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Dice la palabra de Dios que hay tres cosas que
no vienen del Padre sino del mundo. Esas tres cosas son: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la
vida” (1 Juan 2:16). No es difícil
entender los dos primeros, Pero ¿Qué es la vanagloria de la vida?
Vanagloria es la suma de vanidad y de gloria. Vanidad viene de vana, que significa vacío o inútil. Gloria significa “exaltación”;
la vanagloria es exaltar algo inútilmente.
El rey Salomón escribió: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 12:8). Lo que nos está diciendo Salomón es que el
hombre se esfuerza en vano, como persiguiendo
el viento porque al final muere y nada se lleva.
Eso es vanidad y eso es lo que nos ofrece el
mundo: la gloria temporal que nos aleja de la gloria venidera que ha de
manifestarse (Romanos 8:18). Eso es el principio babilónico que Dios aborrece.
Recordemos que los habitantes de Babilonia
dijeron: “Vamos, edifiquémonos una ciudad
y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre”, (Génesis 11:4).
Ellos querían hacerse un nombre y Dios los
confundió y los esparció por toda la tierra. El principio babilónico es un
principio de confusión, es el principio
religioso que enseña hacer obras para
llegar al cielo; es la justicia del hombre contra la justicia de Dios que es por fe (Romanos 1:17) y eso es
vanidad. La vanagloria la podemos entender en las palabras de los
habitantes de Babilonia: “hagámonos un
nombre”.
El Libro de Eclesiastés
es un tratado acerca de la vanidad. Fue escrito por Salomón, el hijo de David,
rey de Jerusalén (Eclesiastés 1:1).
Es un rey “vanidoso” porque ha
recibido de Dios más sabiduría, riqueza, bienes y gloria que ninguno antes ni
después de él (2 Crónicas 1:12).
Vanidad de vanidades, eso es vanagloria.
Pero toda esa vanidad que lo alejó de Dios, parece
envolverlo en la desesperación y en la desesperanza y lo hace concluir que una
vida sin Dios no tiene sentido: “Teme a
Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre, porque Dios traerá toda obra a juicio
juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés
12:13-14)
Hubo un momento en que el Rey Salomón se
enfrenta a la espantosa realidad de que “nada
tiene sentido bajo el sol”, o sea aquí en la tierra. Es entonces que entiende que Dios traerá toda
obra a juicio, con toda cosa secreta, ya sea buena o mala.
¿Cuál es el propósito de Eclesiastés? Es un
mensaje de aquel que todo lo ha tenido, de aquel lleno de vanagloria, que nos
quiere comunicar por sus propias experiencias, que aunque lo tengas todo, nada de
lo que tengas tiene sentido si no tienes a Dios, y que una vida pagana no nos
da ninguna esperanza.
Salomón no pretende predicar el Evangelio, pero
nos alienta a una visión del mundo centrada en Dios, en lugar de caer víctima de la vanagloria de la vida.
“El
Predicador” como se hace llamar no es un filósofo ni un pastor evangélico,
es un Rey que nos comunica sus propias experiencias para llegar a una
conclusión que toda la humanidad debe entender y aceptar.
Su enfoque en Dios es indirecto, él nunca
menciona a Dios, solamente menciona “los
mandamientos de Dios” al final de su mensaje (Eclesiastés 12:13) ¿Por qué? Porque el Predicador está contando como se ve la vida sin Dios, esa es
la vida que vive el mundo, una vida de vanidad que no tiene sentido.
Eclesiastés parece ser una declaración de arrepentimiento
de aquel Rey que se alejó de Dios pero que al final de su vida vuelve a él en
busca de misericordia.
Para este Rey predicador, la vida del mundo es la vanidad máxima, es la vanidad de vanidades. El hace notar que la vida del mundo sufre de
un gran vacío (la vanidad) y no tiene propósito:
“¿Qué provecho tiene el hombre de todo su
trabajo con que se afana debajo del sol?” (Eclesiastés 1:3)
Esa es una
verdad para los que aman al mundo, pero para
los que aman a Dios es una gran mentira, porque la vida con Dios sí tiene propósito y es maravillosa.
Dada la perspectiva del mundo de que “Dios no es importante” es cierto que
todo es vanidad. Pero ya que esta perspectiva está equivocada, entonces no es
cierto que todo es vanidad.
