LA LEY DEL USO
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La primera de las leyes del reino invisible es
la ley del uso. Si tú no cumples con esta ley, tampoco podrás gozar de los
beneficios que la misma otorga. Tenemos un Dios muy generoso, pero que también
es exigente. Todos los hijos de Dios
tenemos la responsabilidad de “producir”,
ninguno de nosotros está excluido de esa responsabilidad.
“Porque el
reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y
les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a
cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos (Mateo 25:14-15).
Esta parábola de Jesús está dirigida a los siervos de Dios, a los que son
miembros del Reino de Dios. Por eso Jesús hace la comparación de la parábola
con el Reino de los cielos.
Y es fácil deducir que el hombre o amo de la parábola
es el Señor mismo. La palabra de Dios dice que fuimos comprados por precio (1 Corintios 6:20), y ese
precio es la sangre preciosa de Cristo
(1 Pedro 1:19). Si fuimos comprados
por precio, eso significa que nosotros
somos los siervos del Señor.
Se dice que los “talentos son del amo”, lo que significa que todo lo que
tenemos le pertenece al Señor, nada es nuestro, todo lo que tenemos es algo que
el Señor nos lo ha dado en administración.
Luego se dice que el Señor “confió esos talentos” a sus siervos. No le confió sus
talentos a cualquiera sino a sus siervos. Él los llamó, les confió sus talentos
y “se
fue lejos”.
Aplicando la parábola a nuestra vida, debemos
comprender que los talentos pueden ser “bienes
materiales” o también “dones
espirituales”.
Y puedes ver, que el Señor da “talentos”
o “dones” a sus siervos, pero no los da al azar. Él dio a cada uno de ellos “conforme a su capacidad”.
Dios no da a todos igual porque sabe que no
todos tienen la misma capacidad. Eso sí, espera que según su capacidad cada uno
responda.
Al tercer siervo le dio menos talentos porque
era el menos capaz. En el griego la palabra “capacidad” se define como “fuerza,
poder interno o potencial”.
Potencial es lo que somos capaces de ser y que
todavía no somos, pero que lo llevamos dentro. No se trata de quién eres tú, se
trata de lo que puedes llegar a ser. No se trata de lo que tienes, se trata de lo
que puedes llegar a tener.
Note usted que tanto en el verso 14 como en el
15 se dice que el Señor se fue lejos,
se menciona dos veces esta circunstancia porque el Señor quiere que nos quede
claro que él hizo su parte, ahora nos toca a nosotros hacer nuestra parte,
debemos cumplir con la gran comisión de continuar anunciando el reino de Dios.
Él Señor se fue adonde el Padre, pero no nos
dejó huérfanos, nos dejó el Espíritu
Santo para que nos guíe y espera que demos fruto con esos talentos que puso en
nuestras manos.
Dice Efesios
2:10 que somos hechura suya, creados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas.
Esas buenas obras son la voluntad de Dios. Desde el punto de vista
material, esas buenas obras se resumen en ayudar a los más necesitados, y desde
el punto de vista espiritual se resumen en “llevar
el conocimiento de la verdad a todos los hombres para que sean salvos” (1 Timoteo 2:3-4).
Dios da la capacidad y las oportunidades para dar
fruto. Puede que no te diga día a día lo que debes hacer, pero él te dio su
palabra, los dones, la capacidad y la guía del Espíritu para que tomes las
decisiones correctas. Él hizo su parte y tú debes hacer la tuya.
Dice 2
Corintios 5:15 que Cristo por todos
murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y
resucitó por ellos, aportando cada uno según la capacidad que le fue dada.
Mateo
25:16 Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó
otros cinco talentos 25:17 Asimismo el que había recibido dos, ganó también
otros dos. 25:18 Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y
escondió el dinero de su señor.
Dos de los siervos aprovecharon la oportunidad y
duplicaron los talentos, mientras que el tercero escondió su talento en la
tierra y no dio ningún fruto.
Debemos estar atentos a las oportunidades que
se nos presentan en la vida. En el mundo existen dos clases de personas,
las que ven pasar las oportunidades, y otras que las toman.
A los goleadores
los critican porque son oportunistas, pero de eso se trata, de ser oportunista, por eso son ganadores. Ser
oportunista no es aprovecharse de otros, es aprovechar las oportunidades. Debemos
estar atentos para tomar las oportunidades que se nos presentan para poder
desarrollar la capacidad que Dios nos ha dado.
Mateo
25:19 Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló
cuentas con ellos. 25:20 Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo
otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí
tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. 25:21 Y su señor le dijo:
Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu señor. 25:22 Llegando también el que había recibido dos
talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros
dos talentos sobre ellos. 25:23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel;
sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
25:24 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te
conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no
esparciste; 25:25 por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la
tierra; aquí tienes lo que es tuyo. 25:26 Respondiendo su señor, le dijo:
Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde
no esparcí. 25:27 Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al
venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.
