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La mayoría de las personas creen que el ser
humano está compuesto únicamente de “cuerpo y alma” y que cuando la Biblia
habla del “espíritu” se está refiriendo “al alma”. Sin embargo esta es una gran
equivocación, la palabra de Dios nos revela que el hombre es “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses
5:23). Y es sumamente importante conocer la diferencia entre el alma y el
espíritu, porque solamente al saber esa diferencia, es que podemos comprender que hay vida después
de la muerte, y podemos vivir una vida cristiana victoriosa.
Génesis 2:7
Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su
nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
Cuando Dios creó al hombre, formó su cuerpo del
polvo de la tierra, enseguida le sopló el aliento de vida ¿Qué es el aliento de
vida? Es el espíritu, porque la palabra de Dios nos dice en Juan 6:63 que “el
espíritu es el que da vida”.
Dios introdujo el espíritu dentro del cuerpo del
hombre mediante un soplo, esto nos dice que el hombre es un espíritu que vive
en un cuerpo y lo importante es el espíritu, porque el cuerpo solamente es su
vestido.
Eclesiastés
2:7 y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo
dio.
El hombre
muere cuando su cuerpo
deteriorado ya no sirve, el cuerpo se convierte en polvo y al quedarse sin
morada, el espíritu y el alma deben
abandonar el cuerpo, se acabó su historia aquí en la tierra, entonces son
llevadas a Dios quien les asignará un campo en el infierno o en el paraíso (Vea
Lucas 16:19-31). Los que tienen el Espíritu de Cristo dentro de su espíritu
son de Cristo e irán al paraíso, mientras que los que no lo tienen no son de Cristo
(Romanos 8:9) y serán trasladados al
infierno.
Que un hombre resucite, significa que el espíritu y el alma reciben un nuevo
cuerpo en donde morar.
El original de la palabra “vida” en “aliento de vida”
(Génesis 2:7) es “chay” y está en plural, lo que nos
revela que cuando Dios sopló, introdujo tanto
el alma como el espíritu y no solamente el espíritu. La Biblia llama al
hombre “un alma viviente” (1 Corintios 15:45), porque el alma obtiene vida a través del espíritu.
El espíritu
no puede actuar por sí mismo, sólo puede
hacerlo por medio del alma y el alma se comunica a través del cuerpo. Para
que el espíritu gobierne, el alma tiene que dar su consentimiento, la
decisión es cosa del alma, porque en ella es donde reside la voluntad del hombre.
Las tres
facultades
principales del alma son la voluntad, los pensamientos y las emociones. La voluntad es el instrumento de
nuestras decisiones y revela nuestro poder de elección. Expresa nuestro
consentimiento o nuestra negativa, nuestro «sí» o nuestro «no». Sin la voluntad el hombre sería un robot, un
autómata sin decisión propia.
Nuestros pensamientos
revelan nuestro poder intelectual, la mente que los contiene es la fuente
de la sabiduría, del conocimiento y del razonamiento;
su ausencia haría del hombre un tonto e inepto.
Las emociones
son el instrumento de nuestras simpatías y antipatías es la facultad de la emoción; por medio de ellos podemos
expresar amor u odio, sentirnos alegres
o enojados, tristes o felices. Sin emociones, el hombre sería insensible como una
piedra.
Podemos ver que el alma es el eje de todo nuestro
ser, porque la voluntad del hombre se
encuentra en ese órgano. El espíritu puede dirigir todo nuestro ser únicamente
cuando el alma está dispuesta a asumir una
posición humilde, pero si el alma se niega a tomar esa posición el espíritu
quedará impotente.
La razón por la cual Dios sembró dos árboles en
el jardín del edén, fue para probar la
voluntad y el corazón del hombre. Allí el hombre debía escoger si hacia la
voluntad de Dios y se sujetaba a él o si prefería ser independiente de Dios y
hacer su propia voluntad; escogió lo segundo y ya vimos las consecuencias.
“Convertirse a Cristo” no “es creer en
Cristo” o “aceptar a Cristo” como se ha mal enseñado, convertirse a Cristo es “renunciar a nuestra voluntad para hacer
la voluntad de Dios”.
