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La religión enseña que
para servir a Dios debemos estar libres de toda pasión o pecado, de allí nace
la hipocresía religiosa. Sin embargo la palabra de Dios enseña todo lo
contrario.
En los púlpitos enseñan
que el creyente no miente, no se enoja, no desea la mujer ajena, no dice malas
palabras, tampoco baila, fuma ni bebe licor. Eso ha hecho que el creyente, como
una estrategia de defensa haga dos cosas: 1)
proyecte una “falsa imagen” de su
realidad, con la esperanza de dar “buen testimonio” dentro de su congregación,
o 2)
deje de asistir a la misma.
No cabe la menor duda,
las congregaciones evangélicas están llenas de fariseos modernos con caras de “yo no
fui”, que están para señalarte, para acusarte y si es posible para
destrozarte cuando eres “auténtico” y “no ocultas tu realidad”.
Sin embargo, Biblia no
nos da esa versión editada y mejorada de los grandes hombres de Dios, no los
muestra como santos o inmaculados, en su lugar, los muestra tal y como son, con
sus pecados y defectos.
Ella nos presenta a un Pablo que perseguía cristianos para
matarlos; a un David que mandó matar
a un hombre para quedarse con su mujer; a un Pedro que en un momento tiene revelación divina y casi
inmediatamente es usado por Satanás, y aunque Jesús le da la llaves del reino,
él termina negándolo tres veces.
Y con más detalle nos
presenta la historia de Elías, un
profeta sujeto a pasiones, para que podamos entender que el cristiano es un
hombre pecador al que Dios entiende en
su frágil humanidad, lo ama, lo usa tal cual es y le dice: “Bástate
mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
Entiéndelo bien, el
poder de Dios se perfecciona en los “débiles”,
aquellos que aceptan que fallan y pecan. El poder de Dios no se perfecciona en
los “fuertes”, aquellos que se creen
santos e inmaculados.
1 Samuel 16:7 Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a
lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que
mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero
Jehová mira el corazón.
Mientras que el hombre
ve la apariencia de afuera, lo que Dios ve es lo de adentro: el corazón de los hombres. David era un
pecador, sin embargo Dios lo consideró un hombre conforme a su corazón (Hechos 13:22) porque la
prioridad de David era Dios y él estaba dispuesto a servirlo.
Santiago 5:17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las
nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la
tierra por tres años y seis meses. 5:18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia,
y la tierra produjo su fruto.
La escritura nos dice claramente
que Elías era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras. Podríamos
decir en un término latino, que “un hombre sujeto a pasiones” es un
ser humano que se ríe, que se enoja, que se alegra, que se deprime, que es
vulnerable y pecador.
Y es que si Dios
escribiese sobre nosotros, nos va a mostrar tal cual somos. Dios quiere usar
personas reales, no versiones falsas, él nos ama tal y como somos.
Juan 3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Jesús no vino condenar
ni a señalar a nadie, sino que vino a dar su vida por los pecadores. Y es que
no hay un solo hombre que no peque. El que diga que no peca es un mentiroso (1 Juan 1:8).
Pecó David, pecó Pablo, pecó Pedro, pecó Juan, pecó Moisés, peco Elías, todos pecaron, pecan y pecarán.
Esa es la razón por la cual Jesús les dijo a los fariseos: “el que esté libre de pecado que lance la primera
piedra” (Juan 8:7).
No hubo, no hay y no
habrá en esta tierra, con excepción de Jesús, un solo hombre libre de pecado.
Pecaremos hasta el día de nuestra muerte, pero gracias a Dios que somos
justificados gratuitamente por gracia
mediante la redención que es en Cristo Jesús.
1 Reyes 17:1 Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad,
dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá
lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.
La escritura
nos cuenta que
“Elías era tisbita”
en referencia a
su lugar de procedencia; algo así como Elías el
desamparadeño o el tibaseño. Nadie conoce de dónde procedían los tisbitas, así
que ni siquiera sabemos de dónde procede Elías. Lo que sabemos es que en cierto
momento de la historia Elías residía en Galaad,
un lugar ubicado en la parte oriental del río Jordán. Era un lugar de gente sencilla y trabajadora de los campos,
lo que nos dice que Elías no era nada refinado, más bien era un hombre áspero,
rudo y de origen campesino.