¿Qué
provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? El Predicador sabía que la vida estaba
llena de trabajo, pero, ¿valía la pena? ¿Qué provecho tiene?
El Señor Jesús dijo: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su
alma?” (Marcos 8:36). No hay ningún provecho en las cosas
del mundo, el provecho está en salvar el alma. Las cosas materiales son
temporales, tenemos que enfatizarnos en las cosas espirituales, “no tenemos que hacer tesoros en la tierra en
la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y
hurtan; sino hacer tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21), dijo Jesús.
1 Juan
2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al
mundo, el amor del Padre no está en él. 2:16 Porque todo lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 2:17 Y el mundo pasa, y sus
deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
No debemos amar al mundo ni las cosas que están
en el mundo ¿Cuáles son esas cosas del mundo?
Las posesiones materiales, los honores mundanos y todo lo relacionado
con las cosas seculares.
“No améis
al mundo” es un mandato que debemos obedecer, no es optativo. Si amamos al
mundo, demostramos donde está nuestro corazón. Todo lo que está en el mundo, es
todo lo que el mundo te puede dar: Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.
Los deseos de la carne son los deseos de cosas
materiales, todo lo que hay en este mundo, como un carro o una casa. De hecho,
no hay nada malo en tener un carro o una casa, lo malo está en darle prioridad
a esas cosas sobre las cosas espirituales.
Los deseos de los ojos están íntimamente ligados
a los deseos de la carne porque los deseos de los ojos producen en nosotros los
deseos de la carne, esto lo podemos entender claramente cuando deseamos una
mujer, como dice el dicho, “todo entra
por la vista”.
La
vanagloria de la vida
es el deseo de poder, el deseo de ser admirado y adorado, es la vanidad o
exaltación del yo. Eso es lo que el diablo quiere para él:
Mateo 4:8
Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos
del mundo y la gloria de ellos, 4:9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado
me adorares. 4:10 Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está:
Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.
El diablo le ofreció a Jesús todos los reinos
del mundo y la gloria de ellos a cambio de que lo adorara. Jesús le dijo que él
solamente adoraba y le servía al único Dios verdadero.
La vanagloria de la vida nos hace perder el
norte y nos volvemos idólatras, amantes del dinero y del poder, y quitamos a
Dios de su trono para ponernos en su lugar.
Génesis
3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los
ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y
comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
El diablo tentó a Eva tal y como tentó a Jesús,
con los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.
Lo hizo con Eva, lo hizo con Jesús y lo hará contigo. Note usted que Eva vio
que el árbol era bueno para comer, que era agradable a los ojos y que además
era codiciable para alcanzar la sabiduría. Ella tuvo deseos de comer (deseos de la carne) cuando vio que el árbol
era agradable a los ojos (deseos de los ojos) y que además, al comerlo podría
alcanzar sabiduría (la vanagloria de la vida) y ser igual que Dios.
El amor por las cosas de este mundo hizo que Eva
comiera del fruto prohibido y diera a su marido, que también comió, al igual
que ella.
Eva hizo su voluntad y rechazó el amor de
Dios. Eso hacemos muchos creyentes que
decimos amar a Dios, estamos en busca de
la vanagloria de la vida y no en busca del reino de Dios, quitamos a Dios
del trono para ponernos en su lugar.
Queremos ser adorados y admirados, pero no
sucedió así con Jesús, él dijo que estaba para servir y adorar únicamente a
Dios. Nunca debemos sacrificar lo espiritual por las cosas de este mundo. ¿Por
qué entregar algo eterno como lo es el alma por algo temporal, como las cosas
de este mundo?
El punto está entre lo temporal y lo eterno,
debemos recordar nuestra naturaleza transitoria sobre este planeta, comprender
que este mundo material no nos pertenece, que nuestra residencia verdadera está
en los cielos junto a Jesús. Estas son razones adecuadas y suficientes para no
amar al mundo.
Desdichadamente, con las nuevas doctrinas
humanas como la falsa doctrina de la prosperidad, en las iglesias les están
dando más importancia a las cosas del mundo, provocando en los fieles una
desviación de la verdad.
