miércoles, 19 de julio de 2017

LA SAL DE LA TIERRA Y LA LUZ DEL MUNDO

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LA SAL DE LA TIERRA

EL Señor Jesús dijo que éramos la sal de la tierra y la luz del mundo. Él dijo: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13).
La sal es apreciada por sus propiedades preservadoras: Jesús llama “sal” a sus discípulos para hacerles ver  que se propone preservar a través de ellos sus enseñanzas y hacerlos súbditos de su gracia para que contribuyan a salvar a otros.
Si nos conformamos con nuestra salvación y no hacemos nada para que otros sean salvos, estamos siendo sal que se desvanece, que no sirve más para nada, y que será echada fuera y hollada por los hombres.

Génesis 26:4 Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente.

Cuando Dios eligió a Abrahán, no  lo hizo solamente para hacerlo su amigo especial; sino para bendecir en su simiente a todas las naciones de la tierra.

Juan 17:17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 17:18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 17:19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. 17:20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,

Así como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado a ellos”, dijo Jesús, “para que también ellos sean santificados en la verdad” que posee las virtudes salvadoras que evitarán a los hombres  la condenación eterna.
De igual manera,  Jesús fue santificado para que nosotros seamos santificados y nosotros somos santificados para que otros sean santificados.
Yo recuerdo cuando estaba niño, que no había refrigeradora en mi casa y mi padre salaba las carnes para su preservación. La sal tiene que unirse con la carne para que sea preservada; tiene que entrar e infiltrarse con ella para que se conserve en buen estado.
Nosotros somos la sal de la tierra y tenemos que unirnos a los demás para que sean preservados a través de la predicación del evangelio.
Dice la palabra de Dios, “que él nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación”; dice que “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:18-20).
Medite por un momento en esas palabras, piense en el Dios todopoderoso rogándoles a los hombres por medio de ti y de mí,  que se reconcilien con Él, pero tú ni yo hacemos nada; somos entonces la sal que se desvanece y que merece ser echada fuera y hollada por los hombres.
El sabor de la sal simboliza el amor de un Padre que estuvo dispuesto a entregar a su hijo a muerte por nosotros;  simboliza la justicia de Dios que es por la fe (Romanos 1:17). 

2 Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

El amor de Cristo nos presiona y nos hace entender que el murió por nosotros para que nosotros vivamos para él. Vivir para Cristo no es otra cosa que poner nuestros propósitos de vida en segundo lugar para que los propósitos de Dios ocupen el primer lugar ¿Y cuáles son los propósitos de Dios? “Que todos los hombres sean salvos llegando al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Depende de nosotros, con la ayuda del Espíritu Santo, por supuesto, que muchos hombres lleguen al conocimiento de la verdad ¿Estás haciendo tu parte o eres sal que se desvanece?
Si no estás haciendo tu parte, eres como las vírgenes insensatas que  cuando vino el Señor tenían apagada su lámpara (Mateo 25:1:15), entonces rogaron, pero la puerta se había cerrado y el Señor dijo “no conocerlas”.
En la mayoría de las iglesias cristianas se enseña que todos los creyentes serán parte del arrebato de la iglesia, pero eso no es cierto, en el arrebato serán tomados en cuenta únicamente aquellos que son “la sal de la tierra” que preservan la verdad en muchos otros y por ello han sido arropados con el “vestido de lino fino” que les da derecho a participar de la cena de bodas del Cordero.
La salvación es un regalo de Dios que no se pierde, a menos que “dejes de creer”, pero el derecho a ser parte del rapto y de la cena de bodas del Cordero, es algo que hay que ganarse, esas con “las acciones justas de los santos” (Apocalipsis 19:8), son justas porque a través de ellas otros serán justificados de la condenación eterna.
Jesús dijo: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios” (Apocalipsis 2:7); “El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte” (Apocalipsis 2:11); “Al que venciere, daré a comer del maná escondido” (Apocalipsis 2:17); “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26); “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida” (Apocalipsis 3:5); “Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios” (Apocalipsis 3:12); “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3:21).
Jesús repite siete veces la frase “al que venciere” con el propósito de entendamos que el que no venciere no participará de la cena de bodas del Cordero. ¿Y quiénes son los vencedores?

Apocalipsis 12:11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.

Los vencedores son aquellos que han vencido a Satanás  a través de tres maneras:

1)   Por medio de la sangre del cordero, es decir porque fueron lavados en la sangre de Cristo a través del bautismo (Hechos 22:16) luego de creer.

2)   Por la palabra del testimonio. Ellos testimoniaron de Cristo, es decir, llevaron el evangelio a otras personas. Y

3)  Menospreciaron sus vidas hasta la muerte, o sea que renunciaron a sus propias vidas para vivir para Cristo.

