lunes, 30 de enero de 2017

SABIOS O NECIOS?

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Solamente al que le han diagnosticado cáncer terminal, conoce el valor de un día. Solamente el que ha perdido un vuelo, conoce el valor de una hora.  Solamente el que se ha salvado de un accidente, conoce el valor de un minuto. Solamente el que ha sido rescatado de ser ahogado conoce el valor de un segundo. Solamente el que ha obtenido la medalla de plata en lugar de la medalla de oro conoce el valor de una milésima de segundo.
Hay personas que durante toda su vida ignoran a Dios, y cuando están en el lecho de muerte claman a él en espera de su salvación. Han sido engañados por la religión de que si se arrepienten en el último minuto de vida, entonces serán salvos.  Cuando estén en el infierno se darán cuenta de lo que fue malgastar el tiempo mientras estuvieron en la tierra.
La palabra de Dios dice: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.” (Efesios en Efesios 5:15-17).
De acuerdo a la palabra de Dios, aquel que no sabe aprovechar el tiempo es un necio y a la vez es un insensato que no entiende su voluntad.
De acuerdo al diccionario un “necioes aquella “persona tonta o torpe que hace cosas que carecen de lógica o de razón”. Por su parte un “insensato”, es aquel que “no muestra buen juicio o madurez en sus actos”.
Debemos preguntarnos si somos sabios o si somos necios. Si somos sabios,  haremos la voluntad de Dios, aprovechando bien el tiempo. Si somos necios, no haremos la voluntad de Dios y desaprovecharemos el tiempo utilizándolo en cosas vanas ¿Cuál es la voluntad de Dios?

1 Timoteo 2:3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, 2:4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad.

La voluntad de Dios es que todos los hombres sean salvos llegando al conocimiento de la verdad. Si no somos salvos, debemos apresurarnos a conocer la verdad para alcanzar la salvación. Si somos salvos, es nuestro deber hacer que otros lleguen al conocimiento de la verdad.
¿Y Cuál es esa verdad?  Las últimas palabras de Jesús antes de ascender a los cielos indican claramente cuál es la voluntad del Padre y cuál es la verdad.

Marcos 16:15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Jesús les dijo a los apóstoles que debían ir a predicar el evangelio a toda criatura, esa es la voluntad del Padre. El que no creyere el evangelio sería condenado, pero el que creyere debía bautizarse para ser salvo ¿Qué es el evangelio? El evangelio hace referencia a la vida, crucifixión, sepultura, muerte y resurrección del Señor Jesús. En otras palabras, que Jesús es el hijo de Dios se hizo hombre y vino a dar su vida por la salvación de toda la humanidad.
Así que, como por la transgresión de uno (Adán) vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno (Jesús) vino a todos los hombres la justificación de vida” (Romanos 5:18). Si crees el evangelio pero no te bautizas,  de nada te servirá creer.
En la mayoría de las iglesias evangélicas enseñan que con tan solo creer, las personas son salvas pero esa es una media verdad que se convierte en mentira, porque les impide a las personas alcanzar la salvación.
Jesús no dijo: “el que creyere será salvo”, lo que dijo fue: “el que creyere y se bautizare será salvo”. Yo le creo a Jesús ¿Usted a quién le cree?

Hechos 2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 2:39 Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

El apóstol Pedro confirma las palabras de Jesús. Él dijo que los que se bautizan recibirán el perdón de pecados y el don del Espíritu Santo y serán salvos. Lógicamente, los que no se bautizan no recibirán ni el perdón de pecados ni el Espíritu Santo ni serán salvos.
Algunos necios enseñan que el Espíritu Santo y el perdón de pecados se reciben con tan solo creer el evangelio, pero eso no es cierto, mira lo que le dijo Ananías a Pablo: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16).
Bautízate para que laves tus pecados” le dijo Ananías a Pablo. Solo un necio puede enseñar que no se necesita el bautismo para recibir el perdón de pecados y con ello el Espíritu Santo, porque solamente un necio puede ignorar la palabra de Dios.  Y solamente un necio no saca tiempo para bautizarse.
Si no te has bautizado, hazlo inmediatamente, esa es la voluntad de Dios para tu vida. Una de las frases más usadas entre los creyentes es que “todo sucede en el tiempo de Dios” y dejan todo para el mañana. Sin embargo, el apóstol Santiago nos enseña que no podemos gloriarnos del mañana porque la vida es como neblina que se desvanece (Santiago 4:14), el tiempo de Dios es hoy:

2 Corintios 6:1 Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. 6:2 Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.

Dice el apóstol Pablo que debemos exhortar a las personas para que no reciban en vano la gracia de Dios, porque el día de salvación es ahora, el día de salvación es hoy, no es mañana.
Un accidente de tránsito, un asalto, un terremoto o un paro cardiaco podrían acaban en un segundo con nuestra vida aquí en la tierra. En un abrir y cerrar de ojos podríamos estar ante el Padre Celestial rindiendo cuentas.
El cielo está lleno de sabios mientras que el infierno está lleno de necios que no quisieron escuchar la palabra de Dios ni hacer su voluntad.  Si ya estás bautizado ¿Qué debes hacer? Usar parte de tu tiempo para llevar el mensaje de salvación a los demás.

2 Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Dice la escritura que el amor de Cristo nos constriñe, es decir,  nos presiona para que entendamos que Cristo murió para que vivamos, y los que vivimos, ya no vivamos para nosotros mismos sino para Cristo ¿Qué es vivir para Cristo? Es ganar almas para él, esa debe ser nuestra prioridad. Nuestros propósitos deben pasar a ocupar un segundo lugar.

