lunes, 12 de diciembre de 2016

EL PODER PARA SALIR A FLOTE

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Sin importar las veces que caigamos o le fallemos a Dios, siempre habrá una nueva oportunidad de salir a flote por la gracia Divina. En Romanos 5:20 se dice que “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”, es decir, no hay un pecado por grande que sea, que no sea cubierto por la gracia de Dios.
La cruz de Cristo es el instrumento de la gracia que nos levantará una y otra vez. Esa es la enseñanza que nos deja un extraño y sencillo milagro que sucedió con el profeta Eliseo hace miles de años:

2 Reyes 6:1 Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho.

Cuenta el pasaje que los hijos de los profetas que eran alumnos de  Eliseo, propusieron un cambio de domicilio para su seminario, porque el lugar que ocupaban les resultaba “estrecho”.
Era natural que muchos de los estudiantes se congregaran para recibir la instrucción y el consejo de Eliseo,  porque los milagros que realizaba atraían la atención de muchos, como la cura milagrosa de la lepra de Naamán, general del ejército sirio (Capítulo 5 de 2 Reyes), y el traspaso de la lepra a  Giezi.
Esos fueron hechos que se divulgaron en la comunidad y que  pudo haber generado un despertar espiritual en algunos jóvenes que decidieron unirse a la comunidad de estudiantes de Eliseo.
Ante este crecimiento numérico se vieron impulsados a compartir su preocupación de que el espacio que disponían ya les resultaba insuficiente: «El lugar en que moramos contigo nos es estrecho».

2 Reyes 6:2 Vamos ahora al Jordán, y tomemos de allí cada uno una viga, y hagamos allí lugar en que habitemos. Y él dijo: Andad.

El enfoque de los estudiantes sugiere que eran pobres y de escasos recursos, no podían contratar constructores que se encargaran de la tarea y en su humildad no pensaron en un edificio de piedras labradas, sino que se conformaban con una sencilla cabaña de madera. Sin embargo, la pobreza no debía ser un impedimento para el avance del ministerio profético.
Lo cierto, es que los estudiantes propusieron hacer el trabajo ellos mismos: “Hagamos un lugar en que habitemos”, y para eso tuvieron que pedir herramientas prestadas, como veremos más adelante.
Quizá uno de los aspectos más atractivos del proyecto es que todos iban a trabajar: “tomemos de allí cada uno una viga.
Existe un hermoso paralelo de este propósito en el libro de Nehemías. Allí se relata que hombres y mujeres, familias enteras, sacerdotes y levitas y toda suerte de artesanos trabajaron mancomunadamente en la reconstrucción del muro de Jerusalén. Nehemías les exhortó: “Venid, y edifiquemos”  y ellos respondieron: “Levantémonos y edifiquemos” (Nehemías 2:17-18).
Todo llamado a la obra es un llamado a construir y nada mejor para producir un espíritu de unidad y compañerismo que trabajar esforzadamente, si fuere necesario, en un proyecto junto con otros hermanos.
En el Nuevo Testamento esta verdad cobra mayor alcance pues se aplica a la Iglesia de Cristo como si fuera un edificio en construcción. El apóstol Pablo nos dice que somos “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:20,21).
Para realizar esta construcción, “él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros... para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:11-12).
Según el apóstol Pedro este edificio está compuesto por “piedras vivas”, los creyentes, que somos “edificados como casa espiritual para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo2 (1 Pedro 2.5).
Además, en este edificio, “cada uno” debe mirar cómo sobreedifica (1 Corintios 3:10). Ahora pregunto ¿Estás tú edificando? ¿Estás poniendo tu granito de arena en la construcción de la iglesia de Cristo?

2 Reyes 6:3 Y dijo uno: Te rogamos que vengas con tus siervos. Y él respondió: Yo iré. 6:4 Se fue, pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera.

