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MEJOR COMPARTE
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Jesús le dijo a un hombre, que si quería seguirlo, debía vender
todo lo que tenía y compartirlo con los pobres. Luego añadió que difícilmente
los que tiene riquezas entrarán en el Reino de Dios ¿Es pecado ser rico? ¿Debemos
deshacernos de nuestros bienes si queremos entrar al cielo? ¿Adónde quiso
llegar Jesús con estas palabras? Yo te
invito a que sigas leyendo, aunque no creo que te guste lo que vas a leer.
Un hombre rico le preguntó a Jesús: “Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Lucas 18:18) Jesús le
dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Los
mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso
testimonio; honra a tu padre y a tu madre” (Lucas 18:19-20).
Ante la consulta del hombre rico, Jesús le preguntó que por qué lo llamaba
bueno, si no hay nadie bueno, solamente Dios. Entonces Jesús le menciona cinco de los diez mandamientos de la
Ley de Moisés, y el hombre rico le dice que siempre los ha guardado desde su
juventud (Lucas 18:21). Por sus
palabras, parecía, que este hombre era un hombre que amaba a Dios y al prójimo como a sí mismo, entonces Jesús le
dijo:
“Aún te falta una cosa: vende todo lo que
tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme”
(Lucas 18: 22).
Entonces el hombre se puso muy triste,
porque era muy rico. De esa manera quedó en evidencia en donde estaba su
corazón, “porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”
(Mateo 6:21).
Aunque este hombre parecía amar y
obedecer a Dios, su corazón estaba atado a las cosas materiales. Y mientras no se desatara de las cosas
materiales, no podría heredar la vida eterna.
Jesús enseña que si queremos heredar el
reino de Dios, debemos despojarnos de las cosas de este mundo. Ante esa disyuntiva, el hombre rico escogió
este mundo.
“¡Cuán difícilmente entrarán en el
reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el
ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:23-26).
Entonces Jesús dijo que difícilmente un
rico entraría en el reino de Dios, porque la mayoría de los ricos no estarían
dispuestos a renunciar a sus riquezas. Y los que oyeron esto dijeron: “¿Quién,
pues, podrá ser salvo? (Lucas
18:26).
Dígale usted a un creyente, que
necesita deshacerse de sus riquezas para ser salvo? De seguro renunciaría a la
salvación, o diría que Jesús solamente quiso probar al hombre rico, que si
hubiera estado dispuesto a renunciar a sus riquezas, Jesús le hubiera dicho que
se quedara con todas ellas.
Eso es lo que a mí me enseñaron, y eso
lo que yo creí en un tiempo, pero estudiando las escrituras, vemos que no
tenemos evidencia bíblica para afirmar
que eso sea cierto, lo que la evidencia bíblica nos enseña es que debemos compartir las riquezas.
Usted puede decirme que el único
requisito para entrar al reino de Dios es creer
en el evangelio y bautizarse (Marcos 16:16), lo que es muy cierto,
pero “la prueba” de que usted “cree”
el evangelio es porque “lo obedece”, y
el evangelio se obedece de manera “total”, no se obedece de manera
parcial o conveniente; y el evangelio dice que
usted tiene que compartir sus riquezas. El apóstol Santiago dice:
“Así también la fe, si no tiene obras,
es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras.
Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:17-18)
¿Cómo entender a Santiago? Pablo dice “Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe” (Efesios 2:8-9) y
Santiago dice “la fe sin obras es muerta” ¿Se contradicen Pablo y Santiago?
Claro que no, la salvación es un regalo
de Dios y nadie se salva por obras de justicia, tal y como enseña Pablo, pero
una vez salvos, “debemos andar en las buenas obras que Dios preparó de antemano
(Efesios 2:10), y eso también lo
enseña Pablo.
Las personas que creen que Santiago y
Pablo se contradicen es porque leen Efesios 2:8-9 pero no leen Efesios 2:10. Y de las obras que Dios preparó de antemano
para que andemos en ellas, según Efesios
2:10, son las obras a las que se refiere Santiago.
La fe muerta es la fe mental, pero no es la fe del corazón, “porque con el corazón se cree
para justicia” (Romanos 10:9).
Esto quiere decir, que si “creo y me
bautizo”, pero “solamente creo con la
mente” y no con el corazón, “no salgo
absuelto” de las aguas del bautismo. Ahora, el que cree con el corazón “obedece” el evangelio y “obra para Dios”.
