martes, 14 de febrero de 2017

LA HERENCIA

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La Biblia dice que “el bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos” (Proverbios 13:22), lo que nos está diciendo es que los buenos padres se preocupan por heredar a sus descendientes, mientras que los malos padres no lo hacen. Y la herencia que vale no es necesariamente una herencia material que es temporal, sino una herencia espiritual que es eterna.
La misma Biblia dice que el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Romanos 14:17), en otras palabras, que “en el reino de Dios no importan las cosas materiales como la comida y la bebida, lo que importan son las cosas espirituales como la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo”.  
Tal es así, que Efesios 1:3 dice que Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual; no dice que nos ha bendecido con toda bendición material, porque es la herencia espiritual la que importa, no la herencia material.
La Biblia también enseña que nada hemos traído a este mundo y nada podremos sacar, así que estemos contentos con sustento y abrigo (1 Timoteo 6:7).
Sin embargo, y a pesar de lo que la palabra de Dios nos enseña, las personas, tanto creyentes como no creyentes, se preocupan más por dejarles una herencia material a sus hijos que por dejarles una herencia espiritual. No se dan cuenta que mucho de lo que suceda con sus hijos después de la muerte es su responsabilidad. Tienen puesta su vista en las cosas del mundo y estas cosas les pueden robar la vida eterna tanto a ellos como a sus descendientes.

Mateo 6:19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 6:20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 6:21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Jesús dijo que no hiciéramos tesoros en la tierra,  sino que hiciéramos tesoros en el cielo; dijo que donde está nuestro tesoro allí está nuestro corazón. ¿Dónde está tu corazón?
Las personas se desgastan y desperdician su vida por las cosas materiales, de pronto mueren y se van para el infierno con las manos vacías.
La doctrina de la prosperidad que se enseña en muchas iglesias,  es una doctrina de demonios, porque invita al hombre a disponer su vida para las cosas materiales, distrayéndolo de la vida espiritual.
Lo malo no es ser rico, lo malo es que la mayoría de los ricos ponen su fe en sus bienes materiales, haciendo que las riquezas ocupen el lugar de Dios.
No es que no podemos ser ricos, claro que podemos, pero no es la prosperidad económica lo que nos debe de importar, sino la prosperidad espiritual. ¿De qué nos sirve dejarle millones a nuestros hijos, si cuando mueren van al infierno?
Los hijos y los nietos son una extensión de nosotros, ellos heredan nuestro comportamiento, nuestros gustos, nuestro equipo de futbol, y hasta nuestras herencias espirituales, que pueden ser buenas o malas.
Un ejemplo lo podemos ver en Éxodo 20:5. Allí se dice que Dios visitará la maldad de los padres sobre los hijos  hasta la tercera y cuarta generación  de los que lo aborrecen, y los que lo aborrecen son los que se inclinan ante las imágenes y les dan honra.
Lo que está diciendo es que inclinarse ante las imágenes y darles honra es una maldad que será la herencia espiritual de sus generaciones.  

Romanos 1:25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. 1:26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, 1:27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. 1:28 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; 1:29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 1:30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 1:31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 1:32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.

Este pasaje dice que los hombres decidieron cambiar la verdad por la mentira, dando culto a las imágenes en lugar de darle culto al Creador. Entonces, Dios reprobó sus mentes para que  hicieran cosas que no convienen. Es como si Dios dijera: “¿Quieren ser malos? Ok, entonces voy a reprobarles la mente para que hagan todo tipo de maldad”. En este caso, podemos ver que toda clase de maldad es consecuencia de la idolatría.
Los hijos heredan filosofías, huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo y no según Cristo (Colosenses2:8) y esas tradiciones los desvían de la verdad.
Hay millones de personas que profesan una religión y la defienden a capa y espada, porque esa religión es lo que heredaron de sus padres. Y esa religiosidad se convierte en una fortaleza mental (2 Corintios 10:4) que les impide ver la verdad y alcanzar la salvación.
Desdichadamente, la gran mayoría no se interesa en comparar las enseñanzas que han heredado con la palabra de Dios, para descubrir la verdad. Aceptan las tradiciones como una verdad y la transmiten a sus hijos y allí va la mala herencia de generación en generación.