1 Corintios 3:9 Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. 3:10 Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 3:11 Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

Todos los creyentes somos colaboradores de Dios, labranza de Dios y edificio de Dios. Cada uno de nosotros es un ladrillo en el edificio de Dios que es la iglesia y que se fundamenta en Cristo, que es la piedra angular.
Podemos ser sabios y sobreedificar o ser necios y dejarle el trabajo a otros hermanos. Eso sí, cada uno debe saber cómo sobreedifica. Algunos edificaran con oro, plata, piedras preciosas, materiales que no se queman con el fuego, y  simbolizan la verdad absoluta de Dios. Otros edificarán con madera, heno, hojarasca, materiales que se queman con el fuego y que simbolizan la verdad relativa del hombre (1 Corintios 3:12).
Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego (1 Corintios 3:13-14).
Si edificas como lo hacen la mayoría de los pastores, con su propia verdad y no la verdad absoluta de Dios, sufrirás pérdida, y si bien serás salvo, serás pasado por fuego. Es posible que tu ministerio se derrumbe y no seas parte del arrebato de la iglesia. El fuego habla de pruebas. Deberás quedarte a vivir la gran tribulación de los últimos tiempos, que por cierto está muy cercana. Y si no edificas, te sucederá lo mismo, no te irás en el rapto y pasarás por muchas pruebas.
Si vamos a actuar, que sea ya, toma en cuenta que muchos morirán hoy sin que les hayamos llevado el mensaje de salvación. No seamos necios sino sabios que entendemos la voluntad de Dios.

Santiago 4:16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; 4:17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

Dice Santiago que nos jactamos en nuestra soberbia. Planificamos un viaje, tal vez la compra de una casa o de un carro, todos nuestros pensamientos giran en torno a nuestro bienestar, giran en hacer nuestra voluntad y nos olvidamos de hacer la voluntad de Dios.
No solamente somos necios sino que somos pecadores, porque no hacemos lo bueno que sabemos hacer y cuando dejamos dejar de hacer lo bueno que sabemos hacer, estamos viviendo en pecado.  
Nos jactamos en nuestra soberbia y por esa soberbia seremos pasados por fuego, no crea que usted puede esconderse de Dios.
Lo que sucede es que hay creyentes que creen que asistir una vez a la semana al culto y dar una limosna es cumplir con la obra que le corresponde dentro de la edificación del cuerpo de Cristo. En el cuerpo de Cristo no hay observadores, todos tienen que ser actores. Nadie puede levantar una construcción con solo observar, los observadores son siervos inútiles que serán echados fuera.

Efesios 5:14 Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo. 5:15 Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, 5:16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. 5:17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.

Para Dios, muchos creyentes están dormidos, más que dormidos están muertos en vida. “Levántense de los muertos para que los alumbre Cristo”, es el consejo divino.
Dejen de andar como necios, comiencen a andar como sabios, aprovechando bien el tiempo porque los días son malos”. Los días son malos porque el mundo está gobernado por el maligno. “Dejen de ser insensatos, sean entendidos en cuanto a la voluntad del Señor”, nos dice la palabra de Dios.

Efesios 5:18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,

Las personas se embriagan con vino, en lo cual hay disolución. Embriagarse es llenarse hasta desbordarse, es decir, hasta que el vino se les salga por las orejas. Lo que deberían hacer es embriagarse del Espíritu Santo.
Dios no nos prohíbe divertirnos, el problema es que estamos tan ocupados divirtiéndonos que no tenemos tiempo de hacer ni siquiera lo que debemos hacer para Cristo.
Constantemente nos encontramos con la sensación de que necesitamos más tiempo, pero no lo hay. A cada uno de nosotros se nos han dado veinticuatro horas al día y no hay manera alguna de extender el número de horas, por más que nos esforcemos, lo que tenemos que hacer es aprender a administrar el tiempo.

1 Juan 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Lo que nos roba el tiempo para Dios son tres cosas: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Eso no viene de Dios sino que viene del mundo que está gobernado por su príncipe satanás.
Dios les dijo a Adán y a Eva que no debían comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, para que no murieran. Pero el diablo disfrazado de serpiente se le apareció a Eva y le dijo que no moriría, sino que más bien sería igual a Dios.

Génesis 3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.

Note usted que Eva vio que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos y además codiciable para alcanzar sabiduría. Lo que el maligno hizo con Eva lo hace hoy mismo con usted y conmigo, nos despierta los deseos y la vanagloria.
Los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida definen al mundo, todas esas cosas excitan en nosotros la ambición desmedida y despiertan el orgullo o el encanto de la vida. Esas cosas forman el mundo o sistema satánico que nos va a tentar en esas tres áreas.

Mateo 6:31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? 6:32 Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. 6:33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.

Las personas pierden su tiempo haciendo dinero para adquirir las cosas materiales y los placeres que el mundo les ofrece. También pone en las personas el deseo de poder y el de hacerse un nombre en la tierra, robándoles el tiempo que debe ser bien aprovechado para el reino de Dios ¿Qué dice Dios? Que no nos afanemos por las cosas del mundo, que él conoce nuestras necesidades y que nos va a suplir si ocupamos nuestro tiempo en el reino de Dios.

1 Timoteo 6:7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 6:8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.

Nada hemos traído al mundo y nada nos llevaremos. La voluntad de Dios es que estemos contentos con sustento y abrigo. Al estar contentos con esas cosas no ocupamos el tiempo en las cosas del mundo. Desgraciadamente, los creyentes no están contentos con sustento y abrigo, demostrando con ello su falta de sabiduría. Entonces desperdician el tiempo en busca de riquezas o de una mejor vida aquí en la tierra, despreciando la vida que les espera después de la muerte.

1 Timoteo 6:9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;

Además, los que quieren enriquecerse caen en tentación y terminan destruidos y en la perdición. Podemos definir el mundo como todo aquello que nos aleja de los propósitos de Dios.
1 Juan 2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

Lo que nos hace improductivos para Dios es el amor al mundo. Aquí mundo no se refiere a las personas, porque debemos amar a las personas, se refiere al sistema del mundo que es impuesto por Satanás.
El apóstol Juan afirma que si amamos al mundo, el amor del Padre no está en nosotros. O amamos a Dios o amamos al mundo, no hay término medio, nadie puede servir a dos señores.
Si el amor del Padre no está en nosotros es porque no somos salvos, porque cuando somos salvos el amor de Dios es derramado en nuestros corazones por el Espíritu que nos fue dado (Romanos 5:5). Y es el amor del Padre el que nos hace amar a los semejantes y llevarles el mensaje de salvación.
Cuando el amor de Cristo ha sido derramado en nuestros corazones, nos constriñe, pensando que si Cristo murió por nosotros fue con el propósito de que vivamos para él llevando el conocimiento de la verdad a nuestros semejantes.