1 Corintios 1:25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los
hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 1:26 Pues mirad,
hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; 1:27 sino que lo necio del mundo escogió Dios,
para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para
avergonzar a lo fuerte; 1:28 y lo vil
del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer
lo que es, 1:29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.
Como ves, Dios no escoge
personas perfectas ni inmaculadas, él no está interesado en “gigantes espirituales” que se gloríen
sino en “pobres espirituales” que le
den la gloria a Dios. Él ha dicho: “Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3), esto es así Dios no quiere que nadie se jacte en su presencia.
Dios quiere personas que
reconozcan su debilidad humana y que
dependan de él en su lucha contra la tentación, el pecado y la subsistencia y
que estén dispuestos a renunciar a sus
vidas y darlo todo por el reino de Dios.
En la época de Elías,
según se relata en 1 Reyes 16:30, 33,
Israel era gobernado por un malvado rey llamado Acab. Su reputación de maldad
se acrecentó cuando se casó con Jezabel,
la versión femenina del diablo.
Lo cierto del caso es
que Jezabel era una profetiza e introdujo en Israel la adoración a Baal, idolatría que consumió a ese pueblo. Estos reyes
llevaron a Israel a una total depravación, como no la hubo nunca en la historia
de los judíos.
Fue ante estos reyes que
el profeta Elías, el campesino proveniente de las montañas, se presentó con un mensaje
divino: “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá
lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra” (1 Reyes 17:1).
Lo primero que Elías le
hizo ver a los reyes es que Dios estaba vivo, él dijo: “Vive Jehová Dios de Israel”.
El hecho de que tuviesen otros ídolos, era una clara señal de que para ellos,
Dios estaba muerto.
Eso sucede hoy día, todos
aquellos que se inclinan antes las imágenes y les hacen peticiones, lo hacen
porque para ellos Dios está muerto y no va a escucharlos, que triste realidad.
Lo segundo que Elías les
hizo ver, es que él no venía por su propia cuenta, sino que lo hacía en la
presencia y representación de Jehová: “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya
presencia estoy”.
Elías se presentó como embajador del Rey de reyes y Señor de
señores.
Este es el momento donde
todos necesitamos llegar en nuestras vidas. Si no somos capaces de ser embajadores de Dios, por
vergüenza o por temor, somos siervos
malos y negligentes que no tendremos entrada en el reino de los cielos.
Al reino de los Cielos
entran únicamente los que hacen la
voluntad del Padre de llevar la verdad del evangelio a los que están
perdidos (Mateo 7:21, 1 Timoteo 2:4).
Muchos de nosotros nos
jactamos de amar al Señor pero no somos capaces ni siquiera de poner un mensaje
cristiano en Facebook o compartir el que otros ponen por vergüenza, o por temor
a perder amistades o a represalias.
Y por último Elías transmite su mensaje, directo sin
necesidad de maquillar porque él venía en nombre del único Dios verdadero y el
único Dios verdadero habla claro y sin rodeos: “no habrá lluvia ni rocío en estos
años, sino por mi palabra”. En otras palabras: “no volverá a haber lluvia ni rocío en estos años, sino hasta que yo
diga”
Elías despertó un
avispero cuando dijo a los reyes de Israel que no llovería por esos años. Y
como Elías le creyó a Dios, Dios cumplió su palabra y no llovió por tres años y seis meses. Lo cierto es luego
de ese periodo, Elías retó a los profetas de Baal delante de todo el pueblo:
1 Reyes 18:24 Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo
invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo
respondió, diciendo: Bien dicho.
Los profetas de Baal con
sus vestiduras finas, pasaron toda la mañana y toda la tarde pidiendo a sus
dioses que lloviera fuego y no pasó nada. Entonces le llegó el turno al
campesino Elías:
1 Reyes 18:37 Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este
pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de
ellos. 18:38 Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña,
las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. 8:39
Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es
el Dios! 18:40 Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, para
que no escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de
Cisón, y allí los degolló.
Elías le oró a Dios y
Dios hizo que cayera fuego del cielo. Entonces el pueblo creyó y Elías ordenó
que degollaran a los falsos profetas. Ya no habría por un buen tiempo falsos
profetas con falsas enseñanzas y falsos dioses. Elías había conseguido la
victoria por la mano de Dios.
1 Reyes 18:45 Y aconteció, estando en esto, que los cielos se
oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino
a Jezreel. 18:46 Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus
lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel.
