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Muchos creyentes
están asustados porque Trump asumió la presidencia de U.S.A. Otros más viven en
un temor constante, afanados por la comida, el vestido y un techo,
preguntándose si tendrán suficientes recursos para sacar adelante a sus
familias. Eso los convierte en esclavos del trabajo o del estudio y les roba un
tiempo hermoso que podrían disfrutar de otra manera. Muchos terminan en un
hospital o en un cementerio por culpa del estrés a que se ven sometidos.
Esa actitud refleja
dos cosas: 1) falta de conocimiento acerca de la palabra de Dios y/o 2) falta
de fe. Si conocieran la palabra de Dios y confiaran en ella no tendrían
preocupación alguna.
Mateo 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas os serán añadidas. 6:34 Así que, no os afanéis por el día de
mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Jesús dijo que no
nos afanemos por el día de mañana, que todas las cosas necesarias para vivir
serán añadidas si tan solo buscamos el
reino de Dios y su justicia. ¿Qué
significa buscar el reino de Dios y su justicia?
Romanos 1:17 dice: “Porque en el evangelio la justicia de Dios
se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”.
Lo que nos está diciendo es que en el Reino de Dios no somos justificados por
nuestro comportamiento sino por la fe en Jesús y que buscar el Reino de Dios es vivir de conformidad con ciertas reglas. La primera de esas reglas es la fe.
Juan 3:3
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Ahora, si no nacemos
de nuevo, ni siquiera podremos ver el Reino. Y ¿Cómo puede un hombre nacer
siendo viejo? Esa fue la pregunta de Nicodemo y de todos los hombres.
Juan 3:5
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
Ese nuevo
nacimiento es a través del agua y del Espíritu. Las aguas hacen referencia a
las aguas del bautismo ¿Cómo lo sabemos? Porque Jesús dijo en Marcos 16:16:
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será
condenado”. El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:
Romanos 6:3
¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.
Para nacer de
nuevo, primero tenemos que morir. Pero no necesitamos suicidarnos, lo que
necesitamos en ingresar a las aguas del bautismo. En el bautismo es sepultado el
nacido en la carne (de una madre terrenal) y se da a luz al nacido en el
Espíritu (concebido por el Espíritu). “Lo que es nacido de la
carne, carne es y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”, dijo Jesús.
Una vez que hemos
nacido de nuevo, somos parte del Reino de Dios y no tenemos que preocuparnos por nuestras
necesidades pues el Señor las suplirá siempre y cuando vivamos por fe.
Hebreos 11:6 Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan.
Como lo
adelantamos, la primera regla en el
reino de Dios es la fe. Es necesario creer que Dios va a suplirnos, si no
tenemos fe es imposible agradar a Dios y no recibiremos nada de él.
Mateo 21:21 Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si
tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a
este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. 21:22 Y todo lo
que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Jesús dijo que si
tenemos fe, todo lo que pidamos lo vamos a recibir. No es una creencia mental
sino una creencia del corazón. Si no
dudaré en su corazón, entonces le será hecho, dijo Jesús. Si hay dudas en
nuestro corazón, Dios no podrá cumplir sus promesas.
Mateo 10:37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de
mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 10:38 y el que no
toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 10:39 El que halla su
vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
La segunda regla es que debemos amar a Jesús más que a cualquier cosa,
no puede haber familiar ni nada que amemos más que a él. El que no toma la cruz
no es digno de Jesús y por lo tanto no piense que recibirá nada de él ¿Cómo
entender esto?
Lucas 22:42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no
se haga mi voluntad, sino la tuya.
La palabra de Dios
nos dice que Jesús no quería ir a la cruz y oró tres veces al Padre para que le
revelara si existía otra opción. Cuando le quedó claro que no existía otra
opción más que la cruz dijo: hágase tu voluntad y no la mía.
Tomar la cruz, es hacer la voluntad del Padre y no la nuestra, en cualquier
circunstancia de nuestras vidas. Jesús vivió para el Padre y nosotros debemos
vivir para Cristo.