No todos los creyentes salvos son vencedores y merecedores de ser parte del arrebato y de la cena de bodas del Cordero, sino únicamente aquellos que son la sal de la tierra.
Si la sal hubiere perdido su sabor ¿con qué será ella misma salada? No sirve ya para nada, sino para ser echada fuera, y hollada de los hombres”, dijo Jesús.
Al escuchar las palabras de Cristo, la gente podía ver la sal, blanca y reluciente arrojada en los senderos porque había perdido el sabor y resultaba por lo tanto, inútil.
La falta de sal simbolizaba muy bien la condición de los fariseos y el efecto de su religión en la sociedad. Representa la vida de toda alma de la cual se ha separado el poder de la gracia de Dios, dejándola fría y sin Cristo. No importa lo que esa alma profese, es considerada insípida y desagradable por Dios y por los hombres.

Santiago 2:17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. 2:18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.

Una fe sin obras es una fe muerta dijo Santiago, la fe va acompañada de acción ¿De qué nos sirve nuestra fe si no produce ningún efecto en los demás?
No podemos dar a nuestros prójimos lo que nosotros mismos no poseemos. La influencia que ejercemos para bendecir y elevar a los seres humanos se mide por la devoción y la consagración a Cristo que nosotros mismos tenemos.
Si no prestamos un servicio verdadero, y no tenemos amor sincero, ni no hay realidad en nuestra experiencia, tampoco tenemos poder para ayudar ni relación con el cielo, ni hay sabor de Cristo en nuestra vida.
A menos que el Espíritu Santo pueda emplearnos como agentes para comunicar la verdad de Jesús al mundo, somos como la sal que ha perdido el sabor y quedado totalmente inútil.
Dice la palabra de Dios que “él ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). Es ese amor el que nos hace llevar el evangelio a los que están perdidos.
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe... Y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 12:1-3)
Cuando el amor de Dios se derrama en nuestros corazones,  fluye hacia los demás, el amor es el principio de la acción. Tal amor es tan ancho como el universo solamente ese amor puede convertirnos en la sal de la tierra.




LA LUZ DEL MUNDO

Mateo 5:14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 5:15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.

Jesús no solamente dijo que éramos la sal de la tierra, también dijo que éramos la luz del mundo. En aquel monte en donde Jesús hablaba, el sol disipaba las sombras y su resplandor inundaba la tierra. El Salvador miró hacia el sol y luego dijo: “Vosotros sois la luz del mundo”.
Así como sale el sol en su misión de disipar las sombras de la noche y despertar el mundo, los creyentes en cuyo espíritu mora el Espíritu Santo, también ha de salir luz para alumbrar a aquellos que se encuentran en las tinieblas del error y del pecado.

2 Corintios 4:3 Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4:4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.

El evangelio de salvación está encubierto, el diablo ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo.
Los “incrédulos” no son solamente los que no creen en Dios o no creen en Cristo, son aquellos que creyendo en Dios y en Cristo “no creen en su Palabra escrita”; le creen más al hombre que a Dios, les creen más al cura y al pastor que a lo que dice la palabra de Dios.

Jeremías 17:5 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.