Luego Elías oró para que
lloviera y llovió después de tres años de sequía. Entonces Elías eufórico
corrió delante del rey hasta llegar a Jezreel. Su trabajo estaba cumplido.
1 Reyes 19:1 Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había
hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. 19:2 Entonces
envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me
añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de
ellos. 19:3 Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida,
y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. 19:4 Y él se fue
por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y
deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo
mejor que mis padres.
Que contraste el de
Elías, de la victoria a la derrota, de la euforia a la depresión. Elías había corrido inundado por la
emoción, pero ahora corre inundado por el miedo; el triunfo le da alas, pero el
peligro lo hace correr a esconderse. Frente a la amenaza de muerte, Elías
huye, no da espacio a la fe. En
el monte, el valiente Elías desafía a
más de 400 profetas, pero viene una profetiza endemoniada y lo amenaza, y Elías
huye como un cobarde.
Eso somos los seres
humanos y los creyentes no somos la excepción. Somos valientes cuando estamos
en la cumbre, pero cobardes en el valle, inútiles en las crisis.
Elías se dejó llevar por el temor y le pidió
a Dios que le quitase la vida antes de caer en manos de Jezabel. No es fácil
imaginar a este gran profeta lleno de temor y haciendo esa petición.
Tampoco imaginamos a un
Pablo preso de una debilidad, sin embargo el reconoce esa debilidad y le pide a
Dios que se la quite, y Dios le contesta “bástate
a mi gracia” (2 Corintios 12:9).
Y qué decir de David, en muchos de
los salmos acepta sus pecados y pide a Dios misericordia.
Dios permitió que así quedara escrito, para que nos
quede claro que por más creyentes que seamos, en cualquier momento nos puede
invadir el temor y podemos caer en la depresión; en cualquier momento podemos
pecar, en cualquier momento podemos fallar porque somos débiles y dependemos totalmente de la gracia de Dios.
Cuando Satanás nos
agobia con sus acusaciones, no debemos contestarle con nuestro comportamiento,
sino con la sangre de Jesús, porque la
sangre de Jesús nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7).
Gálatas 3:27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de
Cristo estáis revestidos.
Dios no ve nuestra
vestimenta pecaminosa, él nos ve revestidos de Cristo, nos ve cubiertos con la
santidad de Cristo. El pecado es un asunto del viejo hombre, no es un asunto de la
nueva criatura porque la nueva criatura no tiene pecado.
Fuimos crucificados con
Cristo, el que vive ahora es Cristo en
nosotros (Gálatas 2:20) y Cristo no tiene pecado. Lo único que queda de
nosotros es la carne (la habitación terrenal del espíritu) y lo que vivimos en
la carne lo debemos vivir por fe no por
vista.
Declaremos por fe que
hemos sido justificados, santificados
y redimidos (1 Corintios 1:30) por la sangre preciosa de Cristo. No veamos
nuestros pecados sino lo que Cristo ha hecho con ellos.
Elías se llenó de temor,
no hizo uso del pasado, no dijo. “así
como me sacaste en otra ocasión confío en que me saques ahora”. Olvidó lo
que Dios había hecho. El temor le causó amnesia espiritual y la escritura dice
que Elías dejó a su criado, la soledad
se apoderó de él.
Cuántas veces, al igual
que Elías nos acobardamos ante ciertas circunstancias y olvidamos que tenemos
un Dios que todo lo puede. Nos metemos en la cueva y buscamos la soledad como
compañía.
1 Reyes 19:5 Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí
luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. 19:6 Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta
cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a
dormirse. 19:7 Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó,
diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 19:8 Se levantó,
pues, y comió y bebió; y fortalecido
con aquella comida
caminó cuarenta días y cuarenta
noches hasta Horeb, el monte de Dios.
Pero si tú te olvidas de
tu Dios, tu Dios no se olvida de ti.
A Dios no le importa la humanidad que envolvía a Elías ni la que te envuelve a
ti ni a mí. Dios le envió un ángel para que lo alimentara y lo animara. Lo hizo
con Elías y lo hará contigo, para Dios no hay acepción de personas (Efesios 6:9).
Una vez repuesto, Elías
caminó durante 40 días y 40 noches hasta llegar al monte Horeb. Elías sabía que
el Monte Horeb era el monte de Dios, sabía que allí se manifestó Dios a Moisés
y le dio las tablas de la ley. Así que allí Elías se sentiría seguro en el
Monte Horeb y allí se metió en una
cueva.
