EL PODER DE LA
IGLESIA PRIMITIVA
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La
iglesia primitiva era una iglesia llena de prodigios y milagros, todos hablaban
en lenguas. Dios se manifestaba en ella,
su amor y su poder llenaban a cada cristiano. Hoy leemos de ella y anhelamos
tener lo que aquellos fieles tenían, pero no es así ¿Por qué? ¿Cuál es el
secreto?
Algunos
opinan que eso era solamente para aquella. Sin embargo Jesús dijo que el que en él creía, haría las obras que él
hizo y aún mayores (Juan 14:12),
así que es innegable que esas maravillas son
también para la iglesia actual.
Hechos
2:42 Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con
otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. 2:43 Y sobrevino temor a
toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
El libro de los hechos nos aclara el misterio, la doctrina
de los apóstoles, la comunión unos con
otros, el partimiento del pan y las oraciones se conjugaban para
abrir las puertas de los cielos.
Esos son
los 4 propósitos básicos de una congregación. Los de la iglesia primitiva se “congregaban en las casas” para vivir una
realidad espiritual compuesta de tales propósitos. Ninguno de esos propósitos
podía faltar, mucho menos el partimiento
del pan.
Ellos no
solamente entendían la palabra de Dios, sino que la vivían al pie de la letra, se negaban a sí mismos y tenían una dependencia total en el Espíritu Santo.
Pero las
cosas cambiaron con el Emperador Constantino.
Con él la historia de la iglesia dio un vuelco tremendo. Constantino se hizo “cristiano” y ordenó a todos los paganos a que se convirtieran al
cristianismo o eran ejecutados.
¿Qué
consiguió? Que un poco de levadura
leudara toda la masa (Gálatas 5:7).
Se mezcló el paganismo con el Cristianismo dando origen a la religión ¿Qué es la religión? Es el
método humano para supuestamente llegar a Dios, son las filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres,
conforme a los rudimentos del mundo y no según Cristo” (Colosenses 2:8).
Constantino
ordenó construir “templos” que sustituyeran
“las casas” como congregaciones,
perdiéndose la “esencia” de la iglesia, y dándole vida a la organización
institucional, que solamente busca poder a través de la manipulación de la
palabra de Dios.
“La iglesia de Cristo” dejó de llamarse
así para llamarse “Iglesia católica
romana”. Su nombre lo dice, dejó de ser la iglesia de Cristo para
convertirse en una institución humana.
Luego vino la reforma protestante y aparecieron las
iglesias evangélicas donde cada líder impuso sus propias filosofías.
Al introducirse las filosofías humanas, la iglesia dejó de depender de la Biblia como única fuente valida del conocimiento
divino, y empezó a depender de las
doctrinas de los hombres. Y los elementos básicos de la congregación
cristiana se perdieron.
LA DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES
La doctrina
de los apóstoles fue dejada de lado, el catolicismo romano introdujo las “doctrinas de los
papas”. Por su parte, la iglesia evangélica introdujo “las doctrinas de los nuevos profetas”. La palabra de Dios fue
adulterada una y otra vez, al gusto de cada cual.
Las
congregaciones evangélicas se convirtieron en centros de recolección de dinero,
y en los cultos ya no se enseña la doctrina de los apóstoles. Los cultos son de “motivación”, razón por la cual los
fieles no aprenden nada.
Los
fieles asisten únicamente para ser motivados, para escuchar lo que quieren oír, como dice el pastor Joel Osteen. Este pastor dirige la
congregación más grande de los Estados Unidos y nunca ha dado una enseñanza
acerca de ningún tema en específico. Él no es un pastor, no es maestro, es un
motivador y como él son la mayoría de los actuales líderes cristianos.
Y si no
existe la doctrina de los apóstoles, no espere las manifestaciones del Espíritu
Santo.
