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Hay personas que te critican porque dices que
eres cristiano y a la vez eres pecador.
Te critican porque no han entendido la gracia. Por su parte, muchos creyentes no
viven una vida de gracia, porque tampoco han entendido lo que es la gracia,
valga la redundancia.
El único impedimento para
la gracia no es el pecado como algunos creen, todo lo contrario, hay gracia porque hay pecado. El verdadero impedimento para la gracia no es el pecado, es la
incredulidad.
Las religiones enseñan que Dios quiere que el hombre se
gane la salvación a través de su abstención al pecado y ese pensamiento se ha convertido en un trauma
para muchos creyentes.
Martin Lutero sufrió esa experiencia, porque a pesar de todos sus
esfuerzos se sentía incapaz de hacer méritos suficientes para obtener el
reconocimiento Divino.
Sucedió que un día se le
encargó traducir la Biblia a su idioma y al traducirla pudo leer que decía: “Porque en el evangelio la justicia de Dios
se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”
(Romanos 1:17).
En ese momento. Lutero se
dio cuenta que no necesitaba ganarse la
salvación, que lo que necesitaba era tener fe, e inmediatamente se llenó de
alegría, pero también de tristeza al ver que la Iglesia católica, la que tanto
amaba le había enseñado una mentira. Entonces protestó ante el Vaticano y allí
se inició la reforma de la iglesia.
El problema del hombre radica
en
que mide su corazón como si fuera el corazón
de Dios, piensa que el corazón
de Dios es como el de él, por eso no
entiende el corazón de Dios.
Recordemos que Jesús dijo
que del
corazón salen los pensamientos (Mateo
15:19) y Dios ha dicho que sus
pensamientos no son nuestros pensamientos, ni sus caminos nuestros caminos
(Isaías 55:8). De tal manera que no
podemos medir nuestro corazón con el corazón de Dios porque si lo hacemos no
entenderemos a Dios ni entenderemos lo que es la gracia. Cuando leemos la
biblia, pareciera que no estamos leyendo bien, pero no es eso, lo que sucede es
que Dios no piensa como nosotros, él piensa
al contrario de como nosotros pensamos. Creemos entonces o que quizás fue mal
traducida, entonces la acomodamos a
nuestra manera de pensar. Eso es lo que han hecho las religiones y eso es lo
que ha motivado que existan miles de denominaciones religiosas, porque nadie se
pone de acuerdo. No han entendido que el acuerdo es leer la Biblia y entender
que lo que ella dice, es lo que dice ,y
eso que dice, es la verdad.
Al leer Romanos 4:4 vemos
que dice claramente: “pero al que obra no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda”. Lo que
nos está diciendo es que la
gracia no es el pago de una deuda,
no consiste en recibir lo que uno se ha ganado.
Si la gracia consistiera en recibir
lo que uno se ha
ganado, entonces el significado mismo de gracia sería nulo. La
gracia es gracia porque no incluye mérito alguno.
Suponga que usted trabaja en
una fábrica y le pagan cien dólares por semana por su trabajo. Esos cien
dólares es lo que usted se ganó y no hay ninguna gracia en su salario. Pero si
su jefe decide darle cien dólares más en una semana, ese regalo sería como la gracia
porque no es algo que usted se ha ganado.
Efesios 2:8 Porque por gracia
habéis sido salvos
por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.
Somos salvos por gracia, no porque lo merecemos,
lo que nos indica que la gracia es un
regalo de Dios que recibimos al
tener fe.
Leemos en Romanos
3:24: “Siendo
justificados gratuitamente por Su gracia”. Qué seamos justificados gratuitamente es porque no hemos pagado por esa justificación ni
hemos hecho nada para merecerla.
En el idioma original, la palabra traducida como “gratuitamente” significa “sin causa” y es la misma de
Juan 15:25 cuando el Señor dice: “Sin causa me aborrecieron”, es decir, me aborrecieron
gratuitamente o sin motivo.
Gratuitamente o sin causa aborrecieron al Señor,
y de igual manera, gratuitamente o sin causa, Dios nos justifica. Dios lo hace porque le da la gana y punto.
Romanos 11:32 Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener
misericordia de todos.
Este versículo es sumamente importante para
entender la gracia. Allí se dice que Dios sujetó a “todos” los hombres en la misma posición de desobediencia.