1 Corintios 6:9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 6:10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

Lo peor de todo, es que los que permanezcan en esa maldad, no heredarán el reino de Dios sino la condenación eterna en el infierno.  Ahora, el hecho de que nosotros hayamos recibido una mala herencia de nuestros padres, no significa que debemos hacer lo mismo con nuestros hijos.
La herencia espiritual, es la transferencia de la situación espiritual de los padres a los hijos,  la cual puede ser de maldad, hasta la tercera o cuarta generación, según ya vimos. O puede ser de misericordia a millares. La palabra “misericordia”, significa: “benevolencia”, “beneficio”, “benignidad”, “bondad”, “compasión”, “gracia”, o sea lo contrario de “maldad”.

1 Pedro 1:3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 1:4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,

La buena herencia espiritual es incorruptible, incontaminada, inmarcesible  (que no se marchita) y está reservada en los cielos para los que estamos en Cristo Jesús, esa herencia es: la vida eterna.

2 Corintios 12:14 He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos.

El apóstol Pablo dice que no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. Aquí está hablando como un padre espiritual que les dice a sus hijos espirituales, que él no será gravoso, en otras palabras que no será una carga para ellos, porque no busca sus pertenencias materiales, sino que los busca a ellos para atesorarlos con la palabra de Dios.
Tenemos dos opciones, dejarles a nuestros hijos: 1) la buena herencia espiritual, trasmitiéndoles la verdad absoluta de Dios que se encuentra en la palabra Dios y que los lleve a la vida eterna, y/o 2) la mala herencia espiritual, transmitiéndoles medias verdades o mentiras que se encuentran en la palabra del hombre (la religión),  y que los lleve a la condenación eterna en el infierno.
Yo tuve padres terrenales, pero también tuve un padre espiritual que sembró en mí la semilla de la palabra de Dios. Lo cierto es, que los obligados a transmitir la herencia espiritual son los padres y no los hijos, aunque actualmente está sucediendo todo lo contrario en muchos de los hogares. Me refiero que los padres naturales no están siendo los padres espirituales, sino que muchos de sus hijos naturales se han convertido en sus padres espirituales.
Los padres naturales y espirituales estamos obligados a trabajar para las siguientes generaciones. Debemos recibir la buena herencia espiritual y llevarla a la siguiente generación ¿Qué estás haciendo tú al respecto? ¿Son tus hijos naturales también tus hijos espirituales? Debemos empezar por casa, para luego ir a la casas de los vecinos.

2 Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

El amor de Cristo nos constriñe (nos presiona) para que transmitamos la buena herencia espiritual. Si no nos presiona es porque no somos de Cristo, pero si somos de Cristo nos vemos presionados en nuestro interior para compartir la verdad absoluta de Dios con nuestros hijos y con todo aquel que la necesite.
Cristo murió por todos, no solamente por ti. No puedes ser tan irresponsable de recibir la herencia de la salvación y recostarte en un sillón a no hacer nada. Debes compartir esa herencia con  todos los demás.

Ezequiel 3:18 Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. 3:19 Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.

