viernes, 30 de septiembre de 2016

EL DILEMA DE JOB

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El diablo atacó con todo a Job, primero acabó con todos sus bienes, luego le dio muerte a sus hijos y por último lo hirió con una llaga en todo su cuerpo. Lo que extraña, es que todo lo hizo con el permiso de Dios  ¿Por qué Dios lo permitió? Esa es la pregunta que todos se hacen, y es el gran dilema que trataremos de descifrar:

Job 1:1 Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. 1:2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas. 1:3 Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales.

El libro de Job nos cuenta la historia de un varón de la tierra de Uz, y nos dice que era un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios, apartado del mal y a la vez muy rico. Algunos dicen que Job no existió, que el libro es una novela, sin embargo en Ezequiel 14:14, Dios reconoce que Job existió y dice que si por culpa del pecado tuviera que raer a todos los hombres de la tierra, únicamente tres se salvarían por su propia justicia y uno de ellos es Job.  Esto nos da una idea del concepto que Dios tiene de este hombre.

Job 1:4 E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos. 1:5 Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.

Los hijos de Job hacían fiestas que duraban varios días, y Job vivía “temeroso” de que sus hijos hubiesen pecado contra Dios, así, que una vez que pasaba la fiesta,  ofrecía holocaustos a Dios para el perdón de los pecados de sus hijos.

Job 1:8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? 1:9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? 1:10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. 1:11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.

Mientras que en la tierra los hijos de Job se enfiestaban y él ofrecía holocaustos a Dios para que perdonara sus pecados, en el cielo Dios recibía a Satanás y sostenía una conversación con él. De esa conversación, podemos deducir que Satanás le hizo ver a Dios, que el hombre les es fiel únicamente por conveniencia. Su filosofía, en cuanto a nosotros, es que nos hacemos creyentes por temor de ir al infierno o para obtener cosas de Dios, no por otra cosa.
Dios pone a Job de ejemplo para hacerle ver a Satanás que está equivocado. Satanás mantiene su filosofía y reta a Dios: “quítale lo que tiene a ver si no blasfema contra ti”.

Job 1:12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.

Dios tenía un vallado alrededor de Job, pero se ve comprometido y quita el vallado para probarle a Satanás, que Job no le es fiel por conveniencia. De pronto, Job pasó a ser el campo de pruebas entre el bien y el mal.

Job 1:13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito, 1:14 y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos, 1:15 y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia. 1:16 Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia. 1:17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. 1:18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito; 1:19 y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.

Satanás va con todo, primero usó a los sabeos para robar las asnas, los bueyes y matar a los criados. Seguidamente, hizo que cayera fuego del cielo y acabó con las ovejas y los pastores. Posteriormente utilizó a los caldeos para robar los camellos y matar a otros criados. Luego envió un viento que destruyó la casa del primogénito y mató a todos los hijos de Job.
Aquí se revela que el diablo manipula a las personas para que nos ataquen sin motivo. Pero no solo eso, también tiene poder para manipular la atmósfera haciendo que los vientos soplen con mayor fuerza y en cierta dirección o que caiga quizás un aerolito del cielo. Y los hombres culpan a Dios, tal y como lo hizo el mensajero de Job (Verso 16).
Pero, lo más importante de todo es que Satanás necesita el permiso de Dios para actuar sobre los creyentes. Sin el permiso de Dios Satanás no hubiese podido causarle ningún daño a Job.  Y esa es la pregunta que se hace Job ¿Por qué Señor? ¿Por qué permites que me ocurran estas cosas si yo trato de agradarte y no le hago mal a nadie?  
Ya leímos, que Dios permitió que eso sucediera, para probar la fidelidad de Job, para probarle al diablo que Job no era un simple creyente por conveniencia.
Y la enseñanza que nos deja este primer capítulo, es que en  cada prueba” a que nos veamos sometidos, nuestra fidelidad glorifica a Dios, pero nuestro fracaso le da razón a Satanás.
En un momento, el rico Job se volvió pobre, perdió a sus siete hijos varones y sus tres hijas hembras, lo que fue una prueba de dimensiones enormes.

Job 1:20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, 1:21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.

Job pensó que Dios estaba detrás de esos sucesos, lo sabemos porque dice “Jehová dio, Jehová quitó”,  sin embargo no blasfemó contra Dios, sino que lo bendijo, creyendo que había una razón para todo ello.
El comportamiento de Job debe de haber desconcertado al diablo, es posible que no creyera lo que estaba viendo, pero no se rindió, y le pidió a Dios una segunda oportunidad, que consistía en atacar a Job en su cuerpo.