Podemos afirmar sin temor a
equivocarnos, que miles de ricos, incluyendo a muchos pastores evangélicos que se han
enriquecido con el cobro de los diezmos, no entrarán en el reino de
Dios, porque no comparten sus riquezas con los más necesitados, tal y como
Jesús lo enseñó en su evangelio.
Porque no todo el que dice Señor,
Señor, entrará en el reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad del
Padre que está en los cielos (Mateo
7:21).
Y es que el mandato de Jesús de
compartir las riquezas no fue solamente para el hombre rico de la historia, lo
es también para todos los creyentes,
lo sabemos porque así lo entendió la iglesia
primitiva:
Hechos 2:42 Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las
oraciones. 2:44 Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común
todas las cosas; 2:45 y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a
todos según la necesidad de cada uno. 2:46 Y perseverando unánimes cada día en
el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y
sencillez de corazón.
Hay tres cosas que los fieles de la iglesia primitiva hacían: 1) Perseveraban
en la doctrina de los apóstoles, no solo escucharon la palabra de Dios
sino que la transmitieron; 2)
Tenían en común todas las cosas, vendían
sus propiedades y el fruto de su venta lo repartían según la necesidad de cada
uno, y 3) Participaban de la cena del Señor y comían juntos con alegría y
sencillez de corazón.
En las congregaciones a las que he
asistido, no he visto que se practique ninguna de las tres cosas. No veo que practiquen la cena del Señor cada vez que se pueda, como Jesús lo
ordenó.
No veo que perseveren en la doctrina de los apóstoles. Los fieles supuestamente
salvos están conformes con ser salvos y no les interesa la salvación de los
demás.
En cuanto a los pastores, se olvidaron de perseverar en la doctrina de los
apóstoles, la han sustituido por la
doctrina de la prosperidad, hablan de pactos, de bendiciones y de cosas
materiales, logrando con ello, que los creyentes se apeguen cada vez más a las
cosas materiales y se hagan avaros y codiciosos, contrario a lo que enseña el
evangelio de Cristo.
Y eso de compartir los bienes, por supuesto que no cabe
en la cabeza de los creyentes de nuestro tiempo, quienes más bien están
siendo enseñados que deben enriquecerse.
Algunos afirman que los primeros
cristianos eran excesivamente entusiastas o no entendieron claramente la
palabra de Dios. Otros afirman que la iglesia primitiva se encontró con
multitudes de personas sin hogar, razón por la cual los apóstoles obligaron a
los que tenían, a vender sus bienes para compartir. Pero no hay registro alguno
de que eso fuera cierto.
La verdad es que los primeros cristianos
simplemente creían y obedecían de corazón el evangelio de
Jesús que enseña no acumular tesoros en la tierra sino en el cielo (Mateo 6:19-21) y amarse unos a otros como él los
amaba (Juan 13:34).
Hechos 4:32 Y la multitud de los que habían creído
era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que
poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 4:33 Y con gran poder los
apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante
gracia era sobre todos ellos. 4:34 Así que no había entre ellos ningún
necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y
traían el precio de lo vendido, 4:35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y
se repartía a cada uno según su necesidad.
No puedo evitar preguntarme cuántos
cristianos profesantes, si leen en un periódico la descripción anterior de una denominación
evangélica actual, concluirían inmediatamente que esa denominación es una secta fanática y peligrosa.
La unidad de la iglesia primitiva
incluía una unidad económica, de
modo que no había entre ellos ningún
necesitado ¿Puedes decir que no hay ningún necesitado en tu congregación?
"La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y
ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las
cosas en común". Todos tenían un corazón
desapegado de las cosas materiales.
Eran verdaderos creyentes y daban
testimonio al compartir con los más necesitados. Ahora el testimonio es no tomar, no fumar, aparentar lo que no
somos, pero el testimonio no consiste
en que dejemos de hacer algo, sino en hacer
algo por los demás, el testimonio se resume en una sola palabra: AMOR.
Existen dos opciones: 1) amar
el dinero y los bienes materiales, o 2)
amar a Dios y al prójimo. En donde está tu tesoro, allí
está tu corazón. El amor a lo que tengas viene del corazón y da testimonio de ti.