Maldito el que confía en la palabra del hombre apartándose de Jehová. En las iglesias están enseñando un evangelio adulterado y los creyentes lo creen sin confirmar en la palabra de Dios si lo que les enseñan es la verdad, y por esa razón terminan siendo maldecidos.
Alguien tiene que levantar la voz y descubrir el engaño y la mentira de las religiones que están desviando al hombre de la verdad.
Jesús dijo: “Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. Luego añadió: “Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa”.
La mayoría de los oyentes de Cristo eran campesinos o pescadores, en cuyas humildes moradas había un solo cuarto, en el que una sola lámpara, desde su sitio, alumbraba a toda la casa.
Nunca ha brillado, ni brillará jamás otra luz para el hombre caído que no sea la luz del evangelio de Cristo. Cuando recibimos la verdad del evangelio, recibimos una lámpara para alumbrar a los demás. No podemos esconder esa lámpara debajo de la cama, sino salir con ella a alumbrar a todos los que están a oscuras.
Los creyentes hemos de ser más que una luz entre los hombres, somos la luz del mundo.
A todos los que han recibido la luz del evangelio, Cristo declara: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18)”.
Cristo fue el medio para revelarnos al Padre y nosotros somos el medio para revelar a Cristo. Aunque el Salvador es la gran fuente de luz, no olvidemos, que se revela mediante la humanidad.
Las bendiciones de Dios se otorgan por medio de instrumentos humanos. Cristo mismo vino a la tierra como Hijo del hombre.
Cada individuo que sea discípulo de Cristo, es un conducto designado por el cielo para que Dios sea revelado a los hombres.
Todo tren necesita una línea férrea para llevar las personas de un lugar a otro. Pues bien, Dios es como el tren y nosotros somos la línea férrea, sin nosotros Dios no puede llevar la verdad a ningún lado.
¿Dejará el hombre de cumplir la obra que le es asignada? En la medida de su negligencia, priva al mundo de la salvación.
Jesús no dijo a sus discípulos: “Esforzaos por hacer que brille la luz”; lo que dijo fue: “Alumbre vuestra luz”.
Si Cristo mora en nuestros corazones,  es imposible ocultar la luz de su presencia. Si los que profesan ser seguidores de Cristo no son la luz del mundo es por dos razones: 1) no son salvos y no tienen luz para difundir o 2) no tienen ninguna relación personal con la Fuente de la luz.
Mientras los israelitas iban desde Egipto a la tierra prometida, los que eran sinceros entre ellos fueron luces para las naciones circundantes. Por su medio Dios se reveló al mundo. De Daniel y sus compañeros en Babilonia, de Mardoqueo en Persia, brotaron vívidos rayos de luz en medio de las tinieblas de las cortes reales.
De igual manera han sido puestos los discípulos de Cristo como portadores de la luz  en el camino al cielo. Por su medio, la gracia de Dios se manifiesta a un mundo sumido en la oscuridad.
El amor divino que ha sido derramado en los corazones de los creyentes nos constriñe para que vivamos para Cristo, llevando el evangelio a donde sea que vayamos.
Las palabras del Salvador “Vosotros sois la luz del mundo” indican que Dios confió a la iglesia una misión de alcance mundial.
Así como los rayos del sol penetran hasta las partes más remotas del mundo, así, Dios quiere que el Evangelio llegue a toda alma en la tierra.
Si la iglesia de Cristo cumpliera el propósito del Señor, se derramaría luz sobre todos los que moran en las tinieblas y en  regiones de sombra de muerte. En vez de agruparse y rehuir la responsabilidad y el peso de la cruz, los miembros de la iglesia deberían dispersarse por todos los rincones de la tierra para irradiar la luz de Cristo y trabajar como él por la salvación de las almas.
Así, este “Evangelio del reino” sería pronto llevado a todo el mundo. De esta manera ha de cumplirse el propósito de Dios.
Al llamar a su pueblo, desde Abrahán en los llanos de Mesopotamia hasta nosotros en el siglo actual, Dios dice: “Haré de ti una nación grande, y te bendeciré... y serás bendición”.
Para nosotros, en esta postrera generación, son esas palabras de Cristo, que fueron pronunciadas primeramente por el profeta Isaías (Isaías 60:1)y que repercutieron en el Sermón del Monte: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”.
Si sobre nuestro espíritu nació la gloria del Señor, si hemos visto la hermosura del que es “señalado entre diez mil” y “todo él codiciable”, si nuestra alma se llenó de resplandor en presencia de su gloria, entonces estas palabras del Maestro fueron dirigidas a nosotros.
Hay millones de almas esclavizadas por Satanás que esperan las palabras de fe que las pongan en libertad. Sin embargo muchos de ellos, algunos parientes, amigos, vecinos mueren y van al infierno porque fuimos incapaces de alumbrarlos con la luz del evangelio.
Los apóstoles no se limitaron a contemplar la gloria de Cristo, sino que salieron a dar testimonio a las naciones, tomaron la lámpara y fueron a alumbrar a todos aquellos que vivían en la oscuridad.

Romanos 10:13 porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. 10:14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 10:15 ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas.

Si no les llevamos el evangelio ¿Cómo podrán alcanzar la salvación? “Que hermosos son los pies de los anuncian las buenas nuevas”, dijo el apóstol Pablo. Desdichadamente millones de creyentes no mueven un pie por la salvación, ni siquiera por la salvación de sus familiares más cercanos.
El Señor Jesús dijo: “y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mi” (Mateo 10:38). “Tomar la cruz” significa negarnos a nosotros mismos, significa renunciar a nuestra voluntad para hacer la voluntad de Dios, significa poner las prioridades de Dios en primer lugar y las nuestras en segundo lugar.
En cierta ocasión un pastor contó una experiencia que tocó mi corazón. Dijo que estaba viendo una final de futbol y mientras eso sucedía Dios le habló varias veces a su corazón diciéndole que fuera donde una vecina. El pastor siempre contestó “Sí, señor, apenas termine el partido voy”.
Cuando terminó el partido, el pastor fue donde su vecina y ésta acababa de fallecer. No sabemos el propósito de Dios, si la iba a sanar o qué, lo que sabemos es que Dios tenía un propósito y el propósito no se cumplió por un pinche partido de futbol.
A eso me refiero cuando hablo de prioridades, los que obren enviarán al mundo rayos de luz, como agentes vivos que iluminan la tierra.
Cristo acepta con verdadero gozo todo agente humano que se entrega a él. Une lo humano con lo divino, para comunicar al mundo los misterios del amor encarnado. Hablemos de ellos; oremos al respecto; cantémoslos. Proclamemos por todas partes el mensaje de su gloria, y sigamos avanzando hacia las regiones lejanas.
Concluyo preguntándote: ¿Eres sal para el mundo? ¿Eres luz para el mundo? Si no lo eres, pídele perdón a Dios y cambia tu vida a partir de hoy.



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