Salomón dijo que todo era vanidad bajo el sol o sea “en este mundo”, cuando no hay la esperanza de una vida eterna. Si no podemos ver más allá que “bajo el sol”, todos nuestros esfuerzos son
vanos”
Eclesiastés
1:4 Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. 1:5
Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se
levanta. 1:6 El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de
continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. 1:7 Los ríos todos van al
mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven
para correr de nuevo.
Utilizando varios ejemplos, el Predicador
observa que nada parece cambiar mucho en el aparentemente ciclo sin fin de la
naturaleza. De lo que Salomón podía
observar debajo del sol, estos ciclos expresaban una vida vana y sin propósito.
Todos lo que el mundo nos ofrece, son como ríos que
fluyen hacia el mar de nuestro corazón,
pero nunca lo llenarán. Solamente el amor de Dios puede llenar nuestro corazón
(Romanos 5:5) para darnos una
perspectiva diferente de la vida.
Efesios 4:17
Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros
gentiles, que andan en la vanidad de su mente, 4:18 teniendo el entendimiento
entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay,
por la dureza de su corazón;
La vanidad de la mente, el orgullo mundano
entenebrece el entendimiento, y no permite ver más allá de debajo del sol,
manteniendo a las personas ajenas de la vida de Dios. Esa vanidad endurece los
corazones y no permite que penetre la luz de Dios, convirtiendo la vida de las
personas en una vida sin propósito.
Eclesiastés
1:8 Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca
se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. 1:9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que
será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo
debajo del sol. 1:10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya
fue en los siglos que nos han precedido. 1:11 No hay memoria de lo que
precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Todas las cosas son fatigosas, nunca se sacia el
ojo de ver, ni el oído de oír. Lo que
fue es lo que es y lo que será para los viven en un mundo sin Dios.
¿Hay algo
de que se puede decir: No hay memoria de
lo que precedió, ni habrá de lo que sucederá.
Salomón observó que la vida sin sentido no
solamente estaba reflejada en la naturaleza sino también en el esfuerzo y
empeño humano. A pesar de toda la obra y progreso del hombre, la vida parece la
misma monotonía. Las cosas que parecen nuevas, rápidamente se hacen viejas, así
que se podría decir “nada hay nuevo
debajo del sol.” En su nuevo atuendo
las antiguas maneras siguen.
Puede no haber ninguna esperanza de cambio para
los que viven debajo del sol, pero nosotros somos nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17) que ya no
vivimos para el mundo sino para Cristo (2 Corintios 5:15), hemos sido
bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales con Cristo
(Efesios 1:3), en él hemos sido hechos sabios, justificados, santificados y
redimidos (1 Corintios 1:30), y llenos de justicia, paz y gozo en el
Espíritu Santo (Romanos 14:17) y
nuestra vida ha sido cambiada, tiene sentido, propósito y tenemos la esperanza
de una vida eterna.
Eclesiastés
1:12 Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. 1:13 Y di mi corazón a
inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo;
este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en
él. 1:14 Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello
es vanidad y aflicción de espíritu. 1:15 Lo torcido no se puede enderezar, y lo
incompleto no puede contarse.
Salomón fue un rey famoso por su gran sabiduría.
Si las respuestas para las aparentes vanidades de la vida podían ser halladas
por medio de la sabiduría humana, Salomón era aquel que las podía encontrar.
Cuando Dios le ofreció lo que él quisiera, él
pidió sabiduría, especialmente la sabiduría para dirigir al pueblo de Dios (1 Reyes 3:5-28). Por lo tanto Dios hizo
tan sabio a Salomón que él escribió miles de proverbios, y él era considerado
el más sabio que todos los hombres de sus días (1 Reyes 4:29-34).
Él dio su corazón a inquirir y a buscar con
sabiduría sobre todo lo que se hace debajo
del cielo, con la habilidad única para realizar tal búsqueda, Salomón buscó
las respuestas en la sabiduría, pero era solamente eso: sabiduría humana, que no contenía las respuestas que él necesitaba.
Esta sabiduría ciertamente tiene valor, y muchas
vidas estarían mejor si la siguieran. Pero si ésta excluye una verdadera
apreciación de la eternidad, es una sabiduría muy limitada.
Lo torcido no se puede enderezar, y lo
incompleto no puede contarse. La búsqueda inicial del Predicador para las
respuestas en la sabiduría humana, le trajeron únicamente desesperación.
1
Corintios 1:21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios
mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la
predicación.