Duele decirlo, pero la verdad es que no
hay testimonio en las congregaciones actuales porque el amor brilla por su
ausencia, los creyentes de hoy son avaros
idólatras amantes del dinero y las cosas materiales.
Ahora, no podemos afirmar que en la
iglesia primitiva vendían las casas en las que vivían y se quedaban viviendo en
la calle como indigentes, lo que vendían eran lo que tenían de más, ellos
siguieron viviendo en sus casas (Hechos
5:42; 12:12; 20:20; 21:8) las cuales usaban como congregaciones, y para albergar
a los forasteros, que era como albergar a Jesús (Mateo 25:43).
Muchos afirman que Ananías y Safira no murieron porque se dejaron parte de la ganancia
obtenida con la venta de sus heredades sino por la mentira (Hechos 5:3-4). Pero eso no es del todo cierto, ellos murieron
porque se dejaron parte de las ganancias y por ello mintieron ¿Si no tenían la obligación
de dar el todo de las ganancias? ¿Entonces por qué mintieron? Su avaricia e hipocresía
les costó la vida, y el juicio de Dios sobre ellos tuvo el efecto deseado:
"Gran temor sobrevino en toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron
de estas cosas" (Hechos 5:11).
Actualmente millones de creyentes no
comparten con los necesitados de su congregación, ni siquiera con su pastor, al
cual deben darle lo mejor, creen que es una opción, pero no es una opción es una obligación,
es un mandato divino, le
están poniendo bozal al buey que trilla, y Dios puede cobrarles su avaricia,
dejándolos en la calle; sería bueno que
tuvieran temor.
Vea usted que en la iglesia primitiva
tenían todas las cosas en común y todos vendían sus bienes y los repartían para
cubrir la necesidad de cada uno ¿Bueno
pero eran otros tiempos, eso no se puede hacer en estos momentos? Dirán
algunos. Siempre vamos a buscar una
excusa o vamos a argumentar algo para no obedecer la palabra de Dios,
cuando ésta no nos conviene.
Muy pocos ricos lograrán heredar el reino de Dios, no porque sean ricos, sino
porque no comparten sus riquezas, su corazón no los deja obedecer el evangelio.
Pero no solamente los ricos, muchas personas pobres o de clase media tampoco heredarán el reino de Dios por
causa de su avaricia.
Jesús dijo que “el que es fiel en lo muy poco,
también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo
más es injusto” (Lucas 16:10).
Entienda que Jesús no ve la cantidad, ve la proporción, y
eso lo dejó muy claro cuando la viuda pobre echó en el arca todo lo que tenía (Marcos 12:44).
Pregunto: ¿El mandato de compartir los
bienes, era solo para el hombre rico pero no para usted ni para mí?, y “El que tiene dos túnicas, dé al que no
tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo” (Lucas 3:11) ¿Era solamente para los compatriotas de Jesús?
No sé si usted va a querer seguir
leyendo, es posible que no le guste lo que ha leído hasta este momento. Pero,
si quiere seguir leyendo, entonces acompáñeme a Lucas 12:13; allí podemos leer que Jesús se encontraba predicando a
una gran cantidad de personas y uno de la multitud le dijo: “Maestro,
di a mi hermano que parta conmigo la herencia”
Pareciera que el Padre de un señor
falleció y su hermano fue el único heredero, lo que este señor consideraba
injusto. Lo cierto es que él tenía la esperanza de que Jesús resolviera su problema. Quizás,
pensó que si Jesús le daba la razón ante toda la multitud, su hermano se vería
presionado y le daría parte de la herencia.
Pero Jesús no cayó en la trampa: "Hombre,
¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?" (Lucas 12:14).
Defraudado o no, podemos notar
fácilmente, que ese hombre estaba más
preocupado por las posesiones materiales que por su vida espiritual, no le interesaban las enseñanzas de Jesús,
su apego a las cosas materiales era tan
grande, que ese hombre no pudo esperar a que Jesús terminara su prédica para
acercarse privadamente a hablarle del asunto.
Jesús le dijo: “Mirad, y guardaos de toda
avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes
que posee” (Lucas 12:15).
Jesús hizo ver algo que carcome a los
seres humanos y les impide alcanzar la vida eterna: la avaricia. Los hombres creen que “la vida” consiste en la abundancia de los bienes que poseen, pero
en eso no consiste la vida, porque los
bienes materiales no pueden comprar la vida eterna.