Job 2:6 Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.

Dios aceptó la segunda prueba, pero le ordenó  a Satanás que no tocara la vida de Job.

Job 2:7 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.

Satanás atacó a Job provocándole una sarna maligna, que le cubrió todo su cuerpo. Se nos revela que además de manipular a las personas y la atmósfera, Satanás también puede causar muchas enfermedades.
Algunas enfermedades son culpa nuestra, por descuidos en la alimentación, en la salud o por el pecado. Pero muchas enfermedades son ataques directos del diablo.
Es posible que Job orara por su sanidad, pero esta no vino inmediatamente y eso lo tiene que haber desesperado.  Son muchas las veces, que oramos por sanidad y ésta no viene de inmediato, entonces creemos que nos falta fe, o que Dios no nos escucha y nos llenamos de desesperanza.  Sin embargo, al leer el libro de Job, aprendemos que no es necesariamente eso, sino que Dios permite el alargue porque quizás es estamos bajo prueba y debemos dar tiempo que la prueba termine. ¿Cómo reaccionó Job a esta segunda prueba? Mientras se escuchaba la risa burlona del infierno, Job continuó aferrado al Señor:

Job 2:9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. 2:10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.

Hasta ese momento la esposa de Job lo había apoyado. Ella era lo único que le quedaba, pero el perder a sus hijos, pasar en un momento de la riqueza a la pobreza y ver a su esposo cubierto de sarna revolcándose en las cenizas, fue demasiado  para ella ¿Qué hubiese hecho usted? La fe de la mujer de Job se desmoronó y le pidió a su marido que maldijera a Dios. Pero ¿Qué hizo Job? Le dijo que era una mujer fatua de las que hay muchas.
La fidelidad e integridad de Job fue probada en todas las áreas de su vida,  Satanás  pensó  salir victorioso pero salió con el rabo entre las piernas, pero  Dios fue glorificado.  Yo imagino  a  Dios  y  a  los   ángeles levantando las manos y celebrando la victoria.
Los amigos y conocidos de Job comenzaron a  murmurar. Pensaban que algo malo tenía que haber hecho Job para que le sucediera semejante desgracia. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase o cuántas veces ha salido de nuestras propias bocas?

Job 2:11 Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle. 2:12 Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. 2:13 Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande

Y tres “amigos” llegaron a consolarlo, se sentaron con él por 7 días y 7 noches sin hablar palabra alguna. Después de esos 7 días, Job irrumpe en lamento y maldijo el día en que nació (Capítulo 3).  En ese momento, es que se inicia el drama, es cuando el libro alcanza un contenido universal tremendo, porque desenmascara a la humanidad.
Sus supuestos amigos sueltan las lenguas y queda al descubierto el verdadero propósito de su visita: la crítica y los señalamientos. La sabiduría humana sale a flote, porque el hombre cree que todo lo sabe, y todo lo cuestiona.

Job 4:1 Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo: 4:2 Si probáremos a hablarte, te será molesto; Pero ¿quién podrá detener las palabras? 4:3 He aquí, tú enseñabas a muchos, Y fortalecías las manos débiles; 4:4 Al que tropezaba enderezaban tus palabras, Y esforzabas las rodillas que decaían. 4:5 Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas. 4:6 ¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?

Job es criticado por su falta de fe. “¿Dónde está tu confianza en Dios?”, Le dicen. “No es cierto que fortalecías a los débiles y les hablabas de fe, pero ahora que es tu turno, maldices”. Y Job se defiende: “¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? O ¿Muge el buey junto a su pasto?” (Job 6:5). Lo que Job está diciendo, es que nadie se queja cuando todo marcha bien y que hay que estar en los zapatos del que sufre. Aunque, lo que hacemos generalmente es  señalar y acusar al que sufre. “Se lo merece por pecador, se lo buscó”, y cosas semejantes, es lo que sale de nuestra boca, la cual parece un caballo desbocado.

Job 7:19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada, Y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva? 7:20 Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me pones por blanco tuyo, Hasta convertirme en una carga para mí mismo? 7:21 ¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, Y si me buscares de mañana, ya no existiré.

Seguidamente, Job le reclama a Dios: ¿Por qué me pones de blanco tuyo? ¿Si he pecado, por qué no me perdonas? La pregunta que millones de creyentes se hacen todos los días.

Job 8:1 Respondió Bildad suhita, y dijo: 8:2 ¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, Y las palabras de tu boca serán como viento impetuoso? 8:3 ¿Acaso torcerá Dios el derecho, O pervertirá el Todopoderoso la justicia? 8:4 Si tus hijos pecaron contra él, El los echó en el lugar de su pecado. 8:5 Si tú de mañana buscares a Dios, Y rogares al Todopoderoso; 8:6 Si fueres limpio y recto, Ciertamente luego se despertará por ti, Y hará próspera la morada de tu justicia.