2 Corintios 5:19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

Dios estuvo en Cristo reconciliando al mundo, no tomando en cuenta los pecados de los hombres. Pero, Cristo está ahora en los cielos y la responsabilidad de reconciliar a los hombres con Dios es de todos los que están en Cristo.

2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Para los que estamos en Cristo las cosas viejas pasaron ¿cuáles cosas? Aquellas cosas que nos ocupaban el tiempo, las cosas del mundo: los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida.
Si estamos en Cristo somos nuevas criaturas que aunque vivimos en el mundo, no vivimos de acuerdo a su sistema, ahora vivimos para Cristo y ahora los deseos de Cristo son nuestros deseos, y la gloria de Cristo es nuestra gloria.
Escuche usted a los hombres hablar, ellos se enorgullecen del éxito humano, pero la Biblia tilda a todo lo que produce esa sensación como algo del mundo.
No es que debemos ser unos fracasados, lo que significa es que el propósito final de lo que emprendamos debe ser para darle la gloria a Dios. Éxito es ganar almas para Cristo.
Si en nuestros propósitos no cabe Dios es porque el Espíritu de Dios no está en nosotros o no lo estamos escuchando.

1 Corintios 10:31 Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.

Estando en Cristo, todo lo que hagamos debe ser para la gloria de Dios. Nuestros sueños, nuestras ideas, lo que hagamos debe incluir un propósito divino para la gloria de Dios. Debemos tomar en cuenta que no hay éxito mayor que el recibir la sabiduría de Dios y compartirla con el mundo ¿De qué sirven las riquezas y los títulos si al dejar este mundo viajamos al infierno?

2 Corintios 5:20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

Los que estamos en Cristo somos embajadores del Reino de Dios, es como si Dios nos rogase que hagamos nuestro trabajo en nombre de Cristo. Estas no son simples palabras, son palabras que salen de la boca de Dios ¿Vas a ignorarlas como un verdadero necio?

2 Corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Cristo no vino a pasear a la tierra, el vino a tomar tu lugar de pecador para que tú fueses justificado de todos tus pecados. Para ello tuvo que sufrir el aprobio, la vergüenza y la humillación pública, y derramar su sangre divina en la cruz ¿No significa eso nada para ti?
Un sabio piensa en lo que vendrá después de la muerte y aprovecha su tiempo. Un necio solo piensa en esta vida y desaprovecha su tiempo.
Un año contiene 8.640 horas ¿Cuántas horas del último año ocupaste para servirle a Cristo. No se cuántos años tienes de estar en Cristo, pero quiero preguntarte ¿Cuántas personas has ganado para Cristo? ¿Eres un sabio o eres un necio que lo que te entra por un oído te sale por el otro?




lunes, 23 de enero de 2017

MORIR PARA VIVIR

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Jesús dijo que “si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará (Juan 12:24-25) ¿Qué quiso decir Jesús? Que hay que morir para vivir. Para entenderlo, vayamos al Génesis.
Dios le había prometido un hijo a Abraham con su esposa Sara, la cual era estéril. Como pasaron unos años y el milagro no se daba, Abraham se procuró un hijo con una esclava de nombre Agar, con la cual engendró a Ismael. En ese entonces  Abraham tenía ochenta y seis años de edad, todavía tenía su fuerza natural, es por eso  que la escritura dice  Ismael nació “según la carne” (Gálatas 4:23).
Cuando nació Isaac, el hijo de la promesa, Abraham  ya tenía cien años de edad (Génesis 21:5),  su cuerpo estaba  como muerto” y “la matriz de  Sara continuaba estéril” (Romanos 4:19). En otras palabras, su fuerza natural había llegado a su fin y le  era imposible tener hijos. Dios escogió ese momento, porque quería que Abraham estuviera seguro de su imposibilidad física para que entendiera que Isaac nacería por gracia y que no era fruto de su carne.

Romanos 6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Eso es lo que Dios quiere que hagamos, que nos consideremos muertos para que él pueda producir fruto en nosotros. Si es necesario, Dios esperará cien años como lo hizo con Abraham. Él esperará hasta el día en que entendamos que somos incapaces de dar fruto en la carne y que somos incapaces en la carne de vencer el pecado y la tentación. Solo cuando hayamos muerto, podremos engendrar un Isaac.
Dios no puede usarte si no has muerto a la carne. Dios no sólo desea que se cumpla su voluntad, sino también que dicho cumplimiento proceda de Él.
Si solamente tienes doctrinas y conocimiento y no has sido conducido al punto de decir: “Estoy muerto, no puedo hacer nada por mi propia cuenta”, Dios no podrá usarte ni cumplir su meta para contigo.
No se si te has dado cuenta que un salvavidas no se mete al agua a salvar al que se está ahogando sino hasta que éste deje de aletear, esto es así porque los dos podrían ahogarse.
De igual manera, Dios no va a hacer nada por ti mientras estés intentado combatir el pecado y la tentación en la carne, o mientras intentes agradarlo por tus propios medios.
Sólo cuando andemos en semejanza de muertos, el Señor podrá usarnos y podremos manifestar a Cristo en nosotros. Antes de ese día, toda obra que hagamos por nuestra propia cuenta dará como resultado un Ismael.