Dios no sujeto a unos hombres, él los sujetó a
todos para que quede claro que ningún hombre es merecedor de la salvación y que todos, absolutamente todos
necesitamos la misericordia de Dios expresada en su gracia para poder ser
salvos.
Si le preguntáramos al apóstol Pablo cómo fue salvo, él contestaría sin vacilar que por gracia, y cualquier
persona en el mundo tiene que dar la misma respuesta porque todos somos
desobedientes, nadie merece la salvación. No hay motivo, no hay causa para que Dios deba
salvarnos, eso es gracia.
Efesios 2:9 No
por obras, para que nadie se gloríe.
La salvación no es por obras ¿Qué son las obras?
Obras son acciones y podríamos decir que hay malas obras, buenas obras y obras
de justicia. Las malas obras son las
acciones mediante las cuales hacemos daño a otros o cuando pecamos contra Dios.
La Biblia dice en Romanos 3:23 que todos pecamos y todos estamos destituidos de la
gloria de Dios, lo que implica que las malas
obras son las que nos condena y destituyen de la gloria de Dios.
Las buenas obras son las acciones
que el hombre hace, como el darle comida al que no tiene.
Y las obras
de justicia son las que el hombre
lleva a cabo para ser justificado o
perdonado por Dios.
Tratar de cumplir los mandamientos de la ley,
hacer peregrinaciones, golpearse el cuerpo y hasta hacer buenas obras, son las
obras de justicia que el hombre lleva a cabo para que Dios lo perdone y lo
justifique del pecado que lo ha destituido de la gloria de Dios.
Eso es como tratar de compensar las malas obras con
las obras de justicia para emparejar las cosas, de allí el dicho: “el
que peca y reza empata”. Pero eso es lo que enseña la religión, no es
lo que enseña la Biblia, ésta enseña todo lo contrario.
Usted escucha decir que el Vaticano declara “santo” a un muerto por sus buenas obras en vida.
Eso es un engaño religioso, nadie alcanza la santidad por sus buenas obras o
por sus obras de justicia porque Dios no
quiere que el hombre se gloríe.
El Vaticano le da la gloria a los hombres,
convirtiéndolos en falsos santos, en clara contradicción a la palabra de Dios.
Dios quiere toda
la gloria para su hijo Jesucristo porque fue Jesucristo el que dio su
sangre en la cruz por el perdón de todos nuestros pecados. Un hombre tendría de
que gloriarse si muriera para ocupar el lugar de otro, tal y como lo hizo
Jesucristo.
Isaías 42:8 Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni
mi alabanza a esculturas.
Lea bien claro, Dios no comparte
su gloria con el hombre.
Dios aborrece las esculturas porque
dan la gloria al hombre. Pero el hombre, creyéndose
sabio se hizo necio (Romanos 1:22),
y cambió la verdad de Dios por la
mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al creador (Romanos 1:25). Por esa causa Dios lo
entregó a pasiones vergonzosas (Romanos
1:26), lo entregó a una mente reprobada (Romanos 1:28) y lo atestó de toda injusticia (Romanos 1:29).
Dios aborrece la gloria del hombre porque Dios quiere toda la gloria para él. Cuando las personas, cegadas por la religión le dan la honra y la
gloria a las vírgenes y a los santos católicos, en lugar de alcanzar la gracia
de Dios, lo que obtienen es su aborrecimiento.
Juan 14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para
que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Dios quiere que le hagamos las peticiones a él
en el nombre de Jesús, para que Él sea
glorificado en el Hijo. Dios no quiere que le hagamos peticiones a ninguna
virgen ni a ningún santo porque eso le
quita la gloria a él para dársela a ellos.
Hay personas que dicen que le piden a la virgen
o a los santos católicos, pero que son sabedores de que es Dios el que hace el
milagro. Pues bien, están compartiendo
la gloria con la virgen y con los santos, y eso Dios no lo soporta.
Otra cosa que muchos no han entendido es que la gracia es eterna. Hay denominaciones
cristianas, las legalistas, las
cuales enseñan que la salvación se adquiere por gracia, pero que hay que hacer
obras de justicia para mantenerse salvos. No han entendido que la salvación no está condicionada a las
obras del hombre, que la salvación
es por gracia y es eterna:
Hebreos
9:12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia
sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido
eterna redención.
Aquí se dice que Jesús entró una vez para
siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Jesús no
obtuvo un perdón momentáneo como el que se obtenía en el viejo Testamento con
la sangre de los animales, no, Jesús obtuvo eterna redención y eso implica también eterna salvación.
