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Me junto o me caso ¿Cuál
es la diferencia? ¿Un papel? La diferencia no es un papel, es algo más
profundo. Si “te juntas” vives en fornicación y si vives en fornicación, no heredarás el reino de Dios. “¿No sabéis que los injustos no heredarán el
reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los
adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones” (1 Corintios 6:9). La escritura sigue
diciendo:
1 Corintios 6:18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el
hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio
cuerpo peca.
La fornicación del latín fornicāri,
significa "tener relaciones
sexuales con una prostituta", palabra que se deriva de fornix, zona abovedada o burdel, donde
habitualmente se apostaban las prostitutas romanas.
En nuestra época
entendemos fornicar como “la relación sexual” entre dos cualesquiera
personas, y ninguna de ellas tiene necesariamente que ser una prostituta.
Ahora, una persona
casada que tiene relaciones sexuales con otra que no es su cónyuge comete doble pecado: fornica y adultera. Por su parte, una persona soltera que tiene relaciones
sexuales con otra soltera, fornica, pero
no adultera.
El “adulterio”, del latín adulterium,
se refiere a la relación sexual de dos personas cuando uno o ambos están
casados con otra persona.
El apóstol Pablo explica
que la razón por la cual no debemos “fornicar”
es porque “el cuerpo es la morada del
Espíritu Santo y fue comprado por
precio de sangre” (1 Corintios 619-20),
por lo tanto debemos glorificarlo. Es decir, si fornicamos, le estamos faltando
el respeto al Espíritu Santo que mora en nosotros.
Puede darse el caso que
estés cayendo en la fornicación y a sabiendas de que “Dios no se acordará de tus
pecados” (Hebreos 10:17) y de
que no perderás la salvación, se ha
hecho algo rutinario para ti y no sientes una pizca de arrepentimiento. Por el
contrario, has decidido vivir con tu pareja para fornicar libremente.
Sin embargo, hay algo
que no puedes pasar por algo: “Los Fornicarios no heredarán el reino de
Dios”.
De acuerdo con la
palabra de Dios, todos pecamos, “el que
dice que no peca es un mentiroso que no practica la verdad” (1 Juan 1:8), pero una cosa es pecar y
otra es practicar el pecado; y, “el que
practica el pecado es del diablo” (1
Juan 3:8), le pertenece al diablo y éste puede hacer lo que quiera con él.
Yo puedo resbalarme y
caer en un hueco, pero otra cosa es vivir en el hueco. Por ejemplo, borracho no
es el que se emborrachó en una ocasión, borracho es el que vive en una
constante borrachera. De igual manera, fornicario no es el que fornicó una vez,
fornicario es el que vive en una constante fornicación”.
La persona que “se junta”, va a vivir en fornicación, eso le puede acarrear
varias consecuencias, como un embarazo no deseado, o un aborto y el rechazo de
alguna parte de la sociedad. Pero lo peor no son las consecuencias ante los
hombres sino ante Dios.
Muchos grandes
servidores han caído en la fornicación y por lo consiguiente ya no han podido
seguir llevando a cabo los servicios que en su congregación tenían, echando a
perder todo el esfuerzo que hicieron por llegar donde estaban.
La otra de las consecuencias,
es que Dios va a disciplinar al fornicario, y podría “entregarlo a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de
que su espíritu sea salvo en el día del Señor” (1 Corintios 5:5), lo que significa que Dios quitará toda protección
sobre él, lo dejará a merced del
diablo y sus ángeles, y no escuchará sus
oraciones a menos que se arrepienta de corazón.
Pero, lo peor de todo, es
que el fornicario no heredará el reino de Dios. Todos los herederos
del Reino de Dios son creyentes salvos, pero no todos los creyentes salvos heredarán el reino.
Ser salvo y heredar el
Reino, no es lo mismo. ¿Tienen todos la misma paga? El apóstol Pablo era salvo,
sin embargo escribe:
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo,
por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús” (Filipenses 3:12-14)
Si usted toma una
concordancia bíblica y busca las palabras “Recompensa”
y “Galardones” notará que al
cristiano se le anima a que trabaje por ello.
La salvación no se gana con esfuerzos humanos, sino que se obtiene por
gracia, es un regalo de Dios. Pero
aparte de la salvación, la Biblia habla de ciertas ganancias que logramos con
nuestro servicio como cristianos.
La salvación no es una herencia, la herencia es para un
hijo, si no eres hijo de Dios, no tienes derecho a la herencia.
Cuando nos convertimos
en hijos de Dios, solo entonces adquirimos la salvación y tenemos derecho a la
herencia, pero el Padre podría dejarnos
sin herencia.