De hecho, ningún avaro que es idólatra
tiene herencia en el Reino de Dios, dice Efesios 5:5. ¿Por qué un
avaro es un idólatra? Porque pone su fe y
su seguridad en los bienes que posee y no en Dios.
El temor a quedarse sin sus bienes y perder
su seguridad, lo hace ser avaro. Si confiara
en Dios compartiría sus bienes, eso fue lo que le sucedió al hombre rico, el
cual muy entristecido se alejó.
De acuerdo
con el diccionario, la avaricia es el afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie. Por su
parte, la codicia es el "deseo de tener más de lo que necesitamos o
merecemos".
Lógicamente que todo avaro es codicioso, pero no necesariamente todo codicioso es
avaro, porque a veces un codicioso puede “querer
más para compartir con otros”.
De acuerdo con estas definiciones el hermano que no quería compartir la
herencia era un avaro, mientras
que el que anhelaba parte de la herencia era en apariencia un codicioso. La pregunta que sigue es ¿Cuánto necesitamos para vivir?
La Biblia dice que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto (1 Timoteo 6:8), entendiendo por “sustento” la comida y la bebida; y por “abrigo”, lo que nos cubre, eso es, la
ropa y un techo donde guarecerse.
Ahora te pregunto ¿Puedes decir honestamente que estarías contento si todo lo que tuvieras
es sustento y abrigo?
Mateo 6:34 Así que, no os afanéis por el día de mañana,
porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
El sustento es diario, no es tener almacenado para un mes, porque cada día tiene
su propio afán. Cuando los judíos fueron liberados de la esclavitud de Egipto,
Moisés los dirigió al desierto y allí Dios les proveyó un maná diario para que se alimentaran.
“Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello
para mañana. 16:20 Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron
de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés.
16:21 Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego
que el sol calentaba, se derretía” (Éxodo 16:19-21)
¿Por qué Moisés les dijo que no
guardaran para el día siguiente? Porque Dios quería que dependieran totalmente
de él, que no confiaran en otra cosa que no fuera en él. Si dejaban para el
otro día entonces el maná criaba gusanos y hedía para que no se lo pudieran
comer.
Y los judíos, no satisfechos con el
maná que Dios proveía cada día, lloraban por la carne. Enojados por sus quejas,
Dios prometió enviar carne al día siguiente que duraría un mes:
"No comeréis un día, ni dos días,
ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta
que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a
Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo:
¿Para qué salimos acá de Egipto?"
(Números 11:19-20).
Dios lo dejó muy claro, menospreciaron
lo que él les daba, es decir, no estaban
conformes con lo que Dios les daba ¿Estás conforme con lo que Dios te da?
Al día siguiente, Dios envió codornices
que se amontonaban alrededor del campamento de los israelitas, de
aproximadamente un metro de profundidad, de modo que los israelitas pasaron los
siguientes dos días reuniéndolos. La Escritura nos dice que la persona que
menos reunió, reunió 10 montones (Números
11:32).
"Aún estaba la carne entre los
dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se
encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande. Y
llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava (las tumbas de la
codicia), por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso” (Números 11:33-34).
Dios les dio muerte a las personas codiciosas
que acumularon codornices porque esa era una muestra de que no confiaban en él.
El apóstol Pablo escribió: "Estas cosas sucedieron como ejemplos para
nosotros" (1 Corintios 10:
6).
Dios quiere que confíes día a día en
que Él te proveerá, él no quiere que acumules riquezas, él quiere que compartas
lo que tienes y sigas viviendo día a día confiando en sus promesas. Ese que eso
suena como una locura, pero el evangelio
es una locura (1 Corintios 1:21, 1:23).
La Biblia dice que “gran
ganancia es la piedad acompañada de contentamiento”, lo que podríamos
traducir como “el piadoso o el dador
alegre” que se place en dar ¿Por qué es gran ganancia? Porque acumula tesoros
en el cielo, y no en este mundo. “Porque nada hemos traído a este mundo y nada
podremos sacar” (1 Timoteo 6:6-7).
Tome en cuenta, que entre más riquezas
acumules en la tierra, menos riquezas acumulas en el cielo, así de sencillo. Y el
dar nos llena el corazón de satisfacción y de alegría, porque es más
satisfactorio dar que recibir.