Romanos 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

Si queremos andar en vida nueva y dar fruto, lo primero que tenemos que hacer es deshacernos “del viejo hombre”, nacido de la carne, esto lo logramos al bautizarnos.
En el bautismo le damos sepultura al nacido de la carne y vida a la nueva criatura en Cristo Jesús. Debemos morir para vivir.  En ese momento dejamos de vivir y Cristo empieza a vivir por nosotros (Gálatas 2:20).
El problema se da en que muchos bautizados continúan viviendo por sí mismos y andan cargando el muerto. No solamente debemos sepultar el viejo hombre, sino que debemos considerarnos muertos (Romanos  6:11) para que la vida de Cristo actúe en nosotros ¿Qué hace un muerto? No hace nada. Así que nosotros no tenemos que hacer ningún esfuerzo en la carne, lo que único que tenemos que hacer es vivir por fe, eso es lo único que agrada al Señor (Hebreos 11:6).
El punto es si queremos engendrar un Ismael o un Isaac. Es fácil ser engendrar un Ismael, pues es fácil hacer obras en la carne y sin necesidad de esperar; pero si queremos engendrar un Isaac,  tendremos que renunciar a la carne y aprender a esperar en el Señor.
Para engendrar a Ismael, no es necesario esperar, pero para engendrar un Isaac tenemos que esperar la promesa de Dios, su tiempo designado y su acción.
Aquellos que no pueden esperar que Dios obre, obtienen un Ismael que les roba la promesa.
El día vendrá cuando no podremos hacer nada por nuestro propio esfuerzo y estaremos completamente acabados. Ese será el día cuando Cristo se manifestará plenamente en nosotros y cuando la meta de Dios se cumplirá. Entre tanto, nada de lo que hagamos nosotros tendrá valor espiritual.
En la obra de Dios, lo que importa no es cuánto trabajemos, sino cuánto hayamos obtenido de la obra del Señor, pues la obra de Dios y la obra del hombre son dos cosas totalmente diferentes.
Existe una enorme diferencia entre el valor de la obra de Dios y el valor de la obra del hombre. Sólo lo que procede de Dios tiene valor espiritual, lo que no proviene de él no tiene ningún valor espiritual.
¿Qué es Ismael? Ismael es todo aquello que nace prematuramente, al actuar por el esfuerzo propio.
Podemos decir que Ismael se caracteriza por dos cosas: 1) su origen es erróneo, y 2) el momento de su nacimiento es prematuro.
En la esfera espiritual nada nos pone en evidencia tanto como el asunto del tiempo. Con frecuencia no se necesita mucho para que nuestra carne quede expuesta. Todo lo que Dios necesita hacer es dejarnos a un lado por un poco de tiempo y nuestra carne no podrá resistirlo. Inmediatamente comenzamos a actuar en la carne, empezamos a resolver las cosas por nosotros mismos, impidiendo con ello que Dios actúe.
Dios nunca se complace en un Ismael, todo lo que hagamos en el nombre de Jesús, si lo hacemos en la carne, él no se agradará de ello.

Mateo 7:21 No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 7:22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.

No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino únicamente el que hace la voluntad del Padre Celestial. No podemos ir donde Dios no nos mandó, no podemos profetizar lo que Dios no nos dijo que profeticemos ni echar fuera demonios para complacer la carne. Eso es engendrar a Ismael y si lo hacemos, Dios negará conocernos y nos llamará hacedores de maldad, porque todo lo que hagamos en la carne es maldad para  Dios.
La meta de Dios tiene que realizarse en el momento que él lo dispuso y por su poder. Este es el principio de Isaac: viene en el tiempo de Dios y por Su poder.
La mayor prueba para los hijos de Dios radica en escoger la fuente de sus obras. Muchos hijos de Dios consideran ciertas cosas “buenas” o “correctas” o “incluidas en la voluntad de Dios”, pero detrás de estas cosas está el yo haciendo toda la obra. Bajo estas condiciones, dichas personas hacen según ellos la voluntad de Dios, el resultado de aquello no es Isaac, sino Ismael.
Necesitamos pedirle a Dios que nos hable y nos muestre quién es el que hace estas cosas, esto es crucial.
Tal vez prediquemos en cierto lugar diligentemente, preparando todo de antemano y con gran esmero, pero el método no es lo que cuenta. Lo que cuenta es si lo hicimos por Dios o por nuestra propia cuenta.
Es muy lamentable que podamos enseñar la Palabra de Dios, predicar la verdad y ejercer sus dones valiéndonos de nuestros propios medios. Si hemos hecho esto, debemos inclinar nuestro rostro y confesar nuestro pecado. Las obras hechas “en el nombre de Jesús”, pero que no proceden de él, no tienen ningún valor espiritual y son obras de maldad. La obra espiritual es pura porque procede de Dios, si procede del yo no tiene nada de pura ni de espiritual.
Puesto que Abraham quería un hijo, debió comprender que Dios era el Padre y permitirle que fuera el Padre, haciéndose él a un lado. Abraham quería tener a Isaac, pero no debió tratar de engendrarlo por sus propios medios. En otras palabras, si queremos representar a Dios, no debemos tratar de hacer nada por nuestra propia cuenta.
No debemos tomar la iniciativa; debemos hacernos a un lado. Esta prueba es la mayor y la más difícil, y en la que los siervos de Dios fracasan con más frecuencia.
Necesitamos recordar que la obra de Dios no sólo debe estar libre de pecado, sino también libre de nuestros propios esfuerzos.
Dios no sólo se interesa por saber si lo que se hace es bueno, sino por quién hizo la obra. Desafortunadamente, es fácil pedirle a una persona que deje el pecado, pero no es fácil pedirle que haga a un lado su vanidad.
Que Dios nos lleve al punto donde podamos decirle: “Quiero hacer Tu voluntad.  Tú tienes que ser el que actúe, no yo”, debemos morir para dar vida.
Debemos recordar que “nuestros pensamientos no son los pensamientos de Dios ni nuestros caminos sus caminos. Como son más altos los cielos que la tierra, así son los caminos de  Dios, más altos que nuestros caminos, y sus pensamientos más que nuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9). Por tanto, cualquier cosa que hagamos por nuestro propio esfuerzo, por bueno que nos parezca, no puede satisfacer el corazón de Dios. Lo único que satisface su corazón es lo que él mismo hace.

