RICOS PARA SIEMPRE
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Todas las personas sueñan con ser ricas, pero
eso no tiene por qué ser un sueño. Usted puede ser rico para siempre, la
palabra de Dios te dice la manera de lograrlo.
Jesús dijo que “El reino de los cielos es como un tesoro escondido en el campo, que un
hombre encontró y escondió; y de su alegría va y vende todo lo que tiene, y
compra ese campo” (Mateo 13:44).
Eso sería como si estuviese caminando por la
propiedad de un vecino, de pronto algo le llama la atención en el suelo,
escarba y encuentra un cofre lleno de monedas de oro. Lo esconde, va, vende
todo lo que tiene, se queda sin nada
para comprar esa propiedad y obtener ese
tesoro, para de esa manera ser rico para siempre.
Pues bien, queridos lectores, ustedes pueden
obtener las “ganancias eternas” del Reino de Dios si están dispuestos a perder las cosas temporales de este mundo”.
Marcos
8:35 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. 8:36 Porque ¿qué
aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
Si usted le da prioridad en su vida al Evangelio
de Cristo, dedicándole tiempo e invirtiendo lo que tiene por esa causa, entonces obtendrá la vida eterna y será rico para siempre.
Pero si su prioridad son las cosas de este
mundo, usted terminará perdiendo todo lo que tiene, pero además perderá la vida
eterna y será un pobre para siempre ¿De qué le aprovechará haber ganado títulos
y mucho dinero, si muere, nada se lleva y va directo al infierno?
“No os
hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
ladrones minan y hurtan. Mas acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla
ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan; porque donde esté tu
tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6: 19-21).
¿Dónde está tu corazón? En gastar tu vida para
hacer tesoros en la tierra, lo que será una mala inversión porque terminarás
pobre, ya que “nada has traído a este mundo, y sin duda nada podrás sacar” (1 Timoteo 6:7). O en gastar tu vida haciendo tesoros en el cielo, lo que te hará rico
para siempre.
Las riquezas materiales son temporales, se pierden a través de la inflación, de malas
inversiones, por estafas, robos o accidentes, y si logran superar todo aquello,
se pierden con la muerte. Así que el que dedica su vida a hacer riquezas
materiales terminará pobre para siempre porque éstas se extinguirán de una o de
otra manera.
Invertir en el cielo es la inversión más sabia
que cualquiera puede hacer porque esa inversión nunca se pierde. Como dijo Jim Elliot: "No es ningún tonto el que abandona lo que no puede conservar para
obtener lo que no puede perder".
La mayoría de personas se deciden por invertir
en el mundo por dos razones, porque consideran: a) que la vida acaba con la
muerte y hay que vivir de la mejor manera los pocos años, o b) que la entrada al Reino de Dios es un derecho ganado.
Pero ambas opciones son erróneas. La vida continúa después de la muerte, nuestra
estadía en la tierra no es más que un parpadeo en la eternidad. Y la entrada al Reino de Dios no es un
derecho ganado, debes invertir tus talentos para obtener ese derecho.
Dejar esta vida sin haber invertido un centavo
en el cielo es el peor error que puedes
cometer porque tu destino será “el lloro
y el crujir de dientes” en las “tinieblas
de afuera”.
Para entenderlo, suponga que una persona le dona
un $1.000.000 con la condición de que con ese dinero usted debe comprar dos
casas, una en la que debe vivir por un día, y la otra en la que debe vivir por
el resto de su vida.
Usted no va a invertir $990.000 en la casa de un día, sería muy tonto el hacerlo. Tampoco va invertir la
mitad del dinero en esa casa en la que solamente va a estar un día. Lo lógico
es gastar lo menos posible en su casa de un día, podría ser cualquier tugurio,
de esa forma, podría invertir el resto del dinero en la casa que va vivir el resto de su vida.
Eso es exactamente lo que sucede con usted y
conmigo, la casa de un día es nuestra vida en la tierra y la casa del resto de nuestra vida es nuestra vida después de la muerte.
Dios nos da “una
vida” y nos ha dado “riquezas”,
podemos utilizar esas riquezas en la casa
de un día o en la casa del resto de
nuestra vida, usted escoge.
Eso sí, debemos ver “la riqueza” desde la perspectiva de Jesús, una perspectiva que va
en contra de “la sabiduría del mundo, la
cual es insensatez para con Dios pues escrito está: El prende a los sabios en
la astucia de ellos” (1 Corintios
3:19).