Volvamos a la historia del hombre que
reclamaba parte de la herencia. Inmediatamente después de que Jesús conversó
con este hombre, advirtió a la multitud acerca de la avaricia, y luego contó una parábola acerca de un hombre codicioso
que había dedicado su vida a acumular riquezas:
“Derribaré mis graneros, edificaré mayores y
allí guardare todos mis bienes y diré a mi alma: tienes asegurada el futuro, repósate,
come, bebe y regocíjate” (Lucas
12:16-19).
Al analizar el pasaje, podemos advertir
primeramente que el hombre rico no solo era codicioso, también era avaro, solo pensaba sí mismo: diré a mi alma”. A este hombre jamás
se le ocurrió compartir con aquellos que tenían necesidades, él no amaba a su prójimo, solo se amaba a sí mismo.
En segundo lugar, este hombre rico
pensó que la vida solamente consistía en los bienes que poseía,
consideraba su vida solo en términos de su duración terrenal, y no en su duración eterna.
Mateo 6:19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín
corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 6:20 sino haceos tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan. 6:21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón.
El hombre rico de la historia se guardó
un tesoro en la tierra, sin considerar las ramificaciones eternas de su
decisión. El resto de su vida terrenal podía ser envidiable, pero ¿Qué de
su vida después de la muerte? Tanto el hombre rico del que hablamos al
inicio, al igual que este otro rico,
tenían puesta su mirada en las riquezas terrenales y no en la eternidad.
Ciertamente, la mayoría de nosotros somos
tan necios como lo ricos de los que hemos venido hablando, si pensamos que nuestras vidas consisten en el
disfrute adquisitivo de las cosas materiales. ¿En dónde está tu corazón? No puedes tener tu corazón puesto en las
cosas del mundo y decir que eres seguidor de Cristo, no te engañes.
“Pero Dios le
dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de
quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”
(Lucas 12:20-21).
En cuarto lugar, el rico necio asumió que por tener tantos
bienes tenía poder sobre su vida, algo que ninguna persona debería asumir. Él
murió la misma noche que hizo planes con sus bienes; su muerte bien pudo haber
sido el juicio de Dios que conocía
perfectamente sus pensamientos ególatras.
Ciertamente, Jesús no nos dejó mucho
lugar, para pensar que el rico necio fue al cielo esa noche. En un
momento, perdió todo por lo que vivió. Dios le preguntó: "¿Y ahora de quién será lo que has provisto?"
Tenga en cuenta que el rico necio era
culpable ante Dios, no porque fuera rico, sino por su avaricia, “hizo tesoro para
sí y no para Dios ni para sus prójimos”.
Jesús dijo: “No os afanéis por vuestra vida,
qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de
vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”
(Mateo 6:25)
Por qué nos afanamos tanto, la vida es
más valiosa que cualquier comida o cualquier bebida. Nos afanamos porque somos
codiciosos y queremos algo más que sustento y abrigo ¿De qué le valió al rico
necio tener un montón de alimentos y vestidos?
“Mirad las aves del cielo, que no siembran,
ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26)
Si Dios no abandona a las aves del
cielo que no siembran ni siegan, ni recogen en graneros ¿Por qué piensas qué te
abandonará a ti? ¿No vales más tú que eres hecho a su semejanza? ¿Eres un hijo
de Dios, por qué habría de abandonarte?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué
comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas
estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas
estas cosas (Mateo
6:31-32)
No te afanes, tu Padre Celestial sabe
de qué cosas tienes necesidad. Y también sabe de qué cosas no tienes necesidad,
pero él proveerá únicamente las cosas de
las cuales tienes necesidad, que se resumen en sustento y abrigo.
Mas buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:33)
¿Qué tenemos que hacer para que el
Señor provea lo que necesitamos? Buscar
el reino de Dios, lo que significa renunciar a nuestro “yo”, y de esa manera conocer cuál es la
voluntad de Dios agradable y perfecta (Romanos
12:2)
¿Por qué no hacemos la voluntad de Dios?
Porque no hemos renunciado al yo, y seguimos apegados a las cosas materiales.
Ni siquiera nos pasa por la mente la idea de compartir lo que tenemos con
otros, y eso, te guste o no, es avaricia.
