martes, 13 de septiembre de 2016

LA VIDA CRISTIANA VERDADERA

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Las religiones nos han vendido la idea de que la vida cristiana es una vida libre de pecado, libre de diversión y sin relación alguna con los incrédulos. Por ello, cuando un cristiano se divierte o comete algún pecadillo, se le vienen encima con todo y lo señalan como “falso” o “tibio”.
Gracias a esa idea equivocada acerca de lo que es la vida cristiana, es que la iglesia está llena de santulones, de amargados y de hipócritas con falsa apariencia.
Lo cierto es que no hay ni siquiera una persona en el mundo que pueda decir que vive de acuerdo a ese concepto religioso, no hay un cristiano que pueda decir que no peca, si lo dice, “se engaña a sí mismo y la verdad no está en él” (1 Juan 1:8), “como está escrito, no hay justo, ni aún uno” (Romanos 3:10).

Mateo 11:19 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.

Hay religiosos que se enclaustran en un convento por años con el fin de vivir una vida cristiana, y es lo que menos hacen, porque la vida cristiana no consiste en dejar de comer, en dejar de beber o en dejar de compartir con los semejantes.
Nuestro Señor Jesús no se encerró en un convento, tampoco dejó de comer, ni de beber, ni se alejó de sus amigos publicanos y pecadores,  pero la sabiduría de todo lo que hizo es justificada por sus hijos espirituales.
La sabiduría de un creyente no se justifica porque deja de fumar, deja de beber o de compartir con los semejantes, su sabiduría es justificada por  por los frutos” que produce:

Mateo 7:16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 7:17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 7:18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. 7:19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.

Por sus frutos los conoceréis, cada árbol se conoce por sus frutos, ya sean buenos o malos. El naranjo produce naranjas, la vid produce uvas, las palmeras producen pipas, pero el árbol que no da frutos es cortado y echado en el fuego.

Juan 15:5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 15:6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

Jesús es la vid y nosotros somos los pámpanos que llevamos fruto, es decir llevamos almas a Cristo. Separados de Cristo nada podemos hacer, no podemos llevar fruto, lo que queda es que nos corten y nos echen en el fuego.
La vida cristiana verdadera es la de aquella persona que lleva fruto, y solamente estando en Cristo es que esa persona lleva  fruto.
Lo maravilloso de todo esto, es que “lo necio, lo débil y lo menospreciado  del mundo escogió Dios para que lleven fruto,  a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:25-29).
Dios no escogió a los santulones ni a los sabiondos,  ni a los más fuertes,  porque los que se creen sabios, fuertes y santos son un impedimento para la obra de Dios, ya que piensan que son autosuficientes, mientras que los necios, los débiles y los menospreciados, al no creerse nada, dependen totalmente de Cristo.
Además, si tenemos  rabo que nos majen” no podemos juzgar a nuestros semejantes ni verlos con desprecio y de esa manera Dios puede usarnos para llevar fruto.
Una persona que ha sido drogadicta es de mayor utilidad para Dios que la que no lo ha sido, porque “habla su mismo idioma”. Lo mismo sucede con alguien que ha sido alcohólico o que haya sido arrastrado por cualquier otro vicio. Que sabiduría la de Dios al escoger lo necio, lo vil y lo menospreciado del mundo.

1 Corintios 1:30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 1:31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.

La sabiduría divina, la justificación, la santificación y la redención no es algo de nosotros, no son cosas que podemos obtener, sino únicamente estando en Cristo Jesús. Y a Cristo no llegamos por obras, sino por gracia, por medio de la fe, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).
Esto nos lleva a entender, que la vida cristiana no es nuestra vida, sino que es la vida de Cristo en nosotros; al estar en Cristo somos todo lo que él es, pero fuera de él no somos nada.

Juan 14:10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.

Jesús dijo: “No soy yo el que obra, no soy yo el que habla, es el Padre el que lo hace por mí”. Jesús era un hombre natural pero a la vez era un hombre espiritual porque en su espíritu moraba el Espíritu del Padre. Esto lo hacía diferente, la vida espiritual que moraba en Jesús era lo que hacía que Jesús pudiera vivir esa vida que cambió el mundo, no eran sus logros naturales.
El Espíritu de Dios que moraba dentro de Jesús tenía el control de su vida. Si Jesucristo no pudo vivir esa vida gloriosa por sí mismo, ¿Qué le hace pensar que usted sí puede? 

Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

La a frase: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” resume la vida cristiana, quiere decir “ahora es Cristo el que tiene el control de mi vida, ahora es Cristo el que vive por mí”.
 Y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe de Cristo”, significa que ya no vivo por vista, que ya las circunstancias no me asustan porque ahora vivo por fe, confiando en que Cristo enfrentará por mí todo lo que venga.
El creyente no puede vivir una vida cristiana por sí mismo, no puede ser más bueno, no puede dejar de pecar, ni puede ganar almas para Cristo, para ello necesita estar en Cristo y que Cristo esté en él.