Si la salvación dependiera de las obras del
hombre, éste se gloriaría ¿NO es cierto? El hombre se mantiene salvo porque la
salvación es eterna y no depende para nada de las obras del hombre.
Si tan solo
el cinco por ciento de la salvación del hombre dependiera de sus obras, el hombre se gloriaría de ese porcentaje, y Jesucristo
perdería el cinco por ciento de la gloria.
Muchos piensan: “Voy a tratar de hacer lo posible
por cumplir los mandatos divinos”, lo que indica que no confía en la gracia de Dios.
El apóstol Pablo tenía una debilidad, esa debilidad era algún pecado, algún pensamiento o alguna actitud que no
podía controlar. Pablo le llamaba un
aguijón en la carne, un mensajero de Satanás que le recordaba su humanidad
para que no se gloriara.
Entonces el apóstol le pidió a Dios que le
quitará ese aguijón y la respuesta de
Dios fue: bástate a mi gracia porque mi poder se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9).
Dios no quiere que le ganemos al pecado ni a la
tentación, para que no nos gloriemos, él no quiere que nos esforcemos “por dejar de hacer” esto o aquello, ni
“por hacer” esto o aquello, ni
siquiera que le pidamos que nos
quite las debilidades.
Lo único que Dios quiere es que confiemos en su gracia, lo que quiere
es que le dejemos nuestras debilidades a él porque él quiere para sí toda la
gloria. Cuando nuestra debilidad desaparece sin que hayamos hecho esfuerzo
alguno, entonces podemos clamar: eso es la obra de Dios, eso es gracia.
En Romanos
7:15 al 25 vemos al hombre preocupado, tratando de cumplir la ley de Dios,
pero no puede, le es imposible, entonces se siente miserable y se lamenta. En
ese momento Dios le hace ver que deje de preocuparse, que “no hay ninguna
condenación para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).
No hay ninguna condenación para el que está en
Cristo, mete eso en tu mente y conviértelo en una fortaleza. Además, toma muy
en cuenta, que los que estamos en Cristo no
andamos conforme a la carne, es decir no
hacemos obras de justicia, no tratamos de esforzarnos por cumplir la ley ni
por vencer el pecado y la tentación, tampoco procuramos salvarnos porque ya
somos salvos, entonces andamos conforme
al Espíritu, es decir andamos por fe, confiados en la obra del Señor. Eso es gracia.
Alguien dirá: “entonces puedo pecar libremente porque estoy bajo la gracia”. De
ninguna manera, gracia no es pecar. Dios no nos da su gracia para que pequemos
sino para que dejemos de pecar. Cuando somos salvos Dios pone su Espíritu dentro de nuestro espíritu para que tome el
control de nuestras vidas y haga que andemos en sus estatutos, y guardemos sus
preceptos, y los pongamos por obra (Ezequiel
36:27). Esa es la obra del Espíritu
Santo, no es nuestra obra, eso es
gracia.
Gálatas 2:21 No
desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por
demás murió Cristo.
Cuando hacemos obras de justicia para
mantenernos salvos, en ese momento nos desligamos de Cristo y caemos de la gracia (Gálatas 5:4). Eso es así,, porque al hacer esas obras de
justicia, estamos teniendo por inmunda la
sangre del pacto en la cual fuimos santificados, estamos creyendo que
tenemos que hacer algo porque la sangre
de Cristo no fue suficiente, y lo que conseguimos es la ira de Dios (Hebreos 10:29).
La gracia no es un complemento a las obras del hombre,
porque las obras del hombre no tienen nada que ver con la gracia. Hay creyentes
que creen que tienen que hacer la mitad del trabajo
y dejar a Dios la otra mitad
porque no han entendido la gracia, no han comprendido que la gracia no es un complemento para las incapacidades del hombre.
La gracia es lo que viene del cielo a la tierra y
solo en esa dirección. Allí no caben las obras del hombre porque el hombre está
en la tierra. La gracia es lo que Dios
hace por el hombre sin la intervención de éste. Si el hombre interviene
entonces ya no es gracia.
O confiamos en las obras
del hombre o confiamos en la gracia de Dios, las obras del hombre y la gracia
de Dios no se pueden mezclar, son dos líneas
paralelas.