Los “amigos” continúan con sus señalamientos e increpan a Job por reclamarle a Dios. Ellos no tienen duda que el castigo de Job es merecido, argumentando que Dios no comete injusticias. Y están seguros de la causa: el pecado de sus hijos.
Lo que sus amigos están diciendo es que Job estaba pagando por su alcahuetería. Entonces le dice que si buscara a Dios, él lo redimiría, dando a entender que Job no lo busca sino que solamente le reclama.
En sus tres amigos, Job experimentó, lo despiadada que es la lengua de los hombres, y que la verdadera amistad no existe porque el amigo te apoya, no te critica ni te señala de esa manera.

Job 12:1 Respondió entonces Job, diciendo: 12:2 Ciertamente vosotros sois el pueblo, Y con vosotros morirá la sabiduría. 12:3 También tengo yo entendimiento como vosotros; No soy yo menos que vosotros; ¿Y quién habrá que no pueda decir otro tanto? 12:4 Yo soy uno de quien su amigo se mofa, Que invoca a Dios, y él le responde; Con todo, el justo y perfecto es escarnecido. 12:5 Aquel cuyos pies van a resbalar Es como una lámpara despreciada de aquel que está a sus anchas. 12:6 Prosperan las tiendas de los ladrones, Y los que provocan a Dios viven seguros, En cuyas manos él ha puesto cuanto tienen.

Pero Job replica: “Ustedes se creen los dueños de la verdad y no saben nada. No se han dado cuenta que las tiendas de los ladrones prosperan y los que provocan a Dios viven seguro”, les dice Job.
Que cierto lo que dice Job, constantemente vemos a verdaderos hijos de Dios sufriendo penurias, mientras que los narcotraficantes y  delincuentes  se  dan  la   gran vida. La respuesta está en el siguiente pasaje de la Biblia:

Hebreos Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; 12:6 Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 12:7 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 12:8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.

El Señor disciplina y prueba únicamente a sus hijos, él no se mete con los bastardos, de hecho, éstos recibirán su pago  después de la muerte cuando sean enviados al infierno.  Así que regocíjate y alaba a Dios cuando estés pasando por una prueba, porque esa prueba es una garantía de que eres Hijo de Dios. De hecho, Satanás no acudió a Dios para decirle que probara a un incrédulo, sino a un hombre amado por Dios.

Romanos 8:18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Las aflicciones del tiempo presente no se comparan con la gloria venidera que ha de manifestarse en los hijos de Dios, tómalo en cuenta y no te rindas cuando estés siendo probado.


Job 13:22 Llama luego, y yo responderé; O yo hablaré, y respóndeme tú. 13:23 ¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo? Hazme entender mi transgresión y mi pecado. 13:24 ¿Por qué escondes tu rostro, Y me cuentas por tu enemigo?

Job les dice a “sus amigos” que se callen, que ya no hablen porque ellos no saben las respuestas ,que el único que sabe las respuesta es Dios y que lo que desea es hablar con él, pero Dios se esconde y no le da la cara.

Job 16:11 Me ha entregado Dios al mentiroso, Y en las manos de los impíos me hizo caer. 16:12 Próspero estaba, y me desmenuzó; Me arrebató por la cerviz y me despedazó, Y me puso por blanco suyo.

Luego, como revelado del cielo, Job entiende que no es Dios el que le ha ocasionado tanto, sino que todo es culpa del mentiroso diablo, pero también tiene claro  que Dios se  lo permitió.

Job 19:23 ¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro; 19:24 Que con cincel de hierro y con plomo. Fuesen esculpidas en piedra para siempre! 19:25 Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; 19:26 Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios.

Job quería que sus palabras se escribieran en un libro para siempre. Y Así sucedió ¿Quién lo hizo? No lo sabemos, pero sus palabras quedaron escritas para siempre y brillan para nosotros como un rayo de luz en medio de las tinieblas.
Cuando ya Job no tenía nada ni a nadie, cuando ya no podía decir "es mío", entonces exclamó triunfante: "Yo sé que mi Redentor vive". Job dejó de orar, dejó de quejarse para declarar su victoria en el Señor, a sabiendas de que el Señor vive y tiene el control. Eso es lo que tenemos que hacer, primero oramos y luego nos dedicamos a declarar la victoria y a proferir alabanzas. Si seguimos orando por lo mismo, es porque no creemos en que el Señor ya nos escuchó y que la victoria se avecina. Las alabanzas son las trompetas de Dios que anuncian la victoria y al sonido de las mismas, Satanás saldrá despavorido y nos dejará en paz.