Otra nota destacada  en 2 de  Reyes, es que los discípulos le rogaron a Eliseo que él los acompañara, esta fue una demostración de respeto y aprecio pues no querían construir sin su consentimiento. Pero no sólo deseaban su consejo, sino también querían disfrutar de su compañía y quizá aún esperaban que él supervisara el buen orden de todo el proyecto. Los buenos discípulos siempre buscarán estar guiados por su líder espiritual.
Cuando Eliseo fue invitado a acompañar a los discípulos en este programa, aceptó con brevedad y presteza. Al ruego de ellos respondió: “Yo iré”, y el texto agrega: “Se fue pues con ellos”. Lo hizo sin demora, y esto refleja un rasgo condescendiente en su carácter. No consideró un agravio a su investidura ir a los bosques y compartir con gente más joven la vida rudimentaria a la intemperie. Tampoco pensó que ser partícipe de un proyecto de trabajo manual le restaría prestigio.
La grandeza de un hombre espiritual se hace patente cuando, en forma natural, puede identificarse con personas más humildes o de rango inferior. Seguramente se sentía mucho más a gusto con ellos que en la corte del rey Joram.
Es también interesante recordar que sus años de labrador en Abel-mehola, le habría proporcionado valiosa experiencia de trabajo manual a Eliseo, que en esta instancia resultaría útil para supervisar en forma práctica la nueva faena emprendedora.

2 Reyes 6:5 Y aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada!

Uno de los estudiantes, quizá no muy experimentado en la profesión de leñador, pegó muy fuerte con el hacha y se le escapó de las manos, y esta cayó al agua.
Llama la atención su honestidad pues no se excusó  de manera alguna, sino que gritó: “¡Ah Señor mío, era prestada!”.
Lo más llamativo del pasaje es la caída del hacha en el río Jordán y la forma tan sencilla en que Eliseo la puso a flote en contra de las leyes físicas de la naturaleza.
El peso específico del hierro es 8 veces mayor que el peso del agua y, por lo tanto, la fuerza de la gravedad hace que se hunda en el fondo del río. Pero el Dios de Eliseo, que creó la naturaleza, no está atado a las leyes de la misma, y puede otorgar a sus siervos el poder para revertir los valores y aligerar el peso del hierro.
Desde el mismo momento en que nos convertimos en Hijos de Dios, si creemos, muchas cosas sobrenaturales pueden suceder, porque en el reino de Dios lo sobrenatural es lo común.
Si Dios abrió las aguas del mar Rojo, si hizo que cayera maná del cielo, si hizo que Jesús resucitara de entre los muertos, para él no es ningún problema hacer un hacha flote en el agua, para resolver el dilema de un siervo suyo.
Nada escapa a la omnisciencia y omnipotencia del Señor, y su siervo, con tan solo un poco de fe en un gran Dios, puso a flote el hacha.

2 Reyes 6:6 El varón de Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces cortó él un palo, y lo echó allí; e hizo flotar el hierro.

Eliseo cortó “un palo” y lo sumergió en el lugar donde había caído el hacha, como señal de una orden divina para que saliera a flote. No se nos explica cómo se realizó el fenómeno sino sencillamente que “hizo flotar el hierro”.
Entre líneas debemos leer que Eliseo estaba ejercitando fe al hacerlo. En el capítulo 11 de Hebreos, el autor presenta un cuadro con la galería de los héroes de la fe y en el verso 34 dice que los profetas, por fe, realizaron notables proezas. Este incidente, sin duda alguna, debe estar incluido entre esos grandes actos de fe.
Y esta es la parte más importante de la historia, y es que el palo de madera que Eliseo usó es un símbolo de la cruz. El palo hizo que el hacha flotara, así como la cruz hace que salgamos a flote de cualquier circunstancia en la que estemos hasta el cuello.

Colosenses 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 2:15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.

Fue en la cruz que Jesús anuló el acta de los decretos que nos acusaba de todos los pecados, fue allí donde despojó a los principados y potestades de su lugar de privilegio en los lugares celestiales  y no sentó a nosotros en su lugar (Efesios 1:3).

