Descargar pdf
Sin importar las veces que caigamos o
le fallemos a Dios, siempre habrá una nueva oportunidad de salir a flote por la
gracia Divina. En Romanos 5:20 se
dice que “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia”, es decir, no
hay un pecado por grande que sea, que no sea cubierto por la gracia de Dios.
La cruz de Cristo es el
instrumento de la gracia que nos levantará una y otra vez. Esa es la enseñanza
que nos deja un extraño y sencillo milagro que sucedió con el profeta Eliseo
hace miles de años:
2 Reyes 6:1 Los hijos de los profetas
dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho.
Cuenta el pasaje que los hijos de los
profetas que eran alumnos de Eliseo, propusieron
un cambio de domicilio para su seminario, porque el lugar que ocupaban les
resultaba “estrecho”.
Era natural que muchos de los estudiantes
se congregaran para recibir la instrucción y el consejo de Eliseo, porque los milagros que realizaba atraían la
atención de muchos, como la cura milagrosa de la lepra de Naamán, general del
ejército sirio (Capítulo 5 de 2 Reyes),
y el traspaso de la lepra a Giezi.
Esos fueron hechos que se divulgaron en
la comunidad y que pudo haber generado
un despertar espiritual en algunos jóvenes que decidieron unirse a la comunidad
de estudiantes de Eliseo.
Ante este crecimiento numérico se
vieron impulsados a compartir su preocupación de que el espacio que disponían
ya les resultaba insuficiente: «El lugar
en que moramos contigo nos es estrecho».
2 Reyes 6:2 Vamos
ahora al Jordán, y tomemos de allí cada uno una viga, y hagamos allí lugar en
que habitemos. Y él dijo: Andad.
El enfoque de los estudiantes sugiere
que eran pobres y de escasos recursos, no podían contratar constructores que se
encargaran de la tarea y en su humildad no pensaron en un edificio de piedras
labradas, sino que se conformaban con una sencilla cabaña de madera. Sin
embargo, la pobreza no debía ser un impedimento para el avance del ministerio
profético.
Lo cierto, es que los estudiantes
propusieron hacer el trabajo ellos mismos: “Hagamos
un lugar en que habitemos”, y para eso tuvieron que pedir herramientas
prestadas, como veremos más adelante.
Quizá uno de los aspectos más atractivos
del proyecto es que todos iban a trabajar: “tomemos
de allí cada uno una viga”.
Existe un hermoso paralelo de este
propósito en el libro de Nehemías. Allí
se relata que hombres y mujeres, familias enteras, sacerdotes y levitas y toda
suerte de artesanos trabajaron mancomunadamente en la reconstrucción del muro
de Jerusalén. Nehemías les exhortó: “Venid,
y edifiquemos” y ellos respondieron:
“Levantémonos y edifiquemos” (Nehemías
2:17-18).
Todo llamado a la obra es un llamado a
construir y nada mejor para producir un espíritu de unidad y compañerismo que
trabajar esforzadamente, si fuere necesario, en un proyecto junto con otros
hermanos.
En el Nuevo Testamento esta verdad
cobra mayor alcance pues se aplica a la Iglesia de Cristo como si fuera un
edificio en construcción. El apóstol Pablo nos dice que somos “edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va
creciendo para ser un templo santo en el Señor” (Efesios 2:20,21).
Para realizar esta construcción, “él
mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a
otros, pastores y maestros... para la edificación del cuerpo de Cristo”
(Efesios 4:11-12).
Según el apóstol Pedro este edificio
está compuesto por “piedras vivas”, los
creyentes, que somos “edificados como
casa espiritual para ofrecer
sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo2 (1 Pedro 2.5).
Además, en este edificio, “cada uno” debe mirar cómo sobreedifica (1 Corintios 3:10). Ahora pregunto
¿Estás tú edificando? ¿Estás poniendo tu granito de arena en la construcción de
la iglesia de Cristo?
2 Reyes 6:3 Y dijo
uno: Te rogamos que vengas con tus siervos. Y él respondió: Yo iré. 6:4 Se fue,
pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron la madera.