Hechos 14:21 Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de
hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, 14:22
confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en
la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones
entremos en el reino de Dios
Pablo la habla aquí a discípulos,
a creyentes salvos, y les dice que es necesario que pasen por muchas
tribulaciones para que entren en el reino de Dios. Ellos son salvos y
pertenecen al reino de Dios pero no han entrado a disfrutar de la herencia del
mismo, eso es un suceso futuro que
no todos gozarán.
Hebreos 12:16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú,
que por una sola comida vendió su primogenitura. 12:17 Porque ya sabéis que aun
después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad
para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
En la presencia del
Señor habrá escenas tristes. En aquel momento, los fornicarios descubrirán su grave error. Ante el Tribunal de Cristo habrá súplica de
arrepentimiento y corrección pero ya no habrá oportunidad.
Todos los salvos tienen vida eterna, todos los
salvos han pasado de muerte a vida, todos los salvos lo son para siempre, pero no todos serán arrebatados, no todos estarán
en la Cena de Bodas del Cordero y no todos serán parte del Gabinete de Cristo
y entre “esos todos” que no serán
heredados, nos encontramos a “los fornicarios”.
“Pero, me estoy juntando, precisamente para no fornicar, entiendo que el
matrimonio es tan solo un papel que no tiene ninguna validez ante Dios”, es
algo que posiblemente algunos piensan.
Ok, entonces pasemos a analizar lo que es un
matrimonio. Hay diferentes tipos de matrimonios. Se da un matrimonio civil, cuando un hombre y una mujer deciden legalizar su
unión, de conformidad con el código de Familia vigente.
Se da un matrimonio religioso cuando un hombre y
una mujer deciden que Dios valide su unión, mediante un representante de la
iglesia.
Ahora, cuando dos
personas deciden vivir juntas sin oficializar su unión ante la ley o ante la
iglesia, es lo que se conoce como “unión libre” o “juntarse”.
Algunos sugieren que si
la ley reconoce el matrimonio y lo aprueba, entonces Dios también lo hace. Sin
embargo, esto no es cierto. La ley puede permitir el “matrimonio gay”, pero Dios no, porque para él eso es abominación
(Levítico 18:22; 20:13; Romanos 1:24-27;
1 Corintios 6:9).
La ley también permite el divorcio, pero Dios no lo aprueba y
lo aborrece (Malaquías 2:18, Mateo 19:9).
Si bien es cierto que
Dios estableció las autoridades (Romanos
13:1), también es cierto que existe
un principio de acción ante las autoridades cuando éstas se oponen a los
mandatos de Dios y ese principio reza: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los
hombres” (Hechos 5:29; 4:19).
El matrimonio civil, lo mismo que el divorcio, fueron decretados por el
hombre con el único propósito de asegurar
los derechos patrimoniales de los contrayentes que tienen un corazón endurecido, pero al principio no fue así (Mateo
19:8), es decir Dios no lo estableció así.
Los códigos de familia
se redactaron con un propósito primordial, defender
los derechos de la familia. Nuestro código de familia dice en su artículo 11 que “el matrimonio es la base esencial de la familia” y tiene por objeto
la vida en común, la cooperación y el
mutuo auxilio.
Una familia no la
compone una pareja, una familia la compone una
pareja y sus hijos y con base en ese concepto se establecieron los códigos
de familia.
Luego el artículo 12 bis dice que será
matrimonio simulado el que no tenga ese objeto.
Si yo me caso para salir
de mi familia, a la cual ya no soporto, o para fornicar libremente, o para
cualquier otra cosa que no sea la descrita en el código, es un matrimonio
simulado o falso ante la ley. Eso en cuanto a la ley de los
hombres ¿Pero, qué piensa Dios?
Dios no
estableció un código para proteger los derechos de los contrayentes, en Génesis Dios establece que el matrimonio es el medio de asegurar
la descendencia:
Génesis 1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos;
llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de
los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
Por esta razón, en el viejo Testamento la esterilidad era vista como la peor de las desgracias que podía sufrir
una mujer (1 Samuel 1:10), fruto de un severo castigo de los cie los (Génesis 20:18), mientras
que los hijos abundantes se interpretaban como un signo de bendición
y favor divinos (Salmos 127: 5).
Y si el hijo era varón,
amén de perpetuarse la línea familiar, el muchacho
asumía, llegado el momento, el oficio del progenitor, de manera
que se garantizaba la futura
prosperidad del linaje.
En segundo lugar, para Dios, el matrimonio no es simplemente una
convivencia, no es para tener una vida en
común, una cooperación y un mutuo auxilio.
Para Dios, el matrimonio
es un pacto
exclusivo y perdurable basado en el
amor y la fidelidad.
Los matrimonios civiles
están condicionados a deshacerse, los códigos previenen esa posibilidad, lo que
indica que esos matrimonios no cumplen
con la condición de perdurables.