Podemos confiar totalmente en la gracia
de Dios porque la muerte del Señor ya se efectuó,
y por ella Dios pone a
todos los pecadores que creen en Jesús en la misma posición de justos.
Romanos 5:19 dice “Porque así como por la desobediencia de un
hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia
de uno, los muchos serán constituidos justos”, eso último es gracia.
Dios “cargó en Jesus
los pecados de todos nosotros” (Isaías 53:6). Todos
teníamos que morir por culpa del pecado, pero Jesús ocupó nuestro lugar. No
tenemos que pagar porque Jesús ya pagó, eso
es gracia.
El problema del pecado fue resuelto de una
sola vez y para siempre; por lo tanto el hombre no debe confiar
en sus propios méritos, porque en ese caso la obra del
Señor no tendría ningún valor,
y Su muerte sería en vano,
entonces por demás murió Cristo (Gálatas 2:21).
La gracia no es privar al hombre de algo que no merece, como piensan algunos, más bien la gracia es concedida al hombre porque no la merece.
Cuando un hombre se da cuenta de que es débil y de que no tiene salida, apela a la gracia, y cuando Dios ve al hombre en esa situación, imparte la gracia.
Si el hombre todavía
se siente fuerte y cree
que puede hacerle frente al pecado y a las tentaciones, no podrá recibir la
gracia de Dios, porque el poder de Dios
se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9).
La incapacidad del hombre no impide que Dios le dé la gracia; por el contrario, ésa es una condición para la gracia.
A los orgullosos les cuesta recibir la gracia, porque no quien reconocer que son pecadores
inhabilitados para vencer el pecado y la tentación. La gracia exige que uno reconozca que es perverso.
Así como una taza puesta boca abajo no puede contener
agua, una persona orgullosa no puede recibir la gracia; hasta que admita que es
inútil podrá recibir la gracia de Dios.
Como ya lo dijimos, la gracia fluye desde el cielo hacia la tierra, va en una sola dirección,
es por amor, no por otra cosa que Dios nos trata a todos por
igual, sin importar si somos mejores o peores personas que los demás, eso es gracia.
Algunos piensan que Dios nos da solamente un poco de gracia el día de la
salvación, y aumentará su gracia conforme la vayamos mereciendo. Dios no deja de concederé la gracia porque no eres merecedor, eso es
un concepto religioso. La gracia de Dios no tiene nada que ver con ser
merecedor, ya que, como está escrito: “No hay justo, ni aun
uno; No hay quien entienda. No hay quien
busque a Dios. Todos se desviaron, a una
se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Romanos 3:10-12) a los ojos de Dios
todos somos iguales y no hay merecedores.
Dios no se abstiene de otorgar la gracia porque el hombre no sea merecedor, al contrario,
él la concede debido a que el hombre no es merecedor. Si el hombre fuera
merecedor, la gracia no sería la gracia.
Dios no hace acepción de personas
ni estima quién es
más digno ni quién lo es menos; tampoco
concede más gracia
a aquellos que se
consideran más dignos, ni a los que se consideran menos dignos da menos gracia.
Efesios
1:3
dice que hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales con Cristo. Dios
no se guardó nada y nos concedió la gracia a todos por igual y de manera total.
Romanos
5:20 Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado
abundó, sobreabundó la gracia;
Dios no
introdujo la ley para que la cumpliéramos, sino para que nos diéramos cuenta de
lo pecadores que somos. Al introducir la ley el pecando abundó, más cuando el
pecado abundó, sobreabundó la gracia.
Lo que esto quiere decir es
que Dios no otorga menos gracia
a aquellos que tienen muchos pecados y
más gracia a aquellos
que
tienen pocos, a más pecados, más
gracia.
La gracia no depende en absoluto de la condición del que la
recibe. Éste no necesita ser apto para
recibirla ya que la gracia se concede a aquellos que no la
merecen; en consecuencia, no reciben menos gracia aquellos que merecen menos, ya que en dicho caso la condición
del hombre sería un requisito para recibirla.
La gracia de Dios es abundante y amplia, y se concede a todos los pecadores
por igual.
Aquellos que creen estar bien, necesitan la gracia de Dios tanto como aquellos que reconocen que son terribles
pecadores. Algunos piensan
que una persona buena merece más gracia, pero a los ojos de Dios, todos los hombres
son iguales.
