Cristo. Simboliza al hombre viviendo independiente de Jesús, siendo su propio dios. Eso fue lo que le dijo la serpiente a Eva: seréis como  Dios (Génesis 3:5).
Jesús dijo: “separados de mí, nada podéis hacer”. El árbol de la ciencia del bien y del mal es el árbol de la moralidad. Es lo que el hombre piensa que es bueno o es malo. Pero Dios dijo: “Mis  pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos (Isaías 55:8).
El árbol de la moralidad te dice “Haz esto; haz aquello”, “no hagas esto, no hagas aquello”. Es el árbol del tratar, mientras que el árbol de la vida es el árbol del confiar. ¿Puedes ver la diferencia?
El árbol del tratar está ahí;  pero Dios no desea que comamos de ese árbol porque nos va a llevar a la muerte:

Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.

El que come del árbol de la moralidad, se desliga de Cristo, se separa de Cristo, porque trata de trata de santificarse y en lugar de ser aprobado, cae de la gracia y  es reprobado por Cristo, porque está negando la eficacia de la sangre de Cristo.

Gálatas 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Si buscamos ser santificados a través de nuestro comportamiento, estamos desechando la gracia de Dios y por demás murió Cristo.
No me malentiendas, no te estoy diciendo que peques o que andes en malos caminos, lo que te estoy diciendo es que no necesitas santificarte porque ya Cristo lo hizo.
La intención de Dios es que experimentemos victoria en nuestro diario caminar cristiano por confiar, y no por tratar. Quizás has tratado de mejorarte para llegar a ser victorioso, pero Dios jamás te ha pedido eso. Lo único que te pide, es que confíes en Él, y le permitas que sea él quien te transforme en una mejor persona.
Si no entendemos la identidad que tenemos en Cristo, lucharemos bajo el poder de la carne tratando de hacer cosas que nos traigan la victoria, en lugar de confiar simplemente en Dios. En el reino de Dios tu valor no se encuentra en lo que haces sino en tu permanencia en Cristo.

2 Corintios 1:1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya:

Efesios 1:1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso:

Colosenses 1:2 a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas:

Podemos ver que Pablo se dirigía a los fieles de Corintio, a los fieles de Efeso, a los fieles de Colosas y de muchos otros lugares como santos. ¿Será que allí no habían pecadores?  Claro que eran pecadores, pero vea que Pablo les llama “santos en Cristo”. Eran Santos porque estaban en Cristo, no porque no pecaran o porque fueran mejores que otras personas.

Gálatas 5:22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 5:23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Si en algún momento llegas a ser amoroso, llegas a tener gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, cosas contras las cuales no hay ley, date cuenta que eso no lo lograste tú, ese es el fruto del Espíritu Santo, porque separado de Cristo, el cual mora en tu espíritu, jamás darías fruto.
Lígate a mí para que seas santo como yo”, eso es el verdadero significado de “sed santos porque yo soy santo”.  Espero que comprendas esta gran verdad.