2 Corintios 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros

No debemos olvidar que solo somos un recipiente y que no podemos reemplazar a Dios en nada, que la excelencia del poder es de Dios y no de nosotros.
Hay pastores y evangelistas que se lucen jugando con los dones que Dios les dio, haciendo que las personas caigan al suelo y se vuelvan a parar para luego enviarlas de nuevo al suelo, y cosas semejantes ¿Es eso de Dios? Claro que no,  esos pastores y evangelistas serán apartados de Dios y llamados hacedores de maldad porque todo eso lo hacen en la carne.
Siempre debemos permitirle a Dios actuar por medio de nosotros; no debemos hacer nada por nuestra cuenta.
Isaac nació de Abraham según la promesa de Dios. Fue Dios el que produjo el nacimiento de Isaac. Dios engendró este hijo por medio de Abraham. El principio de la promesa es totalmente diferente del principio que operó en el caso de Ismael. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos libre del principio de Ismael.

Génesis 17:1 Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. 17:2 Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera.

Cuando ya Abraham estaba como muerto y no podía engendrar hijos aunque quisiera, solo hasta entonces Dios se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso”. Esta era la primera vez que Dios revelaba su nombre como “el Dios Todopoderoso”. Este nombre puede traducirse “el Dios que todo lo provee o que todo lo puede”. Cuando nosotros no podemos, Dios puede, porque lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios (Lucas 18:27).
Después de que Dios se reveló como todopoderoso ante Abraham, le dijo: “Anda delante de mí y sé perfecto”. Aunque Abraham creía que Dios era poderoso, tal vez no creía que era tan poderoso  como para darle un hijo de una mujer estéril, por esta razón trató de proveerse un hijo por su propio esfuerzo y Abraham no fue perfecto en su caminar.
Dios le mostró a Abraham que si quería milagros en su vida, debía andar delante de él como un hombre perfecto. “Nadie puede ser perfecto sino solo Dios”, en este caso la traducción correcta sería: “ser puro”, es decir, sin mezclar la carne con la voluntad de Dios. Después de mostrarle esto a Abraham, Dios dijo:
Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros.   Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto”. (Génesis 17:10 -14)
¿Qué clase de actitud debían tomar Abraham y sus descendientes para llegar a ser parte del pueblo de Dios? Todo varón debía ser circuncidado, es decir, debía  despojarse de la carne”. 
Dios quiere un pueblo; sin embargo, dicho pueblo no debe realizar ninguna actividad en la carne, por eso debe deshacerse de ella. ¿Quiénes son entonces el pueblo de Dios? Aquellos que han sido circuncidados.
Dios le dijo a Abraham: “El varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo” (verso 14).
Los que no eran circuncidados eran cortados de entre el pueblo de Dios. Esto quiere decir que los que no son circuncidados no pueden ser vasos de Dios.
Podemos creer en Cristo, podemos confesarlo, pero no seremos parte del pueblo de Dios y él no puede usarnos al menos que nos deshagamos de la carne.

Colosenses 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.

En el Viejo Testamento, el pueblo de Dios era el pueblo circuncidado de Israel. En el Nuevo Testamento, el pueblo de Dios está formado por todos los creyentes que se han bautizado.
El bautismo es una circuncisión espiritual mediante la cual nos deshacemos de la naturaleza pecaminosa. Usted puede creer en Cristo, puede confesarlo, pero si no se ha bautizado no es parte de la iglesia de Cristo, no es parte del pueblo de Dios, y todo lo que haga en nombre de Cristo lo hace en la carne y lo único que produce es un Ismael.

Filipenses 3:3 Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.

¿Cuál debe ser la actitud de quienes han sido circuncidados? No deben tener confianza en la carne ni poner su esperanza en ella. ¿Quiénes son la circuncisión? Los que no ponen su confianza en la carne. Por tanto, la circuncisión pone fin a la fuerza natural del hombre.
Dios le mostró a Abraham que Ismael era fruto de su propio esfuerzo y no servía para sus propósitos. Esto nos enseña que si no le ponemos fin a la carne, Dios no podrá llevar a cabo sus planes para con nosotros.

Génesis 17:5 Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham,  porque te he puesto por padre de muchedumbre de gente.