1 Reyes 19:9 Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a
él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué
haces aquí, Elías? 19:10 El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios
de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado
tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me
buscan para quitarme la vida.
Elías no tuvo el valor
de quedarse a enfrentar a la reina y se comparó con sus padres (verso 4). El creyó que los había
superado, pero ahora se da cuenta que es igual a los demás, que es ser humano
débil y temeroso. Además le dijo al Señor que estaba solo, que era el único
profeta vivo; esa era una razón para estar deprimido y para que su fe decayera.
1 Reyes 19:11
El le dijo:
Sal fuera, y
ponte en el
monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un
grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de
Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero
Jehová no estaba en el terremoto. 19:12 Y tras el terremoto un fuego; pero
Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Dios le dice que salga y
se ponga en su presencia. Eso es lo que tenemos que hacer cuando nos invade el
temor, salir nuevamente a buscar la presencia del Señor; debemos
salir de la cueva, Dios está afuera esperando.
Cuando le fallamos a
Dios, solemos escondernos de su presencia, solemos buscar una cueva, pero eso
no es lo que Dios espera de nosotros. Lo que él espera es que vayamos
a su presencia para fortalecernos y darnos auxilio.
Sopló un fuerte viento, vino un terremoto y cayó fuego, pero el Señor le dice a Elías que él no está detrás de
esos sucesos.
Claro que Dios produjo
esos sucesos, pero lo que quiere es que ni Elías ni usted ni yo lo
identifiquemos con el Dios consumidor sino con el Dios protector y liberador.
Como vemos, a pesar del poderoso
viento, del fuego y del terremoto, a Elías no le sucedió nada, esos sucesos son para los que lo desobedecen,
no para los que lo obedecen.
De pronto se oye un silbido apacible y delicado y
entonces Elías identifica a Dios en ese sonido y sale afuera. Ese susurro no es
un fuego consumidor, es un llamado a la
redención, es un llamado de amor y de paz; es como el silbido que usamos
para llamar a nuestra mascota para darle amor.
1 Reyes 19:15 Y le dio Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el
desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. 19:16 A
Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de
Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. 19:17 Y el que escapare
de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú,
Eliseo lo matará. 19:18 Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas
rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron.
Cuando Elías salió de la
cueva, lo hizo con una nueva percepción
de Dios. Ya no era el Dios terrible sino el Dios apacible que estaba allí para levantarlo
y para decirle: “estoy contigo no ha
pasado nada”.
Y Dios le dice a Elías
que vuelva por su camino, que su trabajo no
ha terminado. A pesar de su depresión, a pesar de su miedo, a pesar de
su humanidad, Dios sigue contando con
Elías y esto es muy hermoso porque así lo es con nosotros. A pesar de
nuestro pecado, a pesar de nuestros temores, Dios siempre contará con nosotros.
Además, Dios le muestra
a Elías que no estará solo, que habrá 7.000
personas que no se doblaron ante Baal y cuyas bocas no lo besaron. Elías
obedeció, siguió sirviendo y obedeciendo a Dios y Dios siempre estuvo con él.
2 de Reyes 2:11 Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro
de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un
torbellino.
Elías recibió su premio,
fue arrebatado hacia el reino de los cielos. Ese es el premio que le espera a
todos aquellos que cumplan con su labor en el reino de Dios, serán arrebatados
a su tiempo.
Muchos se preguntan ¿Dónde está el Dios de Elías?, en lugar
de preguntarse ¿Dónde están los Elías de Dios? Dios está en el mismo lugar, él
está sentado en su trono. Pero ¿Cuántos
de nosotros estamos enfrentando a falsos religiosos con sus modernos baales?
Dios nos ha nombrado embajadores (2 Corintios 5:20) y nos ha enviado a declarar la verdad ante tanta
mentira. Si nos ha enviado es porque nos apoyará. Algunos te señalarán y te
dirán que eres un pecador, que no eres nadie, mirarán tu apariencia, pero Dios
no te ve de esa manera. Dios ve a Cristo
en ti.
Dios no quiere que te
encueves porque has pecado o has fallado en alguna misión. Lo que quiere es que
salgas de la cueva y vuelvas por tu camino, con la frente en alto. Él te está
esperando afuera para apoyarte y encargarte una nueva obra.
Sal de la cueva, ve y
enfrenta a los falsos profetas. Cumple
con lo que Dios te ha pedido. Dejará de llover, volverá a llover, caerá fuego
del cielo, porque Dios te respaldará y estará contigo como lo hizo con Elías
sin importar tus pasiones.
Es sumamente perjudicial que en este comentario, se concluya que se puede ser "cristiano y pecador" porque según este comentario, no queda de otra que ser un "pecador sincero"
ResponderBorrarHay diferencia entre pecador y practicante del pecado, el pecador convertido le duele fallarle a Dios, (Pedro negó al Señor y lloro con amargura, porque le dolió fallarle al Señor, pero él amaba a Dios, en su condición pecadora falló, pero se arrepintió) el practicante del pecado ni se da cuenta que pecó, justifica el pecado en su vida, porque tiene una conciencia cauterizada por el pecado... todos los hombres y mujeres de Dios que hemos tenido un nuevo nacimiento (se da en la mente, en la voluntad del hombre) o sea cambio de pensamiento, de gustos, de manera de pensar, de vivir... y la conversión es cambio de vida, y se da en el transcurso de la vida en la medida que vivimos en fidelidad a Dios en obediencia a su palabra, seguiremos siendo pecadores, pero no practicantes del pecado... el que empezó la obra en nosotros la perfeccionara hasta el dia de Jesucristo, hasta el dia de su venida, ese dia la naturaleza pecadora desaparecerá por completo porque seremos transformados en cuerpo Glorioso. Mientras tanto perfeccionamos la Santidad (apartados para Dios). Cada día mas lejos del pecado y mas cerca de Dios.... El Señor nos ayuda en nuestras debilidades y por el poder del Espíritu Santo aborrecemos lo malo y amamos lo santo, lo puro, todo lo que Glorifica a Dios!!!
ResponderBorrarESTE AUTOR ES SATANICO HABLA LO CONTRARIO LO QUE ENSEÑA LA PALABRA DE DIOS JEHOVA ,,,,,DIOS DICE SED SANTO COMO DIOS ES SANTO...DICE DIOS SIN SANTIDAD NADIE VERA A DIOS .........WWW.RADIOLALUZRADIANTE.COM
ResponderBorrarUsted comienza su escrito ofendiendo a los evangélicos, derramando el veneno que tiene en su corazón, su rechazo a la fe cristiana que es en Cristo Jesús. Yo soy evangélica, aleluya, cristiana y no me avergüenzo de mi fé. Todos somos pecadores, pero cuando estábamos sin Cristo practicamos el pecado como algo normal en nuestras vidas, más ahora nuevas criaturas somos en Cristo Jesús, las cosas viejas pasaron y he aquí todas son hechas nuevas. Seguir practicando el pecado es indicación de que la persona realmente no ha nacido de nuevo, no ha sido regenerada, y la palabra enseña que el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar al reino de Dios. Lo dijo el mismo Señor Jesús. Dios no tendrá por inocente al que pisoteare la sangre de su Hijo . Y una cosa es pecar y otra cosa practicar el pecado. Los que practican el pecado lo hacen una y otra vez de la misma manera,eso quiere decir que no ha habido un verdadero arrepentimiento en esa persona y sin arrepentimiento no hay perdón de pecados y sino hay perdón de pecados tampoco hay vida eterna porque por eso fue que murió nuestro Señor Jesucristo para redimirnos con su Sangre preciosa y por medio de la fé en él y en los méritos de su sangre alcanzar la vida eterna. Sino crees que Jesús es el único camino para entrar al reino de Dios no podrás ir al Padre tampoco porque no hay otro nombre bajo los cielos dado a los hombres en quién podamos ser salvos, sino en el nombre de Jesús. Nadie puede ser testigo del Padre sino el Hijo porque el Hijo es quien nos lo ha dado a conocer, porque solo el Hijo lo ha visto. Te invito a ser un testigo de Cristo para que tu nombre sea escrito en el reino de Dios. El que no conoce al Hijo menos al Padre que lo envío.
ResponderBorrarDios bendiga su vida y gracias por compartir la palabra de Dios....comparto su discernimiento y que Dios nos ayude cada día a edificar un pueblo en espíritu y en verdad
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