Romanos 6:3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 6:4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. 6:6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

Para poder vivir la vida cristiana verdadera necesitamos “ser crucificados, sepultados y resucitados con Cristo”. No debemos entenderlo, solamente debemos creerlo. Eso sucede al bautizarnos;  en las aguas del bautismo Dios le da muerte a nuestro “viejo hombre” que insistía en hacer su voluntad y actuaba independiente de Dios para darle  vida a una “nueva criatura en Cristo Jesús”. Las cosas viejas pasaron  y he aquí son hechas nuevas (2 Corintios 5:17).

Colosenses 2:8 Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.

Millones de creyentes creen que están en Cristo, pero no lo están, han sido engañados por las filosofías y huecas sutilezas de los religiosos, y por sus tradiciones  y no según el evangelio de Cristo. Los hombres dicen “si crees en Cristol”, pero esa es una media verdad que se convierte en mentira, Dios dice, “debes creer y bautizarte” (Marcos 16:16, Hechos 2:38) ¿A quién le crees? Yo le creo al Padre Celestial
Muchos creyentes son católicos, pentecostales, bautistas, asambleístas de Dios o de otras denominaciones o religiones, pero no necesariamente están en Cristo, porque le han creído al hombre y no a Dios, y no se han bautizado.
Estar en Cristo no es formar parte de ninguna religión o denominación religiosa, estar en Cristo es ser parte del cuerpo de Cristo, es ser “una rama de la vid divina”. Y únicamente cuando llegamos a formar parte del cuerpo de Cristo es que podemos vivir una vida cristiana y dar fruto.

Ezequiel 36:26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 36:27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

Cuando nos bautizamos, Dios perdona todos nuestros pecados y deposita su espíritu dentro del Espíritu del hombre (Hechos 2:38). De allí en adelante podremos vivir una vida cristiana verdadera, no porque lo logremos por nosotros mismos, sino porque Cristo en la persona del Espíritu Santo llega a morar a nuestro espíritu y él puede hacer que andemos en los estatutos de Dios, guardemos sus preceptos y los pongamos por obra.

2 Corintios 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros

Las personas que están en Cristo son  vasos de barro, pero dentro de esos vasos de barro se encuentra un tesoro, ese tesoro es Cristo en la persona del Espíritu Santa, el cual manifiesta la excelencia del poder de Dios en el hombre, venciendo el pecado y la tentación por él y permitiéndole llevar fruto.
La tentación siempre va a venir, quizás con más fuerza, porque Satanás quiere demostrar que no hemos sido santificados, que seguimos igual de pecadores.
Muchos se lamentarán y dirán: “Miserable de mí ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Romanos 7:24).
La respuesta de Dios a esa situación es: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1)
Lo que sucede es que el concepto humano o religioso de la santidad  es que los que los creyentes deberíamos vivir libres de todo pecado, entonces Satanás toma ese concepto como caballo de batalla.
Pero el concepto de santidad de Dios no es ese, para Dios la santidad es Cristo en nosotros y nosotros en Cristo; estamos cubiertos por la sangre de Cristo, eso habla de nuestra santidad.
No debemos dejarnos amedrentar por el diablo. Cuando Pablo le rogó al Señor que lo librara del aguijón en la carne, lo que se refería posiblemente a una tentación, el Señor le contestó: “Bástate a mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” ( 2 Corintios 12:8-9).
Cuando somos fuertes en la carne, creemos que todo lo podemos lograr por nosotros mismos, hasta creemos que podemos vencer el pecado y la tentación por nuestras fuerzas, entonces Dios nos debilita para podernos usar, recuerda que Dios usa a los débiles y a los viles.
Veamos el ejemplo de Jacob:

Génesis 32:24 Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. 32:25 Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. 32:26 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. 32:27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. 32:28 Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

Jacob no era ninguna santa paloma, era tramposo, manipulador y confiado en sí mismo. Tal era su fuerza en la carne que el ángel de Dios se enfrentó con él y no lo pudo vencer. Entonces el ángel tocó el encaje de su muslo para debilitarlo ya que la mayor fuerza del hombre está allí, es lo que sostiene todo el cuerpo.
Jacob quedó renco para siempre y de ese momento en adelante ya no podría librarse por sí mismo, iba a tener que empezar a confiar en Dios. Por eso el ángel le dijo: “ya no te llamarás Jacob” (que significa “suplantador y engañador”), “sino que ahora te llamarás Israel” (que significa “el que reina con Dios”).
No es alejándonos del mundo, no es dejando de beber o de comer, o de bailar o de fumar, que empezamos a reinar con Dios, es cuando dejamos de luchar y nos rendimos a Cristo. Como lo dije antes,  la vida cristiana no es nuestra vida, la vida cristiana es la vida de Cristo en nosotros.
Por ejemplo, cuando somos conscientes de que somos orgullosos, tratamos de ser humildes, pero fracasamos porque la contestación al orgullo no es la humildad  que procuremos por nosotros mismos, la contestación al orgullo es Cristo, él es la contestación para cada necesidad.
Dios nos ha dado su Hijo para ser nuestra vida, y sólo necesitamos estar “en Cristo” para que todo lo que es de Cristo venga a ser nuestro. Hay una sola 'vida cristiana' y ésa es la vida de Cristo.
La frase “imitadores de Cristo” no significa que Dios nos exige imitar la vida de Cristo en la carne, eso nadie puede lograrlo,  lo que eso significa es que permitamos que Cristo viva en nosotros, así como Cristo permitió que Dios viviera en él.

2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Hay iglesias en las que enseñan que debes morir diariamente: “Debes darle muerte a esto o aquello”. Yo pregunto: ¿Cómo darle muerte a un muerto? Si estoy en Cristo, soy nueva criatura, no tengo pasado, todo ha sido hecho nuevo en mí ¿A qué le voy a dar muerte?

Romanos 6:11 Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

La palabra de Dios dice que debemos considerarnos muertos. ¿Qué hace un muerto? Nada, no se mueve. Yo no tengo que hacer nada contra el pecado o la tentación, o contra las debilidades, no debo y no puedo porque estoy muerto.
Pongamos de ejemplo una persona que se está ahogando. Eso somos nosotros, nos estamos ahogando en nuestros problemas y pecados. Pues bien, mientras una persona esté aleteando porque se ahoga, el salvavidas no se mete a salvarla pues podría terminar ahogándose con esa persona. Entonces espera que la persona ya no tenga fuerzas y deje de aletear para poder rescatarla.
Así es como actúa Cristo con nosotros; mientras nos esforcemos para no ahogarnos en nuestros pecados, él no actúa. Cuando quedemos como muertos y no hacemos nada, es entonces cuando él puede rescatarnos y cambiar nuestra vida de pecado en una vida sin pecado. Si tratamos de vencer el pecado y la tentación por nosotros mismos, Cristo dejará que nos ahoguemos.

Gálatas 5:4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.

Este versículo es clarísimo, si tratamos de justificarnos por nosotros mismos, a través de nuestro comportamiento, por demás murió Cristo (Gálatas 2:21) y las consecuencias son funestas, porque ese comportamiento nos desliga de Cristo y nos hace caer de la gracia.
Ese es el engaño de Satanás,  él usa las religiones para que enseñen que debemos justificarnos a través de nuestro comportamiento y lograr de esa manera que caigamos de la gracia,

Hebreos 10:17 añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. 10:18 Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado. 10:19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 10:20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 10:21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 10:22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

Dios prometió que nunca se acordaría de los pecados de aquellos que están en Cristo Jesús. “Nunca” significa “por toda la eternidad”.
Dios no se puede acordar de nuestros pecados porque Cristo pagó por todos ellos. Ya no hay nada que ofrendar, ya no hay nada que sacrificar, ya no hay nada que intentar en ese sentido. El problema del pecado está resuelto y podemos acercarnos confiadamente a Dios por el camino que Jesús nos abrió hacia el Lugar Santísimo a través de su carne.

Juan 14:13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

No podemos acercarnos al Padre en nuestro nombre, sino en el nombre de Jesús, porque es gracias a su sangre y no a nuestros méritos, que podemos ir directamente al Padre.
Una conciencia limpia nunca se basa sobre nuestro alcance espiritual; sólo puede basarse en la obra del Señor Jesús, solo puede basarse en el derramamiento de su Sangre.
Muchas personas dicen: “Hoy he estado leyendo la Palabra de Dios con más fervor, así que hoy puedo orarle a       Dios”. O bien, “Hoy estoy poco triste y malhumorado, por tanto no me puedo acercar a Dios”. Estas personas creen que la base de su acercamiento a Dios tiene que ver con sus emociones o con sus logros.
Satanás es  el  acusador  (Apocalipsis  12:10), él nos dirá: “Eres  una  basura,  eres  un pecador, eres un cristiano de paquete”, te acusará poniendo ese pensamiento en tu mente o usará a otras personas para que te señalen.
Nunca le respondas a través de tu comportamiento,  nunca trates de  mejorar para demostrarle que está equivocado. Si haces eso, ya Satanás tomó la ventaja. La Sangre del Cordero ha afrontado toda la situación creada por nuestros pecados y la ha contestado:

Apocalipsis 12:11  Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.

A Satanás no le vencemos a través un cambio de conducta, sino con la Sangre de Jesús. Es cierto que somos pecadores, pero alabado sea Dios, la Sangre de Jesús nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:9).
Cuando el diablo te acuse, respóndele “es cierto, soy pecador, soy una basura, soy un cristiano de paquete, soy lo más vil de la tierra, y no hay nada que yo pueda hacer, Pero Jesús me limpió con su sangre para siempre de todo pecado”, me río de tus acusaciones”.
Ese es el primer paso para derrotarlo; el segundo paso es dando testimonio de Cristo.
A Satanás lo vencemos  llevando el evangelio de Cristo a toda criatura para que muchas personas sean salvas, lo vencemos llevando fruto. Cada persona que llega a “estar en Cristo”,  es un alma que le arrebatamos al diablo.  No podemos conformarnos con nuestra salvación, debemos hacer algo para que otras personas también sean salvas.
La verdadera vida cristiana no consiste en esforzarnos por dejar de pecar, porque de eso se encarga Cristo. Tampoco consiste en dejar de divertirnos, o en dejar de hacer esto o aquello,  la verdadera vida cristiana consiste en  hacer algo para Cristo y ese algo se resume en ganar almas para él.

Juan 10:10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Satanás vino a hurtarnos, a matarnos a destruirnos, a amargarnos y a robarnos la vida, pero, Jesús vino para que tengamos vida y vida en abundancia, lo que significa una vida larga,  plena, bendita y feliz.
Dios no quiere amargados en su patio, él quiere personas felices, personas que disfrutan la vida, pero personas que no se olvidan del propósito de Dios, que consiste en que “todos los hombres sean salvos llegando al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4).

2 Corintios 5:15 y por todos murió para que todos los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Cristo murió para que vivamos para él, es decir, que  nuestros propósitos ocupen un segundo plano para que los propósitos de Dios ocupen el primero.
Eso no significa que no podemos divertirnos, no significa que no podemos alegrarnos, lo que significa es que debemos aprovechar cada momento para llevar el evangelio a las demás personas, esa es la verdadera vida cristiana, la cual no tiene nada que ver con nuestro comportamiento.
Este segundo paso nos lleva al tercer paso: debemos menospreciar nuestras vidas hasta la muerte. Eso no significa que nos vamos a morir por causa del evangelio, lo que significa  es debemos anteponer la voluntad de Dios por encima de la nuestra.
Tal vez, te regalaron una entrada para  ver un partido de la selección de futbol, pero a la hora del partido es el estudio  bíblico. Tal vez digas, no siempre juega la sele, mientras que los estudios son todas las semanas, no pasa nada si falto un día al estudio, pero  ¿Qué haría Cristo en tu lugar?  Si siempre te haces esa pregunta, siempre obtendrás la respuesta correcta.
Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24).
Debemos seguir los pasos de Cristo para poder tener una verdadera vida cristiana y llevar fruto. Eso implica que tenemos que cargar la cruz, lo que significa negarnos a nosotros mismos, o sea hacer la voluntad de Cristo en lugar de la nuestra. Allí es donde surge la pregunta ¿Qué haría Cristo en mi lugar?
Tal vez te ofrecieron que trabajaras hasta la noche, eso podría darte unos centavos de más, pero  esa noche tu congregación llevará comida a los que viven en las calles, pregúntate ¿Qué haría Cristo en tu lugar?
Los médicos se divierten, se alegran, van al estadio a ver los partidos de la sele, hacen todo lo que los demás hacen. Sin embargo ellos tienen una prioridad, esa prioridad son los enfermos y deben dejar de hacer lo que están haciendo cuando hay una emergencia, deben acudir a donde más los necesitan.
Así somos los cristianos verdaderos, nos divertimos, nos alegramos, hacemos todo lo que los demás hacen, pero debemos dejar de hacer lo que estamos haciendo para acudir a donde Dios nos indique que hay emergencias espirituales, y esas abundan y están por todo lado. La propagación del evangelio es la prioridad del cristiano y nunca puede decir que no, cuando eso haga, entonces puede decir que vive una vida cristiana verdadera.

Romanos 8:5 Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. 8:6 Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.

El cristiano carnal no es el que peca, es que vive ocupado en las cosas de la carne, o sea en las cosas de este mundo, y el ocuparse en las cosas de la carne nos estresa y nos preocupa de tal manera, que puede terminar quitándonos la vida natural y hasta la vida eterna, porque las cosas del mundo atentan contra la fe.

Pero el ocuparse del Espíritu, eso es vida y paz, porque el vivir para Cristo te da tranquilidad, te hace sentirte útil, te enseña a conformarse y a ser feliz con poco, y te da la esperanza de la vida eterna, esa es la vida cristiana verdadera,


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