Cuando somos circuncidados, ese día dejamos de ser nosotros, ese día somos nuevas criaturas en Cristo Jesús, todas las cosas pasan y son hechas nuevas (2 Corintios 5:17). Por eso Dios le dijo a Abram que ya no se llamaría Abram sino Abraham. Abram ya no sería “Padre excelso” sino “Padre de multitudes,” ya que la descendencia del nuevo Abraham sería como la arena del mar, tal y como Dios lo había prometido.
De igual manera, cuando usted se bautiza, Dios te da un nombre nuevo porque ese día moriste para vivir eternamente, Dios te da un nombre eterno, no el nombre de una persona que tiene fecha de fallecimiento. Conocerás tu nombre nuevo cuando estés en la presencia del Señor.
El mayor problema existente entre los creyentes radica en que piensan que la carne está relacionada exclusivamente con el pecado. Aunque es cierto que la carne nos hace pecar, esto no es lo único que la carne hace. Romanos 8:8 dice que “los que vive según la carne no pueden agradar a Dios”. Esto significa que la carne procura agradar a Dios. En muchas ocasiones tal vez la carne no pretenda ofender a Dios; quizá su fin sea agradarle pero nunca agrada a Dios.
Romanos 7 nos muestra que la carne hace un esfuerzo enorme por guardar la ley, por hacer el bien, por hacer la voluntad de Dios y agradarle, pero no puede lograrlo.
Nuestra experiencia nos dice que es fácil gobernar la carne pecaminosa, pero es muy difícil dominar la carne que trata de agradar a Dios. Esta es la carne que intenta infiltrarse sutilmente  en el servicio de Dios.
Hay personas que no se dan cuenta de que el hombre no puede agradar a Dios por su propio esfuerzo; no han comprendido que Dios está interesado no sólo en cambiar sus objetivos, sino en poner fin a su carne. Si procuran agradar a Dios en su carne, Dios les dirá que son hacedores de maldad.
Necesitamos ver que la circuncisión es la eliminación de la carne, aquella que engendra a Ismael y que intenta agradar a Dios. La circuncisión pone fin a la carne que intenta hacer la voluntad de Dios y cumplir Su promesa. Esto era lo que Dios quería que Abraham entendiera.
El mayor problema que afrontan los hijos de Dios es que no le dan muerte a la carne, sino que ponen en ella su confianza. La señal más evidente del desenfreno de la carne es la confianza que tiene en sí misma.
Filipenses 3:3 dice que “Nosotros somos la circuncisión, los que nos gloriamos en Cristo, no teniendo confianza en la carne”. No tener confianza en la carne significa no poner ninguna esperanza en ella.
La persona que confía en la carne es propensa a juzgar apresuradamente todo lo que se le atraviesa y con su boca juzga prematuramente. Pero una persona que no confía en la carne, no juzga a la ligera, pues no se siente con la confianza para hacerlo.
Una persona que toma decisiones en la carne no ha experimentado la obra de la cruz. Delante del Señor, tenemos que ver que somos débiles, impotentes y desvalidos.
Dios llevó a Abraham a un punto donde se dio cuenta de que su carne no servía para nada, y que todo lo que había hecho en sus 99 años era erróneo. No había lugar en la promesa de Dios para que lograra alguna cosa en la carne, lo único que debía hacer era creer.
Al mismo tiempo, Dios le mostró que sus futuras generaciones debían deshacerse de la carne. La circuncisión es la marca del pueblo de Dios, es la comprobación de que somos Su pueblo. ¿Qué es una marca? Es una característica. El pueblo de Dios tiene una característica, una marca: la negación de la carne, la desconfianza en la carne. El pueblo de Dios lo constituyen aquellos que perdieron su confianza en la carne.
Es una lástima que muchos cristianos tengan tanta confianza en sí mismos. Piensan que saben lo que es creer en el Señor Jesús, lo que es ser llenos del Espíritu Santo, lo que es ser vencedores, y lo que es experimentar la vida cristiana. Creen que lo saben todo. Se jactan de sus experiencias y las citan con fechas específicas. Parece que no les faltara nada. Hablan acerca de su comunión con Dios, de cómo hablan con él. Creen saber lo que Dios piensa en cuanto a ciertas cosas. Piensan que conocen la voluntad de Dios. Hablan de la manera en que Dios les dijo lo que debían hablar u orar en tal lugar y a tal hora. Piensan que conocer la voluntad de Dios es algo fácil. Sin embargo, no se ve en ellos la marca de la desconfianza en la carne. Tales cristianos verdaderamente necesitan la misericordia de Dios.
La circuncisión significa eliminar la confianza en la carne, quitar de en medio la fuerza natural, a fin de que la persona no hable ni se conduzca negligentemente, sino con temor y temblor.
En realidad, la pequeña fe que Abraham había tenido en años anteriores estaba mezclada con la carne y el resultado fue Ismael.
Dios hizo a un lado a Abraham por trece años, y lo llevó a estar como muerto, para que fuera purificado, al punto de considerar su cuerpo como muerto y a notar lo muerta que estaba la matriz de Sara para que pusiera su confianza absoluta en Dios.
La fe que ahora tenía era pura, pues creía en Dios solamente y no en su carne. La fe que tuvo anteriormente se basaba en Dios y en sí mismo, pero ahora se basaba solamente en Dios porque su propia fuerza se había esfumado y no quedaba nada. Entonces Dios le dijo: “Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac” (Génesis 17:19).
Debemos notar que Dios deseaba que Abraham engendrara a Isaac, no a Ismael. El nunca aceptará ningún reemplazo en su obra. Ismael no podía satisfacer a Dios.
Génesis 17:23-24 dice: “Entonces tomó Abraham a Ismael su hijo, y a todos los siervos nacidos en su casa, y a todos los comprados por su dinero, a todo varón entre los domésticos de la casa de Abraham, y circuncidó la carne del prepucio de ellos en aquel mismo día, como Dios le había dicho. Era Abraham de edad de noventa y nueve años cuando circuncidó la carne de su prepucio”.
La circuncisión de Abraham fue el reconocimiento de que su carne era completamente inútil. En sí mismo, no podía creer en la promesa de Dios. Pero cuando ya no pudo creer, surgió la verdadera fe. Cuando no pudo creer ni hacer nada, verdaderamente confió en Dios. Da la impresión de que creía y al mismo tiempo no podía creer. Quedaba sólo una trémula luz de fe en él. Sin embargo, ésta era la fe pura.
La condición en la que se encontraba Abraham en ese momento se describe en Romanos 4:19-20: “Y no se debilitó en su fe, aunque consideró su propio cuerpo, ya muerto, siendo de casi cien años, y lo muerta que estaba la matriz de Sara; tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios”.
Eso es lo que Dios espera de nosotros, que estemos tan débiles, tan desconfiados en la carne, que podamos confiar en él. Si confías en la carne, Dios te hará pasar por situaciones que te van debilitando, quizás pierdas el trabajo, quizás te enfermes, quizás fracases en algún negocio, Dios hará lo que sea, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la promesa (Gálatas 4:30).
Así como Abraham tuvo que deshacerse de su hijo Ismael para convertirse en el Padre de la fe, así tú tienes que deshacerte de la carne para poder vivir por fe. Debes morir para vivir, nunca lo olvides.