LA COMUNIÓN UNOS CON OTROS
¿Qué es
eso? Eso no se conoce en las congregaciones actuales. Usted no verá que los
católicos ni los evangélicos se deshagan de sus bienes para compartirlos con
los demás miembros, el amor al prójimo se enfrió y a los fieles
dejó de importarles lo que sufren sus vecinos.
Miles de creyentes viven en la miseria y no reciben
la mínima ayuda de sus congregaciones. Mientras que en la iglesia primitiva no
había ningún necesitado porque todos los que poseían heredades o casas, las
vendían, y traían el precio de lo vendido (Hechos 4:34).
Usted oye al papa Francisco hablar de amor al
prójimo pero es incapaz de donar un dólar para los más necesitados. Lo mismo
sucede en las congregaciones evangélicas, y esto es así porque la intimidad y
la relación que se daba en las “casas” se perdió en los templos, a los cuales asisten
muchas personas que no se conocen entre si. Y nadie está interesado en conocer
a los demás fieles ni sus necesidades.
Jesús, poniéndose en el lugar de los prójimos dijo:
“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus
ángeles, porque Tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me
disteis de beber; fui forastero, y no me
recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no
me visitasteis” (Mateo 25:41-43).
¿Cómo se va a manifestar Jesús en las
congregaciones donde el hambre, la sed y las necesidades del prójimo son
ignoradas?
LAS ORACIONES
Las oraciones como una conversación con el Padre
Celestial también se esfumaron para darle cupo a las repeticiones de los Padres
Nuestros y las Aves Marías.
En las congregaciones evangélicas las oraciones
tampoco son conversaciones con el Padre, son listas de peticiones que
demuestran que no hemos entendido el objetivo de la oración y que vemos al
Señor como nuestro siervo.
Si creemos que Jesús es el siervo y nosotros los
señores ¿Cómo esperamos las manifestaciones del Espíritu Santo?
EL PARTIMIENTO DEL PAN
Se acabó el derecho de todos los creyentes
de participar en el partimiento del pan”. El catolicismo romano cambió el
partimiento del pan por el “comulgar”
católico”.
Mientras
que en la iglesia primitiva todos participaban de la Cena del Señor, en el
catolicismo romano solo participan los dignos. Los “indignos”,
como los divorciados, por ejemplo,
perdieron el derecho de participar en ese comulgar.
Pero no
solo eso, la doctrina de la transustanciación
que se volvió oficial en el "Cuarto
Consejo de 1215" y en el "Concilio
de Trento" (1545-63) vino a decir que el pan se convertía en el cuerpo
de Cristo y el vino en su sangre (algo que nunca ha sucedido), y que estos elementos debían ser adorados
porque eran el propio Cristo Dios.
Esta
doctrina fue un invento del monje católico Radertus,
la copió de rituales egipcios,
que hacían lo mismo con el dios pagano Osiris, dentro del templo de Amón-Ra,
miles de años antes que Jesús viniera.
En esta
ceremonia, el sacerdote invocaba con el sonido de una campanilla el espíritu de
Osiris, levantando los brazos hacia una estrella flamígera de cinco puntas,
algo muy semejante a lo que hacen los curas católicos.
Supuestamente
el líquido incoloro de la copa de consagración se tornaba de un color rosado, y
entonces creían que su dios estaba en la copa.
No solo
eso, el catolicismo romano enseña que en cada misa “Cristo es sacrificado” para el perdón de nuestros pecados,
ignorando totalmente la palabra de Dios, la cual enseña que: “no entró Cristo en el santuario hecho de
mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por
nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo
sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le
hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero
ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el
sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. (Hebreos 9:24-26)
No se
extrañe que nunca suceda un milagro ni nada sobrenatural en las iglesias católicas.
La
comunidad evangélica no acepta la doctrina de la comunión, pero tampoco
participa de la Cena del Señor de manera constante, sino que lo hacen “una vez perdida”.