Note usted que el Señor trata de siervo malo y negligente al siervo que
no produjo ningún fruto. Para Dios, el hecho de que no usemos nuestros
talentos, no solamente es negligencia, para él también es maldad.
Para Dios, todos aquellos que no hacen su voluntad son hacedores de maldad. Jesús dijo en Mateo
7:21 que “No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos”.
No se trata de creer en el Señor, no se trata de
confesarlo solamente, se trata de hacer su voluntad, se trata de
llevar el conocimiento de la verdad a todos los hombres que sea posible (1 Timoteo 2:3-4).
Podemos cometer pecados de acción, pero también
podemos cometer pecados de omisión. Esos
pecados de omisión consisten saber hacer
lo bueno y no lo hacerlo (Santiago
4:17).
No es posible que Cristo haya muerto por ti y
que tú te recuestes en un sillón sin hacer nada por los demás. Debemos robarle
almas al diablo y traerlas a Cristo. Si no haces nada al respecto es como si
estuvieras trabajando para el maligno.
Lo otro a tomar en cuenta en este pasaje es que
los que no hacen nada siempre tienen una excusa que dar. Existen personas que
se vuelven expertas en dar excusas para no producir, y son capaces de echarle
la culpa al mismo Dios para justificarse por lo que no han hecho.
En el caso de la parábola, el hombre que no
produjo nada con el denario, argumentó que había tenido miedo.
Al parecer la excusa perfecta para no producir
era tener miedo, miedo de intentar
algo y fracasar. El primer enemigo que puede llegar a tener un hombre
para conseguir las metas es el miedo a no conseguirlas.
Dios no
nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio
(2 Timoteo 1:7), así que la excusa del miedo no será nunca
aceptada por el Señor.
Además, la escritura es clara en el sentido de
que no hay nada imposible para Dios (Lucas 1:37), y Dios está con nosotros en la persona del Espíritu lo podemos en Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13)
Mateo
25:28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. 25:29
Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que
tiene le será quitado. 25:30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de
afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Tenemos un Dios comprensivo y amoroso, que nos
ha dado talentos, pero que también vendrá a pedirnos cuentas, acerca de los
frutos que hemos dado.
El hecho que Dios siempre nos comprende, no es
motivo para que pensemos que va a justificar nuestra negligencia.
El hombre que enterró el talento estaba
seguro que el Señor iba a comprender que tenía miedo y esperaba que le
consolara. Pero el Señor no lo hizo así, le pidió el talento que tenía para
dárselo al que poseía más y al siervo negligente lo mandó a las tinieblas de
afuera.
A este siervo Dios lo consideró malo, pecaminoso,
dado al mal, porque no le dio ningún uso a lo que el Señor le dio. La clave no es la cantidad, lo que
importaba era el uso que se le había
dado.
¿Cuántas personas has ganado para el Reino de
Dios? No importa si es una o son cien. Claro que mejor son cien, pero Dios no
le pide que gane cien personas al que no tiene la suficiente capacidad.
“La obra
de cada uno será probada con el fuego, la obra de los que pasen la prueba del
fuego serán recompensados y los que no
pasen la prueba, sufrirán pérdida, aunque serán salvos así como por fuego”
(1 Corintios 3:13-15).
Los negligentes no serán probados por fuego
porque no han hecho ninguna obra, más bien quedarán fuera del Reino.
Se le quita al que produce para darle al que sí
produce. Por ejemplo, si Dios te bendice con algunos pocos bienes materiales y tú no ofrendas debidamente para que la iglesia
crezca, terminarás perdiendo lo poco que tienes.
Pero si ofrendas, Dios hará que abunde en ti toda
gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, te
abunde para toda buena obra (2
Corintios 9:8).
Si vemos las cosas desde el punto de vista
espiritual, podemos entenderé que si Dios te da alguna revelación pero no la usas para traer personas al Reino, el diablo se aprovechará para confundirte con
doctrinas erróneas y terminarás perdiendo lo poco que sabías. Pero si llevas
fruto, cada vez tendrás más revelación.
El mensaje de Dios es que si estamos dispuestos
a hacer su voluntad, usando los talentos que él nos da, tendremos más, pero si
no usamos lo que tenemos, lo perderemos todo.
No es que Dios sea malo o injusto, es que la
realidad es que “El que es fiel en lo muy
poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en
lo más es injusto” (Mateo 16:10).
A medida que entendamos esta ley del uso,
habremos de caer en cuenta que es la única forma en que puede ser. Y si no
acatas esta ley del Reino, terminarás en las tinieblas de afuera. No lo digo
yo, lo dice la palabra de Dios.
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