2 Corintios 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no
vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Jesús murió por
nosotros, para que nosotros vivamos para él, lo que significa que nuestras
prioridades ocupan un segundo plano y las prioridades de Jesús y del Padre
ocupan el primer lugar.
¿Qué significa:
"Venga tu reino, hágase tu voluntad
en la tierra
como en el cielo?" (Mateo 6: 10) Significa que debemos abdicar al trono de nuestra
vida, en el cual hemos estado sentados desde nuestro nacimiento, y cedérselo a Jesús.
Eso es lo quiso
decir Pablo cuando escribió: “Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que
ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios” (Gálatas 2:20).
Antes de ser parte
del reino de Dios, gobernábamos nuestras vidas, andábamos conforme a la carne y estábamos condenados, pero luego de
ser parte del Reino, andamos conforme al Espíritu porque es Jesús el que
gobierna nuestras vidas y no hay para nosotros ninguna condenación (Romanos 8:1).
El gran problema es
que en las iglesias están vendiendo un evangelio en cómodos
abonos ¿Cómo es eso? En la iglesia primitiva, los que creían, se bautizaban y eran llenos del
Espíritu Santo el mismo día. El hablar en lenguas era señal de que el Espíritu
los controlaba porque estaban dispuestos a obedecer a Dios de corazón.
Hoy damos muchas
vueltas antes de obedecer a Dios ¿Cómo vamos a siquiera a hablar en lenguas si el
Señor conoce nuestros
corazones y sabe que no estamos dispuestos a renunciar a nuestra voluntad.
En las
congregaciones actuales invitan a las personas que creen en Cristo a que levanten la mano, eso es el primer
abono.
Después de varios
meses preguntarán ¿Quién quiere bautizarse? El bautismo es el segundo abono. Si hay un buen grupo
dispuesto, entonces hay bautismo, pero si solamente una persona quiere,
entonces no hay bautismo. Es como si bautizarse fuera una opción innecesaria.
Si una persona
dice: "Oh, no, la verdad es que no estoy
dispuesto todavía", entonces le contestan "Bueno, no se preocupe. Puede esperar hasta que esté dispuesto a hacerlo".
El mensaje que
proclamaba la Iglesia primitiva era: "Arrepiéntase
y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados, y recibirán el don del Espíritu
Santo" (Hechos 2:38). Esto era una orden, no era una opción.
En las
congregaciones actuales, luego de transcurrido cierto tiempo, viene el tercer abono: "Sabe, hermano, tenemos que sufragar los
gastos y por eso, debe ofrendar, pero cuando usted ofrenda el noventa por ciento
que le queda le rinde mucho más que lo que le rendía anteriormente el cien por
ciento de sus ingresos, porque Dios multiplicará su dinero".
Apelan a los intereses
de los creyentes y forman en ellos la actitud y el hábito de que lo que Cristo mandó es opcional.
"Busquen primeramente el reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas les serán añadidas" (Mateo 6:33) no es opcional, es una orden y el que no la cumple vivirá inseguro, vivirá afanado por el día
de mañana y no será justificado.
Hay personas que
oran por alguna necesidad, luego van a la congregación y ponen a todos a orar
por lo mismo. Pareciera que entre más oren, es más fácil convencer a Dios para que
supla la necesidad.
Desde el mismo
momento en que fue a la congregación a pedir que oren es porque no tiene fe y
no va a recibir nada.
No necesitamos orar
por nuestras necesidades porque el Padre
sabe de qué cosas tenemos necesidad (Mateo
6:32), lo que necesitamos es trabajar
para el Reino y Dios nos suplirá de la manera sobrenatural que él sabe
hacerlo.
La mayoría de los
creyentes vivimos como si Jesús hubiera dicho: "Busquen primero qué van a comer, qué van a vestir, qué casa van a
comprar, qué automóvil les gustaría tener, cuál empleo le producirá mayores
ingresos, con quién se casarán y qué deporte van a practicar, luego, si les
sobra tiempo, si no les resulta molesto, si les queda tiempo, hagan algo para mí".