miércoles, 18 de enero de 2017

LOS DOS ARBOLES DEL EDEN

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Cuando Dios creó al hombre, tuvo en cuenta que éste necesitaría alimentar su cuerpo para su subsistencia. Entonces hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer (Génesis 2:9); pero llama la atención el hecho de que también hizo nacer dos árboles adicionales: “el árbol de vida” y “el árbol del conocimiento de la ciencia del bien y del mal”.
Estos dos árboles simbolizan las dos maneras de vivir esa vida que Dios le dio al ser humano. Es decir, podemos vivir regidos por dos principios: 1) el principio de la vida Divina o 2) el principio del conocimiento de la ciencia del bien y del mal.
Isaías 55:8 dice que “los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos  ni sus caminos nuestros caminos”, de tal manera que el principio del conocimiento del bien y del mal es lo que el hombre piensa que es bueno o malo para él con respecto a su conducta y para su vida; mientras que el principio de vida es la manera en que Dios piensa que debemos vivir. Dios dejó claro, eso sí, que el principio del  conocimiento del bien y del mal llevaría a la muerte (Génesis 2:17).
Adán y Eva decidieron vivir de acuerdo con el principio del conocimiento del bien y del mal y las consecuencias fueron funestas. Fueron  destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y por su culpa “el pecado entró en el mundo y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres por cuanto todos pecaron  (Romanos 5:12).
Todos los incrédulos rigen sus vidas por el principio del bien y el mal. La mayoría de creyentes también se continúan guiando por ese mismo principio del bien y del mal, que es el principio religioso. Y una minoría de creyentes rige su vida de acuerdo al principio de la vida.
Adán y Eva comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal y por ello fueron expulsados del jardín del Edén, lo que nos enseña que todo el que se alimente o viva por ese principio del bien y del mal, no podrá vivir delante de Dios. Si alguien quiere vivir delante de Dios, entonces necesita alimentarse del árbol de la vida que es la palabra de Dios.
Si examinamos un poco este asunto, nos daremos cuenta de que hay personas que viven según el principio del bien y del mal, es decir, según lo que es bueno o malo con respecto a su conducta.
Esto lo vemos en las iglesias evangélicas, en las cuales califican a las personas por su conducta, las señalan y las repudian y hay una competencia para ver quien es menos malo o más bueno.
No han entendido que la vida cristiana no consiste en saber escoger entre el bien y el mal, ni en conducirse según ciertas normas de conducta, sino en dejar que Cristo viva por nosotros.

Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. 2:21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

En este pasaje Pablo nos revela lo que es la vida cristiana, él dice “ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí”,  en otras palabras que es Cristo el que vive su vida por él.  Luego agrega que “no desecha la gracia de Dios”; que si quisiera justificarse por su comportamiento (por el principio del bien y del mal), entonces “por demás murió Cristo”.
Lo que Pablo nos quiere decir es que la vida del cristiano se centra en Cristo y no en discernir entre lo bueno y lo malo.
Cuando nos bautizamos, recibimos el perdón de pecados y además de ello una vida nueva en nuestro interior, esa vida es Cristo en la persona del Espíritu  Santo (Hechos 2:38):

Ezequiel 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Esa vida interior que viene a morar en nuestro espíritu es la que se encarga de regir nuestra vida, es el Espíritu el que hace que andemos en los estatutos de Dios, guardemos sus preceptos y los pongamos por obra, no es algo que nosotros podemos hacer por nosotros mismos.
Si ignoramos este principio, en lugar de ser regidos por la vida divina, viviremos  según el principio del conocimiento del bien y del mal.
Note usted que el principio que no debemos seguir no solamente es del conocimiento del mal sino también del bien, porque nosotros no estamos capacitados para ver la diferencia, ya que lo que en muchas ocasiones lo que  aparenta ser bueno, en realidad no lo es.
 Dios dijo: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Observemos que el bien y el mal se presentan aquí como un solo camino, mientras que la vida se presenta como el otro camino. Por consiguiente, los cristianos no sólo deben rechazar el conocimiento humano del mal, sino que también deben rechazar el conocimiento humano del bien, es decir, no podemos guiarnos por lo que consideramos que es bueno o malo según nuestro humano entender, sino que debemos considerar lo que dice la palabra de Dios.
Por ejemplo, yo iba a una iglesia en la cual el pastor decía que si faltábamos un día al culto nos poníamos bajo condenación, lo mismo si no ofrendábamos o cometíamos algún pecadillo. Pero eso es lo que el pastor pensaba de acuerdo al principio del conocimiento del bien y del mal porque de acuerdo con el principio de la vida o sea de acuerdo con la palabra de Dios “no hay ninguna condenación para los que estamos en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). De hecho, el Espíritu Santo dice en Hebreos 10:17-18 que Dios prometió no acordarse nunca más de nuestros pecados porque Jesús pagó por todos ellos al ofrendar su vida.
Otro ejemplo: hay creyentes que piensan que tomarse una cerveza es ilícito y va en contra de las normas de Dios, pero eso es lo que ellos piensan de acuerdo al principio del bien y del mal  porque el principio de la vida dice que  todo nos es lícito” (1 Corintios 10:23), aunque no todo conviene ni edifica.
Nada que tomemos o comamos nos condena, pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado (Romanos 14:23). O sea, que si yo creo que tomarme una cerveza me condena, entonces me condena, porque me estoy rigiendo por el principio del bien y del mal y no por  la fe en el principio de vida, el cual indica que no hay ninguna condenación en Cristo Jesús.
Otro ejemplo:  Congregarse es bueno de acuerdo con la ley de vida (Hebreos 10:25), pero si nos congregamos por temor a ser condenados o a ser castigados por Dios, aunque sea bueno, estaríamos actuando de acuerdo al principio del bien y del mal y nos estaríamos condenando porque no actuamos de acuerdo con el principio de vida.

1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;

La palabra de Dios nos enseña que Dios nos hace justos, sabios, santos y redimidos porque estamos en Cristo, fuera de Cristo no somos nada.

Juan 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Cuando tenemos un nuevo nacimiento, Dios nos liga a  Cristo, pasamos a ser parte de su cuerpo. Él es la vid y nosotros las ramas. Podemos llevar fruto y  vivir de acuerdo al principio de vida porque estamos en  Cristo, fuera de Cristo solamente podemos vivir de acuerdo al principio del bien y del mal y no podemos llevar ningún fruto.  
Las religiones enseñan que debemos de tratar de justificarnos ante Dios por nuestro comportamiento, o sea, de acuerdo con el principio del bien y del mal ¿Pero qué sucede si hacemos eso?

Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.

La palabra de Dios dice que al tratar de justificarnos por nuestro comportamiento nos desligamos de  Cristo y caemos de la gracia, porque si tenemos que hacer algo para conservar nuestra salvación, entonces estaríamos diciendo que la sangre de Cristo no fue suficiente y por demás murió Cristo.
Lo único que agrada a Dios es la fe (Hebreos 11:6), así que por más que intentemos ser buenos, y por más que nos abstengamos de esto o aquello, de nada servirá porque eso es regirse por el principio del bien y del mal y eso nos separa de Cristo.
La vida divina no actúa basándose en nuestro comportamiento sino en nuestra posición y en nuestro sentir interior. El más grave error que cometen las personas es el de determinar si algo es bueno o malo basándose en lo que ven. Muchas personas juzgan algo como bueno o malo según la manera en que fueron criados o basándose en la experiencia que han acumulado con los años y eso es un gran error.