Jesús ve pobreza en donde la mayoría de personas
ve riqueza y él ve riqueza en donde la mayoría de personas ve pobreza:
Apocalipsis
3:17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y
desnudo.
Los de la iglesia de Laodicea se jactaban de ser ricos y de no tener necesidades
materiales, pero Jesús les dice que son “desventurados,
miserables, pobres, ciegos y desnudos”, porque no tenían ninguna riqueza
espiritual.
Por su parte, a los de la iglesia de Esmirna,
les dijo que eran pobres en la tierra, pero ricos
en el cielo (Apocalipsis 2: 9)
por sus riquezas espirituales.
Los de la iglesia de Esmirna no iban a ser
ricos, ya lo eran, porque los beneficios del reino de Dios se comienzan a
disfrutar en esta vida; una vez que
comiences tu inversión obtienes “toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3) ¿Qué mayor riqueza que
esa?
La perspectiva de Jesús es a radicalmente
diferente a la nuestra, porque Él mira las cosas desde una perspectiva eterna y espiritual, mientras que
nosotros vemos todo desde una perspectiva temporal
y material.
Cuando medimos la riqueza solo desde la
perspectiva material y temporal,
revelamos que tenemos una mente
reprobada y que necesitamos a la mayor brevedad posible una renovación de nuestro entendimiento.
El consejo divino es “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Convertirse en ricos para siempre requiere un cambio de perspectiva, una renovación de nuestras mentes y una
reevaluación de lo que valoramos actualmente.
“Porque el
reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y
les entregó sus bienes. A uno dio cinco
talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y
luego se fue lejos. Ahora, después de mucho tiempo, el dueño de esos esclavos
vino y estableció cuentas con ellos” (Mateo
25:14-15).
“El que
había recibido los cinco talentos se acercó y trajo cinco talentos más,
diciendo: " Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros
cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he
ganado otros cinco talentos sobre ellos. 25:21 Y su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el
gozo de tu señor."
(Mateo 25:20-21).
“Llegando
también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me
entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le
dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te
pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo
25:22-23)
“Pero
llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que
eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo
que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías
que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías
haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es
mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez
talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene,
aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas
de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mateo 25-24-30).
Obviamente, el Señor de la parábola representa a Jesús, quien nos ha dado los talentos que poseemos y se ha ido,
pero regresará muy pronto a pedirnos cuentas.
Los siervos
representan a los creyentes, y los talentos representan nuestros dones espirituales, nuestro tiempo y también nuestros bienes materiales.
Jesús nos confió a sus siervos diferentes talentos
con las cuales debemos “edificar el
edificio de Dios” (1 Corintios 3:9),
lo que significa invertir en “la casa de
toda la vida” y ser ricos para siempre.
Siendo así, somos sabios para preguntarnos: ¿Estoy
haciendo lo que Jesús espera de mí con los talentos que me ha confiado? ¿Se
está edificando el edificio de Dios a través de mi persona? ¿Estoy listo para
presentarme ante Él para dar cuenta de mi mayordomía? Las respuestas a esas
preguntas revelan lo que nuestro futuro
eterno nos depara.
Unos edificarán con plata, oro y piedras preciosas; otros lo harán con madera, heno y hojarasca (1 Corintios 3:12); y otros no edificarán el edificio de Dios porque
toda su inversión será para la casa de un
día.
“Si
permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la
obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo,
aunque así como por fuego” (1 Corintios
3:14-15).
Aquellos que no
edifiquen en la casa de toda la vida son tan infieles, malos y negligentes como el siervo
de la parábola, no solamente serán pobres
para siempre, sino que serán echados en las “tinieblas de afuera”, en donde es “el lloro y el crujir de dientes”. Eso suena muy parecido al
infierno, ¿No?
Debido a que el siervo infiel parece representar
a alguien que, como los otros dos siervos, tenía una relación con Dios, algunos
intentan convencernos de que las "tinieblas
de afuera" no son el infierno, más bien, afirman que se trata de una
referencia a los supuestos "márgenes
exteriores del cielo".
Algunos que abrazan esta particular teoría,
incluso llegan a afirmar que el llanto de esos santos infieles será solo temporal, porque Jesús "limpiará toda lágrima de sus ojos"
y luego los liberará de “las tinieblas de
afuera” para que se unan a los que están "adentro."