Supongamos que varios platos se caen al piso. Algunos se quiebran
por la mitad, otros en cinco pedazos
y otros quedan completamente despedazados; pese a las diferencias de los pedazos,
todos los platos se quebraron. Uno puede ser un pecador
“mejor” o un pecador
“peor”, pero sigue siendo al fin y al cabo un pecador.
La Biblia dice que todos somos pecadores
y que Dios envió al Señor Jesús para que muriera por nosotros y nos concediera
a cada uno la oportunidad de ser salvo.
Además, la gracia no
convierte al que la
recibe en un deudor, como piensan algunos, porque la gracia no es un préstamo que haya
que pagar.
Si la gracia fuera un préstamo, entonces sería una
deuda, y ya no sería gracia. Usted no le hace un regalo a su hijo para que se
lo pague luego, regalo es regalo y la
gracia es un regalo de Dios y de Jesús para los pecadores.
Dios no se
acordará nunca más de nuestros pecados y transgresiones (Hebreos 10:17) porque Jesús pagó por
todos ellos. Teníamos una deuda con Dios por culpa de nuestros pecados pero
Jesús pagó por cada uno de ellos. La deuda
desapareció por completo, Jesús no pagó una parte de la deuda, él pago toda
la deuda.
Ya no hay
nada que ofrendar por el pecado (Hebreos
10:18), la deuda está cancelada, eso
es gracia. Si usted ofrenda algo por
el pecado, entonces está desechando la gracia.
Recuerdo que cuando era católico me iba a
confesar con un sacerdote para que me perdonara los pecados, y lo peor de todo
es que el sacerdote me decía que debía rezar diez Padres nuestros y diez Aves
Marías para obtener ese perdón ¿Por qué
digo que eso es lo peor de todo? Porque esos Padres nuestros y Aves Marías
eran el pago que debía hacer por la culpa de mis pecados. Eso es pasar por alto
el doloroso sacrificio de Cristo en la cruz, eso es tener por inmunda la sangre
de Jesús, eso es decir que por demás
murió Cristo, eso es desechar la
gracia de Dios.
Debemos recordar que la gracia es gratuita
, no necesitamos hacer ningún pago, pero no
fue gratuita para Cristo, él pagó con su sangre por la gracia.
Y que Jesús haya obtenido eterna redención, eso
implica que la gracia que otorga el perdón de pecados se aplica al pasado,
al presente y al futuro.
No hay precio que se pueda pagar por la gracia, ni para el pasado, ni
para el presente ni para el
futuro. Las doctrinas en cuanto a la
confesión de pecados y el perdón de
ellos por parte de los sacerdotes católicos, es una burla de la gracia, esas
doctrinas niegan la gracia de Dios, niegan la eficacia de la sangre de Cristo y
conducen a los fieles a cometer el único
pecado imperdonable porque ofenden al Espíritu Santo.
Los legalistas tienen el concepto erróneo
de que la salvación se recibe por gracia, pero dependen de su
comportamiento para conservarla. La Biblia nunca dice que la gracia nos convierta
en
deudores. Romanos 6:23 dice: “Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. ¿Cuál es la característica de la vida eterna? Es un regalo
que Dios nos da en Cristo Jesús. ¿Acaso se devuelve un regalo?
Efesios 2:10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas.
Que la gracia sea un
regalo, no significa que los creyentes no necesitan hacer buenas obras ni servir
a Dios fielmente. No debemos confundir las buenas obras
con las obras de justicia. Después de ser salvos, debemos hacer las
buenas obras que Dios preparó de antemano. Pero, esas buenas obras no las hacemos
para conservarnos salvos, sino por amor a aquel que murió por nosotros:
2 Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto:
que si uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para
que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó
por ellos.
Cuando tenemos un nuevo
nacimiento, el amor de Dios es derramado
en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado (Romanos 5:5). Ese amor nos presiona y
nos hace pensar que si Cristo murió por todos nosotros, nosotros debemos vivir
para él llevando el evangelio a otros para que los que no han recibido la
gracia, crean y la reciban, al igual que nosotros la hemos recibido.
Esas buenas obras no tienen como fin obtener la salvación
ni conservarla; tampoco cumplen el propósito de cancelar la deuda de la salvación.
Así como Dios nos salvó por Su amor para con
nosotros, debemos
nosotros servirle por amor a él, y así como Su salvación no es un préstamo, nuestro servicio
fiel a él no es el pago de la
deuda.