El alma es el “yo” del ser humano, ella contiene los
tres elementos que hacen la diferencia entre
una y otra persona. ¿Cómo sabemos que estos elementos son del alma? Por la
misma Biblia: En Isaías 1:14 se dice
que el alma aborrece, en Deuteronomio 6:5
se dice que el alma ama, en el Salmo 42:5 se dice que el alma se abate, en Isaías 38:5 se dice que el alma se amarga, en Juan 12:27 dice que el alma está turbada, en
Marcos 14:34 se dice que el alma
está triste, todos estos pasajes hablan de los sentimientos del alma.
En Job
6;7 dice: las cosas que mi alma no
quería tocar, y en Job 7:15 dice
que “mi alma tuvo por mejor la estrangulación, Y
quiso la muerte más que mis huesos”, lo que habla de la voluntad del alma. En
Proverbios 19:2 se dice que el alma
sin ciencia (conocimiento) no es
buena, y el Salmo 139:14 dice que el alma lo sabe bien, lo que nos habla de los pensamientos del alma
Se puede ilustrar esta trinidad de espíritu, alma y cuerpo del hombre con una bombilla eléctrica. El espíritu es como la electricidad, el alma
es la luz y el cuerpo es el alambre. La electricidad produce la luz y esta se
manifiesta a través del alambre. Así también
el espíritu actúa sobre el alma, y el alma a su vez se expresa por medio del
cuerpo.
El cuerpo
es materia y es mortal, mientras que el alma y el espíritu son inmateriales e inmortales. El cuerpo toma el lugar más exterior del hombre, el
Espíritu ocupa la parte interna y entre estos dos está el alma. El cuerpo cubre
el alma y el alma cubre el espíritu.
El espíritu tiene sus deseos y el cuerpo también
tiene los suyos, el alma, que contiene la voluntad, debe decidir a
cuál obedecer.
En 2
Corintos 6:16 se dice que somos el
templo del Dios viviente, que somos su tabernáculo,
porque el Espíritu de Dios mora en nuestro espíritu. Sabemos que el tabernáculo
que Dios le ordenó construir a Moisés estaba dividido en tres partes. La
primera parte era el patio exterior,
que todos podían ver y visitar, donde se ofrecía la adoración externa. Luego
seguía el Lugar Santo, en el que
sólo podían entrar los sacerdotes, ellos estaban cerca de la presencia de Dios, pero no ante su presencia. Posteriormente seguía el Lugar Santísimo, el lugar más profundo en donde moraba donde solamente
el sumo sacerdote podía entrar una vez al año para encontrarse ante la
presencia de Dios.
Ya no existe ese tabernáculo terrenal, ahora el tabernáculo es el hombre mismo, el
cual también tiene tres partes. El cuerpo
es como el patio exterior, ocupa una
posición externa y visible para todos. Más adentro está el alma, la cual contiene pensamientos, conocimiento y voluntad, pero
sin la presencia de Dios. En la parte más interna, detrás del velo, está el Lugar Santísimo, es el espíritu del hombre, es el lugar
secreto del Altísimo, el lugar donde mora Dios en la persona del Espíritu Santo
y es allí en donde se encuentra el verdadero conocimiento.
El orden que Dios nos presenta es inequívoco: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23). No es “alma,
espíritu y cuerpo”, ni es “cuerpo, alma
y espíritu”. Para Dios, el espíritu es
la parte preeminente y debe tener el control. El cuerpo siempre debe obedecer, y por ello se menciona al final. Y el alma está en medio, por eso se la
menciona entre las otras dos.
Para la persona que ha nacido de nuevo, todas las actividades del cuerpo y del alma deben
estar reguladas por la presencia de Dios en el Lugar Santísimo que es el espíritu.
1 Juan
2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de
los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
Los que no
han nacido de nuevo no tienen al espíritu de Dios en su espíritu y son gobernados por el alma, que a la vez se
deja llevar por los deseos de la carne.
Antes de la caída, el hombre era gobernado por
su espíritu, aunque ese espíritu no tuviera el espíritu de Dios. Pero después
de la caída, el hombre se dejó llevar por los deseos de la carne y por los
deseos de los ojos, y además por la vanidad
del alma.
El hombre perdió su inocencia y adquirió conocimiento intelectual, y en su
vanidad se creyó el dueño de la verdad y tanto el alma como el cuerpo
comenzaron a tener el control del hombre.
La Biblia le llama carne a la mezcla del alma
con el espíritu (Génesis 6:3), la carne es la naturaleza del hombre, por eso se
dice que el hombre es carnal.
Además, cuando el hombre comió de la fruta
prohibida, un espíritu de pecado se
introdujo en él y su naturaleza se convirtió en una naturaleza pecaminosa.
Romanos
7:19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
7:20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en
mí.
Aquí podemos ver que el hombre quiere hacer el
bien, pero no puede porque el pecado que mora en él se lo impide y lo presiona
para hacer el mal. Con un espíritu de pecado morando dentro de sí, y con un
alma fortalecida, las funciones del
espíritu quedaron anuladas:
Romanos
7:22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 7:23 pero
veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me
lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
Los que han visto la película “La máscara” protagonizada por Jim
Carrey, podrán entenderlo mejor; en esa película vemos que cada vez que el
hombre se ponía la máscara, ésta tomaba el control de su cuerpo y de su vida.
Así sucedió con el hombre después de su caída, con el pecado dentro de sí, la careta
o cuerpo del hombre tomaron el control de su vida y su alma lo permitía,
cediendo a sus deseos.
Romanos
8:3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne,
Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne;
Por la debilidad de la carne, al hombre se le
hizo imposible cumplir los mandamientos de Dios, entonces Dios envió a su hijo
en semejanza de carne y de pecado y condenó
al pecado en la cruz.
Cuando Jesús fue condenado a muerte, el
pecado fue condenado con él, es decir
fue deshabilitado o anulado. Pero,
para que eso se haga realidad en el hombre, éste tiene que ser sepultado con
Cristo en el bautismo:
Colosenses
2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al
echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 2:12
sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con
él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
El bautismo es una circuncisión espiritual
mediante la cual nos deshacemos del cuerpo pecaminoso carnal. La traducción
correcta es que nos deshacemos de la naturaleza
pecaminosa. Si una persona no se bautiza, no se puede deshacer de la
naturaleza pecaminosa ni del pecado que la contiene, de allí la importancia del
bautismo.
Hechos
2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre
de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo.
En el bautismo, además de que se nos perdonan
los pecados, suceden dos cosas: 1) nos
deshacemos de la naturaleza
pecaminosa y 2) recibimos el Espíritu Santo dentro de nuestro espíritu.
Dios nos quita lo malo y nos pone lo bueno,
convirtiéndonos en nuevas criaturas en Cristo Jesús (2 Corintios 5:17) y haciéndonos participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4) porque nos pone en Cristo Jesús.
Ezequiel
36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.
Dios no repara nuestro corazón ni nuestro espíritu,
Dios los quita y nos da nuevos, pero
además pone su Espíritu dentro de nuestro espíritu para que andemos en sus
mandamientos y los pongamos por obra.
Ya no
tenemos un espíritu de pecado que nos presiona para que pequemos, todo lo
contrario, ahora tenemos el Espíritu
Santo que nos presiona para que no pequemos y vivamos para Cristo.
Pero, Dios no
nos cambia el alma, porque ésta contiene la voluntad y Dios no quiere acabar con nuestro libre albedrío, él
quiere que todo lo que hagamos sea voluntario. Y como el alma es un impedimento para que el Espíritu de Dios tome el
control de nuestro ser, entonces tenemos
que hacer algo al respecto.
Romanos
12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro
culto racional. 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio
de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Lo primero
que tenemos que hacer es poner nuestros cuerpos en el altar de Dios como
sacrificio vivo. Esto es lo que se conoce como “consagración” y consiste en cederle
a Dios el control de nuestro cuerpo, para que no seamos presa de los deseos
del cuerpo. Esto significa renunciar a nuestra vida para vivir para Cristo (2
Corintios 5:15), significa que todos nuestros deseos y aspiraciones pasan a
ocupar un segundo lugar, porque el primer lugar lo ocupan los deseos y anhelos
de Cristo. Mientras no le entreguemos a Dios el control de nuestro cuerpo, eso
será un impedimento para la obra del Espíritu Santo.
Lo segundo
que debemos hacer es transformar nuestro
entendimiento, que es parte del alma, para que sepamos cuál es la voluntad
de Dios y que de esa manera nuestra alma
no se oponga al Espíritu; esto es lo que se conoce como santidad ¿Cómo lograrlo?
Juan 17:17
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Nuestra mente está cargada de pensamientos
humanos que deben ser cambiados por los pensamientos de Dios y la única manera
de hacerlo es a través de la lectura y
el estudio diario de la palabra de Dios.