Dos personas pudieran
tener vida en común, una cooperación y un
mutuo auxilio, pero esto no convertiría su relación en un matrimonio.
El matrimonio es un pacto en el cual el hombre y
la mujer se prometen mutuamente amor y
fidelidad conyugal por el resto de sus vidas (Génesis 2:24; Romanos 7:2; 1 Corintios 7:39).
De acuerdo con esto, entonces
debe existir alguna “señal visible” por la cual se pueda
juzgar que se ha realizado ese pacto, por ello debe llevarse a cabo una ceremonia ante testigos.
Por ejemplo, cuando Dios
hizo el pacto con Noé y toda criatura de que nunca más destruiría la Tierra con
un diluvio, puso el arco iris como “señal visible del pacto” (Génesis 9:9-17).
Cuando hizo pacto con
Abraham, la “circuncisión” fue la “señal
visible del pacto” (Génesis 17:10).
Cuando hizo pacto con Israel en el Sinaí, el pacto fue ratificado con la señal
de la sangre de animales (Éxodo 24:4-8; Hebreos
9:19-21).
Y finalmente, cuando
hizo pacto de salvación con la iglesia, la señal visible de ese pacto es el bautismo. Jesús dijo: “el
que creyere y se bautizare será salvo” (Marcos 16:16) No basta creer, se necesita ratificar el pacto
mediante una señal visible ante testigos y esa señal es el bautismo.
En cuanto al pacto matrimonial, las varias
narraciones del Antiguo Testamento en cuanto a las ceremonias o procedimientos nupciales confirman este hecho.
Por ejemplo, Siquem se
apegó a Dina, hija de Jacob y Lea, y él “se
enamoró de la joven, este príncipe pidió a su padre que hablara con Jacob
para tomar a Dina por mujer. Además, ofreció la dote y regalos acostumbrados
para tomar a la novia como señal visible del pacto matrimonial (Génesis 34:12); y aceptó someterse a las costumbres
reconocidas de la familia de Jacob (Génesis
34: 15-19).
En el tiempo de los
jueces, Sansón visitó Timnat y vio allí a una mujer que le agradó. Él también
pidió a sus padres que tomarán a esa mujer para sí. Cuando sus padres
finalmente aceptaron hacerlo, se realizó la ceremonia cultural que para ese tiempo incluía una cena que el
novio organizaba (Jueces 14:10).
Booz también se sometió
a las costumbres sociales reconocidas cuando tomó a Rut por mujer (Rut 4:7-13).
Estas diferentes
narraciones bíblicas revelan que no existe una “ceremonia establecida” en la Biblia, con relación a lo que se debe
hacer o decir mientras se entra al matrimonio; cada cultura es libre de
establecer un sistema para reconocer
que una pareja ha llegado a ser un
matrimonio.
Pero, estas ceremonias
añaden el toque formal al pacto
matrimonial, y garantizan que el matrimonio ha sido efectuado en una manera
armoniosa delante de Dios y los hombres:
Rut 4:11 4:11 Y dijeron todos los del pueblo que estaban a la puerta con
los ancianos: Testigos somos. Jehová haga a la mujer que entra en tu casa como
a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y tú seas ilustre en
Efrata, y seas de renombre en Belén.
Se organizaba un largo banquete nupcial, en el que los invitados, portando sus mejores galas y atavíos
degustaban una suculento cena y disfrutaban
de la ventura
que suponía el surgimiento de una nueva familia.
No en vano, el primer
milagro de Jesús ocurrió durante
una boda celebrada en Caná de Galilea (Juan 2:1-11), pues la boda se contemplaba, en idílica imagen, como la «fiesta de la vida»: de la vida matrimonial que empieza, de la vida que será transmitida, de la vida que se perpetuará con la prole.
Concluimos entonces que “juntarse” no constituye un matrimonio.
Que el verdadero matrimonio no es el que se celebra ante los hombres, no se
trata de asegurar derechos patrimoniales, eso no es amor.
El verdadero matrimonio no es el matrimonio civil,
sino el matrimonio que se hace ante Dios. Ese verdadero matrimonio es un pacto de amor y fidelidad eterna, no
es una prueba para ver “si nos va bien”
o “para darnos cuenta que somos
compatibles”, eso no es algo que Dios aprueba porque no contiene el
verdadero propósito del matrimonio.
Si estás seguro que amas a alguien y que ese alguien
te ama, entonces que te lo demuestre mediante un pacto ante Dios, una pequeña
ceremonia ante testigos y el representante de Dios, y Dios bendecirá esa unión
para siempre.
Luego, si quieren, pueden contraer matrimonio civil,
pero el matrimonio ante Dios es el primero y no al revés.
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