¿Quién es impío? El que recibió la herencia de la maldad. Los impíos deben cambiar su maldad por bendición. Para ello dependen de los que estamos en Cristo; es nuestra responsabilidad apercibirlos de su mal camino. Si no lo hacemos, Dios nos pasará la factura, no perderemos la salvación, pero seremos pasados por fuego. (1 Corintios 315).
Vivir para Cristo no significa que ya no debemos tener relación con el resto de la gente como creen los legalistas, no significa que no podemos ver televisión o disfrutar de la vida. Lo que significa es que ya no haremos nuestra voluntad sino que haremos la voluntad de Dios, eso es lo que la Biblia llama  andar en el Espíritu”.
Jesús no murió únicamente para salvarnos de la condenación, sino para que vivamos para él, porque somos sus siervos. Como dice el Padre nuestro: "Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mateo 6:10).
Antes de estar en Cristo, vivíamos para nosotros mismos, hacíamos nuestra propia voluntad, andábamos en la carne, por esa razón tratábamos de enriquecernos y de adquirir cosas materiales, sin importarnos las cosas de Dios. Pero al estar en Cristo, las cosas cambiaron:

2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas

Si estamos en Cristo, las cosas viejas pasaron, ya no vivimos para nosotros mismos, sino para aquel que murió por nosotros. Ahora Cristo es nuestro amo y nosotros somos sus siervos. Ya no tratamos de enriquecernos ni de adquirir cosas materiales, nuestra prioridad es hacer la voluntad de Dios que consiste en llevar el conocimiento de la verdad para que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2:4), nuestra prioridad es la herencia espiritual.

2 Pedro 1:3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 1:4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia;

Hemos recibido toda bendición espiritual en los lugares espirituales en Cristo (Efesios 1:3), Dios nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad; nos ha dado preciosas y grandísimas promesas para que seamos participantes de la naturaleza divina.
Esa es una unción que debemos heredar a nuestros hijos, a nuestros nietos y a nuestros bisnietos, debemos pasar esa unción de generación en generación.
Deberíamos esforzarnos por transmitir esa herencia a nuestros descendientes. La Biblia dice que el justo tendrá bendición y serán benditos sus hijos y los hijos de sus hijos, y tendrán heredad de los justos.
Toda enseñanza que heredemos a nuestros hijos y que sea contraria a la Palabra de Dios, es la herencia de la maldad. Cuando alguien es ignorante de la palabra de Dios, va a vivir una vida limitada, carente de todo aquello que la Biblia dice que le pertenece y no obtendrá la vida eterna.
Cuenta una historia, que hubo un hombre al cual su abuelo le dejó una herencia. El notario inició la lectura del testamento, el cual decía que este hombre había heredado un retrato al óleo de su abuelo. El heredero comenzó a llorar de la emoción. El notario continúo leyendo: “Aparte de eso, le heredó…”. Y el hombre le dijo: “No quiero saber más, es suficiente con la pintura”.  Entonces se fue, puso el cuadro en su casa y no volvió nunca más donde el notario. Resulta que en el testamento, el abuelo también le había dejado 14 caballerías en la Costa Sur y $250,000 en efectivo, pero la ignorancia del nieto sobre el contenido del resto del testamento, lo llevó a vivir una vida de recuerdos muy buenos del abuelo, pero una vida pobre y llena de necesidades.
De igual manera, millones de personas no conocen el testamento que Jesús dejó, y quizás nosotros no estamos interesados en intentar que lo lean. Viven una vida sin propósito y al final de esa vida partirán al infierno.

Lucas 9:24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

Jesús dijo que era necesario perder la vida a fin de salvarla. Eso no significa que tenemos que suicidarnos, lo que significa es que el modelo de vida que llevábamos en el reino de este mundo y que consistía en vivir para nosotros mismos, tiene que quedar atrás.
Una vez que estamos en Cristo, nuestro modelo de vida debe cambiar. Ya no debemos vivir para nosotros mismos sino para Cristo. El que quiera seguir viviendo para sí mismo, puede ser que también termine perdiendo la vida eterna que recibió por herencia.  

Hebreos 11:4. Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente  sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ellas

Lo que Dios desea de nuestras vidas, es que aún después de dejar este mundo,  al igual que Abel,  los que quedan nos recuerden por nuestro testimonio. 
Hay muchas maneras de vivir en la tierra después de dejar de vivir.  Se puede vivir en el recuerdo por las obras que se hacen, o por construcciones materiales o proyectos que puedan sobrevivir, pero una de las mejores maneras de seguir viviendo después de vivir es a través de nuestros hijos y de nuestros nietos, mediante la herencia espiritual.
Apocalipsis 12 dice que al diablo lo vencemos por tres cosas: por la fe en la sangre de Jesús, por el testimonio de su palabra y por menospreciar nuestras vidas hasta la muerte, o sea dejar de vivir nuestras vidas para vivir para Cristo.
Sin tienes fe en la sangre de Jesús, pero no estás dando testimonio ni menospreciando tu vida, en otras palabras no estás transmitiendo la  herencia, andarás de derrota en derrota.
Como dijimos al principio, el hombre se desvive por proveer para sus hijos estabilidad financiera.  ¿Pero de qué sirve la estabilidad financiera si no hay vida eterna para sus descendientes? Qué es lo más importante, dólares o vida eterna? 
Debemos invertir tiempo y lo que podamos, para dejar una herencia espiritual, la cual hablará de nosotros, aún después de que dejemos este mundo.

2 Pedro 1:5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 1:6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 1:7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor 1:8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

La palabra de Dios dice que debemos ser diligentes y añadir virtud a la fe. La fe es el don de Dios, que nos sirve de base para obtener la salvación y para poder vivir  una vida para Cristo.
¿Qué es la virtud? Es el esfuerzo, el empeño, la voluntad que debemos disponer para vivir para Cristo. Los negligentes nunca dejan huella, ni tienen hijos espirituales.
A la virtud debemos agregarle conocimiento, en otras palabras debemos esforzarnos por obtener el conocimiento de la palabra de Dios, alimentándonos diariamente de ella. Si un niño no se alimenta no crece.
Una vez que tenemos conocimiento, a ese conocimiento debemos agregarle dominio propio. Ya no somos esclavos del pecado, ahora tenemos el Espíritu Santo que nos ayuda a vencer la tentación y a caminar con Dios. Lo que tenemos que hacer es entregarnos al Espíritu para que tome el control de nuestras vidas.
A ese dominio propio, debemos añadirle paciencia. No todos los oyentes reaccionan de la misma manera. Algunos escuchan la palabra de Dios y se interesan sobremanera, otros necesitan de tiempo, debemos tener paciencia.
A la paciencia le debemos añadir piedad, que es es el sentimiento de compasión o misericordia por nuestros semejantes. Sin ese sentimiento, seremos incapaces de pasar el manto de la unción a los demás. Además, debemos agregar afecto fraternal, o sea aprecio. Y a ese cariño, sumemos el amor.

1 Juan 4:20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 4:21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.

Hay personas que dicen que aman a Dios, y malquieren a sus semejantes. ¿Cómo pueden amar a Dios  a quien ven, sino aman al que ven? Ese amor se demuestra en el esfuerzo que hacemos por encaminarlos a la verdad. Si no estás preocupado por la salvación de tus semejantes, no digas que amas a Dios.
Si estas siete cosas están en nosotros, no estaremos ociosos, sino que viviremos para Cristo y daremos fruto, llevando la herencia espiritual a otra generación.

2 Pedro 1:9 Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. 1:10 Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. 1:11 Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Pero, si no tenemos esas cosas, es porque tenemos la vista muy corta, estamos ciegos, dice la palabra de Dios y hemos olvidado la purificación de nuestros pecados. En otras palabras nos hemos olvidado que Cristo murió por nosotros.  Por lo tanto nos recomienda estar firmes en  nuestra vocación y elección para que no caigamos de la gracia, sino que recibamos una amplia y generosa entrada en el Reino de nuestro Señor Jesús, cuando dejemos este mundo.

2 Corintios 5:20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

Hemos sido elegidos para ejercer como embajadores del Reino de Dios, es como si Dios nos rogase que transmitamos la herencia que hemos recibido.  Deja de poner excusas, anda y cumple con tu deber.




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