Las personas
trabajan hasta doce horas al día para comer y comen para tener fuerzas y seguir
trabajando. Eso no es vivir, eso solo es
existir y es una vida sin propósito.
Si comprendiéramos
que el propósito de nuestras vidas es
extender el reino de Dios, no nos afanaríamos tanto en el trabajo y nos
sobraría tiempo para Cristo.
Las últimas
palabras de Jesús antes de ascender a los cielos fueron: “Id por todo el mundo y predicad
el evangelio a toda criatura. (Marcos
16:15). Eso no es opcional, es una orden, Jesús quiere conquistar el mundo
para Dios.
No vaya la
Universidad para sacar un título, vaya allí a expandir el reino de Cristo, y
mientras lo hace, Dios hará que obtenga el título.
No trabaje en el
Gobierno para ganar su sustento, trabaje allí porque Dios lo necesita en el
gobierno para extender su reino.
"¿Por qué me llaman ustedes 'Señor, Señor',
y no hacen lo que les digo?" (Lucas
6:46).
Si no hacemos lo
que Jesús nos dijo que hiciéramos, perdemos el tiempo al hacerle peticiones. Y si
hacemos todo lo que nos dijo que hiciéramos, tan solo somos siervos inútiles
que no podemos hacer algo más (Lucas
17:10)
¿Qué pasó con el joven rico? "Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para
heredar la vida eterna?" le preguntó a Jesús (Lucas 18: 18). Jesús le respondió: "Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes, luego ven y
sígueme" (Lucas 18:22).
El joven se retiró triste,
ni siquiera pudo ver el reino. El amor al
dinero lo tenía atrapado en su propia vida, de la cual no pudo liberarse.
En otra ocasión,
Jesús le mandó a otro hombre que lo siguiera, y este dijo: "Señor,
primero déjame ir a enterrar a mi padre" (Lucas 9:59). Jesús le dijo
que dejara que otros se ocuparan del entierro. Lo que Jesús quiere es que nos
quede claro desde el comienzo este principio: Jesús es mucho más importante que padre, madre o cualquier otra cosa en
el mundo.
Otro hombre le
dijo: "Te seguiré, Señor; pero
primero déjame despedirme de mi familia" (Lucas 9:61). El Señor podía haberle contestado: "Por supuesto, ve y cena con tus familiares y
dales las gracias de mi parte por dejar que vengas conmigo". Pero Jesús
nunca permitió que algo oscureciera el más importante principio del
discipulado: Jesús está siempre primero.
¿Quiere saber si es
salvo? Lo es si Dios está primero en
tu vida. Si el vivir para Cristo, se tratara
solamente de una invitación, no habría un castigo por no obedecerla:
Ezequiel
3:18 Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le
hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva,
el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.
Dios nos cobrará
por nuestra negligencia de no amonestar a los impíos. Y si somos negligentes y
estamos vivos en el momento del arrebato, es posible que no seamos tomados en
cuenta.
Hechos 17:30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta
ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
El arrepentimiento
no es una invitación, es un mandamiento.
De otro modo, Jesús no castigaría a los que lo rechazan. El arrepentimiento es
un cambio de rumbo, un cambio de vida, dejamos
de hacer nuestra voluntad para hacer la voluntad de Dios.
Jesús nos compró
con su sangre, somos sus siervos y él es el Señor. Sin embargo, muchos
creyentes creen que son los señores y Jesús el siervo. No hacen nada para Cristo, sino una lista de peticiones.
2 Corintios
5:20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por
medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
¿Qué hace un
presidente cuando un embajador no cumple con su labor? No le paga, más bien lo
despide.
Dios nos ha dado el
privilegio de ser sus embajadores. Si no cumplimos con nuestra labor ¿Cómo
esperamos un pago? El hecho de que hemos sido rescatados no significa que
podemos acostarnos en un sillón a ver tele durante todo el día sin importarnos
los demás. Dios nos ha nombrado como sus embajadores y debemos hacer
nuestro trabajo de traer personas a Cristo.