La mayoría de los que se dicen
cristianos, no están buscando el reino
de Dios, como Jesús nos ordenó, están tratando de encontrar la felicidad en la
riqueza material, no en conocer, amar, disfrutar y obedecer a Dios. Son
ricos, pero “no son ricos para con Dios" (Lucas 12:21), y la evidencia puede ser
abrumadora.
¿Por qué el cristiano promedio no proporciona
comida y ropa a los más necesitados (Mateo
25: 31-46)? ¿Por qué el cristiano promedio no está dispuesto a dar un
porcentaje de sus ingresos para ayudar a cumplir la gran Comisión de predicar
el evangelio? ¿Por qué el cristiano promedio es tan propenso a adquirir deudas por artículos
no esenciales y no apreciables, para poseer lo último y lo mejor?
Solamente hay una respuesta, al igual
que los hombres ricos de la historia, sigue
atado a las cosas de este mundo y es avaro
y codicioso. Perdonen tanta verdad, si quieren no sigan leyendo.
Y si siguen leyendo,
no me salgan que las palabras de Jesús no son para usted y para mí.
El rico necio es representativo
de cualquiera que tenga más de lo que necesita.
Todas nuestras posesiones terrenales
están destinadas a perecer; de hecho, la mayoría están pereciendo ante
nuestros ojos en este momento. Por lo tanto, tiene mucho sentido vender lo que tenemos de más y compartirlo,
para hacer tesoros eternos en el cielo,
como Cristo ordenó.
El hombre que quería parte de la
herencia, estaba de pie entre una multitud de personas que escuchaban un sermón
de Jesús sobre las realidades eternas, pero en lo único que podía pensar era en
obtener más cosas materiales.
Desdichadamente
eso sucede con una gran mayoría de creyentes, gustan de asistir a las iglesias
en donde les hablan de que deben ser ricos porque son hijos de Dios: donde les
dicen que hagan pactos con él para que él los enriquezca.
Esa es la
gran mentira del evangelio de la
prosperidad, decirles a las personas que van a ser ricas porque son hijas
de Dios. “Dios enriqueció a Abraham y te enriquecerá a ti”,
enseñan. ¿Y quién dice que eso sucederá?
No todos los que son ricos, lo son porque Dios los ha enriquecido. Y Dios no va
a enriquecer a alguien que como el rico necio haga mal uso de las riquezas que
él le dé. Además, Dios enriqueció a Abraham porque tenía un motivo específico
para hacerlo y ese motivo era mostrarles a los gentiles que el Dios de Abraham estaba
con él.
En esas
iglesias enseñan el versículo que dice que Jesús se hizo pobre siendo rico
para que ellos sean enriquecidos (2
Corintios 8:9). Claro que eso es
cierto, pero este versículo no está hablando de riquezas materiales sino de riquezas espirituales, Jesús, no
estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó de su
deidad, se humilló para venir a morir a la cruz (Efesios 2:6-8), no con el propósito de que nos hiciéramos ricos
materialmente, sino para que adquiriéramos la salvación ¿Qué mayor riqueza que
esa?
¿Cómo define Dios la avaricia? Como un
pecado de violación de los dos mandamientos más importantes: amar
a Dios con todo el corazón, alma y mente, y amar al prójimo como a uno mismo
(Mateo 22: 36-39).
Los avaros no aman a sus prójimos como
a ellos mismos. Si los amaran no los dejarían pasar necesidades. Tampoco
aman a Dios, si lo amaran darían un porcentaje de sus ingresos para la
edificación del cuerpo de Cristo.
“Pero
es que gano muy poco, no me alcanza para dar”. Pero si te alcanza para ir al paseo aquel, o para comprar la pantalla
de 52 pulgadas, o el carro nuevo ¿A
quién engañas? Dios no puede ser burlado. La
avaricia indica que el “Yo” está
gobernando tu vida y no el Espíritu Santo.
Para Dios, tan idólatra es el avaro como el que se inclina ante la imagen de
un Dios falso para darle honra (Efesios
5: 5; Col. 3: 5). En este caso, el avaro se inclina ante el mismo para darse
honra ante los demás.
Quiero decirte algo, no existen los hijos de Dios avaros,
los avaros no son hijos de Dios, porque los avaros no van al cielo y si no van
al cielo es porque no son hijos de Dios. Mejor comparte!
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