Pedro 2:24 Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos una vida de justicia.

El palo nos ilustra la cruz en la que murió Jesucristo. El Señor descendió de los cielos para ir a esa cruz, descendió y se sumergió en las aguas de la muerte por usted y por mí.
Fu en la cruz que Jesús pagó por todos nuestros pecados, por todos nuestros fallos y por todas nuestras debilidades.
Todo lo necesario para salir a flote de cualquier problema o necesidad se encuentra en la cruz. Si estás en problemas, si has caído nuevamente en un vicio que tenías antes de llegar a Cristo, lo único que necesitas es tomarte de la cruz, ella te sacará a flote. En la cruz de Cristo están todas las respuestas.
El mayor milagro, no es el de ir al cielo en un carro de fuego, como el profeta Elías, sino llegar hasta el cielo, a la misma presencia de Dios siendo pecadores, por haber confiado en el Señor Jesucristo. Éste es el mayor de los milagros; el ser rescatado del fango y la suciedad del mundo y recibir una nueva vida plena de significado, vivida para Dios, y la vida eterna.

2 Reyes 6:7 Y dijo: Tómalo. Y él extendió la mano, y lo tomó.

Cuando el hierro ya flotaba y estaba visible, Eliseo le dijo al discípulo que lo sacara del agua. El discípulo extendió la mano y lo tomó. Y continuando con la aplicación, todo lo que hay que hacer es extender la mano de la fe, confiar en Él, y apropiarse de esa vida, porque Jesucristo murió por usted, y resucitó para poder levantarle y rescatarle a usted de esa condición.
Además, esta sencilla conclusión del relato nos enseña que en todo milagro hay una función divina y otra humana.
Hay ciertas cosas que para nosotros, son imposibles de realizar y de las cuales Dios se encarga. Sin embargo, una vez que el hierro estaba visible sobre el agua, no era responsabilidad ni de Dios, ni de Eliseo, el extraerlo del agua. Esto era algo que el discípulo podía y debía hacer.
Si observamos con detenimiento los diversos milagros que realizó Jesús vamos a encontrar siempre estas dos funciones. Por una parte, la acción divina y por la otra, las responsabilidades de la persona que debe hacer su parte.
En Marcos 16:18 dice que los que crean pondrán sus manos sobre los enfermos y éstos sanarán. Dios hará el milagro de sanar a  los enfermos, pero nosotros debemos poner las manos sobre ellos. Siempre habrá esa doble función.

2 Reyes 5:9 Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. 5:10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 5:11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. 5:12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado. 5:13 Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? 5:14 El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.

En este pasaje vemos también esa doble función, Dios sanó a  Naamán, pero lo hizo hasta que Naamán se consumió 7 veces en las aguas en el Jordán. El siete es un símbolo de que la sanidad viene de Dios.
Si Naamán no se hubiese consumido 7 veces como el profeta se lo ordenó, no hubiese sucedido ningún milagro.
Dios hace su parte, pero nosotros también debemos hacer la nuestra, no es que Dios necesite de nosotros, pero lo hace para probar nuestra fe y obediencia.

Al traer este relato a nuestros tiempos, podemos afirmar con toda convicción que la gracia de Dios puede levantar un corazón duro y frío como el hierro, hundido en el fango del mundo actual.
Dios puede elevar sus afectos para interesarse en las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios y así hallar su profunda satisfacción y una gloriosa esperanza.
¡Millones y millones de nosotros, seres humanos, hemos estado sumergidos en delitos y pecados, pero nuestro Señor, el gran Salvavidas, nos ha puesto de nuevo a flote y nos ha sentado «en los lugares celestiales con Cristo Jesús»!
No importa cuántas veces caigas en el fango, si estás dispuesto a confiar en Cristo, si estás dispuesto a aceptar su gracia, él te sacará a flote como hizo con el hacha del estudiante.
No te dejes acusar por el diablo, recuerda que cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia y que la cruz de Cristo es el poder para salir a flote.




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