La búsqueda
del Reino de Dios nunca termina, el ingresar al
Reino es solo el principio de esa búsqueda. Si somos añadidos al reino de Dios,
es para hacer la voluntad del Padre, no para seguir haciendo nuestra
voluntad.
Una vez que
ingresamos al reino de Dios, nuestro modelo de vida debe cambiar. Ya no
viviremos para nosotros mismos sino para Cristo. El que quiera seguir viviendo
para sí mismo, quizás termine perdiendo la vida eterna.
Desdichadamente la
gran mayoría de personas que están en Cristo Jesús, siguen viviendo como si
estuvieran en Adán. Siguen aferradas a sus trabajos, a sus estudios, a sus
viejas vidas. Creen que asistir una vez a la semana al culto y dar una
limosna, eso es vivir para Cristo.
Dolorosamente, la
gran mayoría de personas que están en Cristo, siguen gastando el dinero en cosas
vanas, se olvidan que su dinero y sus tiempo no es de ellos, que su dinero
y su tiempo es de Cristo y que deben administrarlo correctamente para que el
Edificio que se llama iglesia no se quede en ruinas.
Efesios 5:31
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los
dos serán una sola carne. 5:32 Grande es este misterio; mas yo digo esto
respecto de Cristo y de la iglesia.
El apóstol Pablo
comparó el reino de Dios con un matrimonio. Cuando las personas se casan
renuncian a sus vidas de solteros. Cuando la mujer se casa, ya no puede irse de
fiesta constantemente con sus amigas como lo hacía cuando era soltera.
Cuando la mujer se
casa ya no puede hacer lo que le da la gana, tiene un esposo al que debe
respetar y dedicarle todo el tiempo posible. Sus padres y su familia pasan a
ocupar un segundo lugar porque su marido ocupa el primer lugar, su marido es su
primer amor.
De igual manera,
los creyentes somos la novia de Cristo. Al unirnos a él, renunciamos a
nuestras vidas y a todo lo que tenemos para compartirlo con Cristo. Al unirnos
a Cristo y ser una sola carne con él, todo lo que tenemos pasa a ser de él. Si
nos unimos a Cristo, le debemos dar todo a él, porque él nos da todo lo que
tiene.
Nuestras familias y
nuestras vidas pasan a ocupar un segundo lugar, porque Cristo se convierte en
nuestro primer amor, de no ser así, no hay unión verdadera.
Apocalipsis
2:4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. 2:5 Recuerda, por
tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si
no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres
arrepentido.
“Tengo contra ti
que has dejado el primer amor”, dice Jesús. “Arrepiéntete y haz las
primeras obras, para no tener que quitar tu candelero”.
Efesios 2:10
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Esas obras que Dios
preparó de antemano, no son obras para salvación, son obras que hacemos una vez
que somos salvos. Esas obras consisten en llevar la verdad del evangelio a
todos los hombres para que sean salvos (1 Timoteo 2:3-4).
Apocalipsis
3:16 Ojala fueses frío o caliente. Pero por cuanto eres tibio, te vomitaré de
mi boca
¿Cuáles son las
cosas que vomitamos? Aquellas que contienen algo que nos impide digerirlas. En
la digestión, lo que se come se desintegra. Al ser digeridos por Cristo,
dejamos de ser nosotros mismos. Por eso es que la Biblia nos llama nuevas
criaturas (2 Corintios 5:17) ¿Cómo es eso? Suponga que usted se come un
bistec. Al ser digerido, el bistec deja de ser bistec y se transforma en piel,
músculo o hueso de usted mismo. Igual sucede cuando somos digeridos por Cristo,
dejamos de ser nosotros y nos convertimos en parte del cuerpo de Cristo.
Pero si usted no
puede digerir el bistec porque hay algo en el bistec que se lo impide, usted lo
vomita y el bistec nunca será parte de su cuerpo.
Eso es lo que pasa
con las personas que Cristo vomita. Nunca serán parte del cuerpo de Cristo. Al
unirnos a Cristo, somos digeridos por él ¿Hemos perdido algo? Por el contrario,
hemos ganado. No solamente tenemos una vida mejor aquí, sino que tenemos vida
eterna. Esto es lo que significa "el que pierde su vida en mí la
salvará, pero el que se quiere salvar de mí, la perderá".
Jesús es el amo que
murió por nosotros para rescatarnos de Satanás y del pecado. Los que le hemos
entregado todo, nuestros bienes, nuestro trabajo, nuestro tiempo, hemos notado
que nuestra vida es mucho más feliz que los más ricos de este mundo.
Desdichadamente, la
gran mayoría de creyentes, cuando vuelven del trabajo, piensan en mirar
televisión, comer y dormir o irse a la mejenga
de futbol. No se les ocurre pensar en el reino de
Dios, en invitar a un vecino a su casa para hablarle del evangelio, o en
llamar a algún amigo enfermo para saber cómo está y orar con él
Cuando llega la semana
santa, se preparan para el viaje, para la diversión, no hay tiempo para
meditar en la obra de Cristo y aprovechar algo de esa semana para
testimoniar de Él.
La mayoría de los
creyentes tienen una actitud opuesta a la de un siervo. Si van al culto,
aprovechan para mandarle a Jesús una larga lista de pedidos de cosas que
quieren que les haga, como si el Señor fuera el siervo y ellos los señores.
Piden que el
Señor les supla, pero no buscan el Reino. Si lo buscaran, no tendrían de
que preocuparse.
Cuando el Señor
venga, serás llamado a cuentas. Si no has producido fruto alguno, aunque salvo,
serás pasado por fuego (1 Corintios 3:15).
Y no habrá campo para ti en el rapto. Recuerda la parábola de las
vírgenes y entiende que los negligentes no serán tomados en cuenta.
¿Quién es el Señor
y quiénes son los siervos? ¿Quién da las órdenes a quién? Los siervos no son
los que dan órdenes al Señor, sino los que preguntan: "Señor, ¿qué quieres
que yo haga?".
Póngale atención a
las oraciones de los creyentes y pregúntese quién está dando las órdenes a
quién. Quieren que Dios los satisfaga, pero ellos no están interesados en
satisfacer a Dios.
Por otro lado,
muchos creyentes creen que las alabanzas
sustituyen a las ofrendas. Creen que con sus alabanzas se puede pagar un
loca, se pueden comprar biblias, se pueden imprimir folletos y se puede tener
un pastor dedicado a tiempo completo al evangelio. “Dios te bendiga” le
dicen al pastor, pero ni a palos se meten la mano al bolsillo. Se les olvida
que el dinero que tienen no es de ellos. Tienen la desfachatez de pedirle al
Señor que les cumpla sus deseos, cuando le están poniendo bozal al buey que
trilla (1 Timoteo 5:18).
En Romanos 12:1,
Pablo dice que nuestro verdadero culto es ofrecer “nuestros cuerpos en
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios". Es decir, darnos
nosotros mismos incondicionalmente a Él para que haga lo que quiera de
nosotros.
Lucas 17:10
Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado,
decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.
¿Podemos decir que
hemos hecho todo cuanto el Señor nos ha mandado? De ser así, somos "Siervos
inútiles", porque no hacemos más de lo que se nos manda. ¿Pero
realmente hacemos lo que se nos manda? Ni siquiera somos siervos inútiles.
Debemos entender,
que nuestra recompensa no es en esta vida, sino después de esta vida. Quiera
Dios ayudarnos a hacer con alegría aquello que hacen los siervos en su reino.
Jesús dijo: "Después que yo haya comido y bebido, entonces comerás y
beberás tú".
Ojalá llegue ese
día para nosotros y que Jesús nos diga: "Hiciste bien, siervo bueno y
fiel. En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. Ven a compartir
la felicidad de tu señor" (Mateo 25:21). ¿Pero, cuántos de los
millones de creyentes que estamos en Cristo viviremos esa experiencia?
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