Si un niño no se alimenta diariamente de
alimento material no crece, más bien se morirá. De igual manera, si un creyente
no se alimenta diariamente de la palabra de Dios, no crecerá espiritualmente y
terminará teniendo una muerte espiritual. Por eso Jesús dijo que “no
solamente de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios” (Mateo 4:4).
Desdichadamente, una gran mayoría de creyentes
solamente se alimentan de pan material pero no se alimentan del pan espiritual,
por eso el alma continúa teniendo el
control de su ser.
Al leer la palabra de Dios, la hacemos nuestra,
y derribamos las fortalezas y los
argumentos de nuestra mente que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Corintios 10:4), entonces obedecemos
al Espíritu Santo y no a nuestra alma, en otras palabras cedemos nuestra
voluntad a Dios.
Por ejemplo, nuestra mente dice que no podemos
librarnos de un cáncer avanzado, pero la palabra de Dios dice que “Jesús llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados,
vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24), entonces cambiamos nuestro
pensamiento del alma por el pensamiento divino y la fe hace que sanemos.
Hebreos
4:12 Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; y penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las
coyunturas y de los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones
del corazón.
En este versículo vemos claramente que el alma y
el espíritu deben ser separados por
medio de la palabra de Dios, para que el creyente pueda vivir una vida victoriosa.
En el viejo testamento, el sacerdote levítico utilizaba
el cuchillo para cortar y dividir totalmente la carne del animal sacrificado,
separando las coyunturas de los tuétanos. De la misma manera el Señor Jesús usa
la Palabra de Dios para separar lo espiritual de lo anímico. ¿Por qué hace
esto? Porque lo anímico es un impedimento para que el espíritu
controle nuestro ser y para que crezcamos espiritualmente.
El alma,
que es el
“yo”
está unida con el espíritu, ya vimos que a esa unión la Biblia le llama
“la carne”. El hombre no puede ver
más allá de sus sentimientos, de sus pensamientos y de su voluntad, no puede
conocer la voluntad de Dios porque el
alma está fundida con el espíritu y
lo tiene bajo su dominio. esa es la razón
por la cual el alma y el espíritu deben
dividirse y eso es precisamente lo que hace la palabra de Dios.
Cuando nos alimentamos de la
palabra de Dios, esa separación se da y el hombre puede ver y hacer la voluntad
de Dios, sin que el alma se lo impida.
1
Corintios 2:9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que
le aman. 2:10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el
Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
El creyente nacido de nuevo
recibe revelación de Dios, recibe la sabiduría que Dios ha ocultado al hombre a
través de los siglos. Esa revelación llega del Espíritu de Dios y la recibe el
espíritu del hombre que ha sido separado del alma.
1
Corintios 2:11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el
espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de
Dios, sino el Espíritu de Dios. 2:12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu
del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios
nos ha concedido, 2:13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por
sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual
a lo espiritual.
¿Quién
sabe las cosas de Dios? Únicamente el Espíritu Santo y se las revela al hombre
a través del espíritu, sin el estorbo del alma, para que sepa lo que Dios le ha concedido.
Además, los pensamientos
humanos (su raciocinio) se oponen a
la fe, por eso es que Dios tiene que hacer la separación. La razón de la
mente es un impedimento para la fe, pero
cuando la razón es puesta a un lado, nuestros ojos espirituales son abiertos y
podemos creer y confiar totalmente
en Dios y en su palabra.
La nueva criatura puede alcanzar la madurez espiritual si se ejercita en el
estudio de Su Palabra, entre más estudie y profundice en las Escrituras, más control
tendrá el espíritu sobre el alma y sobre el cuerpo. Pero si no ha habido suficiente lectura ni
interés por aprender de Dios, la separación no se dará y leerá la Biblia con sus
ojos naturales y no recibirá revelación, será como leer cualquier otro libro.
Si queremos que el espíritu gobierne, debemos
leer la Biblia una y otra vez, para
que Dios siembre los pensamientos
bíblicos en nuestra mente y en nuestro corazón.
La persona que quiere dosificar su cuerpo no lo
hace con solo ir una vez al gimnasio, debe hacerlo por mucho tiempo. Si quieres
ser exitoso en el deporte debes practicar todos los días. Nadie obtiene un
título yendo a la universidad una vez por semana y sin estudiar las materias constantemente.
Se necesita constancia y así sucede con el estudio de la Biblia, se necesita
constancia para que podamos obtener
revelación y crecer espiritualmente.
No dejes de alimentarte espiritualmente, para que tu alma no sirva de
tropiezo.
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