Sin embargo, si estudiamos bien las escrituras, vemos
que cuando Jesús habló de "las
tinieblas de afuera" y el "llanto
y crujir de dientes, se hace obvio que se estaba refiriendo al infierno y no a un lugar en los "márgenes exteriores" del cielo, de
lo cual no existe la mínima evidencia.
Por ejemplo, en Mateo 13:41-43 Jesús dice que “los
que sirven de tropiezo y hacen iniquidad
serán echados en el horno de fuego”, clara referencia al “infierno”, y seguidamente dice “allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Léase también Mateo 13:50.
Y cuando en las escrituras se habla “de tinieblas”, siempre se hace
referencia a las potestades de Satanás
(Hechos 26:18, Colosenses 1:13, Efesios
6:12, Judas 13, Romanos 13:12).
Eclesiastés
11:8
dice literalmente: “pero aunque un hombre
viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los
días de las tinieblas serán muchos...”
Los que defienden la doctrina de que Jesús no se
estaba refiriendo al infierno cuando menciona “las tinieblas de afuera”, argumentan que en la parábola de los
talentos Jesús estaba hablando de siervos
o discípulos, y que el siervo infiel
era siervo,
al fin y al cabo.
Estos argumentos son muy preocupantes, porque
muchos cristianos se “consideran siervos
y salvos para siempre”, entonces sobre la
base de Efesios 2:8-9 creen
que pueden esconder los talentos o invertir todo en la casa de un día: “porque
“por gracia son salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe”.
Equivocados, no pueden leer únicamente Efesios 2:8-9, también deben leer el verso 10. Si bien es cierto, que somos salvos por fe,
también es cierto que somos salvos y convertidos en nuevas criaturas para que “andemos en las buenas obras que Dios preparó
de antemano”.
Santiago
2:18 Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus
obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 2:19 Tú crees que Dios es uno;
bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. 2:20 ¿Mas quieres saber,
hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
¿Está Santiago contradiciendo a Pablo? Claro que
no, lo que Santiago está diciendo es que el que ha sido salvo y tiene fe, demuestra su fe a través de las obras.
Es decir, participa de las obras que Dios preparó de antemano para que andemos
en ellas.
Una fe sin
obras no salva porque no es una fe verdadera, es más una “creencia” como la de los demonios. Los demonios creen en Jesús
porque lo conocen, pero ellos no tienen
fe en la palabra de Dios, por lo tanto no la obedecen. La fe
verdadera es aquella fe obediente.
Dice la escritura que por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a
Isaac. Por la fe Moisés, hecho ya
grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser
maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del
pecado. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo
como viendo al Invisible. Por la fe Rahab
la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los
espías en paz. Y qué más digo? Por fe, los
hombres de fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas,
taparon bocas de leones, apagaron fuegos
impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron
fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros…” (Hebreos 11:17-34).
Tome en cuenta que los grandes héroes de la fe
siempre actuaron, la fe siempre vino y viene acompañada de una acción. Si
nuestra fe no está acompañada de acciones, somos creyentes, pero posiblemente
no somos creyentes salvos; somos siervos,
pero siervos infieles con un destino en las “tinieblas de afuera”.
1
Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si
uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para que los
que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Cristo murió y resucitó por nosotros para que
nosotros vivamos para él, lo que significa trabajar en la edificación del
edificio de Dios. Si el corazón no nos constriñe pensando en eso, nuestra
salvación es dudosa.
Dios es el dueño de todo, él nos da talentos,
tal vez riquezas materiales y espera que nuestra inversión mayor sea en la casa de toda la vida. Esta es la
base para ser rico para siempre.
Si el siervo infiel hubiera invertido su único talento, eso aparentemente podría
haberlo salvado, pero enterró su talento en la tierra.
Desde el punto de vista espiritual, el único
talento del siervo fiel es el haber escuchado
el evangelio, pero una vez escuchado
le echó tierra. Su actitud no le produjo ningún dividendo y al final fue echado
a las tinieblas de afuera.
Eso fue como “la semilla que cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía
humedad”, o “la semilla que cayó
entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron”
(Lucas 8:6-7).
La palabra de Dios nos dice como ser ricos para siempre, está en ti el creer
en ella y obedecerla.
Termino recordándoles, que el Señor, habiendo
salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron (Judas 5) y no creyeron porque si
hubieran creído lo habrían obedecido.
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