Muchas personas no entienden la gracia de Dios; piensan que la gracia significa que Dios está dispuesto a salvar a una persona independientemente de que lo merezca
o no y que después de la salvación Dios se la retirará si no hace méritos.
Eso sería como comprar mercancías a plazos; uno recibe la mercancía,
pero tiene que pagar el costo en el plazo especificado, pues si uno no lo cancela
a tiempo, la entidad crediticia exigirá su devolución.
Ese es un significado completamente tergiversado de lo que es la gracia; la vida eterna que Dios concede
al hombre cuando lo salva no tiene que pagarse a plazos ya que Dios no le quita la vida eterna a quien se la concede, porque irrevocables son los dones y el
llamamiento de Dios (Romanos 11:29).
Debido a que la vida eterna es un regalo, no es necesario pagarla; la idea de pagar es equivocada, ya que servimos
al Señor por amor.
Por ejemplo
si su padre le da un regalo,
pero usted trabaja día tras
día
y mes tras mes, hasta pagar el costo exacto del obsequio que él le dio, ¿No será como si uno hubiera comprado el regalo? La gracia nunca tiene precio ya que si lo tuviera, no sería gracia.
Otro punto a
dejar claro, es que Dios no nos
da la gracia solamente por amor y
por su misericordia, como muchos piensan. Cuando se piensa de esa manera,
se incluyen dentro de la gracia de la salvación hasta los incrédulos y los
idólatras que Dios aborrece.
Hay que entender que hay algo que está por
encima de ese amor tan grande y esa misericordia y ese algo es la justicia de Dios.
Si la justicia de Dios no estuviera por encima
de su amor y de su misericordia, Cristo no hubiera muerto por los pecadores. La
palabra de Dios dice que “Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21).
Jesús tuvo que hacerse pecado, para que nosotros
fuésemos justificados a través de la gracia. Eso sucedió el día que Jesús fue
bautizado. El bautismo de Juan era para los pecadores y Jesús se bautizó sin
ser pecador, Jesús se hizo pasar por
pecador para que se cumpliese toda justicia (Mateo 3:5).
Eso es lo que significa que Jesús fue hecho
pecado. El día del bautismo Jesús tomó sobre sí los pecados de toda la
humanidad para llevarlos a la cruz y condenar allí al pecado.
Aunque Dios tenga tanto amor y misericordia por nosotros,
si Jesús no hubiese sido sepultado con
todos nuestros pecados y luego resucitado, Dios
no podría darnos su gracia porque no
se hubiera cumplido la justicia de Dios.
Alguien tenía que pagar por el pecado, eso es la
justicia y alguien pagó, la justicia se cumplió.
De igual manera, Dios no nos puede dar su gracia
si nosotros no creemos en la obra de Cristo. Tampoco nos la puede conceder si
no somos sepultados y resucitados en el bautismo (Romanos6:3-5) con Cristo.
Así como
Jesús debió ser sepultado y resucitado para obtener toda justicia, nosotros
debemos serlo con él a través del
bautismo y por fe, para que la justicia de Dios se cumpla en nosotros y
podamos recibir su gracia.
Romanos 5:21 Para que así como el pecado reinó en la muerte,
así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante
Jesucristo, Señor nuestro.
Note usted que el pecado reina solo,
pero la gracia reina por la justicia; la gracia no reina aislada. Debemos entender que Dios no sólo concede gracia sino que también es justo, y no sólo se deleita en salvar al hombre sino también en salvaguardar la salvación
de éste con la justicia.
El hecho de que Dios nos concede gracia
no significa
que Dios sea generoso por perdonar
nuestros pecados.
Por el contrario,
Dios planeó la
solución al problema
de nuestros pecados
y nos concedió
la oportunidad de ser salvos por medio de Jesús.
Si interpretamos erróneamente lo que es la gracia
y simplemente la consideramos como liberalidad por parte de Dios, entonces la cruz sería innecesaria y carecería
de significado.
Ciertamente, sin el amor de Dios no existiría la cruz de Cristo y tampoco existiría si Él sólo tuviera amor sin Su justicia.
Dios sabe que pecamos
y, por ende, no puede pasar por alto nuestro pecado.
En vista de que nosotros no teníamos posibilidad alguna de solucionar este problema,
Su hijo cargó con nuestros
pecados en la cruz y resolvió el problema del pecado de una vez y para siempre, esa
es la gracia. Espero que hayas comprendido estás grandes verdades. Recuerda,
eso es gracia!
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