Lucas 7:33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.  7:34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.

En la época de Jesús, los que vivían por el principio del conocimiento del bien y del mal juzgaban de endemoniado a Juan el bautista porque no comía pan ni bebía vino. También juzgaban a Jesús de pecador, porque era comilón, bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. Sin embargo la palabra de Dios dice que Jesús nunca pecó. Esto nos enseña que no podemos juzgar por el principio del bien y del mal.

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Pablo dice que no hay ninguna condenación para los que están en Cristo, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Andar conforme a la carne es andar conforme al principio del conocimiento del bien y del mal y andar conforme al Espíritu es andar conforme al principio de la vida.

Mateo 5:40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 5:41 y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos.

Para alguien que se rige por el principio del bien y del mal es imposible darle la capa al que le quita la túnica. Se pregunta: “¿Acaso no es suficiente con dejar que se lleve la túnica? Jesús dice que no es suficiente, pues esto no es andar de acuerdo con el principio de vida. Es preciso que también le de la capa y al hacer esto, demuestra que no tiene apego por las cosas materiales y que confía plenamente en que el Señor le dará otra túnica y otra capa cuando la necesite.
En la carne es imposible cumplir lo que dijo Jesús, si tratamos de hacerlo, moriremos en el intento, pues somos absolutamente incapaces de cumplir esta palabra. Sin embargo, tenemos la vida de Cristo en nosotros que nos dice que no estaremos satisfechos hasta que hagamos lo que él dice.
No importa cuanto nos haya ofendido o cuanto nos haya robado, a menos que nos arrodillemos y oremos por el ofensor, no tendremos gozo interiormente y estaríamos impidiéndole a Dios que nos bendiga.
Cuando cumplimos dichas exigencias, la vida divina queda satisfecha, liberada, en paz y llena de gozo y el Señor se complace en bendecirnos.
En esto se resume todo el asunto: ¿andamos por el camino que corresponde a la vida o por el camino que corresponde a lo bueno y lo malo? Si leemos la Palabra de Dios, veremos claramente que es erróneo tomar decisiones según el principio del bien y del mal, o vivir y comportarnos según nuestra propia vida.
A veces algún amigo actúa de manera insensata. Lo correcto, de acuerdo con el principio del bien y del mal sería darle una buena reprimenda. Entonces vamos a buscarlo con ese fin, pero justo en el momento que nos disponemos a tocar a la puerta, algo interiormente nos detiene, ese algo es la vida divina.
Aunque estamos seguros de tener la razón en lo que habíamos pensado hacer, nos damos cuenta de que no se trata de lo que es bueno o malo, sino de lo que la vida de Dios nos permite hacer.
Mientras vivimos delante de Dios, nuestras acciones no deben ser determinadas por el bien o el mal, sino por la vida que reside en nuestro interior. Vale la pena hacer todo lo que esta vida nos pide que hagamos. Cualquier acción que realicemos independientemente de la vida divina, por buena que sea, nos traerá condenación.
El principio que debe regir nuestro vivir no es el de discernir entre el bien y el mal. Tenemos que acudir a Dios para poder discernir lo que proviene de la vida y lo que proviene de la muerte.
Si sentimos que la vida divina se activa dentro de nosotros y fluye, entonces sabemos que estamos haciendo lo debido. Pero si ésta no se activa ni sentimos la unción en nuestro interior, no nos debe importar lo correcto ni lo incorrecto.

1 Corintios 4:3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. 4:4 Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor

Pablo dijo que ni él mismo se examinaba a sí mismo, sino que Dios era su juez. Muchas personas no entienden este pasaje, en realidad, la idea presentada aquí es muy sencilla, pero si no conocemos la vida divina, es muy difícil entenderla.
El punto es que si nos regimos por el principio del bien y del mal, es muy fácil juzgar si lo que vamos a hacer está bien o mal. Puesto que Pablo no actuaba según ese principio, lo único que podía decir era: “Ni aun yo me examino a mí mismo. Porque no estoy consciente de nada en contra mía, pero no por eso soy justificado; pero el que me examina es el Señor”.
El que nos examina es el Señor que mora en nosotros y nos guía interiormente. Por esta razón, Pablo dijo en 2 Corintios 5:7: “Porque por fe andamos, no por vista”. Nosotros no tomamos decisiones basándonos en una norma externa y visible, sino según la dirección que el Señor nos da en nuestro interior.
Tenemos que aprender delante de Dios a no regirnos por la norma de lo bueno y lo malo. No se trata de que esta norma sea mala; de hecho puede ser buena, pero no es para el que vive por el principio de la vida.
La norma que rige a los cristianos está muy por encima de la norma del bien y el mal.
Por supuesto, es incorrecto hacer lo malo, pero no siempre es correcto hacer lo bueno. Poe ejemplo, yo acostumbro darle a todo el que me pida, si es que tengo para dar, y sin embargo, no siempre eso es correcto aunque  lo parezca, Debemos consultar con la vida divina que está en nuestro interior.
Cada vez que busquemos a Dios y le pidamos que nos hable, la luz espontáneamente resplandecerá en nuestro interior. Tengamos presente que es un hecho que Cristo vive en nosotros por medio del Espíritu Santo y él está expresándose continuamente desde nuestro interior. Por consiguiente, esperamos que cada uno de nosotros pueda decirle a Dios: “Concédeme Tu gracia para vivir según el árbol de vida, y no según el árbol del conocimiento del bien y del mal. Quiero estar siempre atento a la vida divina. En cada situación deseo preguntarme: ¿Cuál es el sentir que me comunica Tu vida?”. Si éste es el principio que rige nuestro vivir, notaremos un gran cambio en nuestra vida cristiana.

Muchos problemas surgen debido a que nos guiamos por el principio del bien y del mal, pero si nos guiamos por el principio de la vida, evitaremos muchos problemas.