Job 32:1 Cesaron estos tres varones de responder a Job, por cuanto él era justo a sus propios ojos. 32:2 Entonces Eliú hijo de Baraquel buzita, de la familia de Ram, se encendió en ira contra Job; se encendió en ira, por cuanto se justificaba a sí mismo más que a Dios. 32:3 Asimismo se encendió en ira contra sus tres amigos, porque no hallaban qué responder, aunque habían condenado a Job. 32:4 Y Eliú había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él. 32:5 Pero viendo Eliú que no había respuesta en la boca de aquellos tres varones, se encendió en ira. 32:6 Y respondió Eliú hijo de Baraquel buzita, y dijo: Yo soy joven, y vosotros ancianos; Por tanto, he tenido miedo, y he temido declararos mi opinión. 32:7 Yo decía: Los días hablarán, Y la muchedumbre de años declarará sabiduría. 32:8 Ciertamente espíritu hay en el hombre, Y el soplo del Omnipotente le hace que entienda. 32:9 No son los sabios los de mucha edad, Ni los ancianos entienden el derecho. 32:10 Por tanto, yo dije: Escuchadme; Declararé yo también mi sabiduría. 32:11 He aquí yo he esperado a vuestras razones, He escuchado vuestros argumentos, En tanto que buscabais palabras. 32:12 Os he prestado atención, Y he aquí que no hay de vosotros quien redarguya a Job, Y responda a sus razones.

Al que no quiere caldo, cuatro tazas. Después de que sus tres supuestos amigos habían juzgado a Job, aparece en escena un joven llamado Eliú, que durante todo ese tiempo había estado escuchando. “Como ustedes eran viejos y yo joven, he estado callado, porque creía que tenían sabiduría, pero no hay sabiduría en ustedes, no son los sabios los de mucha edad. Los he escuchado y ninguno de ustedes ha encontrado una respuesta a las aflicciones de Job”, dijo   Eliú.
Entonces defiende a Job de sus críticos pero lo censura por su queja. Y en su gran discurso concluye que Dios permite que las cosas pasen por algo. Pero él tampoco sabe la respuesta.

Job 38:1 Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: 38:2 ¿Quién es ése que oscurece el consejo Con palabras sin sabiduría? 38:3 Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás. 38:4 ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. 38:5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? 38:6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, 38:7 Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios? 38:8 ¿Quién encerró con puertas el mar, Cuando se derramaba saliéndose de su seno, 38:9 Cuando puse yo nubes por vestidura suya, Y por su faja oscuridad, 38:10 Y establecí sobre él mi decreto, Le puse puertas y cerrojo, 38:11 Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, Y ahí parará el orgullo de tus olas? 38:12 ¿Has mandado tú a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar, 38:13 Para que ocupe los fines de la tierra, Y para que sean sacudidos de ella los impíos? 38:14 Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello, Y viene a estar como con vestidura; 38:15 Mas la luz de los impíos es quitada de ellos, Y el brazo enaltecido es quebrantado. 38:16 ¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar, Y has andado escudriñando el abismo? 38:17 ¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte, Y has visto las puertas de la sombra de muerte? 38:18 ¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra? Declara si sabes todo esto.

De repente, en un torbellino aparece Dios y dice: "Has estado diciendo que me he estado ocultando y que no he querido discutir contigo. ¿Quieres argumentar tu caso? Está bien. Primero permíteme poner a prueba tu capacidad. Tengo aquí una lista de preguntas que me gustaría hacerte. Si sabes las respuestas a estas preguntas tan sencillas, entonces podemos discutir”.
Dios pregunta sobre cosas inmensamente complejas: ¿Dónde estabas     cuando la  creación? ¿Quién ordenó las medidas de la tierra? ¿Por qué el mar no se sale? ¿Por qué el día dura lo que dura? ¿Qué hay en el fondo del mar? Son muchas las preguntas y Job no tiene las respuestas.

1 Corintios 3:19 Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: El prende a los sabios en la astucia de ellos.

Si vemos el canal History Channel, escuchamos a los sabios de este mundo, hablando acerca de la edad de la tierra, que descendemos de extraterrestres, de cómo se formó el universo, cientos de argumentos humanos que no son más que estupideces. No sabemos absolutamente nada, al menos que Dios nos lo haya revelado.

1 Corintios 13:12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.

Ahora vemos oscuramente, es muy poco lo que nos revela la palabra de  Dios. Solamente cuando estemos cara a cara con el Padre, solo entonces, comprenderemos muchas cosas que ahora no podemos comprender. La sabiduría humana es insensatez para Dios, el hombre no está capacitado para responder una sola pregunta a Dios   y Job así lo comprende:

Job 42:3 ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. 42:4 Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. 42:5 De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. 42:6 Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.

Yo hablaba lo que no entendía, me aborrezco”, dice Job. “En un  futuro,  “te preguntaré  y tú me enseñarás”. Eso es lo que tenemos que hacer, acudir ante el que tiene las respuestas con humildad de corazón, y Él nos dará la salid.
Al final del libro, Dios les dice a los amigos de Job, que ofrezcan holocaustos para perdonarlos, porque han hablado lo que no saben. Que vayan a dónde Job para que él ore por ellos (Job 42:7-9). Y luego que hubieron orado, Dios sanó a Job y le devolvió el doble de todo lo que tenía. Y vivió Job 140 años más y disfruto hasta de sus tataranietos (Job 42:10-17).

CONCLUSIÓN

Algunos estudiosos enseñan que Dios permitió el sufrimiento de Job debido  a dos cosas: al temor. Que él mismo Job lo reconoce al decir: “el temor que me espantaba me ha venido, Y me ha acontecido lo que yo temía. No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado” (Job 3:25-26). También le achacan su alcahuetería, que en lugar de pedir perdón por los pecados de sus hijos, Job debió reprenderlos.
Es muy cierto que el temor le abre la puerta al diablo y que la alcahuetería también, porque  el que alcahuetea es tan culpable como el infractor. Pero, lo cierto del caso, es que Dios permitió todo ese sufrimiento para callarle la boca al diablo y glorificarse en Job. Job solamente fue el campo de prueba y no el causante de su sufrimiento.



El libro nos enseña, que Dios es soberano y tiene todo el derecho a usarnos para llevar a cabo sus propósitos. En otras palabras, Dios no existe para el hombre, sino que el hombre existe para Dios. Desgraciadamente, en una gran mayoría de congregaciones, el “evangelio de los evangélicos” ha venido a sustituir “el evangelio de Cristo”, entonces enseñan que los creyentes son los señores y Cristo es, el siervo que debe venir corriendo cuando ellos chasquean los dedos para complacer sus deseos. El evangelio de Cristo enseña otra cosa:

2 Corintios 5:14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 5:15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

El evangelio de Cristo dice que él murió por nosotros para que nosotros vivamos para él. Estamos en la tierra para servir, no para ser servidos. Debemos orar por los propósitos de Dios, no por los nuestros. Debemos buscar el reino de Dios, no que el reino de Dios nos busque. Simplemente, somos los instrumentos de Dios, para que él pueda llevar a cabo sus propósitos.
Los verdaderos hombres de Dios, son aquellos que sufren calamidades porque Dios los usa como campo de prueba o el diablo los ataca porque destruyen su obra. Podemos desconfiar de aquellos “hombres de Dios” que todo les sale bien y que el diablo no los toca.
De algo puedes estar seguro, el diablo no ataca al que no trabaja en el Ministerio de la reconciliación, ataca solamente al que trabaja. Y el diablo no ataca a aquel que enseña la palabra del hombre sino a aquel cuya enseñanza se fundamenta exclusivamente en la palabra de Dios.
La gran enseñanza, es que cuando seamos afligidos, no cuestionemos a Dios. Quizás estemos siendo usados como campos de prueba, y eso es motivo de mucha alegría. Si eso te sucede, levanta los brazos y exclama “mi redentor vive”.
Como ya lo dijimos, si eres un creyente fiel, vas a tener aflicción, pero esa aflicción no se compara con la gloria venidera que ha de manifestarse.




miércoles, 28 de septiembre de 2016

LA FALSA DOCTRINA DE LAS DOS NATURALEZAS



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Muchos pastores evangélicos enseñan una doctrina, según la cual, los creyentes tenemos dos naturalezas: una pecaminosa y una divina. Que cuando la divina domina, somos amorosos, pacientes, bondadosos y dóciles, pero cuando prevalece la naturaleza pecaminosa, somos celosos, malhumorados, perversos y obstinados. Y, que a base de mucho esfuerzo y sacrificio, podemos  lograr    que la naturaleza    divina  termine venciendo a la naturaleza pecaminosa.
Nada más falso que eso, “nadie tiene dos naturalezas ni nadie puede vencer la naturaleza pecaminosa a través de su esfuerzo o sacrificio”, eso es un engaño del diablo.
Existen las dos naturalezas, pero no en la misma persona; los hijos de Adán tienen una naturaleza y los hijos de Dios tienen otra naturaleza divina.  Dependiendo de quién eres hijo, así es tu naturaleza.
Se nos ha hecho creer que todos los seres humanos somos hijos de Dios, pero eso es otro engaño del diablo, todos los seres humanos somos “criaturas de Dios”, pero gracias a su gracia, todos tenemos la opción de convertirnos en sus hijos:

Juan 1:12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 1:13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Este versículo dice que a todos los que recibieron a Cristo, que a todos los que han creído en su nombre, se les ha dado el derecho de convertirse en hijos de Dios.
El versículo no dice que los creyentes se convertirán automáticamente en hijos de Dios al recibir a Cristo, o al creer en su nombre. Lo que dice es que al recibir a Cristo, que al creer en su nombre adquieren la potestad (el derecho) de convertirse en sus hijos.
Millones de creyentes se quedan con el derecho de convertirse en hijos de Dios, pero no se convierten en sus hijos, porque les han enseñado precisamente,  que al recibir a Cristo, o al creer en su nombre ya de hecho son hijos de Dios.  Lógicamente, “los que no han recibido a Cristo ni han creído en su nombre ni siquiera adquieren el derecho de llegar a ser hijos de Dios”. 

Efesios 1:4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 1:5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad

Dios nos escogió y nos predestinó para que seamos sus hijos, para que  seamos adoptados como sus hijos por medio de Jesucristo. Ese es el destino que Dios tiene para nosotros, pero no todos alcanzan ese destino, porque no todos creen y muchos aunque creen, no llegan a convertirse en sus hijos.

1 Corintios 2:14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 2:15 En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.

La Biblia dice claramente que existen dos tipos de hombres: el hombre natural y el hombre espiritual. El primer hombre natural fue Adán y todos los demás hombres descendemos de él, por lo tanto, todos somos hombres naturales.

Romanos 5:12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

Cuando Adán comió del fruto prohibido, “un espíritu de pecado” entró en él y su naturaleza se hizo pecadora. Por culpa del pecado entró la muerte al mundo, porque todos los hombres pecaron al tener esa naturaleza pecaminosa.

Romanos 7:19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 7:20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 7:21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

El apóstol Pablo se pone en el lugar del “hombre natural” y dice que quiere hacer el bien, pero no puede, porque “el pecado que mora en él” lo hace cometer pecados. No debemos confundir pecado con pecados, “el pecado” es la fábrica  y “los pecados” son el producto de esa fábrica.
Pablo va más allá y dice que “el pecado es una ley”, lo que significa que el hombre natural peca por ley, es decir, no tiene que hacer ningún esfuerzo por pecar, siempre va a pecar porque hay una ley que lo hace pecar, esa es su naturaleza.
Esto podemos entenderlo al hablar de la ley de la gravedad. De acuerdo con esa ley todo es atraído hacia abajo.  Nadie puede vencer la ley de la gravedad, tal vez podemos sostener una piedra de diez kilos por un rato y creer que estamos venciendo a la ley de la gravedad, pero al pasar los minutos ya no vamos a poder resistir y tenemos que dejar caer la piedra, de tal manera que la ley de la gravedad siempre nos va a vencer.
La única manera de que podamos vencer la ley de la gravedad es con una nueva ley anti-gravedad que haga que las cosas suban.  Exactamente eso fue lo que hizo Dios, él estableció una nueva ley anti-pecado que nos libra de la ley del pecado:

Romanos 8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Esa nueva ley que nos libra de la ley del pecado y de la muerte se llama “la Ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”, y tal y como su nombre lo menciona, esa ley es únicamente para los que están en Cristo Jesús.
No es a través de nuestro esfuerzo, no es a través de nuestro sacrificio que podemos vencer la ley del pecado y de la muerte, tal y como mal enseña “la falsa doctrina de la santificación”,  eso sería como tratar de vencer la ley de la gravedad y lo que es un imposible.
La nueva ley del Espíritu de Vida no es para los que son  engendrados de sangre ni de voluntad de carne, ni de voluntad de hombre, sino únicamente para los que han sido engendrados de Dios  (Juan 1:13).
La naturaleza pecaminosa y la ley del pecado se relacionan con los hijos de Adán, mientras que la naturaleza divina  y la ley de Vida están relacionadas con  los hijos de Dios.

Romanos 8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Si relacionemos los dos anteriores versículos nos daremos cuenta que si estamos en Cristo, somos criaturas nuevas, sin pasado y sin ninguna condenación. Pero, esto no es para los que están en Adán, los cuales serán culpados de todos los pecados que hayan cometido.

1 Corintios 15:45 Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. 15:46 Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. 15:47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. 15:48 Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales.

Para Dios únicamente existen dos hombres: Adán y Cristo, el primero es el terrenal o natural que representa a toda la raza humana caída. El segundo Adán es Cristo, es el hombre espiritual o celestial que representa a todos los creyentes salvos. Esto quiere decir que todos los hombres somos parte de Adán o somos parte de Cristo.
Para poderlo entender, suponga por un momento que usted entra a un supermercado, allí visualiza una caja que dice contener confites y otra que dice contener galletas, en una están todos los confites y en otra están todas las galletas, el contenido de una no se mezcla con la otra.
Así es con Dios, él ve hacia la tierra y visualiza dos cajas, una  dice “Adán” y contiene todos los que están en Adán y otra dice “Cristo” y contiene a todos los que están en Cristo; es un asunto de posición.
Si estás en Cristo has sido lavado por la sangre de Jesús y tienes una naturaleza celestial, pero si estás en Adán, tienes una naturaleza pecaminosa y cargas con todos tus pecados.  Lo que necesitamos es cambiar de caja ¿Cómo lograrlo?  Jesús dijo que a través de un nuevo nacimiento:

Juan 3:3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 3:4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 3:5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 3:6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 3:7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

Jesús dijo que lo que es nacido de la carne, carne es y lo que es nacido del Espíritu Santo, espíritu es. En otras palabras, que todos tenemos un padre  terrenal, pero si queremos ver el Reino de Dios, tenemos que cambiar de Padre y eso se logra únicamente a través de agua y del Espíritu.  El apóstol Pablo lo explica de la siguiente manera:

Romanos 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:5 Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

Para los efectos del Cielo, cuando nos bautizamos somos sepultados con Cristo y resucitados con él. Al bautizarnos, le damos sepultura “al viejo hombre”, es decir al nacido en Adán, y a la vez le damos vida a la “nueva criatura” en Cristo Jesús”.
Lo que nos está diciendo Pablo, es que cuando Cristo fue crucificado, todos fuimos crucificados con él y cuando Cristo resucitó, todos fuimos resucitados con él. Pero, esa muerte y resurrección que Cristo efectuó en la cruz se hace realidad hasta en el momento en que nos bautizamos.
En el bautismo aceptamos ser sepultados con Cristo y resucitados con él. Al ingresar a las aguas del bautismo le damos sepultura al nacido en Adán y vida al nacido del Espíritu Santo ¿Por qué nacidos del Espíritu Santo? Porque el Espíritu Santo nos engendra  (Juan 1:13) depositando su Espíritu en nuestro espíritu:

Hechos 13:32 Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, 13:33 la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.

Cuando Jesús resucitó, en ese momento fue engendrado por el Espíritu de Dios y se convirtió en su hijo. Jesús era el hijo de Dios en espíritu, pero no lo era en la carne, Jesús fue el primer hombre en convertirse en hijo de Dios.
Cuando emergemos de las aguas del  bautismo, para Dios estamos resucitando como lo hizo Cristo, y al igual que a Cristo, también  nos convierte en sus hijos.

Romanos 6:7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

¿Cómo se muere estando vivo? En el Bautismo, y al morir en el bautismo,  somos justificados de todos nuestros pecados.

Marcos 16:16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Jesús dijo, el que creyere y fuere bautizado será salvo. El que no creyere será condenado. Por su parte, el que creyere adquiere el derecho de convertirse en hijo de Dios, pero debe bautizarse para que eso se haga realidad.

Hechos 2:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

El apóstol Pedro lo confirmó, él dijo que nos bautizáramos para ser perdonados de todos nuestros pecados y para que recibiéramos el Espíritu Santo.
Yo escucho a los pastores decir a sus fieles que al creer en Cristo ya son hijos de Dios  y que ya recibieron el Espíritu Santo. Pero esa es una media verdad que se convierte en mentira, y es lo que el diablo quiere.

Colosenses 2:10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. 2:11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 2:12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 2:13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,

En el bautismo somos circuncidados “espiritualmente” y despojados del cuerpo pecaminoso carnal. La traducción correcta es que somos despojados de la naturaleza pecaminosa porque el cuerpo sigue con nosotros.  La circuncisión simboliza el despojo de la carne o de la naturaleza pecaminosa.
Los creyentes del Antiguo Testamento debían circuncidarse en la carne para ser parte del pueblo de Dios y de su pacto. Los creyentes del nuevo testamento nos circuncidamos a través del bautismo, de esa manera somos parte del pueblo de Dios y de su nuevo Pacto. 
Nadie puede ver el reino ni participar de la naturaleza divina  (2 Pedro 1:4) sino ha sido despojado primero de su naturaleza pecaminosa, y para ello se necesita del bautismo. En el bautismo nuestra naturaleza es cambiada.

Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Esta promesa de Dios se cumple el día de nuestro bautismo. Ese día Dios nos cambia el corazón de  piedra por uno de carne, también nos cambia el espíritu y pone su Espíritu dentro de nuestro espíritu para que podamos andar en sus estatutos, guardar sus preceptos y ponerlos por obra. Dios no nos mejora, sino que hace una transformación total en nosotros.
Antes de bautizarnos hay dentro de nosotros una ley del pecado que nos hace pecar. Pero en el bautismo esa ley es sustituida por la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús, que hace que pequemos menos y  que andemos en los estatutos de Dios. 
No es algo de nosotros, no es a través de nuestro esfuerzo o sacrificio que podemos dejar de pecar y andar en la voluntad de Dios, es por gracia, es un don de Dios, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).

1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 1:31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

Al estar en Cristo, pasamos a ser todo lo que es nuestro Señor Jesús. Si él es sabio, nosotros somos sabios, si él es justo, nosotros somos justos, si él es santo, nosotros somos santos. Tal vez no lo sientas, tal vez no lo entiendas. Pero es la realidad del creyente.
Pero no te jactes, no te has ganado nada, todo es por gracia, es un regalo de Dios. Así que nadie se gloríe ni se crea más que nadie. El que quiera gloriarse que lo haga en el Señor.
Queda claro entonces, que nadie tiene dos naturalezas, o tenemos la naturaleza pecaminosa de Adán o tenemos la naturaleza santa y divina de Jesús. O somos el hombre viejo que está en Adán o somos la nueva criatura que está en Cristo Jesús, no hay término medio ni dos naturalezas.
Así como nadie puede estar en Cristo y en Adán a la vez, tampoco nadie puede tener las dos naturalezas.

Romanos 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

El último punto y que genera mucha confusión entre los creyentes es lo de andar en la carne o en el Espíritu. Para la gran mayoría de creyentes, el andar en carne es andar pecando y el andar en el Espíritu es andar sin pecado. Pero eso no es así, el que está en Cristo también peca  (1 Juan 1:8) pero no es esclavo del pecado porque la ley de Vida en Cristo lo libera, y para el no hay condenación (Romanos 8:1).
Lo que sucede, es que el que está en Cristo se mueve en dos dimensiones: 1) la dimensión natural y 2) la dimensión espiritual. El que está en Cristo ve que las circunstancias que lo rodean en la dimensión natural y que le son adversas, pero también ve una dimensión espiritual en la cual el Hijo de Dios lo levanta por encima de las circunstancias naturales.
Por su parte, el hombre natural se mueve únicamente en una dimensión: la dimensión natural. No puede moverse en la dimensión espiritual porque no tiene el Espíritu Santo dentro de su espíritu, y no puede liberarse del pecado que lo asedia, porque está bajo la ley del pecado que lo lleva a la muerte.

Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Andar conforme al Espíritu es no tener que preocuparnos por vencer el pecado o la tentación porque  Cristo, quien mora en nosotros, en la persona del Espíritu Santo, es  el que se encarga de eso.
Andar conforme al Espíritu es el no tener que preocuparnos por las cargas porque Jesús ha tomado nuestras cargas.
Andar conforme al Espíritu es un vivir en la fe del Hijo de Dios, confiados en que él se encarga de todas nuestras necesidades y de todos nuestros problemas. Es andar por fe y no por vista.
Andar conforme al Espíritu es vivir para Cristo (2 Corintios 5:15) y no para nosotros mismos, es renunciar a nuestra vida para vivirla para Cristo, es decir, todo lo que hacemos tiene como propósito final llevar almas a Cristo. Y hacemos eso porque el amor de Cristo nos constriñe (2 Corintios 5:14), no es algo de nosotros.
Andar conforme a la carne, significa que nosotros mismos tomamos las decisiones.  Andar en la carne es creer que podemos vencer el pecado por nosotros mismos.  Andar en la carne es creer que podemos llevar las cargas y resolver todos los problemas sin la ayuda de Dios. Es andar por vista y no por fe.

Romanos 8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 8:6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

Los que son de la carne, piensan en las cosas de la carne, pero lo que son del Espíritu, piensas en las cosas del Espíritu. ¿Quieres saber cuál es tu posición? Si el amor de Cristo no te constriñe para vivir para él y sigues pensando en las cosas de la carne y viviendo para ti mismo, revísate, tal vez continúas en Adán.