Si bien la sabiduría humana es un don que viene
de Dios y que Salomón señala en varias ocasiones (Eclesiastés 7:11-12, 7:19), esta forma de sabiduría no nos lleva a
Dios. Por eso Dios tuvo que hacer uso de la predicación del evangelio.
1
Corintios 2:6 Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado
madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que
perecen. 2:7 Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta,
la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, 2:8 la que
ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido,
nunca habrían crucificado al Señor de gloria. 2:9 Antes bien, como está
escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 2:10 Pero Dios nos las
reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo
profundo de Dios.
Salomón no recibió la sabiduría espiritual que
Dios predestinó para los que habríamos de ser adoptados como sus hijos, sabiduría
y que nos vino a través del evangelio.
Esa sabiduría estuvo oculta para él y por eso estaba tan frustrado.
Eclesiastés
1:16 Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he
crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi
corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. 1:17 Y dediqué mi corazón a
conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí
que aun esto era aflicción de espíritu. 1:18 Porque en la mucha sabiduría hay
mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.
Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia;
y quien añade ciencia, añade dolor, escribe Salomón. Esta frustración es para
los sabios de este mundo apartados de una perspectiva eterna. Ellos buscan dentro
de ellos las respuestas, pero las respuestas las tiene Dios y solamente las revela
a través de su Espíritu.
Mientras el Predicador entendía más la vida
debajo del sol, más grande era su desesperación. Mientras más aprendía, más se
daba cuenta de lo que él no sabía. Mientras más sabía, más sabía de las
tristezas de la vida.
Mientras que la sabiduría sea de este mundo, es sabiduría vana, y veremos la vida corriendo alrededor de sus circuitos por siempre
repetitivos, y nada más, tal y como le sucedió al Predicador.
Entendida la vanidad, cerraremos el tema
hablando un poquito más acerca de la vanagloria de la vida. Ya vimos que la vanagloria de la vida es la exaltación
del yo, es vanidad de vanidades en aquellos que se creen justos, pero por
creerse justos no son justificados (Lucas
18:9-14).
La vanagloria es jactancia, es soberbia, es engreimiento,
es altivez, es altanería, es presunción, es orgullo, es petulancia, es pedantería,
es fatuidad.
Esa vanagloria es lo que impide que las personas sean salvas, pues no solamente se creen
justas sino que se creen sabias, todo lo saben y los demás están equivocados
por lo tanto no escuchan el evangelio. Lo contrario a la vanidad es la humildad,
la modestia y la sencillez.
Mateo 6:1
Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de
ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los
cielos. 6:2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti,
como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados
por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6:3 Mas cuando
tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, 6:4 para que sea
tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en
público.
Jesús nos pone en guardia contra la tentación de
querer sacar gloria o reconocimiento por causa del evangelio. Por eso la salvación no es por obras, para que
nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
La iglesia primitiva desapareció para darle
campo a una iglesia vanidosa donde muchos
se autonombran apóstoles y profetas y anuncian milagros en sus presentaciones,
tal cuales dioses. Para ello cobran sumas desmesuradas como si fueran artistas
de cine. Vanidad de vanidades, todo es
vanidad.
Romanos 1:21
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron
gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue
entenebrecido. 1:22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 1:23 y cambiaron
la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible,
de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
La idolatría no viene de Dios, viene de la
vanidad de la mente. Profesando ser sabios, los hombres se hicieron necios y
cambiaron la gloria de Dios para dársela a las imágenes de los hombres tal y
como sucede en el catolicismo romano. Se creen sabios pero son necios que
tienen una mente reprobada (Romanos 1:28).
Durante dos mil años no hubo un solo apóstol,
pero en el 2001 Paul Wagner se autonombró apóstol y comenzó a vender
apostolados. Esa es la gran estrategia del
diablo para poder desvirtuar la verdad del evangelio. Los falsos apóstoles
modernos, hinchados de vanidad están inventando doctrinas que contradicen la palabra de Dios.
El diablo usa la vanidad para gloriar a estos
falsos maestros, y que éstos desvíen a los creyentes de la verdad. Eso ha dado
a luz a cientos de denominaciones cristianas, cada una con un líder que profesa
una doctrina diferente. Vanidad de vanidades, todo es vanidad.
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