Otra nota destacada en 2 de
Reyes, es que los discípulos le rogaron a Eliseo que él los acompañara, esta
fue una demostración de respeto y aprecio pues no querían construir sin su
consentimiento. Pero no sólo deseaban su consejo, sino también querían
disfrutar de su compañía y quizá aún esperaban que él supervisara el buen orden
de todo el proyecto. Los buenos
discípulos siempre buscarán estar guiados por su líder espiritual.
Cuando Eliseo fue invitado a acompañar
a los discípulos en este programa, aceptó con brevedad y presteza. Al ruego de
ellos respondió: “Yo iré”, y el texto
agrega: “Se fue pues con ellos”. Lo
hizo sin demora, y esto refleja un rasgo condescendiente en su carácter. No
consideró un agravio a su investidura ir a los bosques y compartir con gente
más joven la vida rudimentaria a la intemperie. Tampoco pensó que ser partícipe
de un proyecto de trabajo manual le restaría prestigio.
La grandeza de un hombre espiritual se
hace patente cuando, en forma natural, puede identificarse con personas más
humildes o de rango inferior. Seguramente se sentía mucho más a gusto con ellos
que en la corte del rey Joram.
Es también interesante recordar que sus
años de labrador en Abel-mehola, le habría proporcionado valiosa experiencia de
trabajo manual a Eliseo, que en esta instancia resultaría útil para supervisar
en forma práctica la nueva faena emprendedora.
2 Reyes 6:5 Y
aconteció que mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua;
y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada!
Uno de los estudiantes, quizá no muy
experimentado en la profesión de leñador, pegó muy fuerte con el hacha y se le
escapó de las manos, y esta cayó al agua.
Llama la atención su honestidad pues no
se excusó de manera alguna, sino que
gritó: “¡Ah Señor mío, era prestada!”.
Lo más llamativo del pasaje es la caída
del hacha en el río Jordán y la forma tan sencilla en que Eliseo la puso a
flote en contra de las leyes físicas de la naturaleza.
El peso específico del hierro es 8
veces mayor que el peso del agua y, por lo tanto, la fuerza de la gravedad hace
que se hunda en el fondo del río. Pero el Dios de Eliseo, que creó la
naturaleza, no está atado a las leyes de la misma, y puede otorgar a sus siervos
el poder para revertir los valores y aligerar el peso del hierro.
Desde el mismo momento en que nos
convertimos en Hijos de Dios, si creemos, muchas cosas sobrenaturales pueden
suceder, porque en el reino de Dios lo sobrenatural es lo común.
Si Dios abrió las aguas del mar Rojo,
si hizo que cayera maná del cielo, si hizo que Jesús resucitara de entre los
muertos, para él no es ningún problema hacer un hacha flote en el agua, para
resolver el dilema de un siervo suyo.
Nada escapa a la omnisciencia y
omnipotencia del Señor, y su siervo, con
tan solo un poco de fe en un gran Dios, puso a flote el hacha.
2 Reyes 6:6 El varón
de Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces cortó él un
palo, y lo echó allí; e hizo flotar el hierro.
Eliseo cortó “un palo” y lo sumergió en el lugar donde había caído el hacha, como
señal de una orden divina para que saliera a flote. No se nos explica cómo se
realizó el fenómeno sino sencillamente que “hizo
flotar el hierro”.
Entre líneas debemos leer que Eliseo estaba ejercitando fe al hacerlo.
En el capítulo 11 de Hebreos, el
autor presenta un cuadro con la galería de los héroes de la fe y en el verso 34 dice que los profetas, por fe,
realizaron notables proezas. Este incidente, sin duda alguna, debe estar
incluido entre esos grandes actos de fe.
Y esta es la parte más importante de la
historia, y es que el palo de madera que Eliseo usó es un símbolo de la cruz. El palo hizo que el hacha flotara, así como la
cruz hace que salgamos a flote de cualquier circunstancia en la que estemos
hasta el cuello.
Colosenses 2:14 anulando
el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria,
quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 2:15 y despojando a los
principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz.
Fue en la cruz que Jesús anuló el acta
de los decretos que nos acusaba de todos los pecados, fue allí donde despojó a
los principados y potestades de su lugar de privilegio en los lugares
celestiales y no sentó a nosotros en su
lugar (Efesios 1:3).
Pedro 2:24 Él mismo
llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando
muertos a los pecados, vivamos una vida de justicia.
