LA LEY DEL DOMINIO
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Existe otra ley, quizás la más importante o una
de las más importantes en el Reino invisible de Dios. En esa ley se rebela el
propósito de Dios al crear al hombre:
Génesis 1:26
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las
bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 1:27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a
imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los
peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven
sobre la tierra.
Dios creó al hombre y le dio tres
responsabilidades: 1) fructificar, 2) multiplicarse, 3) llenar
la tierra y sojuzgarla.
El hombre debe dar fruto, es decir, debe procrear para multiplicarse, con el
propósito divino de llenar la tierra y en ella.
Satanás impedirá a toda costa que ese propósito
se lleve a cabo, impidiendo que el hombre de fruto, pues si el hombre no da
fruto, no puede multiplicarse y si no se multiplica no puede llenar la tierra y
sojuzgarla.
Satanás usa el aborto y todas las formas
científicas y no científicas posibles, para evitar que el hombre se reproduzca
tanto física como espiritualmente.
El primer hombre le falló a Dios y le entregó el dominio sobre la tierra al
enemigo de Dios.
Cuando Satanás tentó a Jesús dejó muy claro que los reinos de este mundo y la gloria de
ellos le habían sido entregados (Lucas
4:4). Por eso el Señor Jesús dijo que Satanás era el príncipe de este mundo (Juan
12:31).
Satanás está aquí para robar, matar y destruir (Juan
10:10) y el hombre ha sido su instrumento. Éste se ha dejado llevar, inventado
maneras de evitar la reproducción, y usando las guerras, el suicidio, los
homicidios para exterminarse, evitando con ello el llenar la tierra para
dominarla.
Pero, en la cruz, el Señor Jesús le arrebató al
diablo el dominio sobre el planeta y
se lo entregó a la iglesia.
La corte celestial dictó sentencia: “el dominio sobre la tierra ha sido entregado
al hombre; Satanás pasó de ser un
príncipe o gobernador de la tierra, para convertirse en un simple precarista
que debe ser desalojado”.
Jesús hizo su parte, ahora le corresponde al
hombre corporativo, o sea, a la iglesia, ejecutar esa sentencia, echando fuera
a Satanás de los lugares de la tierra que ha tomado posesión ilegalmente.
Para ello debe dar fruto, debe producir hijos para Cristo, porque en
cada lugar que haya un nuevo nacimiento, Satanás es echado fuera.
Dios nos dio la autoridad sobre lo domable y también
sobre lo supuestamente indomable. Y esa autoridad la ejercemos cuando cumplimos
con la ley del dominio, quitándole a Satanás la autoridad sobre los seres humanos.
Y es que, para que el Reino invisible de Dios se
manifieste de manera visible en la
tierra, Dios requiere de nuestra colaboración:
1 Corintios
3:9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de
Dios, edificio de Dios.
El Señor nos ha nombrado sus colaboradores en la
edificación del edificio de Dios, que es su iglesia. Y para que podamos cumplir
debidamente con la labor encomendada, nos
dio poder y nos delegó su autoridad:
Efesios
1:19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que
creemos, según la operación del poder de su fuerza, 1:20 la cual operó en
Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares
celestiales, 1:21 sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre
todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; 1:22
y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las
cosas a la iglesia, 1:23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo
llena en todo.
Lucas
10:19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones y sobre toda
fuerza del enemigo, y nada os dañará.
Dios sometió todas las autoridades, poderes y señoríos bajo la autoridad de la iglesia.
Satanás no tiene poder ni autoridad alguna sobre la iglesia; por el contrario,
la iglesia tiene todo poder y autoridad sobre él y sus demonios.
La estrategia del diablo es usar “las religiones” para confundirnos,
enseñando que esa autoridad era solamente para Jesús y para sus apóstoles.
También tratará de tentarnos para que pequemos, y con ello hacernos creer que somos indignos de la
gracia.
Él nos acusará de nuestros pecados de día y de
noche (Apocalipsis 12:10) para
convencernos que cada vez que pecamos, Dios nos quita esa autoridad, y de esa
manera llevarnos a su terreno y ganarnos las batallas.
Pero no podemos caer en el engaño; dice Romanos 5:20 que cuando sobreabundó el pecado, sobreabundó la gracia. Lo que eso
quiere decir es que ningún pecado nos quita la autoridad, porque no hay pecado que no sea cubierto por la
gracia de Dios.
A satanás no lo vencemos a través de nuestro
comportamiento. A Satanás
lo vencemos por medio de la sangre de Jesús, recordándole que Jesús nos
limpió con su sangre y testimoniando de
ello hasta el último día de nuestras vidas (Apocalipsis 12:11), es decir, llevando el conocimiento de la verdad
a todas las personas que nos sea posible (1
Timoteo 2:3-4).
La otra estrategia de Satanás consiste en ponernos
en un estado de timidez y vergüenza para que no ejerzamos el poder delegado ni
los dones. Por ejemplo, hay personas que tienen el don de sanidad y no lo
ejercen por vergüenza o timidez. Otros no predican porque Satanás les dice que
no tienen el don de la oratoria o que no se pueden aprender los versículos que
necesitan.
Lo cierto es que Satanás no quiere que ejerzamos
la ley del dominio. Él usará sus
estrategias para que nos consideremos indignos y no ejerzamos la ley del
dominio. Y es muy cierto, ni usted ni yo somos dignos, pero también es cierto
es que a Satanás no le ganamos el pulso en
nuestro nombre.
Mi padre era pulpero y yo recuerdo que algunas
personas llegaban a pedir algún comestible y decían: “me mandó mi papá, dijo que él pasaba luego a pagar”. Mi padre no
les negaba el comestible, porque ellos venían en el nombre de su padre.
Eso mismo sucede con nosotros. Cuando
enfrentamos al diablo, nosotros no vamos en nuestro nombre, nosotros vamos en
el nombre de Jesús. El Señor nos prestó
su nombre, es en su nombre que expulsamos al diablo y sus demonios. Es en su
nombre que le ordenamos al diablo retirarse. Es en su nombre que le impedimos
que nos haga daño.
Y el diablo no puede negarse a obedecer porque el nombre de Jesús es el nombre sobre todo
nombre y autoridad en este siglo y en el siglo venidero.
Eso sí, para ejercer esa autoridad sobre Satanás
y sus ángeles, se necesita conocimiento
de la palabra de Dios. Porque “nuestra
lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
Y nuestra armadura no es una armadura natural; nuestra
armadura es la armadura de Dios,
donde nuestra única arma ofensiva es la espada
del Espíritu, que es la palabra de Dios
(Efesios 6:13-17).
Si no conoces la palabra de Dios, el diablo va a
derrotarte, pero eso necesitas estudiarla y congregarte. El diablo hará dos
cosas. Lo primero que hará es negar
la palabra de Dios, haciendo a Dios mentiroso.
Esa siempre ha sido su estrategia; por ejemplo, él negará que necesitas bautizarte para
ser salvo, aunque la palabra de Dios así lo diga. Recordemos que a Eva le dijo
que era mentira que moriría si comía
del fruto prohibido, le dijo que más bien sería igual a Dios.
Entonces, lo primero que el diablo tratará de
hacer es negar las verdades de Dios,
usando para ellos argumentos humanos.
Lo otro que hará el diablo, es utilizar versículos aislados de la palabra de
Dios para confundirte. Lo hizo con Jesús y lo hará contigo.
A Jesús le dijo: “Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará
acerca de ti, que te guarden; y, En las manos te sostendrán, Para que no
tropieces con tu pie en piedra” (Lucas 4:9-11).
”Escrito está le dijo el diablo a Jesús ¿En
dónde está escrito? En el Salmo 91:11-12.
Jesús le contestó: “escrito está: no tentarás al Señor tu Dios” ¿Dónde está escrito? En
Deuteronomio 6:13.
El diablo tentó a Jesús usando la palabra de
Dios. Pero Jesús se defendió usando la misma palabra de Dios. El diablo hará lo
mismo contigo y si no conoces la palabra de Dios, te derrotará muy fácilmente.
Lo cierto es que existe un mundo visible y paralelamente a éste, existen dos reinos espirituales e invisibles: 1) el Reino de Dios y 2) el Reino de este mundo o potestad de
las tinieblas
Cada uno de estos reinos invisibles quiere tener
el dominio sobre el mundo visible.
Todos nacemos siendo parte del reino invisible
de las tinieblas. Eso significa que al morir iremos al infierno. Para cambiar
de destino, debemos cambiar de reino invisible, mientras estemos en vida, a
través de un nuevo nacimiento (Juan 3:3-5).
El reino de las tinieblas manda sus ministros
vestidos de “ministros de justicia” (2 Corintios 11:15), es decir, vestidos
de falsos ministros evangélicos a que hagan su trabajo para convencer a las
personas que se mantengan en este reino, usando para ello las estrategias del
diablo.
Por su parte, Dios envía a sus embajadores (2 Corintios 5:20), a todos los miembros
del reino invisible de Dios para que vayan a enseñar el conocimiento de la
verdad, para que muchos puedan ser traslados del reino de las tinieblas al
reino del hijo de Dios (Colosenses
1:13).
De eso se trata
la ley del dominio, de llevar la verdad a otros para que sean salvos y de
esa manera la iglesia crezca, se expanda y tome el dominio espiritual del mundo
visible.
No es una labor fácil, más bien parece una
locura. Los miembros del reino de las tinieblas los tratarán de locos, de enfermos,
de fanáticos religiosos, de panderetas y se harán de muchos enemigos entre los
que se encuentran sus propios parientes.
Se encontraran mares con tormentas y tinieblas
tan tenebrosas y difíciles, que hacen que cualquiera
que no tenga una fe firme, y vea hacia atrás, no dé el fruto esperado.
Quien verdaderamente pueda ser parte del reino
invisible de Dios, será adoptado por su Rey y llamado Hijo de Dios. Su nombre
será inscrito en el Libro de la Vida para que tenga derecho a vivir
eternamente.
Desde el momento en que sea miembro del reino
invisible de Dios, aunque tenga dificultades y sufra injusticias, no hay nada
que pueda arrebatarle esa vida eterna que le ha sido entregada.
En este reino, se respira paz, justicia, fe,
amor y esperanza. Aquí los intereses materiales están por debajo de los
intereses espirituales. Los sentimientos también están por debajo de los
intereses espirituales.
No importa lo que muchos digan, a ti lo que debe
importarte es lo que Dios diga. Como escribió el apóstol Pablo “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres,
o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo. (Gálatas
1:10).
Tienes una responsabilidad, debes dar fruto,
debes tener hijos espirituales que llenen la tierra y la dominen. Si cumples con la ley del dominio, Dios dirá
que eres un siervo fiel y te dará su recompensa. Si no cumples con la ley del dominio,
podrías ser echado en las tinieblas de afuera, o aunque salvo, serás
avergonzado y pasado por fuego (1 Corintios 3:15).
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