Era
irrefutable la sobrenaturalidad de
Dios que se manifestaba en la iglesia primitiva, los fieles veían ángeles, eran
arrebatados de un lugar a otro, y vivieron milagros extraordinarios.
¿Por qué
eso no sucede ahora? Porque no se participa de la Cena del Señor. Si el
reconocimiento al Señor es dejado de lado, cómo esperar esas manifestaciones
sobrenaturales?
Si bien
es esencial la doctrina de los apóstoles, lo mismo que la comunión entre los
hermanos y la oración, hay algo que es de suma importancia y es la
participación en la cena del Señor.
1 Corintios 11:23 Porque yo recibí del Señor lo que también
os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; 11:24
y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que
por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. 11:25 Asimismo tomó
también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre; haced esto todas las veces
que la bebiereis, en memoria de mí. 11:26 Así, pues, todas las veces que
comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta
que él venga.
El hijo
de Dios se hizo carne, y habitó entre nosotros
y se sigue viviendo internamente en
nuestro espíritu a través del Espíritu Santo para cambiar nuestras vidas y
santificarnos. Eso es lo que se conoce
como el “Espíritu morador”.
Pero hay
una manifestación externa del Espíritu Santo que se conoce como “el
Espíritu derramado”. Esa manifestación se da únicamente en la congregación y es la que hace que se produzcan prodigios y milagros, la cual
está muy ausente en las iglesias de hoy. Y está ausente porque no cumplen con
el mandato de Jesús de participar la
mayor cantidad de veces en la cena del Señor, hasta que él venga.
El propósito
de esa cena
es para hacer memoria de Cristo. En otras palabras,
para anunciar su muerte redentora.
Al
participar en la cena del Señor,
confesamos que Jesús es el Señor y que Dios lo levantó de entre los muertos
(Romanos 10:9) porque Jesús no
solamente murió sino que también resucitó.
Cuando
anunciamos su muerte, también anunciamos que él vendrá porque él resucitó. En
la cena del Señor testimoniamos de Cristo.
Ese es el propósito de la Cena.
ES UN DESFILE TRIUNFAL
2 Corintios 2:14 Mas a Dios gracias, el cual nos lleva
siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo
lugar el olor de su conocimiento. 2:15 Porque para Dios somos grato olor de
Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; 2:16 a éstos ciertamente
olor de muerte
para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para
estas cosas, ¿quién es suficiente?
El verbo “llevar” que se usa en el contexto del anterior
pasaje, significa “conducir a un hombre
cautivo en un desfile triunfal”. Luego de una conquista, los enemigos de
Roma eran trasladados cautivos y exhibidos en un desfile triunfal; unos
eran ejecutados y a otros se les
perdonaba la vida.
Para unos,
el olor del incienso era “un olor de
muerte para muerte”; mientras que para otros, a quienes se les perdonaba la
vida, era “un olor de vida para vida”.
Cada vez
que Pablo llevaba el evangelio adonde fuera, eso era como participar de un
desfile celebrando el triunfo de Cristo y dejando un olor grato para los que
creían y un olor de muerte para los que no creían. Al final alzaban la copa de la victoria, cuando
participaban de la cena del Señor.
Colosenses 2:15 y despojando a los principados y a las
potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
Cristo
exhibió a las potestades y principados en su desfile triunfal sobre el pecado y sobre Satanás. Este desfile lo
realizó hasta la cruz del calvario. Mientras los seres humanos veían a Jesús
caminar hacia la cruz para morir crucificado y derrotado, los principados, las
potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo, las huestes
espirituales de maldad (Efesios 6:12),
lo veían caminar al lugar en donde los
derrotaría y los exhibiría públicamente a ellos como los derrotados.
En la
cruz, Jesús condenaría al pecado en
la carne (Romanos 8:2) y destruiría por medio de la muerte al que
tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo (Hebreos 2:14).
Para los
que no creyeron en Jesús, aquel desfile
hacia la cruz, fue un desfile para muerte, pero, para los que creyeron, fue un
desfile para vida.
Los
creyentes participamos en ese desfile
triunfante cuando nos congregamos para escuchar el mensaje de salvación. Y
al final hacemos una cena en honor al Señor, y en ella levantamos la copa de la victoria.
Dios
mandó a los judíos que eran esclavos en Egipto a participar de una Cena
en su honor para liberarlos del ángel de la muerte y de la esclavitud.
Ellos sacrificaron un cordero y pintaron los dinteles de las puertas con la
sangre del animal sacrificado como una señal. El cordero simbolizaba a Cristo
Jesús.
Ellos
sobrevivieron a las plagas, vieron suceder cosas sobrenaturales, fueron
liberados de la esclavitud y salieron victoriosos en un desfile triunfal hacia
la tierra prometida. La cena previa fue un anuncio del triunfo que se venía.
Cuando el
Señor Jesús cenó con Zaqueo, éste
dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta
casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino
a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:9-10), y la vida de Zaqueo fue cambiada totalmente.
El Señor
Jesús participó en la última cena,
en la cual anunció el nuevo Pacto y nos dio el mandato de celebrar esa cena en
su honor. Luego de esa Cena, el Señor fue a la cruz y allí consiguió el perdón
de nuestros pecados y la victoria sobre el diablo y sus huestes de maldad.
Cada una de
esas cenas fueron la previa de una victoria, cada una de esas cenas anunció una
victoria, algo extraordinario sucedió después de cada cena.
Actualmente,
cuando participamos de la cena del Señor, el Señor está presente para darnos una victoria sobre cualquier tribulación
que estemos pasando; él dijo que cuando
dos o más estuvieran reunidos en su nombre, él estaría allí en medio (Mateo 18:20).
Y él está
presente en la persona del Espíritu Santo para
repartir dones, para que sucedan prodigios y milagros (1 Corintios 12:8-12) porque él se regocija cuando levantamos la
copa de la victoria en su nombre.
¿Cómo
esperan en una congregación que se den las manifestaciones sobrenaturales sino participan
de la cena del Señor?
Unos
pocos lo hacen, pero lo hacen como un
acto rutinario, como un cumplimiento del mandato, y de cierta manera externa,
no interna, no lo sienten en su espíritu, razón por la cual no se producen los
milagros.
No debemos dejar de congregarnos como algunos tienen por
costumbre (Hebreos
10:25), menos aún dejar de participar en la cena del Señor. Recuerda que
después de cada cena hay una victoria.
Al alzar
la copa y partir el pan, recordamos la
victoria de Cristo sobre Satanás y sus ángeles, al participar de la cena
del Señor, nos acordamos y les recordamos a Satanás y a sus ángeles, que ellos
han sido sometidos bajo los pies de Cristo y a la vez bajo los pies de la
iglesia, la cual es su cuerpo. Nos acordamos y les recordamos, que estamos
sentados en lugares celestiales con Cristo y tenemos autoridad sobre ellos (Efesios 1:19-22). Eso es algo que ya
sucedió.
Pero
falta una cena especial, es una cena a la cual todos estamos invitados, es la Cena de Bodas del Cordero, la cual
servirá para anunciar que el mundo será liberado para siempre del dominio del
diablo y que Jesús gobernará eternamente en la tierra.
Recuerda
entonces que si participamos en la Cena del Señor, tendremos un invitado
especial, ese invitado es el Señor Jesús que se hará presente con la intención
de repartir dones, de efectuar milagros y prodigios y de darnos la victoria .
Debemos
volver a la iglesia en las casas, debemos volver a la doctrina de los
apóstoles, debemos volver a la comunión unos con otros, debemos volver a la
oración y participar activamente en la cena del Señor.
Cuando
eso hagamos con fe y con convicción, entonces veremos los milagros. Esa
era la clave de la iglesia primitiva y
es la clave para la iglesia contemporánea.
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