El palo nos ilustra la cruz en la que
murió Jesucristo. El Señor descendió de los cielos para ir a esa cruz, descendió
y se sumergió en las aguas de la muerte por usted y por mí.
Fu en la cruz que Jesús pagó por todos
nuestros pecados, por todos nuestros fallos y por todas nuestras debilidades.
Todo lo necesario para salir a flote de
cualquier problema o necesidad se encuentra en la cruz. Si estás en problemas,
si has caído nuevamente en un vicio que tenías antes de llegar a Cristo, lo
único que necesitas es tomarte de la cruz, ella te sacará a flote. En la cruz de Cristo están todas las
respuestas.
El mayor
milagro, no es el de ir al cielo en un carro de fuego, como el profeta
Elías, sino llegar hasta el cielo, a la misma presencia de Dios siendo
pecadores, por haber confiado en el Señor Jesucristo. Éste es el mayor de los
milagros; el ser rescatado del fango y la suciedad del mundo y recibir una
nueva vida plena de significado, vivida para Dios, y la vida eterna.
2 Reyes 6:7 Y dijo:
Tómalo. Y él extendió la mano, y lo tomó.
Cuando el hierro ya flotaba y estaba
visible, Eliseo le dijo al discípulo que lo sacara del agua. El discípulo extendió la mano y lo tomó.
Y continuando con la aplicación, todo lo que hay que hacer es extender la mano de la fe, confiar en Él, y
apropiarse de esa vida, porque Jesucristo murió por usted, y resucitó para
poder levantarle y rescatarle a usted de esa condición.
Además, esta sencilla conclusión del
relato nos enseña que en todo milagro hay una función divina y otra humana.
Hay ciertas cosas que para nosotros,
son imposibles de realizar y de las cuales Dios se encarga. Sin embargo, una
vez que el hierro estaba visible sobre el agua, no era responsabilidad ni de
Dios, ni de Eliseo, el extraerlo del agua. Esto era algo que el discípulo podía
y debía hacer.
Si observamos con detenimiento los
diversos milagros que realizó Jesús vamos a encontrar siempre estas dos funciones. Por una parte, la acción
divina y por la otra, las responsabilidades de la persona que debe hacer su
parte.
En Marcos
16:18 dice que los que crean pondrán sus manos sobre los
enfermos y éstos sanarán. Dios
hará el milagro de sanar a los enfermos,
pero nosotros debemos poner las manos sobre ellos. Siempre habrá esa doble
función.
2 Reyes 5:9 Y vino
Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de
Eliseo. 5:10 Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete
veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 5:11 Y Naamán
se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando
en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el
lugar, y sanará la lepra. 5:12 Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores
que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio?
Y se volvió, y se fue enojado. 5:13 Mas sus criados se le acercaron y le
hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la
harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? 5:14 El entonces
descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del
varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio.
En este pasaje vemos también esa doble
función, Dios sanó a Naamán, pero lo
hizo hasta que Naamán se consumió 7 veces en las aguas en el Jordán. El siete
es un símbolo de que la sanidad viene de Dios.
Si Naamán no se hubiese consumido 7
veces como el profeta se lo ordenó, no hubiese sucedido ningún milagro.
Dios hace su parte, pero nosotros
también debemos hacer la nuestra, no es que Dios necesite de nosotros, pero lo
hace para probar nuestra fe y obediencia.
Al traer este relato a nuestros
tiempos, podemos afirmar con toda convicción que la gracia de Dios puede
levantar un corazón duro y frío como el hierro, hundido en el fango del mundo
actual.
Dios puede elevar sus afectos para
interesarse en las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de
Dios y así hallar su profunda satisfacción y una gloriosa esperanza.
¡Millones y millones de nosotros, seres
humanos, hemos estado sumergidos en delitos y pecados, pero nuestro Señor, el
gran Salvavidas, nos ha puesto de nuevo a flote y nos ha sentado «en los
lugares celestiales con Cristo Jesús»!
No importa cuántas veces caigas en el
fango, si estás dispuesto a confiar en Cristo, si estás dispuesto a aceptar su
gracia, él te sacará a flote como hizo con el hacha del estudiante.
No te dejes acusar por el diablo,
recuerda que cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia y que la cruz de
Cristo es el poder para salir a flote.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario